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Drama Queen por Ellie77

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Notas del capitulo:

Death Note pertenece a Tsugumi Oba y a Takeshi Obata

¡Hola!

Sé que tengo eones de no pasarme por estos lares, pero la universidad se ha puesto bastante demandante, y bueno, el estudio es primero jajaja XD.

Gracias a / Ale / Alejandro Birthday / Jake Freakgirl / por sus reviews.

Advertencias: AU. Lenguaje vulgar. Contenido heterosexual.

Sin más que agregar, ¡a leer!

Drama Queen—

 

Capítulo 2:

Dude, mi vida es un asco

.

.

Sé que está mal
Pero no me importa
Voy a empezar esta mierda de noche.

 

I Kissed a Boy Cobra Starship

 

.

.

A mi corta edad de diecisiete años puedo asegurar que he vivido demasiado. Albergo experiencias que ya quisiera tener un vejete a punto de morir o algún tipo en la crisis de los cuarenta. Mi vida ha dado demasiadas vueltas inesperadas, unas más que otras y algunas que realmente provocan que quiera vomitar por lo radicales que fueron. No suelo temerle a los cambios por más drásticos que estos sean, de hecho puedo afirmar que en muchas ocasiones suele darme igual lo que sucede a mi alrededor, mas el giro que ha dado mi vida en tan poco tiempo es para llorar.

La muerte de mi madre hace tan solo dos meses, el matrimonio de mi hermana mayor con un idiota, que gracias a ese idiota termináramos mudándonos, y no de calle, de ciudad o de estado, ¡si no de país! Y para rematar, tener que quedarme a vivir con ellos. Si de por sí es difícil que me acostumbre a las personas nuevas, se le suma el hecho de que ahora, no solo esa persona es la nueva, si no todo a mi alrededor: el horroroso inglés británico, nueva casa, nuevo vecindario, nuevo colegio, nuevas experiencias… Y sí, lo de «nuevas experiencias» queda muy ambiguo y abierto a la imaginación.

Culpo al idiota de mi nuevo vecino por invitarme a aquella fiesta, culpo a Giovanni por insistirme en ir para así socializar con los del vecindario, culpo a Halle por apoyar a su estúpido esposo en esa idea, culpo al alcohol por hacerme perder la razón, ¡culpo al jodido pelirrojo de ojos verdes por despertar eso en mí!

Y por si fuera poco, las miradas de todos mis nuevos compañeros de clase están posadas en mí, como si yo fuese una especie de animal raro en un zoo. Algunos cuchichean entre ellos, las chicas ríen y, al parecer, le soy indiferente a los hombres, excepto al tipo pelirrojo de ojos verdes que desde que llegué no  ha dejado de mirarme.

Esperen… ¡un tipo pelirrojo de ojos verdes!

—Bien, Mihael —me llama el profesor Yagami, sí, creo que ese era su apellido. Una sonrisa surca su rostro, es como si se burlara de mi situación, o quizá solo estoy alucinando—. Puedes sentarte al lado de Mail.

No hubiera habido problema de no ser el hecho de que el tal «Mail» era nada más y nada menos que el pelirrojo; es como si el profesor supiera algo y eso hace que sienta ganas de pegarle, mas mi raciocinio no me lo permite.

Maldito Yagami, maldito pelirrojo, maldito Wammy’s House, maldito Giovanni, maldita Halle, ¡maldita vida por burlarse de mí!

Al tomar asiento de inmediato percibo como el pelirrojo se encoje en su butaca, se retira unas pulgadas y comienza a mirar a Yagami como si este fuese la cosa más interesante del mundo. Se rasca la nariz de forma insistente y me observa de reojo. Me parecería más patético de no ser por el hecho de que yo estoy haciendo lo mismo, solo que en lugar de rascar mi nariz, golpeo con los dedos la mesa del pupitre; comería algo de chocolate pero no creo que Yagami sea el tipo de profesor manipulable y condescendiente.

