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Circus; The game [EXO] por SugarCherryWaves

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Notas del capitulo:

Aquí va el primer capítulo. Aún todo es muy confuso, pero después de a poco las dudas se van resolviendo!!

Tengan una buena lectura! <3

Nada.


Nada de nada.


No podía recordar nada. Excepto cosas básicas como su nombre.


Do KyungSoo.


 


Si sólo supiera cómo llegó hasta ese lugar. Si sólo pudiera recordar algo. En su mente había un denso vacío. Como si todos sus recuerdos hubieran sido drenados y rellenados con un montón de nebulosas. Era como si en su mente existieran un montón de fotografías, diapositivas borrosas, saltadas entre sí para no crear nada concreto. Sin embargo podía recordar la sensación del frío. La ansiedad y el miedo. Estar ahí le provocaba miedo. Y aunque no hacía frío, su cuerpo estaba temblando.


No sabía con exactitud la forma del lugar, ni el espacio que le rodeaba. Ya que no se atrevía a abrir los ojos. Sentía una suave tela bajo su espalda y creía que se trataba de una cama. Pero no estaba seguro si sus pies estaban al final de ella o en la cabecera, apoyados en la almohada. Estaba desorientado y el mundo daba vueltas a su alrededor. Hacia más de una hora que estaba despierto y aún no podía despabilar. Había permanecido todo el tiempo en una especie de trance, tratando de respirar con regularidad, calmar los latidos de su corazón e intentar mover sus dedos, que a duras penas le respondían.


Se sentía asqueado y mareado, un fuerte dolor le atravesaba la cabeza y le mandaba señales a la boca del estómago. Tenía urgentes ganas de vomitar. Comenzó a sentir el incremento de la salivación en su boca, sabía que si no se giraba y se ponía de costado, se podía ahogar con su propio vómito.


Con un esfuerzo que no imaginó que tendría que hacer, giró su cuerpo, poniéndose de cara al suelo de baldosas blancas. Entonces salió, un líquido rojizo se resbalaba desde su estómago hasta su boca, cayendo como un gran chorro al piso. Se preguntaba si era sangre lo que mancha el piso en una gran posa maloliente, pero no era el sabor metálico característico de la sangre – que conocía bien, a pesar de no recordar por qué - el que pasaba por su boca, si no uno diferente. Sintió una lágrima correr por su mejilla, no podía dejar de sacar aquel líquido de su cuerpo y se estaba ahogando con el mismo al no poder respirar. Era como si a una bañera llena de agua le hubiesen quitado el tapón, no se detendría hasta que esté vacía.


Cuando al fin la última gota se escurrió por sus labios, tragó una gran bocanada de aire, aliviado y la mantuvo. Eso era lo que necesitaba para incorporarse. Su boca tenía un extraño sabor, uno que nunca en su vida había probado, como a vinagre, un poco ácido por el jugo gástrico y otra cosa que no pudo definir.


Se sentó en la cama mientras limpiaba su boca. Sentía los músculos de sus brazos rígidos y doloridos tras el movimiento. Como si despertara después de un día entero levantando cajas pesadas o como si hubiera pasado años dentro de un sarcófago con el cuerpo vendado, como una momia.


Dirigió una mirada al lugar donde estaba. Desde que despertó pudo sentir la luz cegadora sobre su rostro, una luz blanca y potente. Pero mantuvo los ojos cerrados por el dolor que le producía tenerlos abiertos, ya que la luz entraba como cuchillas por sus pupilas, desgarrándole la retina.


Al lado de la cama multicolor en la que se encontraba – las sábanas tenían un color amarillo que se degradaba hasta el azul rey, pasando por el verde – vio un buró rojo con una lamparita de noche encima. No estaba conectada a ningún enchufe, ni tenía un interruptor para encenderla. Sólo estaba ahí, de color chocolate, como un adorno.


