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Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

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Notas del capitulo:

Pasaron semanas... lo sé ;n; habrán pensado "por qué Dashi sube otros fanfics y no actualiza?" No es excusa... pero sentí que me atoré en este capítulo, no sabía qué poner, qué escribir y cómo seguir... Así que se podría decir que tuve uno de esos famosos bloqueos de escritor...

Sorry por eso...

En realidad aún sigo dudando mucho de éste capítulo.

Por cierto que... estoy notando que el fanfic se está viendo más KagaAo que AoKaga.. sé que no a todos les agrada ver a Aomine como uke... yo en realidad no tengo ningún problema con ello, pero creo que mi fanfic va más para la onda KagaAo, así que espero que no les moleste...

Muchos querían AoKaga (o KagaAo) así que en el siguiente capítulo lo tendrán.

Por lo mienras dejo mi reivindicación por tardar en actualizar, así que este capi me salió más largo que los anteriores que he subido.

Aún así muchas gracias por esperar, mil gracias por los comentarios y por seguir la historia. Significa mucho para mí.

N/A perdón si hay errores ortográficos, traté de revisar el capi pero... mis ojitos ya están cansados (cosas de miopes xD)

..::Capítulo 10 —El alcohol es el culpable::..

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Kasamatsu evitó la mirada de su amigo, situándola en otro lado del exterior tan soleado que se hallaba frente a sus ojos. Era una situación en extremo incómoda para él, no sabía siquiera qué decir para salir de aquel rato, pues tenía bien claro que Aomine no era nada tonto como para no comprender qué es lo que hacía tan temprano en casa de Kagami.

—Lo siento… voy tarde al Hotel.— Por fin se atrevió a hablar el pelinegro, poniendo como excusa el hotel que le pertenecía, para dar un par de pasos, pasando a un lado de Aomine.

Pero no pudo dar un tercer paso, pues sintió cómo una mano se posaba sobre su  antebrazo, en un agarre fuerte, y sin pensarlo abrió los ojos grandes al sentir el toque agresivo; sin demora miró al moreno, como cuestionándolo.

 

Aomine frunció un poco el ceño ante sus propias acciones; en esos momentos sentía un cúmulo de emociones extrañas que no podía descifrar, y parecía que su mano había actuado por voluntad propia. No se atrevió a moverse de su lugar ni mucho menos fijar su mirada en Kasamatsu; sólo dejó salir un suspiro de resignación de sus labios y soltó al pelinegro.

—Sí, claro… nos vemos.— Fue lo único que pudo articular, sintiendo cómo la mirada del otro chico aún se encontraba sobre él.

—Daiki...¿Qué haces aquí a esta hora?— La voz suave de Kagami se dejó escuchar, a lo que Kasamatsu y el moreno fijaron sus orbes en el pelirrojo, quien se acercó con rapidez a la puerta.

—Yo… ya iba de salida.— Kasamatsu habló, mirando aquellos orbes rubíes para luego, perderse a la vista de ambos. Supuso que dejarlos solos sería lo mejor, así Aomine podía aclarar a la perfección las cosas.

 

Aomine evitó la mirada de Kagami, no sabía cómo empezar a hablar ahora que podía imaginar que Kasamatsu y el pelirrojo tenían algo más que una simple amistad.

—Puedes entrar.— Musitó el pelirrojo, notando cómo el moreno estaba sumido en sus pensamientos.

Aomine hizo caso a las palabras, notando cómo el otro chico tomaba una camiseta que se encontraba sobre el sofá. Cerró la puerta detrás de él, sin saber aún qué decir o cómo empezar aquella extraña conversación.

 

Otro momento de silencio surgió, Aomine miró cómo Kagami, frente a sus ojos se cambiaba la camiseta, así que trató de fijar su mirada en algún otro lado de la casa.

—Así que tú y… Kasamatsu…— Dejó su comentario al aire, esperando a que el pelirrojo contestara.

Kagami, contrario a lo que esperaba el moreno, no respondió pronto a aquel comentario. Después de acomodar bien su camisa, se fijó en los orbes zafiros, sin ningún tipo de emoción en su rostro.

—Eso… ¿Tendría algo de malo?— Habló por fin, denotando un tono frío, sin despegar su mirada de la del peliazul.

Aomine abrió los ojos con sorpresa ante la repentina pregunta. Nunca había escuchado a su esposo hablar con ese tono, ni mucho menos mostrar ese rostro inexpresivo, no sabía qué sentimiento había albergado su pecho, pero dolía… y dolía mucho.

—Supongo… que no.— Bajó la mirada ante sus propias palabras, su pecho dolía bastante, pero a pesar de aquel dolor podía pensar con mucha claridad. Y si él estaba a punto de casarse con otra persona ¿Por qué Kagami no podía hacer su vida con alguien más? Suspiró resignado a sus pensamientos.

—Perfecto. Creo que las cosas quedaron claras entre nosotros.

Aomine levantó su mirada y la fijó en su esposo, notó aquella sonrisa que portaba Kagami “¿Qué con esa sonrisa?” Se preguntó, ya que jamás había visto ese gesto en labios del pelirrojo.

