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Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

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Notas del capitulo:

Ésta vez no tengo nada que decir XD (milagro en mí)
Sólo quiero agradecer a las personitas que me han dado ánimos con esta historia, y a los que han leído entre las sombras y a los que me dejan sus geniales reviews. <3

....::::Capítulo 3: He regresado.::::…

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Aomine le había pedido al otro que firmara el divorcio. El pelirrojo simplemente frunció el ceño.

 

-Así que sólo para eso viniste.- Evitó el contacto visual y se fijó en los detalles de cómo el otro estaba vestido-  Llegas de pronto… después de 5 años sin decir algo amable como ‘Hey Taiga ¿te acuerdas de mí? Soy tu esposo’ o algo como ‘Hola cielo ¿Cómo estás? Quería verte’… que cruel eres, Daiki- Mencionó en tono sarcástico acercándose sólo un poco al moreno.

-¿Querer verte? Como si quisiera mirar tu estúpido rostro-  Respondió el peliazul, aún con el sobre entre sus manos.-Ahora deja de comportarte como un idiota- Sacó los papeles de divorcio que estaban dentro del sobre- Firma esto... tengo que regresar a Nueva York-

-Wow, oye, no te comportes como si este pueblo no estuviera a tu altura, señor de ropa de marca y costosa.-

Aomine no respondió a aquellas palabras, simplemente le regaló a Kagami una mirada de molestia.

-Taiga… no tengo tiempo para esto- El moreno lo miró fijamente.- ¡Ahora firma éstos malditos documentos… tengo un jodido abogado que me cobra 70 dólares por hora, y me cobró por cada vez que devolviste éstos papeles!-

 

El moreno miró cómo su esposo daba media vuelta y caminaba nuevamente hacia la casa.

-¡Hey! ¿Qué demonios crees que haces?- Aomine alzó la voz.

-Te dejo… tú lo has hecho antes, deberías reconocer la escena.- Kagami no volteó a mirarlo y siguió caminando.

-¡Taiga! ¡Resolvamos esto de una vez por todas, tengo que regresar a mi trabajo en Nueva York!-

 

 Aomine  siguió los pasos de Kagami, y antes de que éste último llegara a la puerta volteó a mirarlo.

-Apuesto a que ni siquiera has ido a ver a tu padre ni a tu hermana, eres un tipo muy ingrato- Kagami no levantó la voz, pero Aomine se sorprendió al comentario, pues era obvio que no había ido a visitar a su hermana primero. –Ahora sube a tu lujoso auto último modelo, ve a ver a tu familia  y después hablamos.-

 

Kagami, después de sus palabras, recobró su andar,  entró a la casa, cerrando la puerta, la cual tenía vidrios de cristal y Aomine podía verlo desde el otro lado.

 

-Taiga maldito ¡No me iré de aquí hasta que firmes los papeles!-

-Entonces que pases un buen día allí afuera.-

 

Kagami notó la gran molestia en el rostro del moreno: estaba totalmente enojado, y tuvo que suspirar en resignación, tratando de esperar a que pasara el mal rato. Aomine hizo un puchero y comenzó a caminar lentamente en dirección a su auto, el pelirrojo desde dentro de la casa miró las acciones; pronto recordó que la puerta trasera de la casa estaba abierta, supuso que fácilmente Aomine podría entrar por ahí, así que con pasos rápidos caminó hacia esa puerta y la cerró, finalmente, para evitar tener contacto con el peliazul, al menos por ese día. Sonrió triunfante al saber que sus acciones habían tenido éxito, mientras se dirigía hacia la sala, pero aquella sonrisa desapareció al vislumbrar una silueta muy conocida: Aomine se encontraba dentro de la casa, sentado en uno de los sillones de la sala, jugando con una llave que tenía en las manos.

 

-Tonto… jamás cambiaste la chapa de la puerta.- Aomine lo miraba con superioridad

-Sabes… hubiera sido lindo que mi esposo me dijera en dónde estaba…- Kagami se sentía totalmente derrotado, y sólo permaneció parado allí, sin hacer movimiento alguno, miró cómo el otro se levantó de su asiento y lo encaró.

-No necesitas saber eso… después de todo… soy una persona diferente a la de hace 5 años.-

Kagami miró fijamente los ojos azules del moreno, mientras se acercaba lo suficientemente a él para hablarle cara a cara.

-Mi querido Daiki… no te preocupes, yo puedo recordarte a esa persona- Dio la media vuelta, para tomar su teléfono celular que yacía arriba de un pequeño mueble y caminó unos pasos para encerrarse en su cuarto. Dejando a un Aomine maldiciéndolo por sus acciones de niño.

