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Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

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Notas del capitulo:

De verdad lamento la demora! Sigo con ese pqueño bloqueo ante esta historia (y creo que ante todos mis escritos :c

Antes de que empiecen a leer esta actualización, debo decir que ha resultado un capítulo un tanto "flojo". Es decir, no tiene mucha emoción, pero es necesario para el avance de los siguientes capis.

Espero no aburrirlos en este corto tiempo de lectura

Gracias de nuevo a mi Beta Ina Escalante por darme luz verde para subir la actualización y por decirme que no se leía tan mal XD

 

..::Capítulo 13—Iré tras él ::..

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¿Qué demonios estaba haciendo?  ¿Desde cuándo él aceptaba invitación de cualquier extraño para tomar un café?

Se hacía esas preguntas una y otra vez al ver sentado frente a él a aquel chico pelinegro que no paraba de hablar de lo magnífico que era Nueva York, sus tiendas y personas refinadas.

Era cierto que había algo en aquel tipo llamado Reo que lo hacía interesarse en él, sin embargo, la forma en la que se expresaba de todo lo que estaba en su alrededor lo hacía querer correr de ese lugar y dejar al chico a su suerte.

 

—Entonces Sei-chan me dijo que mi atuendo estaba horrible. ¡Y me ofendió! Puse mucho esmero en vestirme para una reunión así y él me dice que no me veía bien. Pfff Reo jamás se ve mal.— El neoyorkino hablaba, haciendo unos ademanes extraños para acompañar sus palabras.

Himuro simplemente se escudaba en la taza de café que tenía frente a él, en realidad no era como que la plática del otro chico le importara mucho; había escuchado rumores de que las personas de Nueva York se hacían notar muy superiores, pero jamás lo había comprobado… hasta ese momento.

 

Reo no dejaba de sentirse un tanto incómodo en esa tienda de café, pues, aunque el café era delicioso el lugar a sus ojos no era tan lindo, y los clientes tampoco eran tan elegantes. Debía comprender que estaba en las provincias de la ciudad y que en lugares así las cosas serán muy diferentes a la enorme ciudad en la que vivía.

 

—Así que… ¿Qué asuntos pendientes tienes con Aomine Daiki?— Cuestionó con interés; le había dado a entender a Reo que sí conocía al moreno, sin embargo, aún no estaba muy seguro de llevarlo hasta él. Tal vez la visita de aquél chico bien vestido no era un buen indicio, más aún cuando su hermano Taiga estaba involucrado aún.

—Sei-chan me pidió venir a ver a Aomine, sólo por si algo se le ofrecía.

Himuro entrecerró  los ojos ante la confesión, sentía como si el chico estuviera mintiendo, y él sabía muy bien del lenguaje corporal como para poder confirmarlo, aun así quiso indagar un poco más en el tema.

—¿Qué hay de su prometido? Ese tal… Kise Ryota…

Reo desvaneció la sonrisa sincera que hacía unos segundos portaba, su expresión cambió drásticamente, poniendo un rostro en completa seriedad y como retando al chico del lunar con su simple mirada.

—Kise es un modelo muy asediado, y por lo mismo muy ocupado. Dudo bastante que pueda venir a este lugar.

Himuro hizo una mueca al escuchar la palabra ‘este’ en boca del otro tipo y que aquel tono sonara tan superior y arrogante. En definitiva ese tipo resultaba ser más molesto de lo que había pensado en un principio.

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Aomine había perdido la cuenta de cuántas horas había estado sentado allí, sobre el césped verde, frente al lago de agua cristalina, en donde se podía apreciar perfectamente la luz del sol reflejar en el agua; había estado pensando mucho sobre lo ocurrido esa noche. ¿A quién podía echarle la culpa de eso? Para empezar ni siquiera sabía quién había sido el ‘genio’ que decidió dejarlo ebrio en la misma casa que su esposo en lugar de llevarlo a casa de su padre.

Al no poder encontrar a los culpables prosiguió a pensar en otra cosa.