 

Y entonces todo estuvo tan claro como el agua… Entendió que durante todo ese tiempo su esposo había cambiado; Kagami ya no era su lindo, tierno y romántico esposo que siempre había procurado por él, que había velado por él y que lo había apoyado en todos los aspectos.

Su esposo ya no lo amaba en lo absoluto.

No tenía por qué sentirse mal ante ese hecho, sin embargo, no pudo evitar sentirse así. Lo conocía desde su infancia, había estado junto a él  por más de 15 años, y ahora el pelirrojo era alguien irreconocible a él.

Sentía como si Kagami ya no estuviera a su alcance, sentía como si el simple hecho de hablar con él se le dificultara bastante… había perdido completamente a su esposo.

 

—Si me disculpas… tengo cosas que hacer.—Nuevamente la voz de Kagami se hizo oír; caminó a un lado de Aomine y salió de la casa, sin titubear ni un minuto, sin siquiera mirar hacia atrás, simplemente dejando al moreno solo.

 

Aomine escuchó cerrarse la puerta; tomó una gran bocanada de aire y trató de reprimir sus sentimientos, transformándolos en algún otro sentimiento que no doliera tanto en su pecho.

—Tch. ¿Por qué estoy pensando en estas cosas? Me casaré con Kise; amo a Kise.— Se dijo a sí mismo, forzando una sonrisa en sus labios. —Soy un estúpido… — Se dijo al sentir cómo su sonrisa se desvanecía.

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—No hay ningún problema en que Daiki se tome más días.— Decía Akashi, con una mano sobre su mentón, caminando de lado a lado en su oficina, con Reo sentado, mirando cada uno de sus movimientos. —La pregunta es… ¿Por qué le toma tanto tiempo?

Reo volvió a suspirar muy silenciosamente para que su jefe no pudiera notarlo. La verdad es que de alguna forma se estaba hartando un poco de la situación; Akashi estaba totalmente paranoico y hasta cierto punto exagerado ante todo el asunto de la boda del hermano de éste con su empleado.

El chico de cabello negro ya no sabía qué decir o hacer para que el pelirrojo dejara de pensar en cosas innecesarias.

—Tal vez solo quiere estar con su familia. Akashi, fueron 5 años los que pasó aquí sin saber nada de ellos. Creo que es obvio que quiera convivir con ellos antes de casarse.

Akashi giró el rostro y encaró a Reo, de alguna forma el pelinegro tenía toda la razón, y si lo volvía a pensar, eran ciertas sus palabras, pero aún tenía aquella punzada de que algo no estaba bien.

Lamentablemente no podía él mismo encargarse de indagar más a fondo en el tema, pues tenía una empresa enorme qué dirigir; su tiempo era limitado y aunque quisiera hacer un lugar de la agenda, no podía hacer mucho con su poco tiempo de sobra.

 

—Reo… tú trabajaste por muy poco tiempo como detective.— Afirmó formando una pequeña sonrisa a sus propias palabras. Notando cómo el nombrado asentía con un ligero movimiento de cabeza —Tal vez tus habilidades puedan funcionar.

 

Mibuchi sintió un escalofrío recorrerle de pies a cabeza, pues cuando Akashi mostraba esa pequeña sonrisa, las cosas no iban a ser muy buenas. No sabía qué era lo que pasaba por la mente del pelirrojo, pero fuera lo que fuera, no era muy bueno.

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Kuroko había tenido un día interesante; había salido del hotel y sin pensarlo había ido a ese restaurante al que Aomine lo había llevado, pidió su siempre amado batido de vainilla y quedó completamente fascinado con el sabor inusual de la bebida.

Ahora tenía un restaurante favorito; pero era una lástima que dicho lugar quedara tan lejos de su ciudad natal.

 

Caminaba feliz por las calles de la zona turística, evitando a varias personas que transitaban y no lo notaban pasar, golpeándolo en el brazo. Cuando repentinamente alguien acaparó su atención. ¿Y cómo no ver a Kagami, cuando era alto y de cabello rojo resplandeciente? Sin pensarlo ni un momento se acercó a él.

—Kagami-kun.— Habló contento, notando cómo el nombrado llevaba una caja grande sobre sus brazos y difícilmente la dejaba sobre la batea de su camioneta.

—Ah, Kuroko.— “¿Sí se llamaba así?”  Se cuestionó mentalmente, esperando no verse como un tonto al no recordar muy bien el nombre del chico. Pero parecía que había recordado bien, pues el peliceleste mostró una pequeña sonrisa.

—¿Qué haces aquí, Kagami-kun?— Cuestionó curioso, simplemente por el hecho de formar algún tipo de conversación con ese chico pelirrojo que le había llamado bastante la atención desde la primera vez que lo había visto.

—Ehh,… yo… Vine a ayudar a Kasamatsu con algunas cosas.