Siguió con la mirada la pared blanca que se extendía varios metros desde la izquierda de la cama. No había ni un objeto más en la habitación, excepto por dos puertas. Una blanca al igual que la pared, con una perilla dorada; La otra, de metal, sin perilla ni cerrojo, con una pequeña ventana a la altura de la cabeza. Probablemente era utilizada para observarle, supuso.


KyungSoo dirigió una mirada al techo sobre él. Quedó encandilado por las fuertes luces, pero estaba buscando. Buscaba un indicio, alguna pista para saber cuál era su locación. Su instinto le pedía a gritos que saltara de la cama y golpeara la puerta de metal con todas sus fuerzas, que grite y busque una forma de salir de allí. Pero su razón le dictaba que se quedara tranquilo, que pensara con calma, si no lo habían matado aún, cuando estaba durmiendo y era fácil, menos lo harían ahora, que está despierto y consciente. Si querían matarlo ya lo habrían hecho y no lo hubieran puesto a dormir. Había algo.


Sus recuerdos no eran claros. No recordaba muchas cosas. Do KyungSoo, Do KyunSooo, KyungSoo. Se repatía en su cabeza. No sabía con exactitud cuál era su edad, ni qué hacía antes de llegar a parar a ese lugar. No sabía si tenía padres, aunque era obvio que los tuvo en algún momento y que nació de la cesárea o parto natural de una madre, pero no los recuerda, no hay ni un rastro de ellos en su memoria. Nada. Simplemente nada. Su cabeza estaba llena de pensamientos de “hoy”, como si fuera nueva o como si hubieran reiniciado su cerebro. Pero sabía cómo hablar, lo suponía, porque no había dicho una sola palabra desde que estaba despierto, pero sabía que podía hablar, porque hablaba consigo mismo en su cabeza y razonaba. Era como si simplemente le hubieran arrebatado todos sus recuerdos, pero su inteligencia siguiera intacta.


Renunció rotundamente a encontrar algo en su cabeza. No habíaninguna pista clara de dónde se encontraba en esos momentos y apoyado en la pared como estaba ahora, suspiró de cansancio. La vomitada de unos minutos antes le agotó por completo. Quería levantarse y lavar su boca para eliminar los rastros de jugos gástricos que quemaban su garganta, pero sus piernas no le respondían.


De pronto, alterando por completo la tranquilidad que el chico se había asimilado a mantener, un sonido ensordecedor inundó la habitación que antes estaba sumergida en un silencio sepulcral. Una musiquilla infantil, como la que ponen en las ferias, hizo su camino hasta los oídos de KyungSoo, quien giró rápidamente la cabeza hacia la dirección de la ésta provenía, justo al frente suyo.


De la pared que estaba justo al final de la cama del chico, una imagen se proyectó. Era una imagen nítida y bien definida. Pero no era la repentina aparición de una proyección lo que alteró a KyungSoo, si no, la imagen que estaba en ella.


Tenía la cara pintada de blanco, la boca roja, una lágrima dibujada en su mejilla, los ojos negros. Tenía un gorro de tres puntas de colores y de cada una colgaba un cascabel. Vestía un traje con cuello abultado blanco, en el resto de la ropa dominan los colores alegres como el rojo, el amarillo, el verde y el azul. Sin embargo eso no contrarrestaba el hecho de que su sonrisa estaba volteada, engulléndose todo rastro de alegría que pudiese proporcionar, mostrando una hilera de dientes afilados. Era un bufón. Un bufón. Un muñeco.


A KyungSoo se le heló la sangre apenas el muñeco comienzó a hablar, con una voz robotizada, deformada, como si una segunda voz dos octavas más baja la acompañara.


- Bienvenido a Circus, Bufón – Dijo el muñeco, terminando con una risa lúgubre que no daba más que terror. – ¡El lugar más alegre del mundo donde encontrarás todo tipo de entretenciones! – Volvió a reír – ¡Has sido elegido para formar parte de este maravilloso lugar, con el tiempo ganarás Puestas en Escena y llenarás ésta habitación de fantásticos juguetes! ¿A que no parece fantástico?


