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Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

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Notas del capitulo:

Muchas gracias a las personas que han estado siguiendo los capítulos. He leído cada uno de sus comentarios, aunque no tengo mucho tiempo de contestarlos, gracias a sus genials reviews en los que me exponen sus ideas y lo que puede llegar a pasar... creo que estoy tomando cada una de sus ideas y las estoy ingresando poco a poco el fic... así que si ustedes leen el capítulo y piensan "Oh rayos! eso es lo que estaba pensando" entonces ya saben por qué es xD
Además... no es excusa, pero creo que mi laptop está muriendo de a poco, espero que no me abandone ;n; 

Sigue el drama de telenovela, como varias de ustedes le han llamado y a lo que doy fe xD

Mi Beta Reader dice que está odiando a Aomine... y no es mi intención que ustedes lo odien, pero créanme que es la base para lo que se viene después <3

…:::Capítulo 7— El pequeño niño :::…

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El pequeño niño era cargado por su padre; pudo observar perfectamente al infante: ojos rojos, cabello azul, la misma tez de Kagami…

—¿Quién es el?— Volvió a preguntar al notar que ni Satsuki ni su padre hablaban. Pero las respuestas tuvieron que esperar, pues una chica trigueña entró a la casa, con una maleta en mano.

—¡Satsuki-chan, ven a ayudarme un poco con las maletas!—

Aomine giró el cuerpo para encarar a la persona recién llegada, y frunció el ceño al ver a la chica castaña frente a él.

—¿Aida Riko?— Daiki cuestionó, sin poder imaginar lo que la chica trigueña estaba haciendo allí.

La recién nombrada dejó la maleta en el piso y su rostro de alegría desapareció al ver al chico parado en ese lugar, mirándola como si hubiese visto a un fantasma.

—Vaya, por fin regresas.— La trigueña puso una mano en su cadera mientras miraba fugazmente a la pelirrosada.

 

Un silencio incómodo surgió en el lugar, Daiki no sabía por dónde empezar a preguntar: si por la chica trigueña o por el niño en brazos de su padre. Satsuki parecía estar muy incómoda con toda la situación y el niño y el hombre de mayor edad no dijeron nada.

—¿Quién es él?— Por tercera vez se dejó escuchar esa pregunta en relación al pequeño que yacía en brazos de su padre.

—¿Has hablado con Kagamin?— La pelirrosada denotó una voz tranquila mientras pasaba una mano por el sedoso cabello azulado del niño.

Aomine entrecerró los ojos ante la pregunta. ¡Por supuesto que había hablado con Kagami! Y éste le había hecho la vida imposible en ese lugar. Pero por la mirada inquietante de su padre y el repentino nerviosismo de su hermana supo que debía seguir preguntando.

—Claro que he hablado con él.—

Satsuki entendió que había cosas que su hermano no sabía, cosas que habían pasado en esos 5 años en los que él se había ido a Nueva York, y que seguramente no podría asimilar bien.

 

El pequeño silencio incómodo se vio interrumpido por Riko, quien carraspeó al saber que de la boca de Satsuki no salía ninguna palabra más.

—Creo que… iré a dejar a Ryo a su casa.— Pasó al lado de los dos hermanos y llegó hasta donde el señor de mayor edad.

—Te acompañaré, Riko.— El padre de los chicos habló, para no soltar al pequeño y salir de esa casa, con Riko delante de él. A lo que Satsuki y Daiki quedaron en ese lugar solos.

 

El ambiente seguía muy pesado en el lugar, Daiki pensó que preguntar nuevamente por el pequeño niño era algo innecesario, puesto que conocía a Satsuki y tenía bien entendido que la chica había evitado sus dos preguntas anteriores; sabía que no respondería con una nueva pregunta, así que dejó el tema y retomó otro.

 

 

 

—¿Qué demonios está haciendo ella aquí?— Por fin Daiki pudo pronunciar, frunciendo el ceño y denotando molestia en su voz.

La pelirrosada quedó en silencio por unos segundos, sabía que ese tema llegaría tarde o temprano  sin que pudiera evitarse, así que, tal vez era momento de afrontarlo de una vez.

