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Dividido por Akire-Kira

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Notas del capitulo:

No se si se han percatado, pero esto apenas comienza...

Mientras Edward reacomoda las piezas del ajedrez con sus manos moviéndose parsimoniosamente, Jacob desabrocha los botones de la camisa que lleva puesta y la baja por sus hombros y espalda hasta descubrir su pecho y abdomen; Edward se abstiene de mirar, observando las piezas rojas y blancas con una concentración tal que Jacob comienza a disgustarse. La tela de las mangas se enrosca en sus muñecas, pero no pasa de ahí. Jacob palpa las partes arrugadas de la prenda con los dedos, suavemente, recordando la noche anterior, cuando Edward la estaba usando, y se asegura de que el tablero de ajedrez esté bien ordenado antes de hablar.

-          Edward – espera con paciencia una respuesta, pero no la hay –. Edward – repite –, mírame.

-          Colócate la camisa, Jacob – dice Edward, haciendo el primer movimiento en el tablero con un peón blanco –. Dijiste que deseabas jugar hoy, nada más que eso – la disconformidad en su voz no intimida a Jacob.

-          Hemos estado jugando un largo rato, Edward. Ahora quiero que me mires – alarga un brazo al frente y alcanza una de las manos de Edward, aferrándola –. Tienes que ver esto en algún momento, hazlo ahora.

-          He visto suficiente  – murmura Edward, y entrelaza su mano con la de Jacob –. Toda la noche no he dejado de ver eso, el cómo se formaban, cuántos han sido, el tono exacto que tienen… Ya vi suficiente, Jacob. Colócate la camisa, ¿está bien?

-          Si dejas de sentirte miserable por algo tan trivial; sí, me la pondré.

-          Trivial – escupe Edward, el ardiente enojo burbujeando dentro de él –. No es algo trivial que te desmayaras, ni tampoco que mis manos hayan dejado manchas violáceas por toda tu piel. Es horrible, es absolutamente detestable, y no te percatas de ello.

-          Si me desmayé es algo que debiste esperar, que debimos esperar. Perdí sangre, me puse débil, una reacción así no merece que te recrimines a ti mismo. Yo te permití beber, era consciente de que podría traerme consecuencias similares, pero dejé que lo hicieras porque quería que pasara – Jacob se levanta de su asiento, la silla rechina contra el suelo, el sonido es irritante. De pie a un lado de Edward, Jacob termina de quitarse la camisa y la deja sobre la mesa, ocultando el tablero bajo el suave tacto de la tela blanca –. Creo que deberías tenerlo más que entendido, Edward, pero te recordaré que soy humano. Un humano que se rompe, que siente dolor, que no puede evitar su mortalidad, que se daña y se arregla una y otra vez. Cuando desaparezcan, cuando el violáceo se vaya, será como si no hubieran existido para mí.

-          Yo recordaré muy bien. Para siempre.

Jacob exhala y se despeina el cabello. Desde que se conocieron – y más tras el primer encuentro con James – Edward tiene este problema de atribuirse la culpa de todo lo que le sucede a Jacob – aquello que es malo, lo que le trae pena y tristeza –, y éste no lo soporta. Mucha de su felicidad depende de Edward… pero Edward no lo recuerda la mayoría del tiempo; se enfoca en los aspectos difíciles de su relación y esconde las partes buenas bajo una sombra pesada y turbia.

Jacob ya no quiere que esto continúe.

-          Edward, escúchame, y muy atentamente. No te tomes a ti mismo como el causante de mi sufrimiento, no te hagas responsable de todo lo que sucede entre tú y yo. Si estoy aquí, compartiendo el resto de mi vida contigo, no quiero en un futuro acordarme de que te rehusabas a verme, de que no querías siquiera tocarme – se aproxima a Edward, posándose a sus espaldas, y acaricia el cabello cobrizo enredándolo entre los dedos de su mano izquierda a la vez que su derecha se cierne en torno a la firme curva del cuello sin pulso –. Es cierto que me heriste, pero yo te he lastimado también. No puedo causarte un dolor físico, y tampoco rasgarte la piel o hacerte moratones, pero lo que sufriste en Volterra fue por mí. Cuando estuvimos de regreso y me negué a verte, cuando te regresé el anillo, cuando Paul decidió irse… el dolor emocional que sentiste por mí culpa, equivale a ese desmayo y los hematomas.

La tensión en Edward empieza a drenarse con lentitud. Jacob recibe con gusto el agarre en sus muñecas y se deja llevar por el deseo exteriorizado de Edward, que se aprieta dentro de sus brazos y le besa en el mentón, disfrutando del contacto y pretendiendo que no ve las dos incisiones profundas y punzantes que hay en el cuello bronceado de Jacob.

-          No quiero dañarte.

-          Ni yo a ti.

El viento de la costa llega a ellos arrastrando un tenue olor a sal. Edward percibe el aroma del mar, pero se sumerge en el de Jacob, que es como la menta recién cortada y los pinos en invierno. La fuerza del viento hace volar la camisa y varias piezas de ajedrez caen al piso; el tintineo marca la pauta para zanjar el tema por el momento, y Jacob decide que la plática, aunque aún debe tener una conclusión, necesita un tiempo de descanso.

Notas finales:

Lamento que sea tan corto, en verdad, pero el darme cuenta de que esto va para largo (no sé cuántos capítulos tendrán que ser para plasmar todo lo que quiero, no sé cuánto demoraré en acabar...) me ha dejado algo impresionada, y sólo he podido completar esta pequeña idea acerca de la segunda estancia en la Isla Esme de Edward y Jacob.

Espero les haya agaradado, espero que me digan lo que les ha parecido :)

Nos leemos.


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