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Tu precio por AnitaBlack

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Notas del capitulo:

Bueno pues aqui el segundo capitulo para ver de que va el fic, pero no sera asi siempre porque todavia estoy escribiendo y esta sienso revisado.

Gracias por sus lecturas y sus reviews!

 

La almohada bajo él ya estaba empapada por sus lágrimas.

Bruce había llorado en absoluto silencio durante los últimos minutos… u horas. Ya no lo sabía. Podía escuchar claramente la respiración de Stark a su lado. El tipo había caído exhausto de alcohol y sexo después de penetrarlo una vez más, igual que la primera vez había sido duro y Bruce sentía un lacerante ardor en el trasero, dolor en las caderas y en la espalda (que el millonario había mordido sin delicadeza dejándole marcas rojas y abiertas).

El ruido lejano que había estado escuchando -sin prestarle atención realmente- que provenía del bar dejó de escucharse de pronto. Y eso lo hizo jadear. El bar debió haber cerrado definitivamente por ese día. Tenía que moverse si quería que su plan saliera bien. Ya ni siquiera estaba seguro que había sido una buena idea… Es más, no lo era. Pero era una oportunidad y tenía que intentarlo.

Ya había fungido como gigoló barato de una noche, ¿qué más daba otro acto bajo?

Se movió hacía la esquina de la cama con mucho sigilo para no despertar a Stark. Logró sentarse en la cama y un agudo dolor le recorrió desde la espalda hasta los muslos; se mordió los labios para no hacer ningún ruido. Respiró profundamente y luego tornó a mirar al otro hombre… animal que estaba en la cama. Éste tenía la boca semiabierta y roncaba ligeramente, perdido en un sueño profundo. Bueno, eso era una buena señal.

Se levantó comprobando que el dolor incrementaría mientras más se moviera. ¡Mierda! En cuanto estuvo de pie sintió el semen resbalar desde su ano y parecía dejarle un camino de ardor a lo largo del perineo hasta los muslos internos. Pensó en ducharse rápidamente, pero eso sólo le quitaría tiempo. No tenía mucho.

La luz estaba encendida porque después de que Stark la hubiera prendido no se molestó en apagarla. Con eso como ventaja, Bruce se apresuró hasta las ropas de Stark que estaban desperdigadas por la habitación obviando el dolor. Rogaba que el tipo tuviera el sueño pesado, o al menos estuviera muy borracho para despertar. Otra buena cosa es que él, Bruce, tenía mucha experiencia en ser sigiloso.


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Eran casi las ocho del día en Manhattan y el clima era estupendo.  

Steve Rogers terminó su carrera del día y se adentró al gimnasio del club. Se limpió el exceso de sudor con una toalla que un mozo le dio apenas piso el gym y comenzó a verificar los aparatos para hacer pesas. Pronto vio a otro rubio ya haciendo ejercicio y tomó la máquina junto a él.

“¿Qué tal, Thor?”, saludó Steve a su compañero.

“¡Steve! ¿Cómo va tu día?”, saludó de vuelta con una sonrisa Thor Odinson, dejando un momento su rutina.

“Lo mismo de siempre”, suspiró Steve. “Preferiría irme al frente, pero desde el suceso el Ejército ha sido… ¿cómo lo llaman?... considerado con un héroe de Guerra.”

Thor alzó una ceja con ecepticidad.

“Hace unos meses decías que preferías estar en casa, si mal no recuerdo”

“Sí. Las cosas han cambiado mucho desde el secuestro”, contestó lacónicamente Steve poniendo más peso en la máquina.

“Lo siento, no pretendía incomodarte. Sé que debe ser difícil para ambos”.

“No te preocupes, amigo. La verdad es que Tony ha progresado bastante. Al menos eso es lo que dice Sam.”, sonrió Steve de lado. “Lo cierto es que si antes del secuestro nuestra relación era ya deprimente, ahora definitvamente se ha acabado. Si no nos hemos separado es porque de alguna manera me siento culpable, no quiero que tome esto como un abandono”.

