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Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

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Notas del capitulo:

Sí, no ha pasado ni una semana desde mi última publicación, pero debo compensar este tiempo largo en el que no actualicé, así que aquí traigo el siguiente capi.

No hay advertencias, pero sí una observación... como dije en el capi anterior, aquí se viene una decisión crucial, tanto así que seguro perderé varios lectores durante este escrito...
Si hay algo que puedo decir en mi defensa es que no se desesperen, esta historia va para largo, al menos un poco más, así que tengo varias sorpresas que se vienen... 

Aún así, estoy segura que este capi me quitará varios lectores; en fin, no me sigo martirizando... háganlo ustedes mismos :v ok no... 

..::Capítulo 15—La firma ::..

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La estupefacción en el rostro de Aomine era notorio, no entendía de qué rayos estaba hablando Reo. ¿Que había sentido algo mientras estaba jugando con Taiga? ¿De dónde se había inventado tal cosa? Fue un simple juego 1 a 1, uno de tantos que  había tenido con el pelirrojo, no era para tanto.

 

—No entiendo de qué demonios estás hablando, pero no… no sentí nada al jugar con Taiga. —El tono con el que el moreno habló había sido muy serio, quería dejar en claro todo lo que Reo pudiera pensar.

—¿Eres sincero contigo mismo? —Una mirada fría se posó sobre la de Aomine, haciendo que éste sintiera un escalofrío recorrer su cuerpo.

Por instinto desvió la mirada, estaba dudando, y eso no era propio de él… creía estar totalmente seguro del amor que sentía hacia Kise Ryota y de querer obtener su añorado divorcio. Suspiró sin saber qué decir, hasta que sintió una mano sobre su hombro.

—Cuando dejes de mentirte a ti mismo, encontrarás tu felicidad. —Mibuchi sonrió después de sus palabras, pero el moreno alejó su mano sin agresividad.

—Tch. No digas esas cosas tan vergonzosas. — Finalizó, obteniendo una pequeña risa como respuesta del otro chico.

—Vamos, te llevaré a casa.

..::..

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La mañana del sábado pronto había llegado; Ryo, como la mayoría de los fines de semana, había ido hasta el cuarto de su padre y había saltado sobre él, tratando de despertarlo y pidiéndole comida.

 

El pelirrojo asintió a la petición de su hijo, sin embargo, cuando éste fue a ver televisión a la sala, él se quedó un rato más sobre la cama, pensando en los sucesos de la noche anterior.

Se arrepentía por haber soltado tal información a ese tal Reo, no sabía quién era ese tipo ni mucho menos por qué había ido a buscar a Daiki, y de pronto se sintió mal… ¿Qué tal si con dicha información metería a Daiki en problemas?

Un sentimiento de culpa lo invadió de repente… ¿Por qué había sido tan tonto? ¿Por qué no se había callado en ese momento? Seguro que sus acciones tendrían un impacto grande en Daiki, y todo sería culpa suya.

—Demonios…— Se maldijo a sí mismo; pero… ¿¡Por qué rayos se estaba preocupando por ese tonto de Daiki!? Después de todo, si algo malo llegaba a pasar sería culpa del peliazul, no suya…

 

Con ese pensamiento dentro de su mente y con mucho pesar, Kagami se levantó de la cama y se puso ropa cómoda para ir a cocinar y calmar el hambre de su pequeño hijo.

 

—¿Entonces vendrá Kuro? —Preguntó el pequeño, sentado frente a la mesa, con los codos sobre ésta y su rostro sobre sus manos.

—Dijo que vendría a desayunar, así que ya no debe de tardar. —Respondió Taiga girando unos segundos para contestarle apropiadamente al pequeño.

—Ya quiero que venga, le tengo que enseñar mi nuevo truco.

—¿Nuevo truco? —Preguntó el pelirrojo, quitando la sartén de la estufa. —¿Qué nuevo truco?

—Aprendí a tirar más fuerte las rocas sobre el lago. —Dijo con una sonrisa grande.

 

Taiga sonrió al recordar los momentos que pasaba con su hijo en el lago, ese mismo lago que yacía a unos metros de su casa y en el cual incluso muchas veces habían entrado a nadar, pues el agua de era limpia y cristalina que entrar a nadar en verano era reconfortante.

—Ya veo… seguro que le gustará tu ‘nuevo truco’ —Finalizó con un tono de voz cortés.

 

No pasó mucho tiempo cuando sobre la puerta se escucharon un par de toques, el pequeño, sin decir nada, bajó rápidamente de la silla y corrió hacia la entrada, sabiendo quién se encontraba del otro lado de esa puerta.

—¡Hola Kuro! —Saludó con entusiasmo y una gran sonrisa al mirar al peliceleste.

—Hola, Ryo-kun, lamento llegar tarde. —El recién llegado se disculpó, al momento en el que el pequeño le pedía entrar a la casa. —Hola, Kagami-kun… huele deliciosa la comida. —Se atrevió a elogiar los platillos que el pelirrojo había preparado sin siquiera haberlos probado.

—Hey, Kuroko… espero que te guste, es algo muy sencillo y rápido; Ryo está muriendo de hambre.

 

Una pequeña risa escapó de los labios del de cabellos celestes; caminó hasta la cocina y empezó a poner los platos y vasos sobre la mesa, dejando oportunidad a que Taiga terminara de preparar el desayuno.

