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Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

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Notas del capitulo:

No tengo perdón de ustedes, mis queridos lectores. Mañana se hace un año desde que no actualizo y eso no me hace para nada feliz :'(

De verdad que lo lamento, no quiero poner ninguna excusa porque no me parece lo correcto; lo único que puedo decirles es que sigan dándole una oportunidad a éste escrito, que en serio trataré de continuar. 

aunque los capítulos no sean tan rápido de publicar, quiero seguir con éste proyecto. 

En fin, espero aún haya, por ahí, gente que quiera seguir leyendo ésta locura mía. :)

Espero que no se decepcionen de ésta actualización anual :'''v ♥

 

 

 

..::Capítulo 19— Despedida ::..

.:.

.

 

 

 

 

El calor, que empezaba a aparecer a cada minuto en el cuarto, lo despertó. Soltó un gran suspiro, sin moverse de su lugar. Su cuerpo se encontraba enredado entre el cuerpo ajeno… sus brazos descansaban sobre la figura de Aomine, quien aún permanecía profundamente dormido; no era para menos, después del largo y cansado día que había pasado, debía descansar. Además de que el moreno se había propasado con el alcohol, lo mejor era dejarlo descansar todo el tiempo que fuera necesario.

 

Con cuidado, apartó sus extremidades, intentando no despertar a su amante dormido, con mucha lentitud se levantó y estiró su cuerpo; luego se dedicó a buscar su ropa, que yacía regada en diversas partes del cuarto.

Cuando se encontró vestido, salió de allí, intentando no hacer ruido, pero no contaba con que en la sala, la familia que vivía en esa casa, y su hijo Ryo, ya se encontraban despiertos.

 

Cuatro pares de ojos lo miraron con inquietud y sorpresa, pero el momento fue interrumpido por Ryo, quien corrió hacia su padre.

—¡Papi! No sabía que habías dormido aquí. —El pequeño fue levantado por Taiga, quien le sonrió feliz al verlo. —¿Qué estabas haciendo en el cuarto de Daiki? — Cuestionó, levantando ambas cejas.

Taiga permaneció en silencio por unos minutos, pensando en qué decirle a su pequeño hijo.

—Uhhh… ayer Daiki se sentía mal, así que me ofrecí a cuidarlo durante la noche.

De inmediato, las risas ahogadas de dos chicas se escucharon en la sala, pues Satsuki y Riko no podían creer la excusa que el pelirrojo había dejado escapar de sus labios.

Por su parte, el señor Aomine, permanecía tranquilo, mirando la escena.

 

—¿Se sentía mal? ¿Te quedaste con él a cuidarlo como cuando a mí me dan pesadillas? — El pequeño cuestionó, con el brillo en los ojos al preguntarle a su padre.

—Ryo. ¿Quieres un poco de leche con chocolate? — El señor Aomine llegó al rescate de Taiga, quien bajó al niño tan pronto cómo éste respondió afirmativamente a la pregunta. Sobraba decir que el pelirrojo había agradecido internamente al señor por ayudarle.

—Así que… — Satsuki musitó, en voz lo suficientemente alta para que el pelirrojo escuchara. —… pasaste la noche con Daiki.  — La mirada sugestiva de la chica no se hizo esperar, y Kagami suspiró resignado.

—Fue algo inesperado. — Finalizó, sabiendo que era turno de Riko para hablar.

Pero para su suerte, el timbre de la casa sonó, haciéndolo suspirar aliviado, tras saber que había escapado de un mar de preguntas de ambas chicas.

 

Kagami fue lo suficientemente considerado como para dirigirse hasta la puerta, y abrirla.

Pero no esperó encontrar del otro lado a cierto rubio, que dejaba mostrar en su rostro una sonrisa grande, y en exceso molesta para Taiga.

—¡Buen día! Vengo a ver a Aominecchi. ¿Ya se ha despertado?

 

Pero contrario a lo que cualquiera creería que Taiga haría… éste sonrió plenamente; aquella era una sonrisa como de burla… como de reto, y parecía que no había pasado desapercibido por Kise, quien frunció el ceño al ver la actitud rara del pelirrojo.

—Ven Ryo, es hora de ir a casa. — Mencionó el pelirrojo, girando sobre su lugar, para ver a su hijo, quien, muy obediente, dejó la pequeña taza que su abuelito le había dado y corrió hasta estar al lado del pelirrojo.