Al escuchar el nombre de aquel chico pelinegro, Kuroko desapareció su sonrisa

—Quisiera hablar contigo, claro, cuando tengas tiempo.— Ojos color celeste se posaron sobre los color rubí, como suplicando por entablar esa conversación lo más pronto posible.

Kagami mostró una mueca, luego sacó su celular para mirar el reloj y notar que aún tenía tiempo de sobra; perfecto para hablar con el chico peliceleste.

—Bueno, en realidad en estos momentos tengo tiempo.—Kagami llevó su mano hacia su nuca, simulando rascarse, no estaba seguro de estar a solas con un amigo de Aomine; aun así no pudo evitarlo.

—Perfecto. Aprovechemos mientras me enseñas lo bueno de esta zona turística.— El peliceleste no pudo evitar comentar, debía decir que su tono de voz siempre había sido inexpresivo, pero por alguna extraña razón aquella inexpresividad con Kagami era disfuncional. No le importaba tener que mostrar una sonrisa o incluso cambiar su tono de voz frente al pelirrojo.

Kagami curvó sus labios ante las palabras, por supuesto que le mostraría a Kuroko por qué esa zona turística era muy atrayente.

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Kagami le había mostrado los atractivos de esa ciudad al chico de cabellos celestes; Kuroko había quedado maravillado con las bellezas naturales que ese lugar ofrecía: desde aquellos hermosos ríos de agua cristalina, hasta un espacio en donde habían muchos peces singulares, aquellos lagos en donde la gente incluso podía nadar… pero lo que más le había maravillado era aquella cascada en donde el agua caía desde muchos metros de altura; las gotas de agua que llegaban a todos lugares gracias al viento fresco, junto a la luz, formaban dos hermosos arcoíris pequeños a la vista de todos los presentes, quienes al igual que él, quedaban anonadados por aquella belleza de la naturaleza.

 

Ahora Kuroko entendía totalmente por qué ese lugar era conocido como una zona turística. No podía creer que su amigo moreno hubiera crecido en el poblado cercano, no podía imaginarse cuánta diversión habría tenido Aomine al crecer rodeado de tanta majestuosidad.

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Ambos se encontraban sentados junto al lago, mirando cómo algunos niños nadaban felices en el agua. Kuroko podía pensar en entrar al agua en alguna ocasión; definitivamente no podía irse de ese lugar sin haber entrado al agua cristalina de ese lago tan lindo.

 

Ante aquel recorrido que hizo con Kuroko, los recuerdos no dejaron de acaparar su mente; esos recuerdos en donde nadaba feliz en ese mismo lago junto a Takao, Kasamatsu, Midorima, Satsuki y Aomine. No podía creer cómo había pasado el tiempo tan rápido, tanto que la mayoría de ellos ahora tenían una familia y eran felices. Recordaba cómo todos ellos tomaban sus bicicletas,  al vivir en la ciudad vecina, sólo les tomaba cerca de 20 minutos llegar a ese lugar y divertirse de diversas formas.

 

—Así que…— Kuroko habló, interrumpiendo los recuerdos que habían llegado a la mente del pelirrojo. —…Le darás el divorcio a Aomine-kun.— Más que pregunta aquello fue una afirmación, y Kagami no pudo evitar mirar al peliceleste con sorpresa, más que nada por la confianza en que éste le estaba hablando. No llevaban ni un día de conocerse y Kuroko ya le hablaba como si le conociera de hacía muchos años.

—Supongo que debo hacerlo…—Se recostó sobre el césped, con ambas manos detrás de su cabeza y cerrando los ojos ante el contacto de su espalda con el suelo —No puedo negarle la felicidad a Aomine.—

 

Kuroko esta vez permaneció con su rostro inexpresivo, Kagami tenía toda la razón. Además de que no valía la pena tener atado a alguien que quería formar una nueva vida con alguien más.

Ante sus ojos, Kagami era bastante maduro; una persona demasiado interesante en todos los aspectos, y el peliceleste no pudo evitar sentir aquellas pequeñas mariposas en su estómago al conocer más al chico más alto.

 

—Entonces... ¿ya no amas a Aomine-kun?— Cuestionó con toda confianza, imitando al chico de ojos rubíes y recostándose en el césped de la misma forma en que éste lo había hecho.

—No.— Fue su simple respuesta, sin dudar ni un momento en ella, sonando demasiado seguro y decidido, sin dejar ninguna duda ante la pregunta del chico de cabellos celestes.

Kuroko sólo movió la cabeza en dirección hacia el pelirrojo, mirando su perfecto perfil, notando aquellos párpados cerrados y notándolo tranquilo incluso ante su reciente respuesta; soltó un suspiro hondo…. Había sentido algo por Kagami; había sentido algo por él y ese sentimiento lo llenaba de paz. Pero no debía acercarse más de la cuenta… no quería herir a su amigo, aquello sería como traicionar su confianza y sabía que no debía hacerlo. Solo tomaría cierta distancia con el pelirrojo y todo estaría bien.

