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Notas del capitulo:

Demasiado tiempo sin actualizar. Demasiada tarea. Tiempo de exámenes. Espero puedan comprender y, si no, espero que se animen a leer esto.

Esto va porque, no, Jacob no la tiene fácil de ningún modo.

La imprimación es un fenómeno extraño.

Antes de que Paul se descubriera como un lobo ante él, Jacob no estaba seguro de por qué Quil no se separaba de la pequeña Susan, o por qué Jared salía tanto a Port Ángeles y a veces no volvía en días. Luego, sin embargo, Paul le contó acerca de la imprimación y le puso de ejemplo los casos de Quil y Jared. No puede negar que descubrir que Susan, apenas de cinco años, y Quil, estaban destinados el uno al otro, le sorprendió de la peor manera; ella era tan, tan pequeña, y Quil estaba atravesando sus dieciséis años… al principio, eso era un simple y espantoso error para Jacob, pero su lazo con Paul – que parece forjado desde hace demasiado tiempo atrás, que no se originó de un segundo a otro y, cuando estuvo completamente sólido, les quitó el aire a ambos – hizo que su perspectiva sobre el asunto cambiara radicalmente.

Jacob conoce y entiende la necesidad, el anhelo, que nace de estar imprimado. Lo ha estado por apenas un mes y dos semanas, y los primeros días, aunque extraños, fueron soportables y moderadamente tranquilos. Sin embargo, ahora mismo, la imprimación está matándolo desde adentro.

Un dolor profundo surge desde el fondo de su pecho y se extiende por cada ramificación de nervios posible. El cuerpo le duele en cada rincón, cumbre y planicie. Está costándole respirar, y hace un rato más bien largo se rindió a no ver con nitidez. El dolor físico, para su desdicha, es la parte menos dura porque, lejos de las punzadas y la presión lastimosa, la melancolía y la tristeza son lo que más le pesa, lo que lo está hundiendo poco a poco. Tiene la certeza de que esas sensaciones inhumanas menguarán hasta extinguirse para siempre, pero no es capaz de creer que los sentimientos se esfumarán de un momento a otro. Siente que su alma está muriendo y que sólo quedara su cuerpo y su mente rota cuando la pena concluya.

Y no es culpa de nadie, más que suya.

Paul se ha ido. No sabe a dónde, no sabe exactamente por qué, pero sí sabe que no regresará pronto. Quizá no lo haga nunca. Se ha ido del país, es una posibilidad enorme que del continente, y no hay poder en la Tierra que le obligue a volver. Ni siquiera saber que Jacob muere en vida.

Y, aunque es Paul quien desencadenó el dolor, Jacob es incapaz de verse como merecedor de hacer exigencias. En dondequiera que esté, Jacob respeta el hecho de que decidiera alejarse, acepta que decidiera lastimarlo de ese modo. Aceptaría incluso que lo odiara, pese a que no pasará – o quién sabe, ya no está seguro de nada –.

-         Jacob – escucha el susurro –. Dame algo. ¿Qué debo hacer para que esto se detenga? Permíteme ayudarte, no soporto… no deseo verte así.

En su confusión, Jacob reconoce la voz de Edward y detecta vagamente su dulce aroma. El dolor no desaparece, no se hace menos horrible ni terminará dentro de menos tiempo, pero Jacob se centra en la bella voz de Edward y siente que soportará todo.

-         Se detendrá – susurra –. No necesitas hacer nada, Edward. Se detendrá.

Sucede dos días más tarde. Jacob se va a dormir y, al despertar, sólo queda un cosquilleo molesto en sus extremidades. Como previó, la melancolía y la tristeza permanecen, cernidos sobre él, como una constante ineludible.

Es emocionalmente doloroso.

Y es esa parte la que jamás terminará.

Notas finales:

Gracias por leer, No puedo contestar los comentarios esta vez, como lo dije en el otro capítulo. Lo siento, pero lo haré en cuanto cuente con el tiempo suficiente.

Nos leemos, muchas gracias.


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