Ojos color miel se fijaron en el pequeño, y por ese momento, Ryota quedó sin habla… aquel pequeño se parecía bastante a su prometido.

 

—Si me disculpas. — Habló Taiga, sacando al rubio de su ensimismamiento, para luego caminar a un lado de él, con su hijo a un lado.

 

Cuando el pelirrojo se retiró, un silencio incómodo surgió en el lugar. Parecía que nadie quería hablar y Ryota no se sentía nada a gusto allí.

—Creo que tendrás que esperar. — El señor Aomine habló, mientras se servía agua caliente en una taza para preparar un café. — Daiki está un poco cansado de la reunión de ayer. Aún sigue dormido.

El rubio frunció la boca ante las palabras.

—De acuerdo… entonces… creo que regresaré más tarde, si no les importa. — Una sonrisa forzada se dibujó en sus labios. Para él era mejor pasar el tiempo fuera… tal vez en el hotel en el que se estaba hospedando, a quedarse allí y estar incómodo entre la familia de su prometido.

El señor Aomine asintió a las palabras recién dichas por el modelo, luego miró cómo éste se retiraba por donde había llegado.

 

—¡Uff, no lo soporto! — Se quejó Riko, haciendo alusión al rubio que recién se había ido.

—No tienes que soportarlo. Hoy se irá… — Sastuki fue la siguiente en hablar, cruzando los brazos, dando a entender que a ella tampoco le agradaba el chico rubio.

—Sí… hoy se irá… con Daiki. — Fue el turno del señor de la casa de hablar, y ambas chicas cambiaron su molestia a tristeza, pues en voz del señor se escuchaba abatida.

Claro que aquel hombre estaba triste… pues habían pasado 5 años antes de ver a su hijo de nuevo… si Daiki se iba… no sabía cuántos años volverían a pasar para verlo de nuevo. Aquello dolía bastante para un padre.

 

 

 

No pasó demasiado tiempo cuando Daiki despertó, recordando de inmediato lo que había pasado después de la fiesta de Kasamatsu.

Se sintió mal al no percibir el cuerpo cálido de Taiga, pero entendía las razones de éste para irse de esa forma.

Permaneció recostado sobre la cama, sin ánimos de querer siquiera mover su cuerpo, sin embargo, tuvo que incorporarse lentamente y tratar de buscar su teléfono celular, pues no tenía noción de la hora.

 

9:13 de la mañana, le parecía muy temprano, pero claudicó en sus intentos de regresar a la cama y dormir, al menos hasta el mediodía.

No… tenía cosas que hacer, aunque si se lo preguntaban… empezaba a dudar con demasía sobre lo que tenía que hacer.

Era una batalla interna la que tenían su mente y corazón…

 

No quiso pensar más en nada, debía irse de allí y por fin estar tranquilo.

Salió de su habitación, con rumbo a la puerta, cuando observó cómo su hermana, su padre y Riko se disponían a sentarse a la mesa.

Pudo haber pasado desapercibido, de no haber sido por la maravillosa habilidad de visión de Satsuki,  quien tan pronto lo vio, le sonrió cálidamente.

—¡Dai-chan! Justo a tiempo. Acompáñanos a desayunar. — La pelirrosada mencionó con ánimos, sirviendo un vaso de jugo de naranja.

 

El moreno no se negó, después de todo, eran las últimas horas que pasaría allí; darle a la familia un tiempo de calidad no iba a ser nada malo.

Sin más, se sentó junto a su padre, quien le sonrió tranquilo.

El ambiente no era pesado, pero sí extraño para Daiki, sabía completamente que aquellas tres personas presentes tenían noción de que Taiga había pasado la noche con él.

De sólo recordar lo que había pasado…

—Aomine. ¿Tienes fiebre? Tus mejillas están rojas. — Musitó Riko, a lo que el chico no supo si ese tono que ella había usado había sido en sarcasmo, así que prefirió permanecer en silencio.

 

El desayuno transcurría tranquilo, comentarios casuales y anécdotas de parte de Satsuki eran contados, pero en ningún momento hablaron sobre la partida de Daiki, ni preguntaron si éste había cambiado de decisión.