“Tú no fuíste el culpable”, habló Thor juntando las cejas en un gesto de molestia. “No me lo tomes a mal, pero Anthony era ya insoportable antes del secuestro y no tengo idea de cómo lo aguantabas. No digo que me alegra lo que le pasó, de verdad que no, pero si necesita curar su alma y mente sería mejor que lo hiciera sin alguien que cree que es su deber estar con él por no abandonarlo. Anthony debe madurar y sanarse por sí mismo”.

Steve se sentó en el aparato y suspiró sonoramente.

“Sam dice lo mismo. Y en cierta forma estoy de acuerdo. Sé que más que un bien le hago daño al seguir a su lado, pero él no quiere separarse. Al menos hablamos y nos llevamos bien, aunque ya no tengamos nada que nos haga creer que somos una pareja”.

“Es bueno ver que tú tienes distracciones”, sonrió Thor intentando cambiar un poco el tema, no le gustaba ver a su amigo tan desanimado. “Hace tiempo que no te parabas por el club”.

“Esto va a sonar horrible, pero en estos momentos me siento libre. Pepper y yo planeamos un viaje sorpresa para Tony a una isla caribeña, como unas vacaciones. Sam ya nos había dicho que necesitaba estar lejos de la ciudad y las empresas. Obadiah había mencionado que planeaba irse una semana a Tórtola y Pep y yo pensamos que sería bueno para Tony. Obi y él se llevan muy bien, así que ahora espero que ambos estén tirados en la arena disfruntando de una cerveza y el mar”.

“Qué envidia, me encantaría tomarme un par de días para irme a una isla caribeña”, gimió Thor en tono soñador.

Steve sonrió y ambos comenzaron su rutina de pesas. Compitieron por ver quién levantaba más y empataron, cosa que no era de sorprenderse. Ambos eran hombres altos y fuertes.

Después de las duchas Thor invitó a Steve a comer en uno de los caros restaurantes del club. Steve aceptó con la condición de que la cuenta fuera pagada por ambos. Eran buenos amigos, se habían conocido en un pub gay una noche (como amigos) y después se encontraron en el club, de eso ya hacía varios años y siempre tenían una sana competencia por ver quién marcaba más músculos.

A media comida y charla sobre sus trabajos el celular de Steve les interrumpió.

“¿Pepper?”, se extrañó el rubio de cabellos cortos. Virginia siempre estaba muy ocupada como Directora General de Industrias Stark, y casi por lo único que hablaban era por Tony.

“Steve, tenemos que viajar a Tórtola enseguida. Tony se metió en un problema”, dijo ella alterada del otro lado de la línea.

“¿Por qué no me sorprende?”, resopló Steve. “¿Él se encuentra bien?”

Thor miraba a Steve hablar por teléfono y pronto le entró la curiosidad, porque su amigo había pasado de una evidente molestia a preocupación, y ahora estaba haciendo un enorme esfuerzo para no carcajearse.

“¡No es para que te rías, Steve! ¡Ese código es muy importante! Voy a matar a Tony por guardarlo en la cartera como si no valiera nada”, recriminó Pepper.

“¡Ok! Respira profundo… ¿De verdad es necesario que yo vaya?”, preguntó Steve divertido.

“Él dijo que te quería ahí. Nos vemos en la torre en dos horas, ya saqué los permisos”

“Está bien. Iré a empacar algo rápido y nos vamos… Eh… ¿Te importaría sacar un permiso más?”, preguntó Steve mirando a Thor. “Es para un amigo que muere por unas vacaciones. Ok, gracias. Nos vemos después”.

Thor le miraba con las cejas alzadas y no pudo evitar unirse a Steve en una risa contagiosa.

“¿Qué sucedió?”

“Tony y sus tonterías”, explicó Steve. “Parece que él y Obi se metieron a un antro de mala muerte y al pobre le robaron la cartera. No sería importante si no tuviera ahí el código de acceso a su último proyecto en Industrias Stark. Pepper está que se trepa por las paredes. Por cierto, ¿tienes el fin de semana libre? Quizá podamos divertirnos en Tórtola, creo que están de Carnaval”.

