Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

[Reviews - 129]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Confieso que en el primer y segundo capi de esta historia me sentí un poco desanimada porque no tenía mucha aceptación este fic.... pero los comentarios que me han dejado de verdad que me dan muchos ánimos.

Gracias a las personitas que me han dejado sus reviews, y también a los que me han dado sus ideas y recomendaciones para anexar en el fic, créanme que estoy pensando en cada una de sus ideas y en cómo anexarlas en esta historia.

Lamento si este capi fue más corto, he estado pasando por una pequeña crisis de inspiración... pero prometo compensarlo en el siguiente capi.

…:::Capítulo 5: Recuerdos:::…

..::::..

.::.

.

 

—¡Bien! Firmaré…—

A Aomine le brillaron los ojos al escuchar las últimas palabras del pelirrojo, la voz de éste había sonado tan segura, y se sintió totalmente aliviado al saber que Kagami por fin firmaría y él sería libre para casarse con Kise Ryota.

El pelirrojo tomó los papeles que el moreno le ofrecía y darles un vistazo, al momento que Aomine se apresuraba y sacaba un bolígrafo de entre su ropa, para luego ofrecerlo a Kagami, pero justo cuando el pelirrojo iba a tomar el bolígrafo, Aomine lo retiró, con una mirada de sospecha.

 

—Dime, Taiga… ¿Qué harás con todo ese dinero que tenías en el banco?— No pudo evitar preguntar, pues el dinero que había retirado no era una cantidad muy poca, y aquello era muy sospechoso —¿Desde cuándo renunciaste al hotel?— Tampoco podía eludir esa pregunta, pues Midorima, con una muy pequeña plática, le había hecho saber que Kagami había renunciado hacía un año a su trabajo en el hotel que ahora estaba a cargo de Yukio Kasamatsu. —No estarás metido en asuntos ilegales ¿O sí?— Atacaba a su esposo con toda clase de preguntas que le recorrían la mente en ese instante.

—Posiblemente ¿Y qué?— Kagami, con una señal de su mano, le pedía el bolígrafo, para que el moreno se lo diera sin seguir con aquella interrogación. —Yo no te he preguntado por tu noviecito de Nueva York, así que no te metas en mi vida, Daiki…—

 

Aomine quedó congelado por un momento, mientras las palabras recientemente escuchadas hacían concordancia en su cerebro, luego cambió su expresión a una por dolor, regalando ese gesto a Kagami. No entendía por qué, pero aquella oración dicha por el pelirrojo le había dolido, jamás había querido herir al pelirrojo de esa forma, pero parecía que ya era demasiado tarde para arrepentirse por sus actos.

—¿Quién te lo dijo?—  Interrogó tontamente enfocándose en los rubíes de su esposo que lo miraban.

—Daiki… El que yo viva en un lugar como éste no significa que sea estúpido.— Dijo fríamente, arrebatándole el bolígrafo a Aomine y tomando asiento en el sillón, con los papeles en mano.

 

Aomine se estaba sintiendo muy mal por todo ese asunto, no podía adivinar lo que su, aún, esposo, estaba pensando en ese momento, sabía que no había hecho bien las cosas, y que ahora tenía que estar lidiando con todo este asunto, y más aún con aquella pequeña punzada en su pecho. Si hubiera arreglado toda su vida desde un principio, no tendría por qué estar en esa misma casa con Kagami, sintiéndose de lo peor.

 

—Nee… Daiki…— La voz de Kagami se dejó escuchar en el lugar, denotando un poco de tranquilidad y resignación. —No hay nadie que encuentre su alma gemela a los 12 años ¿Cierto?— Enfocó sus orbes rojos en los de Aomine, regalándole una sincera sonrisa, esa misma sonrisa que el moreno recordaba mirar cada mañana al despertar junto al pelirrojo —¿Dónde estaría lo divertido de encontrar a tu alma gemela a tan temprana edad?—

Aomine contempló aquella sonrisa tierna y linda que ya ni siquiera recordaba, no respondió nada, simplemente desvió su mirada, un tanto avergonzando por la actitud que había tenido desde que había llegado a ese lugar.

 

..::Flashback::..