Y la clase comienza sin más, como si mi llegada no hubiese significado nada. Sé que no soy nada fuera del otro mundo o el más especial pero al menos esperaba que el profesor se dignara a presentarme a los que serían mis nuevos compañeros. Pero nada. Da comienzo la clase de lógica y de ahí le siguen las horas de historia, ciencias y bilogía, siempre intercambiando miradas con el pelirrojo de al lado, hasta que llega el primer receso. Apenas estoy por guardar mis cosas cuando el pelirrojo sale del salón casi volando, lo veo correr hacia la salida y como otros dos tipos le siguen el paso.

Por más cobarde que me parezca esa actitud, decido ignorar el hecho de que, prácticamente, huye de mí. Termino de guardar mis cosas y me encamino hacia la puerta.

—¿Tienes algo?

—Mierda, geek, no salgas con que estás en tus días.

Antes de salir del salón, escucho esa conversación. Se trata del pelirrojo y los otros sujetos que corrieron tras él, uno de cabello negro y otro castaño. Pude haber salido y dejar todo tal como estaba, pero me pica la curiosidad.

—Solo estoy preocupado por Linda —dice el pelirrojo. Da un intento de sonrisa pero más bien parece que le están dando una patada en las partes nobles —. Voy a intentar ponerme en contacto con ella.

—Pero habíamos acordado ir a ver a las chicas de primero —alega el castaño.

—¡Pero ya tienes novia, Alex!

—¿Y eso qué?

Ellos comienzan a caminar y me es imposible seguir escuchando. Da igual, no es como si quisiera enterarme de la vida de aquel idiota. De hecho, creo que debería guardar mi distancia con el pelirrojo, no al punto de huirle como él hace conmigo pero sí mantener cierta barrera.

—Hola, ¿puedo ayudarte en algo?

Al escuchar aquella voz femenina, giro el cuerpo ciento ochenta grados. Frente a mí se encuentra una chica bastante guapa; bajita, de facciones delicadas, ojos rasgados, mentón fino y que ha logrado lo imposible: que un uniforme escolar tan feo como el de Wammy’s House luzca espectacular. Es como la fantasía de la colegiala asiática hecha carne y hueso.

—Mi nombre es Sayu —me dice antes de que yo pueda articular palabra para después sonreírme. Efectivamente, es preciosa.

—Yo soy…

—Lo sé, eres Mihael —me interrumpe a media frase. Al parecer alguien sí que puso atención a mi presentación.

—Prefiero que me llamen Mello.

—Me parece bien, es más fácil de pronunciar. Y dime, ¿de dónde eres? ¿Te mudaste, cierto? ¿Deseas que te muestre la escuela?

A pesar de su apariencia reservada no es precisamente tímida. En parte es una ventaja, la conversación fluye de forma natural y no ha habido silencios incómodos; la parte negativa es que a mi casi no me deja hablar. Fuera de ese no tan insignificante detalle, decido aceptar el ofrecimiento de Sayu, necesito conocer el jodido colegio donde pasaré mi último año de preparatoria.

Sayu me muestra las instalaciones, todas y cada una de ellas. Echamos un vistazo a las áreas de preescolar y primaria, también a las de secundaria, aunque básicamente ella se enfoca en mostrarme lo más importante. Desde la cafetería hasta el gran roble donde, cuenta la leyenda, un alumno se suicidó. También pasamos por el jardín y las canchas de soccer; la biblioteca, la oficina del director y la enfermería las ha dejado para el final porque, según ella, es lo menos interesante que hay en el instituto. Ciertamente Wammy’s supera mis expectativas, es una institución bastante llamativa y, dentro de lo que cabe, muy bien cuidada, y he de admitir que el ligero toque victoriano del edificio me fascina. Aparte es bastante amplio, me sorprende que un lugar tan grande albergue a tan pocos alumnos.

Es cuando pasamos por los pasillos del corredor principal cuando vuelvo a ver al pelirrojo —a Mail o cómo sea que se llame— recargado en uno de los casilleros. Está junto a los otros dos chicos con los que lo vi salir; ninguno está haciendo algo que me parezca particularmente interesante. Alcanzo a escuchar que el de cabello negro murmura algo y casi al instante el pelirrojo parece tensarse, muy al contrario de su amigo castaño que luce de lo más relajado.

Sayu y yo quedamos a escasos pasos de ellos. Me quedo parado como idiota mientras ella les saluda animada y los otros corresponden el gesto. Justifico mi momento de estupidez al hecho de que soy el nuevo y no me siento familiarizado con nada ni nadie.  