 

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Akashi se encontraba en su oficina, alguno de sus empleados le había dado una revista en donde hablaban del compromiso de su hermano con Aomine, y no pudo evitar hojearla, para percatarse de lo que escribían, ahora que lo pensaba, realmente no sabía nada de la vida de Aomine. Lo único que Akashi sabía de su futuro cuñado era que había llegado hace 5 años a Nueva York, y que había trabajado en varios lugares antes de ser contratado por el magnate de los negocios.

 

-‘Aomine Daiki, nacido de una de las familias más acaudaladas, heredero de una de las fortunas de su familia.’ – Akashi no estaba seguro de lo que leía en aquella revista, después de todo, Aomine no era un chico que hablara sobre su pasado –Esto es muy extraño-

-Sei-chan no hay ningún registro de Aomine Daiki con alguna herencia, tal vez aquella revista dio algunos datos equivocados- Decía Reo, quien tenía órdenes recientes de su jefe de averiguar todo lo posible sobre Aomine.

-Reo…entonces deberás explicarme qué le ha pasado a la prensa seria… - Akashi dejaba aquella revista sobre su escritorio, para luego pararse de su asiento y caminar casi en círculos –Algo anda mal… tal vez estoy siendo paranoico-

Reo  miró a Akashi, no tuvo el valor de afirmar aquel comentario de su jefe, no quería que le fuera mal al decir ‘Sí, estás portándote muy paranoico, Sei-chan’

-Comunícame con Ryota- Dijo finalmente Akashi al otro, quien corrió hacia su escritorio a digitar el número del modelo rubio. Pensó que su pelirrojo jefe estaba tomando el asunto con mucha seriedad, pero además estaba portándose muy paranoico ante la situación, no sabía qué es lo que lo había orillado a investigar a Aomine Daiki, pensó que tal vez era el hecho de que el peliazul se casaría con nada más y nada menos que el medio hermano del hombre más rico de Nueva York.

 

Kise  se encontraba en una de las sesiones de fotografía pendientes para ese día, para él era muy extraño ser retratado por alguien que no fuera su adorado Aomine Daiki, después de todo, su prometido era quien tomaba todas y cada una de las fotos del rubio, y el que lo hiciera otra persona, lo hacía sentir un poco incómodo.

Su celular sonó, y al segundo timbre contestó.

 

-Ryota ¿Cómo te está yendo con la sesión?- el pelirrojo hablaba, mientras miraba a Reo, quien estaba sentado en una silla que yacía frente a su escritorio.

-Es muy extraño sin Aominecchi conmigo. Akashicchi, veo que estás de muy buen humor hoy.-

-Claro, las ventas han subido ahora que anunciaste tu matrimonio con Daiki.- De alguna forma, le gustaba cómo sonaba eso, y por poco se olvidaba del motivo de su llamada –Ryota, sólo por curiosidad… ¿Tienes el número de la familia de Daiki? Creo que debería presentarme ante ellos.-

-Akashicchi… quiero conocerlos antes, si no te importa- Kise trató de no sonar descortés a sus palabras, esperando que su hermano no tomara a mal aquellas palabras que había pronunciado.

-Ryota… si Daiki tiene algún secretito… necesito saberlo.-

 

Kise no pudo evitar extrañarse ante el comentario de su hermano, no sabía a qué se refería, pero el tono en que éste le había hablado no le gustaba nada. Sin embargo… debía ponerle total atención a lo que el pelirrojo había dicho, pues él era absoluto, siempre lo había sabido, y debía tomarle la palabra, pues él siempre tenía razón en todo.

 

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Aomine no se movía de su lugar, en cambio Kagami no se había dignado a salir de su habitación. El peliazul notó cómo unas luces entraban por la ventana, se paró sólo un poco para mirar a través de esa ventana y notar que una patrulla de policía se encontraba frente a la casa, junto a su auto. Miró cómo Kagami salía por fin de su cuarto, y no pudo evitar encararlo.

 

-Hey, te diré que tu traje negro es tan lindo… espero tengas uno con rayas.-

-¡¡Bakagami!!… ¿llamaste a la policía?- Aomine miró al otro con furia, mientras el pelirrojo se dirigía hacia la puerta a abrirla, y el moreno corría hacia la puerta trasera para tratar de escapar, pero sin éxito, pues Kagami dejaba entrar al oficial de la policía local.