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Aomine había decidido dejar de pensar y de preguntarse tantas cosas; se dirigió a la casa de su padre, percatándose de que no había nadie en dicha casa, prosiguió a ir a su cuarto provisional y tomó su cámara junto con una pequeña bolsa que contenía varios lentes.

Subió a su auto y condujo hacia aquel bello lago que solía visitar cuando niño; en ese lugar solía perseguir a muchas cigarras e incluso atrapar a otros insectos que se encontraba en los árboles.

 

Tan pronto como llegó a dicho lugar bajó, estirando sus brazos y respirando una gran bocanada de aire fresco y limpio, percatándose de cuán diferente era ese ambiente al de Nueva York; levantó la mirada hacia el cielo y lo que pudo observar fue el hermoso follaje de los árboles que lo rodeaban. Sonrió sincero, sabiendo que había ido a ese lugar simplemente por los recuerdos que le traía estar allí…

Caminó unos pasos y pudo vislumbrar el lago frente a él, con aquellos infantes jugueteando y arrojándose agua unos a otros, sonrió al recordar hacer lo mismo con sus amigos hacía ya unos cuantos años. Sin demora se sentó sobre el césped, cerró los ojos y se enfocó en aquellos sonidos de risas y chapoteos que llegaban a sus oídos; tomó su cámara y abrió de nueva cuenta sus ojos, enfocando el lente en aquellos pequeños que no dejaban de divertirse y apretando una y otra vez el pequeño botón del artefacto, tomando un sinfín de fotografías.

 

Giró un poco su vista y pudo encontrar algo que acaparó totalmente su atención.

—¡Un escarabajo hércules!— Se habló a sí mismo con emoción, denotando un brillo en sus ojos; rápidamente se levantó del piso y caminó de prisa hacia el insecto que había encontrado. En toda su vida sólo había visto una vez dicho escarabajo, y encontrar nuevamente a ese insecto había sido una gran hazaña.

Aún después de todos esos años, no podía negar su curiosidad y encanto por los insectos, era un gusto que no había perdido hasta ese día.

Se acercó al árbol en donde el escarabajo estaba posado sobre una rama, enfocó su cámara pero la toma no podía llegar hasta él; frunció la boca, dejando la cámara sobre el piso y buscando entre su pequeña bola un lente diferente, esperando que el zoom fuera el adecuado para tomar una buena fotografía del insecto.

Nuevamente, y ésta vez con un lente diferente en su cámara, se dispuso a tomar la fotografía, pero era inútil, ya que la rama en la que el bicho se encontraba acaparaba la mayoría de la toma.

Para sacar una foto de ese tipo sólo había una manera:

—Me subiré al árbol.— Mencionó con una sonrisa retadora; obvio que no debía dejar que un insecto le ganara de esa forma.

 

Dejó su bolsa en el piso, colocó el cordón de su cámara alrededor de su cuello y trató de subir al árbol, agarrándose de varias ramas.

No sabía cómo le había hecho, pero estaba arriba, trepado en una rama que podía perfectamente soportar su peso; sonrió al saberse casi exitoso en su cometido; se recostó boca abajo sobre dicha rama y  tomó su cámara, enfocándola de manera perfecta en el insecto que se encontraba a varios metros de distancia.

No necesitaba acercarse más de la cuenta, pues el lente provocaba un zoom perfecto; además de que si se acercaba, el escarabajo podía volar y perderse entre cualquier otro árbol cercano. ¡No iba a desperdiciar esa oportunidad!

 

—Perfecto.— Se dijo a sí mismo, agarrándose de la rama para no caer, cuando escuchó una voz demasiado conocida para sus oídos.

—¿Daiki?

El moreno giró el rostro en dirección hacia donde se escuchaba aquella voz, y lo que encontró fue a un chico alto, de cabello rojo, ojos rubíes y piel bronceada que lo miraba desde el piso, con una expresión en incredulidad.

—¿Qué rayos estás haciendo allí arriba?— Kagami cuestionó, con una ceja levantada al ver a su esposo a varios metros del suelo, posado sobre una rama.

—Ahh… uhh… tomando… fotos— Mencionó, sintiendo cómo sus mejillas empezaban a sentirse calientes, estaba seguro que aquel sonrojo que de repente se había formado en su rostro no había pasado desapercibido por Kagami.

—Ehhh… de acuerdo…— Habló el pelirrojo, mirando hacia todos lados del lugar, sin saber por qué, simplemente haciéndolo como por acto de reflejo —Entonces… nos vemos.—

—¡Espera!

Kagami detuvo el pequeñísimo paso que había dado, luego enfocó su vista en los zafiros de su esposo, esperando por alguna palabra.

—Yo... creo que… necesito ayuda para bajar de aquí.— Habló casi en un susurro, tratando de ocultar su sonrojo. “¿Por qué rayos tenía que verme en esta situación? ¡Ahhhh!  ¡Qué idiota soy!” Se maldijo mentalmente.

Kagami se mordió un labio tratando, con todas sus fuerzas, de no reír a carcajadas ante la escena. Su esposo se veía como un gatito doméstico, el cual subía al árbol y al no poder bajar, maullaba para atraer la atención de alguien. Bajó el rostro, tratando de no ser tan malo y que Daiki no notara que estaba a punto de reír.

