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Sweet Masquerade por Sabaku No Ferchis

[Reviews - 44]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del capitulo:

¡Hola!

Oh, de verdad no pensé tardarme tanto en traer el capítulo. Sinceramente, cuando me ponía frente a la computadora dispuesta a escribir, me quedaba totalmente en blanco y ni siquiera los kisses de Hersheys podían ayudarme TwT Luego dejé de intentarlo por los primeros exámenes del año, así que fue una semana más... Y cuando por fin tenía tiempo libre me di cuenta de que no sabía realmente qué quería escribir u.u ¡Entré en frustración! D: Pero encontré un hermoso fic GaaNaru que me revivió aún más la llama que tengo por esta parejita, así que puse a mi ardillita a trabajar y salió esto xD ¡Espero que les guste!

Todavía no sé si será GaaNaru o NaruGaa, así que por el momento podrían tomarlo como GaaNaruGaa :3

Naruto y todos sus personajes pertenecen a Kishi nwn (aunque no saben lo feliz que sería si pudiera robarle a Gaara *^*)

¡Muchas gracias por todos sus reviews!

 

[CAPÍTULO 2]

 

Feelings

 

. . .

Miré la tristeza meciéndose en su mirada, y supe que no había nada peor que ver florecer las lágrimas en aquellos ojos que podían iluminar una ciudad entera.

. . .

 

En el mutismo que le siguió a la voz del rubio, el chico de ojos aguamarina se mantuvo inmutable como una estatua, sin la más ligera expresión en su rostro más allá de expandir la mirada apenas un poco, mostrando algo parecido a la consternación. Sin embargo, Deidara sabía que había hablado bastante claro como para que el otro lo escuchara, así que no se molestó en repetirlo.

Fuera de la burbuja incómoda que encerraba a los tres, el ambiente en la cafetería seguía siendo el mismo. Las personas conversaban animadamente, disfrutaban de sus bebidas y comían deliciosos postres; completamente ajenos al rubio expectante, el taheño silencioso y el chico de las mejillas coloradas al igual que una manzana madura, con los ojos abiertos de par en par y los labios ligeramente separados. El silencio entre ellos sólo duró unos segundos más antes de que el pelirrojo se dignara a hablar.

— ¿Disculpa? —su voz, contrario de sonar sorprendida o desubicada, fue tan seca que ahora fue el turno de Deidara para expandir la mirada. Pensaba que el chico diría algo como: “¡Oye! ¿Qué demonios te pasa?” o en casos más extremos: ¡Claro que sí, podemos tener una cita romántica y besarnos bajo la luz de la luna!” Pero en su cabeza nunca se cruzó la idea de que el pelirrojo pudiera reaccionar tan indiferente ante la indiscreta y muy directa pregunta.

Deidara sonrió y se llevó una mano a la boca para toser un poco antes de volver a hacer la petición.

—Dije que…

— ¡Cállate! —Naruto interrumpió a su hermano repentinamente, componiéndose del embelesamiento en el que había caído hace apenas unos momentos. Su voz se alzó por el lugar y ahora sí se ganó la mirada tanto de Deidara, como del pelirrojo y los demás clientes. El rubio cayó en cuenta de esto y se sintió la persona más estúpida del mundo—. ¡No le hagas caso, está loco! —añadió mirando al taheño antes de tomar a un Deidara anonadado de la muñeca para sacarlo de la fila.

— ¡Oye, oye! —replicó el rubio de largos cabellos, pero ya era demasiado tarde. Naruto lo sacó a regañadientes de la cafetería con el montón de miradas siguiéndolos hasta que cruzaron la puerta de vidrio (aunque siguieron viéndolos incluso a través de la ventana) —. ¡Naruto, suéltame, hum!

Pero el menor no lo soltó hasta que estuvieron lo suficientemente alejados. En una banca, bastante apartada de la cafetería, Naruto lanzó a su hermano quien,

 impresionado por la repentina fuerza del menor, se tambaleó un poco antes de lograr sentarse correctamente. El mayor lo fulminó con sus ojos azules, pero Naruto no lo veía. Se había sentado junto a él y ahora tenía el rostro escondido entre sus manos.

—Nunca me habías humillado tanto en toda mi vida—reclamó, con la voz perdiendo intensidad al chocar contra las palmas—. ¿En qué estabas pensando?

Deidara arqueó la ceja que no cubría su gran mechón de pelo rubio y se cruzó de brazos.

