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Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

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Notas del capitulo:

De verdad me da mucha pena aparecer hasta ahora.

Fueron 6 meses en los que dejé esta historia atorada, pues necesitaba un nuevo rumbo y más inspiración; y aunque no estoy segura si a éstas instancias lo he logrado, de verda que no quería dejar botada esta historia.

Lo que me hace preguntarme... Hay alguien por aquí a quien aún le interese la historia, porque si es así, podnré mucho esfuerzo para terminar este escrito.

Por lo mientras dejo el siguiente capi, que, realmente no estoy segura de haber logrado algo interesante, ya ustedes me dirán si voy bien o mejor me re-planteo la historia.

Este capi está dedicado a Alex Roronoa, (creo que es Aoi-Alexita aquí :'v), a quien le sigue interesando la historia y quien me ha hecho saber su interés por facebook. Mil gracias mi Alex linda, creo que sin tí, no me aventuraría a retomarlo.

En fin, aquí está el siguiente capi. Espero me hagan saber sus comentarios c: 
Gracias por leer!

..::Capítulo 17— El modelo Kise Ryota::..

.:.

.

 

Kise mostró una sonrisa fingida, mientras miraba a Takao, luego al pelirrojo a su lado; no quería prejuzgar, pero pensaba que aquellos dos tipos eran demasiado raros, y esperaba que no toda la gente de ese pequeño pueblo fueran así.

—Entonces… ¿Aominecchi no se encuentra aquí? — Cuestionó, esta vez enfocando su mirada en el pelinegro.

—Bueno, él… no, no está aquí… él fue a… — Takao trató de formar alguna excusa, pero no le llegaba una buena idea a la mente. —bueno él…

—Él no se encuentra aquí. — Kagami interrumpió, tratando de ayudar a su amigo.

—Oh, bueno. ¿Podrían decirme dónde está? Quiero sorprenderlo.

 

Ante la petición, Taiga y Kazunari se miraron, la mirada del pelinegro decía a gritos: “No te metas en este lío”, pero a Kagami no le importó nada.

—¡claro! — Mencionó con animosidad el pelirrojo, cambiando por completo su actitud y tono de voz, claramente burlándose de la situación. —Yo puedo llevarte hasta él, así que… ¿Por qué no vamos?

—¡Gracias! — Kise denotó una sonrisa sincera. —Eres asombroso.

 

Y así ambos chicos se alejaron del pórtico de la casa de Takao, quien quiso detener a Kagami, pero no valía la pena. No sabía en lo que estaba pensando su amigo pelirrojo, pero fuera lo que fuera… sabía que las cosas iban a salir mal.

 

—¿Ese es tu auto? — Kise cuestionó, señalando la camioneta roja, cuya pintura empezaba a desvanecerse. Y el gesto de asco de parte del rubio no pasó desapercibido para Taiga.

—Sí. Pero podemos ir en tu auto, yo podría venir a recoger mi camioneta después. — Las miradas, o cualquier palabra que Kise dijera no podía intimidar a Kagami, a quien ese tipo de personas de ‘elite’ no le interesaban en lo absoluto.

—Es buena idea… digo… mi auto es más lujoso.

—Lo que sea.

 

Sin más, ambos chicos abordaron el auto y el rubio lo puso en marcha, comenzando a manejar, sin siquiera saber hacia dónde debía ir.

—Gira en esta calle— Señaló el pelirrojo, a lo que el conductor hizo caso.

—Así que…  ¿Qué hacen para divertirse en este lugar?

Kagami claramente pudo escuchar el extraño tono con el que el otro chico había hablado, por supuesto que no le daría la oportunidad de burlarse de su bello lugar natal.

—Hay muchos atractivos visuales… aunque dudo que alguien que vive en una gran ciudad pueda contemplarlos.

—Bueno, es que una gran ciudad es más interesante. Tiene tiendas de todo tipo, antros, bares, cines… — No, por supuesto que Kise no había notado la ofensa que, muy sutilmente, el pelirrojo dejó caer sobre él.

