Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

[Reviews - 129]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Debo agradecer a todas las personas que leían entre las sombras y que se han animado a dejarme su genial comentario.
Con todo este relajo del "paro" de autoras me di cuenta de que yo también estaba haciendo mal como autora, pues recibo geniales reviews y no los contesto, pues muchas veces no me da tiempo. Es como cuando alguien por facebook chatea con otra persona y ésta lo deja en "visto"
Quiero decirles que voy a cambiar eso, por hoy dejo este capítulo y mañana prometo contestar los reviews recibidos, que créanme son mi motor para seguir con esta historia.

...:::Capítulo 9— Dolor:::…

..::::..

.::.

.

 

Kagami, después del partido de basquetbol con sus amigos, había ido a casa junto a Ryo y Riko, había preparado una deliciosa comida. La chica intentó ayudar, pero se dio por vencida al saber que sus habilidades culinarias eran desastrosas, así que decidió al menos ayudar a poner la mesa y a entretener a un pequeño Ryo que era sumamente travieso.

Así los tres se sentaron a la mesa a degustar la deliciosa comida que el pelirrojo había preparado. Aquella cena pasó entre comentarios tranquilos, risas de los mayores por las cosas incoherentes que salían de la boca del niño y elogios de Riko hacia Kagami por la comida.

 

Pronto fue el momento en el que Riko debía despedirse y regresar a casa–que era la casa de su suegro, donde estaban viviendo ella y Satsuki–sin embargo el pequeño corrió hacia ella y prácticamente se adhirió a su pierna derecha, sin dejarla siquiera moverse.

—¡No quiero que tía Riko se vaya!— el pequeño miró a la trigueña, mostrando un puchero sin pensar en dejarla ir.

—Ryo, debo ir a casa, y tú debes descansar para mañana ir a la escuela.—

Kagami cruzó los brazos y mostró una pequeña sonrisa, sabía hacia dónde iba  la situación, así que solo se dispuso a esperar.

—Kagami. ¿Puedo llevarme a Ryo a casa?—

¡Bingo! Ahí estaba lo que Kagami esperaba de todo esto.

—Quiero ir a dormir con mi abuelito, papi.— Pidió suplicante el pequeño niño.

Kagami suspiró derrotado, aquello ya era como una costumbre; Ryo muy seguido se quedaba a dormir en casa de su abuelo, lo que no le gustaba demasiado, pues sus tías y su abuelo lo consentían con demasía.

—De acuerdo… pero solo por hoy.— El pelirrojo se dio por vencido.

—No te preocupes por nada, Kagami. Puedo llevarme una maleta con el uniforme de Ryo y mañana a primera hora lo iré a dejar a la escuela.— Riko sonó muy entusiasmada, y es que amaba aquellas ocasiones en las que podía acompañar a su sobrino hasta la escuela.

Asintió con la cabeza a las palabras de la chica y notó cómo el pequeño peliazul, muy feliz se dirigía hacia su cuarto para empacar todas las cosas que necesitaría.

 

Kagami le ofreció las llaves del auto a la chica para que llegaran hasta su destino; no quería ser grosero, pero no tenía otra opción, por supuesto que no quería ver a Daiki, y parecía que la trigueña lo entendía a la perfección, pues sin demora tomó las llaves del auto.

Riko y el pequeño se despidieron y se alejaron de ese lugar a bordo del coche.

 

Después de despedirlos en el pórtico de la casa, se dispuso a entrar y tomar asiento en el sillón, recargando su cabeza en el respaldo del mueble, sintiéndose de repente ansioso, exaltado, habían tantos pensamientos que llegaban a su mente, no sabía por qué se estaba sintiendo de esa forma.

No sabía cuánto tiempo había estado sentado en ese lugar absorto en sus pensamientos, hasta que el timbre de la casa lo sacó del trance.

Frunció el ceño al posar sus orbes sobre el reloj, no era una buena hora para recibir visitas, sin embargo no podía quejarse, pues de cualquier manera no pensaba irse a la cama tan temprano.

—Kasamatsu….— Musitó, adjuntando una sonrisa pequeña a sus palabras.