Thor amplió su sonrisa y aceptó gustoso el ofrecimiento de su amigo. Le hacían falta unas vacaciones.


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“Bruce, debemos llevarte con alguien que sepa de esto para que te revisen”, le dijo Natasha por quinta vez en el mismo tono preocupado y furioso.

“Estoy bien. Íremos a dónde quieras cuando hayamos escapado de aquí. Nat, es nuestra única oportunidad”, respondió él cansado.

No habían dormido ni comido durante las últimas cinco horas. Ambos estaban escondidos en un pequeño rincón dentro de la sala de mercancia de un barco, entre númerosas cajas de madera, ambos con sudaderas encapuchadas, ella recargada en una vieja bolsa de lona, donde llevaban las pocas cosas de los dos. Natasha había hecho los arreglos con un capitán que transportaba mercadería pirata a España, págandole casi todo lo que había en la cartera de Anthony Stark en cuanto llegaron a Upper Bluff, de dónde zarpaban la mayoría de esas embarcaciones no reguladas por el gobierno ni local ni británico. Era un tremendo alivio que el millonario optara por una enorme cantidad de efectivo y pocas tarjetas de crédito. No habían utilizado esas porque serían atrapados enseguida.

Se sentirían seguros hasta que estuvieran en mar abierto directos al viejo continente. Por lo pronto, Bruce temblaba de miedo y dolor, asustado con él mismo por todo lo que había hecho en las últimas horas; dejarse violar y robar todo el dinero y cosas de valor de un millonario.

Natasha lo abrazó más y le acarició la espalda con ternura. Bruce estaba de costado, recargado en ella y sólo dejando que uno de sus glúteos tocara el suelo de la embarcación, para no sentarse propiamenthe dicho. Ella estaba furiosa; no podía decir que estaba orgullosa de que lo Bruce había hecho, pero era más su furia dirigida hacia Banks. El hombre había mostrado cierto respeto por su personal; nunca pensó que fuera capaz de vender también a Bruce; aunque no le extrañó demasiado, ella también había caído en la cama de algún depravado bisexual rico en El Candil, pero ella ya había vendido su cuerpo antes, así que no le era tan difícil hacerlo, incluso en tríos o pequeñas orgías. Pero Bruce…

Tenía ganas de volver y matar con sus propias manos a ese tal Stark. Era el tipo que le había dado los veinte dólares para decirle a Banks que quería su encargo, si hubiera sabido que el encargo era Bruce… Y es que Bruce estaba muy mal. Ella suponía que era más el sentimiento de culpabilidad y asco hacía sí mismo, pero físicamente también lo estaba.

Bruce había llegado al cuartucho que compartían apenas y ella había terminado de limpiar las últimas mesas del bar. Había sido una buena noche, muchas propinas. Al ver a Bruce, su palidez, su temblor, el inconfundible rastro de lágrimas sobre sus mejillas y su deplorable forma de caminar lo comprendió de golpe: había tenido un encuentro sexual no consensuado. Bruce sin embargo le apresuró a tomar sus pocas pertenencias, podrían irse. Se irían a Rusia y vivirían tranquilos por el resto de sus vidas. No más suciedad y huídas. No más.

Pero Natasha temía que estuviera desgarrado. Le había preguntado si el tipo había utilizado algo más que no fuera su pene, pero Bruce negó. No le había quitado la mirada de encima para ver si sangraba o algo. Tampoco. Quizás era solamente que había sido su primera vez, una horrible y esperaba de todo corazón, primera y última vez.