— ¿Humillarte? —Inquirió, incrédulo—. Estaba pensando en ayudarte. Pero no recuerdo en ningún momento haberte humillado, hum.

Naruto dejó caer las manos y lo encaró. Su mirada era dura, pero el color de su piel había vuelto a ser canela.

— ¿Ah, no? —también su voz sonaba más relajada. No como siempre, hiperactiva y alegre, sino rejalada y firme—. Entonces, ¿a eso le llamas ayuda?

—Por supuesto—contestó el rubio curvando una sonrisa complacida y llevándose ambas manos detrás del cuello—. Ese chico te gustó y no me lo puedes negar. Lo he visto con estos hermosos ojos azules, hum—Naruto arqueó una ceja, aunque no disimulo ni un poco el nuevo sonrojo que había en sus mejillas—. Además, si alguien te humilló, fuiste tú mismo, ¿cómo se te ocurre gritar así y luego arrastrarme a la salida como si yo fuera un costal de papas? ¡Y encima, no dejarme comprar mi pastel de chocolate!  ¡Qué desconsiderado, hum!

El menor tragó saliva antes de hablar.

—En primera: Yo nunca te pedí ayuda; ni siquiera acepté tu absurdo plan. Y dos: Ese chico no me…

—Oh, por favor—interrumpió el pelilargo—. Vete a decirle mentiras a alguien que no te conozca de toda la vida, estúpido hermano menor, hum.

Naruto frunció el ceño y se cruzó de brazos muy digno, desviando la mirada de Deidara y centrándola en la fuente que estaba a sus espaldas

—No me digas así—se le tensaron los dedos sobre el brazo—. Así le dice Itachi al idiota de su hermano. Él sí que es un estúpido.

Deidara puso los ojos en blanco.

—Pues ese estúpido te importa, ¿no? Quieres darle celos, con el muchacho de la cafetería—enfatizó sus últimas palabras; sonaba pícaro.

Un prolongado silencio siguió después de eso. Los colores habían vuelto a trepar por el rostro zorruno del rubio, pero éste seguía con el ceño fruncido sin siquiera mirar a su hermano.

Pero es que él es demasiado”,  pensó—. Además, nunca aceptaría.

—Bien, eso no lo sabemos porque tú me has sacado de la fila, hum—prorrumpió Deidara y se ganó una completa expresión de sorpresa del menor, ahora con la cara ardiendo al darse cuenta de que había pensado en voz alta. El de cabello largo sonrió, con un leve matiz burlón—. Pero—repuso—. ¿Qué te parece si esperamos a que acabe su turno y nos acercamos a él, más calmados y todo, hum?

Naruto no meditó la respuesta.

—No, no, no y definitivamente no—anunció, su voz aumentando considerablemente de volumen —. ¿De verdad piensas que tu plan va a funcionar? ¡Es una estupidez! Si lo intento, ni siquiera me humillaré frente a Sasuke, sino que lo haré frente a él.

Los brazos de Deidara cayeron a sus costados. El muchacho se había mostrado sorprendido antes de curvar una sonrisa con burla contenida.

— ¿Tan rápido y ya te importa lo que ese chico piense de ti? —preguntó, aunque dejando de lado cualquier sorpresa. Su hermano se fascinaba muy fácil con cualquier cosa. Hablando de alguien que le gustara, el que más lo había cautivado era Sasuke… hasta ahora—. Mira, Naruto, Gaara no contestó nada malo cuando le pregunté. Podemos volver a intentarlo, esta vez lo más serios que podamos, hum.

El rubio arqueó una ceja.

— ¿Gaara?

—Su nombre. Eso decía en su tarjetita del uniforme, hum.

El menor no contestó y se grabó el nombre en la mente mientras se pasaba la lengua por los labios. De pronto los sentía muy resecos, aunque no sabía por qué. Había empezado a hacer mucho frío y se removió en su sudadera mientras pensaba. ¡Un momento!, ¿por qué lo estaba considerando? Aquello era una estupidez. Uno no va por la vida pidiéndole a desconocidos ser su pareja sólo para darle celos a la que solía ser la verdadera. Eso era demostrar que le seguía importando Sasuke y no quería darle el gusto al moreno. Y sin embargo, de la misma manera que detestaba la idea, se sentía atraído hacia ella.  De pronto se imaginó al pelirrojo a su lado, mirándolo con esos hermosos ojos aguamarina mientras se acercaba a él para besarlo.