—Hey. ¿Llego tarde?— Correspondió al gesto y notó cómo el pelirrojo se hacía a un lado y le pedía entrar con un típico ademán.

—Demasiado diría yo.—

—¿Y Ryo?— Preguntó con curiosidad al no escuchar ningún grito o risa del pequeño.

—Con sus abuelos. Riko decidió llevárselo con ella.—

Kasamatsu no respondió nada, pero no deshizo su sonrisa, sabía que a Kagami no le gustaba mucho la idea de dejar ir a su hijo, pues lo consentían bastante, pero también tenía bien claro que esos momentos de soledad eran los que Kagami necesitaba para poner en orden sus pensamientos.

Y parecía que el pelirrojo necesitaba poner esos pensamientos en regla, ya que la mirada que denotaba no era muy típica de él, y aquello no pasó por alto a los ojos de Kasamastu.

 

—¿Estás bien?— Su pregunta se escuchó en un tono de preocupación. Miró cómo Kagami tomaba asiento en el sofá de la estancia y sin demora lo imitó, sentándose junto a él.

—He estado pensando… Que tal vez debería darle el divorcio a Aomine ya.—

Aquella confesión hizo que el pelinegro abriera los ojos con sorpresa, no esperaba que Kagami dijera algo así, en realidad ni siquiera tenía una ligera idea de si el pelirrojo firmaría los papeles de divorcio.

—¿Estás seguro?—

—No lo sé, es decir… es cierto que ya no lo amo, tenerlo aquí es algo innecesario, además… la única razón por la que él está aquí es por esos papeles y—

—Kagami…­— Trató de sacar al pelirrojo de sus pensamientos pero parecía que no había resultado.

—Debería firmarlos y dejar que se fuera por donde vino, su vida en Nueva York ya está hecha.—

—Kagami.— volvió a mencionar sin obtener ninguna respuesta.

—Todo esto es una confusión.—

Kasamatsu optó por levantarse del sillón, pararse frente a Kagami, ponerse en cuclillas y tomar el rostro de éste entre sus manos, intentando acaparar su total atención, lo que parecía que había servido, pues la mirada de ojos rojos de Kagami denotando un poco de sorpresa no se hizo esperar.

—Escucha, Kagami… No deberías pensar tanto en esto. ¿Por qué dejas que te afecte de esa forma? Eres la persona más calmada y madura que conozco como para verte perder así los estribos.—

La mirada de orbes rubíes cambió, ahora se podía ver un poco de tranquilidad en esos ojos.

—Quisiera que te divorciaras de él, así tu corazón sería mío…— Kasamatsu mostró un poco de dolor ante aquellas palabras que Kagami ya conocía de antemano. —… Pero no es la respuesta al problema… No es lo que tú quieres.—

 

Frunció un poco el ceño al escuchar aquella última oración. No entendía qué era lo que el pelinegro estaba tratando de decir, y tal vez ni siquiera quería saberlo, así que permaneció en silencio, sin interrumpirlo.

—No importa cuál sea la decisión que tomes, no estás solo. Me tienes a mí, tienes a tu familia y amigos…—

Un suspiro escapó de sus labios a las palabras, era cierto; muchas personas a lo largo de todos esos años no lo habían dejado solo, lo habían apoyado de todas las formas posibles. Sabía que cualquier decisión que tomara sería respaldada por todas esas personas.

No entendía como el pelinegro tenía esa facilidad de disipar todos aquellos malos pensamientos en su cabeza, pero al final de cuentas tenía razón.

 

Kasamatsu no despegó su mirada de la de Kagami, se levantó sólo un poco hasta acercarse más y poner ambas piernas a los lados del pelirrojo, sentándose en su regazo, posando sus manos sobre los hombros musculosos del otro.

—Te necesito…— Fue lo último que salió de los labios del pelinegro, antes de sentir cómo las manos de piel bronceada se colaban por debajo de su ropa y sentían cada centímetro de su espalda.

Kagami no perdió tiempo y dirigió sus labios hacia el cuello del otro chico, besando con ternura y mordiendo levemente la piel. Kasamatsu ladeó la cabeza para darle un mejor acceso, mientras sus manos se encargaban de deshacerse de aquella estorbosa camiseta que portaba Kagami.