Cuando el pelirrojo terminó, los tres se sentaron a la mesa y empezaron a comer tranquilos, al momento en el que escuchaban al pequeño Ryo decir todas las cosas que iba a hacer junto a Kuroko, lo cual lo tenía sumamente emocionado.

 

Kagami no sabía si el hecho de que su hijo empezara  asentirse muy cercano a Kuroko fuera bueno, pero tampoco quería cortar aquella ilusión que yacía en su hijo; parecía que el chico de cabellos celestes se había ganado rápidamente el carillo de su pequeño hijo.

 

~*~

 

—Estoy muy emocionado por todos los planes que tiene Ryo para jugar. —Habló Kuroko, tomando los trastos que recién lavaba Kagami para secarlos y ponerlos en su respectivo lugar.

—Creo que necesitarás mucha energía para todo eso. —Kagami aún seguía lavando dichos trastos. —Fue tu culpa por prometerle que jugarías todo el día con él.

—Está bien, Kagami-kun. —Una sincera sonrisa se formó en sus labios. —Será divertido… hace mucho que no juego con un niño.

 

De pronto la conversación se vio interrumpida por cierto chico pelinegro que irrumpió en la casa de Taiga como si fuera de él.

—¡Hola Ryo! —El recién llegado se abalanzó hacia el pequeño y lo envolvió en sus brazos.

—Tío Tatsuya. ¡Adivina! ¡Hoy Kuro jugará conmigo toda la tarde! —La voz emocionada del pequeño se escuchó, y el del lunar de inmediato fijó sus ojos en los celestes del chico de menor altura.

—Kuroko, creo que necesitarás mucha energía para este día.

—¡Es lo mismo que yo le dije! —Interrumpió Kagami, riendo ante su comentario.

A Kuroko también le pareció interesante el recibir el mismo comentario de aquellos hermanos, le pareció que estaban realmente conectados.

 

—Qué bueno que llegaste, Tatsuya, quiero hablar contigo. —Taiga se secó las manos con la toalla más cercana y caminó unos pasos, hasta encontrarse con la mirada expectante de su hermano. —¿Por qué te has estado comportando tan raro?

El pelinegro mostró sorpresa en su mirada, vaya que su hermano había abordado el tema más rápido de lo que había pensado;  y Kuroko al notarlo, supo que debía desaparecer de ese lugar, no era bueno que el pequeño Ryo presenciara una plática de mayores, además de que tampoco era prudente que él se quedara allí escuchando como si nada pasara.

 

—Si me disculpan, llevaré a Ryo a jugar al lago. —El peliceleste miró cómo Kagami asentía, luego tomó la mano del pequeño y salieron de ese lugar.

 

Una vez que el pelinegro notó que Kuroko y Ryo habían salido de la casa, suspiró derrotado, sabía que esa plática con su hermano tarde o temprano llegaría; y no era para menos, pues Taiga era el que mejor lo conocía, y comportarse de la manera en que lo había hecho la noche anterior no había sido propio de él.

Sabiendo que una larga charla se iba a suscitar, prefirió tomar asiento en un sillón, notando cómo el pelirrojo hacía lo mismo.

—No sé a qué te refieres con eso de que me he estado portando raro, Taiga.

—Ayer durante el partido con los demás, estuviste muy extraño.  —Miró fijamente a su hermano, quien le devolvía la mirada de la misma forma. —Tú no eres alguien que se ponga nervioso ante una situación, además… ¿Quién demonios era el tipo de ayer? ¿Por qué tomabas su mano de esa forma tan posesiva?

El del lunar en el rostro dejó salir de sus labios una pequeña risa al notar el tono con el que su hermano había pronunciado las últimas dos preguntas; claramente podía decir que ese tono era de celos, y aunque no lo quisiera aceptar, se había sentido bien.

—Bueno, conocí a Reo a las afueras del pueblo… me preguntó si yo conocía Aomine Daiki y al momento supe que darle una respuesta negativa serviría. — Empezó a contar la historia, con esa típica cara de póker para que su hermano no descubriera que algo andaba mal. —No me preguntes por qué acepté ir a tomar un café con él, el chiste es que me encontré sentado frente a él bebiendo un café  frío… fue muy confuso.

 

La plática cesó por unos momentos, Kagami tenía los brazos cruzados, y al ver que su hermano no seguía con esa historia tuvo que romper el silencio.

—¿Y luego qué?

—¡Oh sí, sí! No tuve otra opción más que llevarlo con Aomine, a la casa de su padre donde se está quedando por el momento, pero Daiki no estaba, entonces me di cuenta de que había algo extraño en Reo, algo diferente, algo que no había conocido en otra persona… es arrogante pero también tiene un gran sentido del humor…

—¿Me estás diciendo que te enamoraste de él? —La incredulidad se apoderó del rostro de Taiga. No creía lo que estaba escuchando de su hermano, quien era una persona un tanto cerrada y aislada.

—¡Rayos no! Bueno… yo no lo llamaría ‘enamoramiento’, más bien podría decirse como ‘atracción’.

—Mmmm… así que te gustan esos niños bonitos con cabello largo y afeminado…

—¡¡Tch, Taiga!! Si a esas vamos… entonces yo puedo decir que a ti te gustan esos tipos bocones y malditos… vaya.