“¿¡Tienes idea de lo increíblemente estúpido y cursi que suena eso!?”

Oh, por supuesto que la tenía. Pero pensar en ello ya no servía de nada, porque ya había contestado un De acuerdo y ahora Deidara sonreía complacidamente.

 

~*~

 

Gaara trató de ignorar la peculiar escenita que aquellos dos (idiotas) habían montado, y al poco rato ya se encontraba demasiado ocupado atendiendo pedidos como para prestarle atención a cualquier otra cosa. Sin embargo, no podía negar que al principio, cuando esos sujetos se habían dirigido a él con ese aire de confianza y la mirada picarona del más alto, había sentido un nudo incómodo en el estómago, los nervios subiéndole por la espina dorsal y por poco haciendo que su cuerpo comenzara a temblar. No quería perder otro trabajo, no podía. Porque si lo hacía, todo se iría al carajo.

Suspiró. Mecánicamente, mandó la orden de un frapé de caramelo para la chica frente a él, recibió el dinero, lo guardó y le entregó el cambio. Ella le sonrió ampliamente, de una manera coqueta que hubiera encantado a cualquiera, pero él apenas fue consiente y ni siquiera se molestó en devolver el gesto, no porque fuera grosero, sino porque tenía cosas más importantes en las cuales poner la cabeza.

—Quiero un… ¡Oh, pero mira qué tenemos aquí!

El pelirrojo, que apenas iba dirigiendo su mirada al nuevo cliente, arqueó una de sus cejas inexistentes pensando que seguramente era otro lunático que venía a hacer el ridículo. Pero cuando sus ojos se toparon con una maliciosa mirada violeta, él se quedó quieto, con el rostro tenso y la respiración pausada intentando no quedarse atorada en su pecho. De entre tantas, lograba identificar esa voz. Y el hecho de reconocerlo a él también le heló la sangre, lo dejó nervioso.

Hizo todo lo posible por mantener la compostura, viendo cómo aquél hombre lanzaba una gran carcajada y apoyaba el codo en el hombro de su amigo, quien lo miraba como si éste hubiera perdido la cabeza. Gaara movió los labios, frunciendo el ceño y maldiciéndose a sí mismo por no saber ni siquiera cómo salir de aquella situación. Estaba harto de siempre quedarse sin trabajo por eso. Y para su mala suerte, apenas pudo abrir la boca cuando el de ojos violetas volvió a hablar.

—Kakuzu—prorrumpió, señalándolo a él, pero dirigiéndose a su amigo—. ¡Él es el chico del que te hablé, la puta con la que follé hace dos meses, ¿a que no se te antoja?!

El otro hombre, moreno de cabellos largos castaños, le echó una mirada a Gaara, de arriba para abajo como si fuera una reliquia a estudiar, y luego volvió la atención a su amigo, quitándose su codo de encima.

— ¿Me lo estás diciendo a mí, o quieres que China se entere también? No grites tanto, Hidan—contestó Kakuzu con voz gutural evidentemente hastiada. Fijó nuevamente la mirada en el pelirrojo y ésta adquirió un toque de deseo—. Pero la verdad es que sí, está muy bueno.

— ¿Qué tiene de malo que todos se enteren de lo rico que está? ¡Por dios, Kakuzu, debiste acompañarme aquella noche, te hubiera encantado! —Hidan rio nuevamente. El volumen de su voz se extendía por todo el local captando la atención de la gente, mientras él daba un paso adelante y se apoyaba sobre la barra, dedicándole una mirada lasciva al taheño—. Y entonces, ¿qué andas haciendo de mesero acá, bonito, cuando podrías estar abriendo las piernas para mí por un poco de dinero?

Y, aparte de la voz de Hidan, todo el local se llenaba de cuchicheos incómodos que hacían sentir a Gaara tan expuesto y humillado, como si de tajo le hubieran arrancado la dignidad y exhibido desnudo frente a todos. ¿Podía describir como se sentía en ese momento?, ¿cómo era que aún conservaba las fuerzas para quedarse ahí sin hacer nada, esperando que ese sujeto se fuera y todo siquiera normal? ¿Cómo podía seguir creyendo que eso iba a pasar cuando todos lo habían escuchado, cuando ya tenía los ojos, tanto de los clientes como de sus compañeros puestos encima y taladrándolo como mil ajugas clavadas sobre el cuerpo? ¿Por qué soportar eso?

