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Sweet Masquerade por Sabaku No Ferchis

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Notas del capitulo:

D: ¡Lo volveré a hacer! ¡De nuevo lanzaré un long-fic! uwu Jajaja, bueno, en primer lugar… ¡Hola! xD ¿Cómo están? (Yo bien n.n Disfrutando mis últimos días de vacaciones) Espero que lo que vengo a traer aquí valga la pena, jaja, aunque debo decir que es un poco diferente a los dos anteriores capis, porque lo escribí en mi cuaderno y pues… ya saben, me suelto xD Como dije, voy a dedicarme a esta historia larga, la primera desde que terminé “Ahora tu vida se hace parte…” Sólo que espero que esta vez las cosas no se me salgan de control y todos, hasta yo misma, me empiecen a abuchear xD En fin, quiero darles las gracias a todas las personitas que dejaron review nwn ¡De veras que me hacen muy feliz!

 

Advertencias: Cosa larga, yaoi, OoC xD

 

Nota: A las personas que me preguntan sobre el fanfic GaaNaru que tanto me ha inspirado, se llama: “Tú… ¿Eres mi ángel?” está en Fanfiction y su autora es Pansiha nwn ¡Está muy tierno! Ówo.

  

  

[CAPÍTULO 3]

 

Juegos del destino

 

. . .

Mis intenciones son como espinas filosas que se esconden bajo la belleza de una rosa.

. . .



Era costumbre para todos verlo activo, con su enorme y singular sonrisa surcándole el rostro y los ojos brillando con lucidez, exaltando el azul tan puro de su mirada capaz de robarle una sonrisa a cualquiera. Su voz, alegre e hiperactiva, solía llenar el salón de clases a estas horas junto con la de Kiba. Sin embargo, el día de hoy podría ser catalogado como el día antes del Apocalipsis, pues Naruto estaba tan callado y quieto en su lugar que rompía deliberadamente con el ambiente cotidiano.

Él no se daba cuenta del gran cambio que su silencio representaba: Kakashi-sensei dando la clase muy a gusto, sin interrupciones ni distracciones porque como Kiba no tenía con quién hablar, también se había quedado calladito y atento. Solamente el gis sobre la pizarra y los lápices contra los cuadernos quebrando el mutismo. La mente del rubio estaba nublada, como si una gran capa de blancura la hubiera cubierto, borrando de su cabeza todo aquello que no tuviera nada que ver con un joven de ojos aguamarina y cabellos de fuego.

Era, pues, inexplicable para él la manera en la que Gaara se había adherido a su cabeza con tan solo un día de conocerlo —y eso era decir mucho, pues lo único que sabía era su nombre—, y cómo se había dedicado toda la mañana a rememorar cada acontecimiento del día anterior: Sus ojos conectándose por primera vez con los del taheño, asemejándose al cielo y al infierno colisionar y fusionarse; el mar de sensaciones en el que se ahogó en ese momento; su deseo tan ridículo —cultivado por el buen Deidara— de querer tener al pelirrojo como novio falso y, por supuesto, la mirada destrozada que Gaara intentaba disimular cuando lo encontró en la calle.

—Oye, Naruto, ¡NARUTO!

Pero, ¿qué debía preocuparle a él? Nuevamente, se dijo a sí mismo que lo único que él quería era poder regresarle a Sasuke todas las que el moreno le había hecho. Anhelaba verlo completamente fuera de sus casillas, muerto de celos por verlo a él con alguien más así como la infinidad de veces que había sido con el rubio. Y no era que Naruto fuera vengativo; simple y sencillamente quería darle una cucharada de su propia medicina.

— ¡Tierra llamando a Naruto! ¡Tengo aquí cupones para ramen con extra carne de puerco y si no reaccionas de una maldita vez, los gastaré yo solito!

Y, como si tuviera una especie de propulsor en el trasero, Naruto saltó disparado de la banca, haciendo que ésta emitiera un sonido agudo al arrastrarse hacia atrás. Kiba, que había estado intentado llamar la atención de su amigo una y otra vez, arrugó la nariz mientras el rubio lo miraba con los ojos bien abiertos, volviendo a lucir su actitud de siempre: Alegre y escandalosa.

— ¿Dónde?—Exclamó Naruto, tomando por los hombros al castaño y mirándolo atentamente. Luego, cuando procesó lo que había dicho el otro, frunció el ceño y amenazó—: ¡Ni siquiera se te ocurra, aliento de perro! ¡No dejaré que los gastes tú solo, ¿dónde los tienes?!

Durante los siguientes segundos —minutos, quizá—, Inuzuka tuvo encima al escandaloso rubio zorruno tratando de dar con los supuestos boletos mientras le gritaba de hasta lo que se iba a morir. Eso, por supuesto, era tan común en el rubio como decir que el sol calienta. Ambos eran amigos desde muy niños y juntos eran, en palabras de Tsunade (abuela del rubio) un peligro para la sociedad.

