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Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

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Notas del capitulo:

Perdóooooooooooooooooon. He estado muy desaparecida... y es que siento que este bloqueo de escritor por el que estoy pasando no tiene fin.Aún así no quiero dejar pausada por mucho tiempo la historia, así que traté de escribir lo que se me vino a la mente.

;n; además estoy triste porque el capítulo anterior no tuvo muy buena respuesta en reviews xD ok no... la verdad es que amo escribir este fanfic, y con ver cómo el contador de visitas aumenta, me hace feliz c:

Advertencias: este capítulo contiene Lemmon explícito, lenguaje vulgar (o al menos yo lo considero así)  y... en realidad casi todo el capítulo se centra en el lemmon :v por favor no me maten. 
Aun así espero que les agrade esta continuación. 

..::Capítulo 12—Una última vez ::..

.:.

.

 

Seguía moviéndose derriba de Kagami, tan lentamente que su cuerpo estaba saciándose de aquel calor pasional; su mirada no se despegó del rostro del pelirrojo, trataba de percatarse si éste despertaría en algún momento, pero parecía que no.

Y aunque Kagami no abriera los ojos, era obvio que su cuerpo actuaba por sí solo, pues debajo de Aomine, aquella erección se iba haciendo cada vez más dura.

Una sonrisa triunfante se mostró en los labios del moreno cuando sintió cómo ambas manos de piel bronceada se posaban en sus muslos, como pidiéndole que siguiera.

 

—Taiga… abre los ojos…—Pidió en un susurro, agachándose solo un poco para que el pelirrojo pudiera escucharlo; pero su petición fue ignorada, ya que Kagami, aunque estaba despierto, no se atrevía a abrir los ojos.

Aomine no paró sus movimientos, al contrario, se posicionó correctamente y se encargó de que su trasero rozara con aquella erección, sabiendo que aquel miembro rogaba por escapar de esos pantalones tan estorbosos.

 

Por fin pudo ver los ojos medio abiertos del pelirrojo, pero no atinó a decir nada, ya que sintió el leve jalón de su ropa, haciendo que se agachara aún más, hasta que pudo sentir aquellos suaves labios de Kagami sobre los de él, besándolo de una forma posesiva y agresiva.

El beso era demandante y apasionado, y aunque Aomine no podía formular ningún pensamiento, su cuerpo por voluntad propia se movía ante el placer que lo embargaba rápidamente.

Gimió en el beso como por pura inercia, cuando pronto sintió unas cálidas manos colarse por debajo de su camiseta y acariciar toda la piel a su paso.

 

Su respiración se volvía cada vez más entrecortada con esos simples toques en su piel morena, y más aún cuando las manos traviesas del pelirrojo ahora se atrevían a detenerse sobre su trasero, apretando la piel de sus glúteos y tocándolo de una forma posesiva.

—El tigre está hambriento…— Habló, notando cómo las manos de piel bronceada ahora querían escabullirse por debajo de su pantalón.

No recibió respuesta a su comentario; Kagami estaba lo suficientemente ebrio y a duras penas podía mantener los ojos abiertos.

 

Aomine se dejó de juegos y fue directamente hacia el pantalón del otro chico, desabrochando con dificultad el cinturón y luego desabotonando el pantalón, percatándose de  aquella prenda interior que estorbaba. Dio un vistazo a Kagami, quien permanecía expectante y  luego quitó con rapidez la única prenda que le parecía en esos momentos tan inútil.

Encontró el miembro completamente erecto, con aquellas hebras rojizas que lo rodeaban; era un espectáculo grandioso para él; su respiración se volvió más agitada al saber que quería a esa cosa monstruosa dentro de él… lo anhelaba, lo deseaba, quería sentirlo en su trasero y por supuesto que no iba a perder la oportunidad.

 

—¿Te gusta lo que ves?— Kagami empezó a hablar, con ese tono de embriaguez en su voz y mostrando una pequeña sonrisa —Esto es lo que te has estado perdiendo durante todos estos años, Daiki.