 

Por fin se deshizo de dicha prenda, y aprovechó el momento para quitarse la suya, sintiendo nuevamente la hábil boca del pelirrojo sobre su piel, ésta vez sentía aquellos besos sobre su quijada, sobre sus mejillas, pero no sobre sus labios. Durante todo ese tiempo siempre esperó que Kagami lo besara al menos una vez en los labios, pero hasta ese día no había tenido suerte; era como si el pelirrojo pensara que un beso en la boca era mucho más que un simple contacto de labios; trató de aparentar que aquello no le molestaba.

 

Las manos de Kagami trataban de desabrochar el cinturón que portaba el pelinegro, con una maestría inigualable que hacía temblar a Yukio. Después de haber logrado su cometido, desabrochó el cinturón y dejó a la vista la ropa interior del pelinegro, notando cómo el bulto entre las piernas del chico empezaba a crecer. Sin demora posó su mano sobre esa zona, logrando arrancar de los labios de Kasamatsu un gemido ahogado.

Sin poder soportar el calor que estaba adueñándose de su cuerpo, Yukio se levantó de su posición y tan rápido como pudo se deshizo de sus pantalones, quedando completamente desnudo a la vista de Kagami.

Se mordió el labio ante la excitante vista que estaba recibiendo, sin demora tomó la muñeca de Kasamatsu y lo atrajo nuevamente a él, regresándolo a la posición en la que estaba, sentándolo sobre su regazo, sintiendo cómo la erección del pelinegro chocaba contra la suya, por sobre su ropa, pues Kagami aún la tenía puesta.

 

El pelinegro no perdió nada de tiempo y con un poco de torpeza le quitó el cinturón y desabrochó su pantalón, bajando un poco su ropa interior hasta liberar el miembro de Kagami, aquella virilidad que lo hacía babear.

—Me encanta hacer esto contigo.— Habló el pelinegro, en un susurro muy cerca del oído del otro chico, mientras tomaba ambos sexos en su mano y empezaba a frotarlos juntos.

—Nngh…— No respondió a las palabras del pelinegro, en su lugar le regaló un gemido. Sus manos no dejaban de recorrer todo el cuerpo de Kasamatsu, debía admitir que le encantaba sentir aquella piel sobre sus manos.

 

El pelinegro estaba tan excitado, incluso podía sentir cómo su líquido pre-seminal se confundía con el de Kagami.

El pelirrojo llevó dos de sus dedos hacia la boca del otro, éste abrió la boca y empezó a lamer ambos dígitos con el propósito de lubricarlos correctamente, notando la mirada de lujuria de Kagami sobre él.

Después de saber que sus dedos estaban bañados en saliva, los dirigió hacia la entrada de Kasamatsu, rozando la piel antes de introducir lentamente uno de sus dígitos.

 

—Ka…gami…—Dejó salir un jadeo al saberse invadido de aquella forma que tanto le gustaba, y se lo dejó saber al pelirrojo con sus leves movimientos de cadera ante el dedo que lo penetraba.

Kagami soltaba varios suspiros de placer al sentir aún la mano del pelinegro sobre su miembro, masajeándolo y tocándolo con fervor, cerró los ojos al sentir al placer, mientras su mano se encargaba de seguir preparando a Yukio.

 

Dos dedos fueron ingresados en su cuerpo, haciendo que un escalofrío recorriera todo su cuerpo, y es que aquellos movimientos dentro de él eran sumamente placenteros; el pelirrojo trataba de dilatar aquella entrada y al ingresar un tercer dedo, golpeó aquella zona que volvía loco al pelinegro.

—Ahí Kagami… Ahí… nnnghhh ¡sí! ¡Sigue!— Los gemidos de placer se escucharon en la casa, y Kagami, haciendo caso a la petición, siguió moviendo sus dedos dentro de él, golpeando varias veces su próstata, recibiendo varios gemidos deliciosos ante sus acciones.

