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Y Coincidir... por Lain Elrick

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Notas del capitulo:

Lo que están a punto de leer es parte realidad (obvio todos saben lo de la Segunda Guerra Mundial), y ficción, que es lo que yo les voy a contar. Se que es un tema serio, y que algunos dirán que no debe mezclarse con algo como lo que voy a escribir, así que me disculpo por adelantado.
 

Prólogo:

La Segunda Guerra Mundial es un capítulo crudo para la mayor parte del mundo. Se cometieron tantas agresiones en esos años, que serían imposibles de narrar por la crudeza y el sentimiento de desconfianza al ser humano que nace al escuchar estos terribles relatos. Hubo personas cobardes que, armados de poder, hicieron lo que quisieron, pero que, al verse rodeados por los ejercitos que se levantaron contra ellos, se escondieron. Hay muchos libres todavía, que aun no pagan sus crimenes frente a la ley del hombre. El presidente Lázaro Cárdenas abrió las puertas de México para los refugiados, manteniéndose lo más neutral que pudo de la guerra, aunque a decir verdad, muchos mexicanos valientes pelearon este terrible enfrentamiento. Muchos civiles, pintores como Leonora Carrington y Remedios Varo, llegaron a este país buscando alejarse lo más posible de tanta violencia.

 

1944, zona de las Ardenas

Ante el pánico que comenzó a sentir Hitler después de la defensiva le que habían mostrado en Stalingrado, hizo un movimiento arriesgado tanto para sus hombres como para el enemigo, decidió lanzarse a las Ardenas, una zona montañosa con mucho bosque, que el implacable frío hacía aun más dificil de defender.A cargó de la última demostración de fuerza que le quedaba al Fürer, puso al general Jodl, el más fiel de sus lugartenientes.

En una de las divisiones se encontraba el fanático nazi, el general Erwin Smith, conocido por compartir las mismas ideas que Hitler sobre la raza aria. El primer oficial de Erwin era un amigo de la infancia de nombre Rivaille, aunque todos le llamaban general Levi, sobre todo la capitana Hanji, quien nunca se separaba de él. Este trio de oficiles militares, que parecían buenos amigos que salían a beber de vez en cuando, eran en realidad tres de los militares más despiadados, igual que muchos nazis, claro.

Erwin era homosexual, pero eso era algo que sólo sus amigos lo sabían; le gustaba pasearse por las celdas de los prisioneros, escoger a los más atractivos, llevarlos a las oficinas, y abusar de ellos hasta verlos sangrar, o hasta romperles varios huesos. Erwin era insaciable, así que podía pasar varias horas golpeando su pelvis contra el trasero de su víctima. Hanji siempre sonreía, y usaba un uniforme militar masculino, porque le parecía más cómodo; le encantaba golpear sin detenerse, hasta que sus blancos dejaban de moverse. Rivaille, en cambio, era serio, y su sonrisa era el inicio de una tortura; él utilizaba el fuete para golpear hasta levantar la piel de la espalda, y con el mango de su arma, penetrar a los prisioneros. Los tres estaban presentes en las torturas de cada uno, aunque su participación era más vouyeista, que otra cosa. Siempre estaban sentados juntos, generalmente lejos de otros oficiales.

Mientras ellos se encontraban instalados en un edificio en Echternach, Armin, un joven soldado llegó para mostrarles los resultados del ataque sorpresa al ejercito estadounidense ese 16 de diciembre. Habían sido aniquiladas varias divisiones gringas, y mientras muchos huyeron, se tomaron prisioneros. Eso hizo sonreír a los soldados, que se pusieron de pie, envueltos en sus abrigos, y salieron, ordenando a Armin llevarlos hasta donde estaban los prisioneros. Una vez allí, los tres observaron a los hombres, maniatados, en el suelo.

-Mira este, Erwin -dijo Hanji-, no parece americano.

-Vaya, vaya -dijo el rubio, y se hincó para hablar al soldado-, ¿cómo te llamas?

-Berthold... -susurró sin levantar la mirada.

-Berthold no es un nombre americano.

-¿Cómo lo sabes? -preguntó furioso el soldado.

-¿Recuerdas esos rumores de que había soldados nazis vestidos de norteamericanos? El coronel Skorseny los conoce más de lo que ustedes, americanos, se conocen.

-Malditos...

-Silencio, Berthold; si eres un buen soldado, nosotros seremos buenos con tus amigos, ok?