 

El silencio apareció entre ambos, mientras el rubio seguía conduciendo, sin poner mucha atención a las calles. Sus ojos color miel, de repente notaron los zapatos deportivos de Kagami, mucho muy similares a los que su prometido usaba.

—Tú…¿Juegas basquetbol? — Cuestionó con curiosidad, regresando la vista hacia la calle por la que conducía.

—Sí, es uno de mis pasatiempos favoritos. ¿Te gusta?

—Rayos. ¡No! Es decir… para mí no tiene nada de interesante que dos equipos jueguen por encestar un balón. — La respuesta precipitada llegó, y no era nada más que la verdad para Ryota. —Además cuando juegas empiezas a sudar… qué asco.

 

Kagami no pudo evitar fruncir el ceño ante la respuesta. No iba a pelear con ese tipo rubio, tratando de defender  su pasatiempo. Pero sí permaneció pensando… ¿Qué era lo que había visto Aomine Daiki en ese tipo? Conocía a su ex esposo, y podía fácilmente decir que no era nada compatible con este tipo rubio.

¿Qué era lo que tenía Kise Ryota que había enamorado a Daiki?

Tal vez la belleza del modelo rubio yacía en su interior… o alguna tontería como esa, pues Kagami, durante esos minutos de conocerlo, no había encontrado la respuesta a sus preguntas.

 

—Dobla a la izquierda. — Otra indicación llegó, y Kise hizo caso, dando vuelta al auto, saliendo del camino pavimentado, y entrando a uno en terracería.

—¿Qué clase de lugar es este? — Preguntó, sin saber a dónde se dirigían.

—Querías ver a Aomine ¿no? entonces sólo sigue conduciendo.

El rubio no dijo nada más, sólo siguió conduciendo por un pequeño camino, notando alrededor muchos árboles.

—Estaciónate allí. —Taiga señaló con dedo

 

Cuando Kise estacionó el auto, y lo apagó, prosiguieron a salir de éste, y de inmediato, el modelo rubio, blasfemó internamente por hacer que sus costosos zapatos se ensuciaran de tierra.

Kagami, sin perder tiempo, se dirigió hacia el pórtico de la casa a la que habían llegado; no pasó mucho tiempo para que el señor Aomine atendiera el llamado.

—Taiga. — Habló el señor, fijando su mirada de inmediato en el rubio desconocido.

—Vengo a traerle a Daiki una pequeña sorpresa. — El pelirrojo denotó una sonrisa falsa, claramente disfrutando ese momento.

 

El señor Aomine no supo qué decir en ese momento, además de que el chico pelirrojo se comportaba demasiado extraño.

—Soy Kise Ryota. — Mostró una sonrisa y estiró la mano, siendo correspondido por el señor de la casa, quien ahora podía estar seguro de que ese era el prometido del que tanto le había hablado su hijo.

—Daiki… está en la parte trasera de la casa. Está buscando insectos…

—¿Insectos? — La pregunta en un tono de repugnancia llegó, pues Kise no se imaginaba una escena así.

—Sí. — Respondió Kagami, dirigiendo su mirada hacia el rubio. —Esa es una de las pasiones que ha tenido desde niño. — Se preguntaba cómo era que ese chico modelo no sabía algo tan importante como eso.

 

Los dos chicos entraron a la casa, y el señor Aomine se encargó de llevarlos hacia la parte trasera de la casa, donde, efectivamente, Daiki se encontraba allí, con su cámara en mano, tratando de fotografiar cuanto insecto podía ver entre el pasto abundante.

El señor Aomine prosiguió a llamar a su hijo, hasta que éste por fin escuchó.

 

Daiki pudo ver a tres personas a lo lejos, y el  asombro apareció en las facciones de su rostro al ver a su rubio prometido allí. La mirada de Kise era de cuestionamiento, había visto cómo su prometido deambulaba entre la yerba, buscando insectos y disfrutando un buen momento de fotografía… no estaba seguro de que esa visión era linda para él.