 

Kasamatsu, sin querer espera más tiempo, retiró la mano de Kagami y tomó sus pantalones que descansaban sobre el sillón junto a ellos, sacó de éste un condón y sin demora y siendo cuidadoso lo puso en la virilidad del pelirrojo. Volvió a situarse correctamente sobre él, con una mano sobre aquel sexo palpitante de placer, lo situó en su entrada y lentamente fue introduciéndolo; sintió cómo las bronceadas manos se situaban en su cintura, animándolo a seguir.

—Mmmm… no pares…— La voz sexy de Kagami llegó hasta los tímpanos del pelinegro, lo que provocó que dejara entrar todo el falo dentro de él, prosiguiendo a moverse lentamente sobre Kagami, tomándolo de los brazos para hacer más fácil la labor.

 

Yukio dejó besos por todo el rostro de Kagami al momento en que seguía con su vaivén de movimientos, mordiendo su propio labio tratando de no gemir. Pero no duraron así más tiempo, pues Kagami lo cargó, y sin salir de él, lo recostó sobre el sillón para empezar con las embestidas poderosas que hacían gemir aún más a Kasamatsu.

Sentía que la ropa que aún tenía puesta le estorbaba, y apartándose del cuerpo del pelinegro, se incorporó para deshacerse de su pantalón y ropa interior que aún tenía puesta, después de eso nuevamente tomó posición entre las piernas del otro y se adentró en su cuerpo nuevamente, arrancando un gemido ahogado del otro chico.

 

—Es así como te gusta ¿Cierto?— La voz con un tono de lujuria de parte de Kagami se escuchó, a lo que Kasamatsu, entre jadeos casi inaudibles asintió con la cabeza. —Entonces no contengas tu voz, déjame escucharte gemir mi nombre…—

El pelinegro trató de hacer caso a  la petición, pero aunque hubiera querido, no podía contener su voz ante las arremetidas potentes de Kagami que estaban tocando aquel punto dulce que lo hacía mirar estrellas.

 

Los gemidos sonoros inundaban la casa, dándole más placer a Kagami, pues aquellos sonidos elevaban su placer inconscientemente. Sin detener el movimiento de su cadera, tomó el sexo contrario entre su mano, masturbándolo para darle más placer.

—Estoy… nnghh a punto… Kaga…mi…— Apenas si pudo hablar el chico, ante el espasmo en su vientre que el placer que le proporcionaba el pelirrojo estaba haciendo en él.

Kagami sintió que tampoco podría durar más tiempo, y fue cuando notó cómo Kasamatsu se entregó al placer que no pudo contenerse por más tiempo.

Ambos terminaron con un gemido audible, sintiendo cómo el orgasmo se esparcía por todos los rincones de sus cuerpos, en una sensación inigualable.

 

Kagami cayó rendido sobre Kasamatsu, quien lo envolvió entre sus brazos al momento en el que ambos trataban de normalizar sus respiraciones.

Kasamasu no entendía por qué demonios seguía teniendo sexo con Kagami, es decir… tenía bien claro que el pelirrojo no podía corresponder a sus sentimientos, y aun así quería estar con él de esa forma. ¿Acaso tanto lo quería? No podía asegurarlo.

..::..

.:.

.

Se encontraban en la zona turística, Satsuki había pedido a Aomine llevarla a ese lugar, porque los postres eran exquisitos y el café era muy bueno. Ante la idea, el moreno había estado muy renuente, pero luego de escuchar la frase “Si no me llevas a ese lugar no te diré nada”, tuvo que cambiar de parecer. Ahora ambos estaban sentados a una mesa, mientras Satsuki terminaba su último bocado del pastel de chocolate que había pedido.

 

—¿Ahora me lo dirás?— Preguntó molesto, cruzando los brazos y mirando cómo su hermana tragaba el bocado en su boca.

—¿Decirte qué, Dai-chan?—

—¡No quieras pasarte de lista! ¡Tú sabes a qué me refiero!—
La chica soltó una pequeña risa para luego limpiar sus labios con una servilleta.

—De acuerdo. ¿Estás seguro que quieres escucharlo?— Levantó una ceja, recibiendo una mirada confundida del moreno, quien rápidamente asintió, descruzando sus brazos y tomando correctamente asiento en su silla; parecía que aquella confesión iba a ser larga.