El chico apenas pudo tragarse todo lo que estaba escuchando, quería hablar, pero la garganta le escocía y al apenas intentar hacerlo un fuerte dolor emanaba de ella. Intentó digerir un poco, analizar, pero el muñeco no hacía más que confundirlo. ¿A qué se refería con Puestas en Escena? ¿Qué es Circus? ¿Por qué me ha llamado Bufón?


- Desde ahora tú número es el dieciséis. Espera con ansias que El Tiro al Blanco te elija y puedas al fin mostrarnos tus habilidades. Espéralo con ansias. – El muñeco siguió soltando su risa mientras hablaba – Nosotros esperamos que puedas brindarnos un excelente show. No pierdas.


Tras decir las últimas palabras – y sin haber resuelto ninguna de las dudas de KyungSoo – desapareció. Desvanecido en la pared blanca. La música que una vez invadió la habitación se apagó, dejando pasar un frío silencio golpear la piel de KyungSoo. Un vacío.


En un impulso sacado de su más profundo y dormido instinto animal, se levantó de la cama agresivamente y corrió hacia el lugar que una vez había estado el terrorífico payaso y comenzó a golpear la pared con sus puños cerrados, cegado por la rabia, la impotencia y la frustración. Gruñó tanto como su garganta dolorida le permitió, luchando con sus cuerdas vocales dormidas para soltar toda clase de improperios que su mente le dictaba. Sabía que debía mantener la calma, que lo que sea que se encuentre fuera de la habitación podría hacerle daño por el escándalo que estaba haciendo. Pero era de esos momentos en que no puedes pensar – o no lo suficientemente claro – y tu cuerpo se deja llevar por los instintos, a pesar de que el cuerpo le duele a montones y siente como si con cada golpe sus músculos se desgarran dentro de su piel, como si un cuchillo lo apuñalara.


Golpeó la pared incontables veces, cada vez más débil que la anterior, hasta que finalmente se rindió y se dejó caer de espaldas a la pared. Jadeando. Sin haber podido articular ninguna palabra aún y más frustrado que antes. Sin respuestas.


La luz del techo siguió aturdiéndolo un poco, cerró los ojos de apoco y cada vez se sentía más débil, sin fuerzas para levantarse del frío piso. Si antes le dolía incorporarse y sentarse bien en la cama, ahora apenas puede mantener una respiración regular. Sabía que fue estúpido desquitarse con la pared y agotar sus reservas en vano, pero no pudo controlar sus instintos y ahora está pagando la cuenta, de espaldas a la pared, sin poder mantenerse consciente ni por un minuto más. Luchó para mantener sus ojos abiertos. Finalmente, cayó rendido por el cansancio.


 


***


 


- ¿Qué harás con todo esto? – Preguntó un chico sentado al costado de una débil mesa de madera apolillada. Tenía la mirada puesta en el montón de monedas de oro apiladas a un costado de la vieja casa hecha de palos.


- ¿No es obvio? Compraré tu libertad – Le respondió el joven frente a él, quitándose la capucha color caqui desgarrada.


- No puedes… No importa cuánto luches, cuánto pagues por mí. Sabes que nunca me dejarán en libertad.


- ¡¿No confías en mí?! – El joven se levantó estrepitosamente de la silla, tirándola hacia atrás. – Juro por los malditos reyes, juro por éste maldito desierto que te sacaré que aquí. ¡Juro que te liberaré! – El suelo bajo sus pies comenzó a temblar, primero despacio, luego más fuerte, pero ambos jóvenes no hicieron nada al respecto, no se movieron ni se inmutaron. Ambos se miraron fijamente mientras se aferraban al piso con sus pies y se dedicaban miradas de cariño y de necesidad. Ambos sabían que no sería nada fácil sacarlo de ahí, pero mientras tuvieran la voluntad de hacerlo y aquel poder, nada se lo impedía realmente.


