Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

[Reviews - 129]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Creo que me retrasé más de la cuenta con este capítulo, así que les pido una disculpa.

Espero compensarlo con este buen capítulo... creo que aquí se vienen unas cuantas cosas que seguramente les gustará, así que disfruten la lectura.

Es cierto... tengo que poner una Advertencia: este fanfic contiene Lemmon, y el lemmon es AoKise, sé que a algunas de ustedes no les agrada la pareja, así que pueden pasar por alto esa parte y seguir leyendo el fic normal (yo lo haría XDD)

Gracias!

 

…:::Capítulo 6— ¿Quién es él? :::…

..::..

.:.

.

Aomine colgó la llamada y sin pensarlo dos veces encendió de nuevo el auto, para tratar de salir de aquella ciudad que lo único que le traían eran problemas. Estaba molesto… claro que lo estaba y al pensar tanto en la razón, pudo deducir que Kagami lo había cambiado rápidamente como amigo y como persona… o al menos es lo que quería pensar el peliazul. Sabía que no había otra cosa de la que debiera preocuparse, pues su corazón era totalmente de Kise, pues el modelo rubio no había salido de su cabeza durante esos dos días en los que había estado en su lugar natal.

 

Conducía a las afueras de la ciudad, pues pensaba que era muy pronto para que su rubio novio se presentara ante su padre y su familia, así que decidió ir a buscar algún hotel en la ciudad vecina y allí esperar a Kise.

..::..

.:.

.

La noche hacía gala de todo su esplendor y las estrellas no dejaban de mostrarse en el cielo, eran cerca de las 9 de la noche cuando Kagami decidió tratar de hablar con Aomine, pues conocía perfectamente a su hermano Tatsuya, y sabía que el pelinegro había molestado al moreno con sus comentarios.

Estacionaba el auto junto a la casa de su suegro, salía de su vehículo y caminaba hasta el hogar del padre de Aomine, quien por supuesto que no se esperaba la visita del chico pelirrojo, sin embargo, lo recibió encantado.

Para Kagami no era raro el buen trato de aquel hombre, pues lo conocía desde que era un niño; prácticamente para el pelirrojo, el padre de Aomine había sido como un segundo padre.

 

—¿Cómo estás, Taiga? ¿Te ofrezco algo de tomar?— El señor habló, cerrando la puerta tras haber entrado el pelirrojo.

—No… estoy bien, gracias.— Entró, y lo primero que hizo fue recorrer sus ojos por el lugar, en busca de su esposo moreno —Vengo a hablar con Daiki.—

El hombre de mayor edad miró confundido al recién llegado, y Kagami no tardó mucho tiempo en reconocer aquella mirada.

—Él no ha venido aquí… dijo que iría a verte a tu casa y no ha regresado…—

Kagami denotó sorpresa en su mirada, no podía imaginar a dónde había ido el moreno  a esa hora.

—¿Qué pasó entre ustedes?— Preguntó el padre de Daiki, al ver tan pensativo al pelirrojo, sin embargo, éste último no dijo nada.

..::..

.:.

.

Kise había seguido al pie de la letra cada una de las indicaciones que su prometido le había señalado para ir a su encuentro… había conducido por menos de dos horas, pues no se daría el lujo de privar a Aomine de su presencia, y mucho menos cuando había escuchado su tono tan diferente a través del teléfono celular.

Dejaba su auto último modelo en el estacionamiento de un hotel de tres estrellas… no podía imaginarse por qué su prometido se había ido a hospedar a un hotel de tan baja categoría, quería pensar que por lo menos el cuarto en el que él se encontraba era el más ‘lujoso’ del lugar.

Se dedicó a salir de su suntuoso  auto, para hacerle una última llamada a su moreno novio para que saliera de su cuarto provisional y fuera a recibirlo, y por fin, después de unos pocos minutos, el moreno se mostró delante del rubio, regalándole una tierna sonrisa y caminando directo hacia él.

 

—¡Aominecchi! Te extrañé…—Se lanzó hacia el moreno y lo rodeó gentilmente con sus brazos, sintiéndose correspondido al instante por el moreno.