 

-¡Hey! Miren a quién tenemos aquí, si es nada más y nada menos que Aomine Daiki- Decía el policía, haciendo que Aomine no diera un paso más y se volteara a verlo…

-¡Takao! Te convertiste en jefe de policía, eso… suena bien… - Aomine musitó, tratando de que su comentario no sonara muy forzado, pero él era un hombre con un temperamento fuerte, así que hasta cierto punto, aquello no le importaba.

-Sí, capturo a tipos como tú toda la semana y me pagan por ello- El pelinegro detonaba una sonrisa

-Lamento interrumpir su hermosa reunión- decía Kagami cruzándose de brazos- Takao, debes ser más profesional, aquí tenemos a un sospechoso.-

 

Aomine le lanzaba a pelirrojo una furtiva mirada de enojo, mientras regresaba su vista hacia Takao.

-Es cierto, Aomine, no puedes irrumpir en la casa de los demás de esa forma.- Takao ponía ambas manos sobre su cintura.

-¿Pero qué dices? Claro que no irrumpí aquí… usé ésta llave- el moreno mostraba el objeto- MI llave- enfatizaba las palabras, para que quedara todo claro. Takao miró a Kagami, y de nuevo dirigió su vista hacia el peliazul

-Me parece que ésta ya no es tu casa, Aomine- el pelinegro acomodaba su cabello –Voy a tener que escoltarte a la salida.-

-Oye, usa las esposas- Kagami mencionaba con una cínica sonrisa.

 

Lo único que quería hacer en ese momento Aomine era abalanzarse hacia el pelirrojo y golpear su rostro hasta que se cansara, pero obviamente, no podía hacerlo en un momento como ese. Debía decir que la actitud de Kagami le estaba resultando muy problemática e infantil.

 

-Takao… me iré de aquí si haces que éste idiota firme esos papeles- El peliazul  señalaba hacia la mesa de centro, donde yacían los papeles de divorcio.

-¿Qué rayos sucede aquí?- Fue la respuesta de Takao, mientras se acercaba a aquella mesa de centro y tomaba los papeles entre sus manos- ¿Documentos de divorcio?- Miraba a Aomine, quien asentía con un movimiento de su cabeza –Hey, Kagami, creí que ya lo habías resuelto- Ahora miró al pelirrojo, quien sólo suspiraba al tener que lidiar con ese asunto.- Parece que aún están casados–Takao dejaba los papeles en su lugar –Y si ese es el caso, entonces ésta sigue siendo la casa de Aomine. Esto es sólo una pelea doméstica.-

 

Kagami llevaba una mano a su cabeza, intentando idear algo para sacar al moreno de su casa, esa situación lo estaba hartando-

 

 –Kagami no te hizo nada ¿Verdad Aomine? Porque si me dices que te golpeó, de inmediato me lo llevaré.-

Aomine dudó en responder por un momento, pensó que sería bueno devolverle el favor a su aún esposo, después de todo, se estaba portando bastante infantil. Sin embargo, descartó la idea al enfocar sus azules ojos en los ojos rojos del otro.

 

-No… no lo hizo.- La respuesta de Aomine hizo que Kagami lo mirara con una medio sonrisa en su rostro.

Takao quedó en silencio por un momento, pudo percatarse de las miradas que ambos se estaban regalando, y por un momento recordó su infancia, la cual había pasado al lado de Aomine y Kagami, y no pudo ocultar su sonrisa que de repente se formó en su rostro.

 

-Les diré algo…- Takao ponía ambas manos en su cintura-  No tengo un solo recuerdo de mi infancia en que no estén ustedes dos. Incluyendo aquella vez en el que me incendiaron el trasero. Fue divertido ¿No?-

El peliazul giró el rostro hacia otra parte, pidiendo a todos los cielos porque Takao se callara, mientras Kagami hacía de cuenta que no había escuchado aquello.

-Ustedes tienen tanto de qué hablar, yo mejor los dejo solos- El pelinegro dio un par de pasos y se dirigía hacia la salida.

-¡Hey! ¡No puedes irte de ese modo, tienes que sacar a éste tonto de aquí!- El pelirrojo lo seguía, casi en una súplica

-Kagami, no hay nada que yo pueda hacer aquí. La ley es la ley, y Aomine no la quebrantó- El pelinegro  seguía caminado lentamente hacia la salida.

 

Kagami miró a Aomine, intentando pensar en algo que pudiera sacarlo de su casa, si no pensaba en algo rápido, posiblemente Aomine no se iría de ese lugar, y lo último que quería era seguir viendo su rostro en la misma casa que él.

