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Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

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Notas del capitulo:

Sí, sí... ya sé que no tengo perdón por haber tardado bastante... la verdad es que hace mucho que quise seguir la historia, pero sentía ese bloqueo que no me dejaba escribir o pensar el capítulo. Lo lamento de verdad.

En fin, aquí sigo con el siguiente capi, que no estoy segura que tenga ese 'feeling' que le había estado imprimiendo a los capis.

Confieso que se me hizo un poquitín pesado escribirlo, por el tema del que trata, pues ya leerán por qué.

Espero que les guste, y gracias por todos esos comentarios alentadores que me hicieron llegar... gracias a sus vibras positivas pude seguir escribiendo :D

..::Capitulo 16—El primer amor ::..

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Por fin el moreno había obtenido lo que tanto había ansiado… el motivo de su regreso a su ciudad natal había culminado… Kagami finalmente había firmado los papeles de divorcio, dejando total y completamente libre a Aomine de hacer lo que éste quisiera.

Sus ojos no podían despegarse de aquella firma, y aunque lo intentó, no pudo sonreír.

 

Se paró de la cama con un suspiro largo, se dirigió hacia la puerta de su habitación y salió de ésta; necesitaba salir, necesitaba un poco de aire, tal vez alguna caminata que le hiciera retomar sus pensamientos iniciales.

Pero sus planes fallaron cuando en la sala vio a su padre y a Satsuki, quienes estaban sentados en los sillones, con claras expresiones de preocupación.

El señor Aomine miró a su hijo directo a los ojos, luego enfocó su vista en aquellos papeles que aún sostenía Daiki en la mano.

 

—Veo que obtuviste lo que tanto viniste a buscar. — Mencionó el señor, desviando su mirada.

Daiki no pudo hacer más que fijar su mirada en otra parte, no era capaz de mirar a su padre directo a los ojos, ni mucho menos a su hermana, quien lo observaba con una pizca de decepción.

Un silencio incómodo surgió en el lugar, nadie se movió, nadie habló, hasta que fue el señor Aomine quien decidió levantarse de su asiento y caminar hacia su hijo.

—Lo único que quiero es que seas feliz, Daiki. — Dijo, posando una mano sobre el hombro de Daiki, quien por fin lo miró a los ojos y notó una pequeña sonrisa en los labios de su padre. —Es lo único que deseo para ti. — Dichas sus palabras, pasó junto a su hijo, directo hacia su cuarto.

Al señor le dolía pensar que Daiki se iría de nuevo a Nueva York y que volverían a pasar tal vez otros 5 años más para volver a verlo…

 

Daiki escuchó la puerta del cuarto de su padre cerrarse detrás de él; sabía que las palabras de su padre eran sinceras, pero no entendía el dolor detrás de su mirada.

—Supongo que fue un placer llamar a Kaga-chan “cuñado” — Rió forzadamente Satsuki, levantándose de su asiento y caminando hacia la puerta de salida de la casa. —Iré a alcanzar a Riko y a Ryo, aún deben estar en el parque. — Habló, saliendo de allí, sin darle oportunidad al moreno de decir algo.

Daiki la miró desaparecer detrás de la pared, mientras él levantaba los papeles a la altura de su rostro, para ver por enésima vez la firma de su, ahora, ex esposo.

..::..

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Kagami despertó ante el ruido que provocaban los golpes en su puerta de entrada. Era domingo. ¿Quién rayos tocaba a su puerta? Llevaba puestos los pantalones que había usado en la reunión de la noche anterior, pero al menos se había quitado la camiseta. Gracias a la noche pesada que había tenido, se había ido a la cama totalmente exhausto, tanto física como mentalmente, y parecía que sus horas de sueño no habían servido de mucho, pues el cansancio aún se podía sentir en su cuerpo.

No evitó bostezar cuando llegó a la puerta, y sin siquiera percatarse de quién estaba del otro lado, abrió, rascando su cabeza.

