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Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

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Notas del capitulo:

Sí, este es un fanfic AoKise, pero les aviso que tendrá más AoKaga, así que tal vez deba cambiar mi resumen :v :v whatever... sin más que decir, les dejo la actualización <3

…:::Capítulo 4 —Revancha :::…

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—¡¡Papá,  el auto!!— Gritaba un aterrorizado Daiki que miraba cómo su padre soltaba el volante ante la confesión que había escuchado, miró cómo el auto se dirigía en dirección a otro que iba en sentido contrario.  Su padre rápidamente tomó el volante, que por descuido había soltado, tratando de calmarse, y también a su hijo, que se encontraba casi hundido en el respaldo del asiento.

—¡Demonios, Daiki!— Dijo tratando de recuperar el aliento. —¿Por qué quieres casarte de nuevo? ¿Acaso no has tenido suficiente con tu último matrimonio?—

—Viejo… tu sueño era que yo saliera de aquí y fuera un triunfador… por eso me fui de aquí, para cambiar las cosas que estaban mal en mi vida— hablaba suave pero firme.

—Pero no de esa forma…—

— ¿Qué? ¿Qué tratas de decir?  ¡Sólo dime lo que podría hacerte feliz!—

—El que tú seas feliz— La respuesta hacia el de menor edad no se hizo esperar.

— ¡Bien! Sabes… tengo un excelente empleo en Nueva York, muchos matarían por estar en mi puesto y por fin encontré a alguien que me ama — Sacó el anillo que guardaba en su saco y se lo puso en el dedo, para mostrárselo a su padre.

El conductor detuvo el auto, miró al otro y tomó su mano, observando el anillo.

— ¡Mira el brillo de esa cosa. — mencionó incrédulo al ver el anillo. Daiki no dijo nada, sólo esperaba que su padre lo entendiera, y parece que sus súplicas fueron escuchadas, pues el auto nuevamente avanzó, dejando el paso al silencio entre los dos. Pensó que tal vez no había sido la mejor forma de dar a entender sus planes a corto plazo, sin embargo, sabía que su padre lo entendería sólo de esa forma.

 

Por fin llegaron a su destino, ambos bajaron del auto y se dispusieron a entrar a la casa, el más joven miró el interior de la casa; habían pasado varios años en Nueva York que debía decir que había olvidado totalmente cómo se veía ese lugar;  aquel hogar que en ese momento le trajo muchos recuerdos, había cambiado, como todo… pero de alguna forma… esa casa se veía más aseada, más femenina… incluso habían varios juguetes tirados en la sala.

— ¿Dónde está Satsuki? — preguntó sin encontrar con la mirada a su hermana pelirrosa y tratando de entender el pequeño desorden en la sala.

—Ella está de vacaciones. — Fue la respuesta que su padre le dio, con un tono un tanto serio y cortante.

—¿De vacaciones… ella sola? — Enarcó una ceja y simplemente miró cómo su padre se quitaba el abrigo que portaba, y lo dejaba sobre el sillón.

—Vendrá en unos cuantos días. —

De repente toda la situación se había tornado un tanto extraña a su parecer. ¿Por qué su padre no había querido responderle a la pregunta? ¿Con quién rayos se había ido su hermana de vacaciones? ¿Por qué había juguetes tirados por la casa? Pero no quiso hacer ninguna pregunta más, pues parecía que su padre no estaba de humor para escucharlo; aquellas inquietudes del momento tenían que esperar.

Sin más ánimos, se despidió con un ‘buenas noches’ y se dirigió hacia el cuarto que usó cuando niño, dispuesto a dormir después de un día tan pesado para él.

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Era un nuevo día, Kise había ido a la oficina de su medio hermano para tratar asuntos sobre  el empleado que lo había fotografiado el día anterior, sin embargo, Akashi no tenía la misma idea en mente. Y cuando el rubio se dio cuenta, su hermano pelirrojo había cambiado totalmente el tema y se habían enfrascado en un pequeño debate.

 

—¡Pero ni siquiera sabes nada sobre él! — No pudo evitar tomar el tema de su empleado, pues tenía aquella corazonada de que algo andaba mal en todo el asunto del matrimonio, esa corazonada nació en el momento en el que Aomine había ido a ver a su familia.

—Lo amo, Akashicchi. ¿Acaso es imposible para ti entender eso? —El rubio estaba sentado en una silla, frente al escritorio del otro, quien no perdía la oportunidad de mirarlo extrañamente.

El chico con heterocromía suspiró derrotado al entender perfectamente las palabras recién dichas por su hermano.

