Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

[Reviews - 129]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Creí que iba a tardar más en la actualización, pero ayer la inspiración me atacó y no quise esperar más. 
Según el capi está auto-beteado, deberán disculparme si alguna falta de ortografía se me escapó c:

Espero que no mueran con este capi, porque yo lo haría xD

Por cierto, he leído cada uno de sus comentarios, de verdad, ustedes son geniales!! no saben cuántos ánimos me dan sus comentarios, lamentablemente, por falta de tiempo (eso, y que mi tonto celular no me permite dejar reviews o comentar aquí) no he podido contestarles, pero de verdad les agradezco!!

He aquí el capi, espero me sigan dejando todos sus comentarios <3

..::Capítulo 18— Te amo::..

.:.

.

 

Parecía que ambos chicos habían quedado sin habla al ver a Kagami vestido de esa forma y con un perfecto porte.

El pelirrojo tuvo que carraspear para que los dos chicos salieran de su ensimismamiento.

 

—Ah… Taiga… ¡¡¿Tú eres el propietario del restaurante?!! — Habló Aomine en voz alta, haciendo que varios comensales lo miraran con extrañeza.

—Uh… bueno… sí. — Llevó una de sus manos hacia su cabeza, denotando una sonrisa nerviosa.

—¡¡¿Por qué no me lo dijiste, maldito?!! — Aomine no bajó el volumen de su voz, y tampoco se levantó, para que los visitantes no pensaran que estaba por iniciar una pelea, eso sería vergonzoso.

—No tengo por qué decirte todo lo que pasa en mi vida. ¡Te fuiste por 5 años! No tienes nada que reprocharme.

 

Aomine finalmente se calló, su ex esposo no había dicho nada más que la verdad. Una verdad que dolía cada vez que lo pensaba.

Kuroko  por un segundo deseó desaparecer de allí, temiendo que aquellos dos chicos se enfrascaran en una pelea sin sentido en un lugar público; pero al percatarse del incómodo silencio que había surgido repentinamente, suspiró en alivio.

—Kagami-kun  ¡éste lugar es asombroso! —Kuroko despejó sus ideas y recordó para qué habían llamado al propietario del lugar. —La comida… el servicio... la vista, todo es asombroso. Felicidades por este lugar.

—Me alegra que lo disfruten. —Fue su respuesta breve, pues no le gustaba alardear sobre su restaurante, y aunque a diario recibía el mismo comentario de diferentes comensales, el que sus amigos pensaran eso era muy gratificante para él.

 

Aomine, en aquel pequeño lapso de tiempo había permanecido pensativo… así que ese era el restaurante que Kagami planeó hacer desde que estaban casados… ese mismo restaurante que Taiga le había comentado que haría, antes de que se fuera a Nueva York, ese mismo restaurante que el pelirrojo decidió olvidar, por cumplir los caprichos de Daiki y pensar mejor en hacer un estudio fotográfico para él… ese mismo restaurante que el mismo Aomine había planeado hacer en conjunto con el pelirrojo.

 

—Éste es el restaurante…— Habló Daiki, con un tono de voz muy bajo y fijando su mirada en el piso, incapaz de levantarla al recordar escenas de los planes que tenían como esposos.

Kagami no respondió al instante, y aunque el peliazul no hubiera dicho más, sabía a lo que se refería.

—Sí… — la resignación se escuchó en su voz. No quería hacer sentir mal a Daiki, pero parecía que era demasiado tarde, pues pudo recibir la mirada de ojos zafiro sobre él; una mirada de disculpa, que prefirió ignorar.

—Debo seguir trabajando. Llámenme si necesitan algo más. — Dijo por último el pelirrojo, haciendo una pequeña reverencia, para luego dar media vuelta y regresar por donde había llegado.

 

Kuroko decidió permanecer en silencio y seguir comiendo, había notado el cambio drástico en su amigo al saber que el restaurante le pertenecía al pelirrojo, y prefirió no indagar en el tema, seguramente saber más le traería amargos recuerdos al moreno.

Daiki siguió comiendo, pero el platillo ya no le parecía tan rico; no era para menos, disfrutar de su comida después de lo que había pasado era una misión imposible.

 

Kagami estaba recibiendo más buenas críticas, ésta vez de unos turistas de otro país, cuando notó cómo alguien conocido entró a su establecimiento.