 

—Buen día, Kagami-kun. — Un par de ojos celestes, tan pronto como lo vieron, lo escanearon de arriba abajo, deteniéndose por un momento en ese pecho fornido y bronceado, luego notando el cabello rojo enmarañado.

—Hey, Kuroko. — Habló Kagami, tallando uno de sus ojos. Vaya que el pelirrojo era alguien muy difícil cuando de espabilarse se trataba.

—Lamento haberte despertado… no pensé que seguirías durmiendo.

—No te preocupes. — Fue lo único que respondió, aunque si era sincero consigo mismo, odiaba que lo despertaran de su apacible sueño.

Sin demora, el pelirrojo invitó a pasar a Kuroko, quien se sentó en el sofá de la estancia, mientras Kagami se dirigía hacia la cocina a preparar café, pues su cuerpo lo requería inmediatamente.

 

Después de unos minutos, ambos se vieron tomando un café caliente frente a la mesa de centro.

Kuroko esperaba que Kagami no le preguntara el motivo de su repentina visita, pues francamente no tenía ninguna razón especial para estar allí, simplemente le gustaba pasar un buen rato con el pelirrojo.

—Le di el divorcio. — Kagami rompió el silencio con una confesión apresurada, provocando que los ojos celestes del otro chico se abrieran con demasiada sorpresa.

—¿Firmaste? — Preguntó después de algunos segundos, ya que no supo qué otra cosa decir.

Kagami asintió con la cabeza a la pregunta, era obvio que debía firmar, después de la horrible noche que había pasado, en la que Aomine había insultado a la mayoría de sus amigos.

—Fue lo mejor. — Su mirada permanecía en su café, como si le estuviera hablando a éste. —¿No te parece? — Esta vez sus ojos se fijaron en los del peliceleste.

 

Kuroko, por segunda ocasión no supo qué contestar. Debía suponer que para Kagami, firmar aquellos papeles no había sido nada fácil, pero también tenía claro que era lo mejor que pudo haber hecho en esa situación; ahora que ambos habían confirmado que ya no existían sentimientos de por medio, el divorcio había sido la mejor opción para seguir con sus vidas… o al menos era lo que pensaba Tetsuya.

Decidió callar toda palabra que pudiera escapar de su boca, pues cualquier cosa que pudiera decir era inapropiado;  seguro que lejos de reconfortar al pelirrojo, terminaría por hacerlo sentir peor.

..::..

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Rondaba el mediodía cuando Aomine salía de la casa de su padre, teniendo un destino fijo. Subió a su auto con un poco de extrañeza, pues recordaba haberlo llevado a la reunión en casa de Kasamatsu, pero no rememoraba haberlo conducido hasta la casa de su padre… alguien debió ayudarlo. Pero claro que no se pondría a investigar, pues tenía otras cosas más importantes en mente.

Condujo su lujoso auto por algunos minutos hasta que llegó a una bella y enorme casa; bajó del vehículo, esperando que la persona a quien buscaba estuviera en casa y que quisiera hablar con él.

Con muchas dudas, al llegar al pórtico, tocó el timbre, sintiéndose un tanto nervioso por la respuesta que podría obtener de la otra persona.

 

La enorme puerta se abrió y ante los ojos de Aomine apareció Takao, con una mirada que denotaba extrañeza al ver allí al moreno, pero el pelinegro no tuvo la suficiente descortesía como para pedirle que se fuera.

—¿Qué quieres? — Su frialdad se dejó escuchar en su voz, y Aomine sabía que no iba a ser una plática muy fácil para él.

El moreno rascó su cabeza, sin saber cómo iniciar, era bastante obvio que Takao estaba enojado por lo de la noche anterior.

—Yo… verás… supongo que estoy aquí porque… okay, ayer me porté como un idiota.

—Un idiota es una palabra que te queda corta. — Esta vez su voz no sonaba fría, sino más bien con un toque de broma, que hizo que Daiki se sintiera con un poco más de confianza.