 

—Fue el alcohol. ¡Sí! Eso fue.— Se dijo a sí mismo sin siquiera creer realmente en sus palabras. ¿Culpa del alcohol? Ni él mismo creía aquello, menos cuando podía recordar con claridad haberle pedido al pelirrojo que no se detuviera, que siguiera haciéndolo suyo, que le diera lo mejor que tenía…

Sintió cómo el calor llegó a sus mejillas al recordar las escenas; puso ambas manos sobre su rostro, tratando de desaparecer de su mente aquellas imágenes en las que Kagami le hacía el amor de una forma en la que jamás lo había hecho.

—Demonios. —Masculló recostándose sobre el césped, disfrutando de la sombra que proveían los árboles alrededor de él.

 

Después de unos minutos de estar absorto en el follaje de los árboles, decidió sacar su celular de entre sus ropas y marcar rápidamente un número que al menos lo sacaría de todos sus pensamientos por ese momento.

El sonido característico de la llamada se hizo escuchar, mientras esperaba que la persona a quien le llamaba contestara.

 

—¡Aominecchi!

Aquella típica voz se escuchó tan animosa, que hizo que instintivamente el moreno mostrara una pequeña sonrisa.

—Hola amor. ¿Cómo has estado?— Cuestionó curioso, sin dejar de ver las hojas de los árboles.

—He tenido mucho trabajo. Ahora mismo estoy en una sesión, por suerte me dejaron descansar unos minutos. ¿Cómo te va a ti? ¿Has hablado con tu familia sobre la boda?

La sonrisa de Daiki se borró repentinamente; claro que había hablado con su familia sobre el tema, todos ya sabían que el moreno iba a casarse, sin embargo… aún tenía un problema mayor, y eso era el convencer por todos los medios a Kagami Taiga de firmar aquellos estúpidos papeles de divorcio, lo cual parecía ser cada vez más difícil.

—Algo así.— Musitó tratando de pensar en otro tema para cambiar la conversación y que Kise no se preocupara, pero el rubio lo sorprendió cuando él mismo comenzó a hablar sobre otra cosa.

—Adivina, Aominecchi… las revistas de espectáculos siguen llenos de artículos sobre nuestra boda.

Aunque el moreno no podía ver a su prometido, sabía que éste esbozaba una enorme sonrisa, y a juzgar por el tono anímico en su voz no podía equivocarse.

—¡Somos la sensación del momento! Además de que Akashicchi sigue feliz porque las ventas han incrementado con esa noticia sobre nosotros.

 

Escuchó cada una de las palabras de su prometido; suspiró aliviado al saber que sus pensamientos se habían olvidado en ese pequeño lapso de tiempo que había pasado conversando con el rubio. Parecía como si él fuera el único que podría aliviar todas sus emociones confusas en ese momento.

—Te amo…— Interrumpió el moreno, sin desaparecer su sonrisa y suspirando a sus palabras.

—También te amo, Aominecchi. — Su voz sonó dulce y tranquila. —Ya no veo la hora de que regreses… te extraño.

A decir verdad, el moreno ya ansiaba regresar a Nueva York y a su trabajo como fotógrafo de modelos, pero aún tenía una labor importante que hacer, y hasta que Taiga no firmara los papeles no sería libre.

—Debo irme, me llaman para regresar al set. —El rubio se apresuró a decir, y Aomine pudo escuchar murmullos a través de la bocina. —Te llamaré por la noche, te amo, Aominecchi.— se atrevió a repetir su confesión, escuchando un ‘de acuerdo’ de parte del moreno para terminar su llamada.

 

Parecía que con esa simple llamada los pensamientos de Aomine se habían calmado, se sentía más tranquilo y reconfortado, haría una nota mental de llamar más seguido a su rubio prometido.

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La tarde calurosa había caído sobre ese lugar, Kuroko  se dirigía a ese restaurante que por varios días había visitado, y es que no se cansaba de aquella comida; sin duda podía decir que era uno de los mejores restaurantes que había visitado en toda su vida.

Estaba a punto de entrar al lugar cuando escuchó la voz de alguien conocido, y sin demora giró el rostro para encarar a aquel chico que lo había detenido en la calle.