—¿Tienes pensado dónde será la luna de miel? —

—Bueno, Aominecchi quiere ir a Australia, así que creo que es un buen lugar pa—

—Ryota… Si crees que dejaré que ese empleado te convenza de ir a un lugar donde él quiere puedes est—

—No es tu empleado… Es mi novio, así que puedes dejar de tratarlo como tu simple empleado, porque pronto será de la familia.—Kise tuvo que callar las palabras de su hermano de esa forma, pues la actitud prepotente de Akashi empezaba a mostrarse, y por supuesto que eso no le agradaba nada. No entendía por qué tanta inseguridad hacia su prometido, sin embargo, no dejaría que el pelirrojo se interpusiera entre él y su futuro esposo.

Akashi no tuvo otra opción más que quedarse callado, no quería pelear con el rubio por algo tan estúpido como el lugar de la luna de miel, así que trató de apartar sus pensamientos de su mente, al menos por ese momento.

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Aomine manejaba el auto de su padre, pues su propio auto, último modelo, había quedado estacionado en casa de Kagami, y por supuesto que no iría a esa casa y encontrarse con su pelirrojo esposo, pues sabía que empezarían a discutir y tal vez él terminaría en la cárcel nuevamente.

Conducía directamente hacia el banco, mientras tenía el teléfono celular en una mano, pues hablaba con su abogado sobre su situación actual, tratando de saber si había alguna forma de hacer el proceso de divorcio más rápido.

—¡Demonios! ¿Cuánto tiempo dura un juicio por divorcio? — Estacionaba el auto, prestándole más atención a las palabras de su abogado.

—Con tu situación actual, Aomine, podría decir que cerca de 16 meses. —

—¿¡¡16 meses!!? Imayoshi-san no tengo el tiempo de 16 meses, es más… ¡ni siquiera tengo 16 días! — Bajaba del auto en dirección hacia el banco.

—Lo siento, es lo más rápido que se puede hacer un juicio de ese tipo. —

—¡Carajo, Imayoshi! ¡Te estoy pagando mucho dinero por tus servicios, así que será mejor que busques una solución rápida a éste maldito problema! — Se encontraba molesto  y sin ningún deseo de seguir escuchando las explicaciones tontas de su abogado, colgó el teléfono, maldiciendo a su suerte y a todo aquél que le pasara por la cabeza en ese momento. Abrió la puerta del auto, tomó su cámara fotográfica, y como por instinto tomó el lazo de ésta y lo puso sobre su cuello… aquellas acciones ya eran como un hábito para él, pues tenía esa necesidad de cargar dicha cámara a donde quiera que iba.

 

Con un gruñido de molestia, abrió la puerta del pequeño banco del lugar, ni siquiera había cajeros automáticos, significaba que tendría que ir hasta la ventanilla y entablar conversación con la persona en turno… de repente… empezó a extrañar enormemente la ciudad de Nueva York. “¡carajo! Esto va de mal en peor… ¡maldito pueblo estúpido!”  No podía evitar pensar al saber que aún tendría que permanecer en ese lugar un par de días más.

 

—El horóscopo decía que me encontraría a un viejo conocido…—

Una voz lo sacó de las maldiciones en su mente y sin pensarlo dos veces miró a la persona que había hablado… del otro lado de la ventanilla se encontraba una persona que no tardó mucho tiempo en reconocer.

—¡Midorima! Vaya… ahora usas… lentes. Supongo que te sientan bien. — Fue lo único que su pequeño cerebro pudo formular, cabía decir que él no era una persona de muchas palabras, ni mucho menos tenía el mejor tacto para hablar con otros, y eso se demostraba a primera vista.

—Gracias. — El peliverde contestó con desinterés a las palabras recién recibidas. —Y tú… usas un traje costoso en éste tipo de lugar… — Miró a través del cristal el lujoso traje que el moreno portaba, aquella vestimenta le hizo pensar que al peliazul le estaba yendo bien en el lugar donde actualmente vivía; no pudo evitar posar su vista también sobre aquella cámara que Aomine cargaba y supuso de qué se trataba su trabajo —Takao mencionó que tú y Kagami se encontraron. —

Aomine mostró una mirada en extrañeza, sabía claramente que en esa pequeña ciudad los rumores se esparcían demasiado rápido, pero no recordaba que Takao fuera una persona que pudiera gritar a todos algo como lo que había pasado la noche anterior. Miró a través del vidrio que tenía enfrente y pudo vislumbrar un anillo en cierto dedo de Midorima, y entonces supo realmente cómo se había enterado el otro.