Las clases del día habían terminado. Sin mucha espera, ambos chicos tomaron sus mochilas y se dirigieron hacia la cancha de basquetbol, simplemente para jugar entre ellos, como lo venían haciendo desde hacía dos años, cuando aprendieron sobre ese deporte y empezaron a practicarlo. Ambos cursaban el primer año de secundaria, tenían 12 años y eran los niños más conflictivos que se pudieran conocer en esa ciudad.

 

—Entonces ¿Te casarás conmigo, Taiga?—

¿Por qué demonios sigues con eso? Entiende: somos niños… hombres… y entre hombres eso es imposible.—

El peliazul driblaba el balón mientras conversaba tranquilamente con su compañero, mirando cómo éste se cambiaba los zapatos escolares a unos deportivos para empezar con su juego del día.

—Además… ¿Por qué quieres casarte conmigo?— Preguntó curioso el pelirrojo, mientras se amarraba las agujetas.

Sin dar una pronta respuesta, el peliazul se hincó junto al otro, dejó el balón a un lado y sin previo aviso tomó su rostro entre sus manos dándole un inocente beso, que no fue rechazado por el pelirrojo.

—Porque así podría besarte las veces que yo quisiera.— Una enorme sonrisa se formó en su rostro, notando el sonrojo del pelirrojo.

—Eres un tonto.— Musitó, tratando de esconder su sonrojado rostro entre sus manos.

 

..::Fin del flashback::..

 

 

—Oye Daiki…— Nuevamente hablaba, sacando al peliazul de sus recuerdos, que, como oleadas, empezaron a llegar a la mente de Aomine. Kagami enfocó la vista en el reloj que se encontraba colgado en la pared —Acabo de recordar que tengo una cita. Seguro que no te importará que le diga a mi abogado que revise estos documentos. ¿Verdad?—

Aomine lo miró con extrañeza, notando cómo el pelirrojo se dirigía a su recámara para dejar los papeles sobre un pequeño mueble, para luego alcanzar una maleta y un par de camisetas limpias, prosiguió a cambiarse la camiseta por una sin mangas, justo a la vista del moreno, quien lo miró con un poco de rubor en sus mejillas.

—¿Qué?— Salió de su letargo y pronunció, sin despegar sus ojos azules del otro.

—Oye… soy un simple provinciano… por lo que sé, hasta podrías dejarme en la ruina.-

¿Qué? Un simple provinciano… claro, cuando le conviene… ¿Qué demonios le pasa? ¡Maldito pelirrojo con esas cejas tan extrañas!” Pensaba sin mucho esfuerzo, intentando saber qué era lo que el pelirrojo estaba pensando.

—¿Dejarte en la ruina? ¿A ti?— Decía con el sarcasmo que no dejaba de notarse en su voz —¡¡Solo firma los estúpidos papeles!!—

—Mmmmm no lo creo…—Tomó la maleta y la puso a su hombro y después tomó los papeles del divorcio —Pero gracias por la visita.— Guiñó un ojo, haciendo enojar totalmente al moreno, quien miró como Kagami cruzaba la puerta de la entrada y lentamente se escabullía. No pudo evitar emitir varios gruñidos de sumo enojo al saber que aún seguía en el mismo problema.

 

De repente… Aomine se encontraba en esa casa solo, con todos los artículos nuevos y la remodelación absoluta que había hecho a la casa, se encontraba muy molesto por cómo Kagami se había ido, sin firmar los dichosos papeles del divorcio.

Claro que tenía noción del lugar a donde su esposo había salido, y sin pensarlo dos veces, acomodó la cámara que cargaba al cuello y sacó las llaves del auto de entre el bolsillo de su pantalón; salió de la casa y abordó su lujoso coche, para ir al encuentro del pelirrojo y tratar de persuadirlo nuevamente.

 

Condujo el auto por cerca de 7 minutos hasta que se adentró a un lugar muy conocido para él… y de pronto más memorias empezaron a llegar a su mente, sin poder contener esos recuerdos una sonrisa se formó en su rostro. Rápidamente pudo reconocer la camioneta roja de su esposo y sin demora estacionó su auto junto a dicha camioneta, para luego proseguir a bajar de su auto, en busca del otro.