 —Verás, ella…— Suspiró en modo de derrota ante sus siguientes palabras —Me casé con Riko.—

 

El moreno no pudo evitar mostrar su total estupefacción ante las recientes palabras, miró cómo su hermana levantaba la mano y con una enorme sonrisa en su rostro mostraba su anillo de bodas.

Bajó la mirada después de haber visto el objeto en el dedo de la chica, era como si no la conociera en lo absoluto. Sólo habían pasado 5 años, pero él de repente sintió que habían sido 10.

 

—¿Por qué te casaste con ella?— Aquello más que una pregunta sonaba como un reclamo por parte del moreno. Daiki tenía bien en claro los gustos de su hermana, y jamás la había juzgado por ello, pero sí recordaba cómo en la escuela secundaria, cierta chica castaña había hecho sufrir a su hermana al no corresponder su amor. Y ahora se enteraba que ellas dos estaban casadas.

La chica solo miró a Daiki con la pregunta en los ojos. No entendía aquella pregunta, pues el moreno, más que nadie sabía sobre sus sentimientos hacia Riko.

—¿Por qué, Satsuki?— Esta vez alzó más la voz para que su hermana le contestara —¿Por qué carajos te casaste con ella después de que te rechazó por tanto tiempo?—

A la chica no le gustó nada cómo el moreno le gritaba y le hablaba, no iba a soportar aquellos arranques de ira hacia ella.

—¡¡¡Dai-chan!!! ¡¿¿Llegas después de 5 años y quieres decirme qué hacer y controlar mi vida??!—

 

Y el moreno quedó con la boca sellada. Era prácticamente lo mismo que Kagami le había dicho al llegar, y ahora se daba cuenta de que ambos estaban en lo cierto. Suspiró derrotado ante todos sus pensamientos. ¿Cómo osaba regresar después de 5 años de haberse desentendido de todo ese mundo que lo rodeaba y llegar como si nada a reclamar cosas que no le incumbían?

—Todas las personas tienen la posibilidad de cambiar, Dai-chan—El comentario suave de la chica lo sacó de su ensimismamiento —Tal vez Riko y yo nos llevábamos bien en secundaria, pero cuando estudiamos la universidad fueron cosas diferentes. Empezamos a conocernos mejor y nos enamoramos.—

Escuchó atento cada una de las palabras de su hermana, pero una oración en especial se le quedó grabada. “Todas las personas tienen la posibilidad de cambiar”. Esa voz molesta de la pelirrosada retumbaba en su mente, y quiso aceptar que su hermana tenía razón.

 

Satsuki puso una mano sobre el hombro de su hermano y denotó una mirada tierna

—Sobre tu otra pregunta… habla con Kagamin, yo no puedo entrometerme en esos asuntos.— Mostró una pequeña sonrisa y se dispuso a ir a su cuarto a descansar del largo viaje, dejando a su hermano parado en medio de la sala, totalmente pensativo.

 

Hizo una mueca de molesta al saber que debía enfrentar nuevamente a su esposo. Aquello era mucho problema,  no quería encontrarse al pelirrojo y que éste lo cuestionara por lo de la noche anterior, en donde no se supo nada del moreno, pues la pasó en un hotel de tres estrellas en el pueblo vecino.

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No le había tomado tanto tiempo llegar hasta la casa de su aún esposo. Había subido a su auto, y había manejado, un tanto intranquilo, hasta su destino. Dejó el coche estacionado junto al de su padre y con pasos tambaleantes, (por la incomodidad del piso de terracería) se dirigió hacia la bella casa que se encontraba junto al lago.

Llegó hasta la puerta y escuchó varias risas provenientes de la sala de la casa, y sin ningún atisbo de educación giró la perilla de la puerta, sabiendo totalmente que su esposo no la había cerrado. Aquello era como una pequeña manía que Kagami siempre había tenido: el no cerrar la puerta, y vaya que lo recordaba, pues varias veces que el moreno había cuestionado al otro, le daba una contestación tan simple como “¿Y qué tal si algo en la casa se incendia y la puerta está cerrada? ¿Por dónde saldremos?” Si lo pensaba dos veces, aquello era muy tonto; no pudo evitar reír ante el pensamiento.

 

Por fin abrió y de repente los ojos de cuatro personas dentro de la casa se fijaron en él. Su padre, Riko, Kagami y el pequeño niño lo miraban con diferentes emociones.