Daiki intentó tener una tranquila mañana, sin embargo, de su mente no salía el hecho de que en poco tiempo se iría, y que las vidas de sus amigos, su hermana y su padre transcurrirían sin él…

Aquello estaba resultando más difícil de lo que había pensado.

 

—Gracias por el desayuno. — Mencionó Riko, levantándose de su asiento para ayudar a Satsuki a recoger la mesa

Miró cómo su padre salía del comedor, y supuso que sería buen momento para empacar las pocas pertenencias que había llevado consigo, y que aún se encontraban en su cuarto provisional.

 

Llevó a cabo su plan: tan pronto estuvo dentro de la habitación, buscó su ropa y los pocos artículos personales, luego las puso en una maleta grande y cuando todo estuvo bien guardado, llevó dicha maleta hacia su auto.

Abrió la cajuela y allí puso su equipaje, cuando de repente vio cómo su hermana pelirrosada salía de la casa, llevando entre sus manos un balón de básquetbol.

 

Frunció un poco el ceño… ese balón no era suyo… no recordaba siquiera haber llevado un balón con él.

—Dai-chan… — Ella mencionó, extendiéndole el balón, para que el moreno lo tomara, cosa que ocurrió. —Prométeme que vendrás a visitarnos. — Sus ojos en súplica no fueron ignorados por el moreno, quien denotó una pequeñísma sonrisa.

—Lo haré. — Finalizó, observando cómo la chica sonreía plenamente —Creo que debes llevar ese balón contigo.

 

No entendía por qué Satsuki le pedía algo como eso.

Bajó el rostro, para observar bien el balón, pero una voz lo sacó de sus planes.

—Tetsu…

—Aomine-kun. ¿Cómo estás? — Preguntó casual, percatándose de cómo la hermana pelirrosada de Daiki caminaba hacia casa. Parecía haber entendido al instante que Kuroko necesitaba decirle un par de cosas a su amigo moreno. —Veo que estás por irte.

—Sí, sólo estoy esperando a Kise.

 

El peliceleste sólo asintió a las palabras con un leve movimiento de cabeza.

Daiki lo miró por un momento, conocía desde hace años a su amigo, y esa mirada de ojos celestes le decía que una confesión estaba a punto de suscitarse.

—¿Sucede algo? — Se animó a preguntar, incitando a Tetsuya a hablar.

—Aomine-kun… estoy pensando en mudarme aquí.

 

La confesión lo tomó por sorpresa, sus ojos azules se abrieron en sorpresa. ¿De verdad Kuroko lo estaba tomando en serio?

Lo sabía… sabía que esa decisión era sólo para acercarse a su ex-esposo… y dolía…

—Kasamatsu-san dice que puede darme trabajo en su restaurante. Dice que puede emplearme como administrador. Ya que le he platicado sobre los trabajos importantes que he tenido en Nueva York

Daiki sintió cómo sus manos ejercían fuerza de más en el balón que sostenía; aquella confesión tal vez era mejor no saberla.

—Tetsu. ¿Estás seguro? En Nueva York tienes un trabajo muy importante y muy bien remunerado. ¿Seguro que quieres cambiar todo eso por estar aquí?

 

Ojos celestes lo miraron inquisitivamente, como si con esa mirada pudiera leer todos los pensamientos que había en su mente.

—Aomine-kun… yo no soy como tú. No me importa tener tanto dinero ni un estupendo puesto en una ciudad enorme. Aquí me siento feliz y tranquilo. — Habló directo, percatándose de cómo las facciones del peliazul cambiaban a unas de sorpresa y dolor. —Ahora entiendo por qué no has desistido de tus planes de casarte con Kise… te has vuelto tan material.

 

Aquella voz estaba impregnada de decepción… Daiki no estaba de humor para escuchar esa confesión… saber que su amigo quería mudarse a ese lugar para acostarse con su ex esposo no era algo que su cerebro pudiera asimilar.

—Eso es… Quieres quedarte aquí por Taiga. ¿Cierto?

—Bueno…esa es una de las razones. ¿Hay algo de malo en ello ahora que tienes el divorcio? — Aquellas palabras eran tan ciertas, pero no por eso menos dolorosas.

—¿De verdad crees que él te puede amar? … ¿Qué tú puedes amarlo?