 

—Hola, Kagami-kun, Ryo-kun.— Saludó con una enorme y sincera sonrisa, notando cómo el pelirrojo no iba solo; lo acompañaba su pequeño hijo sentado junto a él dentro de la camioneta, quien lo saludaba animoso agitando una mano.

—Hey Kuroko ¿Qué haces aquí?— Curioso preguntó, esperando no sonar tan imprudente con aquel cuestionamiento.

—Me dio hambre; estaba a punto de entrar a este restaurante…— señaló el local que se encontraba a unos cuantos pasos de él. —…sirven una comida deliciosa.

—Oye papi, invita a Kuro a comer con nosotros. — El pequeño niño peliazul mostró una enorme sonrisa.

—¿Kuro?— El peliceleste enarcó una ceja al escuchar su nombre en labios del pequeño.

—Lo siento, él suele ser muy irrespetuoso.

—No, está bien… me agrada cómo suena.— Respondió cuando notó cómo el pelirrojo estaba a punto de llamarle la atención a su pequeño hijo.

 

Sonrisas tiernas eran intercambiadas por Kagami y Kuroko en lo que parecía que habían pasado 10 minutos, cuando en realidad sólo había sido un ínfimo momento de un par de segundos.

—¿Quieres venir a comer con nosotros?— Por fin el pelirrojo se atrevió a romper el silencio, tomándole la palabra a su hijo e invitando al peliceleste a su casa.

Kuroko asintió feliz son borrar aquella sonrisa boba de su rostro; miró cómo el más alto bajaba de su camioneta y se disponía a abrirle la puerta de ésta, para que pudiera entrar.

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—¿Te han dicho que tienes un lunar tan sexy?— Decía Reo, sin despegar los ojos del camino que tenía frene a él. Ahora él y Himuro estaban a bordo del auto muy lujoso del neoyorkino.

Himuro no entendía qué demonios pasaba con aquel chico tan raro, si los que vivían en Nueva York eran tan acosadores como él, entonces jamás en su vida querría ir a ese lugar.

—Sólo conduce.— Fue su única contestación ante los fallidos intentos de seducción del otro chico.

 

Pasaron unos 10 minutos en el auto, pues Reo conducía a una velocidad muy lenta.

Había escuchado que en las provincias se podían encontrar granjas o incluso ranchos, y no quería que, para su mala suerte, alguna vaca fuera a cruzarse por su camino.

—¿Oye es cierto que por aquí hay granjas?— cuestionó ante sus pensamientos estúpidos.

—¿Qué?— Himuro fijó su mirada sobre él, una mirada en la que mostraba sorpresa y extrañeza.

—Escuché que aquí en las provincias hay granjas.

—Eso suena estúpido… esta es una pequeña ciudad con todas las comodidades. Si quieres encontrar una granja tienes que conducir unos 30 minutos hacia el oeste.— Señaló en la dirección de la que hablaba. —Pero siendo tú… seguro que entrarías en pánico al ver el simple ganado.

—¿Qué? Me ofendes, querido.— Mostró una mueca al saber que el otro chico se estaba burlando de él. —Claro que he estado en una granja… o al menos… he estado cerca de una.

 

Himuro rió con el comentario del otro chico, a pesar de que se creía muy superior, tenía ese toque de gracia que le parecía muy interesante.

—Apuesto a que ni siquiera sabes lo que es una vaca.

—¡Oh! ¡Vuelves a ofenderme!— Puso su mano derecha sobre su pecho, como si hubiera recibido una ofensa grande. —Una vaca es ese animal que… tiene… esos cuernos grandes en su cabeza y gruñen y asustan a todos a su alrededor. —A pesar de que conducía sintió la mirada penetrante de su acompañante. —Menos mal que no traigo ninguna prenda roja o de lo contrario esa vaca me atacaría.

—¡¡¡¿Confundes a un toro con una vaca?!!! Hahahahaha.

No pudo evitar reír aún más fuerte que la vez anterior, parecía que después de todo, no era tan malo pasar un rato con aquel chico; a pesar de que Reo se notaba muy arrogante y egocéntrico, también hacía gala de un sentido del humor que rara vez se veía en alguien.