Aomine juraba que un gemido había salido de sus labios al escuchar su nombre de una forma tan sensual y erótica; no podía pensar correctamente, pero sabía que ansiaba que Kagami lo tomara y fuera una bestia con él.

—Parece que el que más lo desea eres tú.— Trató de controlarse y no parecer un hombre urgido por el sexo, y aunque era cierto que le encantaba lo que veía, no le daría el placer a Kagami de escucharlo de sus labios.

—Mmmmm ¿Estás seguro?— Kagami levantó la camisa que aún portaba y dejó ver sus pectorales y abdominales bien marcados, una de sus manos recorrió su propio cuerpo desde su pecho y se detuvo justo hasta su entrepierna, para tomar su miembro y masturbarse, ante la mirada sorprendida del moreno —Porque parece que en verdad lo deseas.

 

El moreno se mordió el labio ante la visión; y aun así, por obvias razones no iba a aceptar que deseaba al pelirrojo.

—Déjame hacerlo.— Después de chasquear la lengua, quitó la mano de Kagami y él mismo empezó a masturbarlo, sintiendo la penetrante mirada de orbes rubíes sobre él. —Se siente tan duro…— Dijo en un tono inocente, sin despegar la vista de aquel enorme pene que estaba en su mano. Sin esperar ninguna respuesta a su último comentario, llevó su lengua hacia el glande, dando una pequeña lamida, sintiendo cómo Kagami se retorcía sobre la cama y por fin quitaba la mirada de él.

No conforme con aquella lamida, se atrevió a recorrer su lengua por toda la virilidad del pelirrojo: de la base hasta la punta, escuchando un ligero gemido de parte del otro chico.

No pudo evitarlo y metió de lleno aquella erección a su boca, succionando levemente, intentando adentrarlo todo a su boca, pero le era imposible, puesto que la virilidad de Kagami no era poca cosa.

 

—Joder… nghhh sí… no pares.— La mano del pelirrojo se posó sobre la cabeza de cabellos azulados, simplemente guiando su ritmo; sentía cómo la cabeza de Aomine bajaba y subía, con movimientos lentos que fueron poco a poco acrecentando.

El moreno podía sentir en su lengua ese sabor característico del líquido pre-seminal; ese sabor agridulce y único de Kagami que hasta ese momento no había olvidado del todo.

 

Aomine sacó la virilidad del otro chico de su boca, dejando a su paso un hilo de saliva; se levantó lo suficiente para quitarse su ropa con mucha dificultad, pues ni siquiera podía mantener el equilibrio.

Los ojos color rubí de Kagami no se despegaron del cuerpo moreno; observó cada detalle… desde aquellos brazos musculosos hasta aquellas abdominales que quería sentir sobre sus manos, incluso detuvo sus orbes en aquella erección que dejaba salir pequeñas gotas de líquido blanquecino.

Aomine prosiguió a colocarse de nuevo a horcajadas sobre el pelirrojo, reclamando sus labios, en un beso apasionado, en el que ambas lenguas se encontraban y chocaban con frenesí.

 

—Chúpalos.— Ordenó, posando dos dedos sobre los labios de Kagami, incitándolo a abrir la boca y hacer caso de su mandato, cosa a la que el pelirrojo accedió sin siquiera chistar.

La lengua de Kagami pasaba por los dedos morenos, lamiendo con vehemencia, al momento en el que los ojos rubíes permanecían posados sobre los color zafiro, en una visión totalmente erótica para Aomine.

 

Volvió a apoderarse de los labios de Kagami, sin atisbos de querer detenerse en ningún momento; y parecía que el pelirrojo debajo de él pensaba lo mismo, pues sus manos traviesas  se movían por todo el cuerpo de piel morena, sin dejar ni un centímetro sin explorar.

Aomine llevó sus dedos lubricados hacia su entrada, y sin ninguna demora ingresó un dedo, soltando un muy leve gemido que se confundió en el beso que aún seguía compartiendo con su esposo.