—Papi ¿Quién es él?— El pequeño fue el primero en hablar, corriendo hacia el pelirrojo y abrazándolo. El chico moreno no le daba muy buena espina, no le había dado una buena impresión desde la primera vez que lo vio, y su inseguridad hizo que se dirigiera hacia el pelirrojo.

A Daiki incluso se le había ido el aire al escuchar al pequeño llamar al otro ‘papá’, y parecía que los demás presentes se habían dado cuenta de ese hecho, pues el hombre de mayor edad y Riko inmediatamente se levantaron del sofá donde estaban sentados.

 

—Kagami, creo que es momento de irnos.— La chica ahora caminó hasta el pequeño, se agachó un poco y posó una mano en sus cabellos azules. —Seguro que Ryo se divirtió mucho con nosotras.— Sonrió, notando cómo el pequeño asentía con una gran sonrisa, luego ella se incorporó y miró fugazmente a su cuñado.

—Gracias por el té, Taiga, por ahora debemos irnos.— el padre de Daiki también se despidió del pequeño y sin esperar más tiempo él y Riko  salieron de aquella casa.

 

Genial  ¡es perfecto!” Pensó Kagami en sarcasmo, mientras miraba a un sorprendido Aomine permanecer a pocos metros de la puerta, sin siquiera saber qué decir.

—Así que… tienes un hijo.— Apenas alcanzó a formular el moreno, fijándose en los ojos rubíes de su esposo.

Kagami no contestó al instante, sabía que ese momento llegaría tarde o temprano, incluso se había preparado mentalmente, así que trató de permanecer tranquilo mientras daba una buena explicación a todo el asunto. No iba a mentir. ¡Por supuesto que no! Iba a ser directo y franco, como siempre.

—¿Quién es ese chico?.— El pequeño se adelantó a las palabras de Kagami, sin dejarlo de abrazar.

El pelirrojo suspiró con derrota. Estaba preparado para enfrentar a Aomine, pero no a su propio hijo. Su respuesta tal vez no era buena en lo absoluto, pero sólo así se quedaría contento el pequeño.

—El… es solo un amigo… un amigo que conocí hace muchos años.—

 

No entendía por qué, pero aquella respuesta de Kagami le había hecho sentir un cúmulo de emociones repentinas: enojo, molestia, decepción, tristeza… todo junto y no sabía cómo lidiar con eso.

—¿Y cómo se llama?— Comenzó a cuestionar, como el típico niño de 4 años que era.

—Daiki... se llama Daiki.— Confirmó Kagami, evitando mencionar el apellido, y  decir que era el hermano de Satsuki e hijo de aquel señor al que Ryo amaba tanto, seguramente si decía aquello, el pequeño sospecharía algo más.

 

El moreno permaneció de pie, mirando la escena padre-hijo que pasaba frente a sus ojos, no podía controlar todos sus sentimientos desbordantes que una simple oración había causado.

—Ahora veo…— Habló por fin, atrayendo la atención del niño y del pelirrojo —Ahora entiendo que no pudiste olvidarme y te metiste con una chica de cabello azul... igual que yo… Eso es patético, Taiga.—

El pelirrojo se levantó del sillón, completamente molesto por las palabras, mirando con un fuego en sus ojos al moreno.

—Ryo… ve a tu cuarto.— Pidió tranquilo, sin que el pequeño supiera lo que estaba sucediendo.

—¡Pero papi! ¡Quiero ir a jugar basquetbol.— Pidió suplicante, jalando suavemente la camiseta de Kagami, éste tratando de contener su molestia, miró a su hijo y habló tranquilo.

—Ok. Ve a tu cuarto, cámbiate la ropa y trae tu balón.—

Ante el mandato, el pequeño, con una enorme sonrisa en su rostro, fue corriendo hacia su cuarto a llevar a cabo las órdenes de su padre.

 

Kagami volvió a encarar al moreno y trató de calmarse, evitando a toda costa decir cosas innecesarias que pudieran empeorar aquella situación.

—Deberías dejar de decir tonterías, Daiki.—

—¿Cuáles tonterías? Es obvio que cuando me fui buscaste a alguien con quién ‘divertirte’ y terminaste teniendo un hijo.—

Kagami estaba formando sus manos en puños, si el moreno no se callaba en ese momento podría golpearlo tan fuerte como su ira le permitiera.