Cuando Bruce se quedó dormido en su abrazo, Natasha sacó la cartera que todavía conservaba su amigo. Ella pensaba que era mejor tirarla al mar, pero en sus apresurados planes no lo habían hecho. Todos los billetes que sobraban yacían en su escote; un par de anillos, una gruesa esclava de oro y un reloj caro, un dispositivo USB plano junto a los ahorros de ambos yacían en un viejo morralito que colgaba de su cuello. Sacó tarjetas de crédito, todas internacionales -el tipo de verdad parecía ser muy rico-. Y vio con detenimiento una credencial de identidad y un permiso de conducir pertenecientes a Nueva York, EEUU. No le había puesto mayor atención al nombre de ese sujeto, pero cuando vio la foto se quedó pasmada. Era ese Stark. El famoso tipo que había sido secuestrado hace más de un año en Afganistán, el fabricante de armas para el Ejército americano… el tipo que estaba casado con un Capitán de ese Ejército americano. ¡Mierda y más mierda! Bruce no sabía con quién se había metido.

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Virginia Pepper Potts bajó del jet privado acomodándose las gafas oscuras que francamente desentonaban con su atuendo formal, pensó Steve bajando tras ella colgándose al hombro una mochila con pocas prendas y objetos personales. Thor bajó enseguida de Steve con una radiante sonrisa. Pensó que era muy afortunado al tener entre sus mejores amigos al famoso Capitán Rogers, casado además con el genio millonario Anthony Stark. Él, Thor, era rico, pero esos dos sobrepasaban el término para ser más bien lujo y vida de dioses.

“Nos instalaremos en el Island Resort, es el mejor hotel en todas las Islas Vírgenes” dijo Pepper una vez fueron recibidos como príncipes en Beef Island, único aeropuerto del lugar. “Steve y yo iremos directo al lugar en el que está Tony; Thor, no sé si prefieras quedarte en el hotel o…”

“Si no les incomoda, me gustaría acompañarles señorita Potts. Tal vez los servicios de un médico puedan ser requeridos”, respondió Thor sinceramente.

Pepper agradeció con una sonrisa y Steve le palmeó un hombro. Antes que cualquier cosa en el mundo para Thor estaba su deber profesional. Era uno de los mejores médicos de Manhattan, recibido con honores y envidiado por muchos al ser tan joven y apuesto, su hospital era de gran demanda en todo Nueva York.

“No creo que pase de un ojo morado o laceraciones en las manos. A veces Tony no sabe cómo controlar sus arranques de ira”, declaró la mujer restándole importancia.

Ambos rubios compartieron una mirada. Si sólo fuera el que Tony no pudiera controlar esos arranques de ira... o de ansiedad, más bien.



En El Candil los ánimos estaban más que caldeados, y no era el espectáculo por el que era famoso. No. Muy al contrario, Edwin Banks se vio obligado a suspender el espectáculo de esa noche, regresar el dinero de las reservaciones y hacer todo lo que estuviera en sus manos para evitar que el par de ricos furiosos llamaran a la policía y le cerraran el lugar y lo metieran a una celda por trata de blancas y explotación sexual (sobre todo porque tenía inmigrantes e incluso algunos menores de edad trabajando para él). Estaba furioso, preocupado y muy estresado.

“¡Maldita sea! ¿Cuánto tiempo puede esa mujer tardarse?”, estalló Tony por enésima vez. Ya le había mandado las coordenadas del lugar a Pepper y de ella ni Steve ni sus luces.

“¿Quieres hacer el favor de callarte de una buena vez? ¡Tengo una horrible jaqueca y encima tengo que soportar el hecho de que seas tan paranóico como para guardar información vital de Industrias Stark en un maldito dispositivo USB! ¡Y encima cargarlo contigo en tu maldita billetera!” estalló por su parte Obadiah Stane.

Si todos estaban furiosos y nerviosos, nadie como el viejo accionista. Ya sabía que Tony se había vuelto encaprichadamente paranóico después del secuestro, pero esto era el colmo. Su vida y su libertad dependían de esa información.

Los tres hombres estaban en el despacho del primero. Tony se dejó caer en una silla frente al escritorio, mirando con asco la horrible decoración (chicos semidesnudos en posiciones sensuales). Estaba muy cabreado por la pérdida del dispositivo. El dinero y las joyas no le importaban… ni siquiera que uno de los anillos era el de su boda. Pero si había algo que le hacía hervir la sangre era el actuar del imbécil muchacho de la limpieza. Tenía que haber sabido que esa gente tenía sus mañas. Quizás hasta fingió todo el tiempo estar en dolor y soltar lágrimas actuadas mientras lo follaba.