 

-Supongo que robarse los jarrones caros de la casa de los Midorima está bien- Algo se le había ocurrido, y esperaba que funcionara. Aomine hizo un sonido de molestia y seguía a ambos chicos.

-¡Los devolví! ¡Y eso no cuenta! ¡Así que ya puedes callarte, idiota!-Gritaba el peliazul, mirando cómo el pelinegro llegaba hasta la puerta y tomaba la perilla

-El horrible vandalismo de aquella escuela… ¡Él lo hizo!- Kagami maleducadamente señalaba al otro.

-A esa edad, y yo solo… no pude haber empujado ese locker –Aomine miraba a su esposo, enarcando una ceja, pues su comentario no había sido del todo atinado.

 

Takao había abierto la puerta y miraba ambos, pidiendo con la mirada que pararan, sin embargo, a Kagami le había llegado otro recuerdo, chasqueó los dedos y detuvo al policía con sus palabras.

-Hey, Takao… ¿no hay una orden de arresto para aquella persona que hizo volar tu antigua casa?- el pelirrojo sonaba triunfante, escuchó un sonido de sorpresa de Aomine quien se quedó inmóvil.

 

Takao detuvo sus movimientos y giró el rostro, para encontrarse con un Aomine que no sabía qué hacer o qué decir ante aquella estúpida confesión estúpida de su esposo.

 

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Juraba que la próxima vez que viera al pelirrojo con aquellas estúpidas cejas partidas lo golpearía tan fuerte que incluso podría mandarlo al hospital. Había tenido que pasar quién sabe cuántas horas en la pequeña celda, con aquellos barrotes que incluso ya había olvidado… todo por culpa de Kagami Taiga y su gran bocota. Por más que había intentado persuadir a Takao Kazunari de dejarlo libre, no había podido. Gracias a aquello, le había hablado a su padre y le había dado dos noticia: una buena y una mala… obviamente le dio primero la buena noticia para su padre fue que Daiki había ido de ‘visita’, a lo que su padre se puso muy contento al pensar que podría volverlo a ver después de tantos años. La mala noticia era que el señor Aomine tendría que ir a sacarlo de la cárcel y pagar una fianza… aquello nohabía resultado nada bien.

Daiki debía agradecer el hecho de que él había heredado su mal carácter de su madre, o de lo contrario, su padre lo hubiera regañado hasta más no poder.

 

-¿Esta vez por qué motivo te encerraron?- Habló el hombre de mayor edad, conduciendo su auto. Sabía de antemano los problemas que su hijo provocó cuando éste era un niño, pero no pensó que ahora que era adulto, volvería a verlo en una prisión.

-El idiota de Taiga y su estúpida bocota.- Miró por la ventanilla del auto, evitando el contacto visual con su padre.

-No pensé que habrías ido a verlo… - Mantuvo su mirada fija en el camino, suspiró un poco y habló nuevamente –Daiki… muchas cosas han cambiado desde que te fuiste… si tu hablaras debidamente con Taiga tal vez pod-

-No me interesa, viejo… - Interrumpió las palabras, pues realmente ya no quería saber nada sobre el pelirrojo.- Te diré lo mismo que le dije a él: soy una persona nueva… - Suspiró resignado a sus siguientes palabras.- Entiendo que quieras a Taiga como si fuera tu tercer hijo… pero… tal vez quieras enfocarte un poco en mí… y en lo que tengo que decirte…-

El conductor del auto suspiró también, después de todo, su hijo tenía razón, ahora, más que en ningún momento, debería estar feliz de verlo después de tantos años

— Tienes razón… - Se disculpó al ver su error –Tienes toda mi atención, Daiki—

Un pequeño silencio incómodo nació de repente, el de menor edad no sabía cómo empezar a contarle a su padre toda su travesía, así que simplemente dijo lo primero que se le vino a la mente, incluso si esas palabras no tenían tacto alguno.

—En mi nueva vida… apareció un chico…—No sabía realmente lo que estaba diciendo, y hasta cierto punto, se notó un tanto nervioso—Ese chico es maravilloso… me siento feliz a su lado…—   

Su padre no dijo nada, no le gustaba para nada aquella confesión de su hijo, si ahora estaba alejado de casa, con una pareja en Nueva York lo haría desentenderse totalmente de él. Pero no podía interrumpir a su hijo, después de todo, él mismo le había pedido que hablara.

—Me voy a casar con él— Dijo Daiki finalmente y la reacción de su padre no se hizo esperar

—¡¡¡¡¿¿QUE TU QUÉ??!!!!!!—Gritaba el padre del peliazul, a la confesión de su hijo.

 

 

 


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