Cabellos rubios relucían ante la luz, esas gafas que eran de inmediato quitadas de sus ojos, ese porte de superioridad que dejaba mostrar a todos… sin duda alguna se trataba de Kise Ryota, quien, sólo con la mirada empezó a buscar a su prometido, y al encontrarlo, mostró una sonrisa grande y se dirigió hacia la mesa que éste compartía con su amigo peliceleste.

 

Ojos carmesí de Kagami miraron cómo Kise llegó hasta su prometido y lo besó en la boca, sin que éste se negara en lo absoluto. Decidió que debía ignorarlos por las buenas, y siguió entablando una pequeña conversación con aquella familia que venía de Canadá.

 

Como por instinto, Kuroko giró el rostro hacia Taiga al ver las acciones de Ryota, parecía que había sido obvio que el pelirrojo se había percatado de toda la escena, pero se relajó al notar que Kagami permanecía tranquilo, mostrando una linda sonrisa mientras hablaba con aquella familia.

—¡Kurokocchi! Es interesante verte aquí. Hace un par de meses que no nos frecuentamos. — Empezó a conversar el rubio, jalando una silla de otra mesa desocupada, para sentarse al lado de su moreno prometido.

—Sí, bueno… cuando Aomine-kun me dijo que vendría a este bello pueblo, me dio mucha curiosidad saber en qué tipo de lugar había crecido. — Mintió, claro que había mentido, pues su objetivo principal era ser un apoyo para su amigo peliazul, pero sus planes habían cambiado al conocer a Taiga.

—¡Igual a mí! Quise darle una sorpresa a Aominecchi. — Tomó el tenedor que yacía sobre el plato del moreno y con éste tomó un bocado, para probarlo. — Ummm ¡esto está delicioso!

 

Durante el tiempo en el que estuvieron en el restaurante , Aomine había permanecido en completo silencio, escuchando las anécdotas de Kise: el cómo se quejaba de que no habían tiendas grandes, que no había wi-fi, que el hotel era bueno pero esperaba algo más…  conversaciones a las que Aomine no quiso involucrarse, pues le parecían tontas.

..::..

.:.

.

La ‘reunión de despedida’ de Aomine iba a ser en casa de Kasamatsu, quien había ofrecido su hogar tan pronto como había escuchado los planes.

Todos los amigos del moreno iban a estar allí, y con un poco de suerte, ésta vez nadie se emborracharía ni saldría herido.

 

Kagami estaba muy renuente a ir a esa reunión, pero no contaba con que ‘cierto’ chico peliceleste trataría de convencerlo de ir; finalmente había accedido. Se preguntaba… ¿Cómo es que Kuroko tenía poder sobre él, tanto como para decir que sí a todo lo que éste dijera? Cada que lo pensaba, le resultaba algo demasiado extraño.

 

Habiendo aceptado ir a la reunión, pensó que lo mejor era llevar a Ryo, al menos, tener a su pequeño hijo de 4 años allí le daría un buen impedimento de  cometer alguna locura. Pero también estaba seguro de que el pequeño niño peliazul caería dormido tan pronto como dieran las 9 de la noche.

 

Kagami manejaba hacia la casa de Kasamatsu, Kuroko se había sentado junto a él, como copiloto y el pequeño Ryo, sentado en la parte de atrás, contaba sus anécdotas del día al peliceleste; sobraba decir que Kuroko estaba encantado de escuchar cada una de las historias que el pequeño niño peliazul decía; Tetsuya creía que la mente de Ryo estaba demasiado despierta y desarrollada, y bastaba con saber cómo el infante inventaba historias de la nada.

 

No pasó mucho tiempo, cuando el pelirrojo se estacionó, percatándose de que ya había varios autos allí… pudo reconocer el auto de los Midorima, y de Riko y Satsuki.

Suspiró, esperando que esa reunión no fuera como las anteriores.

 

Antes de que los tres llegaran al pórtico, el dueño de la casa abrió la puerta, denotando una gran sonrisa, para luego ver cómo Ryo corría hacia él y lo abrazaba, y sin demora correspondió el lindo gesto.

—¡Es una sorpresa verte, Ryo! — La voz con emoción de Kasamatsu se escuchó.

—Papi dijo que debía traerme o cometería una locura. — Con toda inocencia contestó, sin darse cuenta de que su padre tosía un par de veces ante el comentario.