—¿Acaso tú y Takao…?—

—Desde hace dos años.— Confirmó el chico de anteojos, notando la mirada del moreno sobre su dedo anular, luego mostró un tanto desinteresado el anillo que yacía en su dedo anular, él no era una persona acostumbrada a presumir, sin embargo, quiso darse  un poco el lujo al ver la mirada de sorpresa del otro.

—Vaya… felicidades.— Dijo con una muy pequeña sonrisa, tratando de sonar sincero, pues claro que de alguna forma estaba contento, ya que desde que era niño, Aomine había llevado una excelente amistad con Takao, y sabía completamente que éste último siempre había estado loco por Midorima. Después de su sincera sonrisa, llevó una mano hacia el bolsillo de su pantalón, para sacar su cartera y buscar su tarjeta de crédito, para hacer la transacción de dinero. —Quiero hacer un retiro de dinero de—

—¿Tu cuenta conyugal?—Midorima interrumpió a las palabras que el peliazul estaba por decir. Aomine rodó los ojos hacia los verdes del otro, preguntándole con la mirada de qué rayos estaba hablando.

—¿De mi qué?— Cuestionó sin entender aún las palabras del peliverde.

—De tu cuenta conyugal… Por lo que sé, Kagami es aún tu esposo. ¿No es así?—

Aomine abrió los ojos totalmente estupefacto por aquellas palabras que habían llegado hasta sus oídos. No respondió al instante, pues su cerebro aún estaba procesando la información recién recibida, y después supo que el chico de anteojos tenía toda la razón, Kagami aún seguía siendo su esposo, y eso le daba derecho a ciertas ventajas sobre él.

—Sí… tienes razón… Taiga aún es mi esposo.— Esbozó una sonrisa de lado a lado, y Midorima pudo ver mucha maldad en ese gesto, y fue entonces donde el peliverde se arrepintió de su confesión, aquello no podía ser nada bueno. Claro que conocía a Aomine desde niño, a decir verdad, nunca fueron buenos amigos, pues sus personalidades chocaban demasiado, pero debía confesar que conocía al moreno, y sabía que algo no tan bueno podría salir de aquella mente malvada de Aomine.

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Seguía sonriendo ampliamente mientras abría la puerta del auto y sin pensarlo subía a éste; un par de risas cínicas salieron de su boca al pensar en lo que acababa de hacer, estaba seguro que Kagami se molestaría tanto que lo único que querría sería firmar los papeles de divorcio para que el peliazul se fuera por donde había regresado… definitivamente era el plan perfecto.

Miró por el retrovisor, mientras conducía de reversa para retomar el camino, pero ahora en dirección a la casa de Kagami. Había conducido el auto solo dos calles, cuando en una intersección, una camioneta de batea muy lujosa se cruzó por su camino; ambos autos frenaron en seco, Aomine  giró el volante para poder evitar a aquella camioneta.  Suspiró aliviado al saber  cómo el auto se detenía finalmente y no había ningún daño, sin embargo, se sentía muy molesto por la imprudencia del otro conductor, cuya camioneta se encontraba a escasos centímetros del auto que el moreno estaba manejando; se quitó el cinturón de seguridad, abrió agresivamente la puerta del coche y, enfurecido, se dispuso a encarar al conductor del auto contrario.

 

—No pensé que fueras más idiota de lo que recordaba.—

Recibió el molesto reclamo por parte del otro conductor, que esbozaba una muy pequeña sonrisa en su rostro. Aomine abrió grandes los ojos al reconocer el rostro del otro conductor; sorpresivamente su coraje había disminuido considerablemente.

—¡Kasamatsu!— Fue lo único que mencionó en ese instante, y a su mente pasaron todas aquellas anécdotas de la infancia, y la mayoría de esos recuerdos incluían al chico pelinegro que se encontraba frente a él.

 —Nadie me dijo que estabas de visita, te habría invitado a mi casa.— mostró una diminuta sonrisa, y sin poder evitarlo, recorrió al moreno de arriba abajo, escaneándolo rápidamente con su mirada, para luego enfocarse en los orbes azules de éste —Se nota que te está yendo bien. Eres fotógrafo de modelos ¿cierto?—

Aomine enarcó una ceja ante la pegunta, no imaginaba que alguien en ese lugar lo reconociera.

—¿Cómo lo sabes?— Cuestionó con total curiosidad.