 

Tetsuya frunció un poco el ceño ante la pregunta en tono agresivo que el moreno había lanzado hacia él.

Amor… alguna vez pensó que eso se podía llegar a dar entre él y Kagami, sin embargo, sabía que no era tan fácil.

—Sí… sé que puedo amarlo.

 

Definitivamente la respuesta no era lo que Daiki esperaba.

Sin soltar el balón que minutos antes le había entregado Satsuki, se dirigió hacia la cajuela de su auto, que aún permanecía abierta y con suma agresión la cerró, sin importarle el ruido estruendoso que éste había causado.

—Kuroko… — Habló con frialdad, haciendo que una punzada de dolor se instalara en el pecho de Tetsuya, pues no recordaba la última vez que Daiki lo había nombrado por su apellido. — tú… ¡¿Tu crees que puedes llegar a amarlo en 1 mes más de lo que yo lo he amado en 20 años?!

 

El moreno no esperó una respuesta de vuelta, tan pronto como fue escuchada su pregunta, subió al auto, dejó el balón en el asiento del copiloto y encendió el automóvil, arrancando tan pronto como pudo, dejando a un Tetsuya extrañado y con un leve dolor en el pecho.

 

 

~*~

 

 

 

Había conducido a velocidad alta por calles en las que sabía, que estaba prohibido ir tan rápido. Ni siquiera tenía noción a dónde iba, o siquiera dónde estaba.

Su corazón latía tan a prisa que tuvo la necesidad de detenerse en el acotamiento, notando que a su alrededor sólo había unas cuántas casas de madera, y los árboles enormes imperaban.

 

Recargó su cabeza sobre el volante, cerrando los ojos y reprochándose una y mil veces por haberle hablado así a su mejor amigo… a ese único amigo que había estado junto a él hasta en las decisiones más tontas que había tomado.

¿Cómo había osado hablarle así a Tetsuya?

Un suspiro hondo salió de sus labios; era tan tonto que había alejado al único amigo que tenía…

 

Trató de recomponerse, de tomar un tiempo de calma, tal vez las cosas aún podían ser enmendadas con Kuroko.

 

Fijó su vista en el asiento del copiloto, allí estaba el balón que la pelirrosada le había dado… una pelota desgastada y sucia… ¿Qué tenía de interesante? ¿Por qué Satsuki dijo que debía llevarlo?

Lo tomó, inspeccionándolo al momento, entendiendo de inmediato el porqué de que la chica le diera el objeto.

 

Sonrió al ver los nombres de sus amigos de la adolescencia en él…

Lo recordaba a la perfección: aquella tarde de otoño Takao pensó que sería divertido jugar a que él era un basquetbolista de la NBA, y aprovechando que había guardado un plumón negro en su pantalón deportivo, tomó el balón de Daiki para plasmar su firma sobre él, comentando que ese balón algún día tendría mucho valor.

 

Todos habían reído a las acciones y palabras de Takao, sin embargo, también se unieron a las tonterías.

Midorima, Kagami, Kasamatsu, Himuro incluso el mismo Daiki habían tomado turnos para firmar el balón, creyéndose estrellas de la NBA.

 

Ahora lo entendía… las palabras que había dicho en ese entonces Takao comenzaban a tener veracidad: ese balón valía mucho… al menos para Daiki.

 

No… no quería pensar en ellos, porque sabía que extrañaría esos días de básquetbol, esas fiestas en casa de Kasamatsu, esas pláticas sin sentido con todos ellos… no debía pensar en nada de eso en ese preciso momento.

 

 

Soltó un suspiro, al momento en el que dejaba el balón sobre el otro asiento y se sentaba correctamente en el suyo, sus ojos escanearon el lugar… aquel sitio se le hacía demasiado conocido… ¿Dónde lo había visto?...

Pensó… pensó por algunos minutos. ¿Acaso era un deja vú?

 

¡Oh! ¡Ya lo recordaba! ¡Lo recordaba a la perfección!

Volvió a poner en marcha el auto, ésta vez conduciendo más lento, incluso, de lo que marcaban los señalamientos.

Continuó observando los alrededores, hasta que se detuvo nuevamente, ésta vez apagando su auto lujoso y saliendo de éste.