— ¡Argh, detente ya, carajo!—Gritó Kiba, ya harto y tratando de sostener al escurridizo rubio para detenerlo, pero fracasando rotundamente (tómese nota: Naruto no era tan debilucho como aparentaba)—. ¡No tengo ningunos boletos, pedazo de idiota! ¡Lo dije sólo para que bajaras de las nubes!—confesó, y para cuando se dio cuenta, ya no era necesario forcejear para quitarse a su rubio amigo de encima.

Naruto se había detenido y hasta dado un paso hacia atrás, mirándolo incrédulo mientras las mejillas se le coloraban, a lo que él desvió el rostro.

Kiba arqueó una ceja.

— ¿Estás bien?—le preguntó, acomodándose el uniforme y sin quitar la mirada interrogativa de su amigo. Naruto no hizo el amago de voltear a verlo; simplemente arrugó la nariz—. ¿Es por... por el Uchiha ese?

Ignorándolo olímpicamente (y queriendo dejar en esto una respuesta implícita), Naruto se volvió a su lugar y recogió sus cosas para luego caminar hacia la salida, pasando de largo a su amigo quien, desconcertado, se apresuró a seguirlo.

—Tengo razón, ¿huh?—continuó el castaño llegando a donde Naruto y comenzando a caminar a su lado—. Te quedaste toda la case con la cabeza en las nubes, incluso después de haber terminado, ¿y solamente por el señorsoymejorquetodos? Tú sí que estás mal de la cabeza.

Naruto colocó ambos brazos detrás de su cabeza, lanzado un suspiro al aire y mirando al techo sin importarle la posibilidad de chocar con alguien. Frunció el ceño y abrió la boca para hablar.

—Pues en teoría sí (al menos antes de que te atrevieras a jugar con mi punto débil), he estado pensando en él—le informó, aunque aquello no era sorpresa para kiba. Había estado viendo a su amigo así de afectado por su ruptura con el moreno, y aunque a él Sasuke jamás le había terminado de agradar, sentía cierta pena por el rubio. Naruto negó con la cabeza repetidas veces, por si el Inuzuka estaba malinterpretando—. Todo lo que me hizo lo pagará—concluyó, con cierto aire malévolo que hasta se imaginó vistiendo una túnica negra, y rayos relampagueando a su alrededor.

Y sin embargo, Kiba rió divertido; su gran sonrisa mostrando los colmillos un poco más alargados que el promedio.

—Suenas como toda una novia despechada—comentó entre risas, ganándose una mirada fulminante por parte del ojiazul. Entre espasmos trató de controlarse y añadió—: Oh, espera, ¡pero si eso es justo lo que eres! Es evidente que todavía lo amas.

Otra carcajada le siguió a ese comentario, a lo que Naruto se detuvo y le dio un zape fuerte en la cabeza. Kiba definitivamente estaba equivocado. Él ya no amaba a Sasuke...

¿O sí?

Más bien la pregunta sería: ¿Por qué se empeñaba tanto en querer ponerlo celoso? Eso no daba a relucir nada más allá de aquellos sentimientos que probablemente seguían en su interior, y que daban a entender que el empeño en darle celos significaba que quería, de alguna manera, recuperarlo. La idea lo asqueó y lo hizo sonrojarse al mismo tiempo. Curioso contraste, pensó Kiba.

—Quiero darle celos—mustió Naruto, rascándose la nuca en un intento inútil por disimular su sonrojo. Ambos doblaron en la esquina que daba a la puerta principal de la escuela y se encaminaron para allá—. Quiero que sienta celos al verme con alguien más y...

— ¿De repente quiera volver a tus brazos?—terminó el castaño muy seguro de sus palabras y con la risa entre dientes. Naruto le lanzó una mirada asesina—. Bueno, bueno. No voy a negar que hasta cierto punto pensé que lo suyo iba muy enserio, así que hay una posibilidad de que tu malvado plan sea un éxito. Pero dime, ¿quién demonios podría hacer sentir celoso al gran Sasuke Uchiha?—cuestionó haciendo comillas con los dedos en gran.

Cruzaron la puerta de la entrada y fue justo en ese instante que Kiba vio a Naruto sonrojarse tanto como una manzana madura, cosa que, definitivamente, lo dejó perplejo. En silencio esperó a que el rubio contestara.

—Er... Pues...—rió Naruto nerviosamente, rascándose la nuca. Kiba arqueó una ceja—. Digamos que... que hay alguien que probablemente podría...

La expresión del castaño sufrió un cambio drástico de curiosidad a una de sorpresa pura e incrédula.

— ¿Qué dices?—preguntó, todavía sin creerse lo que el rubio decía—. ¿Me estás diciendo que hay alguien capaz de encelar a ese sujeto tan soberbio, petulante y pesado? ¿En serio? ¡Él se cree el mejor de todos!

Naruto hizo el amago de asentir, como si le fuera indiferente este hecho. Entre ellos se creó un silencio únicamente interrumpido por el ruido del tráfico a sus lados, mientras ellos caminaban por la banqueta.

— ¿Y...?—retomó Kiba, harto de que el otro se hubiera sumido así de repente en su mundo—. ¿Me dirás de quién se trata o te vas a quedar con cara de estúpido todo el día?

El rubio tragó un poco de saliva. Ambos cruzaron la avenida y a pocos metros divisaron el enorme campus de la Universidad donde estudiaba Deidara.