El moreno se armó de valor para hacer que sus piernas se movieran y fueran al encuentro de su prometido, quien no parecía estar nada contento con la situación en la que lo había hallado.

 

—¿Qué haces aquí? —Cuestionó el peliazul, al estar frente al modelo.

—Quería… sorprenderte. — Respondió, notando en la mano de Daiki un pequeño frasco, que contenía algunos pequeños insectos, y trató de no darle mucha  importancia al asunto. —Tu primo fue tan amable de traerme hasta aquí.

—¿Mi primo? — Tanto Daiki, como su padre, miraron con incredulidad al pelirrojo que yacía en silencio.

—Oh sí, no es nada, es algo que cualquier primo haría. — Taiga en verdad estaba disfrutando ese momento, incluso se estaba burlando de la situación. —Ahora, si me disculpan, debo irme, casi es hora de que mi hijo salga de la escuela.

—Te acompañaré a la salida. — Habló el señor Aomine, así dejando a Kise y a Daiki solos.

 

Un pequeño silencio incómodo surgió entre ambos, ninguno de los dos sabía por dónde comenzar con la conversación. Por fin Kise se animó a decir algo:

—No sabía que te gustaban los insectos… — Ante su comentario, la mirada de orbes zafiros se fijó en él.

—Ahora lo sabes.

—Aominecchi… este mundo es extraño. — Se atrevió a decir.

—¿¿Este mundo?? — En definitiva aquella no había sido un buen comentario.

—Sí, es raro, no hay tiendas grandes, no hay edificios… la mayoría de las casas son de madera… ¡Y ni siquiera hay wi-fi!

Ambas cejas de Daiki se fruncieron al escuchar tan estúpido comentario.

—Este es el lugar donde crecí…

—Pero, Aominecchi, te fuiste de aquí para salir de… todo esto… para irte y buscar algo mejor que… lo que puedes hallar en este pueblo.

 

El enojo de Aomine empezó a aparecer al escuchar las palabras de su prometido. Era cierto que aunque se hubiera ido de ese lugar, seguía amándolo, y de eso se había dado cuenta hasta hace un par de días, en donde pudo darse cuenta de los amigos que tenía, de que su familia siempre lo apoyaría y de los bellos paisajes que ese lugar le ofrecía.

 

~*~

 

Kagami y el señor Aomine se encontraban en el pórtico de la casa.

Un suspiro escapó de la boca del mayor, toda esa situación de la boda de su hijo lo estaba sacando de quicio.

—¿Por qué no le dijiste a ese rubio la verdad? — La pregunta hizo que Kagami mirara al otro hombre con tranquilidad.

—¿Decirle qué? ¿Que hasta el día de ayer yo fui su esposo? No tiene ningún caso, cuando ya le he dado el divorcio. Además… quiero que él sea feliz.

La pequeña  sonrisa de dolor del pelirrojo no pasó desapercibida para el señor Aomine, quien no dijo nada más, pero era obvio que la situación era difícil para Taiga.

..::..

.:.

.

Reo Mibuchi entraba a la enorme oficina de Akashi Seijuurou, no debía siquiera decir que estaba en extremo nervioso por todo el asunto, pero sabía que si daba un paso en falso, Akashi lo notaría y no sabía de lo que el chico pelirrojo sería capaz de hacer.

—Lamento el atraso, Akashi. — Dijo, para tratar de llamar la atención del nombrado, y con lentitud sentándose en la silla, frente al escritorio, justo encarando al pelirrojo.

—No te preocupes. — mencionó, dejando a un lado las hojas que estaba firmando.

—No hice ningún reporte de mi trabajo, pues me temo que no fue necesario.

Los ojos bicolor de Akashi lo parecían estar taladrando hondo en Mibuchi, tratando de encontrar algún indicio que le dijera que el pelinegro mentía.