—¿¡¡Pero qué demonios!!?? —Después de la pequeña conversación, Kagami se abalanzó hacia su hermano, empezando así con una típica pelea física de hermanos.

Al menos Himuro se sentía tranquilo, puesto que el pelirrojo no había llevado aquella plática más lejos, o de lo contrario, no estaba seguro de poder callar el plan que él y Aomine habían pensado. Seguro que Taiga no lo habría perdonado por meterse en su vida de esa forma y por hacer cosas que tal vez lo perjudicarían más.

..::..

.:.

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Reo se encontraba frente a su auto estacionado a las afueras del hotel de Kasamatsu, en el cual se había hospedado por dos días; metía una maleta a dicho auto y cerraba la puerta a su paso; miraba hacia ambos lados de la calle, esperando encontrar  un rostro familiar, sin embargo, no tuvo suerte.

Prefirió esperar más minutos, tal vez su amado Tatsuya no tardara tanto.

 

Después de 15 minutos, por fin pudo notar a aquel chico de cabello negro y el lunar cerca del ojo, instintivamente sonrió ante la visión de ese hombre por el que empezaba a sentir algo extraño.

Sí, era tonto pensar que en dos días podía enamorarse, incluso al mismo Reo le era tonto… tal vez lo suyo no era ‘amor’ sino más bien sólo atracción, aun así no quería perder la oportunidad de ver a Himuro Tatsuya.

 

—Hey Reo. —Saludó con una sonrisa que poco a poco fue desvaneciéndose al notar un par de maletas en el asiento del copiloto en el auto —¿A dónde vas?

—Tatsu-chan, mi jefe me llamó; dijo que debía regresar a Nueva York el día de hoy. —Su voz sonó dolida, e incluso trató de formar una muy pequeña sonrisa sincera, pero sus intentos fueron fallidos.

Akashi le había llamado la noche anterior, pidiendo alguna información; al escuchar que Reo no tenía ninguna información le ordenó regresar, el tono que había usado había sido agresivo y Mibuchi no pudo hacer nada más que sentir un escalofrío recorrerle de pies a cabeza.

—¿Qué? Pe-pero… ¿Regresarás? —Tatsuya cuestionó.

—No lo sé…— Mudó después de sus palabras, sintiendo cómo un silencio incómodo se formaba entre ambos.

Mibuchi claro que se sentía atraído hacia el chico que tenía enfrente, y no quería irse después de esas pocas horas en las que había pasado el tiempo con él; quería estar más tiempo junto a Himuro, sin embargo también había otra cosa que lo motivaba a irse, y aquello era la condición que Tatsuya le había dado.

Himuro estaba saliendo con él sólo para que Reo no dijera nada sobre la información obtenida, y aquello se sentía como una puñalada directo a su corazón… Al principio no le había parecido tan mal, para él era un sueño estar junto al chico del lunar, pero cuando puso los pies sobre la tierra, supo que aquello no estaba bien, no debía obligar al otro chico a estar con él.

—Tatsu-chan… —Se acercó al nombrado y tomó lentamente sus manos, en un toque tierno, mientras los ojos contrarios se fijaban de inmediato en los suyos. —No quiero que te sientas obligado a estar conmigo por la información sobre Aomine,  así que olvidemos esto. ¿Quieres?

Los ojos de Himuro se abrieron grandes ante tales palabras, de repente sintió cómo una punzada dolorosa surcaba por su pecho.

—¿Olvidar? ¿Olvidar qué?

—Toda esta farsa de ‘pretender ser pareja’. Creía que sería divertido… pero no lo es, y menos cuando empiezo a sentir algo hacia ti. —Sin decir nada más, Reo soltó las manos del otro chico y subió a su auto, cerrando la puerta a su paso.

 

El corazón de Reo latía rápidamente. ¿Qué demonios era lo que le estaba pasando? Eran sensaciones dentro de su pecho extrañas para él.

Mibuchi bajaba el parabrisas del auto para hablarle correctamente

—Aun así… — habló, rompiendo por fin el silencio incómodo. —No le diré nada a mi jefe sobre la información…

 

Sintió cómo ese peso que había descansado sobre sus hombros desaparecía por completo. Su sorpresa no se hizo esperar, aunque Mibuchi hubiera terminado aquella extraña ‘relación’ de dos días, no podía evitarlo… Se acercó lo necesario y lo tomó de la camiseta, agachándose lo suficiente para juntar los labios con los contrarios.

Reo abrió los ojos con estupefacción, mientras los labios de Himuro aún seguían posados sobre los suyos, en un beso inocente pero que hacía su corazón latir como demente.

Después de lo que parecieron minutos, los labios contrarios se apartaron, y por más que lo intentó, Reo no pudo quitar aquel rostro de sorpresa infinita.

 

—Hey… no te precipites… no lo hago sólo por eso… Tú... también me gustas. —Dijo Himuro con un leve sonrojo en sus mejillas.

 

Por supuesto que Mibuchi no podía quedarse dentro del auto como si nada hubiera pasado. Con rapidez abrió la puerta del coche y salió de éste, para tratar de besar apropiadamente a Himuro.

—¿Qué rayos? ¡¡¡¡¡Espera, Reoooo!!!!!