El tipo castaño y de sonrisa boba es quien rompe el silencio que de pronto se formó.

—Sayu, tú que eres tan amiga de Linda, ¿sabes dónde mierda está? Aquí Matty ha estado muy preocupado por ella —pasa un brazo por ambos hombros del pelirrojo, este parece salir de su trance para enfocarse en su asquerosa realidad la cual también es mi asquerosa realidad. Vaya, tenemos algo más en común aparte de haber compartido saliva.

—Está exagerando —interviene el otro, el de cabello negro. Ahora que lo tengo de cerca me percato del peculiar tono borgoña de sus ojos, es incluso algo escalofriante —. La hippie de Linda debe estar haciendo alguna de sus cosas hippie’s como tocar su guitarra por limosnas o fumar mariguana.

—Linda no fuma —informa Sayu.

—Es hippie, ¡claro que lo hace!

Sayu niega con la cabeza. Pasa completamente del tipo de ojos raros para después mirar con un gesto de desaprobación a «Matty».

—Tú deberías saber dónde está Linda, Matt. Ella es tu novia, no mía.

Cuando esa frase queda al aire, por mero reflejo, miro al pelirrojo y él me mira a mí. La idea de que él sí fuera homosexual y me hubiera besado aprovechándose de mi estado queda descartada… en un setenta por ciento; todavía queda la opción de que sea de los que siguen descubriendo su verdadera sexualidad.

Sayu se percata de lo incómodo que me siento, aunque en lugar de irnos su forma de hacerme entrar en confianza es presentándome a esos tipos. Hasta ahora Sayu me había agradado bastante pero esto la hace caer de mi gracia un par de peldaños.

—Mira, Mello. Él es Alex —dice y el castaño me saluda —, el de pelo rojo y mal novio es Matt —señala al aludido quien solo asiente con la cabeza —y el de la cara de psicópata es Beyond —. El ojos bonitos solo me da una mirada rápida.

Aun con la presentación la incomodidad continúa, o más bien creo que esta tensión solo es cosa entre el pelirrojo y yo; a los otros parezco darles igual, aunque tampoco es como si me interesara socializar con ellos. Al final, la situación me supera y termino sacando una barra de chocolate de una de las bolsas de mi chaqueta. Es mi forma de liberar tensión.

Gracias al cielo, la campana suena y todos nos vemos obligados a volver a clases. Sayu me toma del brazo y juntos comenzamos a caminar a nuestro respectivo salón. Los tres mosqueteros nos siguen de cerca, casi como si se trataran de nuestros guardaespaldas. Aun cuando tomo asiento y la clase de química comienza, continuo sintiéndome incómodo, y el hecho de que el pelirrojo esté a mi lado y de vez en vez me lance miraditas no ayuda en nada. Lo peor del caso es que yo también le miro.

Lo reitero, mi vida es un asco.

.

 

Mi primer día de clases fue, en resumen, una mierda. No es como si todo hubiese sido malo, sin embargo el solo hecho de haberme encontrado con el pelirrojo logró que me dieran arcadas. Aclaro que no de forma literal, aunque casi. Sé que un beso no significa la gran cosa, pero también debo reconocer que hay una gran diferencia entre besar a una chica y besar a un chico. Una diferencia al tamaño de un pene.

Fue algo que me descolocó, algo que me hace pensar en cosas que nunca me había planteado. Siempre supe que las mujeres me gustaban, ni siquiera necesité meditarlo, incluso me gusta mirar porno lésbico de vez en vez. Las tetas me llaman y punto. Pero ahora, cada vez que evoco el recuerdo de lo sucedido en esa fiesta, mi mente se vuelve un completo caos. Porque tengo claro que muy aparte de todo el asco que me provoca recordar lo que pasó, hay algo, algo que es opacado por toda aquella mierda.

Mis pensamientos se detienen en cuanto vislumbro mi casa, todavía no le puedo llamar «mi hogar» tomando en cuenta que no llevo ni dos semanas quedándome allí. Abro la puerta con la llave que mi hermana apenas me dio el día anterior e ingreso a paso lento.

Halle se encuentra sentada en el sofá de la sala revisando algunas cosas en su portátil, solo la saludo y hago el ademán de subir las escaleras.