—Sólo fueron dos días…— El moreno también sonrió, pero debía admitir que aunque solo hayan sido dos días, claro que había extrañado a su rubio prometido, simplemente se sentía como que su vida no estaba completa sin él.

Aomine tomó el rostro blanco de Kise entre sus manos y juntó sus labios en un beso tierno, que el rubio convirtió en uno apasionado, sin importarles que las personas que pasaban los pudieran mirar. No pasó mucho tiempo para que el rubio deshiciera el beso y mirara tiernamente al otro.

—Así que ésta la ciudad en donde naciste…—Miró a su alrededor, enarcando una ceja, haciendo justamente ese tipo de rostro que el moreno detestaba con demasía: un rostro de superioridad.

—No, ésta no es mi ciudad natal.— Se atrevió a confirmar, con un poco de seriedad en su tono —El lugar donde nací está a 20 minutos de aquí.—

Kise frunció un poco el ceño al no poder entender por qué el moreno no lo había citado directamente en el lugar donde Aomine había pasado toda su infancia y adolescencia.

—Estoy hospedado en la casa de mi padre… él aún no ha aceptado muy bien la noticia.— Se apresuró a confirmar, pues el rostro de Kise mostraba cada vez más molestia.

El rubio suspiró, entendiendo totalmente las palabras de su prometido, le pareció que el moreno aún tenía cosas que arreglar con su familia cercana, y él no podía interferir con ello.

 

Después de una pequeña sonrisa que le decía a Kise ‘No te preocupes’ el más alto tomó la mano del rubio entre la suya, y ambos empezaron a caminar hacia la entrada del hotel. Kise no pudo evitar mirar a la recepcionista, quien le mostró una gran sonrisa y luego rodó sus ojos por todo el lugar.

—Aominecchi, no puedo creer que te hospedaras en un lugar como éste…—

El peliazul hizo como si no hubiera escuchado aquél comentario, odiaba bastante el tener que escuchar comentarios como ese de parte del rubio, sin embargo, amaba a Kise, y no tenía por qué cambiar su personalidad, seguramente ya aprendería a vivir con aquello.

 

Giró la perilla de la puerta y se dispuso a entrar al cuarto, sintiendo los pasos de Kise detrás de él, no iba a dejar pasar la oportunidad de tener a su prometido allí y no aprovecharlo.

Apenas entró el rubio, y se abalanzó hacia él, en un beso apasionado, arrinconándolo en la puerta y  enredando su lengua con la del modelo, al momento en el que una de sus manos se encargaba de cerrar dicha puerta con seguro, para que nadie pudiera interrumpirlos.

Ambos cuerpos no tardaron en caer en el deseo y el desenfreno de emociones, cuando se dieron cuenta, ambos yacían sobre la cama, completamente desnudos; Aomine justo arriba del rubio, quien recorría sus manos por todo el cuerpo moreno, mientras a sus oídos llegaba cada uno de los suspiros del otro.

 

—Fueron dos difíciles días sin ti.— vislumbró aquellos orbes color zafiro, dedicándose a acariciar la mejilla de su prometido, en un toque suave.

—Bueno, ya me tienes aquí… así que hay que aprovechar el momento.— Sonrió cautivadoramente, para luego lubricar sus dedos con su propia saliva, e ingresar uno de esos dedos en el cuerpo del rubio.

Kise dejó salir un quejido al sentirse invadido de esa forma; no pasó mucho tiempo para que sintiera dos dedos dentro de su ser, jugueteando dentro de sus paredes internas. Gritó de placer cuando los diestros dedos del moreno golpearon su próstata, y sin poder contener su voz, gritó y pidió por más, a lo que Aomine hizo caso a esas súplicas y tocó una y otra vez aquella zona que había hecho gritar al rubio.