 

El sonido tan familiar del balón de basquetbol rebotando sobre el concreto lo hizo sentir nostalgia, ese sonido se escuchaba a cada paso que daba, el lugar era enorme, estaba rodeado por una valla de acero, y las enredaderas se encontraban sobre dicha valla, evitando que desde afuera de ese lugar se pudiera ver algo.

Pronto cruzó la entrada de esa cancha callejera y lo que sus ojos captaron en ese momento fue sorpresivo para él: Kagami había saltado tan alto para hacer una clavada, y Aomine enfocó sus ojos en aquél hombre que se encontraba volando, para luego lograr su cometido; el moreno quedó totalmente anonadado, había olvidado lo magníficos e imponentes que eran los saltos de Kagami, y al verlo volar de esa forma… un tipo de emoción se encendió dentro de él.

 

—¡Bien hecho, Taiga!— Gritaba un chico pelinegro, con un lunar cerca del ojo, animando a Kagami.

—¡Maldición! Shin-chan, se supone que debiste detener a Kagami.— Takao se quejaba, pues su equipo estaba perdiendo.

—Estoy aún cansado por trabajar la ronda completa en el banco, no voy a saltar de la misma forma que ese monstruo ~nanodayo~—

—Veo que no pueden con nosotros.— Kasamatsu soltaba un par de risas, sin menospreciar a sus compañeros del equipo rival.

 

Aomine pasó inadvertido por los cuatro jugadores, sin embargo, una mirada bastante conocida se posó sobre él, en un gesto casi desinteresado. Suspiró resignado al reconocer de inmediato al hermano de Kagami: Himuro Tatsuya, quien se encontraba sentado en una banca, con una mirada penetrante sobre el moreno.

 

—¿Ese es Aomine? — Takao por fin notó al recién llegado —¡Hey, Aomine! Juega con nosotros como en los viejos tiempos, así seremos 3 contra 3.—

Aomine volvió a la realidad y caminó un par de pasos. Negó con la cabeza a la petición de Takao y en su lugar se dispuso a sentarse en la misma banca en la que se encontraba su aún cuñado, esperando que aquella decisión no fuera tan mala.

La noche ya había caído, sin embargo, en el lugar había mucha luz, pues 4 lámparas de buena intensidad alumbraban el lugar. Y así, sin más comentarios, los cuatro chicos siguieron jugando justo como antes de que el moreno llegara.

 

—Había escuchado rumores de que habías regresado…— Habló Himuro, en un tono tranquilo y desinteresado, mostrando su eterna, pero pequeña sonrisa.

—Lo imaginé… en éste lugar nadie sabe guardar bien un secreto.— Aomine se limitó a ver a los jugadores, debía aceptar que las habilidades de sus cuatro amigos habían crecido notablemente, en especial la destreza de Kagami al moverse con el balón, y sus ojos no pudieron despegarse de él, y claro que Himuro lo notó de inmediato, sin embargo, no quiso decir nada al respecto.

—Kasamatsu dijo que eres fotógrafo… debe ser interesante.— El pelinegro no pudo evitar mirar el objeto que portaba Aomine.

—Dejémonos de estupideces…— Hablaba fríamente —¿Por qué no le pides a tu hermano que firme los malditos papeles de divorcio? Estoy seguro que a ti te hará más caso que a mí…—

Himuro permaneció en silencio por unos segundos, por supuesto que sabía el motivo de que Aomine se encontrara en ese lugar, persiguiendo a Kagami a como fuera lugar, pues su hermano había hablado mucho con él sobre el asunto.

—¿Por qué de repente quieres divorciarte de él? Has estado sin problemas durante 5 años…— Himuro no quería atacar a Aomine, pero debía decir que aquél tono con el que había hablado había sonado totalmente lo contrario.

