Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hogar, dulce hogar. por Dashi Schwarzung

[Reviews - 129]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Debo pedir una enorme disculpa por la actualización tardía de este fanfic, porque... tuve otro fic (el de convocatoria que subí ayer) y que me consumió mucho tiempo y esfuerzo, trataré de no atrasarme más con este escrito y... también aclaro que actualizaré el fic "Propiedad de Aomine Daiki" como muchas me lo han pedido. c:


Ahora, yendo al tema del fanfic... me han preguntado si este fic es un AoKise o un AoKaga xD rayos... la verdad es que no sé que responder, por el momento es AoKise, así que ténganme paciencia que tendrán su AoKaga en su momento. Espero que les agrade la actualización.
Discúlpenme si hay errores ortográficos, quise subirlo tal cual lo escribí para no perder tiempo, pero lo corregiré en cuanto le de una segunda revisada. 

Gracias a todos y gracias a las personas también que han soportado mis opiniones y me han apoyado (en especial gracias a Birna por su apoyo)

 

…:::Capítulo 9— Más secretos:::…

..::::..

.::.

.

 

—¿¡Tetsu!?— Gritó levantándose de su asiento, acaparando la mirada de Kasamatsu, Kagami y el pequeño Ryo.

—Aomine-kun.— El recién llegado mostró una pequeñísima sonrisa y caminó un par de pasos, notando cómo el moreno se dirigía hacia él.

 

—¿Quién rayos es ese flacucho?— Kasamatsu mencionó, con los brazos cruzados vislumbrando al moreno y al recién llegado que conversaban tranquilamente.

—Es un amigo de Aomine, viene de Nueva York.— Confirmó Takao, recordando la pequeña plática que había tenido con el peliceleste justo cuando lo había encontrado estacionado casi a media calle, totalmente perdido. El chico le había comentado  que llegaba de Nueva York para visitar a su amigo Aomine.

Kagami no mencionó nada, trató de no darle importancia a su esposo y su amigo y se dirigió hacia Ryo, para jugar un poco con él como era su costumbre; de inmediato Kasamatsu y Takao notaron que Kagami escapaba de la escena, pero no era como que se les hiciera extraño, después de todo parecía que Kagami de verdad no quería saber nada sobre Aomine.

 

—Te presentaré a mis amigos de la infancia.— Aomine  mostró una sonrisa y giró hacia donde estaban los demás chicos, al momento en el que caminaba hasta estar cerca de ellos. —Él es Kasamatsu Yukio, tiene un hotel lujoso en la zona turística.—

Ante la presentación el pelinegro estiró la mano para estrecharla con la del de menor altura.

—Soy Kuroko Tetsuya.— el miró fijamente al otro quien parecía no darle mucha importancia al asunto.

—Creo que ya conociste al policía que deambula por éstos lugares.— El moreno miró a Takao y Kuroko asintió a las palabras recién dichas.

—Bueno, en realidad debería de haberle levantado una multa al ver lo mal estacionado que el chico estaba.— Takao bromeó, sintiéndose totalmente cómodo con la situación.

Aomine dio un suspiro al saber que también tendría que presentar a su esposo; al menos Kuroko ya sabía que estaba casado, y que aún no se había divorciado. No recordaba cuántas veces el peliceleste lo había persuadido para que arreglara los papeles de divorcio, pero Aomine, no tomándole mucha seriedad a ello, dejó pasar el tiempo, y ahora estaba metido en un lío.

 

Kagami entendió la situación y se acercó hacia sus amigos, tomando el balón entre sus manos y llamando a Ryo para que se les uniera. No sería nada educado de su parte el ignorar al amigo de su esposo, así que trató de mostrar su educación y pensar en que aquél momento pasaría pronto.

—Él… él.. es mi…—

—Tu esposo.— Kuroko finalizó la oración que su amigo no podía terminar.

—Sí… exacto…—

—Soy Kagami Taiga.— El pelirrojo levantó su mano para estrechar la blanca y pequeña de Kuroko.