—Ejem… Supongo que ya llegaron todos. — Finalizó el pelirrojo, entrando a la casa, ante la mirada cuestionante de Kasamatsu.

 

—¡Kagami! — La voz de cierto chico pelinegro llegó hasta sus oídos, de inmediato Takao fue al encuentro de los recién llegados, saludándolos con entusiasmo. —llegaron a tiempo, Shin-chan y yo estábamos recordando aquellos  deliciosos daikiris que preparas, Kagami.

El pelirrojo rodó los ojos ante el comentario, ni siquiera debía adivinar que Takao quería que preparara varias de esas bebidas; pensó que no sería mala idea cobrarle por esos servicios.

—Demonios, Takao, no he saludado a todos los demás y ya quieres que prepare bebidas… además… ¡estas embarazado! No se supone que debas tomar esas cosas.

Ante la mención de su embarazo, el pelinegro hizo un puchero, dándole la razón al pelirrojo.

 

Tan pronto como Ryo saludó a los presentes, se dedicó a jugar por todo el lugar, pues la casa de Kasamatsu era bastante grande y podía correr cuanto quisiera, además de que su basta imaginación le servía de mucho para jugar.

 

A los pocos minutos llegó aquel chico de cabello azul, quien era el causante por el que esa reunión se estaba suscitando.

Para curiosidad de todos, Daiki había llegado solo, llevando un par de botellas de tequila en las manos y ofreciéndoselas de inmediato a Kasamatsu.

 

—Hey, Daiki. ¿Dónde está tu prometido? — Himuro no evitó mostrar una sonrisa retadora, y como era de esperarse, la pregunta fue un poco molesta para los demás.

—Se quedó en el hotel. — Su tono serio no se hizo esperar, y es que lo último que quería era que le preguntaran por Kise; después de todo el moreno tuvo que inventar una mentira para hacer que su rubio prometido se quedara en el hotel y no sospechara de nada… no debía ser  una muy buena idea invitarlo de improvisto a esa reunión, estaba seguro que, de hacerlo, las cosas saldrían muy mal.

 

Satsuki, al escuchar la pregunta de Tatsuya cruzó los brazos, claramente mostrando su molestia al escuchar que nombraban a ese modelo rubio.

Ya lo había conocido, había entablado una pequeña conversación con él, cuando Daiki lo presentó en casa, y debía decir que no podía soportar a una persona como Ryota: esos aires de grandeza, esa actitud de ‘nada ni nadie me merece’… esperaba no ver más a ese tipo.

..::..

.:.

.

Dos horas habían transcurrido de esa reunión, y los ánimos no decaían; todos se mostraban contentos; las pláticas no cesaban, los recuerdos de infancia eran sacados a relucir y las anécdotas se mencionaban con alegría.

Todos estaban felices de que esa reunión fuera tranquila; tanto así que Kagami y Aomine también compartían anécdotas y se regalaban pequeñas sonrisas, y por supuesto que todos se habían dado cuenta de ello.

 

Y como era de esperarse, el alcohol era ingerido de más por algunos de ellos. Kagami prefirió permanecer sobrio, pues tenía a cargo el cuidado de su pequeño hijo, quien ya no mostraba muchos ánimos y trataba de mantenerse despierto.  Riko, Kasamatsu, Satsuki y Takao también prefirieron no tomar mucho, y para sorpresa de todos, Kuroko fue uno de los que aprovechaban el tequila que horas antes había llevado Aomine para amenizar la noche.

Por suerte Kasamatsu había pedido a su sirvienta que arreglara los cuartos de invitados, sólo por si llegaban a requerirse, y parecía que así iba a ser, ya que dudaba que algunos de sus amigos fueran a casa.

 

El primero en caer muerto de sueño fue Ryo, y de inmediato Yukio le ofreció a Taiga un cuarto de huéspedes, para que fuera a dejar a su pequeño hijo y que éste durmiera el tiempo que fuera necesario.

 

Poco a poco el ambiente fue cambiando: de uno contento e interesante a uno de plática de borrachos y cosas incoherentes.

Y lo que acaparó la atención de los más ‘sobrios’ fue que en un rincón del gran lugar, Kagami y Aomine conversaban tranquilos, el moreno platicaba, denotando una sonrisa y el pelirrojo lo miraba fijamente, asintiendo con la cabeza a las palabras del peliazul.