—Es alguien que conocí hace poco—dijo Naruto, con voz de pronto tranquila—. Es... Pues... tiene cabello rojo y ojos verdes... verde agua.

El castaño lo miró extrañado.

—Ah, pelirrojo—mustió—. ¿De dónde lo conoces? ¿Deidara te lo presentó?

—Algo así—el rubio se encogió de hombros con una ligera sonrisa dibujada en el rostro que no hizo más que dejar todavía más desubicado al Inuzuka.

— ¿Y cómo se llama?—preguntó éste.

Naruto amplió su sonrisa y lo miró maliciosamente, deteniéndose justo a la entrada del campus.

—Te lo diré...—empezó extendiendo la última vocal—. ¡Cuando me des los cupones para ramen! ¡No me importa que no los tengas! ¡Consíguelos!—ordenó haciendo que Kiba ampliara la mirada y se mostrara indignado.

— ¡Ya te dije que no...! ¡No es justo!—se quejó—. ¡Quieres chantajearme!

El rubio sonrió victorioso.

—Me la debes.

Un sonido agudo interrumpió el próximo comentario del Inuzuka, quien al percatarse de esto, soltó una maldición y comenzó a rebuscar en su mochila hasta hallar el pequeño aparato que vibraba y sonaba. Kiba contestó el celular e intercambió algunas palabras con la persona de la otra línea. Después de un momento colgó y guardó el celular mientras chasqueaba con la lengua y miraba a Naruto.

— ¡Maldición, mi mamá está histérica!—comentó—. Se me olvidó que hoy estaba ocupada y yo me tenía que encargar de la veterinaria, ¡tengo que irme!—gritó dándose media vuelta y echando a correr. Sin embargo unos metros más allá, el castaño giró a sus espaldas y sonrió a Naruto—. ¡Pero no creas que te salvas de no decirme quién es el chico del que hablas, eh! ¡Nos vemos mañana!

Naruto lo miró con una sonrisa divertida y (en extremo) aliviada hasta que el chico desapareció por la calle. Luego volvió su atención al campus, preguntándose a qué hora se le ocurriría a su hermano aparecerse.



~*~


— ¡Deidara-sempai!—gritó animado un alto muchacho de cabellos negros como el carbón, piel morena clara y profundos ojos oscuros, que a pesar de su apariencia, resultaba ser increíblemente infantil—. ¡Tobi no puede creer que en verdad vaya usted a exponer sus esculturas aquí!

El moreno soltaba las palabras a los cuatro vientos mientras corría tras el rubio, que iba algunos metros más adelante con una sonrisa de oreja a oreja llena de victoria, aunque no se dignaba a calmar un poco el paso y volverse hacia su —intento de—amigo. Pero, al escuchar el comentario del chico, de súbito pegó los zapatos al piso, girando un poco la mitad del cuerpo para fulminar a Tobi. Sus cejas estaban tan juntas que parecían una sola.

— ¿Me estás diciendo que mis obras de arte no son dignas de ser exhibidas en un museo de arte contemporáneo, pedazo de idiota?—preguntó venenoso mientras el otro por fin lo alcanzaba y se detenía a su lado, doblando el cuerpo a la mitad y apoyando ambas manos en sus rodillas para normalizar su respiración.

Deidara continuó mirándolo con los brazos cruzados y cara de pocos amigos hasta que por fin el buen chico se relajó y volvió a incorporarse.

Acababan de salir de la oficina del encargado del museo después de haber asistido a su cita programada para saber si el arte efímero de Deidara podría ser exhibido en la exposición de ese mes, y aunque Tobi Uchiha nada tenía que hacer ahí, se había ofrecido a llevar al rubio en su auto hasta el museo. El moreno se había retrasado unos momentos más al concluir la cita, diciéndole al gerente que había sido una excelente idea aceptar a Deidara, y que en verdad no se arrepentiría (aunque eso, claro, el rubio no lo había escuchado). Ahora se encontraban a la mitad del pasillo, en camino al elevador.

—Tobi no ha querido decir eso—dijo el moreno moviendo las manos extendidas de un lado a otro mientras sonreía nerviosamente—. Tobi quiere decir que está muy feliz porque sempai por fin será un artista reconocido—terminó el Uchiha.

El rubio le devolvió el gesto sonriendo también, pero la suya era una sonrisa de auto orgullo, como si fuera lo más obvio del mundo que lo aceptaran.

—Por supuesto que sí, hum—afirmó con la cabeza y una expresión que pecaba de confianza—. Y cuando vean la demostración de las explosiones con las figurillas pequeñas, nadie tendrá duda de que el arte verdadero radica en lo efímero, hum— su sonrisa se expandió ante el asentimiento del moreno, luego dejó caer los brazos a los costados y añadió—: De cualquier manera, ¿para qué te quedaste allá?

—Para agradecerle a Shimura-sama por aceptarlo en la exposición—el Uchiha reanudó su marcha al ver que el rubio también lo hacía—. Así como usted debería darle gracias a Tobi por traerlo hasta aquí y acompañarlo a su cita, porque Tobi es un buen chico.