 

Kuroko abrió grandes los ojos ante la visión que tenía frente a él: un chico de 1.90, piel bronceada, cuerpo demasiado atlético, cabello rojo que terminaba en puntas negras, ojos color rubí… parecía que se había quedado ensimismado con Kagami y aquello no pasó desapercibido por los demás presentes.

 

—Parece que lo está devorando con la mirada.— Takao dejó escapar una pequeña risa y habló en un susurro que apenas y pudo escuchar Kasamatsu, quien cruzó los brazos y decidió mirar hacia otro lado, dejando salir un gruñido de molestia de su boca.

Aomine también notó la escena, el cómo su amigo podía incluso babear al mirar a su esposo, sin demora se dirigió hasta el peliceleste y lo jaló levemente hasta que el contacto de la mano de piel blanca con la de su esposo terminó.

—Tetsu, seguro que estás cansado de un largo viaje en auto… ¿Qué te parece si descansas un poco?—

Pero el peliceleste no había terminado de conocer a todos los presentes, ya que había un pequeño niño que se escondía detrás de Kagami, y sin escuchar las palabras de su moreno amigo, se puso en cuclillas, mostrando una mirada tierna.

—¿Y quién es el pequeño niño?—

 

Aomine sudó frío al escuchar la pregunta, no quería que su mejor amigo supiera sobre el hijo que tenía con Kagami, pues seguramente sería muy reñido por éste por no haberlo escuchado antes.

Kagami miró a su hijo, como diciéndole con la mirada que todo estaba bien y que podía acercarse al otro chico, Ryo entendió y miró a Kuroko, acercándosele lentamente.

A medida que el niño peliazul se le acercaba, Kuroko iba notando las facciones en el niño, ojos color rojo, cejas delgadas, incluso aquella forma de su nariz.

—No… puede….ser…— Musitó incrédulo al entender quién era ese pequeño infante. Con suma sorpresa, aún estado en cuclillas miró a Aomine; no podía creer lo que estaba viendo, pero sus suposiciones se confirmaron cuando escuchó la voz aguda.

—Me llamo Ryo Kagami.— Sonrió sin querer estrechar la mano de Kuroko, simplemente regalándole un lindo gesto, vislumbrando la mirada de estupefacción del peliceleste.

Kuroko solo pudo asentir con la cabeza ligeramente, no tenía palabras para hablar en ese momeno y sin demora se incorporó, con infinitos pensamientos dentro de su mente.

 

—¿Él… es tu hijo?.— Susurró, tratando de que los demás chicos no lo escucharan, mirando fijamente a Aomine sin poder contener su estupefacción.

Aomine desvió la mirada soltando otro suspiro, sabía que tenía muchas cosas que explicarle a su amigo, pero por el momento, aquel lugar no era el apropiado para hablar.

—Creo que tienen mucho de qué hablar.— El pelirrojo habló, notando cómo Kuroko y Aomine rápidamente enfocaban sus orbes en él. —Kuroko necesita saber toda la verdad.— Esta vez los ojos rubíes se fijaron en los del moreno, en una mirada tranquila.

—¡Kuroko, ven mañana, jugaremos un partido de basquetbol, como todas las tardes!— Takao pensó que era buena idea invitar al peliceleste a pasar un rato con ellos, al menos para que no se aburriera solo.

El peliceleste asintió a la petición con una sonrisa, aquellas personas le parecieron muy cálidas y el pueblo de repente se sintió muy acogedor para él. No era una mala idea pasar un par de días alejado del bullicio de la ciudad y esas luces imponentes que no dejaban ver las estrellas.

Kasamatsu suspiró y se acercó a Aomine y Kuroko que ya empezaban a salir de aquella cancha, para persuadirlos antes de que desaparecieran a su vista.