—De acuerdo. ¿Y qué fue lo que averiguaste?

—No hay nada detrás de Aomine Daiki. Sólo fue a visitar a su familia, y parece también a visitar a sus amigos. Supongo que le ha tomado tiempo regresar porque no los había visto en muchos años.

 

Akashi se recargó en el escritorio, sin dejar de mirar cada movimiento en Reo.

—Sabes, Reo… hay algo en ti que me dice que estás mintiendo.

El pelinegro trató de no alterarse, y suprimió su rostro de sorpresa, cambiándolo por uno neutro.

—No hay ninguna mentira, Akashi. He investigado a fondo. — Dijo con tranquilidad, devolviendo la mirada fija.

 

Akashi mudó, se levantó de su asiento y rodeó su escritorio, hasta estar detrás del pelinegro; se  agachó un poco, lo suficiente para poder susurrarle al oído:

—Si me entero de que me estás mintiendo… te irá muy mal, Reo.

Con esa simple amenaza, el cuerpo entero de Mibuchi se tensó, pero estaba decidido a no decir lo que había descubierto en aquel pequeño viaje.

..::..

.:.

.

Aomine pasó la tarde en casa de su padre, acompañado de Kise, quien se encargó de ponerlo al tanto de lo que había pasado en Nueva York durante el tiempo que estuvo ausente.

El rubio había hablado de cómo las empresas de Akashi habían tenido un incremento notable en las ventas, pues había muchas personas importantes que apoyaban a la comunidad gay, y debido a ello, la reputación de Akashi fue muy bien vista en la ciudad.

También contó de cómo, a raíz de su compromiso, Kise tuvo más trabajo de lo normal; el modelo apenas si había tenido tiempo de respirar.

Pero eso no era todo, sino que también Aomine figuraba entre los fotógrafos más buscados a pesar de no estar en la ciudad; le dejó claro al moreno que tendría bastante trabajo cuando regresara.

 

Daiki no supo en qué momento había dejado de escuchar a Kise y sus 'estupendas' aventuras; no entendía cómo era que, hasta ese momento, había soportado una plática banal y sin importancia.

¿Así era su vida en Nueva York? ¿Tan superficial y nada interesante?

 

—...Y Akashicchi cree que sería mejor que tuviéramos nuestra luna de miel en Londres. No entiendo por qué, pero tampoco es una mala idea. ¿Qué opinas, Aominecchi?

La repentina pregunta lo sacó de todos sus pensamientos.

—¿Eh? ah, sí, claro, lo que tú quieras. — Mencionó sin ánimos de seguir estableciendo esa conversación. —Oye. ¿Qué te parece si vamos a pasear?

—¿A pasear? — el rubio enarcó una ceja, pensando que aquella era una tonta idea.

—¡Sí! vamos a la zona turística, hay bellos lugares que quiero enseñarte.

 

Kise miro a su prometido, como si a éste le hubiera crecido una segunda cabeza.

—Aominecchi ¿Qué te hace pensar que he venido hasta aquí para dar un paseo? — El tono que había usado no había sido nada lindo. —Además éstas personas son raras.—

 

Aomine no tuvo de otra, más que suspirar en resignación, y tuvo que prepararse para otra ronda de conversación, pues parecía que Kise seguiría así, al menos hasta la noche.

 

Por lo mientras, estaba seguro de que su rubio prometido se hospedaría en el hotel de Kasamatsu, al no haber otras posadas más cercas. Aunque siendo sincero, el moreno preferiría que Yukio no se enterara de que su futuro esposo se encontraba en la ciudad. No quería más rumores por toda la ciudad.

..::..

.:.

.

El día siguiente había llegado rápido, y Aomine, antes de levantarse de la cama, permaneció allí acostado, pensando en todo lo que había pasado durante esos días en los que había regresado a ese bello pueblo.

Se había portado como un completo imbécil, pero después de todo, había obtenido la firma de Kagami… ya no tenía motivos para estar en ese lugar. Pensó que lo mejor era irse de allí.