—¿Qué tal el primer día, Mello? —Cuando menos quiero charlar, mi estúpida hermana quiere conversar conmigo. Maldigo su intento por socializar —. ¿Todo bien?

—Regular. Pudo ser peor —me encojo de hombros, intentando aparentar indiferencia. Lástima que mi hermana tenga un don especial para joderme incluso de forma indirecta.

Despega la mirada de la pantalla y me mira fijo. Sus ojos miel son como dagas que atraviesan mi piel. Debo reconocer que si hay una persona que realmente respeto en este mundo, después de mi madre, esa es Halle, mi no-muy-querida hermana mayor.

—Al menos has el intento de adaptarte, ¿quieres? Esto tampoco es fácil para mí —argumenta. No dudo que para ella sea complicado, no obstante muchas veces soy egoísta y solo pienso en mí. Uno de mis más grandes defectos, advierto que la lista es larga.

—¿Entonces por qué nos mudamos? ¡Y tan lejos! Todo por seguir al estúpido de Giovanni.

—No culpes a Stephen de todo que la idea también fue mía. Ambos conseguimos buenas oportunidades de trabajo aquí en Winchester y por fin estás estudiando en un colegio de tu nivel intelectual, ¿acaso no era eso lo que siempre quisiste?

—¡Pero mudarnos de Boston hasta acá!

—Ya habíamos discutido esto, Mihael. Vivirás aquí en Winchester, asistirás a Wammy’s e intentarás acostumbrarte a todo esto. Punto y final.

Le falto decir «y respetarás a Stephen» pero creo que ya se dio por vencida con ese asunto. Cuando vuelve a mirar la portátil e ignora mi presencia, sé que la discusión ha terminado. Como no se me ocurre otra cosa que contestarle, subo las escaleras intentando hacer el mayor ruido posible y lograr desconcentrarla. Lástima que no surta efecto. Lo que más me caga de Halle es el hecho de que se mantenga tan estoica en cualquier situación, ¡tiene la paciencia que un monje budista envidiaría!

La muerte  de mi madre, mudarme a Inglaterra, vivir con el estúpido de Stephen Giovanni, el pelirrojo de la fiesta… La vida es un asco.

 

.

Pasan algunos días y nada cambia. A excepción de que la tal Linda ya asiste a clases y que tuve que comenzar a llevar el uniforme — camisa blanca, saco negro, suéter gris y pantalón igual y una estúpida corbata roja —  todo sigue igual; incluso Mail, el pelirrojo, sigue huyendo despavorido cada vez que cree que voy a confrontarlo, de igual forma siempre el castaño termina yendo tras él mientras el tipo de ojos raros mira la escena con gesto aburrido.

Fuera de ese detalle, Wammy’s no ha sido tan malo. Comencé a hablarme con algunas personas y Sayu siempre me sigue de cerca; hubiese considerado el involucrarme con ella de no ser por el hecho de que su apellido es Yagami y no quiero arruinar mi todavía inexistente historial académico teniendo problemas con un profesor como Light. De hecho, en este momento estamos en clase de lógica con Yagami, quien fuera de ser una persona bastante engreída, es muy buen profesor. Luego de terminar unos cuantos acertijos que nos puso como ejercicios, nos deja salir al receso, con demasiada tarea de por medio cabe recalcar. Juraría que está amargado o que no ha dado en varias noches… o  no le han dado, quién sabe.

Apenas cierro mi cuaderno, el pelirrojo sale a paso apresurado del aula. Suspiro, ya algo cansado de esta absurda situación. Termino de guardar mis útiles y alzo la vista, me llevo la sorpresa de encontrar al tipo de ojos borgoña, Beyond si mal no recuerdo, frente a mi pupitre. Es desconcertante por dos cosas: la primera es porque sus ojos realmente logran erizar los cabellos de la nuca de cualquiera, y lo segundo es que  él no habla con nadie a excepción de Mail y el otro tipo castaño.

—¿Tienes compañero para el trabajo de historia? Si no es así, seamos compañeros —pregunta sin más. Solo soy capaz de alzar una ceja, desconcertado. ¿Acaso todos los británicos son tan… directos?

—¿Disculpa?