El ambiente entre esos dos se veía muy diferente… ¿Podría ser porque Aomine regresaba a Nueva York?

 

—¿De qué estarán hablando? — Susurró Riko a Satsuki, frunciendo el ceño al no entender el comportamiento de ambos. Hasta ahora, lo que los dos chicos habían hecho había sido pelear, ofenderse y golpearse, esa reunión había cambiado algo.

—No sé… creo que Dai-chan está borracho, espero que no haga enojar a Kagamin. — La pelirrosada contestó, sin apartar la vista de su hermano y el pelirrojo.

Ambas harían la nota mental de preguntarle a Taiga de qué rayos habían hablado en ese corto tiempo.

 

~*~

 

La noche seguía avanzando y Himuro y  Kuroko habían quedado dormidos sobre el sillón, tal vez, incluso, tendrían que ser llevados a una habitación de huéspedes, pues los demás dudaban que esos dos se despertaran. Pero vaya que esos dos chicos habían dado mucha ‘batalla’, pues habían hablado hasta el cansancio, habían acaparado el karaoke, poniendo canciones absurdas y habían bailado hasta caer desmayados… no era para extrañarse que quedaran completamente dormidos.

 

Takao tuvo que despedirse y llevarse a Midorima, antes de que éste también se durmiera, pues para el pelinegro sería imposible llevarlo de vuelta a casa.

Kagami pensó que también sería buena idea regresar a casa, lo malo para él sería que… tendría que llevar a Aomine a casa, ya que era una labor difícil para Satsuki y Riko.

 

Después de despedirse de Kasamatsu, las chicas tomaron las llaves del auto de Aomine, y entraron a éste, con Riko ayudando a Kagami a llevar al pequeño Ryo, cargándolo y abordando el auto.

Con muchos problemas, Kagami ingresó a Aomine a su camioneta, pedía a todos los cielos porque el moreno no vomitara dentro del vehículo, justo como la primera vez, de sólo recordarlo un escalofrío recorría su cuerpo.

Y así, ambos vehículos se dirigieron a casa.

 

Kagami no esperaba que Aomine no quisiera dormir; en su lugar se puso a hablar de cualquier cosa que llegaba a su cabeza, y el pelirrojo no sabía si estaba hablándole a él o así mismo, lo cual fue un poco gracioso.

 

Al llegar a la casa, Satsuki se apresuró a abrir la puerta, tratando de ser sigilosa para no despertar a su padre. Riko entró de inmediato, cargando al pequeño hijo de Taiga y se adentró a su cuarto, sin siquiera preguntar al pelirrojo si el infante podía quedarse por esa noche.

—¿Necesitas ayuda, Kagamin? — Habló la pelirrosada en voz baja, vislumbrando cómo el nombrado tenía un poco de problema para sacar a Aomine de la camioneta, ya que éste, aunque estaba despierto, no quería ayudarse a sí mismo.

—No te preocupes, creo que puedo… aunque si éste idiota se moviera, sería más fácil.

—Hey. ¿a quién llamas ‘idiota’, idiota?

 

Satsuki suspiró, sabía que lo bien portado de ambos en la reunión había sido sólo un espejismo.

Y así, Kagami, llevando a cuestas a un Daiki borracho, pero despierto, trató de pasar entre los muebles, para llegar al cuarto del moreno, dejarlo sobre la cama e irse a casa a dormir.

—Ve a dormir, Satsuki, me encargaré de Daiki y me iré, no te preocupes. — Habló Kagami, antes de entrar por fin al cuarto del peliazul.

Lo último que vio el pelirrojo fue la enorme sonrisa de la chica, y supuso que ella, de inmediato, se iría a la cama, no cual no le molestaba en lo absoluto.

 

Kagami dejó al moreno en la cama y tomó una gran bocanada de aire. Vaya que su ex esposo era bastante pesado; instintivamente miró el reloj… 1 de la mañana. Pasó una mano por sus cabellos rojizos, sabiendo que tendría que trabajar al día siguiente.

Pero no se había dado cuenta de aquella mirada… ojos azules como el océano lo miraban y no se despegaban de él.

—¿Qué? — Cuestionó enarcando una ceja, mirando a Daiki recostado en la cama.

—¿Te han dicho que tienes unos bellos ojos?