—Kuroko, seguro que no tienes un lugar dónde quedarte.— El pelinegro miró los ojos celestes del más pequeño escuchando un ‘así es’ de parte de éste. —Como Aomine dijo… tengo en mi propiedad un hotel en la zona turística, así que puedes quedarte en uno de los cuartos, no te preocupes por nada.—

 

Los ojos de Kuroko brillaron ante la hospitalidad. ¿Qué demonios era ese lugar? ¿Acaso estaba en el cielo? ¿Por qué era tan diferente de Nueva York? En Nueva York la gente moría en las calles cada día, de hambre, de frío, de sed… y nadie tendía una mano, sin embargo, en ese pueblo… todos parecían ayudarse mutuamente.

Se sintió tan contento, tan feliz, tan aceptado.

—Gracias.— Habló con una sonrisa, enfocándose en aquellos ojos azules plateados.

—Vamos.— Aomine sacó al peliceleste de sus pensamientos, caminando hacia la salida sin despedirse de ninguno de sus otros amigos.

..::..

.:.

.

Se encontraban en un restaurante lujoso en la zona turística, era la primera vez que Aomine iba a ese lugar pero debía admitir que la comida era deliciosa. Ahora entendía el por qué el lugar estaba completamente lleno.

Aomine había invitado a Kuroko a comer, mientras le explicaba todo lo que había averiguado en sus pocos días de estadía en ese lugar. En realidad no sabía por dónde empezar, pero de alguna forma se sentía más tranquilo al decirle toda la verdad a su amigo peliceleste, pues sabía que éste no lo dejaría solo, aún si estaba metido en un lío aún más grande que el anterior.

 

—…Cuando mi hermana regresó de su viaje, me di cuenta de que se había casado con su antiguo amor de secundaria. ¡¿Cómo pudo haberse casado con esa chica tan gruñona?!—

El peliceleste, en completo silencio escuchaba la historia de su amigo; había escuchado desde que Kagami lo mandó a la cárcel, hasta cómo su hermana regresaba de su viaje de vacaciones.

—Noté que ese pequeño niño venía con ellas, pero jamás imaginé que un día después Kagami me confesaría que ese niño era mi hijo.—

El peliceleste notó todos los cambios de emoción en el rostro de su amigo, era obvio que Aomine se sentía muy inseguro ante toda la situación, y extrañamente durante toda aquella narración no había escuchado el nombre de Kise ni una sola vez.

 

El silencio incómodo había surgido entre ellos dos, parecía que el peliazul ya no quería hablar más del tema, ya había dicho que Ryo era su hijo y no esperaba seguir hablando, y Kuroko había entendido aquel silencio, así que trató de cambiar la conversación.

—Vine porque Kise me comentó que te había visto…— Habló, mirando aquellos orbes zafiro que de inmediato se fijaron en él.  —No me comentaste que Kise había venido a verte.—

Aomine llevó una mano hacia su nuca, simulando rascar su cabeza ante las palabras; era cierto que no había mencionado a su rubio prometido, pues creyó que no era una buena oportunidad de hablar sobre Kise cuando sus pensamientos estaban aún con su aún familia.

—Tienes razón… supongo que… lo pasé por alto.—

 

El más bajo de altura entrecerró los ojos, parecía que Aomine no quería hablar de su prometido, y no lo culpaba; lo notaba tan estresado por todo ese asunto y no quiso añadir más estrés a su mente. Sin más ánimos de seguir con los dos temas que habían empezado, trató de iniciar un tercer tema de conversación.

—Esta comida en verdad es deliciosa.— Habló, degustando otro bocado. Además de que ese pueblo era tan lindo, tenía un río hermoso y una zona forestal en donde se podía llegar a una cascada, también estaba la comida, que era más deliciosa que la que podría encontrar en un restaurante de 5 estrellas en Nueva York.

—Tienes razón, creo que pediré que llamen al propietario de este lugar para felicitarlo.— Cuando dijo aquellas palabras, ya estaba levantando la mano para que el mesero acudiera a su llamado.