—Me voy a casar…— Dijo sin rodeos, sintiendo la mirada de completo asombro de Himuro sobre él. Aomine sacó de su saco el anillo tan costoso con el que Kise le había pedido matrimonio y lo mostró sin piedad alguna, sin importarle si los demás lo miraban o no —Él no quiere divorciarse de mí aunque vaya a casarme con alguien más… — Sabía que Kagami no era tan tonto como para no haber pensado en que iba a contraer matrimonio con otra persona. —Dentro de poco serás mi ex cuñado—

Himuro no pudo ocultar su rostro de estupefacción, las palabras de su cuñado habían caído sobre él como balde de agua fría, aunque en cierto modo, se imaginaba algo así. ¿Por qué otra razón Aomine querría el divorcio después de tantos años? Suspiró resignado mientras sus orbes se enfocaban en el juego de basquetbol que ocurría frente a él.

—¿Taiga no te ha contado nada importante?— Cuestionó tratando de cambiar completamente el tema de conversación, miró de reojo al moreno, tratando de enfocándose en la reacción de éste, quien denotó un rostro de confusión, sin entender aquellas palabras.

—¿Importante? ¿Qué cosas importantes debería decirme?—

El pelinegro supo que aún había cosas que Aomine no sabía, y que tal vez había hablado de más, así que decidió callarse o de lo contrario sufriría la ira de Kagami.

—Olvídalo, no es asunto mío…—

El moreno frunció el ceño. ¿Qué asuntos importantes eran los que Kagami tenía que tratar con él? “Seguramente es algo como…’Hey Daiki, aún te amo, vuelve conmigo’” Pensó repentinamente sonriendo tontamente a sus propias palabras, pues no pensaba darle el gusto a Kagami siquiera de decir aquellas palabras que había formulado en su mente; dejó pasar aquella plática con Himuro, pues realmente no le pareció algo relevante…. Pensó que no había nada importante que Kagami pudiera decir.

 

En ese preciso momento sus ansias por tomar fotografías empezaron a surgir, él sólo hacía tomas cuando estaba lo suficientemente inspirado o emocionado… y sin ningún atisbo de contenerse tomó la cámara que se encontraba sobre su pecho y enfocó el lente sobre sus cuatro amigos, mirando cada uno de sus movimientos a través de la cámara, notando cómo Himuro lo miraba de reojo.

Aunque había caído la noche, la luz era perfecta, pues las cuatro lámparas en el lugar alumbraban de una manera que Aomine agradeció, ya que podía sacar fotografías sin tener que contenerse por la ausencia de luz.  Sin entender del todo sus acciones en ese momento, empezó a oprimir el botón de aquel aparato, tomando muchas fotografías al momento.

No había notado dos cosas, hasta que volvió a la realidad: la primera era que una sonrisa había aparecido en su rostro… la segunda era que durante algunos minutos, no había podido despegar la lente de la cámara de Kagami y sus asombrosos movimientos; al notar ese último hecho, bajó rápidamente la cámara, y se abstuvo de seguir retratando a sus amigos, maldiciéndose internamente por sus acciones y por haberle tomado demasiada importancia al pelirrojo.

Sin darse cuenta, Himuro sonreía traviesamente, pues había sido testigo de hasta el más mínimo movimiento de su cuñado.

 

—Rayos, Shin-chan… ésta vez tus tiros no han sido muy certeros.— Protestaba Takao, con ambas manos sobre sus rodillas intentando tomar un poco de aire.

—¿Qué me dices de tus pases? Hoy han sido terribles~nanodayo~—Respondía el peliverde, acomodando sus lentes.

—Sólo cinco puntos más y seremos los ganadores.— Kagami fue el siguiente en hablar, mostrando una sonrisa de lado a lado, mientras Kasamatsu se acercaba a él.

Aomine quedó casi paralizado al ver cómo Kasamatsu caminaba hasta donde el pelirrojo y ambos chocaban los puños, notó la inmensa sonrisa de ambos y una sensación desagradable pasó por todo su cuerpo. Jamás había visto a su esposo tener ese mismo gesto con alguien que no fuera él… la única persona con quien Kagami chocaba los puños siempre había sido él, y ahora notaba al pelirrojo hacer ese mismo gesto con el chico pelinegro, y aquella sensación que tuvo de repente no le gustó en lo absoluto.

 

—Son asombrosos ¿No te parece?— Himuro sacó de todos sus pensamientos al moreno; Aomine miró a los cuatro chicos enfrente de él seguir con su juego.

