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Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

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Notas del capitulo:

Antes que nada... debo pedir mil disculpas por tomarme más tiempo para actualizar -n- he estado ocupada con otros escritos y decidí pausar un poco éste.
La razón es simple: el AoKaga month es en Agosto, y ya tengo un par de fics para publicar ese mes, así que me verán deambulando por estos lugares más de lo habitual durante el siguiente mes c:

Ahora vamos con el fanfic... lamento que este capi haya salido igual de aburrido que el anterior (o al menos eso es lo que pienso) de verdad que se necesitaba para lo que va a pasar en el siguiente capi. Igual me animé a hacerlo un poco más largo debido al tiempo en el que no actualicé.

Debo decir que aún no estoy pensando en un desenlace, pero la siguiente actualización será crucial en la historia.

Gracias a todos por sus lecturas, por sus estupendos reviews ,por su apoyo para con este historia y por la paciencia que me han tenido, espero no estarlos decepcionando por estos capis algo 'flojos'

Sin más, los dejo leer <3

..::Capítulo 14 —El plan. ::..

.:.

.

 

Abrió grandes los ojos ante la declaración de Kuroko, claro que se había dado cuenta de cómo su amigo peliceleste miraba a su aún esposo, también había notado las sonrisas coquetas que le regalaba, de hecho, se había dado cuenta hacía días de aquella repentina atracción de su amigo hacia el pelirrojo.

 

Desvió la vista y la situó frente a él, en aquellos árboles que yacían moviéndose al compás del viento fresco. ¿Por qué debería importarle aquella declaración de guerra de Kuroko?  Él iba a hacer su vida aparte, y el que Kuroko quisiera estar junto a Kagami no le incumbía en lo absoluto.

 

—Tetsu… —Habló tranquilo, fijando su mirada en la de su amigo, obteniendo toda la atención del nombrado. —Si tanto quieres estar con Taiga… por mí no hay problema.

Kuroko ahora fue el sorprendido ante las palabras, tenía la esperanza de que con su confesión el moreno entendiera y al menos se mostrara un poco celoso, sólo así podría pensar que Aomine aún pensaba en Kagami, pero después de todo, sus intentos por quitarle la venda al peliazul habían fracasado.

Suspiró derrotado y dio media vuelta, convencido de que ya no tenía ningún caso hablar con el moreno sobre el tema, pero a un par de pasos giró nuevamente para mirar de forma correcta al otro chico.

—Al menos me has dado tu aprobación, Aomine-kun. —Después de sus palabras, una pequeña sonrisa se formó en sus labios, después de ese gesto siguió su camino para alejarse de ese lugar.

No podía decir con exactitud por qué había sido aquella pequeña molestia que sintió con las últimas palabras del peliceleste

 

Sus pensamientos de repente se vieron privados por una silueta familiar, rodó los ojos y desvió la mirada, haciendo de cuenta que no había visto al recién llegado. Pero tuvo que regresar de nueva cuenta su vista ante el grito de cierto chico que se suponía que seguía con su padre.

—¡¡Tatsu-chan!! —Reo gritó al ver llegar al otro pelinegro, y de inmediato se abalanzó hacia él en un abrazo que Himuro no pudo evitar.

—¿Tatsu-chan? ¿Quién te dijo la autorización para llamarme así? —Gruñó, tratando de quitarse al neoyorquino de encima.

—No seas tímido, solo déjame abrazarte.

 

Aomine, al ver la escena, formó una cara de asco… ¿Cómo al gran asistente de Akashi le podía gustar un tipo tonto y emo como su cuñado? Un bufido escapó de sus labios y otra vez desvió su vista, tratando de pasar por alto la escena asquerosa que se suscitaba a unos metros de él.

Por lo que entendía era que Reo se había fijado en Himuro y éste, por su parte ni siquiera se sentía atraído por el neoyorquino. “¡Qué tontería!”, pensó de repente.

 

 

Si pensaba dos veces la situación, era muy desafortunado el que Reo llegara con el único propósito de investigar a Aomine; no sabía cómo iba a salir de aquel problema, de lo único que estaba seguro era que el asistente de Akashi se enteraría de todo: que estaba casado y tenía un hijo, y aun así planeaba casarse con el super-modelo Kise Ryota… no sabía cómo iba a sacar su trasero a salvo de las garras de Akashi…

 

De pronto una idea, como un flash, llegó a su mente… tenía la solución perfecta para que Akashi no se enterara de nada, y sabía que ese plan funcionaría a la perfección…

..::..