..::..

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Kasamatsu le pedía a la sirvienta que trabajaba para él que lo ayudara con los últimos preparativos de la reunión, y que luego se fuera a casa, pues la noche iba a ser muy larga. Y conociendo a sus amigos, por supuesto que la reunión iba a prolongarse.

 

De pronto escuchó el timbre de la puerta sonar, y dándole las últimas instrucciones a la sirvienta, fue a abrir, sin saber quién era el que había llegado primero.

Cuando abrió la puerta, encontró dos pares de ojos: unos ojos color rubí hermosos y otros color celeste.

—Hey Kasamatsu. —Saludó Kagami, levantando una mano, animoso.

—Hola, Kasamatsu-san. —Kuroko saludó de la misma forma que su acompañante.

—Vaya, llegaron temprano. —El de cabellos negros se hizo a un lado para dejar entrar a sus dos invitados.

—Bueno, pensamos en venir a ayudarte. Seguro que habrá algo en lo que podamos ayudar. —Kagami habló rápidamente, mirando la linda estancia de la casa de su amigo, al mismo momento en el que Kuroko asentía a las palabras del pelirrojo.

—Gracias, supongo que podrían ayudarme con un par de cosas. —Habló mientras cerraba la puerta de la entrada —¿Dejaste a Ryo con Riko y Satsuki? —Cuestionó el pelinegro, sabiendo ya la respuesta.

—Sí, ellas son felices al estar con Ryo, además estoy seguro que no les dará problemas, apuesto a que incluso ya está durmiendo.

—¿Ah sí? ¿Fue un día difícil para él?

—Pregúntale a Kuroko. —Kagami dejó salir una pequeña risa al recordar el largo día por el que el chico peliceleste y su hijo habían pasado.

 

Kuroko no suprimió la pequeña sonrisa en sus labios;  había tenido un día difícil, había pasado la mañana jugando en el lago con el pequeño Ryo, y cuando éste se aburrió lo llevó al parque más cercano, en donde el pequeño lo hizo correr y jugar con él,  hasta que ya no pudo correr.

Tuvo que descansar en una banca al menos 30 minutos para reponer energías, pero aun así el pequeño niño de cabellos azules no se había cansado, al contrario, lo hizo jugar con él basquetbol por la tarde.

No era mentira de Kagami y Himuro el que iba a necesitar mucha energía para jugar con Ryo. ¡Vaya que se había cansado demasiado!

 

~*~

 

Todos los invitados llegaron alrededor de las 8 de la noche: Midorima arribó junto a Takao; Himuro llegó solo y Aomine también; al menos ya se encontraban todos reunidos en la sala de Kasamatsu.

Kagami, con tantas botellas de diferentes bebidas alcohólicas en la mano, empezó a preparar bebidas especializadas de barman.

 

Fue Kasamatsu el primero en notar el anillo brillante en el dedo anular de Aomine; claro que era muy obvio el resplandor en su dedo; y sin tardanza todos los demás lo notaron también.

No debían ser genios para adivinar que era el anillo de compromiso que había recibido de ese tal Kise.

Kuroko sabía que el moreno estaba haciendo muy mal en tener ese anillo puesto justo en esa reunión, era como si Aomine tratara de gritar su compromiso aun estando casado con Kagami; simplemente era de mal gusto.

Kagami por su parte, trató de hacer de cuenta que no había visto nada; no le importaba la situación, ni mucho menos el costoso anillo en el dedo de su esposo… después de todo, él ya se había emancipado sin necesidad de haber firmado esos papeles de divorcio.

 

—¡Kagami, este Daiquiri de fresas es asombroso! —Takao  mencionó mirando su vaso.

—Bueno, este Vodka Martini no sabe nada mal. —Habló Midorima, con el típico tsunderismo que lo caracterizaba. Obviamente no iba a decir que le había encantado.

—Tienes que decirme cómo preparar este Daikiri de fresas, Kagami —Pidió en modo de súplica Takao, esperando que el pelirrojo dijera sus secretos, pues valdría la pena intentar hacer alguna vez esa bebida en casa.

—En realidad sólo lleva Ron blanco, crema de fresas, un poco de concentrado de lima y una fresa… y para hacerlo más especial, unos cubos de hielo picados. —Guiñó un ojo el pelirrojo tras su explicación, notando cómo los demás chicos ponían atención a cada una de sus palabras.

—Vaya, ahora te crees chef. —Fueron las palabras de Daiki las que hicieron que los ojos rubíes se fijaran con molestia en él.

—Hahahaha. Ya veo que Daiki no sabe que Taiga e— Las palabras de Himuro fueron rápidamente cortadas por la mano de Kagami sobre su boca.

—Tatsuya, no debes  decir cosas innecesarias. —Pidió Kagami, sabiendo que su hermano ya no diría nada más.

—¿Eh? ¿Cosas innecesarias? ¿Qué más escondes, Taiga? —Cuestionó inquisitivo el moreno, notando cómo el silencio en sus amigos de repente se formaba.

 

—¡Oigan! ¿Qué les parece si prendemos el Karaoke? Quiero cantar una canción junto a Shin-chan. —Takao se levantó de su asiento y jaló la mano de su esposo, quien pronto dejó el vaso sobre la mesa de centro, en realidad Midorima no quería avergonzarse a sí mismo al intentar cantar una canción tonta.