—¿Por qué no estás jugando?—Interrogó, aunque ni siquiera había pensado bien en su pregunta, simplemente había hablado para tratar de desaparecer los pensamientos que lo atormentaban.

—Bueno, señor ‘genio’, sería un poco injusto jugar 3 contra 2… además Taiga no quiere hacer equipo conmigo.—

La respuesta que Aomine recibió lo había hecho poner ambos pies sobre la tierra, ahora en verdad estaba interesado en lo que su cuñado le contaba, y claro que quería escuchar todo lo que éste tenía que decir.

—¿Por qué?—

—Él dice que se coordina mucho mejor con Kasamatsu, ese maldito… fui yo quien le enseñó a jugar después de todo.—

El peliazul abrió grandes los ojos ante aquella confesión. ¿Desde cuándo Kagami se coordinaba bien en basquetbol con otra persona que no era él? Y no pudo soportar más el espectáculo que estaba presenciando; cuando Kagami hizo otra clavada, burlando la defensa de Midorima y fue felicitado por Kasamatsu con una nalgada en el trasero; Kagami ni siquiera se alarmó ante el gesto de su compañero de juego, simplemente sonrió tontamente.

Pensó que ya había tenido suficiente, al menos por esa noche, así que se decidió a salir de ese lugar; se levantó de la banca, ante la mirada de asombro de Himuro, y sintiendo los orbes de los otros cuatro jugadores sobre él salió de ese lugar con pasos torpes.

 

—¿Qué le pasa?—Takao enarcó una ceja, para luego alcanzar la mano de Midorima y enredarla entre la suya. El peliverde ni siquiera se molestó en decir nada.

—¿Qué demonios le dijiste, Tatsuya?— El pelirrojo encaró a su hermano, pues sabía que Himuro y Aomine jamás habían llevado una excelente relación como cuñados, y la forma en la que el moreno había salido de ese lugar le hizo saber que Himuro había dicho algo innecesario.

—A mí no me veas… no dije nada que no fuera cierto.—

..::..

.:.

.

Caminaba hacia su auto lujoso, quitándose del cuello el listón de la cámara, y aventando ese objeto en el asiento del copiloto. No podía entender por qué se sentía tan enojado, tan intranquilo… tan dolido. Encendió furioso el auto y sin siquiera ver por el retrovisor si algún auto se acercaba, puso reversa al auto y salió del estacionamiento, conduciendo ésta vez hacia la casa de su padre, donde había estado allí desde hacía un día… pero algo mejor se le ocurrió.

Sin importarle nada más, detuvo en seco el automóvil, orillándose para dejar oportunidad a otros autos de seguir su camino, apagó el vehículo, después tomó su teléfono celular y digitó el número principal en su agenda de contactos, esperando a que la persona del otro lado de la línea respondiera.

 

—¿Aominecchi? Hola amor ¿Cómo te va con tu familia?— Kise dejó escuchar su voz por la bocina, luego escuchó un suspiro de parte del moreno. —¿Estás bien?—

—Estoy bien.— confirmó, simplemente para no preocupar a su prometido.

—Te he extrañado…— Un tono de voz cálido denotó su voz —Quiero verte…—

Aomine cerró los ojos y se recargó en el volante, permaneciendo en silencio unos segundos, simplemente escuchando la respiración del rubio a través del teléfono.

—También quiero verte…— Musitó esperando que su voz no sonara tan triste, pero a los oídos de Kise ese tono no había pasado desapercibido —Quiero verte ahora…—

—¿Ahora? Pero… estás a kilómetros de aquí, Aominecchi ¿Todo bien?— Sonaba preocupado, no sabía qué estaba pasando con el moreno, pero tampoco podía dejar las cosas así.

—Quiero verte… ahora…— volvió a repetir, esperando que Kise entendiera la necesidad de verlo en ese instante

—Entiendo… tomaré el auto e iré a tu encuentro.—

Notas finales:

Espero que les haya gustado este capi. Como dije.. fue más corto, así que procuraré no tardar demasiado con la actualización.

Nuevamente les digo que sus ideas son muy bien recibidas, cualquier idea que crean que se puede aprovechar en este fic son recomendables (por ahí alguien me dio una idea bastante buena que pienso meter en el siguiente capi.)

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).