Deidara expandió la mirada y volteó a verlo, enseñándole dos dedos.

—Primera: Yo no te pedí que me trajeras, tú estuviste insistiéndome hasta sacarme de mis casillas—le dijo en tono reprobatorio, como si estuviera lidiando con un niño de ocho años y no con un muchacho de diecinueve—; segunda: Tampoco te pedí que me acompañaras a la cita, me volviste a insistir hasta sacarme de mis casillas (otra vez), hum... Y tercera—agregó el rubio, haciendo una pausa de pronto. Su rostro se deformó en una expresión de haber olvidado algo. Entonces reaccionó y tomó a Tobi por los hombros, mirándolo con sus ojos azules bien abiertos.

— ¿Qué sucede, sempai?—preguntó el buen chico.

— ¡Olvidé a decirle a Naruto que no me esperara para regresar a casa, hum!—gritó Deidara. Sus dedos se clavaban en los hombros de Tobi, haciendo que este formara una mueca dolorida que relajó un poco cuando Deidara lo soltó y sacó su celular—. Ya pasan veinte minutos de mi salida, seguramente me va a echar riña en casa—terminó de decir antes de empezar a teclear en el aparato.

— ¿Le va a mandar un mensaje?— volvió a cuestionar el moreno. Ambos llegaron al elevador y el Uchiha oprimió el botón. Luego volteó a ver a su sempai.

— ¿Pues tú qué crees?— contestó éste sin despegar la mirada del celular.

Se escuchó el sonido de las puertas abrirse. Deidara ignoró el grito que soltó Tobi mientras él daba un paso hacia delante y levantaba la mirada para toparse con unas cajas que le dieron de lleno contra el rostro, con todo el peso de estas y de quien las estaba cargando contra su cuerpo.

— ¡Sempai!


~*~


Quién sabe cuánto tiempo llevaba Naruto con los auriculares puestos, la frente pegada a la mesa y maldiciendo a Deidara mentalmente en todas las formas habidas y por haber. ¿Pues qué se creía el estúpido de su hermano al hacerlo esperar tanto, como si el mundo estuviera a su disposición? El muy maldito no se había dignado a llamarle, ni siquiera a dejarle un mísero mensaje.

Lanzó un suspiro pesado cuando la canción que había estado escuchando terminó, dando paso a la siguiente. El rubio se había cansado de esperar en la entrada del campus, así que decidió entrar para buscar a su hermano o a alguno de sus amigos por ahí, pero terminó desplomándose en alguna de las mesitas alrededor de una islita[1]. Estaba harto de esperar y sin embargo no podía hacer nada; su celular no tenía saldo como para que él pudiera llamarle a Deidara.

Entonces, a la mitad de la canción en curso, al coro lo sustituyó un sonido agudo, que se hizo todavía más potente a los oídos de Naruto gracias a los auriculares. El rubio se echó para atrás violentamente y soltó una exclamación. Por poco perdió el equilibro de la silla. Algunos que pasaban por ahí le echaron una mirada, mas no dijeron nada y continuaron su camino al ver que el rubio maldecía y se sacaba los auriculares de un jalón.

Revisó el celular. Era un mensaje de Deidara.


"Uh, se me olvidó decirte que hoy iría al museo a ver lo de la exposición. Lo siento. Vuelve tú solo a casa."


El rubio tuvo que leerlo más de dos veces antes de dar un grito de frustración interno y dejarse resbalar sobre la silla. ¿Pero qué se creía Deidara? Era un idiota, pensó. Aunque bueno, por lo menos si Kiba estuviese con él, la espera no se le haría tan larga.

Se levantó y se echó la mochila en la espalda, dispuesto a seguir la sugerencia de su hermano y regresar a casa. Comenzó a caminar entre la gente y, quizá por algún impulso, destino, o vete tú a saber qué, el rubio desvió el rostro a un lado, hacia la inclinación de área verde donde algunos estudiantes conversaban, leían, o simplemente pasaban por ahí... Y lo vio a él. A Gaara sentado bajo un árbol que le proporcionaba sombra. El pelirrojo sostenía entre sus manos un libro; sus ojos aguamarina fijos en las palabras como si nada más en el mundo existiera.

Naruto parpadeó varias veces, asegurándose de que lo que miraba era real y no una mala jugada de su mente. No pudo evitar el tirón en el estómago que lo sacudió en el momento, como si saltara de un helicóptero al vacío, acompañado de un agradable dolor en el pecho. Se quedó contemplando al taheño por algunos segundos con una expresión tan inusual que sólo usaba cuando miraba a Sasuke: Las mejillas teñidas de rojo, los ojos azules ligeramente expandidos y los labios un poco separados, como sumido en otra dimensión o un sueño.

De acuerdo, quizá estemos expresándonos demasiado cursi, pero es que no había otra manera de describir su rostro. Y es que él reaccionó después de que los segundos se trasformaron en minutos para sacudir la cabeza y mirar a otro lado, pensando en lo ridículo que estaba siendo y sería.