Sus labios ahora pasaban al cuello del pelirrojo, lamiendo y mordiendo, dejando ligeras marcas de su trayecto por esa zona del cuerpo del otro. La respiración entrecortada de Kagami era su motor a seguir, pues no sólo quería escuchar dicha respiración… quería escuchar sus gemidos, sus jadeos… quería ver su rostro de sumo placer.

 

Siguió tratando de expandir su entrada, ingresando ahora dos dedos en sí mismo, bajando un poco más hasta encontrar las tetillas del pelirrojo, tomando una de ellas entre su lengua, mordiendo levemente aquel botón, por fin arrancando un gemido ahogado de los labios de Kagami.

Su mano no dejaba de moverse, trataba de apresurarse y prepararse bien para recibir el miembro de su esposo dentro de él, no soportaba aquel calor abrasante, necesitaba sentirse uno con el pelirrojo.

 

Le dio un beso fugaz y nuevamente tomó posición correcta derriba de Kagami, posando ambas manos sobre el pecho fornido de éste. Prefirió jugar un poco con el pelirrojo y saber hasta qué punto era capaz de aguantar, así que sólo paseó aquella erección entre sus glúteos, sabiendo que su esposo en cualquier momento se cansaría de esperar.

 

—Daiki…— Un gruñido se escuchó de sus labios, pues el moreno lo estaba provocando tan bien como sólo él  sabía, cosa que no le agradaba. —Hazlo.— Pidió en modo de súplica, posando sus manos en la cadera del peliazul, en un agarre posesivo, sintiendo cómo su cabeza daba vueltas producto de los efectos del alcohol que aún permanecían en su cuerpo.

—Mmmm… ¿Tan ansioso estás por tomarme?.— Respondió, sin dejar de moverse sobre él, dejando que la erección contraria rozara con su piel. —Dime cuánto lo deseas.

—Te deseo… quiero sentirme dentro de ti… Daiki, hazlo.

Parecía que aquella simple confesión era suficiente para que Aomine se entregara y  sucumbiera ante el deseo que el pelirrojo le  provocaba.

 

Kagami no pudo esperar más, ahora con su agarre en los glúteos del moreno, se movió debajo de él, tratando él mismo de introducirse de lleno. Aomine sintió la desesperación de su esposo, y denotando una sonrisa traviesa, accedió a los deseos de éste; posó una mano sobre la de Kagami, y con la otra mano tomó aquella erección, esparciendo el líquido pre-seminal por todo el contorno, esperando que aquello actuara de buena manera como un lubricante; situó el pene del pelirrojo en su entrada y con movimientos muy lentos Kagami fue adentrándose cada vez más en él.

 

Cerró los ojos al sentir cómo aquella virilidad grande se abría paso entre sus paredes internas, era una sensación un poco dolorosa, pero más placentera que aquel dolor. Arqueó su espalda al saberse lleno, al sentir cómo Kagami estaba completamente dentro de él; el pelirrojo dejó escapar un gemido al sentir cómo las paredes internas de Aomine le daban una placentera bienvenida.

Necesitaba besarlo, quería sentir sus labios y aquella lengua tan habilidosa sobre la suya, y sin esperar o pedirlo, él mismo se incorporó, sentándose sobre la cama, haciendo gemir a Aomine con ese simple movimiento, pero dicho sonido fue tragado automáticamente por los labios de Kagami, quien lo besó con locura.

 

Se empezó a mover lentamente sobre el pelirrojo, poniendo sus manos sobre las rodillas del contrario, solo para tener estabilidad; deshizo el beso y vislumbró el rostro de sumo placer del de orbes rubíes, cuyos ojos no se despegaban de los suyos, parecía que ninguno de los dos se quería perder el rostro de placer del otro.

Aomine sentía cómo el miembro de Kagami resbalaba entre su cuerpo, entrando y saliendo lenta y exquisitamente, aunado a ello estaban las manos cálidas de piel bronceada sobre su trasero, guiando cada uno de sus movimientos, incitándolo a seguir moviéndose sobre él.