Ah, claro, era porque, aunque sabía que podía mandar todo a la mierda y salir de ahí con lo poco que le quedaba de dignidad, necesitaba conservar el empleo.

Entonces tragó saliva, sintiendo cómo un nudo de cólera bajaba por su garganta y se fundía en todo su cuerpo al momento en el que la mano de Hidan tomó su rostro y lo atrajo hacia él obligándolo a mirarlo a los ojos.

—Ow, me encanta esa mirada tuya—comentó como si le estuviera hablando a un cachorro—. Pero ambos sabemos que no muerdes, ¿eh? Vamos, ¿qué tal si te tomas un descanso y le muestras a mi amigo lo bien que aprietas?

—Hidan, deja ya, ve y corteja putas afuera, todos te están mirando—le llamó Kakuzu, cruzándose de brazos y mirando alrededor, hacia los ojos de todos.

Pero el de ojos violetas no hizo caso. Su mirada sobre Gaara derramaba lujuria y burla, y el pelirrojo sólo podía limitarse a mirarlo con ponzoña nada más. Sabía que no debía dejarse llevar por sus sentimientos…, sabía que tenía que aplastar su dignidad si es que acaso le quedaba alguna oportunidad de conservar su empleo… Lo sabía, sin embargo, no lo hizo.

En ningún momento cortó contacto visual con Hidan, pero su brazo se movió (quizá inconscientemente) a un lado, donde un expreso caliente acababa de salir. Cerró la mano alrededor del vaso, sin importarle el pequeño ardor que le provocó el líquido que se derramó en su mano. Gaara frunció el ceño antes de que Hidan pudiera lamerle los labios, se deshizo del agarre echándose para atrás y le lazó el café caliente a la cara, deleitándose con el grito de dolor que soltó el hombre.

— ¡MALDITO MOCOSO DE MIERDA! —Había exclamaciones de sorpresa mezcladas con la voz de Hidan, que tenía ambas manos sobre el rostro y se doblaba a la mitad apenas contendiendo el ardor—. ¡Espera que te ponga las manos encima, zorra estúpida!

Quién sabe qué tantas cosas más blasfemaba Hidan. La gente los miraba con los ojos abiertos como platos, repentinamente quietos que algunos todavía estaban en el proceso de llevarse el café o una cucharada de pastel a la boca. El único que se movió para hacer algo fue Kakuzu, que, aún con el rostro hastiado se acercó para calmar a su amigo.

Y Gaara…, bueno, a Gaara se le encogió el estómago cuando escuchó un grito colérico que no era el de Hidan. Y cuando desvió la mirada y vio a su jefe, supo que se había acabado. Había vuelto a pasar, otra vez.

— ¿¡Qué demonios está pasando aquí!? —preguntó molesto el dueño del local: un hombre alto, de mediana edad con tez morena, barba y cabello oscuro. Había cruzado el umbral de la puerta de empleados y a grandes zancadas se abrió paso entre la gente hasta llegar a donde estaba Hidan. Entonces, al ver a su cliente así, su expresión se descompuso a una mueca total de preocupación—. ¿¡Se encuentra bien!? —al percatarse del café derramado en el de cabellos plata, se volvió a una de sus empleadas y la mandó por toallas húmedas—. ¿Qué fue lo que le pasó?

Hidan se despegó las manos del rostro y en un movimiento brusco señaló al pelirrojo con el dedo índice. Sus ojos violetas se habían afilado como una espada, y la ira refulgía de ellos a montón.

— ¡La maldita puta me echó café caliente en la cara! —gritó, su garganta pareció temblar al momento de hacerlo y la gente volvió a lanzar exclamaciones. La maldita puta.

— ¿Cómo dice? —el dueño estaba perplejo. Siguió la mirada del peliblanco, topándose con Gaara ahí parado, sus puños cerrados con fuerza, temblando ligeramente; el ceño fruncido y la boca convertida en una fina línea. Nunca lo había visto mostrar otra expresión además de la impasible que siempre tenía—. ¿Gaara?

El muchacho, desde que entró a trabajar, siempre había sido muy tranquilo. Era claro que no mostraba la misma energía para atender a los clientes que muchos otros de sus empleados, pero era eficiente y hacía las cosas correctamente (incluso mejor que muchos otros). Además, era un chico muy apuesto. Bien sabía que eso también ayudaba a atraer más clientes, por más absurdo que sonara. Por eso no se creía que Gaara fuera capaz de maltratar a un cliente, y tampoco veía la razón por la que el de ojos violetas le llamaba puta.