A la derecha de él estaba la islita de comida, y en un movimiento rápido, Naruto se puso cara a cara con ella. Esta tenía una especie de espejo donde la gente pagaba la comida; abajo un orificio rectangular para que se entregara el dinero y recibiera el cambio. El rubio le dirigió una mirada ceñuda a su reflejo en aquél vidrio; sus ojos azules inspeccionándose la cara y lo que podía de la ropa. Decidió que su cabello estaba desordenado, así que se lo revolvió con frenesí dejándolo aún más desordenado (aunque él lo encontró perfecto). Luego se miró con más minuciosidad para ver si tenía alguna imperfección, y finalmente se acomodó su camiseta naranja. Listo y hecho, nuestro querido rubio giró sobre sus talones y fue a descender por la pequeña precipitación, sin darse cuenta de que el encargado de cobrar dentro de la islita estaba muriéndose de risa.

El corazón se le aceleraba más conforme la distancia con el pelirrojo se acortaba. Sin embargo, Gaara no parecía darse cuenta del curioso chico que caminaba nerviosamente hacia él. Pero, contrario a lo que cualquiera supondría, Naruto no se dirigió específicamente a Gaara, sino que caminó a un par de metros detrás de él y se quedó parado, pensando.

Pensando en muchas cosas realmente, todas ellas (o la mayoría) en torno al chico de cabellos rojos y ojos verdes. Quería acercarse y hablarle, escuchar su voz y tener un momento en el que sus miradas pudieran conectarse. Sentía una extraña atracción hacia él, como si en su interior hubiera un imán del polo opuesto a Gaara. Recordó su deseo por encelar a Sasuke y recuperarlo (aunque mucho tratara de negar lo último), e inminentemente, también le vino a la cabeza la manera en la que Gaara intentaba ocultar sus lágrima tras una mirada fría, diciéndole cosas que él ni siquiera entendía.

Se relamió los labios y metió la mano en su bolsillo, encerrando en celular en su puño. Caminó hacia Gaara con pasos calmados, y cuando se encontraba dos metros detrás de él, tomó aire y se pegó el celular a la oreja.

— ¿¡Por qué no me avisaste que no estarías, Deidara!?—prorrumpió el rubio pasando a un lado de Gaara, con la típica expresión de una persona que está muy sumida en una conversación por celular—. Me tienes esperando más de media hora aquí, y ni siquiera te has dignado a llamarme...

Decía lo primero que le venía a la mente, teniendo en cuenta que internamente estaba muy nervioso y hacía todo lo posible para que las piernas no le flaquearan. Se había parado a un lado de Gaara con tan solo medio metro de distancia, y hacía como si ignorara su existencia mientras discutía con el fantasma de la otra línea.

—Oh, pero no te preocupes por mí—continuó, mirando a todas partes excepto al pelirrojo, que para buena suerte de Naruto (o quizá mala) había identificado su voz y levantado la mirada, observándolo con una ceja (imaginaria) ligeramente arqueada, aunque su expresión denotara más bien indiferencia—. Me la he estado pasando fantásticamente esperándote, ¡de veras!

Naruto agradeció que su mente estuviera tan productiva en ese momento (y que no se hubiera quedado en blanco como en otras ocasiones en las que se ponía nervioso): Empezó reclamándole a su hermano por no haber llegado y terminó hablando sobre la vez que su madre le pegó seis nalgadas a Deidara por haber hecho explotar la lavadora cuando tenía diez años. Interesante lo que hace la mente cuando es forzada, pensó el rubio.

—Y vete olvidando del arte—decía ahora, con los bazos cruzados—, porque a ningún museo le interesarán tus tontas esculturas de arcilla. ¿¡Me escuchas!?

Hizo una pausa, dizque esperando a que Deidara contestara. Sin embargo (y para su sorpresa) fue otra voz la que quebró la pausa:

—Probablemente podría escucharte si no tuvieras el teléfono al revés—prorrumpió Gaara de repente, provocando que lo que fuera que tuviera planeado decir el rubio, muriera a la mitad de su garganta.

Sintió que el alma se le caía a los pies, y daba gritos de victoria internos porque Gaara le había dirigido la palabra. ¡Su plan había funcionado! O eso pensó hasta procesar lo dicho por el pelirrojo. Y entonces, el alma volvió a caérsele a los pies, sólo que esta vez se sintió tan estúpido como aquellos que llevan chamarra en días calurosos.

Apartó el celular de su oído en un movimiento rápido, dándose cuenta de que, en efecto, estaba al revés. Se maldijo en su interior de todas las formas que conocía, mientras que por el exterior se sonrojaba de vergüenza. Había hecho el ridículo frente a Gaara... Otra vez.

No sabía qué decir. Su boca estaba semi abierta mientras Gaara lo contemplaba con expresión inmutable. El uniforme de la cafetería había sido sustituido por unos jeans azul oscuro y una camiseta de manga larga color gris, que se inclinaba un poco más por el negro. La luz del sol le pegaba en medio rostro, provocando que su cabello obtuviera un rojo más intenso.

Naruto tuvo la tonta idea de que, además de Sasuke, jamás había visto un rostro tan perfecto.

Sin embargo, cuando por fin se animó a hablar, Gaara rompió contacto visual y cerró el libro, con claras intenciones de levantarse y largarse. Esto, contrario de dejarlo sin palabras, hizo que Naruto actuara más rápido y detuviera al pelirrojo antes de que éste lograra levantarse.