 

—¿Acaso has olvidado cómo me gusta, Taiga?— Habló provocadoramente, relamiendo sus labios cuando notó cómo la mirada del otro chico no podía despegarse de su rostro. Miró la sonrisa singular de Kagami y lo siguiente que pudo sentir fue cómo el pelirrojo lo levantaba y lo giraba con un poco de agresión en sus acciones, poniéndolo sobre sus rodillas y manos sobre la cama.

—Por supuesto que lo recuerdo… ¿Cómo podría olvidar tus gemidos cuando lo hacía de esa forma que tengo te gustaba?

Aomine tuvo que morderse el labio para no dejar escapar otro gemido a causa de la sexy voz de su esposo y aquellas palabras.

—Espera…— Pidió Aomine, levantándose sobre sus rodillas, sintiendo detrás de él cómo Kagami posaba sus manos sobre su pecho. Pudo ver de reojo cómo Taiga fruncía el ceño  ante el repentino pedimento.

El moreno quería tenerlo así por unos segundos: detrás de él, con aquella erección presionando en  su trasero, mientras él recorría sus manos por las piernas y subía hacia la cadera de su esposo, hasta detenerse en aquel cabello rojo y alborotado. Incluso sin ver detenidamente el cuerpo de Kagami podía saber que éste era muy diferente al de…

—Kise…— Susurró simplemente pensando en voz alta, pues era obvio que el cuerpo del pelirrojo detrás de él lo estaba volviendo totalmente loco.

 

Kagami hizo una mueca al escuchar el vago susurro, y se acercó un poco hacia la oreja de Daiki; puso su mano sobre la boca de éste y denotó una mirada tranquila.

—Shhhh… Prometo hacerte ver las estrellas… tanto que no recordarás a ese tipo.— Musitó, dejando uso cuantos besos sobre los hombros morenos.

Aomine no podía pensar de una forma correcta, su mente empezaba a formular esos pensamientos que le decían que aquello estaba mal y que se arrepentiría; pero su cuerpo no opinaba lo mismo; su cuerpo estaba en llamas, y quería ser consumido totalmente por el calor pasional de Kagami.

—Te quiero dentro de mí, Taiga.—Pidió, sabiendo que aquellas palabras que había dicho su esposo serían ciertas.

 

Kagami mordió ligeramente la piel ajena expuesta, tomando uno de los glúteos de Aomine en una mano y su propia erección en la otra, tratando de obtener un buen ángulo para penetrarlo.

Daiki entendió y él mismo posó sus manos sobre sus glúteos, dándole total acceso al otro chico; gimió al sentir cómo de una sola estocada Kagami se situaba dentro de él.

Las embestidas eran potentes, y Aomine sentía que de su boca querían salir más gemidos y jadeos, pero no podía darse el lujo de dejar que Kagami lo escuchara.

 

—Te gusta sentirme así. ¿Cierto? ¿Te gusta que toque fondo en ti?

Otro gemido escapó de sus labios al escuchar la forma en la que el pelirrojo le estaba hablando, cómo le encantaba que Kagami hablara con esa boca sucia durante el sexo, no podía negar que eso elevaba aún más la excitación en él.

—Taiga... no pares... nghh— Supo que no pudo contener los sonidos de su boca cuando Kagami osó tomarlo del cabello y tirar de su cabeza. Tuvo que arquear la espalda al sentir el fuerte jalón, pero no podía quejarse, aquello era una de las cosas que más amaba del sexo con su esposo.

—¿Qué quieres que haga esta noche para complacerte, Daiki?

Oh cielos, no lo preguntes así… ¡Cielos!” Por fin empezaba a pensar de una forma mejor, pero se daba cuenta de que era demasiado tarde, no podía creer la forma en la que el pelirrojo lo estaba excitando, no podía creer la forma en la que Kagami estaba hablando.

