Recuerda a Mike Newton.
Recuerda muy bien sus ojos zafiro, su cabello dorado, su sonrisa con un dejo de condescendencia. Han pasado muchos años, casi diez, pero Mike es una de esas personas que dejan una gran impresión y se quedan dentro de la mente como una sombra distante, mas no confusa o inexacta.
Su padre, Billy Black, alguna vez fue amigo de Thomas Newton; en la época en la que Sara aún vivía y Jacob les acompañaba a donde sea que salieran por el mero placer de estar con sus padres. Un día, Billy y Sara aceptaron la invitación a comer de Margaret, la madre de Mike, y Jacob y éste tuvieron una de sus pocas – no aburridas, sin embargo – reuniones para jugar en el espacioso jardín de la familia Newton; no está seguro, es un recuerdo muy lejano, pero Jacob tiene la sensación de que Mike se cayó una vez mientras corrían y un montoncillo de pasto y ramitas se le atoraron en su melena rubia; por supuesto, Jacob cree que se rio mucho cuando esto ocurrió.
Ahora que está de vuelta en Forks, con dieciséis años cumplidos hace poco y su sistema inmunológico resintiendo el brusco contraste de las temperaturas de Hawái y Washington, Jacob sonríe cuando Mike parece no recordarlo a él y le aborda por los pasillos del instituto vanagloriándose de lo mucho que le ayudarán sus conocimientos del terreno a Jacob.
- Y no importa de que se trate – dice Mike, entretenido en sus alegres explicaciones –, ya sea asesorías con la tarea o un par de jugarretas con los de quinto y sexto, puedes contar conmigo – con esto último, Mike termina su monólogo y, con total confianza, pasa uno de sus brazos por los hombros de Jacob, palmeándole el hombro como si de los amigos más cercanos se trataran.
- Bueno – Jacob pretende de no sonreír, pero la bonachona personalidad de Mike le contagia –, gracias. Espero poder yo solo con las tareas, y no creo que quiera hacerles bromas a los de grados superiores, pero sí te agradecería que me dijeras en dónde está el aula 221 – la verdad es que sabe dónde se encuentra el aula, pero quiere aplazar el momento en el que se separarán tanto como le sea posible.
- ¿Literatura con Gordon? – inquiere Mike, su boca curvándose.
- Así es.
- Fantástico – murmura Newton –. Creo que tendremos un par de clases juntos, entonces.
A partir de aquí, Jacob no tiene mucho tiempo para pensar. El nuevo ambiente, los rostros desconocidos y los temas que se perdió las primeras dos semanas de clase – su vuelta a Forks no estuvo planeada hasta una semana antes del inicio del curso; gracias, papá – lo fuerzan a mantenerse tres días enteros haciendo tarea tras tarea; apenas acomoda sus horarios para dormir cuatro horas por día en su afán de no atrasarse más con la entrega de trabajos.
- Jacob – le habla Mike durante el almuerzo del jueves –, ¿vamos a almorzar con Jessica? Ángela, Eric y Tyler están con ella – su mano vacila antes de tomar un tazón con macarrones y una rebanada de pizza de la barra de la cafetería –. Jessica fue un poco ruda el otro día, entendería si no quieres.
- No, no – le contradice –. Jessica parece ser así con todos, sería estúpido agarrarle rencor por sus… comentarios.
Una chica tan enérgica como Jessica Stanley no supo callarse sus opiniones acerca de la tribu originaria de la Push cuando Jacob mencionó que ése es el sitio en donde nació. El tono en el que habló distó mucho de ser despectivo, o grosero en su caso, pues hablaba sobre lo que sabía de la tribu con más curiosidad – curiosidad morbosa quizá – que cualquier otra cosa.
Pagan la comida – Jacob no tiene demasiada hambre luego de su desvelo – y se dirigen a la mesa en la que Jessica gesticula emocionadamente y Ángela, acostumbrada y a gusto con la efusividad de su amiga, le escucha.
- Hey, chicas – saluda Mike, chocando los puños con Eric y Tyler, que corresponden al gesto sin dejar de lado la comida entre sus manos.
- Hola – Jacob sonríe, porque no sabe qué más hacer, aún incómodo entre ese grupo de amigos que se conocen de años.
Se sienta al lado de Ángela, que le regala una sonrisa dulce – sin poder evitarlo, piensa en lo bonita que esa chica le parece –, y Mike al otro lado de la mesa, de modo que terminan dándose la cara.
- ¡Jacob! – le llama Jessica –, ayer no puede contarte nada. No sabes mucho de lo que es esta escuela, ¡y necesitas hacerlo! Mira, primero te diré quién es quién…
Jessica le da una extensa – algo tediosa – exposición de los círculos sociales más destacados de la preparatoria. Gira el rostro para recibir el dramático alzamiento de hombros de Mike y su sonrisa resignada. Los ojos de Mike – el color de éstos le gusta, podría atreverse a decir que le encanta – captan su atención, y es durante el encuentro de sus miradas que Jacob siente que lo miran desde la derecha, por sobre el hombro de Mike.
Mira hacia allí y el pecho se le contrae. Sentado en una mesa a muchos metros de distancia, un chico de orbes ambarinos le observa. Dentro de sí, el sentimiento que le revuelve el estómago se divide en emoción – es un subidón de adrenalina, algo que no esperaba para nada – y desconcierto – los ojos de esa persona, lo que está impreso en ellos, enciende señales de alarma, que resuenan por los rincones de su ser más profundo –.
Stanley se percata de que Jacob ya no la oye y voltea sin miramientos, siguiendo el rumbo de los ojos de su nuevo compañero. Una desagradable desazón se extiende por su garganta al reparar en quien le quita la atención de Jacob. Sin embargo, no piensa perder algo que se le antoja primordial.
- Se llama Edward – recurre a tocar la mano que Jacob tiene sobre la mesa y, cuando es notada de nuevo, la sonrisa triunfante no se resiste a moldear su boca –, Edward Cullen. Su familia es de lo más peculiar.
Luego de un rato, Jessica se distrae con su propia voz, pero Mike se da cuenta de que Jacob mira por sobre su hombro el resto del almuerzo.