— ¡Gaara, espera!—gritó el rubio hincándose sobre el pasto y soltando el celular para tomar a Gaara por los hombros cuando él ya estaba medio levantado. El taheño lo miró con cara de pocos amigos—. Eh... Lo siento...

A pesar de su disculpa Gaara no cambió su expresión, lo que alentó a Naruto a soltarlo y echarse para atrás para sentarse en en el pasto, a su lado.

—Me estás siguiendo—dijo Gaara, no como pregunta. Estaba afirmándolo y en su voz había un tono desdeñoso—. ¿Qué es lo que quieres?

El rubio negó con la cabeza y las manos.

— ¡No es verdad! ¡No estoy siguiéndote!—se defendió, como si estuviera negando sus cargos frente a la Santa Inquisición—. Mi hermano estudia aquí; sólo estoy esperándolo.

El chico esperó por alguna reacción del pelirrojo, pero él simplemente lanzó un bufido.

— ¿Ah, sí? Me importa un pepino si tu hermano estudia aquí, o si eres tan tonto que no sabes siquiera cómo sostener un celular—tomó aire, obligándose a callar al notar la expresión herida del chico. Luego exhaló—. Dime qué es lo que quieres.

Hubo un momento de silencio. Naruto hizo de sus labios una fina línea y pensó: ¿Qué era lo que quería?... "Fácil. Quieres darle celos a Sasuke para recuperarlo. Eso y..."

—Ayer te veías muy mal cuando nos encontramos en la calle—soltó, con voz increíblemente seria. Sabía que no debía tomárselo como un juego si no quería arruinar las cosas de nuevo—. Y también me dijiste cosas: Que odias que la gente juegue contigo.

—¿Y?—preguntó el otro, tajante. El de los ojos azules se mordió los labios.

—Quería saber qué te sucede.

El taheño frunció el ceño.

— ¿Y cómo para qué? No es algo que te interese de todas maneras—contestó mirando a otro lado. La forma en la que lo decía era como si arrastrara las palabras en su lengua—. No tengo por qué decirte nada.

—No tienes—de pronto, Naruto comenzó a reírse nerviosamente, y Gaara ahogó un ruidito—. No tienes qué decirme—completó, rascándose la nuca—. Es sólo que estaba preocupado por ti... Y te vi y quise preguntarte.

Gaara desvió el rostro. Tenía el ceño fruncido y los labios ligeramente apretados.

—Nada—contestó secamente, seguido de una pausa. Le echó una mirada de reojo a Naruto y, pasados unos segundos, supo que el rubio no había entendido que su respuesta terminaba en "nada". Suspiró—. Solo que me despidieron.

Naruto expandió la mirada antes de preguntar el porqué: Los ojos tan grandes que parecía que le iban a salir disparados. Su expresión era como si lo estuvieran insultando a él mismo. Sin embargo, cuando miró al pelirrojo torcer los labios, se relajó un poco.

—Porque derramé café caliente sobre uno de los clientes—continuó Gaara con cierta amargura.

— ¿Por accidente?

—Sí, por accidente.

Gaara pareció meditar la respuesta. Sin embargo, Naruto no dijo nada y se dedicó a meditarlo por un segundo, con los ojos puestos al cielo y el dorso de la mano sobre la boca. Por suerte, habló justo antes de que Gaara decidiera levantarse y largarse.

—Entonces no fue una razón muy justa como para correrte—apuntó, con una sonrisa que resplandecía como el sol del que lo cubría la copa del árbol—. Más nos lo merecíamos mi hermano y yo por la estupidez que hicimos.

El pelirrojo se encogió de hombros.

—No importa.

— ¿No importa?—Gaara negó con la cabeza—. ¿Entonces qué pasó después, para que te molestaras tanto?

Naruto sintió entonces que abusaba de una confianza de la que ni siquiera gozaba. El pelirrojo dudaba cada que le respondía, y no podía evitar seguir preguntando a pesar de que Gaara no hubiera respondido lo que a él más le interesaba.

—Porque necesito el trabajo.

—Entonces sí importa.

Gaara rodó los ojos, tomando en cuenta de que no podría deshacerse del rubio tan fácilmente.

—Necesito dinero—dijo y luego hizo una pausa—. No me arrepiento de lo que hice, pero pagué las consecuencias de quedarme sin empleo. Por eso estaba molesto.

— ¿Dinero para qué?

La pregunta no fue contestada rápido, y el rubio empezó a sentirse incómodo. Una sombra había surcado los ojos de Gaara, contrastando con la expresión dolorida que mostraba su rostro. Naruto sintió un hueco en el estómago.

—Para un tratamiento—mustió el taheño en un hilito de voz—. Tengo a un familiar enfermo...

Le siguió a aquellas palabras el silencio. Empero, Gaara al parecer ya no tenía ganas de irse. Se había quedado en su lugar con una mirada perdida enfocada en un punto en la nada. Y por su parte, Naruto sentía el golpe de la empatía en el pecho; debía ser difícil para Gaara, ¿verdad que sí? Si hubiera algo que pudiera hacer...