— ¡Ja! Debí imaginarlo—prorrumpió Hidan, riéndose a carcajada suelta—. ¡Si es igual de salvaje cuando abre las piernas, por supuesto a aquí también se comportaría como una perra rabiosa!

Gaara se mordió el labio inferior con fuerza, sintiendo el regusto amargo de la sangre en su boca. El nudo horrible intentaba trepar por su garganta y él hacía todo lo posible para evitarlo. La manera en la que lo llamaban… ¿no debería ya estar acostumbrado? Cualquiera en sus zapatos ya lo hubiera hecho, ¿o no?

—Aguarde un momento—dijo el dueño, irguiéndose. Miró a Gaara un segundo y de inmediato regresó la atención a Hidan—. ¿De qué está hablando?

La risa de Hidan, llena de burla, se escuchó por todo el lugar. Su rostro estaba todavía mojado, y se había colorado gracias a lo caliente del café. Las comisuras de sus labios temblaban ligeramente, enmarcando una sonrisa socarrona frente al pelirrojo.

—De la puta que tiene por empleado—soltó con veneno en las palabras y esta vez Gaara pareció tragarse un gruñido, lo que provocó satisfacción para Hidan, que se volvió hacia el dueño cruzándose de brazos—. ¿O qué no sabía que solía revolcarse con cualquiera por dinero antes de venir a trabajar aquí? Debería tener más cuidado al contratar a sus empleados, ya ve que pueden resultar… rabiosos…—procuró decir la última palabra con una gran carga de burla y desprecio, como si a comparación de él, Gaara fuera un insecto que podía fácilmente ser aplastado con el zapato.

El dueño abrió grandes los ojos.

—Gaara, ¿eso es…

— ¡CIERRA TU MALDITA BOCA DE MIERDA! —y  por fin, quebrado cualquier pensamiento de que no debía de perder el control, Gaara gritó. Su rostro desencajado, el dolor en su pecho por la manera en la que la gente (no sólo Hidan) se expresaba de él…Ya había soportado bastante y no estaba para soportar las humillaciones e insultos de ese hombre ni de nadie más.

Y así como el grito salió disparado de su boca, Gaara se impulsó hacia delante, intentando lanzarle a Hidan otro de los vasos de café caliente que habían dejado sobre la barra. El peliblanco retrocedió instintivamente, pero resultó innecesario, pues el dueño del local se puso entre ellos y detuvo a Gaara tomándolo del brazo con fuerza.

— ¡Es suficiente! —gritó el, mirando con el ceño fruncido al pelirrojo. Lo empujó con fuerza y lo soltó, haciendo que Gaara se tambaleara un poco hacia atrás, para luego recuperar el equilibrio rápido. Su ceño estaba fruncido, miles de arruguitas se formaban arriba del puente de su nariz y el aguamarina de sus ojos tenía un tono más oscuro. Centró la atención en la mirada de su jefe y vio desaprobación. Ya no lo miraba como cualquier jefe mira a sus empleados… Había sorpresa, sí. Pero ahora el prejuicio también estaba presente. Al parecer, había creído las palabras de Hidan—. Toma tus cosas y vete—sentenció, con voz firme y gruesa.

Por supuesto que en esta ocasión tampoco pudieron faltar las exclamaciones de los demás, y sin embargo, justo después cayeron en un silencio incómodo, todos quietos en su lugar hasta que Hidan se encargó de romperlo con otra carcajada. Su amigo, Kakuzu, sólo miraba de lejos, aparentemente indiferente.

—Ya oíste, idiota, toma tus cosas y lárgate—le dijo con ponzoña—. Éste nada más es lugar para gente decente.

Y eso era todo. No recordaba la última vez que lo habían humillado tanto en su vida sin que él pudiera hacer algo para defenderse. Siempre lo había tenido que soportar porque necesitaba el dinero. Incluso ahora, cuando ganas no le faltaban para partirle la cara a Hidan, sabía que no podía meterse en más problemas. Acababa de perder otro trabajo, el dinero se le escapaba de las manos y ya no sabía dónde más podía solicitar empleo. No quería volver a venderse, ¿pero qué otra opción tenía?