 

Sabía a dónde iba… era como si ese lugar lo estuviera llamando…

Caminó lento por el angosto sendero de piedras, hojas secas y tierra; con su mano apartando las hojas de las plantas altas y árboles.

Siguió caminando, escuchando el crujir de las hojas debajo de sus pies, pensó en regresar para tomar su cámara y captar la escena, sin embargo, sus pies no se detenían… no querían detenerse.

 

Pronto notó cómo terminaba el camino rodeado de hojas y árboles, para darle acceso a un lugar más libre.

Juró que el aliento se le había ido cuando vio esa pequeña casa de madera abandonada.

 

En esa casa había perdido su virginidad… en esa misma casa Kagami lo había hecho suyo, no sólo una, ni dos veces… sino tantas, que no podía contarlas.

 

Permaneció allí, sin mover un dedo, sólo admirando esa construcción de madera, mientras en su mente ya estaban llegando todos esos recuerdos, como torbellinos.

 

No lo pensó dos veces y avanzó, llegando a la entrada de la casa, sabiendo que la estructura no se derrumbaría, pues a pesar del tiempo, el lugar parecía estar firme.

Notó cómo la luz entraba por algunas grietas de la madera, el sitio era perfectamente iluminado con la luz de la mañana.

 

Siguió caminando, hasta que no pudo hacerlo más, pues se quedó estático al ver el lugar exacto donde se entregaba con lujuria a su ex esposo, en ese entonces, adolescente.

Se acordaba a la perfección de esa primera vez de ambos…

                                                                                                        

 

 

 

Flashback::..

 

Kagami por fin les había contado a sus padres que era gay, y que quería iniciar una relación con Daiki, su amigo desde la infancia. Lo que los señores Kagami no sabían era que esa relación ya estaba establecida desde hacía tiempo, y que Taiga sólo quería estar con su moreno novio sin temer a nada.

Al escuchar la confesión, sus padres se molestaron bastante, por supuesto, negándole el permiso y obligándolo a estar con una chica.

 

Claro que Taiga no iba a obedecer; estaba enamorado de Daiki, y eso nadie iba a cambiarlo.

El pelirrojo estaba molesto, decepcionado e incomprendido, como cualquier adolescente de su edad. Pero para esos males estaba Daiki, quien intentaba subirle el ánimo a su novio.

 

El moreno pensó que sería buena idea ir a la zona turística, donde la pasarían bien, con lo que no contaba era que la lluvia aparecería.

Así, la cita tendría que terminarse antes de tiempo.

Ambos, tomados de la mano, corrieron por las calles, sin saber a dónde se dirigían, hasta que encontraron esa casa de madera abandonada.

 

Fueron atrevidos en entrar al lugar, sin importarles algo más, al menos mientras la lluvia cesaba.

La tarde lluviosa fue escalando de una manera en la que ninguno de los dos lo pensó:

Conversaciones amenas, risas, caricias, besos y finalmente a entregarse el uno al otro.

 

Los dos eran inexpertos en el tema, y esa primera vez no había resultado tan placentero como Daiki lo había esperado.

Pero la siguiente ocasión había sido mucho mejor, Kagami se había informado sobre el sexo gay y había hecho sentir a su moreno novio en el paraíso.

 

Después de esas dos ocasiones, ambos tomaron la casa abandonada como su lugar secreto, donde podían tener sexo cuantas veces quisieran.

 

Fin Flashback::..

 

 

 

 

 

 

Sonrió a sus recuerdos, y a lo inexperto que era Kagami.

Quién esperaría que se convirtiera en semejante sem…” Decidió callar a sus pensamientos de una vez por todas.

 

Lamentó por segunda vez no cargar con su cámara, pues así podría fotografiar el lugar y rememorar cuando él quisiera esos recuerdos.

Pero… ya no había tiempo.

 

Sin muchos ánimos, regresó al auto, sintiéndose más calmado en todos los sentidos.

Miró el reloj de su celular… aún había un poco de tiempo antes de irse… además de que debía regresar a casa de su padre, a despedirse apropiadamente.

Pero primero… debía hacer una pequeña escala.

 

Puso en marcha el coche y decidió tomar un nuevo rumbo.

Estuvo conduciendo cerca de 10 minutos cuando llegó a su destino.

 

Estacionó el auto con sigilo, bajó de éste con tranquilidad y allí lo vio.