—Sólo… no te detengas, Taiga… Ahhhh… así…

 

Por fin puso las manos sobre el colchón, ya que los movimientos de cadera de Kagami eran tan fuertes que no podía mantenerse sólo sobre sus rodillas. Se percató del fuerte agarre de las manos de Taiga sobre su cadera, mientras las estocadas continuaban.

El cuarto se inundó de gemidos y jadeos de ambos chicos, además de aquellos sonidos característicos de dos cuerpos chocando en un vaivén de pasión desenfrenada.

—Se siente tan bien estar dentro de ti, Daiki…— Susurró, posando una de sus manos sobre el miembro desatendido de Aomine. —Y creo que también te encanta… o de lo contrario no estarías tan mojado.

—Tch. Idiota, estoy así sólo porque tú me estás.. nnghh—Trató de terminar de hablar pero no pudo, eran tantas sensaciones las que lo albergaban en ese instante, entre esas sensaciones predominaba la lujuria y la pasión que ni siquiera quería tratar de contener.

—Lo sé… te encanta cómo te lo hago.— Dejó salir una pequeña risa que rápidamente se convirtió en un jadeo.

Daiki sentía cómo sus brazos comenzaban a temblar, pues habían permanecido varios minutos en esa posición y sus brazos ya resentían su peso, sin embargo no quería moverse… quería seguir sintiendo a Kagami de esa forma.

Y parecía que tal cosa había sido notada por Kagami, pues se separó y jaló un poco el cuerpo de su esposo hasta dejarlo recostado, con la espalda sobre el colchón.

Aomine tuvo una perfecta vista del cuerpo de su esposo, tuvo que morder su labio inferior para no babear ante el majestuoso hombre que se mostraba frente a él.

 

Kagami curvó un poco sus labios y tomó uno de los tobillos del moreno, poniéndolo sobre su hombro y besándolo un par de veces, para luego, sin previo aviso, penetrarlo de una sola estocada, haciendo que Aomine gimiera ante la intromisión.

Sus caderas empezaron un vaivén más tranquilo,  pero aun así llegando hasta el fondo en el cuerpo del peliazul, haciéndolo jadear y gemir.

 

El moreno trató de sostenerse de donde podía, pues el placer en su cuerpo iba subiendo rápidamente que juraba que en cualquier momento podría llegar a su orgasmo.

Pero después de un par de minutos, Kagami detuvo sus movimientos, y enfocó su vista en Aomine, quien pudo distinguir una mirada muy diferente de hacía algunos minutos. Era como si el pelirrojo de repente hubiera entendido lo que estaba haciendo.

 

—Daiki…— Su voz, en un tono diferente se dejó escuchar, provocando que Aomine abriera los ojos en sorpresa. —¿Qué demonios estamos haciendo?— Dijo calmado, sin ningún tono de reclamo y hasta con un poco de dolor en su voz.

Aomine sintió cómo su corazón se estrujaba ante la mirada de dolor de su esposo, de lo único que estaba seguro era que quería continuar, su cuerpo se lo pedía, pero parecía que el otro chico ya no estaba del todo conforme.

Sin entender muy bien por qué, se levantó un poco y alcanzó a abrazar al pelirrojo del cuello, atrayéndolo hacia él, mientras volvía a recostarse sobre la cama.

—Sigue moviéndote… por favor... solo… continúa.— Musitó sobre la piel del hombro de Kagami, abrazándolo fuerte, sin pensar siquiera en soltarlo.

Taiga hizo caso a la petición, ésta vez moviéndose de forma diferente: más lento, con menos fuerza, pero no por eso menos placentero para el moreno.

 

—Taiga…

—Shh… no digas nada…—Musitó, dejando un par de besos en el rostro del moreno. —Ambos sabemos que esto está mal.

Las palabras del pelirrojo taladraron en su corazón; por supuesto que él sabía que estaba mal, sabía que no debía estar de esa forma con Kagami, pero no podía evitarlo, había algo en aquella actitud del otro chico que no lo dejaba dar un paso atrás.