Suspiró. Dio media vuelta para ir por sus cosas y largarse. La impotencia dentro de él empezó a crecer, lastimándole el pecho de forma horrible. Quizá no sólo porque su dignidad hubiera quedado reducida en pedazos. Quizá era otra cosa más importante…

 

~*~

 

—Naruto, de verdad, nunca te había visto tan obsesionado por nadie y tan rápido—comentó Deidara, siendo arrastrado por el brazo de su hermano entre el gentío que inundaba la cuidad a esas horas. Intentaba no chocar contra las personas y dar de bruces contra el suelo, pero ya se había tropezado más de tres veces—, ¡Hum!

El rubio menor apretó la muñeca de su hermano. Un potente sonrojo le había trepado por las mejillas. Suerte que Deidara no lo notó.

—Eso no es cierto—dijo, sonriendo—. Es sólo que… si quiero que acepte, tengo que estar bien presentable.

— ¿Presentable? ¡Qué estupidez! Tú no haces ninguna combinación con lo presentable. Además, no deberías tomarte tantas molestias, sólo queremos que finja ser tu novio hasta que al Uchiha hierva en celos, ¿no?

Naruto sonrió. Cierto que ese era prácticamente el objetivo principal, pero no podía negarse lo mucho que le fascinaba la idea de tener al pelirrojo por novio aunque fuera una farsa. Aunque sólo durara un día…

¡Un momento!” Cerró los ojos y sacudió la cabeza. “Esto es una locura, no puedo pensar así. Voy a pedirle esto porque quiero encelar a Sasuke nada más… ¿no?... ¡Por supuesto que sí! Eso es lo único que pretendo.”

 Y lo era, ¿verdad? Porque, desde la primera vez que había visto a Sasuke, su corazón había dictado que era sólo de él, y que nadie más podría hacerle sentir ninguna de las emociones que experimentaba a lado del moreno. La manera en la que sus ojos se encendían ante la mirada ónix de él, su corazón latiéndole con fuerza cuando estaban tan juntos que su calor corporal se volvía uno solo, y lo bello que era escuchar su voz tan profunda pronunciando su nombre… ¿Verdad que nunca había tenido sensaciones más fuertes que esas?, ¿verdad que la forma en la que su estómago se encogió y el habla se le esfumó cuando miró al pelirrojo, no eran nada comparado con Sasuke?

— ¡Naruto, espera!

Maldición, ¿por qué demonios estaba pensándolo tanto. Era obvio que Sasuke sería el único. Mejor darle vuelta al asunto y dejar de sentirse tan ansioso por el pelirrojo. Lo que le había dicho Deidara era cierto. Resultaba una estupidez querer lucir lo mejor posible ante Gaara si lo único que deseaba era tenerlo como novio de mentiras, algo tan pasajero que duraría apenas un parpadeo. Además, ¿por qué quería lucir mejor, si nunca se había sentido incómodo con su imagen personal? Era un chico fresco y relajado; usaba jeans rotos en la parte de la rodilla, playeras y tenis cómodos de colores vivos y una que otra sudadera. ¿Por qué tenía miedo de que aquello pudiera no resultar suficiente para el taheño cuando nunca lo había pensado por Sasuke?

— ¡Naruto, es Gaara!

Esta vez, el rubio no dejó pasar por alto la voz de su hermano, porque lo que dijo llegó claro a sus oídos e hizo que el estómago se le encogiera y su corazón diera un fuerte latido contra la caja torácica. Paró en seco, sintiendo como Deidara se estrellaba contra su espalda. De inmediato se giró hacia él.

— ¿Dónde? —preguntó el chico ansiosamente, parándose de puntitas y mirando a todas partes. Deidara se pasó el mechón de pelo detrás de la oreja mientras, con los ojos entrecerrados, señalaba hacia un punto en movimiento cruzando la calle.

—Por allá, hum.

Naruto enfocó su mirada azul zafiro hacia donde el dedo de Deidara apuntaba. Entrecerró los ojos, y de inmediato los expandió cuando una mata de pelo rojo destelló entre la multitud gracias a los últimos rayos del atardecer, haciendo contraste con su cabello y volviéndolo mucho más intenso. El rubio lo miró: la piel blanca y la manera en la que los mechones se mecían sobre su frente con cada paso que daba... rápidamente. Entonces, Naruto cayó en cuenta de que su manera de andar no era normal: el chico se abría paso entre la gente dando codazos y empujando a cualquiera que se atravesara por su camino. ¿Por qué iba tan rápido?, ¿por qué sus ojos, incluso a esa distancia, se notaban rojos?