 

Himuro no podía dejar de reír, hasta que recordó el destino hacia donde se dirigían, y dándole un par de indicaciones más al conductor, por fin llegaron al hogar en donde Aomine se estaba hospedando momentáneamente.

Ambos chicos bajaron del auto y Reo no perdió oportunidad de mirar la casa que estaba frente a él; era una casa de madera de un piso pero aun así grande, muy bien cuidada por cierto.

No evitó gruñir en molestia al sentir que pisaba el suelo  en terracería, pues ante ese piso árido y con piedras, sus finos y costosos zapatos se ensuciarían.

 

—¿Vienes?— Mencionó el del lunar en el rostro justo parado en el pórtico, dispuesto a tocar la puerta de aquella casa, recibiendo un movimiento de cabeza de parte del otro en señal de afirmación.

Después de una sincera sonrisa se dispuso a tocar y esperar que la persona que se encontrara en la casa atendiera a su llamado.

—¡Tatsuya!—El padre de Aomine fue quien abrió la puerta y mostró una sonrisa al ver al hermano de Taiga frente a él. —¿Qué te trae por aquí?

—Hola, señor Aomine. ¿Se encuentra Daiki?

—No, lo siento, él no ha venido en todo el—Pero sus palabras mudaron cuando un chico pelinegro, de cabello largo para su gusto se dejó mostrar frente a él. El señor miró a Himuro, como preguntándole con la mirada, y éste  entendió a la perfección aquella mirada.

—Disculpe mi descortesía… él es Re—

—Reo Mibuchi…— Interrumpió la presentación, mientras él mismo se ponía frente a aquel hombre que se parecía con demasía a Daiki. —… encantado de conocerlo.— Estiró su mano en señal de saludo y con duda, el hombre peliazul correspondió a dicho saludo.

 

Enarcó una ceja al notar la forma en la que el tal Reo vestía, no era nada común ver a alguien tan bien vestido y con un traje sastre sumamente elegante por esos lugares, y supuso que era otro amigo de su hijo Daiki el que se encontraba frente a él.

—Él es amigo de Daiki.— Himuro mencionó, como adivinando las preguntas en la mente del señor.

—Entiendo, él no está aquí por el momento, pero pueden pasar y esperarlo.

Sin que le dijeran una segunda vez, Reo entró a la casa y miró a su alrededor, no pudo más que emocionarse ante algunos adornos interesantes que veía en la sala, pero también notó ciertos objetos que lo dejaron muy pensativo; y aquellos eran los juguetes de niño que yacían por varias partes del piso de la sala.

—Lo siento, Aomine-san, tengo cosas que hacer. ¿No le molestaría quedarse con ese tipo?— Se acercó lo suficiente al peliazul para susurrarle —Es muy raro pero parece buen chico.

—Ya veo, no te preocupes Tatsuya, no hay problema.

 

El chico del lunar se retiró después de despedirse cortésmente y, tratando de pasar desapercibido ante Reo, para que éste no osara seguirlo.

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Kagami ponía dos platos sobre la mesa, uno para su invitado peliceleste y el otro para su hijo. Kuroko sintió cómo se le hacía agua la boca al ver el manjar exquisito que yacía frente a sus ojos.

Ryo no dijo nada, en su lugar tomó el tenedor y empezó a comer su comida como si no hubiera un mañana, acaparando la atención del chico junto a él, quien no podía evitar pensar que aquella comida no sólo se veía bien, sino que también tenía un estupendo sabor.

Y comprobándolo por él mismo, hizo lo mismo que el pequeño y tomó un poco de comida en el tenedor.

 

Kagami agarró su propio plato y acompañó a Kuroko y a su pequeño hijo en la mesa.

—Ryo, no te ensucies…— Pidió tranquilo pero inútilmente pues ya tenía bien sabido que su hijo siempre comía ensuciando su ropa.

—Kagami-kun esto sabe exquisito. Cocinas excelente.— Apenas pudo pronunciar, mientras seguía engullendo la comida.