—No quiero que pienses en mí o en Ryo después de todo esto— cuestionó, sabiendo que estaba rompiendo el buen modo que se había creado. Aomine no lo soltó, no entendía por qué tan de repente el pelirrojo estaba hablando sobre esas cosas, y siendo sincero consigo mismo tampoco quería escucharlas.

—Nnngh...— Un gemido escapó de sus labios morenos al sentir la estocada fuerte y honda de la cadera de su esposo, luego las embestidas se hicieron más lentas —¿Por qué me estás diciendo esto?

—No lo sé… tal vez… el alcohol me está haciendo una mala jugada.— Levantó el rostro y se topó con un par de ojos zafiro que lo miraban incrédulos.

El moreno tomó el rostro ajeno entre sus dos manos y trató de juntar sus labios con los de su esposo, pero Kagami giró el rostro, evitando que sus labios se unieran, y el peliazul entendió a la perfección las acciones.

 

—¿Qué es lo que quieres que haga, Taiga?.— Cuestionó al sentirse rechazado. —Dime qué debo hacer…

Kagami nuevamente detuvo sus movimientos y miró a Aomine, denotando tranquilidad junto con una muy pequeña sonrisa.

—Sólo quiero que seas feliz… es todo.

Aomine no podía desaparecer su mirada de sorpresa, pensó que tal vez Kagami tenía razón… tal vez aquello que estaban haciendo era mero deseo, y comparado al amor por alguien más aquello no significaba nada. ¿Acaso aquello era sólo sexo de despedida total? Porque por más vueltas que le daba al asunto, todo ello conllevaba a lo mismo.

—Lo siento, Taiga… — Empezó a escupir todas aquellas palabras que por varios días había querido decir y hasta ese momento no se había atrevido, hablaba entre gemidos al notar cómo el pelirrojo nuevamente empezaba a moverse, como queriendo callarlo simplemente con aquellas embestidas, pero él no dejaría de hablar aun así. —sé que te lastimé… nnghh… Sé que fuiste a buscarme a Nueva York… sé que fui un idiota por dejarte en el momento en el que más me necesitaste…  ahhh… cielos… Taiga…— Trató de seguir hablando pero simplemente las estocadas eran cada vez más poderosas y más placenteras. —Lo siento, Taiga… lo sie—pero no pudo seguir, debido a un gemido sonoro al sentir cómo su esposo tocaba dentro de él aquél punto que lo hacía gritar y pedir por más.

 

Kagami tomó las caderas de su esposo y las levantó un poco, asegurándose de tocar aquel ‘punto dulce’ que hacía gemir a Aomine.

—Taiga… más… más… nnngh sigue…

Y así lo hizo el pelirrojo, golpeó una y otra vez la misma zona en el cuerpo del otro chico, escuchando su nombre entre jadeos y gemidos, haciendo a Aomine gritar y pedir por más.

Hasta que sintió cómo el interior del moreno envolvía su miembro en deliciosas contracciones. Aomine se entregó al orgasmo, sintiendo cómo su estómago y parte de su pecho se llenaban de aquellos fluidos que eran consecuencia de la pasión desmedida que su esposo le había hecho sentir; no podía recordar la última vez en la que un orgasmo le hubiera hecho ver estrellas de ese modo.

No pasó mucho tiempo para que Kagami llenara al moreno con su esencia, con movimientos irregulares y mencionando el nombre de su esposo entre aquellos gemidos.

 

Sintió cómo Kagami salía de su cuerpo y se desplomaba a su lado, ambos trataban de normalizar su respiración después de ese orgasmo intenso que habían experimentado.

 

Por fin las estrellas que Aomine había visto empezaban a desvanecerse, dejando lugar a un cuarto cálido y reconfortante. Giró un poco su vista y encontró a Kagami junto a él, recostado boca abajo, con el rostro hundido en una almohada.