Ni siquiera hubo momento de pensar nada, pues Naruto salió disparado en dirección al pelirrojo sin tomarse la molestia mirar hacia atrás para verificar si su hermano lo seguía. Deidara lo llamó y solamente suspiró antes de tomar una gran bocanada de aire y echar a correr detrás de Naruto.

— ¡Gaara!

El menor no se dio cuenta siquiera que lo había llamado por su nombre, y unos nervios invadieron su cuerpo mientras esperaba que el pelirrojo se volviera hacia él. Era obvio que la primera impresión que Gaara había tenido de él era la de un lunático, y ahora estaba gritándole en la calle mientras corría detrás de él. ¿Acaso eso no era muy estúpido?

Sin embargo, el chico no volteó. Ni siquiera se detuvo o alzó el cuello. Continuó como si su nombre se hubiera quedado suspendido en el aire, a paso rápido, empujando gente y con la cabeza un poco gacha. Por alguna razón, Naruto supo que había cerrado los ojos.

— ¡Oye, Naruto! ¡Espera, hum!

Escuchó la voz de Deidara, pero aplicando la psicología inversa, el menor aumentó el paso, sin siquiera molestarse en contestar. No quería detenerse y escuchar a su hermano. Quería alcanzar a Gaara. Quería girarlo para verlo y confirmar que aquello que había visto sólo se trataba de su imaginación y no de lágrimas floreciendo en esos bellos ojos aguamarina.

No le importó dar y ganarse patadas y empujones que por poco lo hacen tropezar. Puso toda su atención en el pelirrojo, obligándose a no perderlo de vista para alcanzarlo. Pero Gaara era rápido. No importaba cuántas veces Naruto lo llamara, él no se dignaba a voltear e incluso aceleraba el paso.

A veces, Deidara odiaba la terquedad de su hermano. Naruto era la clase de chico que no se rendía incluso en la situación más trivial, como ver quién podía comerse una caja de dangos entera en menos de tres minutos; hasta la más extraña como la que estaba frente a sus narices: el rubio corriendo detrás de un pelirrojo que hasta esa tarde ni siquiera sabía de su existencia. El más grande sentía cómo el sudor nacía en su frente y sus latidos comenzaban a hacerse más pesados gracias al esfuerzo que significaba correr (tómese nota: Deidara odiaba hacer ejercicio). Notó que la gente había comenzado a dispersarse al llegar a la plaza de la cuidad, donde seguramente el pelirrojo se escabulló para tomar el metro, que estaba justo atravesándola. Pronto nada más eran ellos tres.

—Suficiente—y de improviso, el pelirrojo se giró y encaró con una mirada filosa a Naruto, que también se quedó quieto y expandió un poco la mirada—. ¿Qué mierda es lo que quieres?

Naruto no respondió. Se quedó quieto sintiendo las palabras tan venenosas, mirando esos ojos tan rojos alrededor de la pupila. Eran como millones de venitas carmesí en la parte blanca, y reflejaban tantas cosas que Naruto no sabía qué eran. Veía tristeza, impotencia, desesperación y coraje, como si a Gaara le fueran a arrancar lo más valioso que tenía en el mundo. El rubio abrió la boca y la cerró al momento. Las palabras se le atoraron en la garganta, un extraño deseo de correr a abrazar al pelirrojo creció en su interior y de pronto se sintió muy pequeño. ¿Qué se supone que quería decir?

—Ehh…—sin embargo, cualquier cosa que su mente hubiera maquinado, murió ante la voz amarga del taheño.

— ¿¡Vienes a burlarte también de la puta!? —Gritó—, ¡A escupirme que sirvo mejor follando que haciendo cualquier otra cosa, y que aun así no lo hago tan bien?

El rubio se quedó en blanco. ¿De qué estaba hablando?

— ¡Anda! ¡Si así paras de joderme entonces dilo de una vez! —continuó para luego tomar aire y cerrar la boca, esperando.

Y sus ojos… la manera en la que su rostro se contraía en una mueca de dolor e ira le dolían a Naruto ahí donde estaba su corazón. Una sensación desagradable que se extendió por todo su cuerpo, se ciñó en su garganta, le golpeó el pecho y lastimó su corazón. ¿Por qué era tan horrible ver a Gaara así? A Gaara, una persona que en realidad no conocía.