Sin poder esperar más por hacer suyo al rubio, se posicionó entre aquellas piernas blancas y sacó un condón de su pantalón, ya que él jamás tenía sexo sin protección, incluso si Kise estaba completamente sano. Después de ponerse dicho condón, lentamente empezó a abrirse paso entre el cuerpo del rubio, mordiéndose el labio ante todo el placer que en ese momento el cuerpo contrario le brindaba. Los gemidos de Kise no se hicieron esperar, aquellos gemidos llenaron la habitación, sin siquiera pensar ni mucho menos importarles que tal vez los cuartos vecinos estaban ocupados.

Las embestidas ahondaban cada vez más en el cuerpo del rubio, quien nuevamente gritó de placer al sentir cómo la virilidad del moreno golpeaba su próstata deliciosamente.

Era cierto… sólo habían pasado un par de días sin verse, pero el deseo no se había hecho esperar y ellos simplemente se entregaron.

—Ahí… Daiki… oh sí… ¡¡sigue!!— Gritaba el modelo, sintiendo las poderosas embestidas provenientes de las caderas del peliazul, aferrándose fuertemente de las sábanas, sumiéndose en el mundo de placer y gloria que sólo su prometido sabía darle.

 

Lo último que Kise escuchó del moreno fue un gruñido, antes de que ambos, al mismo tiempo terminaran en un orgasmo que los hizo poner la mente en blanco ante tantas sensaciones.

Aomine dejó caer su cuerpo sobre el de su novio, escuchando la respiración agitada de éste, mientras sus manos, lentamente recorrían el pecho de Kise en toques tiernos, tratando de calmar los latidos precipitados de su corazón.

 

—Te amo…— Musitó el fotógrafo, besando una y otra vez la piel blanca expuesta que tenía a su paso.

Kise dejó escapar de sus pulmones un gran suspiro, sus manos se entretenían en jugar con aquel cabello azul y sedoso, respondiendo con un ‘te amo’ casi inaudible.

..::..

.:.

.

Lentamente abría los ojos, para encontrarse con cabellos dorados frente a él; se dio cuenta de que después de la sesión de sexo de anoche, había ido a la cama junto a Kise. Disfrutó el momento, sin que otro pensamiento o problema pasara por su mente, pues ésta estaba llena de Kise, y prefirió permanecer así por más tiempo. Envolvió el cuerpo del modelo con su brazo, esperando que aquel momento jamás terminara.

Sin embargo, tuvo que disipar sus deseos por ese momento, pues el celular de Kise sonó estrepitosamente en el lugar, despertando al propietario del teléfono, quien dejó salir un quejido al ser despertado de esa forma.

Tras incorporarse un poco de la cama, giró el cuerpo y dejó un beso fugaz en los labios de su prometido para después alcanzar el celular que no dejaba de sonar molestamente.

 

—¿Hola?— Contestó, sin siquiera notar el nombre que aparecía en la pantalla del celular.

—Ryota.. ¿Dónde rayos estás? ¡Tienes una sesión al mediodía!— La voz de Akashi no sonaba como de costumbre, y aquello no pasó desadvertido por el rubio.

—¡Akashicci! No debes preocuparte… estaré allí a tiempo… sólo tuve cosas importantes qué atender.—

—Solo… no tardes, Ryota…—

La llamada terminó rápidamente, y a Kise le dio un escalofrío al escuchar la última oración de su medio hermano, más que una petición, había sido una amenaza… sabía que no debía hacer enojar al chico con los ojos bicolor o lo lamentaría por mucho tiempo. Kise no pudo evitar mirar el reloj de su celular y al ver la hora, de un golpe se levantó de la gran cama, asustando por un momento al moreno.

 

—Lo siento, Aominecchi, tengo que estar en Nueva York o mi hermano me matará…— Estiró su mano y alcanzó su pantalón que yacía en el piso, sin pudor alguno al saber que el moreno podría recorrer a placer su cuerpo desnudo con solo sus ojos.

Aomine permaneció en silencio, sabía, por experiencia propia, el temperamento de Akashi en cuanto a trabajo se refería, y no podía culpar a Kise por tratar de apresurarse e ir al trabajo.