El tema había cambiado drásticamente, y Kuroko y Aomine aún tenían esa corazonada de que Kagami estaba escondiendo algo, sin embargo, ninguno de ellos dijo nada de nuevo; parecía no ser un buen momento.

 

Todos empezaron a liberarse del estrés rutinario con el karaoke y las bebidas alcohólicas que Kagami estaba preparando,

Midorima y Takao empezaron a cantar un par de melodías a la vista de todos los que los animaban de repente, pues ver al chico de lentes de esa forma era muy raro.

—¡¡Vamos Kuroko!! Es tu turno. ¡Canta! —Takao le pasó el micrófono al peliceleste una vez que su canción había terminado.

Kuroko  sonrió nervioso; el cantar frente a todos aquellos chicos era algo vergonzoso, sin embargo, podría hacerlo con una condición….

—Vamos, Kagami-kun. Canta junto a mí, por favor. —Tomó al pelirrojo del brazo y trató de llevarlo hacia el karaoke para que ambos pudieran compartir la vergüenza; a pesar de que Kagami estaba muy reacio, aceptó finalmente al ver aquellos ojos celestes suplicantes.

Así ambos empezaron a cantar una canción ante la mirada de todos.

 

Aomine tenía cara de pocos amigos al ver a su mejor amigo y a su esposo cantar juntos, dedicándose sonrisas raras, miradas extrañas… estaba seguro que si no dejaba de mirarlos, vomitaría en cualquier momento. Para su suerte, aquella canción sólo había durado 3 minutos…

 

Himuro fue el siguiente en tomar el micrófono, él no quiso cantar acompañado por alguien, así que hizo gala de su voz cantando una canción conocida.

El alcohol seguía apareciendo en los vasos de todos los chicos, pero más de Aomine; era como si el moreno quisiera quitarse todos sus pensamientos con el simple sabor del alcohol, y parecía que sus sentidos poco a poco se iban perdiendo.

 

~*~

 

Kagami, Himuro y Takao se encontraban teniendo un pequeño duelo en la mesa de billar, mientras los demás chicos miraban cada uno de los movimientos de las bolas.

 

Aomine ya estaba cansado de la situación… ya no quería pasar más tiempo metido en ese pueblucho rogando a Kagami que firmara de una vez por todas.

Deseaba ya estar en Nueva York,  gastar su dinero en esas tiendas de ropa lujosa… necesitaba pararse debajo de todas esas luces y visitar la Gran Manzana; quería ya regresar y volver a su trabajo a tomar fotografías a cuanta modelo le pedían… lo necesitaba urgentemente.

 

El pelirrojo  mostraba una sonrisa de reto, para luego tomar un taco de billar y caminar hacia la mesa, con Aomine siguiéndolo sin decir nada. Himuro le indicaba con un sutil movimiento de cabeza a su hermano que iniciara su siguiente movimiento. Kagami  tomó la típica postura para tirar y empezar el juego, pero Aomine puso su bebida sobre la mesa de billar, impidiéndole al moreno hacer un movimiento.

—¿Por qué me haces ser malo contigo? ¿Acaso quieres  ser humillado enfrente de todos tus amigos? — Aomine habló serio, obteniendo un suspiro de resignación por parte del pelirrojo.

—¿Qué pasa, Aomine? — Takao respondió a la pregunta inmediatamente —También éramos amigos tuyos. —

La mirada de todos los chicos fue de resignación, sabían que Aomine estaba un poco ebrio, era obvio que iba a comenzar esa plática, sin embargo, también podían saber que estaba aún en sus cinco sentidos como para detener todo lo que de sus labios pudiera salir.

 

 El moreno encaró a Takao, y su mirada permaneció en la de él por unos segundos, como pidiendo que se callara. Sintiéndose derrotado, Aomine  volvió a tomar su bebida que aún descansaba sobre la mesa y de un trago la terminó, para ir a la mesa de bebidas y él mismo servirse más alcohol.

 

~*~

 

—¡Bien, Taiga, ahí lo tienes!- Decía Himuro tras hacer un buen movimiento, un golpe más y él sería el ganador.

 

En esas instancias, Aomine incluso había perdido la cuenta de cuántas copas había tomado, sin embargo nadie lo sacaría de sus planes de hundirse en el alcohol por ese día. No le importaba en lo más mínimo lo que sus amigos pudieran pensar o decir de él, el alcohol parecía un buen remedio para olvidarse de todo.

Kagami apenas sólo tomado un daiquiri durante la reunión, pues ni loco pensaba ponerse ebrio… no quería que pasara lo de la última vez, en la que había terminado en la cama con Daiki… eso no volvería a pasar.

 

—Himuro… no… falles — Aomine había caminado un par de pasos hasta ponerse junto al pelinegro, mientras le susurraba casi al oído.

—Aomine… no puedo concentrarme contigo en ese estado— el del lunar trataba de no perder la concentración sin éxito, pues su tiro había sido errado por culpa del peliazul. Vaya que su cuñado era una total molestia aun estando ebrio; además de que el moreno hacía cosas que en sus cinco sentidos no haría: como acercarse lo suficiente a Tatsuya para susurrarle al oído.

