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Hasta el amanecer por Kazumi Andy

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Notas del capitulo:

Aquí reportandome con el segundo capítulo, espero que les guste ^^ ahora sin más...a leer

 

-Tetsuya….Tetsuya ¿Dónde estás?- gritaba una mujer de unos 35 años mientras buscaba a cierto peliceleste por todo el castillo.- seguro volvió a salir.

 

Erika solamente suspiró y decidió continuar con las labores que aún tenía pendiente. No podía impedir que su hijo saliera sin que ella se diera cuenta; esa era una habilidad que aún no entendía muy bien. Porque siempre había sido así. Desde que lo crio hasta que fue creciendo, siempre supo que ese niño que alguna vez encontró en un canasto, era especial. No por su color de ojos o su peculiar color en el cabello; sino más bien…por ser él mismo. Era tan tranquilo, tan indiferente con el mundo; tan…invisible. Esa era la palabra que podía definirlo mejor. Sonrió al recordar ese incidente cuando Tetsuya había cumplido 5 años; lo estuvo buscando por todo el mercado; estando todo el tiempo detrás de ella. Era como una pequeña sombra que siempre estaba a su lado. Y a pesar de no ser su hijo; no podía negar que le tenía un cariño muy especial desde el día que lo acunó por primera vez en sus brazos. Claro que algo nunca dejaba de rondar en su cabeza y eso era la identidad de los padres de Kuroko Tetsuya.

 

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Se encontraba frente ese árbol que siempre le daba una cálida sombra cada vez que se escaba del castillo. Muchos le habían contado que ese árbol estaba ahí desde el día que los bandidos atacaron el reino de Seirin; una fecha inolvidable para el pueblo. Cuentan que ese día el rey murió a manos del jefe de los bandidos; pero que antes de tomar el trono fue atacado por el sobrino del rey; siendo proclamado heredero del reino inmediatamente. También que hallaron el cadáver de la reina a los pies de un viejo roble. Nadie supo cómo había llegado ahí; o que había pasado con él bebe que esperaba tan ansiosa. Muchos piensan que murió antes de poder conocer la luz del día. Kuroko miro con curiosidad del árbol ¿De verdad había sucedido algo tan trágico antes de que el naciera?

 

Los dioses habían castigado de tal manera a ambos reyes; pero…sabía que el rey no había sido una persona muy amable en esos tiempos; ¿Por qué involucrar a su esposa y a su hijo? 

 

Solo se quedó pensativo, sabía que no hallaría respuesta alguna si se quedaba viendo aquel árbol. Se acomodó bien su túnica y decidió ir a visitar el pueblo.

 

Claro que de todas maneras ya conocía el camino de ida y de regreso, no por nada había sido criado en una pequeña cabaña junto al mercado. Y a pesar de ser un simple campesino; tenía la libertad de visitar el castillo cuando quería. Incluyendo el hecho de que su madre era una de las criadas; y que influía mucho que el rey Kiyoshi lo quería como si fuera su propio hijo. Desde pequeño siempre le encantaba recorrer todo el castillo, buscando pasajes secretos o tesoros ocultos que aún no se describían; además, por su falta de presencia (Que fue nombrado así por Kiyoshi) siempre podía salir o entrar a algún lado sin que alguien se percatara de él.

 

-Kuroko-kun.- volteó la vista y se encontró con un castaño, seguido de un pelinegro con expresión tranquila.- Pensé que estarías en la biblioteca.

 

-Buenos días Koganei-senpai, Mitobe-senpai- saludo Kuroko con su típica inexpresión.- Hoy estaré por el pueblo, antes de que mi madre se percate de que ya no estoy.

 

Mitobe sonrió  y Koganei tradujo sus palabras, o lo que entendía.- Kuroko-kun siempre logra escaparse del castillo.- Kuroko mostro una leve sonrisa.- Pero ¿Por qué siempre llevas esa túnica puesta? ¿No te da calor?

 

Kuroko bajo la mirada y solo suspiro. Cada persona le hacía la misma pregunta siempre que lo conocían; pero no podía responder con la verdad. Su piel blanquecina escondida bajo aquella túnica; no era un opción para él, más bien, era una obligación. Había nacido maldecido con algo que ni siquiera el rey fue capaz de entender, si recibía el mínimo toque del sol, sus huesos se romperían en un instante. No pudo entender del todo aquella situación hasta el incidente de hace algunos años; pero ese no el momento para recordarlo. Solo levanto la vista y contentó:

 

-Es cómoda para mí.- fue la única idea que tenía en ese momento. Cuando era invierno y otoño podía usarla sin ningún problema; pero en cuanto el verano hacía su presencia, las preguntas volvían. Para no tener que responder algo más se despidió con una pequeña reverencia y decidió volver al castillo.