—¿En qué puedo servirle, señor?— La actitud servicial del mesero se hizo notar

—Quiero ver al propietario de este restaurante y darle mis mejores críticas.—

—Lo siento señor, el propietario no se encuentra en estos momentos, es muy probable que pueda encontrarlo mañana por la mañana.—

Ambos chicos denotaron un rostro de decepción que no pasó desapercibido por el mesero.

—Puedo darle sus críticas si así lo prefiere.—

—No, está bien. Gracias.— Añadió, vislumbrando cómo el mesero hacía una pequeña reverencia y se alejaba de ellos. —Parece que tendremos que venir en alguna otra ocasión.—

El peliceleste asintió a las palabras, él también estaba ansioso por decirle al propietario que esa comida era la mejor que había probado, pero parecía que sus elogios tendrían que esperar.

..::..

.:.

.

Eran las 7 de la noche del día siguiente, se encontraban Midorima, Takao y Kasamatsu en la cancha callejera, ese mismo lugar que usaban para jugar basquetbol entre ellos. Pronto notaron cómo a este lugar entraba Aomine acompañado de Kuroko.

—Hey, hola.— Aomine saludó, tan informal como era su estilo.

—Kuroko. ¿Cómo pasaste la noche en el hotel?— Kasamatsu cuestionó, esperando que el servicio que ofrecía su hotel fuera agradable para un chico que venía de Nueva York.

—Muy bien, el servicio es excepcional.— Habló como adivinando los pensamientos del pelinegro, éste de inmediato se sintió tranquilo y conforme con la respuesta.

 

Aomine presentó a Kuroko con Midorima, quien no había estado el día anterior que el peliceleste había llegado y se dispusieron a esperar a la única persona que hacía falta para empezar un partido de 3 contra 3; por fin el chico de cabellos rojos se hizo presente, acaparando la completa atención de Kasamatsu y de Kuroko.

 

—Lamento llegar tarde, tuve…. algunas… cosas que hacer.— Se disculpó, dejando su maleta sobre la pequeña banca. Aomine entrecerró los ojos a las palabras, conocía perfectamente a su esposo y sabía que estaba mintiendo, pero no es como que quisiera meterse en asuntos que no le importaban.

—¿Dónde está Ryo?— Midorima preguntó, percatándose de que el pequeño peliazul no se encontraba con Kagami, cuando siempre iba a aquellos juegos a mirarlos.

—Él está con sus tías y su abuelo; es bueno que pase un tiempo con ellos.—

—Hola, Kagami-kun.— La voz tranquila de Kuroko se dejó escuchar, y sin pensarlo, el nombrado lo miró con una sonrisa en sus labios.

—Kuroko… ¿Sabes jugar basquetbol?—

—Claro, soy muy bueno con los pases.—

 

Ambos chicos siguieron hablando como si se conocieran de toda la vida. Aomine simplemente enfocó su vista en ellos, notando cómo Kuroko descaradamente le coqueteaba a su esposo. ¡Perfecto! Como si no tuviera suficiente con el idiota de Kasamatsu. Trató de alejar esos pensamientos tontos de su cabeza, ya que no debía de importarle en lo absoluto quién mirara a su esposo con otros ojos, él ya tenía a Kise, y se iba a casar con él.

 

Pronto los chicos comenzaron con su partido; un equipo estaba conformado por Aomine, Kuroko y Takao, el otro por Kagami, Kasamatsu y Midorima.

Kuroko se sentía contento al jugar con los demás chicos, era como si los conociera de muchos años atrás, y su forma de juego lo confirmaba, pues los otros chicos jamás habían visto un estilo de juego como el del peliceleste. Sus movimientos eran tan impredecibles y precisos, era un juego que al que el equipo de Kagami le causó dificultades.

 

Más de una hora pasaron en aquel juego, en el que el equipo de Kagami ganó por solo unos puntos. Debían admitir que Kuroko era un muy buen jugador en cuanto a pases se refería; fueron aquellos pases los que hicieron que el equipo de Aomine casi ganara ese partido.

 

Permanecian sentados en el piso, rehidratándose y descansando un poco, sin embargo, Kasamatsu y Kagami aún tenían energía de sobra y decidieron jugar un 1 a 1 como muy seguido hacían.