Si ese imbécil pensaba que podría salirse con la suya estaba muy equivocado. Lo haría pagar por intentar burlarse de él. En cuanto lo tuviera en sus manos ya no habría marcha atrás; lo llevaría consigo y lo trataría como la alimaña que era. Ese era el precio por burlarse de Anthony Stark.

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Los chicos y las dos meseras despertaron con la noticia de que no habría espectáculo esa noche. Pronto supieron la causa: Bruce, el de la limpieza y Natasha, la mesera rusa, se habían fugado de El Candil después de robar a un cliente.

Loki estaba muerto de risa en su habitación. James, a su lado, le miraba indecifrablemente.

“¿Qué es tan gracioso?”, preguntó James. Él lo único que sabía es que no habría propinas esta noche.

“¿Qué es tan gracioso? ¡Por favor, Jimmy!”. James frunció el ceño, no le gustaba el diminutivo de su nombre, pero no dijo nada. “¿Quién hubiera pensado que el torpe de Bruce hiciera algo así? De Natasha  no me extraña, esa chica tiene cara de mala bajo su belleza, pero Bruce… pobre chico, se cansó muy pronto. Y eso que ni siquiera se prostituía”.

“Pues yo creo que tuvo el valor y las agallas que nos faltan a todos nosotros”, respondió James mirando a la nada.

Loki dejó de reír de golpe y miró a James. Ese tipo era raro, había llegado a El Candil en un buque pirata y Banks le convenció de quedarse ahí (más bien le obligó con artimañas y mentiras, como a todos). James era raro porque había perdido la memoria. Sólo sabía que se llamaba James, ni apellido ni nada más. No sabía quién o de dónde era, pero se adaptó rápidamente a la vida en El Candil. Aunque era el único que sólo se prostituía como activo; una vez estuvo a punto de matar a un viejo gordo y asqueroso porque quiso penetrarlo, así que Banks lo anunciaba sólo como activo.

“Si no te gusta esta vida, ¿qué haces aquí entonces?”, inquirió Loki con autosuficiencia.

“No a todos nos gusta vivir en la porquería, Loki. Pero es necesario algunas veces. ¿De verdad te gusta ser un simple objeto sexual? ¿Te agrada que cualquier hombre rico haga de ti lo que quiera, rebajándote y siendo peor que escoría?”

“No me puedo quejar”, respondió Loki con una sonrisa cínica. Pero pronto desvió la mirada a la ventana, hacia el mar de la isla.

A decir verdad no le gustaba esa vida, pero era lo único que tenía, lo único que sabía hacer. Y él era afortunado. Tenía una carita ángelical que lograba conmover al más pervertido, y siempre lo trataban muy bien. Bueno, la mayoría de las veces. Se cuidaba mucho y todo lo que ganaba lo invertía en finas cremas y tratamientos de belleza. Alguna vez, cuando fue un niño en aquél orfanato, tuvo un sueño. Un sueño en que él era rico y famoso, un artista. Admiraba a los actores de cine y de teatro. Se supo  homosexual desde temprana edad y en lugar de apartarse se volvió muy extrovertido. Sabía hacer de la gente lo que él quería porque era lindo. Se fugó a los quince años del orfanato con un cuidador y pronto embarcó de su natal Londres hasta las Islas Vírgenes Británicas para trabajar en cualquier cosa… eso hasta que descubrió El Candil y el viejo Banks lo acogió bajo su ala. No sólo el que también era británico, sino que era muy buen mozo para complacer a hombres de dinero.

Loki se había acostumbrado a esa vida, aunque muy en el fondo quería ser como esos protagónistas de las novelas a las que era aficionado; encontrar a un hombre que le amara de verdad sin importarle su pasado y vivir una vida estable y en paz. Pero los años habían pasado y ya era consciente de que eso no sucedería. Su cuerpo podría seguir siendo hermoso y apetecible, pero su alma ya no. Estaba manchado.