"¡!"

¿Sería tan egoísta juntar tus propias intenciones con el deseo de realizar una buena acción?

— ¡Sé mi novio, Gaara!— prorrumpió el rubio con voz firme, mirándolo fijamente con una determinación que era digna de admiración. Gaara volteó a verlo, completamente desconcertado—. Mi novio falso—completó, riendo con nerviosismo—. Sólo por un tiempo, y no dudes que después te ayudaré a pagar el tratamiento de tu familiar (padre, madre, hermano... ¡Lo que sea!) Pero, por favor, sé mi novio.

¿En qué clase de horrible persona se estaba convirtiendo? Gaara lo estaba mirando horrorizado.

— ¿Estás pidiéndome que... me venda? ¡Estás loco!—recriminó molesto. Sin embargo, el rubio negó con la cabeza.

—No he dicho ni remotamente eso. Quiero hacerlo de corazón, pero también quiero que seas mi novio...

Estaba rojo. Tan rojo que se podría derretir el hielo puesto en sus mejillas. Gaara recordó al rubio de la cafetería que había estado temblando como gelatina cuando su hermano le hizo la propuesta. Ahora era un tanto diferente, con más confianza y podía mirarlo a los ojos, aunque igual de infantil. Le estaba pidiendo ser su novio por un tiempo, ¿qué tan malo era eso comparado a lo que antes hacía? Y si eso le ayudaba con el tratamiento de Sasori...

¿Realmente era buena idea aceptar? Se preguntaba el pelirrojo mientras miraba al curioso rubio de la expresión expectante y las mejillas tan rojas como una manzana.


 ~*~


Podría jurar que veía lucecitas alrededor, y la voz de Tobi retumbándole en los oídos como un tambor cuando cayó y se golpeó la cabeza. El rubio soltó un quejido de dolor mientras abría los ojos, medio viendo que el buen chico ayudaba a alguien a levantarse.

—Perdone a Deidara-sempai, por favor. Es que no se ha fijado por dónde iba.

Deidara gruñó, quitándose las cajas de encima con un manotazo. Tomó su celular, se incorporó y todo le dio vueltas de nuevo, así que tuvo que sostenerse la cabeza con la mano mientras le dirigía una mirada ponzoñosa a la persona con la que había chocado.

—Fíjate por dónde vas, imbécil—le soltó, en tono venenoso. Procedió a acomodarse las ropas y su larga cabellera rubia—, hum.

Aquél chico le dirigió una mirada filosa, después de soltarle un gracias a Tobi.

—No hay de qué. Tobi es un buen chico—dijo felizmente el moreno y se puso a recoger las cajas.

—No es mi culpa que tengas tan poco cerebro para no ver por dónde caminas, mocoso—gruñó el chico a Deidara, quizá con mucho más desdén del que el rubio había utilizado.

Deidara expandió la mirada ante el comentario del otro, mirándolo realmente cabreado. El chico, por su parte, le regresó una burlona mirada color café ceniza y una sonrisa socarrona, mientras también se sacudía las ropas.

— ¿Mocoso?— replicó el rubio, soltando una risa después—. Si estás mucho más enano que yo, hum.

Era cierto. El chico parecía medir aproximadamente un metro con sesenta y cuatro; además era muy menudo, y tenía cara de escuincle de quince años. En su vida Deidara se dejaría insultar por alguien así.

El de ojos cafés lucía una melena pelirroja alborotada, donde se escondieron sus cejas cuando él las arqueó.

—Como sea; no tengo ganas de discutir con un mocoso retrasado—contestó, simple y sencillamente, sacando a Deidara de sus casillas y poniéndolo rojo del coraje.

El pelirrojo rió, aunque por un momento pareció levemente cansado. Deidara abrió la boca, listo para mandarlo al Diablo.

—Uf, estas cajas están pesadas—interrumpió el buen chico con tono de cansancio, rompiendo con el tenso ambiente que manaba del pelirrojo y el rubio—. ¿Qué es lo que hay en ellas?—preguntó al taheño al haber terminado de juntar las cajas.

El chico abandonó los ojos azules de Deidara y miró a Tobi.

—Son mis marionetas—contestó, de pronto con la voz muy baja.

— ¿Marionetas?—inquirió Deidara despectivamente burlón—. ¿Así como las de Los Muppets o Plaza Sésamo, hum?

El taheño le lanzó una mirada venenosa.

—Es arte, mocoso ignorante—hizo una pausa para tomar aire—. Pero claro que no me esperaría que alguien como tú conociera de estas cosas.

Deidara arqueó una ceja, claramente indignado.

— ¿Arte esos títeres? ¡Por favor, hum! Debes estar bromeando.

El pelirrojo estaba por replicar cuando Tobi notó la rivalidad entre los dos e interrumpió.

— Oh, ¿entonces usted también viene por la exposición?— preguntó el Uchiha, animado y curioso.

—Exactamente—dijo el pelirrojo con una media sonrisa un tanto orgullosa—. Apenas vengo a presentarme.