Aquella decisión no había sido hablada con Kise, pero sabía que el rubio estaría feliz de que su prometido regresara a la ciudad.

 

Le pareció que lo mejor era disfrutar el último día de su estadía en ese lugar. Hablando de ello… había tenido esas inmensas ganas de ir a comer al restaurante que alguna vez le recomendó Kuroko, y sin pensarlo dos veces llamó al celular de Kise, pero el modelo declinó la oferta, diciendo que “era muy temprano para salir, prefiero quedarme a descansar ahora que puedo”.

Bueno, Daiki no lo culpaba, pues había entendido que, durante su ausencia en Nueva York, el chico rubio había tenido más trabajo de lo habitual; lo mejor era dejarlo descansar, justo como él lo pedía.

 

Mejor se atrevió a invitar a Kuroko; estaba seguro de que su amigo peliceleste no declinaría la invitación, ya que éste también amaba la comida de ese restaurante.

Tomó el celular y digitó el número de su amigo, por suerte Tetsuya era una persona ‘mañanera’, por lo que, cuando contestó la llamada, su voz sonaba tranquila

Como era de esperarse, el peliceleste no declinó la invitación, incluso su voz se escuchó animosa.

—Nos veremos en el restaurante en una hora. —Fue lo último que Daiki mencionó antes de colgar la llamada y escuchar la palabra de aprobación de su amigo.

 

Aprovechando que nadie estaba en casa, se dio una ducha, se vistió con lo primero que halló en el guardarropa y salió de casa, montándose rápido en su automóvil, para conducir hasta el restaurante.

 

15 minutos le bastaron para llegar al lugar acordado; estacionó el auto, bajó de éste y se dispuso a cruzar la puerta del lugar, siendo, de inmediato recibido por una chica, quien lo guió a una mesa para dos.

La chica lo hizo sentarse, y no pudo evitar mirar el bello paisaje que se encontraba a través de los cristales: un pequeño lago con agua limpia, flores que lo rodeaban y varios árboles podían verse… no evitó sonreír… nada mejor que comer mientras disfrutas de esa linda vista.

Y se preguntó mentalmente por qué no se había sentado allí antes.

 

—Lamento llegar tarde, Aomine-kun. —La voz del chico peliceleste lo sacó de sus pensamientos, y es que ni siquiera había escuchado su llegada.

—¡Tetsu! ¡No me asustes de ese modo!

—Qué bella vista. — Habló, ignorando olímpicamente el comentario de su amigo.

—Sí. Definitivamente es un grandioso lugar.

 

La pequeña conversación murió cuando el mesero llegó, para pedir sus órdenes, y ellos, ya sabiendo la carta del lugar, hicieron sus pedidos.

Aomine supo que era la oportunidad de hablar con su amigo cuando el mesero se fue, así que aprovecharía ese pequeño momento.

—Kise llegó ayer. — Llegó la confesión, pero no pudo fijar su mirada en los ojos celestes de Kuroko.

El de menor altura quedó callado ante las palabras, no esperó que Ryota se aventurara a buscar a Aomine y llegar hasta donde el moreno se encontraba.

—bueno… debió ser incómodo. — Respondió, notando cómo el peliazul asentía a las palabras.

—Sabes… pensé que… era ya el momento de regresar a la ciudad. Ahora que Kagami me ha dado el divorcio. — Dejó saber sus planes, sin tener idea si Kuroko ya sabía la información sobre el divorcio firmado. Pero, al notar que las facciones de su amigo no cambiaron, y que ninguna pregunta salió de sus labios, pudo imaginar la respuesta.

—¿Te irás ya?

—Creo que es lo mejor. Terminó mi misión aquí.

 

Kuroko enarcó una ceja, pero su amigo tenía razón. La misión de Daiki había sido culminada; tenía que regresar a su vida, a su trabajo… a su hogar en Nueva York.