Berthold no respondió, pero Erwin lo levantó, y con ayuda de Levi, lo llevaron al edificio, donde lo dejaron caer al piso, sin desatarlo aun.

-Hanji -dijo Erwin-, ayúdame a acomodarlo; Levi, sosténle por las muñecas.

Obedecieron. La parte superior del cuerpo de Berthold fue recostada en la mesa; Levi estiró los brazos del soldado frente a él, y Hanji se sentó al lado de Rivaille, mirando a Berthold. Erwin no estaba a la vista, pero Berthold no tardó en saber qué planeaba; una par de manos blancas y frías le bajaron los pantalones militares, y la ropa interior, dejando al descubierto el bronceado y suave trasero del soldado norteamericano.

-¡Qué ra...! -quiso decir, intentando ver qué era lo que el nazi hacía. Pronto sintió las manos alemanas recorrer su piel, erizando cada rincón de su cuerpo.

-¡Uhuu! -celebró Hanji al notar la piel de gallina de Berthold, y Levi miró a su amiga- Algo me dice que este soldadito disfruta esto.

-¡Mentira! -reclamó Berthold, recibiendo una fuerte bofetada de Hanji.

-¡Calla, muñeca! Aun no sabes qué te va a pasar.

-Es eso -dijo Levi- por que quizá es virgen.

Los nazis rieron, haciendo sonrojar a Berthold. Erwin se recostó sobre él, besándole el cuello, susurrando:

-No te pongas así, yo me encargaré de ti.

Un largo y frío dedo recorrió la separación de sus posaderas, hasta llegar al orificio prohibido, acariciándolo suavemente.

-Mmm... sí parece virgen -dijo Erwin-, eso me gusta.

La mano derecha del lascivo nazi llegó a la parte delantera de Berthold, y lo acarició, sacándole gemidos ardientes que el soldado, rapidamente, trataba de ahogar mordiéndose el labio inferior, pero nada detenía el estremecimiento, hasta que tuvo que abrir la boca y jadear. Cuando se puso duro, continuó con las caricias, presionándolo poco a poco, hasta que lo obligó a venirse, retirando su mano antes de que el líquido cayera, haciendo un pequeño charco entre las patas de la mesa.

-Bien, bien, basta de juegos, -sonrió Erwin- es hora de comenzar.

Se abrió el pantalón, mostrando una erección que ensanchó más su miembro, y puso sus manos en cada posadera, separándolas tanto como pudo. Penetró entonces al soldado en un sólo movimiento y sin cuidado, haciendo gritar a Berthold. La cadera de Erwin se movía a un ritmo frenético, haciendo rechinar la mesita de madera que encontraron volcada cuando llegaron a ese edificio. El ritmo de Erwin era dificil de alcanzar, era insaciable, y mientras más tenía, más quería, deseaba sentir cada parte del interior del soldado americano, que se retorcía de placer malsano, jadeando y gritando enloquecido de lujuria, una lujuria que no se conocía, y que, dicho sea de paso, nunca había sentido. En realidad era virgen.

-¿Te gusta, G.I.? -gritaba Erwin- ¿Lo estás disfrutando, muñequita.

-...bast...bas...basta...por favor -gemía entre lágrimas- ...detente...deten... ahh...

-Más duro, Erwin -sugirió tranquilamente Levi, aun sosteniendolo por las muñecas-, no parece entender quién manda.

-¡No! -suplicó Berthold- Por favor, no...basta, basta...

Erwin jaló el cabello del soldado, haciendo la penetración más dolorosa, obligándolo a mirarlo:

-¡Te dije que seas obediente! -gritó Erwin- ¡Si no obedeces, iré en este momento y mataré a todos tus amiguitos! ¿Entiendes?

-Sí... -hiló lentamente Berthold- Sí...

-Sí, ¿qué?

-Sí...general...

-Está aprendiendo -rió Hanji-, continúa con la lección, Erwin, que no se le olvida lo aprendido.

 

Pasaron poco más de tres horas para que Erwin saliera de Berthold, porque deseaba tomar algo de café. Levi ató las muñecas del soldado, y las aseguró a un aro en la mesa que habían puesto para ese fin. Erwin se sentó al lado de Hanji, con una taza con café en sus manos, al igual que sus amigos.

-Otra vez tuve ese sueño -dijo Rivaille tranquilamente, mirando su taza.

-¿El de esos judíos que...? -comenzó a preguntar Hanji.