—¿Eres sordo? Dije que seamos compañeros en historia. Es tu oportunidad para socializar más, poof. —Al escuchar el apodo, aprieto los puños. No sé ni lo que significa pero no parece nada bueno—. Aparte eres listo, sería fácil trabajar contigo. —Aunque ese halago logra relajarme. Sí, soy bastante voluble en algunas cuestiones.

—¿Y tus amigos?

—Matt y Alex siempre se juntan en los trabajos en pareja, se aman en secreto y no voy a meterme en su romance homosexual. Suelo hacer estos trabajos solo pero esta vez Lester me presionó para conseguir un compañero, ¿así que qué dices, poof?

—Tengo un nombre, sabes.

—Lo olvidé.

—Dime Mello.

—Lo que digas, poof. ¿Quieres o no?

Fuera de que es un gamberro de lo peor, no me ha caído mal. No se ha esmerado en agradarme como la mayoría de las personas en el salón — a excepción Mail, él me huye—. Así que para mí es una persona sincera, un asco de persona, sí, pero es sincero al fin y al cabo. Y tiene razón, necesito socializar más.

—Luego nos ponemos de acuerdo —respondo, antes de poder agregar algo más él me interrumpe.

—Genial. —y dicho eso se va del salón. Así como llegó, se esfuma. Qué tipo tan raro.

Salgo del salón y me dirijo a la cafetería, ahí se encuentra James con el que he forjado una especie de amistad, aunque a decir verdad solo nos juntamos y ya. A él le da curiosidad el ambiente yankee y por eso me comenzó a hablar. No es que necesite juntarme con alguien para no sentirme antisocial, es una rara costumbre que tengo: no me gusta comer solo.

Todos en la cafetería parecen estar muy concentrados en lo que hacen, ya sea comer, charlar  o terminar los deberes. Ahora que lo observo con atención, a pesar de ser un colegio mixto, de verdad que los alumnos son muy pocos, no tanto como para aprenderme los nombres de cada uno de ellos pero sí para al menos grabarme sus caras. Estar en Wammy’s debe convertirse en un verdadero infierno para los que se ven envueltos en rumores.

Doy un vistazo por todo el lugar. En unas mesas más alejadas, están Sayu y su grupo de amigas. Cuando nuestras miradas se topan, ella me saluda animadamente con la mano y devuelvo el gesto; sus amigas lo ven y cuchichean entre ellas, yo no puedo evitar rodar los ojos. La que permanece más ajena al alboroto es la chica castaña de coletas, la famosa novia del pelirrojo, que parece estar más sumida en su propio mundo que en lo que conversan sus amigas.

Y la escena que veo a continuación es de lo más cursi que me ha tocado presenciar en mi vida. Matt se acerca a Linda por detrás, camina de forma lenta para que ella no le escuche llegar, le tapa los ojos y Linda se exalta, mas cuando parece reconocer las manos de Matt, sonríe anchamente y se levanta del lugar casi de un salto para lanzarse a abrazarlo. Vaya mierda. A primera vista parece que se quieren, y bastante, es como si fueran una pareja ejemplar y eso hace que mis dudas sobre una supuesta homosexualidad de Matt se disipen. Quizá lo que le pasó conmigo fue una metida de pata, tal y como lo era para mí.

Cuando por error mi mirada se cruza con la de Matt, lo veo ruborizarse y hunde el rostro en el cuello de la chica. Por mi parte, doy una mordida a la tableta de chocolate queriendo aparentar indiferencia. No solo Matt es patético, también lo soy yo. Y lo peor del caso es que toda esta mierda inició por un maldito beso, ¡un jodido beso!

Tomo la bandeja de comida y me dirijo hacia la basura. Apenas me levanto y doy un par de pasos, topo con un tipo, derramándole sobre el uniforme los residuos de comida que me quedaron. El saco le queda empapado por la sopa que no me terminé y adornado con unas cuantas verduras. Balbuceo una disculpa y solo escucho un suspiro como respuesta. Si mal no recuerdo, el chico se llama Nate y está en mi salón, la cabellera blanca me es inconfundible; aparte esa expresión estoica que siempre lleva me recuerda mucho a la de Halle.