.:.

.

La camioneta de Kagami se encontraba estacionada en la parte trasera del lujoso hotel de Kasamatsu, ambos chicos bajaban un par de cajas de dicha camioneta y las introducían al edificio.

 

—¿Qué demonios llevas aquí? —Dijo el pelirrojo con dificultad, al sentir el enorme peso sobre sus brazos.

Kasamatsu dejó una de las cajas sobre el piso y suspiró al haber cargado todo ese peso.

—Sólo son algunos artículos de limpieza que las mucamas me comentaron que hacían falta…— Miró cómo el pelirrojo dejaba la caja sobre el piso y soltaba un gran suspiro. —Vamos, Kagami, no me digas que te cansaste en cargar esa caja. — Mencionó curioso, tratando de hacerle plática al otro chico, pues durante todo el trayecto en el que Kagami lo acompañó éste había estado muy callado y pensativo; y como era de esperarse, no recibió respuesta ante su comentario. —¿Estás bien?  —Preocupado cuestionó, acercándose al pelirrojo y estirando su mano para tratar de posarla sobre la mejilla de éste, pero su sorpresa fue grande al ver que Kagami daba un paso atrás ante la mano que se acercaba a su rostro.

 

Kagami no había querido ser descortés, y al notar la mirada de sorpresa y dolor del pelinegro, bajó su cabeza, sintiéndose culpable.

—Lo siento. —Habló, sin poder hacer contacto visual. —He estado pensando que… todo esto… es un error…

La mirada de Kasamatsu ahora denotó curiosidad ante las palabras recién escuchadas; no entendía a qué se refería el pelirrojo.

—¿Un error?

Kagami suspiró en derrota, sabía que era el mejor momento para hablar, antes de que todo aquello se hiciera aún más grande, si es que no ya lo era.

—Lo siento, Kasamatsu… creo que.. esta especie de… relación que tenemos tú y yo no va a ningún lado.

 

Un dolor albergó el pecho del pelinegro, sin embargo, estaba seguro de que ese momento llegaría tarde o temprano. Tenía bien sabido que Kagami no sentía algo fuerte por él, y no lo culpaba… después de todo él había sido quien se había acercado al pelirrojo para tratar de enamorarlo, pero… no había logrado su cometido.

Dolía, claro que dolía, pero no de la forma en la que él pensó, tal vez era porque ya estaba preparado… aquellas palabras debían llegar tarde o temprano.

—Lo sabía. —Dijo finalmente, mirando fijamente al pelirrojo.

—¿Lo sabías?

—Sí… es decir… todos estos años esperando que sintieras cosas por mí… sin éxito. Era obvio que ante el regreso de Aomine esta relación, o como quieras llamarla, terminaría.

Kagami permaneció en silencio, no creía que aquello estuviera pasando por el regreso de Aomine, en realidad desde antes de que su esposo apareciera quería terminar con esa extraña relación; pero no se había animado a hacerlo.

 

No lo diría, pero sentía que algo estaba atando a Kasamatsu, había algo en el chico pelinegro que lo hacía no entregarse por completo a Kagami, y él podía sentirlo con facilidad. Pero no iba a reprocharlo, mucho menos cuando él mismo se sentía atado aún a Daiki… tal vez la mejor solución para él era firmar de una vez por todas aquellos papeles que lo hacían sentirse encadenado al moreno.

Era algo muy diferente a Kasamatsu… no podía adivinar qué era lo que tenía atado al pelinegro, por lo cual muchas veces se sentía distante.

 

—Perdóname. —Atinó a decir, nuevamente en modo de disculpa. Sentía como si se hubiera quitado un enorme peso de los hombros. Se sentía mal por no poder corresponder a los sentimientos del pelinegro, pero no podía seguir con él de esa forma, y parecía que Kasamatsu lo entendía completamente, pues la sonrisa tierna que adornó sus labios se lo dejó saber.

—Siempre estaré allí para ti… sin importar nada… tenlo siempre en mente, Kagami.

El nombrado sonrió de la misma forma, sabiendo que aquellas palabras eran dichas con toda sinceridad, pues en todos esos años, el pelinegro había estado allí sin esperar nada a cambio.

—Lo sé.

..::..

.:.

.

