Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dividido por Akire-Kira

[Reviews - 39]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Sí, sí, aquí está el siguiente :)

Diré que me encanta la perspectiva de Edward. Me encanta Edward.

El impacto inicial hace que enmudezca por horas.

La señal de alerta que chilla dentro de sus oídos aniquila cualquier mínima apetencia de descanso, ese letargo denso y confortante por el que su cuerpo estuvo rogándole cada segundo de la mañana.

No habla, apenas conserva suficiente conciencia de sí mismo para sentarse adecuadamente en el sofá, pero escucha a Edward hablar por teléfono, arreglando un acuerdo sobre la fecha de sus boletos de regreso a Washington; está tan decidido a que se vayan lo antes posible que incluso sobornaría a los encargados de las aerolíneas para que les concedan lugares en el vuelo que parte al amanecer, en menos de diez horas.

Cuando Jacob despertó, desorientado y escéptico, experimentó un fantasioso instante en el que lo que Uiara dijo, perteneció, junto a la sensación de estar acompañado de su madre, a otro más de sus sueños; siempre extraños, siempre plagados de cosas imposibles, siempre solamente una quimera. La certeza de que no lo había soñado llegó de la mano de Edward, que había empacado las pertenencias de ambos y murmuró con contundencia que solucionaría la situación. Jacob, una fracción de él, pensó que ¨la situación¨, dicho por Edward, sonaba como una gran injuria; otra parte de sí, lo omitió tal cual omitiría el color del cielo – está ahí, es constante, es normal, no hay que cuestionarlo más allá de su existencia –.

Edward puede estar al teléfono en la habitación, a muchos metros de distancia, pero Jacob sabe que sus movimientos, hasta los más suaves roces de su ropa contra otras superficies, serán captadas por sus agudos tímpanos. Estar con él equivale a una nula privacidad; han superado esa barrera ya, pero justo hoy Jacob siente que retrocede, que la red dentro de su mente, entrecruzada a la perfección, se ve perjudicada por nudos; unos flojos, otros muy apretados y algunos más que apenas están torciéndose. Su confusión no es culpa de nadie, sin embargo, sólo de él mismo, que no es apto para digerir tal magnitud de información en tan poco. Necesita tiempo. Tiempo y pruebas; algo real, sólido e inalterable que desafíe las insensatas sospechas que ha gestado. Necesita confirmar o desmentir las declaraciones de Uiara. Necesita caer hacia un lado, ya sea el de lo verosímil o el de lo improbable.

El estrés no contribuye en su intensión de aproximarse a la verdad. Su cuello y espalda están tensos, duros, y la cabeza le duele en la parte frontal. La penosa sensación llega a sus hombros, incluso a su pecho. Va a gritar de desesperación si no escapa de los malestares de su propio cuerpo; son fatigosos, agotadores. Lo único que se le ocurre para relajarse es un baño con agua templada, así que reactiva sus extremidades y se encamina al cuarto de baño. Pasa a un lado del dormitorio, Edward lo nota y un sentimiento de congoja se apodera de su corazón; el silencio hiere, es un arma poderosa, repentina mas no planeada.

En el baño, Jacob abre las llaves del agua. Tendrá que esperar a que la tina se llene, gastar tiempo no es un problema, la voz de Edward traduciendo a Uiara se repite en su cabeza; provoca eco, se extiende por muchos rincones, monopoliza aprovechándose de su incalculable fuerza; hay algo sádico en esto, en recordar las palabras y su orden con exactitud, Jacob maldice en voz baja, odiándose, odiando a Uiara.

¨… crece dentro de él…¨.

Ahí está la confirmación, de nuevo. Es un peso doloroso sobre su cuerpo. El precio del saber es amedrentador. Jacob rehúye del recuerdo, pero Paul está ahí, unido a él, y por primera vez Jacob cree que sus decisiones le llevan por el camino erróneo. Con Paul, convivir sería tan sencillo como respirar; con Edward, es la muerte. Muerte en un sentido crudo, en el literal, algo que se adivina nítido justo ahora y de lo que Jacob anhela, instintivamente, alejarse.

Pero Sara retorna. Su madre le arroja fuera del alcance de las dudas, al sitio en el que la seguridad equivale a recostarse entre los brazos de Edward y dormir abrazado por ellos. Donde la persona que ama nunca lo abandonaría pese a la dificultad de las adversidades. Y éste es el lugar correcto, se dice, es el correcto porque Edward está a su lado y no necesita nada más para saberse en casa, para saberse capaz de superar las adversidades también.

Está asustado, se estremece del miedo, no va a mentir, pero lo soportará. Tan complicado como sea, va afrontarlo y vencerlo.

La tina casi se ha llenado.

