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Dividido por Akire-Kira

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Notas del capitulo:

Sí, lo sé, he tardado demasiado pero, en verdad, la preparatoria me consume hasta los huesos. Lamento la tardanza, en verdad, pero no hya nada que pueda hacer para evitarlo, tengo mucho trabajo para el colegio.

Sin más, aquí está el siguient capítulo, que se ambienta en la línea temporal acostumbrada.

 

Es un problema previsible.

Los lobos, seres salvajes, inestables, no esperan tener que ver a su imprima ser besado por alguien que no sea ellos. Su alma gemela, su pareja destinada, su par perfecto, no debería, simplemente, querer ser tocado por alguien más. Sin embargo, en el caso de Paul, su imprima sí quiere eso. Lo desea con todo lo que es. Jacob ama y desea a Edward, cuando se supone que Paul sería el único.

Paul tendría que ser el único para Jacob, como éste lo es para Paul. Si Edward hubiera muerto en 1918, las cosas serían como se supone, con Jacob y Paul juntos, sin nada que interfiriera en su relación, solos el uno para el otro. No con Edward acariciando a Jacob, no con Jacob correspondiendo a las atenciones, no con Paul tratando de refrenar su instinto, pretendiendo no atacar al vampiro.

Pero es un problema previsible, se repite, y Edward está bastante atento a su presencia como para captar sus pensamientos de furia, su oscura y natural apetencia de asesinar a un frío. Edward deja una mano firme en el cuello de Jacob – recordándole a él, a Paul, que está ahí, que es por él, que no quieren herirlo – y le mira directo a los ojos. Hay una nota de advertencia en los orbes caramelo del vampiro, Paul lo nota. Lo nota tan bien como esa mano pálida sobre la piel morena y palpitante de Jacob, esa maldita mano que no tiene derecho a tocar nada.

-         Paul – murmura Edward –. Paul – repite, elevando el volumen de su voz –, tranquilízate.

-         Suéltalo – exige en respuesta, sus sentidos concentrados en la posibilidad de lanzarse a apartarlo por su cuenta –. Ahora. Suéltalo.

-         Paul – es Jacob quien le habla ahora y su voz aleja varios de sus pensamientos agresivos –. Paul, está bien. Edward no me lastimará.

-         No se trata de eso – dice Edward –. Sabe que no te lastimaré. No quiere que me acerque a ti, eso es todo.

-         Suéltalo – vuelve a decir Paul –. Sólo… aléjate de él, Edward – se fuerza a pronunciar el nombre, sabiendo que, con el vampiro, el diálogo es la mejor ruta para llegar a un fin.

Edward duda antes de soltar a Jacob y caminar al otro lado de la habitación, sin darle la espalda a Paul un solo segundo. Su integridad apenas le preocupa. Jacob, con sus huesos y piel frágiles, es quien peligra cerca de Paul. Sabe del incidente entre Sam y Emily, que ella estuvo a punto de morir y que él, aún fuera de sus cabales, no pudo templarse lo suficiente como para llamar a una ambulancia – Seth estaba cerca, fuera de la casa, y se encargó de ello, afortunadamente –.

Jacob sabe todo eso también y, pese a que confía completamente en Paul, no puede depositar mucha confianza en el espíritu del lobo que vive dentro de él, el ser instintivo que le manda hacer cosas horribles sin un segundo de vacilación, sin un gramo de piedad; y es horroroso, se dice Jacob, que eso suceda cuando Paul se deja llevar un poco por su naturaleza. No quiere imaginar qué pasaría si Paul utilizara sus habilidades para beneficio propio.

Antes de acercarse a Paul y poner sus brazos alrededor de él, Jacob mira a Edward y le pide, con una mirada culpable, que se vaya. Edward, entonces, desaparece en cuestión de milésimas de segundos y Jacob, intentando hacer a un lado el recuerdo del rostro dolido de Edward, deja que Paul se aferre a él y que, por un rato, crea que son sólo ellos dos.

Jacob, en algún punto perdido entre los besos que Paul le da y la presión placentera que siente extenderse por todo su cuerpo ante la intimidad con su imprima, se olvida de que no son ni serán nunca sólo ellos dos. Lo hace hasta que el sol se oculta y Edward está sentado en el marco de su ventana como todas las noches. Espera durante horas, en silencio, sus piernas cruzadas sobre la cama – que está impregnada del aroma de su piel y la de Paul y que, aunque él no puede en verdad detectarlo, sabe que Edward sí –, y piensa en todas las cosas incorrectas que está haciendo.

Está por amanecer cuando Edward se sienta a su lado, toma sus manos y las besa. Jacob es capaz de dormir un poco sabiendo que Edward está ahí y que Paul, ya tranquilo, está ocupado con la manada.

Notas finales:

Contestaré los reviews que he recibido en el siguiente capítulo. Gracias por seguir leyendo, el fanfic casi ha alcanzado las 2000 lecturas :)


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