-¡No! -gritó Levi mirandola enojado, aunque no hizo que la sonrisa de su amiga se borrara, así que volvió a su gesto serio, y continuó su relato- El que no recuerdo; ese donde hay llantos y... -miró su taza de café, sosteniéndola por los bordes- alguien que sufre, incluso escucho una voz que grita cuidado...

-No sabía -dio Erwin- que podías sentir algo por alguien.

-El problema es que no se de quién se trata, entiendes? Es como si se borraran las imagenes, pero no los sentimientos, no se cómo explicarlo.

-Así pasa con los sueños, -dijo Hanji- se esfuman por la mañana por que no valen la pena.

-Pero ya llevó varios días con eso rondándome por la mente...no sé cómo deshacerme de ellos.

-Si es una pesadilla -dijo Erwin después de un sorbo de su bebida-, con hablarla es suficiente, no volverá.

-Esta es la tercera vez que habló sobre esto, ¿acaso no habías puesto atención?

-Ah... Supongo que no -rió al igual que Hanji.

-Si es tan...recurrente -susurró Berthold-, no es sólo una...pesadilla...

-¿Tú qué sabes de eso, eh? -dijo Levi con arrogancia.

-Si sigue así...y no dejas de sentir dolor...podría ser...un recuerdo...

-¿Un recuerdo? -rió Hanji- Erwin -miró al rubio-, dale por la boca para que aprenda a hablar cuando se le da permiso.

-Un recuerdo...de una vida pasada...

Rivaille lo miró molesto, aunque por dentro meditaba esa opción. Si pudiese recordar alguna escena de su sueño sería más fácil, pero nada, sólo había dolor, voces.

-Bien -se puso de pie Erwin-, ya te escuchamos mucho, Berthold, es hora de que continuemos.

-¡No...! -exclamó aterrado el soldado.

-Erwin, -interrumpió Hanji-, él tiene razón, no puedes continuar, mira.

Los alemanes miraron hacia las piernas del norteamericano. Por la parte interior de sus piernas corría un hilito de sangre, aunque toda se acumulaba en sus botas militares, lo único que le quedaba de su uniforme de la cintura hacia abajo.

-Aun no se llenan -dijo Erwin-, tendremos que hacerte sangrar más rápido; Levi.

Rivaille se puso de pie, tomando su fuete de un mueble cercano, y se puso al lado de Erwin.

-Te lo dejo a ti un rato -dijo el rubio, tomando el lugar del moreno, que en un hábil y elegante movimiento, dio un golpe al trasero del soldado, haciéndolo gritar mientras los nazis reían.

-¿Por qué no gritó así conmigo? -sonrío Erwin.

-Tú los tratas con mucho cariño -dijo Hanji-, pero Levi no conoce la lástima, así que los trata como se debe.

Pero aunque los gritos de Berthold eran evidencia de la fuerza que se ocultaba en ese cuerpo de 1.50 de estatura, la mente de Levi estaba en ese extraño sueño. En la posibilidad de que fuese un reflejo de su vida pasada, si es que eso en verdad existía.  

 

Las divisiones de los capitanes Erwin, Hanji y Rivaille se levantaron un par de días después al recibir las ordenes del Fürer de continuar con los ataques, que poco a poco, de la alegría de la victoria, fueron cayendo a la amargura de la derrota. Fue un 26 de diciembre, cuando todo pintaba mal para los alemanes, que estos tres generales y sus divisiones se encontraron totalmente desolados, en el bosque, caminando entre la nieve. Después de un ataque por parte de los norteamericanos, ya casi no había soldados, y los que quedaban apenas podían moverse.

-¿Por qué no nos ordenan la retirada? -preguntó Hanji dejándose caer enmedio del camino- Esto ya es insoportable.

-¿Estás loca? -gritó Erwin- ¿Y dejar que esos tipejos ganen? Somos más fuertes, somos más poderosos, somos la raza aria, la unica que debe sobrevivir.

-Erwin, cállate -regañó Levi-, si sigues gritando nos encontrarán, y nuestros hombres están muy debiles para mantener una pelea ahora.

-¿Acaso piensas igual que ella, Rivaille? Me asombra que sean alemanes, nunca me había sentido tan ofendido de estar a su lado.

-Tú también te das cuenta de nuestra desventaja, tenemos que encontrar donde dormir, o comer algo, o moriremos en la nieve.