—Creo que debo irme al sofá.— Suspiró, tratando de levantarse, pero la mano de Kagami sobre su muñeca no se lo permitió.

—Quédate… — Pudo vislumbrar al moreno a través de sus cabellos rojos rebeldes —… Sólo esta noche.

Aomine no pudo negarse, no cuando su esposo lo había pedido de esa forma, y siendo sincero consigo mismo, también quería quedarse junto a Kagami, una última noche… ya le había entregado su cuerpo por última vez, ahora faltaba entregarle todos sus raros sentimientos y las cosas que aún permanecían atoradas en su mente y corazón… ya no iba a necesitar nada de eso en su futuro… y qué mejor forma de olvidarse de todo que dejando aquellas cosas innecesarias en esa misma habitación.

 

Haciendo caso a la petición, se recostó junto al pelirrojo; ambos chicos quedaron frente a frente, mirándose y con esas simples miradas diciéndose tantas cosas que sus bocas no se atrevían a decir.

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No había podido dormir el resto de la madrugada, sin embargo, Kagami parecía haberse cansado lo suficiente como para quedar dormido en la misma posición en la que se había acostado; Aomine tampoco se atrevió a moverse, simplemente miró el rostro tranquilo  pacífico de su esposo junto a él. Ante sus ojos, Kagami parecía un ángel al dormir, aún, después de tanto tiempo lo seguía pensando.

Durante aquellas horas no había podido evitar enredar sus dedos con aquel cabello rojo sedoso; no iba a perder la oportunidad de grabarse cada rasgo en el rostro de su esposo, a pesar de que lo conocía de siempre.

Se iba a atrever a deshacerse esa noche de todo lo que no le serviría en el futuro… no iba a retroceder en sus planes, aún iba a casarse con Kise Ryota, y unos días en su hogar natal no le harían cambiar de parecer.

 

Cuando cayó la mañana lo primero que hizo fue levantarse, tratando de no mover a Kagami y tan pronto se puso de pie, sintió ese dolor en su cadera.

Ese maldito… es una bestia.” Se quejó al saber por qué dolía de esa forma su cuerpo, se vistió y se dispuso a salir de la habitación. Sin embargo, quedó estático justo al abrir la puerta de la recámara, no pudo evitarlo y miró hacia atrás… observó a su esposo aún dormido en la cama y se dispuso a salir, arrepintiéndose por mirar atrás.

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Se había levantado más tarde que de costumbre en fin de semana, era domingo y como todos los domingos, subía a su auto y conducía hasta la casa de su suegro, llevando junto a él a su pequeño hijo para pasar un desayuno en familia. Después de todos esos años de soledad había entendido que su familia era lo más importante.

No le fue extraño despertar y no encontrar al chico peliazul con el que había dormido la noche anterior.

 

Su cabeza dolía bastante, en definitiva aquella era la peor resaca de toda su vida. Pero debía poner buena cara, pues por fin había llegado a la casa de su suegro.

—¡¡¡Papi!!!—

Una voz chillona y aguda se dejó escuchar por su conducto auditivo, trató de no mostrar su gran molestia a aquella voz, pues no sería lo indicado como padre.

—¡Ryo! — Mostró una gran sonrisa, recibiendo un gran abrazo por parte del pequeño peliazul y lo cargó en sus brazos; para luego saludar a su suegro y a las dos chicas que estaban batallando en la cocina.

—Qué bueno que llegaste, Kagami. Pensamos que no vendrías a desayunar.— Riko fue la primera en hablar, dejando el sartén sobre la estufa.

—Traté de persuadirlas, o de lo contrario incendiarían la casa.— El señor Aomine bromeó, dejando salir una risa a la que sin evitarlo, el pelirrojo se unió.

—¡Pero qué cruel eres, padre! Por supuesto que Riko-tan y yo podemos cocinar algo sencillo.— Satsuki cruzó sus brazos e hizo un puchero.