 

—Una semana después de que te fuiste Kagamin se empezó a sentir muy mal por todo el asunto. Se lamentó por haberte dejado ir de esa forma. Se sentía devastado, y más cuando ni siquiera sabía dónde empezar a buscarte….—

Aomine puso total atención en Satsuki y en todas las palabras que ella estaba diciendo, parecía que iba a sufrir con aquella confesión.

 

Flashback:—:—:—:—:—:—:—:—:—:—

Kagami no sabía qué hacer, o por dónde empezar a buscar, es decir… era tan fácil ir a Nueva York, pero no podía ir casa por casa, o edificio por edificio tocando puertas y preguntando como si nada “¿Aquí está Aomine?” Por supuesto que no era algo tan fácil.  Se había maldecido mil y un veces por dejar ir a su esposo de esa forma, y ahora estaba completamente arrepentido.

 

Una semana había pasado desde la desaparición de Aomine y él no había tenido ninguna pista para empezar a buscarlo, así que pensó en tratar de controlarse y esperar a que hubiera una sola noticia de él.

 

Un mes pasó y por fin la noticia que tanto había esperado había aparecido: Aomine por fin le había hablado a Satsuki por celular y le había hecho saber que estaba bien, que estaba viviendo en el corazón de Nueva York y estaba ayudando a aquel señor que le había ofrecido trabajo y que con mucho esfuerzo incluso podría poner su propio estudio fotográfico.

 

Al enterarse de eso, lo primero que hizo Kagami fue sentirse aliviado, luego feliz por su esposo, pues sus sueños poco a poco estaban tomando forma, se sentía orgulloso; por eso se había ido Aomine, para tratar de ser alguien importante, y parecía que lo estaba logrando, eso hacía que una sonrisa apareciera en su rostro.

Y además ya tenía los indicios de dónde buscar, y debía apresurarse antes de que su embarazo avanzara más y no pudiera hacer el largo viaje hasta Nueva York.

 

Habló con el padre de Aomine, explicándole sus planes y el cómo iría hasta Nueva York a buscar a Daiki y hablar con él para hacer las paces; pero el señor no estaba nada feliz con la idea, era un largo viaje y Kagami estaba en cinta, no podía hacer un trayecto tan largo hasta Nueva York y mucho menos solo. Pero también tenía bien claro que aquella idea no se le saldría de la cabeza al pelirrojo, y antes de que éste decidiera hacer las cosas a su manera habló con Satsuki, tratando de convencerla de que acompañara a Kagami al largo viaje. La pelirrosada, temiendo por la seguridad de su cuñado aceptó sin poner ninguna excusa, no iba a dejar a Kagami solo en eso.

 

Y así Kagami, acompañado de Satsuki partieron hacia Nueva York, en un autobús foráneo que tardaría varias horas en llegar hasta el destino.

Después de tanto tiempo de estar sentados en los ‘cómodos’ asientos de un autobús por fin llegaron a la enorme ciudad, repleta de luces llamativas, marquesinas y pantallas enormes. Y sin demora se dispusieron a buscar a Daiki con los pocos datos que éste le había dado a Satsuki.

 

¡Por fin dieron con el estudio fotográfico en el que Daiki estaba trabajando! Pero Kagami de repente se sintió muy inseguro con la situación. ¿Qué diría para que Daiki no lo odiara? ¿Acaso debía decirle sobre su embarazo? Pero no quería que Daiki regresara a casa solo por eso. Además… Daiki estaba triunfando en una ciudad enorme como para obligarlo a regresar a un pueblo en el que no obtendría mucho.

 

—No puedo…— Musitó, tomando la muñeca de Satsuki, e inmediatamente ella giró el rostro para mirarlo.

—Kagamin. ¿No puedes qué?—

—No puedo hablar con él… no quiero que piense que lo estoy obligando a volver.—

La pelirrosada miró con dolor a su cuñado, entendía los pensamientos de Kagami, pero también sabía que si éste dejaba pasar más tiempo, las cosas se volverían más difíciles e incluso podría no haber vuelva a atrás. Pero no quiso presionarlo, respetaba su decisión, no le importaba hacer viajes largos junto a él, podría hacerlos las veces necesarias, al menos hasta que Kagami se sintiera seguro.