—Me alegra que pienses así. El cocinar es una de las cosas que mejor puedo hacer.— Y no era por presumir, simplemente era la verdad.

—Ahora lo puedo notar.— Pausó sus palabras mientras tragaba el bocado en su boca. —Pero... hay algo familiar en tu comida… algo que no puedo decir con exactitud.

 

El pelirrojo hizo de cuenta que no había escuchado esas palabras y siguió comiendo, no quería entrar en detalles sobre su comida.

—Papá esto sabe muy bien como siempre.— Las palabras de Ryo fueron correspondidas por una sincera sonrisa y una caricia sobre sus cabellos azules de parte de su padre.

 

Aquella comida pasaba muy tranquila, el pequeño Ryo contaba cosas sobre sus amigos y su maestra; Kuroko dejaba la seriedad a un lado e incluso le contaba al pelirrojo sobre su vida en Nueva York; por otro lado Kagami contaba anécdotas que pasó de niño junto a sus amigos.

 

Fue en esa pequeña plática en la que Kagami supo que el peliceleste había trabajado en la misma empresa que Aomine, había escuchado por primera vez el nombre de Akashi Seijuuro y había entendido que Kuroko ahora trabajaba como el mejor columnista en una revista de deportes.

Ante sus ojos, la vida del chico de menor altura parecía muy interesante y podía decir con facilidad que el chico le agradaba por la sencillez que mostraba; no cualquiera que tuviera una vida lujosa en un lugar grande como lo era Nueva York, se portaría con sencillez en una ciudad de provincia. Todos esos años había tenido la idea de que los neoyorkinos eran muy arrogantes, pero Kuroko era la excepción a esa regla; se sentía tranquilo junto al peliceleste, y eso era una buena señal para él.

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—Y esta foto fue de una reunión muy importante con el gobernador, pero tuve que retirarme de allí cuando una chica tonta osó derramar su bebida en mi traje muy costoso.— Exclamaba Reo.

El chico pelinegro, para pasar el tiempo, había sacado su Tablet y le había enseñado al padre de Aomine muchas fotografías de todo tipo: sobre su trabajo, reuniones importantes, incluso de sus vacaciones.

—Ya veo.— Maldito el momento en el que le había dicho a Himuro Tatsuya que no habría problema en que Reo se quedara a esperar a Daiki en su casa. Y si se lo preguntaban, incluso le empezaba a doler la cabeza ante la compañía del chico.

—Esta foto fue de cuando fui a Hawaii, un tipo loco me dio una falda hawaiiana. Tuve que decirle que yo era hombre.

El señor Aomine escuchó la risa que salió de los labios del otro chico, y tratando de imitarlo, dejó sonar una risa forzada, pidiendo a todos los cielos porque su hijo regresara pronto a casa y no lo dejara pasar más tiempo con aquel neoyorkino.

 

Parecía que sus súplicas por fin eran escuchadas, pues la puerta de la entrada se abrió y Daiki se dejó mostrar, teniendo la mano en la cabeza, a causa de su horrible jaqueca que aún lo hacía sufrir.

—¡Aomine!— El pelinegro dejó la Tablet sobre el sofá y se levantó de éste, para caminar hacia el nombrado y envolverlo en un abrazo.

—Reo… ¿Qué demonios haces aquí?— Se dejó abrazar, por el simple hecho de que el otro chico lo había sorprendido.

—Sei-chan me pidió que viniera a ver si necesitabas algo… está preocupado por no saber de ti en varios días.

El moreno deshizo el abrazo y apartó lo más que pudo al otro. No lo diría, pero por supuesto que no creía en ninguna palabra de Reo. “¿Qué Akashi está preocupado por mí? ¡Pfff! Por favor, Reo, invéntate otra cosa más creíble” Pensó enarcando una ceja; aunado a la confesión increíble del pelinegro, estaba el hecho de que Daiki tenía bien sabido en qué había trabajado Reo antes de ser asistente de Akashi; aquello era lo que lo tenía más nervioso… es decir, un detective que había ido a  verlo, no era algo bueno para él.