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Tenía todos los sentidos en alerta. Había recibido el pitazo de que dos jóvenes, un hombre y una mujer, habían llegado hasta Uper Bluff. No podían ser otros más que ese tal Bruce y Romanoff. Delincuentes de  poca monta, además de estúpidos. Siempre había gente así de ingenua, pensando que podrían escapar de la venganza de hombres ricos y poderosos como Stark.

Clinton Barton era un agente y detective privado retirado, pero no por ello dejaba de aceptar trabajar en los más altos círculos sociales para gente rica que pagaba lo que fuera por descubrir infidelidades, fraudes o robos. Así se había hecho de una buena fortuna, porque además él no era un tipo al que le gustara destacar. Pensaba trabajar unos años más y luego poner una empresa de detectives para sólo recibir las ganancias.

Había conocido a Anthony Stark años atrás, cuando éste lo contacto por medio de amigos en común para que investigara a su recién marido: un Capitán del Ejército. Steven Rogers no fue un problema para investigar, y ni siquiera había nada qué investigar. Había tenido una vida normal y tranquila en Brooklyn, se enlistó en el Ejército y luchó en la guerra de Irak volviendo con el grado de Capitán y los más altos honores. No había nada que pudiera romper la tranquilidad de Stark, ni siquiera que se casará con él por dinero o poder. Clint pensó entonces que Stark era un tipo raro, pero todos los ricos eran excéntricos.

Volvió a llamarlo cuando Stark fue rescatado de las arenas del desierto Afgano, después de su secuestro. Quería saber quién había orquestado el secuestro y no había nadie más apto que Clint Barton. Llevaba ya casi un año en el caso y tenía sus sospechas. Por lo pronto, fue requerido en una “misión especial” por Stark para encontrar al par de ladrones que lo habían asaltado en ese deplorable bar. Tomó un avión en la madrugada, y ya llevaba muchas horas tras la pista de aquellos dos. Pero casos como éste eran pan comido.

Fingió ser un tráficante de estupefacientes discreto que estaba interesado en llevar hierba mexicana (de la mejor calidad) al otro lado del charco. Bola de principiantes, pensó cuando fue llevado ante el capitán.

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Natasha también había sucumbido al cansancio; sabía que no partirían hasta que el sol se ocultara. Era cuestión de esperar y rogar porque la policía local no los descubriera. Aunque no estaban seguros de que Stark quisiera hacer un escándalo de esto, no sería muy conveniente para alguien de su reputación saber en qué lugar lo habían robado y sobre todo haciendo qué y con quién. Así que realmente eso no les preocupaba mucho, o ella fingía no preocuparse más bien.

De pronto unas voces la despertaron. Se movió para hacer lo mismo con Bruce, aunque se asustó porque Bruce estaba sudando en frío. Pero él despertó y la miró interrogante.

“Vamos a movernos, hay alguien aquí y no sé si sea de la tripulación”, susurró ella apenas.

Él asintió y se movieron sólo un poco, de modo que una pila de cajas  los cubrieran mejor. Se encogieron en sí mismos y casi dejaron de respirar.

“Sí, creo que éste barco es conveniente”, se escuchó la seria voz de un hombre. “Si me da un par de horas, traeré mi mercancía y por supuesto, su paga”.

“¡Estúpendo!”, exclamó alguien más. Natasha reconoció la voz del capitán. “Será un placer hacer negocios con usted”.

Y entonces se alejaron. Bruce y Natasha respiraron con normalidad.

“¿Te sientes bien?”, le preguntó ella al notar que Bruce seguía temblando y sudando en frío.

“Sí. Tengo un poco de hambre, pero quizá podamos comer algo una vez hayamos zarpado”, le sonrió él intentando parecer tranquilo.

Ella negó con la cabeza y pensaba decir algo más, pero en lugar de ello volvió a atraer a Bruce a sus brazos y siguió acariciándolo, limpiando el sudor frío de su frente, intentando borrar inutilmente la marca rojiza en su oreja, marca de una mordida. No quería imaginarse cómo estaría el resto de su cuerpo.