Pero Aomine no necesitaba saber que Kagami estallaría en risas de un momento a otro, lo conocía bastante bien como para poder confirmarlo.

 

—Tch. Idiota ¿Me ayudarás o no?— La voz del moreno, casi en un grito se escuchó, nuevamente acaparando la atención del pelirrojo y regresar al tema.

—Sabes… no es la forma correcta de pedir a alguien ayuda. Pero ya que no hay nadie cerca por aquí, tendré que ayudarte.—

—Como sea— Después de sus palabras suspiró derrotado, preguntando a todos los cielos por qué rayos tenía que aparecer Kagami en ese mismo momento; bien podía bajar de ese árbol… más bien caerse de ese árbol, pero el estúpido de su esposo tenía que aparecer en el momento menos indicado. Aquello era vergonzoso.

 

—Sólo baja el pie, y sostente de esa rama.— El pelirrojo señaló hacia una parte específica del árbol, sacando de todos sus pensamientos al moreno, quien apenas si se había movido, pues no quería caerse haciendo algún movimiento innecesario.

—Lo intentaré— Trató de bajar un pie hacia la rama que señalaba Kagami. Pero… —¡¡Waaaaaaaaaaaaaa!!!— … No pudo, y resbaló de la rama, eso sí, tomando fuertemente su cámara para que ésta no se rompiera.

 

Lo último que sintió el moreno fue cómo su cuerpo colisionaba con el de Kagami, y ambos quedaban sobre el césped.

Abrió sus ojos después del impacto y se encontró recostado sobre el pecho del pelirrojo, pero extrañamente su cuerpo no quiso moverse, sentía la calidez del cuerpo contrario; sus manos, por reflejo se movieron hacia el pecho fornido del otro chico y no se movieron de allí.

—Daiki…— Escuchó la voz con dolor del pelirrojo y sin pensarlo levantó su vista, solo para enfocarse en el rostro de su esposo —Maldito… levántate… creo que me rompiste una costilla.—

Hizo caso a las palabras, levantándose del piso como si fuese impulsado por un resorte, reprochándose por ese momento de ensimismamiento que había tenido.

Notó cómo el pelirrojo difícilmente se sentaba sobre el césped y sobaba su espalda adolorida; el haber sido tan tonto en tratar de atrapar al moreno entre sus brazos había sido una completa estupidez, más sabiendo que Daiki pesaba incluso más que él.

 

Pero el momento se vio interrumpido por el sonido del celular de Kagami, quien trató de ponerse de pie y tomar el aparato, teniendo éxito finalmente a sus acciones.

—Diga.— Su tono de voz en son de dolor aún se hacía escuchar a través de la bocina.

¿Kagami? ¿Estás bien?—Del otro lado de la línea hablaba Takao, y no tardó en notar aquel tono de voz diferente.

—Sí. Todo bien.

De acuerdo. Te llamé porque haremos una pequeña reunión esta noche; ya sabes, ahora que estamos todos juntos debemos aprovechar. —Su comentario iba más dirigido hacia el hecho de que Aomine se encontraba en ese lugar y podían recordar viejos momentos.

Kagami no respondió al instante, pensaba que aquello no era una buena idea; su plan era estar lo más lejos posible de Aomine, pero parecía que hasta ese momento no había tenido éxito en ello.

Vamos Kagami… aprovecha estas ocasiones, después te olvidarás de todo.— Cualquiera que dijera que Takao era bueno para levantar el ánimo… estaba en lo incorrecto; el chico podía ser un tanto imprudente con sus palabras, pero al fin de cuentas tenía razón.

—De acuerdo… iré.— Confesó, soltando un suspiro de resignación después de sus palabras.

¡Perfecto! Etto… ¿Podrías pasarme el número de Aomine? Quiero invitarlo también.

—De hecho… él está justo en frente de mí…— La voz de Kagami se escuchó dudosa, no quería decir aquellas palabras, pues sabía que el pelinegro empezaría con su ataque masivo de preguntas.

¿Qué? ¿Qué rayos haces a solas con Aomine? Kagami no me digas qu—

Te comunico con él.— Interrumpió descortésmente las palabras del otro chico, solo para que éste no preguntara cosas de más.

 

Kagami, alejó el celular de su oído y se lo ofreció a Aomine, quien le regaló una mirada de sorpresa ante las acciones.

—Es Takao.— Fue lo único que dijo para que el moreno tomara el celular y  atendiera el llamado.

—Hey, Takao.

—¡Aomine, hola! Midorima y yo vamos a hacer una pequeña reunión en nuestra casa. Estás invitado, espero que puedas venir, tal vez puedas traer a ese chico de cabello celeste que es tu amigo.

Aomine no sabía si debía aceptar la invitación, a decir verdad él también trataba de evitar a Kagami.

—Claro estaré allí— “Rayos, cerebro inútil”. Se reprochó al haber dicho algo totalmente diferente a lo que pensaba.