—De acuerdo… no debía haber dicho todo eso.

 

Takao miró por algunos segundos al moreno; habiendo sido amigo de Daiki durante su infancia y su adolescencia, no recordaba la última vez en la que el moreno se había mostrado arrepentido. El pelinegro podía decir fácilmente que Daiki estaba siendo sincero.

—Sé que te dije cosas horribles, y… bueno yo… me arrepiento de ello.

Kazunari mostró asombro en su rostro al escuchar la disculpa, no pudo evitar mostrar una pequeña sonrisa al ver a su amigo de esa forma; le hacía sentir mejor el saber que Aomine no era lo suficientemente orgulloso como para no disculparse….

—Eres un idiota. — Habló, sin poder ocultar su sonrisa. —Te merecías ese golpe de Shin-chan.

—Ya entendí. — Gruñó al escuchar la repentina risa del otro chico.

 

Kazunari dejó de reír y su sonrisa se desvanecía lentamente… miró fijo a Aomine y muchos recuerdos de su infancia pasaron por su mente. Esos recuerdos que no podría borrar ni por todo el oro del mundo. La nostalgia acaparó su pecho de repente… no podía vivir enojado con aquel chico moreno que era uno de sus mejores amigos.

—Estoy esperando un hijo de Midorima. — Confesó, escupiendo la verdad sin importarle cómo reaccionaría el moreno.

El rostro en shock de Daiki no tardó en aparecer, y Takao tuvo que reír de nuevo ante tal visión; sabía que Aomine no se esperaba esa noticia, pero qué más daba… de cualquier forma todos en el pueblo sabían de la agradable noticia.

—¡¿Pero cómo?! Creí que tú…

Takao negó con la cabeza al saber las posibles palabras que saldrían de la boca del otro chico.

—Himuro nos recomendó visitar a un buen doctor en Massachusetts. —Comenzó a narrar, sabiendo que tenía toda la atención del moreno. —Nos hizo estudios a Shin-chan y a mí, y después de seis meses… por fin concebí.

 

Daiki mostró una gran sonrisa; estaba feliz por escuchar las nuevas noticias, y más cuando sabía que Takao había sufrido bastante por saber su condición.

Sin poder evitarlo se abalanzó hacia él, para abrazarlo y palmear su espalda, cosa que dejó asombrado a Takao, sin embargo, recibió gustoso el abrazo, sintiendo toda la buena vibra que le transmitía el peliazulado.

—Me alegro mucho por ustedes. — Dijo después de deshacer el abrazo, mirando fijamente a Kazunari.

—En 7 meses verás a un pequeño Shin-chan en mis brazos.

Aomine asintió a las palabras; en efecto, se imaginaba a Takao con un pequeño bebé en sus brazos, lo cual lo emocionaba un poco; pero sus sentimientos cambiaron de nueva cuenta al recordar que Kagami había firmado ya los papeles de divorcio.

—Tal vez no pueda verlo… él me dio el divorcio. — Dijo tratando de ocultar la decepción ante sus palabras.

El rostro de Kazunari no cambió, pues ya sabía que tarde o temprano Kagami firmaría los papeles.

—Siempre serás bienvenido en esta casa. — Finalizó, regalándole al moreno una sonrisa tierna, tratando de reconfortarlo ante el exceso de noticias que se habían presentado. Y Aomine compartió el lindo gesto, sintiéndose un poco mejor.

..::..

.:.

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—¡¡Escuché la noticia!!! —Himuro entró a la casa de su hermano, sin tocar y sin anunciarse, simplemente gritando como el loco en el que se había convertido ante la noticia de su hermano dando el divorcio.

—¡Demonios! ¡No entres gritando de esa forma a mi casa!

—Lo siento, no pensé que tuvieras visita. — Himuro miró a Kuroko sentado en el sofá, parecía que su hermano y el peliceleste estaban hablando de algo importante, seguramente sobre la noticia del momento.