—Llegué en el momento indicado.— El pelirrojo caminó a la cocina, e inmediatamente las dos chicas se alejaron, sabiendo que no eran tan necesarias en esa parte de la casa; en lugar de eso se ocuparían de poner la mesa.

 

—¿Cómo está tu cabeza, Kagamin? Ayer bebiste demasiado.— La pelirosada trató de indagar en el tema, aunque sabiendo lo que había pasado la noche anterior con Daiki, tal vez no era una buena idea.

—Me siento terrible.— Fue lo único que dijo, tratando de sonar tranquilo y dejar de pensar en lo que había pasado aquella noche. Por supuesto que lo recordaba; tenía noción de cada una de las palabras que le había dicho a Daiki, del placer desmedido que había sentido, incluso del horrible sentimiento que llegó después de todo eso… por obvias razones debía permanecer como si nada hubiera pasado.

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Manejaba tranquilo por las calles… podría decir que su hermoso, lujoso y muy costoso auto acaparaba las miradas de los citadinos. ¿Y cómo no acaparar las miradas si tanto él como su auto eran hermosos?

Sus ojos eran cubiertos por unas gafas oscuras, no tanto para cubrir su mirada del sol, sino también para mostrarse como una persona elegante y sofisticada; miró a varias personas locales, todas ellas portando vestimentas usuales y corrientes, era como si ninguna persona de esa ciudad estuviera a su alcance.

 

Hacía 15 minutos que había pasado la famosa ‘Zona turística’, sin embargo no se detuvo en ese lugar del cual había leído y escuchado cosas maravillosas… ya tendría tiempo de visitar dicho lugar con sus propios ojos, pero aquel no sería el día, pues tenía cosas mucho más importantes que hacer.

 

Tarareaba una canción de rock que escuchaba en el reproductor, manejaba con mucho cuidado; antes de pasar por una intersección se fijó hacia ambos lados de la calle. Cuando cruzó la calle tuvo que estacionar su auto, pues aunque sabía que había llegado a la ciudad esperada, no sabía qué camino seguir después para hallar a la persona que debía.

Después de chasquear la boca, estacionó el auto junto a la acera y salió de éste.

 

Sus cabellos negros revolotearon ante el soplo de viento que había cruzado repentinamente; movió un par de cabellos que osaban detenerse sobre su rostro, luego se quitó las gafas, mirando todo el lugar; no era una ciudad muy linda a su parecer, si era sincero consigo mismo, ni siquiera podía entender cómo el gran Aomine Daiki había vivido en dicho lugar.

 

Después de soltar un suspiro se armó de valor para hablar a la primera persona que transitaba por allí; con un poco de suerte y el extraño podría conocer al chico peliazul al que estaba buscando.

No supo por qué, pero antes de hablarle a dicho extraño lo observó: cabello negro, peinado extraño que tapaba su ojo izquierdo, un llamativo lunar debajo del ojo derecho y un atractivo físico muy interesante.

 

—Hey, hola.— Habló, levantando una mano en son de saludo y notando cómo el extraño fruncía un poco el ceño pero se detenía después de todo. —Estoy buscando a Aomine Daiki. ¿Lo conoces?

El extraño frunció más el ceño ante la repentina pregunta.

—¿Quién lo busca?— Cuestionó osadamente, preguntándose quién era aquel chico bien vestido y elegante.

—Oh, sí… disculpa mi mala educación.  Mi nombre es Reo… Mibuchi Reo.— Mostró una sonrisa tierna al extraño. De repente, le parecía que no todo en esa ciudad era tan malo.

Notas finales:

Les debo confesar que desde hace tiempo que quería escribir un lemmon con lenguaje vulgar... luego me di cuenta de que soy muy mala para eso :'( no soy tan perver como me creí xD 
Igual espero que me haya quedado más o menos bien ese intento de lenguaje erótico en el fic :/ y si no, con toca confianza pueden decirme que deje ese lemmon vulgar, porque no es para mí xD

En fin, gracias por sus comentarios y ánimos en este escrito

 


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