Al escuchar esas palabras de esa mujer, deje mi cabeza agachada cuando me sentaba, y rogaba Sebastián niégalo, por favor niégalo, di que es la visita de una amiga, que es tu hermana o una prima, pero por favor no reafirmes las palabras que ella dijo recién, niégalas, con una sonrisa o molesto, pero no me hagas esto por favor Sebastián te lo ruego, por favor no me destroces el corazón.
El silencio reino en la habitación por un leve instante, lo cual hizo que me sintiese más incómodo, la ansiedad a esperar la respuesta de ese mayordomo, me hacía desesperarme, un dolor agudo estaba en mi pecho, sentía que si el confirmaba las palabras dichas anteriormente, me rompería en pedazos, tenía miedo, me aterraba la idea de que Sebastián se alejaría de mí. Levante mi cabeza, tragándome todo mi dolor y mis alborotados sentimientos, mirándolos con una actitud arrogante, les dije -Eeehh?... vaya el mayordomo no había mencionado nada al respecto. _Dije sarcásticamente. Sebastián seguía en silencio, no respondía a nada, me empecé a impacientar, el no quería contestar, solo seguía mirándome en silencio, pero yo anhelaba oírle yo quería que me respondiese, que me dijese algo, aunque en ese momento lo que realmente quería escuchar de él , no era que él se casaría, no era eso lo que ansiaba oír, deseaba que dijese que sentía algo por mí, que él no se iba a casar, esperaba que el rompiese con ella, tenía ilusiones, quería aferrarme a esa esperanza, aunque fuesen mentiras, prefería caer en el dulce veneno de una mentira que desmoronarme ante la realidad, decidí seguir con la conversación . –Sebastián, cuando te casaras con ella? _había decidido preguntarle directamente, necesitaba escuchar de él la respuesta, por la cual esperaba ansioso, aun así dentro de mi ansiaba a que el dijese que era mentira, que era ella solo estaba jugándome una broma. –nos casaremos dentro de un mes. _Dijo el mayordomo mirándome fijamente a los ojos. _sus palabras me derrumbaron, maldición!! sentía un dolor en mi garganta, eran ganas de llorar, pero yo no me lo podía permitir, no podía llorar en frente de él, no podía caer tan bajo y dejar al descubiertos esos sentimientos que sentía por él. - que vas hacer entonces? Seguirás trabajando en la mansión o te iras con tu prometida? _Dije mientras sentía que el dolor de mi pecho se hacía más fuerte. No sabía qué hacer, cualquier decisión que tomase el mayordomo me afectaría, solo tenía que esperar tranquilamente su respuesta. – joven amo, si usted me lo permite, me gustaría seguir trabajando en La mansión Phantomhive. _dijo el mayordomo mientras me hacía una reverencia. -entonces no hay nada más que decir. Tisha y Sebastián se quedaran en la mansión y se le entregara una habitación a tu prometida. Quería echarlo, quería que se fuese con esa maldita perra ganas no me faltaban, pero mierda no podía, mi corazón no me lo permitía, aunque no volviese a estar nunca más con él, tenía la necesidad que se quedase a mi lado. Me levante del sofá, con la intención de abandonar el lugar, quería regresar a mi habitación, no quería que me viesen desmoronarme, empecé a subir las escaleras y empecé a llorar, maldición estaba herido, no lo podía evitar estaba dolido, subía los escalones rápidamente, no quería que lo notasen, que quería que me viesen destrozado, al entrar en mi habitación, cerré la puerta y le puse seguro, mis piernas perdieron la fuerza que las sostenía, caí en el piso, de mis ojos fluía la sustancia que representaba el dolor que sentía, mis sentimientos se desbordaban al igual que mis lágrimas, no lo podía evitar, no podía hacer nada más, al igual a un niño perdido, el llorar era la única opción, el único sonido que había en la habitación, era mi voz entre cortada que intentaba no ser escuchada. me maldije a mí mismo por haber nacido hombre, no lo podía soportar, no podía aceptar que el haya dicho esas palabras, pero yo era consiente de todo, es mi culpa después de todo yo deje seducirme por alguien a quien conozco recientemente, hace poco tiempo empezó trabando aquí y en los primera oportunidad termine acostado con él, realmente yo soy el culpable, es mi culpa por ser tan ingenuo, en un lapso corto de tiempo había logrado desarrollar sentimientos tan fuertes por él. Ese día después de llorar intensamente, me bañe con agua fría, con la intención de relajarme y salí de la habitación y me comporte como siempre lo hacía, de una forma arrogante lleno de orgullo, un comportamiento digno de un conde.
Estaba dispuesto a enterar estos sentimientos que me habían alterado tanto, dispuesto a arrancarlos de mi pecho, decidido a deshacerme de estos a olvidarlos, pero aun así yo cada noche soñaba con sus caricias, con sus besos, mi alma, mi cuerpo, mi mente y mi corazón fuertemente lo deseaban, quería amarlo nuevamente quería sentirlo cerca de mí que su respiración acaricie mi piel, que sus heladas manos me toquen, pero era imposible, ahora ya no podía estar a mi lado nunca más, tenía que sacarme sus huellas todo lo que dejo en mi tenía que borrarlo , pero estos sentimientos eran más fuerte de lo que creía, aun así yo quería olvidarlo.
El mayordomo volvió a como éramos en el principio, haciendo todo su trabajo perfectamente. Todo sucedía lentamente de una manera casi ficticia, cada vez que el me desvestía mi piel se erizaba ansiosa de sentir a sus manos tocándome, pero eso ya no sucedía, en el único momento en que sus manos tocaban levemente mi piel era cuando me bañaba. Yo curioso un poco le pregunte
-Sebastián tu a ella la amas?
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