—¿Quién es?—Gritó ante los fuertes golpes sobre su puerta. Eran las 10 de la noche y no podía imaginarse quién estaba del otro lado de la puerta. Por si acaso, había marcado el teléfono de la policía, lo único que tenía que hacer era apretar un botón para que la llamara se iniciara, sólo por si algún maleante estuviera parado en su pórtico.

—Soy Aomine, abre, maldito emo.

Gruñó al saber que era el peliazul el que molestaba a esas horas de la noche. Con desdén dejó el teléfono sobre un estante, mientras abría lentamente la puerta, esperando que el peliazul no se apareciera allí para provocar problemas.

—Aomine. ¿Qué demonios haces aquí a estas horas?

—Necesito hablar contigo… es algo importante.

Himuro se hizo a un lado para que el recién llegado entrara; su atención se vio atraída por las últimas palabras de éste.

 

Aomine se sentó en el sofá de la sala, se puso cómodo, como si la casa le perteneciera, mientras miró al pelinegro permanecer de pie a escasos metros lejos de él.

—No sabía que Reo se sentía atraído hacia ti.

Himuro entrecerró los ojos ante el comentario, no sabía qué era lo que estaba tramando Aomine, pero si había ido a buscarlo a su casa  significaba que no era algo bueno.

—¿Qué rayos quieres? —Cuestionó con un tono de voz frío.

—Reo está aquí para investigarme.

Himuro enarcó una ceja sin poder entender a dónde quería llegar el peliazul.

—No es algo que me interese… por mí ustedes dos pueden irse por donde llegaron.

 

Aomine se levantó del asiento, con movimientos lentos y mostró una expresión arrogante, haciendo que el pelinegro se pusiera a la defensiva.

—Yo más bien creo que te interesa mucho… no por tu persona, sino por Taiga.

Himuro mostró los dientes y rápidamente se acercó a Aomine para tomarlo agresivamente de la camiseta.

—No te atrevas a hacerle algo malo a Taiga, o juro que sufrirás, Aomine.

—Tranquilo… no le haré nada… todo lo contrario. —Habló con calma, posando una mano sobre la del pelinegro y tratando de quitarla sin agresividad.

 

El del lunar se relajó y quitó su agarre, sin deshacer los puños que se habían formado en sus manos; ahora tenía más curiosidad por lo que diría el peliazul.

—Si Reo descubre que Kagami es mi esposo y que tengo un hijo… le dirá a su jefe…— Fijó su mirada en el pelinegro, quien cruzó los brazos a la defensiva escuchando atentamente las palabras. —Si su jefe se entera mandará reporteros y todas las personas que él quiera para percatarse de la veracidad de la información… — Notó cómo la mirada de Himuro cambiaba lentamente y descruzaba los brazos. —La tranquilidad de Kagami y Ryo se verá afectada… dudo mucho que te guste ver eso. ¿Cierto?

 

Himuro abrió los ojos con un poco de terror… obvio que no quería que su hermano y su sobrino se sintieran en el ‘ojo del huracán’ sólo porque Kagami estaba aún casado con ese tipo horrible que era su esposo. Además de que ni siquiera sabía cómo era aquel Akashi…

Llevó una de sus manos hacia su cabello, pasándola por su cabeza, sabiendo que no tenía opción.

—Esto sólo te beneficiará a ti… lo único que quieres es que Reo no se entere de tus estupideces.

El moreno frunció el ceño ofendido, pero no podía contestar, pues aunque le doliera, Himuro tenía razón.

—Velo como mejor te parezca. —Era obvio que aquello sólo le beneficiaba a él… para él era mucho mejor que Reo no se enterara, o de lo contrario Kise echaría por la borda los planes para casarse; no podía arriesgarse.

—¿Qué tengo que hacer? Supongo que viniste a mi casa para que yo te ayudara… ¿Qué quieres de mí?

El moreno mostró una pequeña sonrisa, sabía lo que quería de Himuro, y no dudaría en platicarle sobre su plan… aprovecharía ahora que el del lunar estaba totalmente dispuesto a ayudar.

..::..

.:.

.

Era por fin viernes, y como cada fin de semana, los chicos se reunían para jugar basquetbol, como lo habían hecho desde que tenían memoria.

En la cancha ya se encontraban Midorima, Takao, Kagami y su pequeño hijo; mientras esperaban a los demás, se dispusieron a tirar algunas canastas, mientras Kagami y Ryo empezaron a jugar.