—Hola, Himuro-san. —Saludó cortésmente el peliceleste, sin cambiar la expresión en su rostro, pero el pelinegro no dijo nada de vuelta, sólo mostró una sonrisa típica y movió la cabeza en aprobación; no debía ser un genio para decir que el peliceleste sentía atracción por su hermano, pero él no era nadie para interferir en los intentos del chico por acercarse a Kagami.

—La noticia se ha escuchado por todo el pueblo. — El de cabello negro volvió al tema, sabiendo totalmente que Kagami ya había conversado sobre la noticia con Kuroko, pues parecía que ambos empezaban a formar una buena amistad.

—Vaya, las noticias vuelan.

—Creo que fue lo mejor que pudiste haber hecho. — Habló con sinceridad, sentándose sobre el sillón y sabiendo que tal vez sus palabras serían duras, pero después de todo era nada más que la verdad.

—Era necesario… después de cómo se portó la noche anterior.

Himuro asintió a las palabras con un ligero movimiento de cabeza, sabiendo que después de todo eso, su hermano no se encontraba bien del todo.

 

Pero el tema murió al momento, pues a la casa entró Riko y Satsuki, acompañadas por Ryo, quien de inmediato se dirigió hacia su padre y lo abrazó fuerte.

—¡Hey, pequeño! ¿Cómo te fue? —Kagami le regaló al pequeño su más grande y sincera sonrisa, como lo hacía siempre, mientras lo cargaba en brazos y esperaba por la respuesta.

—Mis tías me llevaron al lago. Encontré unos peces muy lindos allí. — La voz de Ryo era animosa.

Kagami escuchó la pequeña aventura de su hijo en el lago, en donde no sólo había encontrado peces, sino también unas ranas y renacuajos.

Tuvo que suspirar en resignación al saber que su hijo se parecía a Daiki de niño: lleno de vida, travieso y en extremo curioso cuando se trataba de insectos u otros pequeños animales.

Cuando Kagami puso al pequeño en el suelo, éste corrió hacia Kuroko y Himurto, saludándolos con efusividad y sentándose en medio de ambos.

 

—Escuché la noticia. — Dijo Riko, parándose junto al pelirrojo y hablándole casi en un susurro, para que Ryo no pudiera escuchar.

—Lo sé, creo que no es necesario publicarlo en el periódico, pues todo el pueblo lo sabe.

Riko no respondió nada, sólo miró cómo Himuro y Kuroko ponían total atención a las anécdotas del pequeño. Una de sus manos se dirigió hacia el hombro del pelirrojo y allí se detuvo, dándole a entender con ese simple gesto que ella le entregaba todo su apoyo en sus decisiones.

—¡Papi, salgamos a jugar! ¡Vamos! — El pequeño se acercó de nuevo a su padre y jaló su mano, para que éste accediera a salir al patio y jugar un poco con él.

—Ahora no, Ryo… tenemos visitas.

—No te preocupes por nosotros. — Satsuki fue la siguiente en hablar, tomando asiento en uno de los sillones. —Nosotros también tenemos cosas de qué hablar.

El pelirrojo suspiró, sabía a lo que se refería su cuñada, y claro… el tema de conversación, al menos por un par de semanas sería él y su inevitable divorcio; no quiso estar en aquella plática, así que haciendo caso a las peticiones de su pequeño hijo peliazul, salió de la casa.

 

~*~

 

Kagami había estado jugando con su hijo cerca del pequeño lago frente a la casa por al menos 40 minutos, Ryo tenía muchas energías para gastar con su padre, pues corría de un lado a otro, aventaba las piedras sobre el lago, buscaba pequeños insectos junto a los árboles, y Taiga trataba de seguirle el paso, pero era una misión casi imposible.

 

Pronto, padre e hijo escucharon cómo un auto se acercaba a la casa y se estacionaba junto a la camioneta de Kagami; éste mostró sorpresa en su mirada al reconocer el auto, y era el mismo Daiki quien lo conducía.