 

En menos de 2 minutos, el chico rubio se encontraba completamente vestido, lo único que le faltaba era acomodar su corbata, antes de salir disparado hacia su auto y regresar a Nueva York para empezar con su sesión de fotos.

—Oi… Kise…—

La ronca voz del moreno lo hizo detener todos sus movimientos y sin preámbulos, giró el rostro y se enfocó en aquellos orbes azules de su novio.

—Se supone que mañana debo regresar a Nueva York también…. Pero por el momento me es imposible.— Notó la penetrante mirada de ojos amarillentos sobre él —Ni siquiera he aclarado las cosas como debo… mi hermana está de viaje, necesito también hablar con ella….—

El de piel blanca sonrió a las palabras recién escuchadas, sabía totalmente a qué se refería Aomine con la última oración.

—No te preocupes, Aominecchi… yo me encargaré de mi hermano… puedes quedarte el tiempo que te sea necesario.—

Rápidamente el rubio acomodó su corbata y se puso los zapatos, para luego regresar hacia Aomine, quien aún se encontraba en la cama, con la sábana enredada en su cuerpo y lo besó apasionadamente; ambas lenguas se encontraron con roces tiernos.

—Te veré luego… te amo…— Se despidió el rubio, y con movimientos rápidos, tomó su celular y lo guardó en el bolsillo de su pantalón, luego se dirigió hacia la puerta, donde se perdió a la vista del moreno.

 

Aomine rascó su cabeza al mismo instante que chasqueaba la lengua; claro que no le había mentido a Kise, debía hablar con su hermana…. Pero además de eso, había un problema aún más grande, y eso implicaba a cierto chico pelirrojo que se estaba haciendo el difícil por sólo firmar un simple documento.

..::..

.:.

.

Después de haber dormido un poco más en aquel hotel de tres estrellas, decidió regresar a la casa de su padre, donde se hospedaba temporalmente; entregó la llave del cuarto que había ocupado a la recepcionista, y luego se dirigió hacia su auto, entrando rápidamente en él, para ponerse su cinturón de seguridad.

Miró su cámara fotográfica, sobre el asiento del copiloto, y después de fruncir un poco la boca, tomó aquél objeto, encendiéndolo sin pensarlo. Sus dedos empezaron a oprimir varios botones, y sin saber lo que estaba haciendo, empezó a observar las fotos que estaban guardadas en la memoria de dicha cámara.

Sus ojos no pudieron apartarse de la pequeña pantalla, una a una fueron pasando las fotos que había tomado la noche anterior… sus orbes empezaron a delinear las imponentes figuras que se mostraban.

Y entonces se dio cuenta de lo que estaba haciendo: no podía dejar de mirar aquellas imágenes en las que aparecía Kagami.

“¡Demonios!” Se gritó a sí mismo, preguntándose por qué había tomado tantas fotos en las que específicamente aparecía el pelirrojo.  Queriendo callar todos sus pensamientos, encendió el auto, dispuesto a regresar al hogar de su padre que era su estadía temporal.

 

Había manejado el auto por 20 minutos cuando llegó a su destino, abrió la puerta de la casa y un par de orbes azules, igual a los de él se posaron sobre su persona, en un gesto de preocupación.

 

—Daiki ¿Dónde estuviste toda la noche?— El hombre de mayor edad habló, con angustia en su voz, esa misma angustia que Daiki había olvidado tras haberse ido de ese lugar.

—¿Qué importa? Soy mayor de edad, puedo cuidarme a mí mismo.— Claro... ahora recordaba que esa misma plática sucedía en sus tiempos de adolescencia.

—Taiga estuvo buscándote…—

Aquella confesión hizo que el de menor edad lo mirara con un poco de sorpresa.

—¿Taiga? ¿Por qué demonios ese idiota me buscaría?—

—Estaba preocupado por ti.—

Frunció el ceño ante la última oración “¿Preocupado por mí? ¿Por qué debería estar preocupado? ¿Porque me fui toda la noche?                                      

—Lo que sea.— Finalmente mencionó, tratando de no darle importancia al hecho de que su aún esposo, lo haya buscado la noche anterior. Pensó que tal vez Kagami se sintiera mal por el hecho de cómo el moreno se fue de ese lugar, sin decir ni una palabra y sin mirar atrás.