—¿Cuánto más tardarán esos tontos?~nanodayo —Mencionó el megane tras encestar una canasta de 3 puntos.

—No deben tardar mucho. —Kagami trató de suavizar el tono en su voz para que el peliverde no se molestara más.

—Qué raro, me encargué de decirles que llegaran a tiempo… esos impuntuales. —Takao fue el tercero en hablar, sin saber cuánto tiempo habían estado esperando.

—¿Invitaste a Aomine y Kuroko? —Cuestionó el de lentes, recibiendo como afirmación un movimiento de cabeza de parte de su esposo pelinegro.

 

Unos pocos minutos pasaron y dos chicos de cabello negro se dejaron mostrar en el lugar, recibiendo la mirada de molestia del chico de lentes.

—Hola. —El primero en saludar fue Kasamatsu, quien se dirigió directo a la banca a dejar su maleta, tratando de pasar desapercibida aquella mirada penetrante de Midorima.

—Lamentamos llegar tarde. —Fue el turno de Himuro de hablar, denotando su típica sonrisa de ‘no me mates’ e imitando a Kasamatsu.

—Perfecto, ahora sólo falta Aomine y Kuroko. —Takao habló tranquilo para tratar de formar un buen ambiente, pues su esposo no estaba muy conforme con la impuntualidad de los demás chicos.

 

Por suerte no tuvieron que esperar mucho, pues el peliceleste y el moreno arribaron al lugar al poco tiempo. Kuroko saludó a todos y se dirigió de inmediato hacia Ryo, con una sonrisa y revoloteando sus cabellos azules, mientras Aomine sólo levantaba la mano y dejaba sus cosas sobre la banca, sin hacer contacto visual con nadie.

—Bien, empecemos a jugar. —Informó Himuro en modo de reto, sabiendo que tenía que hacer equipo con su hermano… ese lugar nadie se lo quitaba.

 

Y así se inició el pequeño partido de los viernes; en un equipo se encontraban Midorima, Kasamatsu y Aomine; en el otro Kagami, Himuro y Kuroko… Takao se había quedado a ver el partido, puesto que faltaba una persona para que aquel juego fuera justo, pero no le importó, para él era un deleite ver cómo jugaba su esposo. Ryo se encontraba junto a él, estaba embobado, pues una de las cosas que le gustaba de aquellos juegos era ver a su padre demostrar sus habilidades… lo único que esperaba el pequeño peliazul era crecer para ser como su padre… pero también había alguien, además del pelirrojo, que había atrapado su atención, y ese era Aomine, quien encestaba con esos tiros sin forma de una manera espectacular; ambos a su parecer eran estupendos.

 

~*~

 

Estaban en medio del juego demandante, ambos equipos daban lo mejor que tenía, todos hacían gala de sus mejores técnicas, hasta que escucharon la voz de Takao llamando a Aomine desde el otro lado de la cancha.

 

—¡¡Hey Aomine!! ¡Este chico está buscándote! —Gritó agitando su mano, deteniendo el juego para luego señalar al chico que se encontraba junto a él.

Mibuchi Reo se encontraba al lado de Takao, con una sonrisa de lado a lado y agitando la mano tontamente en señal de saludo.

Aomine abrió los ojos con suma sorpresa, no esperaba que su amigo neoyorquino se presentara en ese lugar… Eso no era bueno… no era para nada bueno, y el nerviosismo llegó a su cuerpo.

Instintivamente giró la mirada hacia Himuro, quien también se encontraba sorprendido y lo primero que hizo el del lunar fue olvidar el partido y correr hacia Reo.

 

—Mi lindo Reo. No debiste venir… no es nada interesante estar aquí mirándonos. —Himuro mostró una sonrisa nerviosa mientras tomaba al otro de ambos brazos.

Reo frunció el ceño ante el cambio repentino de actitud de Himuro, sin embargo, para él era mucho mejor que el chico del lunar se portara muy cercano.

—Tatsu-chan, te vi jugar… eres un ángel en la cancha. —Respondió con sinceridad.

Kagami enarcó una ceja al ver a su hermano portarse de esa manera tan extraña, jamás lo había visto portarse así con un tipo al que él ni siquiera conocía… claramente podía ver que el chico de cabello largo y negro no era de ese lugar, incluso podría asegurar que era otro de los amigos de Aomine.

 

El peliazul se acercó también a Reo con sumo nerviosismo.