—¿Por qué no te fijas por dónde vas? —A pesar de que ni su ceño se ha fruncido, su tono de voz deja entrever que está enfadado.

Las risas de los demás en la cafetería no hacen nada por mejorar el ambiente tan tenso que se forma entre Nate y yo. Por mera educación intento ayudarle, pero Nate se aleja de mi y comienza a sacudirse las verduras él solo. Más que remorderme la conciencia, me está sacando de quicio su actitud a pesar de que sé que tiene razones para estar molesto

—Ya te pedí una disculpa, ¿qué más quieres?

Él solo me ve por un largo rato. Su mirada es pesada, demasiado tosca para alguien que proyecta una imagen demasiado infantil. A simple vista incluso parece ser más joven que yo.

—La próxima vez, fíjate mejor —Y de nueva cuenta usa ese tono altanero. Fue un puto accidente, nada más, pero Nate hace que me sienta peor de lo que se supone debería sentirme. Tiene  una forma bastante elegante e indirecta de insultar.

El comienza a retorcerse un mechón de cabello, me mira de arriba abajo y se va como si nada, dejando a su paso un agrio aroma a sopa de verduras. Es como si no le importara mucho el asunto de que le manché la ropa o que quedó en ridículo frente a todos en Wammy’s. En clases Nate es retraído, pero acabo de darme cuenta que tímido no es, y también acaba de ganarse un peldaño bastante alto en mi lista negra.

—La próxima vez, no te atravieses —respondo aunque sé que él ya no puede oírme.

.

 

Al inicio de la siguiente clase, extrañamente para todos, según los cuchicheos, Nate llegó sin el saco negro del uniforme; mas a él parece importarle menos que una mierda las habladurías. Solo llega, se sienta en su respectivo pupitre y se sumerge en su burbuja individual, en esa donde nadie es lo suficientemente bueno para tener cabida. Un imbécil de primera. Para mi sorpresa, me le quedo mirando toda la clase, en parte para analizarlo y en otra porque es una buena forma de entretenerme y no mirar hacia mi derecha donde se encuentra el pelirrojo.

Mail es raro, apenas muevo la mano y se exalta  como si estuviese a punto de golpearlo. Si no le hubiese prometido a Halle que no me metería en problemas, lo golpearía solo para desquitar frustración. De cualquier forma no hay mejor candidato que él, aunque Nate también sería una  buena opción.

Escucho el timbre que finaliza las clases, y como siempre, Matt sale casi corriendo, aunque esta vez sus amigos no le siguen. Solo alcanzo a ver como Alex —sí, estoy casi seguro que ese es el nombre del castaño— y Beyond discuten, pero lo hacen en un tono tan bajo que no logro captar nada. Antes de que acabar de guardar mis útiles, Beyond lo toma del brazo y salen del salón. Para ser amigos, Beyond es bastante brusco con Alex.

Tomo mi mochila y me dispongo a salir. Sayu, quien estaba charlando con Linda, apenas ve que estoy por irme se acerca a mí con una sonrisa, se ofrece a acompañarme a casa pero rechazo la oferta. Sé que Sayu sería una buena candidata para iniciar algo, incluso una relación formal; es linda, divertida, muy guapa y es evidente que moja las bragas por mí, pero de verdad no quiero problemas con Yagami. Lástima, siempre quise cumplir la fantasía de tener sexo sobre un escritorio con una asiática disfrazada de colegiala.

Me despido de ella y emprendo camino a casa. No suelo ser una persona distraída, pero apenas recorro un par de calles, termino perdiéndome en mis pensamientos. Me es inevitable no pensar por quincuagésima novena vez en que de verdad extraño a mi madre, a Boston y la vida que tenía antes de llegar a Winchester. Cuando me da nostalgia, maldigo el hecho de que mi hermana se haya enamorado de ese inglés de ascendencia italiana y que este haya logrado convencerla para venir a vivir hasta acá. Sé que Halle nunca admitiría algo como que el amor la hizo cometer tal locura pero, vamos, es irrebatible el hecho de que aceptó este cambio tan grande por amor al idiota de Giovanni, arrastrándome con ella en el camino ya que se quedó con mi tutela porque aún soy menor de edad.