Clint Barton se alejó convenientemente del muelle apenas ultimó detalles con el capitán del barco. No por nada era llamado “Ojo de Halcón”. Había escuchado movimiento en el cuarto de cargas, y su ojo clínico detectó un par de sombras. Aquellos dos a los que buscaba estaban ahí. Sacó su celular y montó guardia mientras hacía una llamada.

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“¡Ya era hora, Potts! ¿Por qué mierda tardaste tanto?”, gritó Tony realmente enojado.

Pepper se quitó los lentes y alzó una altiva ceja.

“Si me hubieras dicho que este lugar era una miserable casa de citas quizás habríamos dado con ella antes”, respondió entre dientes.

Tony iba a reclamar de nuevo, pero entonces Steve apareció tras Pepper, junto a Thor Odinson. Tony hizo una mueca, ¿qué hacía ese rubio metiche ahí? ¡Bah! No importaba.

“Steve”, exclamó acercándose a su todavía esposo. Steve lo recibió un poco extrañado, ¿acaso Tony estaba asustado? ¿Lo habían dañado? “Necesito que vayas a encontrarte con Barton a esta dirección”, le susurró mostrándole un celular con el GPS activado (fue lo único de valor que no le robó ese miserable sirviente). "Encontró al ladrón, pero quiero que todo sea discreto”.

Steve hizo una mueca desagradable. No, Tony no se acercaba a él ya si no era para pedirle un favor, o exigírselo, como era su costumbre. Además estaba bastante molesto. No era ingenuo y sabía que Tony tenía sus encuentros con otros hombres, la mayoría chicos que se prostituían, cierto, pero pensaba que tenía mejor gusto. Ese lugar se veía francamente horrible.

“Thor, ¿vienes conmigo?”, preguntó a su amigo, que miraba también de mal modo la oficina, los afiches, a Obadiah Stane que se frotaba las sienes y al viejo Banks tras su escritorio, secándose el sudor por los nervios con un pañuelo de tela.

“Steve, dije que quiero todo con discreción. Ni siquiera sé que hace Odinson aquí”, masculló Tony molesto.

“Sabes que confío plenamente en él”, respondió Steve igual de molesto.

Tony iba a hacer un comentario mordaz sobre la posible verdadera relación entre los rubios (o eso era lo que él imaginaba), pero era más urgente traer su cartera y al chico que la había robado.

Sin más objeciones, Steve y Thor abandonaron el lugar tan pronto como habían llegado para seguir la dirección del GPS en un auto rentado.

“¿Alguien puede traerme un poco de agua mineral? ¡Apesta y hace mucho calor!”, inquirió Pepper abanicándose con una mano.

Banks se apresuró a salir para complacer a la elegante y fina mujer. Ordenó a una de las camareras que trajera refrescos para todos. Al menos la tensión había disminuido un poco con la llegada de aquellos rubios musculosos.

Loki silbó largamente, asomado en la ventana de su habitación.

“¿Qué?”, preguntó James acostado en su respectiva cama.

“Esos tipos que acaban de llegar e irse. Rubios, altos, musculosos y sexys. Creo que estoy en el cielo”, respondió Loki. Había visto al par de rubios, pero el que casi le provoca una erección fue el de cabellos largos. Se veían tan finos y distinguidos. ¡Maldición! Si el espectáculo no hubiera sido suspendido pudo haberse llevado a ese semental a la cama incluso de a gratis.

 

 

Notas finales:

Este capitulo fue para presentar a todos los personajes. En el proximo veremos si Bruce logra escapar y si Loki consige llevarse a Thor a la cama :P

Ha y es en serio ¿a quien pongo con Clint y con Nat? les gustaria un Pepper/Nat o pongo Clintasha???? Me urge para el proximo capitulo pleaseeee!!!

Y un review no daña a nadie, por cada uno que dejan Loki se pone mas bueno jajajaja


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