— ¿D-de qué hablas? —Mustió, dando un paso hacia delante, mirando cómo Gaara quiso retroceder, pero quedándose quieto—. Yo nunca haría algo así—continuó, con sinceridad. Pero en lugar de tranquilizarse, el pelirrojo pareció arder más de ira. Miró a Naruto y luego a Deidara, que ya estaba junto a su hermano, completamente desencajado.

—¿Ustedes dos de verdad creen que me voy a tragar su maldito cuento de querer conseguir novio? ¿¡Me creen un estúpido!? —la voz se le quebraba cada vez que hablaba. Y, a pesar de que las lágrimas estuvieran escociéndole los ojos, él se negaba a dejarlas salir. Sus mejillas estaban secas—. ¡Odio que la gente juegue conmigo!

Hubo un largo silencio después de eso. Ambos rubios se habían quedado sin habla y con los ojos abiertos como platos, atentos en el chico pelirrojo que tenía fuego en su mirada. A Naruto le pareció que en cualquier momento podría matarlos con ella. Sin embargo, el taheño, al ver que los otros dos no pensaban decir nada, se dio media vuelta de golpe dispuesto a continuar. Naruto al notarlo, dio un paso adelante y lo llamó.

— ¡Espera!

— ¿¡Qué!? —gritó Gaara sin girarse.

El de ojos azules tragó saliva con dificultad.

— ¿Por qué dijiste todo eso? —preguntó, despacio.

Ahora fue el turno de Gaara para ampliar la mirada. Naruto pudo ver como su espalda se tensaba.

— ¿No es la verdad?

Y comenzó a caminar, sin mirar hacia atrás ni una sola vez, al chico que lo veía alejarse en silencio, con el rostro hecho una mueca dolorida, los labios cerrados, los ojos atentos en él y su cuerpo quieto. Instantes después, sin pensarlo bien, Naruto dio un paso adelante para seguir al pelirrojo de nuevo, pero la mano de su hermano se cerró sobre su brazo y le impidió cualquier movimiento.

—Ya basta, ¿quieres?

Y hablaba enserio, pues no había utilizado el hum.

 

~*~

 

¡Estaba harto! Harto de que todo siempre tuviera que terminar así. Odiaba cómo los ojos le ardían, odiaba los pedazos en los que se había convertido su dignidad y la impotencia que lo consumía al saber que todo lo que intentaba nunca funcionaba. Que, por los malditos prejuicios que tenía la gente, él se quedara sin empleo y todavía más humillado… Y sabía que tenían razón. Él, hace seis meses, todavía se acostaba con cualquiera porque necesitaba el dinero. No por placer, no porque fuera un inepto que prefiriera la vida fácil antes que tener un trabajo digno, sino porque era la única manera.

Por supuesto que había intentado todo por tener un trabajo digno, ¿pero quién aceptaba a un chico de diecisiete años sin ninguna experiencia laboral? Y Gaara sabía que no le quedaba otra opción, porque él sería capaz de todo con tal de poder salvar a la única persona que le quedaba en la vida.

El chico se limpió las lágrimas que nunca nacieron cuando cruzó la puerta del pequeño departamento donde vivía. Las luces estaban apagadas, y lo único que evitaba que todo cayera en total oscuridad era la televisión, prendida en el canal de noticias a medio volumen. Gaara suspiró, cerró la puerta y encendió la luz. Luego caminó, rodeando el sillón mientras echaba su mochila en la pequeña mesita de enfrente.

Ahí, recostado en el sillón y rendido a los brazos de Morfeo, estaba su primo.

—Sasori, despierta.

 

Notas finales:

¿Qué les pareció? 7u7 Bueno, por ahí me habían dicho que querían leer a Sasori, y como yo también quería incluirlo, pues aquí está :3 Ah, y la relación que tiene con Gaara es puramente fraternal (se quieren como Itachi y Sasuke :3) Ya veré quién roba el corazón de nuestro marionetista, ¿Itachi o Deidara? 7u7 ¡Estoy en el mismo dilema porque a ambas parejas las amo con locura!  *^* (Y no se preocupen, a las que me dijeron que no les gusta el ItaDei, no lo pondré; a mí tampoco me gusta, jeje uwu)

¡Muchas gracias por leer! Prometo que para el próximo saldrán ambos Uchiha :3

... ¿Me honran con un bello review suyo? -w-


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