Takao conversaba con su esposo, en voz alta y animado como era su costumbre, por otro lado Aomine y Kuroko decidieron mirar el partido que se suscitaba frente a sus ojos.

 

Los movimientos de Kagami eran tan rápidos y elegantes y cada vez más atraía la atención del peliceleste. Aomine por su parte ya conocía perfectamente el estilo de juego de su esposo: aquellos grandes saltos, la habilidad de dribleo, aquella velocidad… todo era tan conocido para él que no le extrañó.

 

—¿Por qué decidiste irte, Aomine-kun?—

Abrió los ojos con sorpresa ante la pregunta tan directa del peliceleste, sin saber qué decir.

—Es decir…— Siguió hablando Kuroko sin despegar la vista del chico pelirrojo que jugaba con el de cabello negro.—Tienes un excelente esposo, muy buenos amigos, vives en un pueblo muy acogedor, y por lo que me has contado… Ryo es bueno contigo… — Por fin enfocó su vista en la de Aomine. —¿Por qué te fuiste de este lugar, cuando lo tenías todo?—

No entendía por qué, pero sintió un pequeño dolor en su pecho al escuchar aquellas palabras, no entendía por qué ese dolor lo había embargado. Era verdad, no le había dicho a Kuroko por qué se había ido de ese lugar, tal vez era hora de que su mejor amigo supiera su historia.

 

..::Flashback::..

Aomine era un un chico muy jóven que había terminado sus estudios de fotografía profesional, pues el capturar los mejores momentos digitalmente era una pasión para él.

Era un chico que lo tenía todo: un esposo comprensivo –a pesar de que se había casado muy joven su vida de casado era feliz.– un padre que lo había aceptado en su totalidad, una hermana que lo apoyaba en todo, unos amigos que eran como sus hermanos, una hermosa casa de madera con un hermoso río frente a ésta y vivía en un pueblo bello.

 

Su padre era muy amigo de un hombre que era dueño de un estudio fotográfico en Nueva York, y quien había escuchado que Daiki se había graduado como fotógrafo; pensó que era una buena oportunidad para ofrecerle al chico trabajo y que éste fuera su ayudante, pero había un pequeño problema… el trabajo que le ofrecían era en Nueva York, una ciudad muy lejos de su pueblo natal.

 

—No.—  La voz potente de Kagami se dejó escuchar al saber que Aomine quería que se mudaran a  Nueva York, a una ciudad diferente y a empezar una nueva vida.
Pero si Kagami lo pensaba bien… no era una buena idea. Nueva York no era una ciudad en la que fácilmente pudieran iniciar desde cero, las oportunidades de trabajo en ese lugar escaseaban, y el pelirrojo no quería arriesgar todo lo que tenían en ese momento, desecharlo y empezar a su suerte.

—Pero… Taiga. ¡Es una buena oportunidad para mí! Si me esfuerzo incluso podría tener mi propio estudio fotográfico.—

Kagami masajeó su sien al saber lo entusiasmado que estaba su esposo, parecía que el moreno no estaba poniendo los pies sobre la tierra.

—Escucha, Daiki… no creo que sea una buena idea, aquí tenemos todo. Podemos crear una familia aquí y hacer que a nuestro hijo no le falte nada.— se acercó al moreno y tomó sus manos tiernamente —Quieres una familia conmigo. ¿Cierto? — El peliazul asintió de inmediato a la pregunta. —Entonces. ¿Por qué irnos? ¿Por qué dejar atrás lo que tenemos juntos en este lugar? Mira lo que hemos conseguido… esta casa es de nuestra propiedad, tengo un excelente trabajo, nada nos falta…—

Aomine hizo una mueca y desvió su mirada, sin entender totalmente lo que Kagami trataba de explicarle.

El pelirrojo suspiró y tomó el rostro moreno entre sus dos manos, haciendo que los orbes color zafiro se posaran en los suyos.