—Las cosas no pasaron como tu pequeño cerebro te dice.— Estaba molesto, debía terminar con aquel malentendido de una vez —Daiki, Ryo es nue—

—¡Estoy listo, papi!— Ryo salió de su cuarto gritando fuertemente, interrumpiendo las palabras del pelirrojo que estaba dispuesto a dejar salir la verdad. Corrió con un balón de basquetbol entre sus manos y llegó hasta donde su padre, jalando su mano para que éste empezar a caminar hacia la salida.

 

Aomine suspiró resignado e hizo un ademán para que Kagami hiciera caso de la petición del pequeño, y Kagami, sin necesidad de ninguna palabra entendió, y se dejó llevar por la pequeña mano de su hijo.

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Ryo driblaba el balón, con la maestría de un niño de al menos 8 años, su cuerpo pequeño le permitía burlar fácilmente la defensa de su padre y tirar hacia la canasta.

Desde que tenía dos años se había interesado mucho por el balón de basquetbol, y apenas aprendió a caminar jugaba con ese objeto pesado para él, acaparando la atención de Kagami y sus amigos más cercanos, quienes no dudaron en enseñarle sus técnicas al pequeño.

Midorima le enseñaba a hacer tiros libres, claro que para Ryo era un poco difícil soportar el peso del balón, Takao y Kasamatsu se encargaban de enseñarle los pases y Kagami siempre jugaba con él, dándole algunos consejos para cuidar sus rodillas antes los poderosos saltos que el pequeño peliazul hacía; aquello lo había heredado de él y por supuesto que Kagami estaba feliz por eso.

 

—¡Te voy ganando, papi!— Gritó muy animado, con una sonrisa de lado a lado levantando el balón del piso. Kagami rió al ver a su hijo actuar de esa forma; el jugar basquetbol era el pasatiempo favorito de ambos, y aún más cuando podían jugar juntos de esa forma tan divertida.

—Claro… es que tus habilidades son estupendas, Ryo.— Mencionó recibiendo el objeto redondo en sus manos.

 

Aomine no entendía por qué rayos había seguido a Kagami y al pequeño hasta la cancha… no era como que quisiera jugar o algo por el estilo. Y la única excusa que tuvo para hacer aquello fue que quería molestar a Kagami con el tema de ‘el hijo que tuviste con otra’. Trataba de pensar bien las cosas. ¿Por qué le estaba molestando el hecho de saber que Kagami había tenido un hijo con una chica? Es decir… él estaba haciendo prácticamente lo mismo, pero con Kise, no es como que debiera molestarse por algo así. Pero no podía negar que la molestia y el enojo estaba en su pecho latente.

Suspiró resignado, mirando cómo el pelirrojo y el pequeño peliazul seguían con su juego de baloncesto. Una idea había pasado por su mente, se levantó rápido de su asiento y caminó hacia la salida de la cancha, ante la mirada cuestionante de Kagami, quien no pudo decir nada, pues el pequeño había acaparado toda su atención al momento; pero no pasaron muchos minutos cuando notó cómo el chico moreno nuevamente ingresaba al lugar, pero ésta vez portaba su cámara fotográfica al cuello.

 

No pudo evitarlo; enfocó la lente de la cámara hacia ambas personas que jugaban frente a él y empezó a tomar fotografías como si no hubiera un mañana. Y fue entonces el momento en el que notó el enorme poder de salto que Ryo poseía, justo igual al de su padre, y al notarlo… una sonrisa se formó en su rostro.

De repente el juego le empezó a parecer interesante, además de que Kagami se veía muy tierno jugando con su hijo “Espera… ¿Qué? ¿Taiga tierno? ¡Por supuesto que no!” Su mente empezó a hacerte varias preguntas al momento… claro que no pensaba que su esposo era tierno… por supuesto que no.

 

Fue en un tiro de Kagami, en el que el balón rebotó y rodó hasta los pies de Aomine.

—¡Daiki!— El pequeño agitó los brazos desde el otro lado de la cancha para llamar la atención del moreno, y exitosamente obtuvo su cometido —¡Ven a jugar con nosotros!—

Kagami permaneció en silencio, limpiaba con su camiseta el poco sudor que se había formado en su rostro; Aomine por su parte estaba sorprendido por la repentina petición del pequeño, no estaba seguro de poder estar tranquilo jugando con Ryo, teniendo en mente que el niño era hijo de su esposo y de alguien más…

Pero no pudo contestar, pues una persona entró a la cancha de basquetbol.