Intento pasar del tema, concentrando mi atención en otras cosas como en las calles de la ciudad o en las personas que pasan a mi lado, por suerte el trayecto habitual que he elegido de casa a Wammy’s, y de Wammy’s a casa, atraviesa un parque. Ese parque es uno de los pocos lugares que de verdad me han gustado desde que me establecí en Winchester. A pesar de que estamos en otoño los árboles todavía continúan verdes, o al menos la mayoría; el clima ahí se siente fresco, no frío, y el aura que envuelve al lugar logra relajarme sin haber comido nada de chocolate.  Camino lento, disfrutando el paisaje y el lugar, olvidando los problemas, la tarea y que Halle me regañará por no haber lavado los platos de la cena anterior.

Apenas contemplaba la idea de quedarme un rato más cuando un horrible olor a tabaco inunda el ambiente. Arrugo la nariz y me veo obligado a toser. De verdad no logro entender porque la gente fuma; comprendo el gusto por el alcohol —a mí me gusta, para qué negarlo—, ¡pero fumar! Por más que lo medito no veo qué tiene de placentero inhalar y exhalar esa porquería.

Para mi sorpresa, la máquina de humo es nada más y nada menos que mi tormento materializado en persona: Mail, el pelirrojo. Está ahí, sentado a la sombra de un árbol, cabizbajo y tirando humo como una locomotora. Eso explica el curioso aroma que a veces desprende. Me acerco hasta él a paso firme, mirándolo fijamente, y al parecer mi mirada es tan pesada que sale de su mundo para verme a los ojos. Del sobresalto, el cigarrillo cae de sus labios.

—Eres una puta chimenea, pelirrojo. —Lo veo sobresaltarse y tragar grueso. Antes de que haga algo, le advierto —: suficiente con huir, idiota. Ya me cansé del juego.

Lo veo fruncir el ceño mas no alega nada. Aún rígido, vuelve a apoyarse en el tronco del árbol. Se pasa la mano por los cabellos, desordenándolos, y mira hacia otra dirección. Aprovecho su descuido para sentarme junto a él. De nueva cuenta siento cómo se sobresalta, para mi sorpresa no hace el ademán de huir, y de verdad más le vale no intentarlo.

—¿Y tus amiguitos, Mail? —pregunto, despectivo, aunque también es para aligerar el ambiente. Quiero que esta tensa atmósfera se esfume.

—Qué te importa. —No me sorprende, preví una respuesta a la defensiva.

Ruedo los ojos, exasperado. Este tipo no está colaborando. Pensé en decirle que fumar era malo pero supongo que tampoco se tomará a bien la broma. Con personas tan testarudas como él, es mejor no andarse por las ramas. Genial, mi manera de expresarme favorita: ser directo.

—Escucha, toda esta mierda es solo una tormenta en un vaso de agua. No es la gran cosa…

—¿Disculpa? —me interrumpe. Alza una ceja y por alguna extraña razón encuentro el gesto gracioso —. Si estás acostumbrado a esas cosas, muy allá tú.

—Vamos, pelirrojo, no tiene importancia. Fue un beso producto de una borrachera y ya. Al menos  no es la primera vez que beso a alguien por llevar encima unas copas.

—Tampoco la mía, pero sí fue la primera vez que me besé con un tipo.

Lo reitero: es terco, cabezota y un completo imbécil. Le propinaría un buen puñetazo en su lindo rostro lleno de pequeñas pecas de no ser porque en verdad necesito arreglar esta situación con él. Intento contar mentalmente hasta diez; solo espero que con su próxima respuesta no logre sacarme de mis casillas.

 —Tienes novia, ¿no es así? Por ende te gustan las mujeres, ¡qué coincidencia, a mí también! Fin del asunto. —Su cuerpo tiembla ligeramente. Suspira y comienza a rascarse la nariz, es como una especie de tic nervioso. De nueva cuenta, me causa gracia.

—Sé que no es tan complicado —confiesa. Me alegra que por fin no huya ni tampoco esté a la defensiva. Por fin conversaremos  como gente civilizada —, pero no he sabido manejar lo que pasó. Cómo dices, no es la gran cosa. A final de cuentas fue… solo un beso.

—Exacto, pelirrojo. Solo un beso. —Un beso bastante apasionado, he de admitir, pero decido omitir el detalle. Vamos por buen camino.