—Bien. Te veremos aquí.— Después de esas palabras Takao colgó la llamada y Aomine le regresó el celular a su esposo.

 

Un silencio incómodo surgió entre los dos chicos, Kagami quería irse lo más pronto posible a casa, y Aomine quería seguir tomando fotografías, pero ninguno sabía qué decir después del extraño momento que habían pasado.

Fue Aomine el que quiso romper el silencio y caminó hacia su bolsa, que contenía todos los lentes que creía eran necesarios para una buena sesión de fotografía con la naturaleza.

—¿Qué hacías aquí, Taiga?— Preguntó, sin saber si el pelirrojo tomaría a mal aquel cuestionamiento. Después de tomar aquella bolsa entre sus manos miró que el otro chico evitaba su mirada y se ponía un poco nervioso; frunció el ceño ante tal visión, conocía perfectamente a Kagami como para saber que estaba pensando en una buena excusa.

—Vine a ayudar a Kasamatsu con algunas cosas.

A Aomine, de alguna forma, no le dolieron aquellas palabras, pues estaba completamente seguro de que no eran ciertas; no sabía qué era lo que realmente estaba escondiendo su esposo, sin embargo no debía meterse en esos asuntos.

—Entiendo… entonces… Te veré en la noche…—Habló con nerviosismo, mientras daba la espalda al pelirrojo y caminaba hacia su auto, pero al dar tres pasos se detuvo y giró el cuerpo para mirar de reojo a Kagami —Por cierto… Gracias.— Finalizó, al menos agradeciendo por caerle encima al pelirrojo.

 

Kagami no dijo nada a las palabras recién recibidas, simplemente miró cómo Aomine subía a su auto y con rapidez desaparecía de ese lugar.

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—Y si quieren que cantes como demente en el Karaoke te niegas… créeme será vergonzoso.— Aomine daba las últimas advertencias a su amigo peliceleste, no quería que éste se metiera en cosas vergonzosas, y más cuando tenía bien entendido que sus amigos harían todo lo posible por hacer cosas locas.

—Aomine-kun… tranquilo, soy un adulto. Deja de advertirme, puedo cuidarme por mí mismo.—Habló el peliceleste, sintiéndose tranquilo y feliz por haber sido invitado a una reunión de ese tipo. Había mucho que no estaba en una reunión, pues su trabajo robaba mucho de su tiempo y el poco tiempo libre que tenía lo ocupaba para descansar. Se sentía contento y hasta cierto punto ansioso por encontrarse a Kagami, y al menos, poder entablar una pequeña conversación con él.

 

Ambos chicos llegaron hasta el pórtico de la gran casa de los Midorima y Aomine se dispuso a tocar el timbre, esperando ser recibido por alguno de los propietarios de la casa.

No pasó mucho tiempo cuando la puerta se abrió y dejó mostrar a un chico pelinegro, que portaba una gran sonrisa.

—¡Bienvenidos! Pasen.— Takao se hizo a un lado para que los dos recién llegados entraran, y después de que Aomine y Kuroko dijeran un leve saludo entraron, notando que eran los últimos en llegar.

 

—Entonces tuve que regresarle el monto de su depósito porque según él ya no necesitarían el cuarto.— Contaba un Kasamatsu con voz de molestia al recordar lo que había pasado en ese día con un cliente que ya no quería la reservación de un cuarto en su enorme hotel.

—Deberías advertirles que no hay reembolsos… eso te sacaría de muchos problemas.— Midorima fue el siguiente en hablar, como siempre acomodando sus inseparables anteojos.

—¡Miren quién llegó, chicos!— Gritó Takao, levantando una mano para atraer la atención de los demás presentes, cosa que logró en el primer intento.

Midorima, Kagami, Riko, Satsuki, Kasamatsu y Tatsuya fijaron sus orbes en Takao y los recién llegados; el chico peliverde de inmediato se paró de su asiento y se acercó a Aomine y Kuroko para recibirlos con formalidad, mientras los demás -excepto Kagami y Kasamatsu- formaban una sonrisa en sus labios.

 

—¡Hola Testu-kun!— Saludó Satsuki, agitando una mano, recibiendo una mirada furtiva de parte de Riko por haberse tomado tanta confianza para incluso llamar al chico por su nombre de pila.

El peliceleste respondió al saludo, para luego dirigirse hacia Kagami y sentarse junto a él.

—Hola, Kagami-kun.— Saludó, mostrando una pequeña sonrisa, sin siquiera notar la mirada de pocos amigos que le mostraba Kasamatsu.

—Hey, Kuroko.— Después de sus palabras empezó a conversar tranquilamente mientras todos hacían lo mismo.

 

Aomine había permanecido por un momento parado, hasta que Takao jaló su brazo y lo hizo sentar con él y con Tatsuya, al momento en el que empezaban a abordarlo con muchas preguntas sobre su vida en Nueva York e incluso sobre su prometido.