Antes de otro reclamó, escucharon algo detrás de una pequeña colina. Erwin se apresuró a subir, y se volvió sonriendo, resbalando por la bajada mientras un soldado de nombre Jean le daba su gabardina a Hanji, que había comenzado a estornudar.

-¿Te sientes bien? -preguntó Levi con mirada lacónica.

-Lo encontré -dijo Erwin alegre-, encontre un refugio, y además está lleno de norteamericanos.

-¡Erwin! -gritó molesto Levi.

-Los matamos; nos deshariamos de ellos, y obtenemos un lugar para que Hanji descanse.

-No sabemos cuántos son, qué tan armados están; es suicida acercarnos.

-Si dejamos pasar esto, Hanji no llegará muy lejos, hazlo por ella.

Rivaille escuchó esturnudar a su amiga, y meditándolo un momento, aceptó. Resultó que había una cabaña, y allí sólo había cuatro soldados perdidos, que habían tratado de encontrar las probiciones que un avión había lanzado hacía unos días. Matarlos fue facil, y les dio tiempo de descansar y alimentarse con las probiciones americanas, aunque sólo había comida, nada de medicinas.

Hanji durmió en la única cama, en el segundo piso, junto con Erwin. Levi siempre había pensado que su amiga era tan masculina, que había logrado seducir al rubio. Mientras dos soldados hacían guardia desde las ventanas, Rivaille durmió en el suelo junto con los demás subordinados, pensando en que no había punto de comparación con los elegantes cuarteles donde vivian él y sus amigos. Pero poco a poco quedó dormido, casi sin darse cuenta.

"-Te amo, Levi.

"-A Erwin no parece importarle lo que me sucede.

"-Él siempre se preocupa por tí.

"-¡Cuidado!

"-No...no...no te vayas...no..."

Despertó enseguida, con la cara bañada en sudor. Un fulgor verde que se apagaba.

Qué significaba eso. Se puso de pie, cuando escuchó un ruido en el exterior de la casa. Los vigilantes le hicieron señas, diciéndole que había un soldado americano rodeando la casa. Levi, que dormía vestido, se puso su capa, tomó su arma y salió por la parte trasera, mientras los soldados salían por la delantera. Con sigilo, Levi descubrió a una joven soldado de cabello negro corto, y una bufanda roja, la única prenda apta para el clima. La chica se detuvo al sentir el cañon del arma de Levi en la cabeza, dejándo caer torpemente el arma.

-Vaya, vaya -dijo él-, los americanos se quedan sin soldados, y mandan a sus hijitos.

Erwin y Hanji, que ya se veía mejor, salieron, sonriendo al ver al G.I. tan joven.

-Sólo les quedan soldados de bolsillo -rió Hanji-, que ridículo.

-Hincate, niña, o pintó la nieve con tus asquerosos sesos.

-"Never" -susurró patriotica la chica.

-Muy valiente -dijo Erwin- para no estar armada.

-La muy tonta dejó caer el arma cuando la descubrí.

La mirada laconica de la chica, pesada como la de un militar, hizo que Levi sintiera odio por ella.

-Tu mirada es horrible, voy a ser muy feliz cuando la apague.

Un fulgor verde que se apaga.

Pero antes de disparar, una bala de grueso calibre atravezó la cabeza del violento general Levi, de sien a sien, despedazando el lado por donde salió el proyectil. Un soldado norteamericano de la 4ª división de infantería le disparó al grito de "Stop". Esa era la voz que le gritaba cuidado en sus sueños franceses. Claro que lo último que escuchó fueron los gritos que dieron sus compañeros al caer bajo una ráfaga de balas. Con la poca vida que le quedaba, pudo ver una sombra acercarse. Conocía esa figura esbelta, joven y castaña. Pero antes de poder ver el rostro, lo único que le quedó al morir fue un poco de consciencia. Una vida pasada en Francía. Una relación con alguien que odiaba desde otra vida que ahora volvía a la velocidad de la luz. Y luego nada.

La derrota de los alemanes en Bastogne no fue completa sino hasta el 9 de enero. Después de eso, el imperio nazi caía como un castillo de naipes por una coriente de aire, Hitler cobardemente se suicidó, dejando tras de sí, la peor parte de la historia de la Humanidad.  

 

Notas finales:

Bien, espero que esten disfrutando este fic, que me está llevando un poco más de lo q creí, pero espero quede como lo planee, a pesar de que es muy corto. Bien, nos leemos luego!!


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