Evitó reír cuando el moreno bajó del auto y tropezó con algunas piedras; el pelirrojo permaneció en el mismo lugar parado, mientras su hijo caminaba hasta acercarse al recién llegado.

—¡Hola! —Saludó el pequeño con la típica sonrisa que les regalaba a todos.

Aomine, al escuchar el saludo, se agachó hasta estar a la altura del pequeño y sacó de entre su costoso saco un objeto.

—Hola, Ryo. Te traje esto.

Al pequeño peliazul le brillaron los ojos al ver que el moreno le estaba ofreciendo un chocolate, y sin demora lo tomó, agradeciendo y corriendo, para regresar por donde había venido.

 

Kagami frunció el ceño ante la actitud tan extraña del recién llegado, sin embargo, no objetó en lo absoluto; sólo pudo vislumbrar cómo Aomine caminaba los pasos suficientes hasta estar más cerca de él.

—Hey. —Mencionó el ojiazul, como único saludo.

Un pequeño silencio surgió entre ambos, pues Aomine no sabía qué más decir y Kagami sospechaba bastante de la situación.

—Ya he firmado los papeles. — Kagami habló después de un par de minutos, cruzando los brazos, en una clara posición defensiva, sólo por si el otro chico intentaba decir algo nada agradable, como ya era su costumbre.

Aomine desvió la mirada al escuchar las palabras, creía que no había necesidad de dichas palabras, obviamente Kagami no pensaba lo mismo.

—Escucha, Tai… Kagami. —Se corrigió al pensar que aquella confianza para llamar al otro chico por su nombre se había esfumado. —Hice una transacción de dinero a tu cuenta… tú sabes, por el dinero que tomé para la remodelación de tu casa.

El pelirrojo trató de no cambiar la expresión en su rostro, pero estaba claro que esa confesión lo había tomado por sorpresa; no esperaba que Aomine le regresara su dinero, en realidad, ya había dado por perdidos esos dólares

—No era necesario… después de todo la casa parece tener más vida.

 

Aomine quedó mudo al ver la pequeña sonrisa que denotaba Kagami en sus labios, parecía que el pelirrojo estaba de buenas como para entablar conversación con él, y eso lo reconfortaba un poco.

Kagami no decía más que la verdad, no recordaba la última vez en la que su casa se había visto tan llena de vida, aquella decoración había traído un poco de alegría a su vida y a la de su hijo.

 

—Kagami… yo… lo siento. — Dijo Aomine, tratando de romper la extraña tensión que se había presentado de repente.

—Escucha, Aomine… ambos sabemos que no quieres tener esta conversación. — Habló, sabiendo a qué se refería el moreno.

 

Y parecía que el pelirrojo conocía a la perfección a Daiki, pues en efecto, éste no quería hablar sobre el tema, pero tenía esa idea de que debía hacerlo.

El silencio volvió a imperar entre ambos, y el moreno podía sentir la penetrante mirada de Kagami sobre él.

—Antes de que regreses a Nueva York… — Habló el pelirrojo, con un rostro relajado. —…quiero mostrarte algo… Vamos… — Hizo un pequeño movimiento de cabeza y le ofreció la mano al moreno, para que éste la tomara… lo cual parecía no tener efecto.

—Yo… creo que no… no es prudente.

El rostro de poca decepción de Kagami no pasó desapercibido, y aunque Aomine sabía que había hecho lo mejor, no podía dejar de reprocharse por su respuesta.

Taiga asintió a la negación y sin darle al moreno más tiempo para contestar, dio media vuelta y llamó a su hijo, pero tuvo que volver a girar ante las repentinas palabras que cruzaron por su mente. —Por cierto… — Habló, de nuevo ganando la atención del moreno —…De verdad espero que encuentres lo que estás buscando.