Aomine se veía sumamente feliz al hablar sobre Kise con toda confianza, incluso acaparó la atención de Riko y Satsuki, quienes rápidamente se unieron a la conversación.

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Era casi la 1 de la mañana, la noche pasaba lentamente entre tragos, conversaciones tranquilas, cerveza e incluso brandy. Ninguno de los presentas paraba de tomar, y poco a poco estaban poniéndose ebrios; los únicos que estaban sobrios, eran Kasamatsu y los dueños de la casa, éstos últimos, como buenos anfitriones tenían que cuidar a sus amigos de no hacer locuras, lo cual realmente no había sido como ellos esperaban; mientras que Kasamatsu tenía que regresar con bien al hotel, pues viendo a Kuroko, no podía dejarlo solo o de lo contrario no lo dejarían entrar al hotel donde se estaba hospedando.

 

Kuroko, junto con Tatsuya habían prendido el karaoke y habían tomado un micrófono, empezando a cantar cualquier canción que empezaba a sonar. El chico peliceleste había olvidado por completo las advertencias de su amigo moreno acerca de no hacer el ridículo; por lo tanto, Takao aprovechó el momento, sacó su celular y empezó a tomar cuantas fotos podía en ese momento.

 

Riko y Satsuki también tenían su nivel de alcohol elevado, pero a diferencia del chico de cabellos celestes y del chico del lunar cerca del ojo, ellas permanecían tranquilas, conversando con Kagami y Aomine. Éstos últimos parecían haber iniciado una competencia para saber quién era el que aguantaba más el alcohol, pero ambos estaban fracasando vilmente, y lo supieron cuando notaron que las piernas de ambos no les respondían y sus mentes ya no empezaban a responder como ellos querían.

 

—Ustedes son geniales.— Decía Riko, posando un brazo alrededor del hombro del moreno. —Los quiero tanto… aunque tú no me quieras, pedazo de negro ignorante.— Habló muy cerca del oído del moreno, sin afán de ofenderlo, simplemente demostrando su amor rudo, como muchos lo llamaban

—¿De qué hablas? Yo te he odiado desde la secundaria.— Contestó el moreno, sin saber siquiera lo que estaba diciendo.

—¿Acaso es lo único que recuerdas -hic-de la secundaria, Dai-chan?— Habló la chica de cabello rosa, sosteniendo en su mano un vaso con brandy.

—No… también recuerdo cómo tú decías odiar también a esta chica.— Señaló a la trigueña, quien había quitado el brazo del cuerpo del moreno y se sentaba en el sofá, recargando su cabeza sobre el respaldo. —Incluso en preparatoria aún la odiabas. Y ahora regreso y me dices que te casaste con ella… ¡maldito mundo!

—No me odies Aomine-kun.— Habló de nuevo la trigueña —Yo amo a tu hermana… la amo mucho.

—Kagamin ¿recuerdas nuestras escapadas a esa cabaña?— Satsuki se dirigió hacia su cuñado, quien había estado callado por unos momentos.

—Seee… ¿Cómo olvidarlo?... Fue donde Aomine me embarazó.

 

El silencio reinó en el lugar, incluso Kuroko y Tatsuya dejaron de cantar y miraron la escena, hasta parecía que la embriaguez se había ido de sus sistemas ante tal confesión.

Takao, Kasamatsu y Midorima suspiraron derrotados, sabían hacia dónde iba la conversación, y no era algo nada bueno.

Aomine, aún sentado, encaró al pelirrojo, con un rostro en molestia, dejando su vaso de brandy sobre la pequeña mesa de centro.

—¿Por qué no lo gritas por el micrófono?— A pesar de su embriaguez podía contestar perfectamente.

—¿Qué pasa? ¿Acaso no te gusta escuchar la verdad?— Mostro una sonrisa triunfante, mientras daba un ligero sorbo al líquido en su vaso.

—Sí claro... Si de verdades hablamos… Te complacerá saber que quiero hacerle muchos hijos a mi prometido.

 

Todos soltaron un sonido en sorpresa ante la repentina confesión de Aomine, aquella conversación no iba para nada bien, pero no tuvieron tiempo de pensar, pues notaron cómo con rapidez y mucha torpeza, Kagami se levantaba de su asiento y se dirigía hacia Aomine, para asestarle un fuerte puñetazo en el rostro.

El moreno no pudo esquivar el golpe, pues con el nivel de alcohol en su sistema, no podía ser tan rápido; sintió cómo su espalda golpeaba el piso, y de allí no pudo levantarse.

 

Takao y Midorima se dirigieron hacia el pelirrojo, para detenerlo y evitar que siguiera golpeando al moreno.

—¡¡¡¡Maldito el momento en el que regresaste a este lugar!!!! ¡Lárgate por donde viniste!— Gritaba el pelirrojo, tratando de zafarse del agarre de sus dos amigos, fracasando ante sus intentos.