—Reo. Gracias por venir pero… aquí sólo hay chicos simplones y olor a sudor… no es algo que te guste. —Musitó, notando cómo el nombrado echaba un vistazo fugaz a los presentes. —Si quieres te puedo acompañar al hotel donde te hospedas.

—¿Pero qué dices, Aomine? Quiero conocer a tus amigos. —Con un toque suave movió a Aomine y se encontró con todas las personas que yacían frente a él.

—Yo soy Takao. —El pelinegro fue el primero en presentarse, y no era para menos, pues era una persona muy amistosa, incluso estrechó la mano a Reo. —Y él es mi esposo, Shintarou. —

Reo miró al peliverde quien sólo acomodó sus lentes sin decir nada.

—Yo soy Kasamatsu, dueño del hotel donde te estás hospedando. —Atinó a decir.

—¡Oh! Ese hotel es asombroso, —Dijo mientras estrechaba la mano del otro chico.

 

Pero notó que alguien no se acercaba a él; ese chico pelirrojo que yacía junto a Kuroko, claramente sin darle ninguna importancia al asunto, así que decidió presentarse por él mismo.

—Soy Reo… ¿cuál es tu nombre? —Cuestionó al estar lo suficientemente cerca de Kagami y estirando su brazo, para saludarlo debidamente.

Con rapidez Aomine se abalanzó hacia su esposo y lo tomó de un brazo, interrumpiendo el momento que estaban pasando ambos chicos.

—Él es Kagami… Kagami Taiga…—Se apresuró a decir el moreno, para no dejar que el pelirrojo tuviera oportunidad de decir algo.

Kagami con delicadeza apartó a Aomine, un poco ofendido porque el moreno estuviera hablando en su lugar, luego fijó su mirada en  Reo.

—Soy Kagami Taiga… esposo de Aomine.

 

Reo permaneció atónito ante la confesión del chico pelirrojo, miró a Aomine y luego a Kagami, otra vez a Aomine y allí permaneció su mirada; su estupefacción era notoria, sólo se quedó allí, ansioso por una explicación de parte del moreno.

El de cabellos azules cerró los ojos y suspiró en modo de derrota, pero no negó nada, y de inmediato Mibuchi supo que lo que había dicho el chico de cabellos de fuego había sido verdad.

No pudo decir nada, pues ante la repentina información parecía que su cerebro había hecho una especia de corto circuito.

 

Cuando su ensimismamiento se disipó un poco, notó a cierta pequeña personita detrás del pelirrojo… un pequeño niño que se colgaba del pantalón de Kagami y permanecía escondido.

Cuando Kagami notó la mirada inquisitiva de Reo hacia su hijo, trató de apartarse y dejar ver al pequeño niño.

—Vamos, Ryo… no seas tan tímido.

 

Mibuchi miró cómo el pequeño niño enfocaba sus hermosos orbes rojos en él, y la perplejidad nuevamente regresó a su persona.

—No… puede ser…— Musitó al ver el rostro de Ryo, el cual era exactamente el mismo que el de Aomine.

Toda aquella situación parecía como de película para todos los demás presentes, eran fascinantes las expresiones de Reo, quien no podía creer lo que estaba viendo, y no quisieron participar en aquel drama que estaba sucediendo frente a sus ojos.

 

—¡¡¡¿¿Él es tu hijo??!!! —Dijo casi en un grito hacia el moreno, quien desvió la mirada, siéndole imposible negarlo. —Demonios… —Blasfemó en voz alta, pasando una mano hacia su cabeza, sintiendo cómo un dolor hacia esa zona estaba llegando. —¡¡¡¿¿¿En qué demonios estabas pensando???!!! —Gritó con más volumen que la vez anterior, ésta vez dirigiéndose hacia el moreno y tomándolo de la camiseta con mucha agresión en sus acciones.

Los demás presentes de inmediato se acercaron y tomaron a Reo, tratando de hacer que éste soltara al de cabellos azules, y fue hasta que Himuro  posó una mano sobre la de Mibuchi, con lo que éste deshizo su agarre.

—¡¡¿A qué rayos estás jugando?!! —Gritó cuando notó cómo Aomine se alejaba de él.

 

Himuro tomó a Reo y lentamente lo dirigió hacia la salida de la cancha, sin que el neoyorquino pudiera resistirse, pues además de que estaba totalmente confundido, tener a Tatsuya junto a él era como un sueño.