 

Aomine sintió ese extraño dolor en su pecho al escuchar las palabras de Kagami, dichas con tanta sinceridad, y aunado a esa linda sonrisa, habían tenido un efecto doloroso en él. No se dio cuenta en qué momento Riko, Satsuki, Himuro y Kuroko habían aparecido en el pórtico, lo único que sabía era que ellos cuatro estaban viendo la escena desde ese lugar de la casa, con miradas diferentes.

 

Kuroko observó a Daiki y supo que debía hablar con él; eso seguro calmaría sus pensamientos repentinos, y sin demora se despidió de Kagami y los demás.

—¿Te importaría llevarme al hotel, Aomine-kun? —Habló cuando estuvo lo suficientemente cerca del moreno, quien no mencionó nada, pero sí asintió a la petición.

 

~*~

 

El trayecto al hotel de Kasamatsu, donde se estaba hospedando Kuroko había sido en completo silencio; en la mente de Aomine había demasiadas cosas que no podía asimilarlas, y Kuroko lo sabía… pues conocía a la perfección a su amigo.

 

Cuando por fin llegaron al hotel, Aomine se estacionó y esperó a que el peliceleste bajara del auto, pero éste no lo hizo, sólo desabrochó su cinturón de seguridad y giró el rostro, para encarar al peliazul.

—Sabes que eres mi mejor amigo. ¿Cierto? — El largo silencio terminó con la voz de Kuroko.

—¿A qué viene eso?

—Creo que estás haciendo las cosas mal. Pero te has cegado…

Aomine frunció el ceño después de las palabras, él no creía estar haciendo nada mal, en realidad todo iba de acuerdo al plan, sin embargo…

—No estoy feliz. — Dijo, sabiendo que tal vez sus palabras no tenían ninguna concordancia en respuesta al peliceleste.

 

Kuroko entendía la expresión, y asintió con un ligero movimiento de cabeza.

—No eres feliz… Dime… ¿amas a Kise?

Los ojos de Aomine no tardaron en denotar extrañeza.

—Claro.

—Entonces yo no me preocuparía porque no te estás feliz en este momento.

 

Aomine de nuevo mostró un rostro en extrañeza, sin saber a qué se refería el peliceleste, por lo cual éste último decidió continuar.

—Es normal que te sientas así al ver la firma en esos papales… Kagami fue tu primer amor… ya sabes lo que dicen… ‘el primer amor jamás se olvida’.

El moreno tuvo que soltar una pequeña risa ante las ridículas palabras de su amigo.

—Vamos Tetsu, no digas esas estupideces. — Pidió. Y Kuroko no culpaba a su amigo, pues muy rara vez ese tipo de palabras salían de su boca.

—Sólo piénsalo: pasaste prácticamente toda tu vida junto a él… es obvio que te sientes nostálgico al saber que ahora no tienes que verlo más.

Daiki borró de inmediato su sonrisa; era cierto… ahora ya no estaba atado a nadie, no tenía por qué rendirle cuentas a nadie, y su infelicidad no era más que nostalgia, tal y como lo había dicho Kuroko.

Al tener ese pensamiento en mente, se sintió un poco más reconfortado; agradecía al cielo porque Kuroko estaba a su lado, tratando de disipar todas sus dudas y remordimientos.

—Tienes razón. Sólo es nostalgia.

 

El peliceleste notó el rápido cambio en el rostro de su amigo, y decidió que era el momento para que él bajara de ese auto y fuera hacia su cuarto de hotel; abrió la puerta del vehículo y la cerró a su paso, pero un pensamiento inundó su mente, y antes de decir adiós, se asomó por la ventanilla y miró fijamente a Aomine.

—Recuerdas lo que te comenté. ¿Verdad? — Preguntó, pero por la mirada del moreno, parecía que éste no lo recordaba o más bien no sabía a qué se refería. —Ahora que ya no estás casado con Kagami-kun, no hay nada que me detenga… — Dichas sus palabras, se alejó caminando del auto, dejando a un perplejo Aomine, quien aún estaba tratando de hacerse sentir mejor a sí mismo.