—Daiki, te prometo que ahorraré mucho, vamos a adquirir un local para que puedas poner tu estudio fotográfico y tomarás cuantas fotos quieras… No hay necesidad de dejar todo lo que tenemos en este pueblo.—

Aomine sintió su cuerpo relajarse ante aquellas palabras, si lo decía Kagami, es porque tarde o temprano lo haría sin importar cuánto tiempo tardara.

—¿Y tu restaurante? —Cuestionó, al recordar los planes del pelirrojo de hacer un enorme restaurante en donde él pudiera mostrarle a todos los turistas sus platillos deliciosos.

—Eso puede esperar… si tú quieres tu estudio, entonces esa será nuestra prioridad.—

Aomine se sintió feliz al escuchar aquellos planes, estaba contento al tener a un esposo tan comprensivo como lo era el pelirrojo.

 

Pero aquella felicidad no duraría mucho, pues Aomine no podía dejar de pensar en el trabajo en Nueva York, pensaba en la paga, le ofrecían mucho dinero por sus servicios y eso era suficiente para que siguiera con sus deseos de ir a vivir a otra ciudad.

Los problemas con Kagami empezaban a partir de ello, pues al estar casi encaprichado con la idea de irse de ese pueblo, se lo recalcaba una y otra vez a su esposo.

 

El padre de Daiki también había intervenido en ese tema, tratando de hacerle saber a su hijo que no había ninguna necesidad de irse a otro lado. Satsuki también se involucró, intentando convencer a su hermano, pero para ambas personas, era como hablar con la pared, Daiki no parecía escuchar a nadie y estar ensimismado con su propia idea.

 

Kagami llegó a un punto de estar harto de las indirectas y reclamos de su esposo, hasta que un mal día Aomine se hartó. Entre gritos e insultos le hizo saber a Kagami que se iría de ese horrible lugar, que sería alguien importante en Nueva York y que nadie podría detenerlo.

El pelirrojo optó por dejar a Aomine hacer lo que éste quisiera, tratando de tener en cuenta de que el amor que se tenían ambos era más fuerte que solo una ilusión de irse a una de las ciudades más concurridas de Estados Unidos.

 

Sin embargo… Kagami se había equivocado, un día regresó del trabajo y notó la casa diferente, no había encontrado a Aomine y el cuarto estaba desordenado; se dio cuenta de que la ropa del moreno no se encontraba donde debía, y entonces lo supo… Aomine se había ido a conseguir su propio sueño, un sueño en el que Kagami no figuraba en él.

..::Fin flashback::..

.:.

.

Kuroko frunció el ceño ante toda la confesión, no entendía cómo era que su amigo hubiera sido tan idiota como para hacer tal cosa… dejar incluso a su esposo atrás. ¿Qué clase de persona hacía eso? No sabía que comentar a tal confesión, no sería bueno decir justo lo que estaba pasando por su mene en esos precisos momentos.

 

Por suerte no pudo decir nada, ya que un par de chicas y un pequeño niño llegaron al lugar. El pequeño niño peliazul corrió hacia su padre y el par de chicas se acercó hasta donde estaban los demás chicos descansando.

—¡Midorin, Takao! Es bueno verlos aquí.— La pelirrosa miró primero a aquellos dos chicos; el pelinegro saludó con una sonrisa y su esposo con un movimiento de mano, luego se enfocó en su hermano —Dai-chan, no pensé que estuvieras aquí también.— Su sonrisa desapareció al ver a un chico peliceleste junto a éste.

—¿Quién es el chico?— Riko habló, sin ninguna cortesía y con una mano en su cintura.

—Es mi amigo de Nueva York.— Aomine se levantó de su asiento y el mencionado lo imitó.

—Soy Kuroko Tetsuya.— El chico le ofreció la mano a la pelirrosa quien correspondió al saludo sin dejar de mirar aquellos ojos celestes. Un sonrojo apareció en su rostro y fue rápidamente notado por Riko Aida.