Jacob se quita la camiseta y, mientras la deja en un cesto al lado del lavabo, sus ojos se desvían al espejo de cuerpo entero que está en la pared contraria. El ruido del grifo abierto se apaga, su corazón da un enérgico, nervioso, palpitar, y al fin comprende – al fin acepta comprender – el significado de las palabras que Uiara usó. Algo de la carga aplastando su cuerpo se desvanece. Ya tiene su prueba sólida e inalterable, ya ha caído del lado de lo improbable.

En su abdomen, donde Uiara tocó antes, hay una redondez desacorde. Es un detalle pequeño, se ve poniéndose de perfil al espejo, Jacob palpa con cuidado la zona, forzando los alcances de su memoria para extraer un recuerdo de sí mismo, una imagen de su cuerpo que sea previa a la Isla Esme. Logra encontrarla, y la comparación es obvia. Algo – alguien, se corrige – crece dentro de él. Lo sabía, pero hasta ahora está asimilándolo. Es rudo, pero no impactante. Se sorprende de nueva cuenta, pero no entra en pánico. El saber es amenazante, sí, pero lo es más que Edward considere a esto – Jacob presiona los dedos en su abdomen, el volumen nuevo se percibe firme, inofensivo – como algo que debe ser erradicado. Jacob teme, teme por dos, y el ¨dos¨ no incluye en él a Edward.

-          Jacob – él salta, tomado desprevenido por el tono en el que Edward se expresa. Las manos en su abdomen le delatan, Edward seguramente detecta el punto en cuestión, el cambio que ha sufrido, con mayor facilidad –. Es más rápido de lo que pensé – está murmurando tan bajo que a Jacob le cuesta oír –. Tenemos que estar en Washington pronto, mientras haya oportunidad de que no te dañe.

Jacob se calma. Ir en contra de Edward con una actitud defensiva no es fructífero. En lugar de oponerse firmemente, trata de marcar un punto medio.

-          No estamos seguros de que sea malo – expone Jacob.

-          Lo es para ti.

-          Si pudieras esperar a saber lo que la tribu tiene que decir a esto podemos decidir qué hacer.

-          Creo que es evidente – dice Edward, reacio a cambiar de idea –. Extraerlo es vital. Conservarlo sería una locura.

-          Es una locura que esté creciendo – replica. El sentimiento de protección para con el pequeño bulto en su cuerpo es asombroso; nace de las profundidades se su ser, falto de vacilaciones, respaldado por la valentía de Sara –. Acércate – pide a Edward, éste atiende su deseo –. Pon tu mano aquí, encima – y guía la palma de Edward a su abdomen, mirándole a los ojos –. Lo sientes, ¿verdad? – Edward asiente, su gesto se suaviza –. No me duele – asegura –, no me está lastimando.  Quizá nunca me lastime.

-          Posibilidades – dice Edward, suena disgustado –. Como las visiones de Alice, puede suceder o no. No me obligues a estar de brazos cruzados ante esto. De entre todo, no ante esto.

-          No digo que lo dejemos pasar, sólo que no nos apresuremos. Podríamos equivocarnos.

Edward está convencido de no equivocarse. La mujer que vio en la mente de Uiara, aquella que murió por obra de una criatura como su igual, fue consumida lentamente. Murió y antes vivió un infierno. Desnutrida, fracturada, débil. No dejará que Jacob se arriesgue en condiciones tan extremas. No sobreviviría de intentar hacerles frente.

Pero luego están los deseos de Jacob. La criatura está en su cuerpo, crece en él, está en su derecho tomar la decisión final. Edward no puede obligarlo a deshacerse de lo que Uiara describió como un demonio, porque Jacob no lo cree así.

-          Te dije alguna vez que te apoyaría sin importar lo que pase. Cumpliré mi promesa.

Edward envuelve sus brazos en los hombros de Jacob, recarga la frente en su pelo, respira para colmarse del fresco aroma. Siente que se desmorona. Porque no acaba de conceder su autorización a un trato justo, acaba de decirle a Jacob que se realizará lo que sea su voluntad, y Edward conoce de antemano lo que Jacob hará.

-          Sólo, por favor, piensa en mí – Edward estrecha a Jacob con vigor, suplicando por que no se vaya nunca –. Te amo, ¿cómo sobrellevaría que me dejes?

-          No voy a dejarte. Jamás.

Edward quiere creerle. No puede.

-          Cúmplelo. Protégeme de la nada.

Sálvame del vacío, piensa, no permitas que me mate.

Notas finales:

Es verdad. No sólo yo viviré un infierno a partir de aquí. Edward sufrirá conmigo...

Bueno, ¡gracias por leer! ¡Gracias por comentar si lo haces!

Hasta luego :)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).