 

Esa misma tarde recibiría una llamada de Kise Ryota, sin embargo sus ánimos no estaban en una buena forma, por lo que decidió no contestar; sabía que su prometido se molestaría porque su llamada no fue recibida, sin embargo, Daiki no tenía los ánimos para lidiar con él por ese momento.

..::..

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Kagami caminaba junto a su hijo, llevando la pequeña mochila de la escuela en una mano y la pequeña mano de su hijo en la otra. Era lunes y como todos los lunes el pelirrojo llevaba a Ryo a la escuela.

El pequeño niño peliazul era alguien muy querido en su salón de clases, pues ese carisma que había heredado de su padre pelirrojo le había ayudado.

—Pórtate bien y obedece a tu maestra. — Mencionó, depositando un pequeño beso en la frente de su hijo, quien asintió a la petición de su padre. —Si no puedo venir en la tarde por ti, le diré a Riko a Satsuki que te recojan.

—¡¡Sí!! Quiero que mis tías vengan por mí.

Kagami rió a las palabras, no le era extraño que su pequeño hijo fuera muy allegado a sus tías, pues ellas incluso ‘raptaban’ a su hijo para llevarlo al parque o a cualquier otro lugar que a ellas se les ocurría.

 

El pelirrojo vio cómo el pequeño entraba a la escuela y se despedía con un movimiento de mano, para perderse a su vista entre tantos niños.

Pronto escuchó cómo sonaba su celular, que se encontraba en uno de sus bolsillos de su pantalón y sin demora atendió a la llamada, suspirando de resignación al ver el nombre que se mostraba en la pantalla.

¡Hey, Kaga-chan! —La voz molesta de Takao se escuchó por la bocina, sin darle tiempo al pelirrojo de saludad de vuelta. —Estaba pensando… ¿Estás muy ocupado?

¿Qué demonios quieres, Takao? — Si no conociera muy bien al pelinegro, diría que éste estaría por molestarlo de alguna forma…

Verás… Shin-chan se fue a trabajar y me dejó sólo, tú sabes… hoy me toca horario nocturno.

Eso no me importa.

Oh vamos, no seas tan cruel… sólo te pido un pay de esos que venden en el restaurante. —Sí, se refería a ese lugar en la zona turística que era muy famoso.

Que vaya a compártelo tu esposo.

Sabes que iría yo si Shin-chan no se llevara el auto. Eres un mal amigo… dejar a un hombre embarazado con el antojo de algo… tú mejor que nadie sabes qué feo es eso.

 

Rodó los ojos ante el drama que estaba haciendo Kazunari por sólo un pay, estaba a punto de colgar la llamada y dejar que Takao muriera de antojo, pero después de todo no pudo hacerlo.

—De acuerdo, iré hasta la zona turística por tu estúpido pay.

¡Gracias Kaga-chan! Te amo.

Sin demora, ésta vez colgó, preguntándose si él había sido tan molesto en su fase de embarazado, aunque no lo recordaba muy bien.

 

~*~

 

—Estúpido Takao, conducir 15 minutos hacia la zona turística sólo por un estúpido pay… como si no tuviera cosas mejores qué hacer… Maldito embarazado. ¿Dónde está su esposo en estos momentos? Joder, no soy su esclavo. — Se quejaba Kagami, conduciendo de regreso hacia la casa de Kazunari, con el dichoso postre sobre el asiento del copiloto.

Sin embargo, algo atrajo su atención, y eso fue el lujoso auto que transitaba frente a él, y aquellas placas que decían “Nueva York” eran tan sospechosas. “¿Otro amigo de Aomine?”, se cuestionó mentalmente,  sin quererle dar mucha importancia al asunto.

 

Habían pasado 10 minutos de trayecto, y el auto que iba frente al suyo parecía que tenía el mismo destino, pues en cada calle que ese lujoso vehículo giraba, Kagami lo imitaba.