Una vez que Mibuchi salió de ese lugar, todas las miradas se posaron en Aomine… sabían que para que su amigo se portara de ese modo era porque algo malo estaba a punto de pasar, y eso no sólo perturbaría al mismo Daiki, sino también a todos a su alrededor… más a Kagami.

El pelirrojo posó su mirada en Aomine, notó el nerviosismo e intranquilidad en él, y aun así no quiso acercarse a éste… no era prudente, no quería provocar más daños.

 

El ambiente era muy tenso, por un rato nadie se atrevió a romper el silencio y fue Takao quien tuvo el valor de hablar.

—¡Hey chicos! Hay un partido por terminar. ¿Por qué no regresan a la cancha y siguen? —Propuso, acaparando las miradas. —Ahora que Himuro se fue, puedo relevarlo, siempre es un placer jugar al lado de mi hermoso Shin-chan. —Habló formando una gran sonrisa en sus labios.

—Tch. No soy hermoso,  Kazunari… basta. —Replicó el megane.

—Claro que eres hermoso, Shin-chan. —Takao tomó el balón y empezó a driblarlo, mirando cómo Kasamatsu y Kuroko regresaban a la cancha, dispuestos a seguir con aquel partido.

 

Aomine vislumbró cómo todos sus amigos empezaban a tomar sus posiciones para reiniciar el juego, no se sentía con los ánimos de seguir jugando por ese día, sin embargo, sabía que tenía que sacarse de la mente el suceso con Reo, y la única manera de hacerlo era jugar basquetbol.

Ni en mil años lo diría, pero confiaba en Himuro para llevar a cabo el plan que ambos habían pensado, ya que al pelinegro no le convenía ver sufrir a su hermano.

 

~*~

 

—Aomine sabe a qué viniste aquí. —Himuro confesó, mirando fijamente a Reo, quien aún seguía sorprendido. —Por obvias razones no puedes decirle a tu jefe sobre esto.

El ceño de Mibuchi se frunció ante las últimas palabras, no entendía a dónde quería llegar el chico del lunar.

—Si saben a qué he venido… también deben entender que no puedo guardar ese secreto… Cuando se entere Sei-chan seguro que matará a Ao—

—Por favor… — Suplicó Himuro, tomando ambas manos de Reo entre las suyas. El plan del que él y Aomine habían hablado era simple: Tatsuya haría lo que fuera para tratar de convencer a Mibuchi de guardar la información en dado caso de que llegara a enterarse de la relación e Kagami y Aomine… y ahora que el neoyorquino lo sabía… debía poner en marcha dicho plan. —Si guardas el secreto… prometo darte una oportunidad.

 

Reo abrió los ojos, ésta vez con asombro… no podía decir cuándo había sido la última vez en la que se había fijado de esa forma en alguien; lo que sí podía decir era que Himuro lo había cautivado desde la primera vez que lo había visto. ¿Amor a primera vista? Ni siquiera él sabía si se le podía llamar de esa forma, pero estaba seguro de que quería seguir junto a Tatsuya.

—¿Me estás condicionando? — Levantó una ceja al entender el plan de Himuro.

El del lunar sabía que estaba haciendo mal… condicionar a alguien era algo bajo, pero no había otra forma… era eso o tener que soportar más problemas.

—Lo siento… condicionarte es algo  mezquino, lo sé… pero… no quiero que mi hermano sufra por las tonterías de ese estúpido de Aomine.

 

Mibuchi frunció el ceño. Había entendido a la perfección la pregunta y la petición, pero también tenía en cuenta su trabajo… Tatsuya se la había puesto tan fácil: darse una oportunidad con ese chico tan apuesto que había conocido recién o regresar a Nueva York con la información obtenida…

Estaba seguro de que se arrepentiría por su elección, pero era lo que le decía su corazón.

 

~*~

 

Y allí se encontraban Reo y Himuro, sentados en la banca; Mibuchi se dedicaba a ver el partido que se suscitaba frente a él, mientras Himuro daba algunos vistazos a su sobrino y en cómo éste driblaba el balón.

Las manos de ambos se encontraban entrelazadas, una sensación tan reconfortante para Reo, y para Himuro era muy interesante, no le disgustaba estar así con el otro chico después de haber pensado lo contrario… la mano de Reo entre la suya se sentía tan bien.

 

El cansancio había llegado a los cuerpos de la mayoría de los chicos, y es que a pesar de que era de noche, la brisa del verano no ayudaba en nada para mitigar el calor excesivo. Pero parecía que ninguno quería ser el primero en terminar el partido.