***


 


Despiertó jadeante con un brusco abrir de ojos que lo dejó encandilado nuevamente por las fuertes luces de la habitación. Respiró como si hubiera pasado años sin hacerlo, aprovechando cada partícula de oxígeno que es capaz de consumir. Sintió su cuerpo pesado, apenas podía mantener sus ojos abiertos y su respiración constante. Cómo odiaba sentirse tan vulnerable e imposibilitado. Odiaba sentirse débil y mucho más en un lugar que apenas conocía.


Recuerdó al Bufón que le había hablado antes de desmayarse, recuerdó la impotencia y sintió un subidón de calor que se depositó en su pecho, oprimiéndole.


Giró su cabeza con cuidado y se dio cuenta de que no le duele hacerlo como antes le hubiera dolido. Pero algo más estaba mal. No estaba tirado en el piso como cuando se quedó dormido. Estaba en la cama, con la cabeza apoyada en la almohada. Pudo sentir bajo sus pies la textura de las sábanas. Su corazón se agitó de sobremanera, no recordaba haberse levantado y acomodarse en la cama. Entonces un pensamiento vino a su mente. Ellos.


Se acercó un poco a la orilla, sacando su cabeza fuera de la cama. El vómito ya no estaba en el piso, alguien lo había limpiado por él. Alguien lo había acostado en la cama.


Un escalofrío recorrió su columna, pensar que un desconocido lo había metido en esa habitación sin su consentimiento, que lo había acarreado hasta la cama, que lo había tocado, le ponía los pelos de punta. Un temblor le recorrió el cuerpo. Alguien lo había estado vigilando y eso es lo que más miedo le daba.


De pronto se escuchó el sonido del agua del lavabo proviniendo de la puerta con perilla dorada que antes KyungSoo visto. Alguien estaba en la habitación con él. Quizás su secuestrador y quien había estado observándole. Intentó colocarse de pie, pero el esfuerzo que necesitaba para ello seguía siendo tremendo a pesar de que no sentía su cuerpo tan adolorido como antes. Una gota de sudor cayó de su frente cuando vio la perilla dorada girarse. No podía moverse y alguien estaba en ese lugar, quien sabe con qué intensiones. Estaba completamente indefenso y le aterraba la idea de tener que sufrir una muerte lenta y dolorosa por culpa de su cuerpo entumecido.


La perilla terminó de girarse y la puerta comenzó a abrirse, en un tiempo que Kyungsoo creyó eterno, dejó escapar un gruñido de frustración, sintió como todos sus sentidos se alborotan. Su corazón estaba agitado y una sudoración fría se apoderó de sus manos y frente. Tragó una gran cantidad de aire e intentó gritar, pero sintió como si su garganta fuera desgarrada por un montón de cuchillos.


- Así que ya estás despierto – Dijo un joven de apariencia tranquila. Vestido con una túnica floreada marrón al estilo asiático, con el pelo castaño cobrizo largo amarrado en una coleta suelta. Con la mirada puesta sobre el chico que intenta ponerse de pie sin eficacia. – Si yo fuera tú, dejaría de moverme. Puede que ya no sientas el dolor que sentías al despertar por primera vez, pero no estás recuperado. ¿Sabes cuánto me costó curarte? Tenías los músculos desgarrados.


- ¿Qu-Quién eres tú? – Preguntó con un hilo de voz ronca y pesada, que se sorprendió al escuchar provenir de él mismo.


- Hasta tu garganta está herida. Es lo que siempre pasa al despertar. Sueltas ese líquido anaranjado… Deberían encontrar otra forma de alimentarte mientras duermes. – Una palabra de lo que decía el otro hacía que se formularan cien preguntas en su cabeza y vamos sumando a las preguntas que le quedaron dando vueltas con la intervención del muñeco de antes – No debiste haber forzado así tu voz, ahora me costará mucho hacerla volver. – Suspiró y se acercó al chico en la cama.


- ¡No te acerques! – KyungSoo tomó la almohada que estaba al lado suyo y se la aventó al joven que estaba cada vez más cerca. El chico la agarró en el aire y soltó una carcajada.