—¿Regresarás conmigo? —Curiosidad se escuchó en la voz del moreno, y es que esperaba que éste contestara afirmativamente.

—No. — La firmeza se pudo denotar en Tetsuya. —Quiero quedarme más tiempo.

Daiki no dijo nada a esas palabras, pues estaba completamente seguro de que su amigo peliceleste se quedaba allí por Kagami, no debía ser un genio para imaginar aquello.

 

Nuevamente la conversación fue cortada por el mesero, quien puso los platos  de comida sobre la mesa, y aunque ni Aomine ni Kuroko habían probado la comida, podían saber, por el modo en que se veían los platillos, que sabían deliciosos.

—Buen provecho. — Finalizó el mesero, dando media vuelta y regresando por donde había llegado.

—Esto es lo que más extrañaré de éste lugar. — Daiki sonrió, tomando los cubiertos en la mano y mostrando una gran sonrisa, y aunque Tetsuya no dijera nada, por supuesto que le daba la razón a su amigo.

 

Ambos empezaron a comer gustosos, saboreando la exquisita comida que los chefs habían preparado.

Ninguno de los dos quería hablar, pues perderían la oportunidad de seguir degustando plenamente sus platillos.

Pasaron varios minutos, hasta que fue el peliceleste quien se atrevió a romper el silencio:

—Supongo que les dirás a tus amigos que partirás mañana. — Supuso, pues además de que el moreno tenía familia, también tenía buenos amigos.

—Sí, claro que debo decírselos. — Obvio que también supuso que al decirlo, sus amigos planearían una fiesta para despedirlo, aunque en realidad sabía que no merecía un gesto de esa índole.

 

Kuroko no respondió, sólo le regaló al moreno una pequeña sonrisa, pero en su mente estaba el pensamiento de que sus amigos eran únicos.

—Oye, creo que de nuevo quiero intentar saber si el chef o el gerente están aquí, tienen que saber mis pensamientos ante la comida. — una sonrisa apareció en los labios de Aomine.

—Es buena idea, también tengo que dar mis buenos comentarios.

Ambos dejaron los cubiertos sobre la mesa, y fue Daiki quien levantó la mano, llamando al mesero, quien rápidamente atendió al llamado.

—¿Se encuentra el chef? — Preguntó en voz baja el moreno, mirando fijamente al mesero.

—Lo siento, el chef no se encuentra, pero puedo llamar al propietario, si es lo que desea.

Ante la opción, Kuroko y Aomine aceptaron… nada mejor que dar buenos comentarios al mismísimo propietario; y de nueva cuenta miraron cómo el mesero se alejaba para llamar a su jefe.

 

—Creo que no es mala idea pedir un par de raciones para llevar. — Kuroko sorprendió a Daiki con su comentario; y la verdad no era para nada una mala idea, tal vez el moreno lo pensaría seriamente antes de irse a la ciudad.

Ambos amigos la estaban pasando muy bien, y por tercera vez la conversación murió al ver cómo a su mesa se acercaba alguien… un chico con un elegante traje negro y corbata, con un porte demasiado atrayente y con ese bello cabello color fuego, que estaba refinadamente peinado, pero  con unos pequeños mechones rojizos resbalaban por su frente.

 

Daiki y Tetsuya se quedaron en completo shock al ver ahí a Kagami Taiga, portando una pequeña sonrisa y comportándose a la altura.

—¿Puedo servirles en algo? — Taiga fijó sus ojos rubíes en Tetsuya, y no se atrevió a mirar al moreno.

—¡Oh, cielos! — Kuroko no recordaba haber visto a alguien más hermoso en su vida.

La mirada de Daiki mostró estupefacción, pero tampoco se apartó de la silueta de su ex esposo. “Madre mía” pensó, pues no se atrevió a hablar en voz alta.

 

Notas finales:

Cómo ven? les gustó? me quieren tirar tomatazos? son bien recibidos de todas formas xD 

Espero me dejen saber lo que piensan con algún review <3 <3 


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