 

—Shin-chan, estás sudando mucho… creo que deberías descansar. —Pidió Takao, limpiando el sudor de su rostro.

—En realidad creo que todos deberíamos descansar ya. —Fue Kasamatsu el que secundó la idea, tomando una gran bocanada de aire para luego darse por vencido y dirigirse hacia la banca, dispuesto a descansar un poco sus extremidades agotadas.

 Los demás chicos lo siguieron, menos el pelirrojo, quien parecía aún tener mucha energía para seguir jugando.

 

Los presentes miraron a Reo y Himuro tomados de la mano, y aunque aquello resultaba sumamente extraño, decidieron permanecer en silencio, ya habían tenido muchas emociones durante ese día; Kagami en especial tendría que tener una larga charla con su hermano, aquel tipo neoyorquino era muy raro, además de que las acciones de Tatsuya eran muy extrañas.

 

—Es un monstruo. —Habló Takao refiriéndose a Kagami, aún con aquellas ganas de querer jugar basquetbol, pero claudicó en sus pensamientos al saber que tendría que jugar contra éste… y no le gustó la idea, puesto que seguro el pelirrojo trapearía el suelo con su rostro… mejor no.

—Está muy animado… pocas veces se le ve así. —Kasamatsu comentó, mirando a Taiga driblar el balón.

Kuroko mostró una pequeña sonrisa, quería con todas sus fuerzas seguir jugando con el pelirrojo, sin embargo, su cuerpo estaba completamente agotado, siempre había tenido una mala condición física; para su suerte su resistencia había durado durante todo el partido.

—No hay de otra… — Musitó Aomine, en un comentario más para sí mismo, mientras dejaba la botella de agua dentro de su maleta y regresaba hacia la cancha.

 

Kagami caminó hasta levantar el balón del piso, el cual había encestado en un tiro simple; cuando levantó la vista notó al moreno frente a él, con una sonrisa y mirada retadoras.

—Hey Taiga… juguemos 1 a 1. —Retó por fin el moreno, mientras en el rostro del nombrado se empezaba a formar una ligera sonrisa retadora.

—¡Ja! Dudo que puedas seguirme el paso.

—No te confíes. —Adoptó una posición en defensa, dándole a entender al pelirrojo que podía empezar cuando quisiera. —Aún puedo patearte el trasero en este deporte.

Aceptando el reto, Kagami comenzó con el dribleo para intentar pasar al moreno y encestar, no recordaba la última vez que jugaran un 1 a 1 de esa forma, y trató de olvidar sus pensamientos, pues debía concentrarse en su juego.

 

Las miradas de todos, inclusive de Ryo, fueron acaparadas por el par de esposos que se encontraban aun jugando en la cancha; eran testigos de cómo Aomine intentaba detener a Kagami, quien estaba dando lo mejor de sí, pero no lo conseguía después de todo.

Y no era para menos, era una diferencia notable, pues durante esos 5 años de ausencia, Aomine no había tocado un solo balón ni pisado una cancha de basquetbol, muy a diferencia del pelirrojo, quien cada fin de semana jugaba con sus amigos.

—¡¡Enséñale quien manda, Kagami!! —Gritó Takao, bromeando y recibiendo una pequeña risa del pelirrojo.

 

Reo incluso se había levantado de su asiento para mirar mejor al par de jugadores. Abrió los ojos con fascinación al ver el rostro de felicidad de Aomine… era una expresión que en todo el tiempo de conocerlo jamás había visto. Podía con facilidad ver la fascinación en la mirada de aquellos ojos zafiro y la enorme sonrisa de dicha que yacía en sus labios.

Podía también sentir aquella electricidad que ambos transmitían; esa chispa que salía de ambos chicos, y comprendió todo en ese entonces… comprendió que Aomine debía cambiar sus planes a futuro.

 

~*~

 

Por fin Aomine y Kagami se habían cansado de jugar 1 a 1, y como era de esperarse, el pelirrojo fue quien venció en aquel pequeño partido; todos tomaron sus cosas, dispuestos a regresar a casa y descansar después del agotador día.

 

—¡Escuchen todos! —Kasamatsu habló en voz alta, al momento en el que todas las miradas se posaban sobre él. —Mañana haré una reunión, ya saben, como en los viejos tiempos. Así que asegúrense de hacer un espacio en su agenda. Los espero en mi casa.