 

Midorima miraba fijamente al peliazul, para luego posar su mirada en Kagami, claramente en modo de curiosidad.

—¿Y… te divorciarás de él?

—Eso… — El pelirrojo cruzaba los brazos —Ya esperó cinco años… unos días mas no le caerán mal. — Por fin decía, mientras miraba cómo su esposo apenas  podía sostenerse en ese estado.

Kagami creía que no era tan mala idea seguir haciendo sufrir a su esposo… al menos esperaba que éste pudiera sentir todo ese dolor que le había causado hacía años atrás.

—Tu… Bakagami… sólo eres un maldito. — Aomine mencionó, tras alcanzar a escuchar las últimas palabras de su esposo.

—No deberías hablar así de él. — Himuro permanecía tranquilo pero de alguna forma, le estaba incomodando la situación —No hablarías de él de esa forma si tú supieras que Taiga tie—

—¡Hey! Oye Tatsuya, quedamos en que no hablarías de más — El pelirrojo interrumpió las palabras del otro, pues no le pareció prudente aquello que iba a salir de boca de su hermano —Obviamente a él no le interesa lo que puedas decir… él es de otra clase social… la élite de Nueva York. Él se fue por un camino diferente hace mucho tiempo.

—Pero algunas cosas nunca cambian. —El moreno respondió a las claras palabras hirientes de su esposo, al momento en el que caminaba un par de pasos. —Justo como éste tipo de aquí. — se paraba a un lado del pelirrojo y lo señalaba con la mano. —Nunca podría satisfacer a alguien aunque su vida dependiera de ello.

El comentario de Aomine causó que varios empezaran a reír, pero obviamente ni a Kasamatsu ni a Kuroko les pareció tan gracioso como a los demás; incluso el peliceleste miró hacia otro lado ante el comentario de mal gusto de su amigo.

Taiga sólo evitó la mirada de su esposo, no en tendía a qué venía ese repentino comentario, y tampoco quería ponerse a pelear con él, pues seguro que terminaría diciendo cosas  que podría lamentar.

 

—¿Recuerdan aquellas cosas locas que hacíamos de adolescentes? —Midorima intentó cambiar el tema ante el ambiente de tensión que se empezó a sentir en el lugar, a pesar de que era un tipo serio, algo tenía que hacer para evitar que una situación extrema se suscitara. —Aquellas aventuras eran interesantes. ¿Verdad Kagami?

—Claro… esas aventuras… cómo olvidarlo…— Kagami daba un trago a su bebida y dejaba el vaso sobre una mesa de billar, para luego mirar al moreno –Fue en una de esas aventuras en las que Aomine me embarazó

 

Midorima suspiró resignado al saber que sólo había causado otro mal comentario, ésta vez de parte del pelirrojo, quien por fin había sucumbido a su ira acumulada.

Kuroko supo que  tal vez sería mejor sacar a Aomine de ese lugar antes de que dijera algo que de verdad lamentara.

—¿Por qué no lo publicas en el periódico? Digo, para que todo el pueblo se entere —La respuesta hiriente de Aomine no se hizo esperar —Aunque ahora que lo pienso dos veces… no es como que todos en éste lugar sepan guardar un secreto — Soltaba una risa burlona —Bueno, excepto Takao.

—Hey Aomine ¿Qué te he hecho? —Takao fruncía el ceño al sentirse atacado por su amigo.

—Nada, cariño… no me has hecho nada… desde que tienes a ese intento de esposo tuyo, no puedes hacer nada más.

 

Todos miraron al moreno con cara de pocos amigos ante su comentario, Takao, suspiró tratando de tranquilizarse; una de sus manos yacía sobre la de su esposo, intentando evitar que éste hiciera alguna cosa que pudiera lamentar esa noche.

Era obvio que Aomine quería iniciar una pelea con alguien a como diera lugar para poder deshacerse de su ira acumulada, y Takao no era tan tolerante, menos cuando se metían con él o con su esposo.

—¡Ya basta, Aomine! ¿Qué te sucede?- Fue Kasamatsu, quien con una voz segura, encaró al peliazul.

—Déjalo… él sólo se siente infeliz… Aunque, claro que yo también lo estaría si  la prensa me llamara “mediocre” —Takao ésta vez se defendía, sucumbiendo a los ataques del moreno y uniéndose a ellos, claro que no iba a dejar que ese tipo le hablara de esa forma. Sabía que esa ofensa taladraría en Daiki, quien por tanto tiempo había estado en el ojo de la prensa al ser alguien importante.

 

Aomine enmudeció sólo por un par de segundos, y debió admitir que aquellas palabras dichas por el de cabellos negros hicieron que se molestara en sobremanera.

—¡Al menos no soy estéril!

 

Kagami nuevamente suspiró totalmente derrotado y bajó su cabeza, como pidiendo disculpas a todos por los comentarios de su esposo. Takao no pudo decir absolutamente nada,  en sus sentimientos se encontraba una especie de mezcla de rabia, decepción y vergüenza al ser atacado de ese modo por su amigo. Aomine hasta ese entonces comprendió la gravedad de sus palabras, y se sintió totalmente mal por ello.

—Creo… que ha sido mucha diversión por hoy…— Después de sus palabras, Takao empezó a caminar hacia la salida, con pasos firmes.