 

Sin más, regresaron a sus hogares; lo único bueno de todo ese asunto es que Kagami ya sabía en qué lugar trabajaba Aomine.

 

Y lo mismo pasó durante tres meses; Kagami y Satsuki hacían esos largos viajes hacia la imponente ciudad solo para ver a Aomine, sin que el pelirrojo se animara a hablar con él. La pelirrosada aún seguía entendiendo sus razones y no lo cuestionó, ni una sola vez.

Después de esos tres meses, Kagami, debido a su embarazo supo que no podía seguir haciendo esos viajes, así que se dedicó a cuidar de su salud y la del pequeño que vivía en su vientre, aun sintiéndose culpable por lo que había pasado con su esposo y sin poderlo sacar de su mente ni un solo día.

 

Cuando Ryo nació, Kagami volvió a retomar aquellos viajes, y Satsuki había estado siempre disponible para ir con él, aunque el pelirrojo en ninguna ocasión se animara a hablar con Daiki. A Satsuki le bastaba con ver feliz a Kagami y saber que éste estaba orgulloso del moreno por seguir sus sueños.

 

Pasó un año y Kagami aún seguía viajando a Nueva York, si era sincero consigo mismo ya se había resignado a hablar con Daiki, no tenía el valor de hacerlo, y menos ahora que había dado a luz al hijo del moreno. Eran situaciones que ya no se podían explicar.

Pero no todo era tan malo, pues Satsuki, antes de regresar a su pueblo natal, llevaba a Ryo al zoológico, y aunque el niño peliazul aún era pequeño para comprender sobre los animales, se entusiasmaba con mirarlos.

 

Los años pasaban y Kagami ya había adoptado esos viajes como alto rutinario, al menos una vez cada tres meses hacía esos viajes solo para poder ver de lejos a su esposo. Se había enterado de que Aomine había sido contratado por una enorme empresa de modelaje y era alguien reconocido en esa ciudad.

Su orgullo pudo crecer aún más cuando vislumbró en una enorme marquesina el rostro de su esposo con las palabras “Daiki, el fotógrafo del momento” plasmadas en éste.

Cuando Ryo aprendió a hablar no paraba de preguntarle por qué tenían que hacer ese largo viaje, a lo que Kagami siempre contestaba “¿Acaso no te gusta ir al zoológico?”, y el pequeño asentía felizmente, olvidándose del tema.

 

Fue en una ocasión en la que Riko decidió acompañarlos, y antes de ir a encontrarse a Daiki, pasaron al zoológico. Satsuki, Riko y Ryo eran muy felices mirando los animales que se exhibían en este lugar, y Kagami no podía estar más contento en ver cómo su familia era muy unida y la trigueña y la pelirrosada amaban demasiado a su hijo.

Después de aquel paseo, decidieron ir a encontrar al motivo de su visita a esa ciudad, pero la sorpresa de Kagami fue enorme al ver cómo su esposo salía de su lugar de trabajo con un chico rubio y después de una enorme sonrisa, juntaba sus labios con los del chico desconocido.

Podía haber jurado que Satsuki y Riko habían escuchado su corazón romperse en mil pedazos, sus ganas de llorar quisieron hacerse presentes, pero no podía derramar una lágrima, no cuando su hijo estaba en la escena.

 

—Vámonos.—Mencionó con su voz casi quebrándose, dando media vuelta y caminando lo más rápido posible lejos de ese lugar.

Satsuki y Riko compartían su dolor, aquella visión había sido muy dolorosa y no esperarían tiempo para apoyar a Kagami.

 

Fin Flashback::—:—:—:—:—:—:—

 

Sintió cómo su corazón se estrujaba de dolor, jamás habría imaginado que Kagami durante tantos años hubiera hecho viajes largos solo para verlo y estar al tanto de él. Si antes se sentía como basura, ahora se sentía como un gusano. No podía entender qué era ese dolor que lo empezaba a embargar, llenándolo de tristeza y remordimiento.