 

—¡Ryo! ¡Regresaste!— Kasamatsu, con pasos rápidos se acercaba al pequeño, quien mostraba la misma euforia al ver al pelinegro.

—¡Tío Yukio!— Corrió hacia el mayor y se aventó a sus brazos, siendo cargado por el pelinegro.

El moreno y el pelirrojo miraron la escena, Kagami con una sonrisa y Aomine con desinterés, en realidad era un tanto incómodo para él presenciar una escena en la que parecía que Kasamatsu era como de la familia.

De su mente no se pudieron apartar aquellos recuerdos en los que Kasamatsu había chocado puños con su esposo e incluso le había dado una nalgada de ‘ánimos’.  Desvió la mirada ante sus propios recuerdos.

 

—¿Qué te parece si vamos por un helado, Ryo?.— El pelinegro habló, bajando al pequeño para que este tomara su mano.

—¡Quiero uno de fresa!— El pequeño alegremente fue saltando junto a Kasamatsu, quien no evitó la oportunidad de sonreírle misteriosamente a Kagami.

¡No! Ese idiota planea dejarme aquí… ¡con este otro idiota!” El idiota al que se refería por último, por obvias razones era Aomine, pero no pudo decir nada, pues su hijo y su amigo salieron rápidamente de ese lugar, dejando solos a los otros dos.

 

Kagami suspiró resignado, al momento en el que Aomine dejaba su cámara en la banca en la que se había sentado y tomaba el balón entre sus manos.

Creyó que era el mejor momento para hablar con Daiki sobre Ryo, esperando que el moreno estuviera más tranquilo y con ánimos de al menos escuchar todo lo que tenía que decir.

—El tema sobre Ryo… no es como tú lo piensas.— Habló tranquilo, demostrando una gran madurez en todos los aspectos. —Hace cinco años yo me di cue—

—No importa… — Interrumpió descortésmente —No quiero saber que te fuiste a acostar con una chica parecida a mí para olvidarme.— Dejó el balón sobre la banca y miró a los ojos rubíes del otro.

—¿De qué carajo estás hablando?— No podía creer que el moreno siguiera con el mismo tema, a pesar de que ya le había dicho que las cosas no habían sido así.

—Taiga, sólo analízalo… Buscaste a una chica peliazul para tener un hijo con ella y que el pequeño te recordara a mí… no es la gran cosa.—

 

Trató de calmar toda la ira que de nueva cuenta se había apoderado de él. Respiró profundo para controlarse y no abalanzarse hacia el moreno y golpearlo fuerte. No entendía qué era lo que le había pasado a Aomine durante cinco años en Nueva York; sabía que tenía un muy mal carácter, pero durante todo el tiempo que lo había conocido no lo describía como un tipo egoísta, ególatra, vanidoso y prepotente… justo como se estaba portando en ese preciso momento.

Y entonces Kagami se dio cuenta: la pequeñísima chispa de amor que aún tenía hacia el moreno se había apagado completamente al ver ese cambio tan drástico de carácter en Aomine.

Su enojo y molestia se desvaneció al saber que después de tantos años… por fin había dejado de sentir algo por el moreno, y lo supo por la forma en la que éste le habló.

 

—..Después de todo no es como si te hubiera dolido mi partida y ahora lo entiendo.— seguía hablando sin saber que el pelirrojo estaba metido en sus propios pensamientos y apenas regresaba a la realidad —Te afectó tanto que tuviste que ir a bus—

—¡¡Ryo es tu hijo!!— Soltó de golpe, con voz potente, para que quedara claro de una buena vez y Aomine dejara de seguir con sus comentarios idiotas.

 

El moreno abrió los ojos en sorpresa, si Kagami le estaba haciendo una broma, definitivamente no era graciosa.

 

Notas finales:

Lamento si hubo algún error ortográfico o similar...a veces una que otra palabrita se me llega a escapar.

Nuevamente gracias por sus comentarios y lecturas, :) Me alegra saber que les está gustando la historia. <3


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