El hombre al que amaba se encontraba mirando el lago… ¿Qué tan interesante era ese lago que el pelirrojo estaba tan ensimismado?

 

—Hey. — Kagami escuchó a sus espaldas, giró un poco su cuerpo, para cruzar miradas con el recién llegado, que yacía a algunos metros de distancia.

El pelirrojo no respondió, pero, claramente, estaba asombrado de ver a Daiki allí.

—No podía irme sin despedirme de ti y de Ryo. — confesó el moreno, con una sonrisa chica en sus labios.

—Gracias, pero… temo que Ryo está en la escuela.

—Oh. — Sí, la voz del moreno denotaba decepción; le frustraba saber que no había podido acercarse a su hijo de buena forma. No le gustaba tener que irse así, sin más.

 

Los ojos de Taiga miraron fijamente al otro chico, esperando por alguna otra palabra.

—Sabes… estuve en la cabaña abandonada. — Era evidente que el pelirrojo enarcara ambas cejas al escuchar la oración.

—¿Te refieres a… esa cabaña? — Sí, había sido una pregunta tonta, pues ninguno de los dos conocía otra cabaña abandonada.

Pero para dejarlo bien claro, Daiki movió su cabeza, asintiendo afirmativamente.

 

El moreno retomó su andar, hasta estar cerca de su ex esposo.

—Fue inevitable recordar todas las cosas que hicimos allí. — En su voz no había otro sentimiento más que el de la nostalgia, cosa que el pelirrojo notó al instante.

—Desde que te fuiste… no volví a ir a ese lugar. — Kagami se sinceró, regresando su vista hacia el lago, en el que se podía reflejar la silueta de los grandes árboles alrededor.

 

El moreno no respondió al comentario, no quería hacer sentir mal a su ex esposo.

Se agachó un poco y tomó una piedra plana, caminando un par de pasos más hacia el borde del lago, aventando con fuerza la roca, mirando cómo ésta brincaba sobre el agua y luego se hundía.

En ese instante recordó cómo de niño le encantaba ir a la casa de Kagami, a arrojar piedras sobre el lago. Ambos pasaban un buen rato jugando en el lago.

 

Parecía que a la mente de Kagami había llegado el mismo recuerdo, pues miró fugazmente al peliazul y le sonrió.

 

—Ven. — Pidió, al momento en el que estiraba la mano, ofreciéndola al moreno para que la tomara. No sabía si Daiki se animaría a tomar su mano, pero cuál fue su sorpresa al notar que el peliazul no se negó a la petición, y en cuestión de segundos enredó sus dedos con los de su ex esposo.  

 

Taiga denotó una sonrisa traviesa, luego usó un poco de fuerza hasta que juntó el cuerpo del moreno al suyo, tomándolo de la espalda baja en un segundo; Aomine sintió cómo su corazón latía a las acciones del otro chico. Estaban cerca… demasiado cerca…

Lo siguiente que Daiki sintió fue otro jalón, y cuando se dio cuenta, Taiga lo jalaba por el borde del lago y ambos caían al agua.

 

—¡¡Maldito idiota!! — Gritó, tan pronto como emergió del agua, poniendo ambos pies sobre el fondo del lago, percatándose de que el agua le llegaba hasta el estómago.

Por más que trató de molestarse, no pudo… menos cuando escuchaba la melodiosa risa de Taiga llegar hasta sus oídos. Esa risa hacía que todos sus pensamientos se olvidaran, además de que estaba resultando contagiosa.

Al final de cuentas, no pudo evitarlo y soltó varias carcajadas.

 

Qué importaba que su ropa costosa ahora estaba empapada, o que sus zapatos nuevos se arruinarían… esa visión de Taiga riendo era perfecto para él.

—Lo siento. — Comentó el pelirrojo, sólo para que el otro chico no se molestara más de la cuenta, pero la verdad era que no se lamentaba en lo absoluto.

 

Aomine desapareció su sonrisa y con lentitud se acercó al pelirrojo, colocó sus manos sobre los pectorales del pelirrojo, subiendo lentamente hasta llegar a sus hombros.

De la boca de Taiga no salió ningún sonido, el momento de risa había pasado, y ahora sólo se enfocaba en las acciones del moreno.

 

 

Orbes zafiro se detuvieron en los labios de Kagami, y un par de gotas que rozaban esos lindos labios acapararon su atención.