— ¡Qué emocionante! Estará junto con sempai—se emocionó el pelinegro—. Estoy ansioso por ver lo que presentará—hizo una pausa imprevista—. Por cierto, me llamo Tobi Uchiha—se presentó extendiendo una mano hacia el pelirrojo, quien vaciló un poco antes de aceptar.

—Akasuna—respondió, con un apretón de manos un poco más débil que el del Uchiha—. Akasuna no Sasori.

—Mucho gusto, Sasori-san— dijo el moreno y luego abrazó a Deidara por los hombros—. Y él es Deidara-sempai. Se presentará con usted en la exposición.

Sasori se mostró un poco sorprendido.

— ¿Ah, sí? ¿Es artista?—preguntó, aunque su tono de voz bajó un poco, como si no le tomara importancia, lo cual enfureció a Deidara, quien se cruzó de brazos y lo miró con las cejas juntas mientras el otro procedía a levantar las cajas del suelo.

— Por supuesto, hum. El concepto de mi arte radica en todo aquello que es efímero—contestó muy seguro de sí, a lo que el pelirrojo soltó una especie de carcajada que lo hizo temblar mientras cargaba las cajas. Sus brazos temblaron y Deidara se preguntó cómo es que era tan pequeño y podía con el peso de éstas.

Y sin embargo, también notó que su voz era muy tranquila. Muy hermosa si no tuviera tan pedante dueño, pensó.

—Qué estupidez—soltó Sasori, dando media vuelta y caminando en dirección a la oficina—. Lo único que define el arte es aquello que es...—hubo entonces una pausa larga, donde él detuvo el paso y arrastró la consonante. Deidara y Tobi arquearon las cejas, y el pelirrojo se balanceó ligeramente de un lado para otro—... Eterno...—terminó de decir antes de desplomarse contra el suelo.

— ¡Sasori-san!


~*~



Itachi Uchiha degustó su dango como si fuera el postre más delicioso del mundo, con sus ojos cerrados para sumergirse en el sabor. A su lado su hermano menor Sasuke tenía los brazos cruzados y el ceño ligeramente fruncido. Algunos segundos después le lanzó una mirada, y al ver que el mayor estaba tan concentrado con el dulce, soltó un gruñido.

—Hey, nii-san. ¿Estás escuchándome?—preguntó.

El mayor abrió los ojos, terminó el dulce y puso toda su atención en Sasuke.

—Lo hago—contestó sinceramente—. Estabas hablándome sobre Naruto.

Sasuke suspiró después de un silencio prolongado. Los hermanos estaban en la oficina de su tío Madara, que era el jefe máximo en el hospital de la cuidad. Ambos Uchiha siempre habían soñado con ser médicos, y Madara les permitía estar un su oficina siempre después de clases para aprender. Sin embargo, esta ocasión, a Sasuke sólo le interesaba hablar de cierto rubio.

—Ese idiota—soltó, rodando los ojos—. Siempre se la pasa regañándome por todo y viendo cosas donde no las hay. No lo soporto.

Itachi lo miró inquisitivo, se apoyó en el sillón y cruzó una pierna.

—Ya no es necesario, después de todo cortaron, ¿no?—rió un poco pero al ver la mirada filosa de su hermano, se encogió de hombros—. En fin, ¿seguro de que no las hay?

—Seguro—respondió el menor—. Ino resbaló y cayó sobre mí. Además yo nunca tendría nada con esa tipa.

El mayor rodó los ojos y dejó hablar a su hermano.

—No sé. Creo que lo mejor sería explicarle todo de nuevo y arreglar las cosas—continuó y luego frunció el ceño—. ¡Maldito kitsune! Siempre hace que me trague el orgullo.

Itachi sonrió y se levantó, con una repentina sed.

—Tonto hermano menor. Si lo quieres tanto, ¿por qué no arreglaste las cosas en primera instancia?—Sasuke hizo una mueca, sonrojándose e ignorando a su hermano mientras éste pasaba por su lado—. Tengo sed, ¿te traigo algo de la máquina?

—No, gracias—respondió el otro muy digno.

El moreno se encogió de hombros y salió. Tuvo que bajar por las escaleras, pues la máquina del segundo piso no servía y el elevador estaba lleno. Entonces en el pasillo de la entrada, ya con una botella de agua en la mano, una voz peculiar llamó su atención. Itachi giró sobre sus talones, topándose con Tobi y Deidara acompañando a alguien que iba en una camilla. El rostro de su primo era una mueca de total preocupación, al igual que la de Deidara (aunque éste mostraba un poco más de resignación).

¿Pero quién era el pelirrojo que yacía en la camilla? 

 

Notas finales:

[1] Una islita, es como un tipo de establecimiento en las escuelas donde venden comida xD Así les dicen en la mía xD

¿Qué les pareció? n///n Yo sé que esto va para largo, y mi mano comenzó a escribir mientras mi cabeza planeaba toda la historia, jaja. Sólo me queda decir que, con respecto al ItaSaso/SasoDei, creo que mi pareja rojinegra va ganando xD ¡No saben en verdad cuánto me gustan estos dos! uwu

Espero que les haya gustado aunque sea un poquitín el capítulo :3 Y si no, pos me corto las venas con una lechuga xD ok no. ¡Hasta la próxima!  


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