—Oye… Takao, no te vay— Pero no pudo terminar sus palabras, debido a un fuerte golpe en su rostro propinado por Midorima, quien no había soportado la rabia al ver a su esposo herido de esa forma.

—Eres un maldito infeliz… ¿Por qué no te largas de aquí y nos dejas en paz? —Lo único que quería el peliverde era machacar a golpes a Aomine por haberle recordado a su esposo esa cruel verdad, pero no debía… lo que más le importaba era alcanzar a su esposo y tratar de reconfortarlo, sin demora salió por la puerta de entrada para reconfortar a su esposo.

 

Takao, durante su adultez había sido diagnosticado estéril, después de que, por varios años, intentara procrear con Midorima, todo ello sin éxitos.

Esa información había sido entregada  solo a los amigos más cercanos, quienes prometieron no volver a recordar el tema, después de que Takao cayera en depresión, pues no era nada bueno para su salud…

 

El moreno como pudo se levantó del piso, después del golpe fuerte el de cabellos verdes le había dado.

Todos permanecían con sentimientos de decepción. ¿Cómo era que una reunión tan buena había llegado a eso?

Kagami pensó que su esposo había tocado fondo ésta vez, ya no valía la pena que siquiera estuviera en la casa de Kasamatsu.

—Ya fue suficiente, Aomine — Kasamatsu mostraba la decepción en su tono, ante un Aomine que parecía no darle mucha importancia a la situación, ni a las palabras que habían salido de su boca.

—¿Sabes qué? Tienes razón —El moreno suspiró — Ya fue suficiente…  — Varias risas sarcásticas salieron de su boca —Porque… qué horrible es vivir en éste lugar tan feo… ¿No se dan cuenta que hay un mundo mejor allí afuera?-

 

Fueron las últimas palabras del moreno antes de que Kagami prácticamente lo arrastrara fuera de la casa; el pelirrojo estaba totalmente enojado por la actitud que había tomado su esposo, sin embargo aún tenía en su mente aquella idea de no pelear con él, y menos en su estado de ebriedad.

 

—¿Qué te hace pensar que puedes tratarlos como basura?

—¡Todo esto es tu maldita culpa! —Aomine con agresividad se soltaba del agarre y caminaba con pasos torpes hacia su auto.

—¿Dices que yo tengo la culpa? —El de orbes rubíes empezó a hablar en un tono severo, un tono que muy rara vez usaba. –Llegas aquí, sacas todo mi dinero, redecoras mi casa, insultas a mis amigos como si fueras mejor que ellos

—¡¡¡Por supuesto que soy mejor que ellos!!! — Aomine no vacilaba en responder a los ataques del otro.

—Claro… ahora eso es lo único que te importa: el dinero, tu ropa bonita, las etiquetas… eres patético. — El pelirrojo finalizaba su comentario, pronto notó cómo el moreno sacaba de su pantalón las llaves de su auto, dispuesto a irse.

 

—Me iré de éste horrible lugar en cuanto encuentre mis llaves. —Los movimientos del moreno eran torpes, pero por fin pudo encontrar las llaves dentro del bolsillo de su pantalón.

—¿Qué demonios estás haciendo? No, no lo harás... — Kagami se abalanzaba hacia su esposo y sin mucho esfuerzo le quitaba las llaves del auto que planeaba manejar  —Daiki, si te quieres suicidar hazlo en otro lado. —Guardaba las llaves del auto en el bolsillo de su pantalón.

—¡¡¡Demonios Taiga!!! ¡Déjame manejar mi estúpido auto.

 

El de cabellos rojos tomaba del brazo a su esposo y lo jalaba unos cuantos metros para, sin mucha dificultad, meterlo a su camioneta, ante las quejas y grandes ofensas que dejaba escapar la boca de Aomine. Cualquier extraño que viera aquella escena podría jurar que era violencia intrafamiliar.

Después de haber cerrado la puerta de la camioneta fuertemente, Kagami giró el rostro hacia la casa de Kasamatsu, encontrándose a un chico de menor altura que lo miraba con mucha preocupación, pero aun así trató de mostrar una pequeña sonrisa.

 

—Esta reunión resultó ser un desastre. —Kuroko miró fijamente a Kagami, sabiendo que no había nada que pudiera decir para reconfortarlo.

—De haber sabido que todo esto se saldría de control, me habría quedado en casa.

—Kagami-kun, si te hubieras quedado en casa, no me habría enterado de que sabes preparar estupendas bebidas. — Trató de mitigar la tensión que se sentía en el ambiente, y parecía que lo había logrado, pues la sonrisa sincera que le mostró el pelirrojo lo había hecho sentirse especial.

—Kuroko, hazme un favor…— Kagami sacaba las llaves del auto del moreno que había guardado hacía minutos. —¿Podrías conducir el auto de Daiki? Creo que es mejor ir a dejarlo a casa de mi suegro. —Mencionó casi en una súplica, pues no podía dejar el auto de su esposo en ese lugar.

Kuroko asintió tranquilo, tomando las llaves que yacían en las manos bronceadas, para él no era ningún problema llevar a cabo esa tarea.

 

Repentinamente, la poca paciencia que el pelirrojo estaba guardando se esfumó por completo cuando escuchó sonidos extraños, giró la vista hacia su camioneta y vislumbró cómo Daiki se levantaba de su asiento y vomitaba.