No pudo evitar la sorpresa que lo embargó de repente ante tales palabras. ¿Acaso Daiki le había dicho que tenía bellos ojos?

—¡¿Cómo?! — Preguntó en incredulidad, sintiendo cómo un leve rubor surcaba sus mejillas.

—Dije que tienes bellos ojos.

—Lo que sea…— Finalizó, dando media vuelta, intentando irse por donde había llegado, pero una mano sobre su muñeca lo detuvo; Daiki lo sujetaba sin mucha fuerza, sólo lo necesario para hacer que el pelirrojo no se fuera.

—Quédate…— pidió casi en una súplica, hipando un par de veces ante el excesivo alcohol que había ingerido en la reunión.

 

Kagami no entendía por qué había hecho caso a la petición del moreno, cuando se dio cuenta, ya se encontraba sentado en la cama, junto a Aomine; pero claro, no iba a hacer nada malo; esperaría por cualquier cosa que saliera de la boca de Daiki, o en el último de los casos, a que éste se durmiera, para poder irse a casa.

Aomine estiró su mano, tomando la de Taiga entre la suya, recibiendo de nuevo la mirada de incógnita del pelirrojo.

—¿Aún me amas?

La pregunta lo dejó atónito y sin habla. ¿Por qué rayos Daiki osaba preguntar eso en ese preciso momento? No era como si quisiera conversar con un completo ebrio; no entendía para nada las intenciones del peliazul.

—Será mejor que duermas, mañana tienes un día largo.

Daiki mudó; no volvió a hacer la misma pregunta, sólo volvió a enfocarse en aquellos rubíes que Kagami tenía por ojos.

—¿Quieres saber un secreto? ~hic~— Cuestionó, sin soltar la mano de Kagami, quien tampoco parecía querer perder el contacto.

—No ahora, Daiki… estás ebrio, no sabes lo que dices.

—¿Quieres saber un secreto o no? Carajo, Taiga.

 

El pelirrojo decidió darse por vencido, tal vez era mejor darle por su lado al peliazul.

—De acuerdo. ¿Cuál es el secreto?

—El secreto es… que te amo.

 

El shock se mostró en las facciones de Taiga. Definitivamente no esperaba esa confesión; tragó saliva, su cuerpo parecía haber sido congelado por las palabras, no sabía qué hacer… o qué decir.

—Taiga… — Habló, para saber si el pelirrojo lo había escuchado. Su cabeza estaba dando vueltas, sus ojos apenas podían mantenerse despiertos y tenía esas enormes náuseas, pero no quería arruinar el momento.

—¡¡¿Qué demonios contigo, idiota?!! — Habló en voz alta, recordando de inmediato el lugar donde estaba. De un golpe se levantó de la cama y caminó un par de pasos hasta cerrar la puerta.

Daiki se sentó sobre el colchón, tratando de mantener el equilibrio ante su embriaguez.

—Dije que te amo. ¿Qué hay de malo con eso?

—¡¡¡¿¿¿Qué hay de malo???!!!  — Kagami no sabía por dónde empezar; trató de tranquilizarse, pasando una mano por su rostro y luego por su cabello, intentando asimilar las palabras. —Daiki… ¿Por qué? — Usó un tono de voz tranquilo y volvió a sentarse junto a Daiki, tratando de sacar todas las respuestas que pudiera, ahora que el moreno estaba ebrio.  —Si dices que me amas… ¿Por qué…? ¿Por qué quieres casarte con ese modelo?

 

Aomine desvió la mirada, pero no tardó nada de tiempo en responder, pues para él estaba completamente claro.

—Este es un mundo material, Taiga… ~hic~… del lugar donde vengo si no eres famoso, no eres nadie…  Kise quiere casarse con un renombrado fotógrafo para tener más fama… para ser más conocido… — Pausó sus palabras, sintiendo cómo las náuseas nuevamente regresaban.

—¿Sí? — Pero Taiga no quería que el moreno parara, quería escuchar todas aquellas razones que llevaron a Daiki a pensar en casarse con alguien más.

—Me convenció de casarme con él… él siempre dijo que yo debía ser famoso, que tendría mucho dinero.  Y pensé en tí…

—¿En mí? — No sabía si quería seguir oyendo la confesión… estaba seguro de que algo en las palabras de Daiki lo heriría.