—Lo leí en internet… ya que tú ni siquiera llamas, es lo menos que puedo hacer para estar en contacto.—

El peliazul quedó sin habla por un momento, ni siquiera había pensado en toda las personas que había dejado atrás, hace 5 años… hasta ese momento en el que Kasamatsu se notó muy interesado en su vida, tanto como incluso para investigar sobre él en internet. No entendía qué era ese sentimiento que de pronto albergó en su pecho… tal vez era culpa, tal vez era nostalgia… no supo describir ese sentir.

De pronto a su mente llegó un vago recuerdo sobre Kasamatsu; el pelinegro pertenecía a una de las familias más adineradas de aquella pequeña ciudad, y al cumplir la mayoría de edad debía hacerse cargo del hotel que su padre había construido en la zona turística, a unos 15 minutos del lugar donde ahora mismo ambos se encontraban parados.

—¿Te hiciste cargo del hotel?— Cuestionó tras recordar varias cosas nuevamente.

Kasamatsu no respondió, simplemente asintió con un movimiento de cabeza.

—Deberías darte una vuelta por el hotel, te gustará…—

 

Un silencio surgió de repente entre los dos, a Kasamatsu le pareció incómodo dicho silencio, pero Aomine aún seguía un tanto absorto en sus recuerdos, que como marejadas, empezaron a llegar a su mente.

—Oye  ¿Qué te parece si te pasas en la tarde por la cancha de basquetbol? Aún solemos jugar en ese lugar cuando tenemos tiempo libre.— Habló el pelinegro, sacando de sus pensamientos al moreno.

—No puedo creer que aún se reúnan como antes.—  Su voz sonaba sorprendida, pues parecía que esa era una de las pocas actividades que sus amigos aún hacían después de que él se había ido de ese lugar.

—Es imposible dejar el basquetbol.— Mostró una última sonrisa mientras daba media vuelta y abría la puerta de su camioneta. —Espero que puedas ir, seguro que a todos les gustará verte de nuevo…—

Aomine movió la cabeza en señal de aceptación y lo último que pudo escuchar del pelinegro fue un ‘fue gusto verte’ de parte de éste… para luego mirar cómo, lentamente, se alejaba, conduciendo aquella lujosa camioneta.

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Eran las 4 de la tarde, y Kagami, después de un largo día, regresaba a su casa a bordo de su camioneta roja… frunció el ceño al notar dos coches estacionados justo al lado de su casa. Sabía que uno de los coches era de Aomine, justo en el que había llegado de Nueva York, y al entrecerrar los ojos reconoció de inmediato el otro coche, que pertenecía a su ‘suegro’.

Estacionó su camioneta y con un poco de extrañeza bajó de ésta, notando que las luces del interior de su casa se encontraban encendidas… con pasos lentos se dirigió hacia la puerta de la casa y la abrió.

Se sorprendió en sobremanera al ver el interior de la casa, sus ojos recorrieron cada rincón del lugar, muchas cosas en esa casa habían sido cambiadas: cortinas, adornos, incluso los muebles eran nuevos… no entendía nada qué era lo que estaba pasando. Pronto sus ojos enfocaron a la figura que se acercaba a él, desde la cocina.

 

—Hola cielo. ¿Qué tal tu día? ¿Y la familia?— Aomine trató de esconder su tono sarcástico, pero claro que ante los ojos de Kagami no había pasado desapercibido.

—¿Qué rayos está pasando aquí?— cuestionó sin ánimos de seguirle el juego al moreno, quien de alguna forma se notaba triunfante y Kagami no podía imaginar el por qué.

—¿Qué clase de esposo no tendría limpia su morada, amor?— Aomine se acercó lo suficiente a Kagami para posar una mano sobre su cabello rojizo y alborotar un poco esos cabellos.

—La clase de esposo que no vive aquí.— Sonaba un poco harto de la situación, parecía que Aomine estaba jugando con él, y eso no le agradaba en lo absoluto. —¿Qué rayos le hiciste a mis muebles?— Sin pensarlo, siguió inspeccionando la casa, hasta que sus pasos lo condujeron a la cocina — Y la estufa… ¿Qué carajos le hiciste a mi estufa?—

Sin que Kagami se diera cuenta… el peliazul esbozaba una sonrisa de triunfo, pues sabía que la cocina era algo importante en la vida del pelirrojo. Kagami durante años había trabajado como chef en el hotel que por años perteneció  al padre de  Kasamatsu, y Aomine sabía que al cambiar hasta la más mínima cosa en esa zona de la casa, el pelirrojo enloquecería, y parecía que lo estaba logrando después de todo.