 

El hombre de mayor edad miró a su hijo, o más bien lo observó, a sus ojos, Daiki no había cambiado en lo absoluto, no podía saber si aquella misma actitud arrogante, egoísta y desinteresada permanecía con él incluso en Nueva York.

Esa misma actitud había hecho que el chico buscara irse de ese lugar y encontrar algo, que según él, era mejor… Lamentablemente Daiki no se daba cuenta de todas las cosas que podía perder si convencía a Kagami de firmar los dichosos documentos de divorcio, pero en éste asunto, aquél señor no quería intervenir en lo absoluto, pues después de todo, su hijo tenía razón: Daiki era lo suficientemente adulto como para tomar sus propias decisiones.

Para su padre, Daiki podría ser muy famoso y tener mucho dinero, pero ante sus ojos aún le faltaba mucha humildad.

 

—¿Qué?— Preguntó el de menor edad al sentir la penetrante mirada de su padre sobre él; jamás le había gustado aquella mirada y en ese momento aquello no fue la excepción.

—Nada… sólo recordaba muchas cosas.—

Daiki sólo suspiró sin decir nada más, simplemente sacó del bolsillo de su pantalón su celular, pensando en llamar nuevamente a su abogado para saber si éste ya había encontrado alguna solución rápida a su problema, en caso de que sus planes fallaran. Pero no pudo marcar aquel número, pues escuchó cómo la perilla de la puerta de la entrada giraba y la puerta se abría lentamente.

Del umbral de la puerta cruzó una chica pelirrosa, que sonrió ampliamente al ver a Daiki parado en medio de la sala de estar. Daiki miró a su media hermana correr hacia él, y un calor reconfortante llegó a su pecho.

 

—¡¡Dai-chan!!— La chica corrió y sin pensarlo dos veces abrazó al chico peliazul, posando su mejilla en el pecho de él.

—Sí… es bueno verte, Satsuki.— Daiki rodeó a la chica con sus brazos, en un toque tierno, él no era un tipo de muchas palabras, sin embargo se sentía feliz al volver a ver a su hermana después de tantos años.

—Creí que tardarían un par de días más…— El padre de ambos chicos habló, interrumpiendo el lindo momento que estaban teniendo. La chica lentamente deshizo el abrazo y le sonrió a su padre.

—Bueno, inesperadamente se nos terminó el dinero…— Soltó un par de risas, pues no esperaba que el dinero que había guardado para sus vacaciones se terminaran antes de tiempo.

Aomine  aún no entendía muy bien el asunto, su padre y su hermana hablaban en plural… además tenía bien sabido que Satsuki no era una chica a quien le gustara permanecer sola, ella ni loca se iría de vacaciones sola… entonces… ¿Con quién rayos se había ido?

 

No había salido de sus pensamientos cuando escuchó nuevamente el sonido de la puerta, giró un poco el rostro y miró como un pequeño niño de cabellos azules y sonrisa amplia corría rápidamente hacia su padre gritando un ‘hemos regresado’. El señor recibió al pequeño gustoso en sus brazos, levantándolo lo suficiente para abrazarlo y fue inmediatamente correspondido.

Aquella escena entre su padre, su hermana y aquel pequeño desconocido era digna para fotografiar, pero no era el mejor momento para eso… pues tenía cosas mejores en mente.

 

—¿Quién es él?— Preguntó, con un tono demandante que no pasó inadvertido por los presentes. El pequeño peliazul miró al hombre de mayor edad, como preguntando lo mismo con la mirada.

Satsuki no pudo evitar abrir los ojos con suma sorpresa y el silencio por unos momentos reinó en el lugar.

 

 

Notas finales:

Me disculpo si hubo alguna falta ortográfica, y si fuera así, siéntanse libres de señalármelo.

Gracias a los que han seguido la historia y a los que leen entre las sobras! c:


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).