- Vamos KyungSoo, no seas así. Y no pegues esos gritos, te harás más daño. Mira cómo te escuchas, es lamentable. – Tiró la almohada de vuelta, dándole de lleno en la cara al muchacho.


Aprovechó la oportunidad para acercarse y tomó a KyungSoo de los hombros y ejerciendo presión hasta dejarlo completamente acostado.


- No quiero tener que amarrarte a la cama. Se un buen chico y estate calmadito ¿Si? – Se enrolló las mangas de la túnica hacia arriba y colocó una mano en la frente de KyungSoo. Manteniéndolo contra el colchón.


Kyungsoo intentó zafarse, pero el hombre tenía poder sobre él. Cerró los ojos con fuerza. De pronto sintió como un calor extraño era transmitido desde el otro cuerpo, un calor que lo invadió, un calor especial. Algo que no estaba sobre su piel, si no en su interior. Sintió como bajaba desde su frente hasta su boca, pasaba por su garganta e invadía cada extremidad de su cuerpo.


Cuando se atrevió a abrir los ojos, vio como el hombre que lo apresaba tenía sus ojos entreabiertos, blancos, tenía una expresión de concentración en su rostro, pero por sobre todo de paz. Como en trance. Comenzó a bajar su mano pasándola por los ojos hasta posarse sobre el cuello de KyungSoo, ahí se quedó bastante rato. KyungSoo cada vez se sentía mejor, era extraño, pero sentía como el dolor de sus piernas desaparecía junto con el de la garganta y entró en un estado de relajación máximo.


- ¿Quién eres tú? – Preguntó nuevamente, ahora su voz se escuchaba mucho más suave, pero a sus oídos sonaba extraña, por el contraste que hacía con su voz de unos momentos atrás.


El hombre sonrió y lentamente abrió sus ojos. Sus marcados hoyuelos le llamaron la atención.


- Mi nombre es Yixing, KyungSoo. Estoy aquí para curarte.


- ¿Cómo sabes mi nombre? – Preguntó sereno, entrecerrando los ojos, sintiéndose cansado. KyungSoo estaba extremadamente calmo como para la gravedad del asunto. Algo en su interior emanaba paz, una sensación exquisita y confortante.


- Te conozco de hace más de diez años. Pero no te esfuerces en recordar, porque tú nunca me has visto. Es una larga historia. Ahora estoy seguro de que tienes enormes ganas de dormir, es natural después de la curación.


- ¿De qué hablas? ¿Qué me has hecho? ¿Por… qué me siento así?


Otra vez, poco a poco se fue sumiendo en un sueño profundo. Vio a Yixing colocarle una manta encima y desaparecer del otro lado de la puerta de acero.


- Bienvenido a Circus, Bufón – Fue lo último que alcanzó a escuchar de parte del castaño y se sumergió en el mundo de los sueños, quien sabe por cuánto tiempo más.


Se durmió pensando en el extraño bufón y la música que le acompañaba.


En Yixing.


En Circus.


 


***


 


El sol quemaba su piel nívea, exponerse al calor del día en aquella ciudad era como suicidio. Podía sentir como su piel se marcaba en sus brazos y piernas descubiertas. Se colocó la capucha caqui vieja que había encontrado botada por alguno de los pueblos que había visitado hace más de un año. Caminó por las calles de piedra esculpida por el uso. Recuerdó el día que descubrió el extraño poder que tenía en sus manos. El día que fue dejado a la deriva en el desierto del este, el desierto más calcinante que existía en el mundo. Recuerda como la arena se levantó a su alrededor y creó una especie de refugio, un domo de arena y le protegió del sol y de las quemaduras graves que estaba a punto de recibir. Recuerda que desde ese momento supo que tenía que hacer algo y ahora estaba a punto de lograrlo, solo.


Estaba de vuelta.

Notas finales:

Sé que deben haber muchas faltas de ortografía o gramática escondidas por ahí, así que si encuentran una, me avisan!! 

Gracias por leer >u<


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