Sin más, Daiki rodeó el cuello de su ex esposo con sus brazos, sin poderlo resistir más y besándolo de una vez por todas.

Taiga no se negó al beso, y cerró los ojos al contacto; colocó sus manos en la espalda contraria, atrayendo nuevamente a Daiki, quien, ahora, le estaba comiendo la boca.

 

Ambos cuerpos empapados de agua, esas manos varoniles que recorrían todo su cuerpo, esos labios que lo estaban besando con pasión… en definitiva, esa escena era demasiado sexy para Daiki.

 

Fue Kagami quien se separó al sentir cómo su hombría empezaba a adquirir fuerza.

No debía dejarse llevar por esos bajos instintos en ese momento; no podía darse el gusto de acostarse con Aomine… no de nuevo.

Y parecía que el peliazul había entendido lo mismo, pues no se molestó al notar cómo el otro chico se alejaba.

 

—Vamos, te daré ropa limpia. — Mencionó el pelirrojo, alcanzando el borde del lago, para salir del agua y ayudar a Aomine.

Por un momento, Daiki pensó en negarse a que su ex esposo le prestara ropa, pero al recordar que esas prendas poseían el aroma distintivo de Taiga, claudicó en negarse. Por supuesto que no le diría que en la cajuela de su auto estaban todas sus pertenencias, por ende, su ropa, a la que estaba muy acostumbrado.

 

Entraron a la casa, sin hacer ningún comentario. Kagami le dio uno de sus mejores conjuntos, pues entendía que Daiki estaba acostumbrado a la ropa de marca y costosa. Lamentaba no poderle dar algo así al moreno, puesto que tenía pocos trajes buenos por cuestión de su trabajo, pero al menos una playera casi nueva y un pantalón limpio serían muy buenos para Aomine.

 

Daiki entró al baño y se cambió lo más rápido que pudo, sabiendo que no era buena idea estar allí.

—Te ves bien… no recuerdo la última vez que te vi con ese tipo de ropa. — Habló el de cabellos rojos, una vez que Aomine salió del baño, mostrando el atuendo que le quedaba a la perfección.

—Cambié de opinión… me iré mojado a casa. — Bromeó al instante, percatándose de la pequeña sonrisa que denotaba Kagami.

 

No perdieron más tiempo y salieron de la casa, pues Kagami sabía qué era lo que acontecía a continuación.

Aomine se detuvo en el pórtico, mordiendo nerviosamente su labio inferior, sin saber qué decir a continuación; contrario a él, Kagami sí sabía qué decir:

—Daiki… no voy a detenerte. — Confesó, ganando una mirada de asombro del moreno. —No pienso detenerte. Dejaré que seas tú quien se dé cuenta de que estás cometiendo un error. — Habló al grano, mirando fijamente a su ex esposo. —Dejaré que seas tú quien se dé cuenta de cuánto extrañas esto… — Kagami ahora paseó su mirada por todo el lugar, esperando que el otro chico entendiera a lo que se refería. —... y también de cuánto me puede extrañar…

 

Y ante esas palabras, Aomine entendió todo; entendió por qué no podía quedarse, a pesar de que, muy seguramente, iba a extrañar a sus amigos y el bello lugar en el que había crecido.

Estaba tan acostumbrado a su vida de lujos, estaba tan acostumbrado a su lugar de trabajo en Nueva York, incluso a su raro jefe; estaba acostumbrado a ver cada día a Kise y escuchar sus tontas anécdotas y chistes… Tenía miedo al cambio.

 

Miedo al cambio… ¿Cuántas veces no le había pasado lo mismo durante su vida? Estaba tan acostumbrado a su rutina en Nueva York que no podía pensar en algo más.

 

Estaba demasiado temeroso de pensar ‘qué pasaría si’…
¿Qué pasaría si se quedaba, y Kuroko se ganaba a su esposo?

¿Qué pasaría si Ryo no lo quisiera como padre?

¿Qué pasaría si no consiguiera, en ese pueblo, un trabajo que le agradara?

¿Qué pasaría si Kagami dejara de amarlo?

 

Su mente se inundó de preguntas que no podía responder en ese momento.

Ahora, la decisión de irse, era aún más viable.