—Estoy bien. Creo que hiciste un viaje demasiado largo en vano, no hay nada en lo que puedas ayudarme.— No le importó si sonaba descortés, lo único que quería era que Reo se fuera de ese lugar de inmediato.

 

Para suerte del moreno, el momento se vio interrumpido por unos ligeros toques sobre la puerta, y se sintió aliviado al saber que no tenía por qué seguir lidiando con el pelinegro en ese momento.

Caminó unos pasos y abrió la puerta a la persona del otro lado, encontrándose con unos ojos celestes que lo miraban inexpresivos.

—Hola, Aomine-kun.— Kuroko levantó una mano sin cambiar la expresión en su rostro.

—Tetsu.

—¡Kuroko!— Reo habló, dirigiéndose al peliceleste para abrazarlo de la misma forma en la que lo había hecho con Daiki, sin embargo, la mano de Kuroko sobre su rostro lo detuvo.

—Por favor, Reo-san, no haga eso.— Y con aquellas palabras, el pelinegro se dio por vencido. Después de un cortés saludo al padre de Daiki, nuevamente se dirigió a éste. —Espero no haber interrumpido nada importante.

—No te preocupes, Reo sólo estaba siendo molesto como de costumbre.

—Aomine, qué cruel eres. Claro que no soy molesto.

Kuroko presenció cómo Reo trataba de defenderse de las palabras en broma de Daiki; no recordaba la última vez que había visto aquello, y no pudo contener sus sentimientos de nostalgia de acapararon por un segundo su pecho.

—Necesito hablar contigo.— Interrumpió la conversación, mirando fijamente al moreno y cómo éste fruncía el ceño con extrañeza en su rostro.

 

Después de un suspiro, Daiki asintió a las palabras.

—No tardaré, Reo, ve a dar una vuelta o algo… tal vez esta plática dure. — Mencionó intrigado, pues muy rara vez su amigo de cabellos celestes usaba ese tono en su voz.

—De acuerdo… en realidad creo que me quedaré aquí a terminar de mostrarle a tu padre mis fotografías.— Sonrió ampliamente sin notar que detrás de él el señor Aomine bajaba el rostro en resignación.

 

~*~

 

Daiki y Kuroko se encontraban sentados sobre unos columpios, que fueron lo más divertido en la infancia del moreno, la vista que tenían enfrente hacía notar las montañas que muy a lo lejos se vislumbraban.

Kuroko por instinto empezó a columpiarse, se sentía un tanto nervioso y no sabía cómo empezar aquella plática; por otro lado Aomine sentía que no quería escuchar las palabras de su amigo, seguro que no serían muy buenas.

 

—¿Y bien?— Aomine fue el primero en interrumpir el incómodo silencio, mirando de reojo cómo su amigo se columpiaba suavemente.

—No sé cómo decir esto de una forma sutil

Ojos color azules como la medianoche se fijaron en su amigo, quien no se atrevía a hacer contacto visual; debía admitir que no había visto tan pensativo a Kuroko en el tiempo que llevaban de amigos, y eso lo tuvo un tanto inquieto.

—Sólo dilo Tetsu. Somos amigos ¿No?

Por fin aquellos ojos celestes se fijaron en él, denotando seguridad e intranquilidad. Kuroko sabía que no debía decir lo que tenía en mente, pero ante el día que había pasado junto a Kagami y su pequeño, no podía evitarlo.

—Hoy pasé la tarde con Kagami-kun.

 

Los ojos de Aomine se abrieron con sorpresa, sin saber realmente a qué se refería con las simples palabras “pasé la tarde con Kagami” y parecía que Kuroko había entendido aquel cambio de expresión así que trató de dejarlo más claro.

—Me invitó a comer junto a Ryo-kun. Ellos son una buena compañía.

Parecía que con esas palabras el moreno había quedado más tranquilo, y el cambio en su rostro lo delató. Sinceramente Aomine no quería escuchar el nombre de su esposo, mucho menos el de su hijo, no sabía qué era lo que tenía que decir Kuroko, pero si seguía contándole cosas sobre el pelirrojo, seguro que se molestaría.

—¿Eso tiene que importarme?