—Sí… quería tener mucho dinero, para que tú pudieras renovar esta casa… para que pudieras vivir en un lugar digno de ti… para que pudieras tener ese restaurante que tengo habías deseado… ~hic~ aunque es obvio que eso lo hiciste por ti mismo…

 

Kagami quedó mudo, sentía cómo su corazón estaba latiendo cada vez más rápido, sentía un pequeño nudo en la garganta. No estaba seguro de querer confiar en la confesión del moreno.

—Luego pensé en mi papá… en que quería verlo también en una enorme casa remodelada, sobre un auto nuevo, y sin tener que preocuparse por conseguir un trabajo provisional para conseguir dinero… quería verlo feliz…

Kagami estaba seguro de que Daiki estaba conteniendo esas ganas de llorar, y podía saberlo por el simple tono de voz que éste estaba usando.

 

Lo recordaba… recordaba su niñez… recordaba el cómo el padre de Daiki tenía que buscar trabajos provisionales para llevar un poco de dinero a casa; recordaba cómo, a pesar de todo, el señor Aomine no trabajaba tiempo completo sólo para cuidar a su hijo; Daiki, como la mayoría de los chicos de ese pueblo, habían crecido en carencias.

Incluso… hasta la fecha, Kagami daba dinero a su ex- suegro, para que éste no se preocupara por nada, pues para el pelirrojo, el señor Aomine había sido un padre para él, y aunque el señor siempre negaba la ayuda, Kagami se las ingeniaba para que él recibiera el dinero.

 

—Hice una cuenta en el banco, y por dos años fui depositando dinero… — hablaba torpemente, pero después de todo, Kagami podía entender a la perfección las palabras. —…le dije a mi padre que ese dinero era para él, y que seguiría depositando… pero él no quiso el dinero. No quería saber nada sobre mí…

Las distintivas cejas partidas de Taiga se fruncieron. ¿Su suegro tenía una cuenta con dinero? Eso no lo sabía, sin embargo, no es como que debiera saberlo, aquello era un asunto personal del señor Aomine.

 

—Al tercer año dejé de depositar tanto dinero… lo que ganaba… todo era gastado en caprichos de él: ropa de marca, restaurantes caros, viajes al extranjero… fui un tonto al aceptar pagar todos sus malditos lujos… — Se sinceró. ¡Demonios! ¿Por qué estaba diciendo todas esas cosas en ese momento? —Luego supe que tuviste un hijo mío…— siguió, consiguiendo de nueva cuenta la atención del pelirrojo. —…y ese deseo de querer darte dinero para su cuidado creció… — no sabía si estaba diciendo lo correcto, sólo esperaba que su ex esposo no se molestara. —… No sabía cómo acercarme a Ryo… es obvio que no le importo como amigo… no sé cómo acercarme a él.

 

Era bueno saber lo que Daiki pensaba, pues desde que el moreno había llegado después de tantos años, sólo se había mostrado como alguien superior, alguien que podía ofender a cualquiera y salirse con la suya. Le era, de alguna forma, satisfactorio saber que se había equivocado al pensar mal de su ex esposo.

 

—Ya no debes preocuparte por nada de eso, Daiki. — Fue el turno de Taiga de tomar la mano de Aomine entre la suya, sin darse cuenta de que en sus labios se mostraba una sonrisa. —Las cosas aquí han cambiado, a todos nos está yendo bien… tu padre vive bien, no le hace falta nada y Ryo… es sólo un niño…  si te acercas a él, sé que te aceptará…

Los zafiros de Aomine brillaron ante las últimas palabras, aunque tenía ese pensamiento de que ya era demasiado tarde.

—¿Crees que puedo ser el mismo de antes? — Una sensación reconfortante se presentó en su pecho, dejando esas náuseas olvidadas.

—Eres el mismo de siempre, Daiki…

 

Las simples palabras habían hecho que una sonrisa apareciera en su rostro. Esa había sido una habilidad única en Taiga, pues con sólo un par de palabras, podía hacerlo sentir feliz.

 

—Así que… sólo viniste hasta aquí para que yo firmara esos papeles. — La voz de Taiga se escuchó queda, sabía que indagar más en el tema no podría ser benéfico para él, pero necesitaba saberlo, pues tal vez no habría otra oportunidad como esa.

—Sí. Quería tu firma, pero luego me miraste… con esos bellos ojos, y… me hiciste tuyo… y supe que jamás  te olvidaría.