 

—Lo siento, Taiga. — Fue lo último que dijo, al dar media vuelta y caminar lentamente.

 

Ninguna palabra salió de los labios del pelirrojo, pues éste ya no tenía nada más que decir.

 

Aomine caminaba hacia su auto; sus pasos eran cada vez más pesados, como si sus pies estuvieran enterrados en concreto.

Su pecho comenzó a doler, clara señal de que su corazón le gritaba que se quedara; sin embargo, la mente ganó esa lucha de indecisiones.

 

Abordó lento su carro y al cerrar la puerta, a su nariz, llegó ese olor distintivo de Taiga… provenía de la ropa que llevaba puesta en ese preciso instante.

No quiso esperar más tiempo y puso en marcha su vehículo, para irse de allí.

 

 

..::..

.:.

.

 

 

Con los sentimientos puestos un poco en su lugar, llegó a la casa de su padre, para despedirse apropiadamente de su familia y regresar a esa ciudad prometedora que era Nueva York.

Pero el auto de Kise fue el que atrajo su atención de inmediato llegó a la casa de su progenitor. Tras estacionar su vehículo, tuvo que tomar una bocanada grande de aire; sólo tenía que soportar unos minutos más.

 

Bajó del auto y caminó hacia la casa, no molestándose en tocar, y abriendo lento.

 

—¡Aominecchi! — Kise lo recibió de inmediato con efusividad, al momento en el que se levantaba del sillón en el que se encontraba sentado y acortaba la distancia con su prometido, dándole un beso fugaz en los labios.

 

Ni Satsuki, ni Riko, ni mucho menos su padre dijeron nada, pero sus rostros eran obvios… vaya que Kise no les agradaba en lo absoluto.

 

El recién llegado se tomó el tiempo de revisar todo el cuarto, esperando ver allí a Kuroko, para disculparse antes de irse, sin embargo, su amigo peliceleste no se encontraba en el lugar. 

Seguro que ya tendría tiempo de conversar con él después. 

 

—Ewww. Aominecchi. ¿Qué demonios con tu ropa? ¿De qué casa de caridad la sacaste?

Daiki trató de pasar por alto el comentario de su prometido.

La verdad era que quería decirle que esa ropa le sentaba muy bien y cómoda, además de que ese olor distintivo de Taiga lo hacía sentirse protegido.

—Creo que es momento de irnos. — Mencionó Daiki a su familia, sin que ellos pudieran mirarlo a los ojos.

—Oh, no tengan esas caras de tristeza. — Interrumpió Ryota. —Vendremos a visitarlos pronto, para entregarles nuestras invitaciones de boda y que puedan venir a Nueva York.

 

Satsuki intentó ignorar al rubio, no entendía cómo era que su hermano podía haber visto algo interesante en el modelo. Pero no iba a juzgarlo.

 

Daiki abrazó a su padre, luego a su hermana y por último a Riko, en señal de despedida, diciéndoles que llamaría seguido y que estaría al pendiente, cosa que el señor Aomine deseó que pasara y que no sólo se quedaran como palabras que se las lleva el viento.

 

Así Kise abordó su auto y Aomine el suyo, éste último observó cómo su familia salía a despedirlo al pórtico y lo despedían con miradas tristes y movimientos de manos.

Aún no salía de pueblo y ya los extrañaba.

 

Aquel viaje iba a ser largo, pues sus pensamientos no podían calmarse ni un segundo.

A eso se refería Taiga… a que extrañaría a sus amigos, a su familia… a él…

 

Condujo por la calle a velocidad moderada, mirando por el espejo retrovisor el auto de Kise, que lo seguía de cerca.

Volvió la mirada hacia el frente, y el letrero grande con las letras “Vuelva pronto” lo hicieron sentir una agonía extraña…

No se dio cuenta del momento en el que sus ojos habían derramado varias lágrimas, hasta que éstas resbalaban por su mejilla y llegaban hasta su barbilla.

 

¿Qué demonios estaba haciendo?

 

 

 

 

Notas finales:

 

Si tú eres de los lectores que, desde hace dos años que está siguiendo la historia, déjame agradecerte por seguirme dando la oportunidad de tu lectura, de verdad que lo aprecio mucho.

Como dije, espero que ésta actualización no te haya decepcionado ♥

Gracias por leer! c: 


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