 

—Pero no tienes nada por qué preocuparte, Dai-chan.— La pelirrosada terminó con el silencio que momentáneamente se había apoderado. —Kagamin es feliz ahora. No quiero sonar cruel, pero… él ya te olvidó.— No, por supuesto que no quería sonar cruel, pero ella, mejor que nadie había estado con el pelirrojo durante todo ese tiempo y aquella transición que sufrió… para Kagami no había sido fácil salir adelante, y más cuando había tenido sentimientos tan fuertes hacia el moreno. Satsuki se sentía feliz porque su cuñado había superado tantos obstáculos durante ese tiempo.

—Sí… me lo ha demostrado.— sus propias palabras le habían dolido. No es que estuviera celoso de la felicidad que Kagami mostraba, era más bien que en algún momento el moreno había pensado que él era el único que podía brindarle felicidad al pelirrojo… sonaba egoísta y prepotente, pero al final de cuentas así se sentía.

—Creo que deberías hablar con Kagamin.—

—¿Hablar con él? ¿Sobre qué? ¿Decirle que me enteré que había ido a buscarme a Nueva York?—

—Sólo creo que al menos deberías tratar de hablar con él, decirle que eres feliz con tu nueva vida y que te alegras de que él lo sea también.—

 

Bueno, hasta ese momento no se le había ocurrido algo así, su orgullo no le había permitido decir aquellas palabras con sinceridad. ¿Acaso era muy difícil decir “soy feliz y me alegro de que tú también lo seas”? Parecía que sí era difícil, pero al menos podía intentarlo.

Ahora que ya sabía más cosas que habían pasado durante su huida a otra ciudad sentía esa necesidad de al menos estar en buenos términos con su aún esposo.

..::..

.:.

.

No había podido dormir durante toda la noche pensando en todo lo que su hermana le había dicho, no dejaba de culparse y recriminarse por haberse portado como toda una sabandija.

Eran las 6 de la mañana cuando salió de su cuarto, se hizo un café para soportar el sueño que embargaba su cuerpo, tomó una ducha y fue en ese momento en el que una idea cruzó por su mente: podría tratar de hablar con Kagami ese mismo día.

 

Se vistió con su lujosa ropa, se arregló bien y sin demora salió de la casa, notando que su padre, ni su hermana, ni su cuñada ni mucho menos su hijo habían despertado aún. Pero bueno, por el momento tenía otras cosas de qué preocuparse que por cosas triviales.

Subió a su lujoso auto y se dispuso a conducir hacia la casa de su esposo, la cual realmente no estaba muy lejos, pero para él, era mejor usar su auto que caminar por las horribles calles de esa horrible ciudad.

 

Cuando llegó al lugar notó que había un auto estacionado junto a la casa, un auto que no pertenecía a Kagami y que no había visto antes. Despejando sus pensamientos estacionó el auto y bajó del mismo tan rápido como pudo, sin entender por qué, esperó llegar tan rápido.

Se paró en el pórtico de la casa y justo cuando iba a tocar a la puerta, ésta se abrió, dejando mostrar a cierto chico pelinegro.

 

—Kasamatsu.— Mencionó con los ojos abiertos de par en par, mirando al más bajo de altura acomodar su camisa dentro de su pantalón.

—Aomine.— Ojos color azules plateados miraron al moreno, sin denotar absolutamente nada en su mirada ni mucho menos en sus gestos.

Notas finales:

Bueno, varias me habían estado pidiendo KagaKasa... así que espero haberlas complacido, ya saben que yo trato de complacer sus peticiones lo más que pueda. Es mi forma de dar gracias por leer esta historia.

Oh sí... también debo decir que... no quería mostrar a Kagami metiéndose con Kasamatsu, más que nada porque quería que permaneciera 'fiel' :v lol pero varias me dijeron "hey! por qué Aomine sí puede y Kagami no?" pues dije, oye, tienes razón... ahí está pues.

En fin, nuevamente gracias por las lecturas, por los reviews y por sus ideas para mejorar el fic. Siempre estoy al pendiente de sus comentarios y críticas


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).