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Después de aquella pelea entre Daiki y Taiga, prefirieron mantener alejados a ambos chicos. Takao se encargaba de poner hielo en el rostro de Aomine, para que su rostro no adoptara aquel color morado por el golpe, mientras Kasamatsu se encargaba de conversar tranquilamente con Kagami, intentando mantenerlo tranquilo, todo eso sin que Aomine y Kagami dejaban de ingerir alcohol, parecía que lo necesitaban. Necesitaban hundirse en ese mundo en el que el alcohol los hacía olvidarse de todo.

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Después de una hora más, Satsuki, Riko y Tatsuya cayeron dormidos sobre el sofá, pues, aunque ellos no habían tomado más alcohol después de la pelea entre sus dos amigos, el sueño y el cansancio los habían vencido.

 

Kasamatsu se despedía de los anfitriones, llevando a cuestas a un Kuroko que había tomado más de la cuenta, pero que se había divertido mucho en aquella reunión.

 

Takao y Midorima pensaron que sería buena idea dejar a Satsuki, Riko y Tatsuya en aquellos sillones, parecía que solo bastaba con cubrirlos con una frazada para que no pasaran frío; sin embargo no podían dejar a Aomine y Kagami allí… seguro que serían capaces de despertar en unas horas, mirarse y empezar de nuevo una pelea.

Decidieron que era mejor llevarlos a sus hogares; así que sin demora, y como pudieron, treparon a los dos chicos en el auto, conduciendo hacia la casa del padre de Daiki.

 

—Espera, Shin-chan… son las 3 de la mañana… no es nada educado despertar al señor Aomine a esta hora… Además Ryo está durmiendo con él…— Takao mencionó, desde el asiento trasero, con Aomine  a su lado.

—¿Entonces qué hacemos?~nanodayo

Takao pensó por unos segundos sobre sus posibilidades, pero lo que se le ocurrió fue lo más tonto que jamás pudo pensar.

—Vayamos a casa de Kagami y dejemos a Aomine en el sillón y a Kagami en su cuarto.

Ese comentario no fue lo peor… lo peor fue que Midorima secundó la idea… y así se dirigieron hacia la hermosa casa de Kagami, que no se encontraba muy lejos.

 

Pronto llegaron a dicha casa y con mucho esfuerzo posicionaron a Kagami en su cama, y a Aomine en el sillón; ambos chicos estaban completamente dormidos, al menos no pudieron replicar ni negarse a nada, lo cual para Takao y Midorima había sido un gran punto a favor.

—Vámonos, necesito descansar— Midorima se quitó los lentes y talló sus ojos ya cansados por una noche demasiado larga. Lo único que quería hacer era llegar de nueva cuenta a su casa y dirigirse a su cama para dormir.

—Tienes razón, yo también estoy cansado.—

Y sin más ambos chicos salieron de la casa ajena y abordaron el auto para regresar a casa.

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Abrió los ojos lentamente, percatándose de la falta de luz en el lugar; si alguien lo mirara podría decir que aquel chico moreno no sabía lo que hacía. Se sentó sobre el sillón y reconoció el lugar.

—Tch… de nuevo me dormí en el sillón.— Musitó para sí mismo, levantándose del asiento —Golpearé a Taiga por la mañana.— volvió a hablar, totalmente desorientado y sin siquiera pensar.

 

Caminó los pasos suficientes hasta el cuarto que aún creía que era suyo, giró la perilla y se adentró, tambaleando ante cada uno de sus pasos, pues no podía mantenerse de pie completamente. Tenía la idea de que aún vivía en esa casa; tenía la idea de haber mirado una película en el sillón y haberse dormido, así que sin pensarlo se había dirigido hacia el cuarto que creía que aún compartía con su esposo.

 

Llegó hasta la cama y sin pensarlo se metió entre las sábanas, sintiendo el cálido cuerpo junto a él. Pronto sintió cómo dos brazos fornidos lo rodearon, y sin pensarlo se acercó más hacia el cuerpo del pelirrojo, con los ojos cerrados, sintiendo cómo su cabeza le daba vueltas y su mente aún no podía saber lo que hacía.

Aún en su posición, llevó su mano hacia el muslo de Kagami, subiendo peligrosamente hacia su entrepierna, y posó su mano sobre el miembro del pelirrojo, por derriba de su pantalón, obteniendo un gruñido de parte del otro chico.

—Mmmmm— Soltó un gemido ahogado al sentir cómo la virilidad de Kagami empezaba a adquirir fuerza. —Eso se siente bien…— Siguió movimiento su mano en esa zona, escuchando detrás de él un jadeo que tomó como un indicativo de que podía seguir.

 

Con movimientos rápidos giró su cuerpo y se posicionó derriba de Kagami, sin saber si éste estaba despierto o no, y empezó a moverse sobre él, mientras sus labios morenos se encargaban del cuello de piel bronceada.

—Taigaaa~—Pronunció con ese típico tono de ebrio —Despierta o tendré que violarte…—

 

Notas finales:

Qué les pareció? cosas innecesarias? Aburrido? más drama? ya quieren dejar de seguir este fanfic? Háganmelo saber.

Gracias de nuevo por leer, espero que les haya gustado la actualización <3



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