Kuroko no desvió su vista de la de su amigo, pero esta vez su poca sorpresa se hizo notar en su mirada, y para que él mostrara un rostro así era muy extraño.

—Pensé de dirías otra cosa, pero te diré lo que ronda por mi cabeza aunque no te importe.

 

Frunció el ceño al escucharlo, definitivamente su amigo estaba portándose demasiado extraño. ¿Qué rayos era lo que Kuroko temía decirle? ¿Por qué le estaba dando tantas vueltas al asunto?

 

—Creo que deberías luchar por tu familia.— Dijo con suma seguridad, notando cómo los ojos de Aomine se abrían grandes ante el consejo. Pensó que Kuroko se había vuelto loco.

—¿De qué rayos estás hablando, Tetsu? Sabes que estoy decidido a casarme con Kise.

—Bueno, pensé que habías cambiado tu mentalidad.

—¿Por qué habría que cambiar mi mentalidad? Amo a Kise, no pienso dejarlo.

Nuevamente la mirada del peliceleste cambió, ahora denotaba decepción y suspirando en derrota volvió a mirar hacia el frente, evitando el contacto visual.

—Tetsu, aunque quiera volver con él… las cosas no serán igual después de esto.

—Puedes intentarlo, siempre existen las segundas oportunidades. Si lo amas vale la pena luchar por él.

 

Aomine sonrió levemente al comentario de su amigo, cerró los ojos y sintió cómo la brisa fresca pegaba de lleno en su rostro, alborotando un poco sus cabellos azules.

—Ese es el problema, Tetsu… no quiero intentarlo porque en mis planes no está volver con él.— Pausó sus palabras, esperando una respuesta que no llegó en ese momento. —Taiga es pasado… no supo aprovecharme, es todo.

—¿Qué?— Preguntó, esperando no haber escuchado aquellas insulsas palabras —¿Cómo puedes decir esas cosas?

—Es la verdad, si Taiga hubiera decidido dejar todo e irse conmigo, ahora ambos estaríamos en la cima del mundo.

—Eso es una tontería.

—En lugar de seguirme se quedó en éste lugar horrible.

 

Kuroko no pudo soportar más las estúpidas palabras que estaba diciendo su amigo, y de un solo movimiento se levantó de su asiento y con las manos en forma de puños encaró al moreno.

—No puedo creer que oses hablar de esa manera.— No levantó la voz, pero en su tono se podía escuchar perfecto el enojo. —Jamás he conocido a alguien como Kagami-kun, y ahora que lo encuentro, puedo decir que él es asombroso en todos los aspectos… ¡No puedo creer que el único que no se dé cuenta de ello eres tú!

Aomine lo miró con estupefacción, no podía creer que su mejor amigo estuviera defendiendo a Taiga; seguía sin entender el punto en las palabras de Kuroko, y entre más se mostraba confundido, parecía que el enojo en el peliceleste aumentaba.

—Cometes un error, Aomine-kun…. Pero si no vas a dar vuelta a atrás, entonces déjame decirte algo…— Mudó unos segundos, asegurándose de obtener total atención del moreno. —¡¡Una vez que él firme esos papeles y por fin tengas tu dichoso divorcio, no tendré contemplación e iré detrás de él, sin importarme en lo más mínimo que tú seas mi mejor amigo!!

 

¿Kuroko estaba diciendo que se había fijado en Kagami? ¿Él acababa de declararle la guerra? Eso para nada estaba entre las cosas que pensó que el peliceleste diría, y ante esa confesión dicha con tanta seguridad no supo qué pensar.

Notas finales:

No les ha pasado que encuentran a alguien que les da gracia simplemente con escucharlo hablar? xD así me pasa con mi cuñado, y quiero darle ese pequeño 'toque' a Reo, aunque no sé si esté resultando.

Bueno, el HimuReo no me es desagradable, así que dije "¿Por qué no?" y bueno, así salío...

Prometo que el siguiente capi será más emocionante (o eso espero)

Gracias por sus lecturas y sus comentarios, de verdad me es muy grato leer cada uno de sus reviews <3


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