Ante  la invitación, Takao saltó de alegría, pues le encantaban esas reuniones en las que todos se la pasaban bien juntos.

Los demás chicos asintieron con emoción, sabían que las reuniones en la lujosa casa de Kasamatsu eran en grande. ¡Por supuesto que no se la perderían!

 

Cuando Kuroko quiso despedirse de Ryo, éste se colgó de su pierna, con la clara intención de no dejarlo ir; una pequeña risa salió de los labios de Kagami al ver una escena que sólo se suscitaba con los tíos del pequeño.

—Vamos, Ryo, deja ir a Kuroko… tiene que ir a descansar. —Habló amable el pelirrojo, posando una mano gentilmente sobre el hombro del niño.

—¡No! No quiero que Kuro se vaya… quiero que juegue conmigo. —Habló el pequeño tomándolo fuerte del pantalón. Kuroko mostró una pequeña sonrisa y se agachó hasta estar a la altura del pequeño.

—Debo irme por hoy, pero prometo que mañana te daré muchos dulces, Ryo-kun.

—Kuroko estás malcriando a mi hijo. —Sonó el tono bromista de Kagami.

—No le hagas caso a tu padre, Ryo… yo te compraré todos los dulces que quieras.

—¿Los que yo quiera? —Cuestionó el pequeño, con los ojos brillantes y una enorme sonrisa.

—Los que quieras.

 

Aomine apenas tomaba su maleta de la banca, y quiso hacer de cuenta que aquella  escena no estaba pasando. Era cierto que no tenía la intención de volver con Kagami, ni mucho menos de entablar una relación padre-hijo con Ryo, pero a pesar de eso, la actitud tan amable de Kuroko le estaba molestando con creces.

Y parecía que Reo se había dado cuenta de ello.

—Necesito hablar contigo, Aomine. —Dijo en un tono muy bajo, que solo pudo ser escuchado por el nombrado, quien asintió levemente.

 

—Reo. ¿Vienes? —Preguntó Kuroko, parado al lado de Kasamatsu, quien les haría el favor de llevarlos en su auto hasta el hotel.

—Ah… lo siento. Yo traje mi auto, pero adelántense, los alcanzaré en el hotel. —Fue su respuesta, recibiendo una mirada de aprobación de Kuroko y Kasamatsu, quienes se fueron lentamente.

—Entonces… ¿Nuestros planes de cenar se posponen? —Himuro atrajo la atención de Mibuchi, mirando directamente a esos ojos en los que empezaba a interesarse.

—Lo siento, Tatsu-chan. Necesito hablar con Aomine, prometo que mañana iremos al restaurante que quieras. —Una sonrisa en modo de disculpa se vislumbró en su rostro.

Para su infortunio, Aomine estaba presenciando la escena de aquellos dos tontos tórtolos regalándose miradas extrañas, si no fuera porque Reo necesitaba hablar con él, ya se habría ido hacía minutos.

 

Tatsuya entendió, y salió de ese lugar junto con Kagami y el pequeño Ryo, por fin la cancha había quedado solo para Reo y Aomine.

Estaba nervioso… no sabía qué era lo que estaba pensando Mibuchi, pero conociéndolo le diría que la información que había descubierto no podía mantenerla secreta a Akashi Seijuurou; pensó que huir del país no era tan malo… ir a Canadá estaría bien, podría vivir bien con el dinero que tenía guardado.

 

—Aomine…—

El nombrado dio un pequeño salto cuando escuchó su nombre.

—Prometí guardar esta información. —Dejó saber, con la mirada perdida en algún punto del lugar. —Pero necesito que me digas la verdad… — Su comentario se quedó al aire, provocando que Aomine enarcara una ceja ante la pregunta que llegaría.  — ¿Tienes alguna razón escondida por la que quieres casarte con Kise?

Denotó un rostro de desagrado al escuchar la pregunta. ¿Un motivo secreto para querer casarse con Ryota?

—¿Por qué demonios me estás preguntando esto? —Su tono ofendido se escuchó.

—Te vi… te vi jugar con ese tipo que aún es tu esposo y… no puedes negarlo, sentiste algo al jugar con él. Lo vi.

 

Notas finales:

Espero que les haya agradado la lectura, ahora mismo voy a empezar a escribir el siguiente capi para no tardar mucho.

Gracias de nuevo por leer!!! <3


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