Kuroko llevó una mano hacia su boca en una expresión de asco, mientras que de la boca de Kagami escapó un sonido de desaprobación; rogaba porque aquella pesadilla terminara de una vez por todas.

 

Sin más que decir, el de cabellos rojos abordó su camioneta, y Kuroko el auto de Aomine, teniendo un destino en común.

Comenzó a conducir por las calles; ni siquiera se había despedido de sus amigos, pero la situación no le había dado oportunidad para eso, seguro que los demás podrían entender… también pensaba en Takao, no podría adivinar cuánto le habían afectado las duras palabras de Aomine, cuando llegara a casa llamaría al celular de Midorima para estar al tanto.

 

Miró de reojo cómo Daiki se había dormido, en ese momento se preguntaba  por qué se había enamorado de un tipo como ese… ambos eran totalmente diferentes: peleaban a cada rato, jamás estaban de acuerdo en algo y ambos eran sarcásticos a más no poder. Suspiró, tratando de recordar los motivos que lo habían orillado a enamorarse de Daiki en el pasado… sin embargo no pudo recordarlos en ese momento.

 

Conducía hacia la casa del padre de Daiki, miró por el espejo retrovisor y notó cómo Kuroko lo seguía de cerca a bordo del lujoso auto del fotógrafo. Aquella había sido la peor noche que jamás había tenido, incluso su pecho dolía por todas las palabras que habían salido de la boca del moreno y por la insensata actitud que había tomado.

 

~*~

 

Cuando por fin arribaron a la casa del padre de Aomine, Kuroko se apresuró a estacionar el auto y bajar de éste para ir al pórtico y tocar la puerta, mientras Kagami, con mucho esfuerzo cargaba a un Aomine completamente dormido.

Sí, por supuesto que era difícil cargar a un tipo de 85 kilogramos en sus brazos, tendría que usar toda su fuerza para poder llevar a cabo una misión casi suicida, debería agradecer si es que no le salía una hernia por el esfuerzo.

 

—¿Qué pasó, Taiga? —Preguntó el señor Aomine, inmediatamente que miró cómo el pelirrojo aparecía cargando a Aomine al estilo princesa.

—Fue una larga noche, Aomine-kun necesita descansar. —Se apresuró a contestar Kuroko, pues Kagami no podía hacerlo debido al esfuerzo.

—Díganme que no hizo nada indebido… —Los ojos azules del señor se fijaron en los de Kuroko, quien no dijo nada, sólo miró hacia otra parte, dándole la respuesta inmediata al hombre.

 

Kagami trató de no hacer mucho ruido, pues seguramente Riko, Satsuki y Ryo se encontraban dormidos, no debía despertarlos.

Con cuidado caminó por la casa hasta llegar a la habitación de Daiki, empujó con una de sus piernas la puerta y se adentró, caminando lo más rápido que pudo hasta dejar al peliazul sobre la cama amplia.

—Tch. ¿Desde cuándo te volviste tan pesado? —Innecesariamente preguntó, como si el moreno pudiera contestarle en ese momento.

 

Sin demora salió del cuarto, cerrando la puerta a su paso, encontrándose de repente con la mirada de su suegro, la cual pedía a gritos explicaciones.

—Cuéntame todo…— Pidió el señor Aomine, recibiendo un suspiro largo como respuesta momentánea.

..::..

.:.

.

Cerró fuertes los ojos ante la luz que entraba por la ventana, aún quería seguir durmiendo, estaba bastante cansado como para moverse siquiera.

Hizo un movimiento y giró sobre la cama, dispuesto a tomar las sábanas y taparse hasta la cabeza, para evitar que la luz del sol lo siguiera molestando, sin embargo en su rostro se sintió algo extraño, algo que no era su suave almohada.

 

Sin poder mitigar su curiosidad abrió los ojos muy levemente, tratando de enfocar el objeto que yacía cerca de su rostro.

Cuando supo lo que era, sus ojos se abrieron de par en par en modo de asombro.

 

Vislumbró los papeles de divorcio que le había dado previamente a Kagami; como impulsado por un resorte se sentó en la cama, sin que la estupefacción en su ser desapareciera, y cuando vio la firma de Kagami sobre los papeles pudo sentir un dolor en su pecho.

 

Tomó las hojas entre sus manos, sin que sus ojos pudieran despegarse de aquella firma tan fina que estaba impresa con un bolígrafo común…. Kagami por fin había firmado los papeles, sin embargo, no se sentía feliz… sentía como si una parte de su vida hubiera sido arrancada de un tirón.

Notas finales:

Ufff sí, me fue difícil escribir la última parte, incluso yo sufrí con ésto... 

No doy spoilers de ningún tipo en mis historias, lo único que les puedo decir es que no dejen de leer, esto irá mejor.

Gracias a las personas que me dejan sus lindos comentarios, créanme que leo cada uno de ellos, aunque lamentablemente a veces no me da tiempo de contestar sus reviews, igual lo haré aunque sea de a poco.

Ah! otra cosa que quiero decir, la próxima actualización será durante el mes de Agosto, voy a tratar de escribir lo más que pueda de esta historia para el siguiente mes que es el mes AoKaga y los voy a saturar de fics de esta pareja xD en fin.

Gracias de nuevo!! <3


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