El pelirrojo trató de respirar hondo y si era necesario, incluso contar hasta 100… “Daiki no pudo haber cambiado todo.” Pensó, dando un par de pasos, abriendo el refrigerador nuevo, y entonces tuvo que callar sus propios pensamientos, pues se había equivocado totalmente.

 

—¿Qué carajos es esto? ¿Cocina a la moda?— Cuestionó, tratando de sonar tranquilo, pues no quería demostrarle a Aomine que él había ganado. Suspiró nuevamente, mientras tomaba una de las latas de soda que se encontraban dentro de dicho refrigerador.

—Comida de dieta… sin calorías…—Le regaló al pelirrojo una mirada de indiferencia, sus orbes siempre sobre el rostro de éste, mirando hasta la más mínima reacción que pudiera tener. No es que él comiera comida de dieta… baja en calorías, es sólo que quería hacer enojar al pelirrojo.¿ Y qué mejor que hacer enojar a Kagami que sustituyendo toda la carne por comida de dieta? Y así sin más… el moreno siguió con su macabro plan —Quería comprar una cama nueva… ya que me quedaré aquí, pero las que venden en ésta ciudad son horribles… no habrá más remedio que mandar a pedirla a Nueva York.— Decía descaradamente mientras tomaba algunas cosas de la alacena, simulando hacer algo de comer.

Kagami abría la lata de soda que se encontraba en su mano, dispuesto a saber a qué sabía un refresco de dieta, dio un sorbo a esa bebida y caminó un par de pasos, hacia la sala, simulando desinterés ante todas las acciones del peliazul.

—Si eso te hace feliz… gasta tus billetes como se te dé la gana.—

Aomine detuvo sus acciones y miró con sumo sarcasmo a su esposo, simulando un puchero.

—Pero cielo… yo creí entender que eran…. Nuestros billetes…—

Kagami siguió bebiendo su soda, sin siquiera imaginar a qué venían esas palabras dichas por el moreno. Aomine se acercó lo suficiente al otro, para posarse detrás de él y hablarle en un susurro, sin acercarse lo suficiente al cuerpo del pelirrojo.

—Las palabras ‘cuenta conyugal’ te refrescarán la memoria.—

 

Kagami abrió los ojos en sorpresa, sin siquiera moverse de su lugar, debía dar gracias porque el moreno estuviera detrás de él como para no darse cuenta de su reacción en ese momento. Claro que el pelirrojo estaba furioso, y trató de calmarse, podría ser que su lindo ‘esposo’ sólo haya sacado una parte de ese dinero que él tenía en el banco, así que sin más… se aventuró a preguntar.

—¿Cuánto sacaste?— Preguntó después de soltar un gran suspiro de su boca, su tono era en derrota, y de repente ni siquiera quiso escuchar la respuesta.

Aomine denotó aquella mirada de superioridad y altanería, esa misma mirada que a Kagami jamás le gustó ver.

—Todo.— Contestó sin rodeos, notando cómo el pelirrojo daba media vuelta para encararlo, aventando la lata de refresco muy lejos, con aquellos ojos rojos llameantes de coraje.

—¡¡Eres un maldito!!— Gritó con una voz realmente potente mientras su puño golpeaba la pared más cercana, tratando de mitigar su coraje.

—Querías un esposo ¿No? ¡Pues aquí lo tienes!—

—Si no sales de ésta casa…—

—¡Solo firma los estúpidos papeles y te devolveré todo!— Gritó de la misma forma en la que Kagami le había hablado segundos antes, mientras se dirigía hacia la mesa de centro de la sala, en donde había dejado los papeles, para tomarlos en su mano y ofrecérselos, una vez más, al pelirrojo.

—¡Bien! Firmaré…—

A Aomine le brillaron los ojos al escuchar las últimas palabras del pelirrojo, la voz de éste había sonado tan segura, y se sintió totalmente aliviado al saber que Kagami por fin firmaría y él sería libre para casarse con Kise Ryota.

El pelirrojo tomó los papeles que el moreno le ofrecía, y darles un vistazo, al momento que Aomine se apresuraba y sacaba un bolígrafo de entre su ropa.

 

Notas finales:

 

/o/ ustedes qué dicen? que firme Kagami? :v 
Gracias a las personas que han seguido de cerca mis trabajos, y oh! también debo agradecer a las personitas que me han agregado como autora favorita... no saben cuánto significa para mi ;u;

Agradezco sus reviews y visitas! y también cualquier crítica o idea será muy bien recibida <3


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