—Hacia mucho que no lo hacía, lo de besarme con alguien, no lo de besar hombres.

Rio ante eso y él ríe también, ¡por fin la incomodidad ha desaparecido!

—La última vez que me pasó fue en una fiesta hace tres meses. De hecho, me acosté con esa chica aquella vez.

Ni idea de porqué dije eso, quizá solo para dejar en claro que mi inclinación es hacia las mujeres, supongo. El pelirrojo no dice nada ni yo tampoco. Por suerte, el silencio que ahora se forma no es tan incómodo, me atrevería a decir que es hasta agradable. Si hubiera conocido a Matt en otras circunstancias, las cosas pudieron ser diferentes.

—¿Entonces?

—¿Entonces qué?

—¿Comenzarás a actuar normal? He de decirte que varias personas ya me han preguntado si entre nosotros pasó algo. —Abre los ojos lo más que sus cuencas se lo permiten, y ruedo los míos —. Un pleito o algo así, genio. —Mail medita la respuesta. No logro entender su inseguridad, aunque tampoco soy el indicado para hablar de ello. De alguna forma también estoy hecho un manojo de nervios —. Solo dale vuelta a la página. Let it be.

—¿Te gustan The Beatles?

—¿A ti sí? —lo veo asentir, emocionado —. Pues a mí no, son un asco.

—Eres brutalmente honesto.

Esta vez no hay risas pero, de alguna forma rara, todo es agradable. Me he sacado un gran peso de encima y supongo que Mail también, tanto que ni siquiera ha intentado sacar otro cigarro.

Ahora todo irá  mejor, todo estará…

—¿Entonces, quieres ser mi amigo o algo así?

Me incorporo de golpe y solo puedo mirarlo como si hubiese dicho la cosa más estúpida del mundo. Pude haberle dicho que eso sonó demasiado marica si no estuviese tan descolocado.

—No jodas, imbécil

—Tú quieres que las cosas estén mejor, ¿no?

—Sí pero tampoco exageres. Sería extraño ser amigos.

—De verdad no te entiendo, idiota. —Él también se levanta y sacude los restos de césped del su trasero. Se acabó aquella actitud débil y ligeramente sumisa, lo supe desde que me llamó «idiota» —. Te contradices.

—Tú ya tienes tus amigos raros. No voy a relacionarme con ellos ni contigo.

Hace una mueca y saca un cigarro. A pesar de hacerle saber que el humo me molesta, lo enciende, y prácticamente me suelta el humo de la primer bocanada en la cara. Hubiese sido mejor no haber arreglado nada con él.

—Entonces seamos conocidos que se llevan bien. ¿Hecho? —propone.

Que quede claro que lo hago porque es lo mejor para mi, no porque él lo dice.

—Hecho.

Hubiera sido perfecto estrechar las manos para cerrar el trato, iba acorde a la escena, sin embargo en lugar de ello solo asentimos y volvemos a sentarnos a la sombra de ese árbol. Ninguna conversación surge, ninguno dice algo en particular. Matt solo saca un aparatejo y comienza a jugar a la vez que fuma; yo tomo una barra de chocolate de mi mochila, extrañamente tardo varios minutos en dar el primer mordisco.

—Dime Mello —digo sin pensarlo demasiado. Me reprocho internamente el hecho de que puede tomar eso como si realmente me interesara acercarme a él —. No me gusta que me llamen Mihael.

—Tampoco me gusta mi nombre así que dime Matt. —No ha despegado la mirada del aparato, siento como si no me prestara atención. Da igual, este no es momento para pensar en idioteces como esa.

Mi madre sigue muerta, viviré en Inglaterra y Giovanni continuará siendo el esposo de Halle, pero al menos el asunto de mi metida de pata en esa fiesta quedará en el olvido, supongo.

Con Matt, el pelirrojo, las cosas están bien, relativamente bien… bastante bien.

Aunque sigo pensando que la vida es un asco.

 

Notas finales:

Me gustó describir desde el punto de vista de Mello; fue bastante interesante, la verdad, aunque he de confesar que fue un poco más complicado que con Matt XD.

Espero que les haya gustado. Nos leemos pronto :3

Ellie…

 


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