 

La de cabellos cafés rápidamente jaló a su ‘esposa’ y miró con cara de pocos amigos a Kuroko.

—Hey, ni se te ocurra acercarte a Satsuki, ella es mía.— Ante su comentario, las miradas de todos los presentes se enfocaron en ellos, a lo que Kuroko solo mostró una pequeña sonrisa, asintiendo con la cabeza, de todas formas, la chica no era de su tipo.

—Awww Rikotan eres tan linda cuando te encelas— La pelirrosa abrazó fuerte a su pareja, dejando varios besos por todo su rostro.

 

La noche transcurría lenta, hasta que por fin los presentes decidieron irse a sus hogares para mañana seguir con sus trabajos.

—Iré a revisar el hotel. ¿Vienes, Kuroko?— Kasamatsu habló, no era mala idea ir acompañado del peliceleste quien se alojaba en ese hotel.

—Claro. — Se despidió de los demás chicos y salió de ese lugar acompañado de Kasamatsu, después de un largo día claro que quería descansar, ya habría tiempo de hablar con su amigo y entrar en detalles sobre aquella confesión que había escuchado.

 

Midorima y Takao también decidieron irse a su hogar entre bromas, gritos del pelinegro y abrazos que no pasaron desapercibidos por mucha gente del lugar que ya los conocía.

 

Riko por su parte había querido acompañar al pelirrojo a su casa y que éste le cocinara algo delicioso, después de todo Kagami se lo había prometido, y pensó que era un buen momento, ya que Momoi había querido hablar a solas con su hermano sobre un tema que no salía de su mente desde hacía ya un par de días.

Así fue como Riko, Kagami y Ryo se despidieron de Aomine y Momoi y fueron hacia la casa del pelirrojo, con el pequeño peliazul feliz por estar con su tía.

 

—Se supone que deberías ir a tu propia casa, Satsuki.—El moreno se quejó, caminando por la acera al lado de la pelirrosada.

—Kagamin mejoró sus habilidades en basquetbol. ¿Lo notaste, Dai-chan?— La chica ignoró el comentario de su hermano.

—No, y ni siquiera me importa.—

—Oh vamos, Dai-chan, noté cómo mirabas a Kagamin. ¿Aún lo amas?—

La pregunta de su hermana hizo que detuviera su andar y la mirara con el ceño fruncido.

—¿De qué demonios hablas, Satsuki? Sabes que me voy a casar con otro hombre… no deberías hacer eras preguntas innecesarias.—

La chica calló sus palabras, después de todo su hermano tenía razón, sabía que él se iba a casar con otra persona, no debía hacerlo sentir mal con sus comentarios de esa forma.

—Además… él ya no me ama…— Musitó, enfocando su vista en otra parte mientras volvía a retomar su camino. La chica caminó junto a él, tratando de hacerlo hablar, al menos un poco más.

—¿Por qué dices eso?—

—Vamos, Satsuki… es obvio… además, creo que no me amaba después de todo.—

—¿Cómo puedes decir eso? ¿Qué e hace pensarlo?—

—¡¡Él no me buscó después de que me fui de éste maldito lugar!!—

La pelirrosada escuchó el grito fuerte del otro, en aquel grito había denotado dolor, y no solo en su voz, sino también su mirada lo delataba, Aomine había sufrido por ello.

—Dai-chan… ¿Cómo..? ¿Kagami no te lo dijo?—

—¿Decirme qué?— Sus ojos con infinita sorpresa se mostraron, no podía creer que Kagami aún siguiera escondiendo más cosas.

—Kagamin te buscó después de que te fuiste a Nueva York…—

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado esta actualización, como dicen, esto es mi drama de teleserie XDD saben que me gusta el drama, y soy tan mala como para cortarlo en los momentos indicados (?)

Creo que algunas escenas me salieron muy apresuradas, lamento eso... aún así espero que este capi un poco más largo haya estado bien.

Un abrazo y nos estaremos leyendo en la próxima semana! (o antes si la inspiración ataca xD) 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).