Definitivamente aquello era muy raro.

 

Lo que más sorpresa le causó fue que ese auto negro se estacionó frente a la casa de Takao; ahora todo tenía sentido… seguro que era algún familiar de Midorima… aunque… no recordaba que alguno de sus dos amigos tuviera familia en Nueva York.

Sin ningún modal, Kagami tocó el claxon de su camioneta, para hacerle saber a su amigo pelinegro que estaba allí, con su tonto encargo; tomó el pay, bajó del auto y notó cómo el tipo que conducía el vehículo negro también lo hacía.

No evitó fruncir el ceño ante la visión del chico que llevaba un sombrero negro, gafas del mismo color y un traje azul marino que parecía muy costoso.

 

—¡Gracias, Kaga-chan! — Takao pronto apareció en el pórtico, y sus ojos de inmediato se fijaron en el pay que llevaba el pelirrojo en las manos. Luego notó al chico desconocido, que lentamente se acercaba a la casa, a la par del pelirrojo. —Ehhh…

—Hola, buen día. —Saludó el extraño, sin quitarse el sombrero ni las gafas, pero sí levantando la mano en saludo. —Estoy buscando a Aomine Daiki.

Takao miró fugazmente a Kagami y luego al desconocido.

—Esta no es la dirección correcta. — Kazunari observó cómo su amigo y el otro chico se paraban frente a él.

—¿Qué? ¡No puede ser! ¿Éste es el número 48 de la Avenida Camrose? —Cuestionó el chico.

El pelinegro frunció el ceño pero asintió a las palabras, en definitiva era la dirección correcta, pero no podía entender quién era ese tipo, por qué estaba buscando a Aomine y por qué tenía la dirección de su casa.

—Bueno, Aomine Daiki me dijo que vivía aquí…

 

Kagami y Takao se miraron con extrañeza, en definitiva algo muy raro estaba pasando allí, sin embargo, había alguna razón por la que Daiki pudiera haber falsificado información, así que ambos chicos decidieron seguir la corriente.

—¡Ah! Sí… bueno… yo soy Kazunari… su… ¿primo? — Mencionó dudoso, mirando fugazmente a Kagami quien asintió con un movimiento de cabeza casi imperceptible.

—¿Y tú eres…? —cuestionó el chico, hablándole a Kagami.

—Yo soy Taiga… su… otro primo… supongo.

Una sonrisa apareció en el rostro del tipo desconocido, y la situación era aún muy extraña y un poco incómoda para los tres.

—¿Puedo preguntar quién eres tú? — el pelinegro cuestionó con demasiada intriga.

—Oh, disculpen mis modales. — Prosiguió a quitarse las gafas y el sombrero; y cuando el pelirrojo y el pelinegro lo reconocieron, abrieron grandes los ojos. —Mi nombre es Kise Ryota… planeo darle una sorpresa a Aominecchi… seguro que no me espera.

 

Un silencio surgió entre los tres; Kagami podría haber jurado que vomitaría al escuchar ese ‘Aominecchi’ en voz chillona de aquel tipo. Claro que lo reconocía, y lo había visto varias veces en Nueva York junto a Daiki como para no reconocerlo…

—Claro, seguro que se le saldrá el corazón de la sorpresa. — Kazunari rió, sin percatarse de la mirada extraña que Kise le regalaba.

 

Notas finales:

Ok, como lo había confesado, el fic se me hizo un poco difícil de escribit porque pasé por una situación similar: un divorcio es algo muy duro, una clara manifestación de que todos aquellos años convividos con la otra persona fueron poca cosa.

Bueno, o es así como lo veo, aunque mi caso no llegó a concretarse y ahora vivo feliz, pero con esos agrios recuerdos.

En fin, basta de mí, espero que les haya gustado el capi.
Nuevamente pido disculpas por haber tardado, trataré de no tardarme tanto con el siguiente capi.

Gracias por leer y por sus geniales comentarios! <3


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