 

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-Erika.- dijo Kiyoshi al verla entrando en su despacho.- ¿Volvió a salir?

 

Sonrió resignada y asintió.- No puedo impedir que lo haga, siempre escapa de mi vista.

 

Kiyoshi dejó escapar una pequeña risa ante lo dicho por Erika. Ser madre de ese pequeño debía ser una tarea muy difícil. Recordó cuando conoció al pequeño Kuroko Tetsuya (apellido que heredo de Erika), era un pequeño de tan solo un año de edad que fácilmente desaparecía ante la vista de cualquiera si no prestabas la mínima atención. Le había adoptado un gran cariño y siempre era bienvenido en el castillo para estar junto a su madre; por eso mismo se lamentaba el hecho de que aquel niño hubiera nacido con esa maldición que ningún brujo fue capaz de curar. También vino a su memoria la primera vez que lo descubrió; si no hubiera llegado a tiempo seguramente en ese momento Kuroko no estaría con ellos.

 

-¿Ya has encontrado algún indicio de la identidad de sus padres?- preguntó Kiyoshi con curiosidad.

 

-Sabes bien que no he podido.- Erika lo fulminó con la mirada.- Han pasado 16 años desde que lo encontré junto a la fuente

 

-Al igual que la muerte de mis tíos.- susurro Kiyoshi para sí mismo.

 

Ambos se dirigieron una mirada cómplice. Para Kiyoshi que Tetsuya fuera el hijo perdido de la reina era una posibilidad demasiado cercana; pero muy frágil como para comprobarlo; pero Erika siempre involucraba algún argumento para negarlo. Además; siempre agregaba, ninguno de los reyes tenía ese cabello celeste con el que fácilmente podían reconocer al joven; junto con otras cosas…siempre lograba evadir el tema y desechar esa idea. Erika sacó de su mandil un papel viejo y muy demacrado por los años que lo conservaba; era el mismo que había encontrado en el canasto aquella noche. Aún recordaba la fina letra negra enmarcada en el papel que decía:

 

“Soy Tetsuya, por favor cuida de mí.”

 

Además de eso, en la parte inferior del papel había un extraño símbolo. Era un sol de color rojo que siempre relucía cuando se acercaba al sol; y a pesar de que hayan pasado tantos años desde que encontró ese papel, aquel símbolo seguía exactamente igual.

 

-Podría ser que…

 

Erika sabía bien lo que quería decir Kiyoshi.- su majestad.- uso un tono sarcástico al decir eso.- bien sabe usted que eso es imposible; Tetsuya no es hijo de los reyes.

 

-Erika hemos pasado por esto muchas veces.- Kiyoshi se levantó de su asiento y se acercó al cuadro que estaba colgado sobre una pequeña chimenea. En esta se podía apreciar a ambos reyes; uno con una expresión fría en el rostro, la otra, con una sonrisa cálida abrazando su pancita de cinco meses.- Kuroko no tiene mucho parecido con mis tíos; pero cada vez que veo sus ojos…veo a mi tía, puedo verla a ella.

 

Kiyoshi caminó por toda la estancia y espero a que Erika mencionara algo; al no escucharla decidió continuar.- el chico está por cumplir 16 años al igual que el aniversario de la batalla; lo encontraste un día antes de que encontraran el cadáver de mi tía; sé que es difícil para ti esto; pero tienes que aceptar que Kuroko puede ser hijo de los reyes.

 

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No emitió sonido alguno; no quería que lo descubrieran en ese momento. Había estado detrás de la puerta desde que empezaron la conversación; algo le decía que debía irse; pero sus piernas no le respondían…

 

¿Hijo de los reyes?

 

No, no era posible, él era Kuroko Tetsuya, un simple aldeano con poca presencia y una maldición que le desgraciaba la vida. No era un príncipe, ni heredero del trono…ni nada de eso. Respiro con algo de dificultad y salió lo más rápido que pudo del castillo. Mil y un pregunta se formaban en su cerebro; todas sin respuestas.

 

Cuenta la leyenda que al centro del Gran Bosque podrás encontrar a la doncella del sol, ella lo sabe todo, es capaz de responder cualquier pregunta; pero la travesía para encontrarla podía costarte hasta tu propia vida.”

 

 

Kuroko se detuvo al recordar la leyenda que su madre siempre le contaba desde pequeño. Eso era un simple cuento infantil, no podía ser real… ¿O sí? ¿En verdad la doncella del sol existía?...y si era así… ¿Hasta qué punto del bosque tendría que ir para encontrarla?

     
Notas finales:

Ahora si comenzamos todo ewe Mas tardar actualizare el lunes; pero bueno, espero que les vaya gustando y muchas gracias por leer.

     

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