 

Una pequeña sonrisa se denotó en los labios del pelirrojo, en definitiva no esperaba que el moreno contestara de esa forma tan honesta, lo cual hacía que un pequeño sonrojo apareciera en sus mejillas. Le gustaba ese lado de Daiki… le gustaba ese Daiki que contestaba sin demora y de forma honesta.

 

El silencio imperó en el lugar, los ojos zafiro del peliazul no se despegaron ningún segundo del otro; admiró aquella sonrisa, esos ojos, esos labios… esos labios que… se estaban acercando a él, con una lentitud tortuosa… y cuando sintió, labios suaves se encontraban sobre los suyos, en un beso inocente, pero muy diferente a la anterior ocasión en la que lo había besado.

Abrió la boca, dejando que la lengua de Kagami se enredara con la suya, en un beso tierno y lento, notando cómo, derriba de él Taiga se acomodaba a horcajadas, sin separar sus labios.

Las manos morenas se aferraron fuertes a esa camisa contraria, deseando que ese beso jamás terminara, pues los sentimientos desbordantes lo estaban invadiendo, dejando olvidado aquel grado de alcohol en su cuerpo.

Tuvo que morderse el labio para no soltar un gemido al sentir cómo esa erección del pelirrojo empezaba a hacerse más grande a cada segundo.

 

—Taiga… — Llamó, sintiéndose atendido al momento; los bellos orbes rojos se fijaron en él, esperando las siguientes palabras. — Hazme el amor…— Pidió, llevando su mano derecha hacia la mejilla contraria, acariciando la tersa piel.

—¿Lo recordarás al amanecer?

—Lo recordaré siempre…

 

No lo volvió a pedir; cuando sintió, labios expertos bajaban por su barbilla, hasta llegar a su cuello, mientras las manos diestras de piel bronceada recorrían todo su cuerpo.

A pesar de que la cabeza de Daiki estaba dando vueltas, deseaba al pelirrojo, quería que éste le hiciera el amor de la forma en la que él sólo podía hacerlo.

 

No pasó mucho tiempo para que ambos quedaran completamente desnudos,  Aomine admiró aquella piel besada por el sol, y esos músculos que eran un delirio. Joder… ese hombre era todo un sueño.

Kagami llevó su mano hacia la entrada de Daiki, para prepararlo de forma correcta.

—Nnngh. — gimió el moreno al sentirse invadido.

—Shhh, no hagas ruido, todos duermen… — Calló los gemidos del moreno con sus labios; no era una buena idea que los sonidos que escaparan de la boca de Daiki despertaran a todos.

—Taiga… hazlo… te necesito. — La desesperación podía hacerse palpable, pero el pelirrojo no hizo caso, necesitaba prepararlo adecuadamente, o de lo contrario, dolería.

 

Cuando notó que su labor estaba hecha, se colocó entre las piernas morenas, sintiendo sobre él esa mirada expectativa, que le rogaba a gritos que lo hiciera ya; y ésta vez no se negó. Con sumo cuidado fue adentrándose, mientras Daiki tapaba su boca con una mano, tratando de no gemir.

El vaivén empezó, así como también los jadeos, que eran imposibles de suprimir para ambos.

El moreno se aferró a la espalda ajena, tratando de controlarse y no dejar marcas en la piel de su amante.

Taiga jadeaba cerca de su oído, lo cual lo encendía aún más.

 

Esa ocasión era especial, era muy diferente de la última vez, Taiga lo hacía con devoción, con dedicación, con sutileza; incluso sus besos eran diferentes, pues éstos eran más románticos, apasionados y sutiles, y Daiki juraba que en cualquier momento se desmayaría por todas esas emociones instaladas en su pecho.

 

Movimientos lentos, estocadas hondas, besos por toda su morena piel expuesta, respiraciones entrecortadas, caricias que se grababan en sus piernas y pecho… definitivamente estaba en el cielo. Deseó que ese momento jamás terminara.

 

—Te amo, Taiga…— Musitó, antes de tomar los labios contrarios, mordiendo levemente el labio inferior de Taiga, para luego repartir varios besos por todo su rostro, dejándole claro que sus recientes palabras no eran sólo eso… sino algo más fuerte.

 

Notas finales:

Qué tal? listas para morir? pues muramos juntas xDDD 
espero no tardar mucho con el próximo capi!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).