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Dividido por Akire-Kira

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Notas del capitulo:

Amo escribir sobre estos dos.

Edward corta el camino de Paul cuando éste se encuentra a poco más de doscientos metros de la casa. A poco más de doscientos metros de Jacob. Se interpone de un modo brusco, agresivo, que provoca una reacción natural por parte de Paul. Paul le gruñe y se agazapa, le envía todo tipo de pensamientos malintencionados e intenta, corriendo hacia diferentes direcciones, deshacerse de él. Pero Edward es muy rápido y ni siquiera Paul puede igualarlo.

¡¿Qué demonios quieres, sanguijuela?!

Como siempre, piensa el vampiro, el temperamento de Paul hace mella en él. Lo descontrola. Le hace estar inquieto, nervioso y desesperado. Lo transforma en una verdadera bestia de cuatro patas… Edward sonríe un poco, agradado con la idea de ser un poco mejor que ese hombre. Él, al menos, no es sacado de sus casillas con tanta facilidad.

-          No deberías estar aquí, chucho – y es intencional, por primera vez, darle ese apelativo –. Has cruzado la frontera. Este es mi territorio.

Me importa una mierda. Mi imprima está ahí, no voy a dejarlo a tu lado ahora.

La palabra “imprima” alcanza a rozar la única fibra sensible que Edward tiene en todo su ser. Reprime sus instintos violentos y se arma de una de las mejores maneras: con su venenosa e inclemente lengua. Piensa destruir el alma y el corazón de Paul tal como Paul destruyó los de Jacob. Es parte de su venganza.

-          No pareció importarte que fuera tu imprima hace un par de meses – dice, inamovible, devastador –. Él no te importa en verdad. Si acaso lo quisieras como dices hacerlo, jamás te habrías ido. Antes de que lo menciones, Paul: cuando yo me fui, lo hice obligado. Aro Vulturi amenazó con matarlo si no servía a su causa. Me prometió que lo asesinaría frente a mí si acaso me oponía a sus deseos. E incluso así, no lo dejé. Estuve al tanto de James durante esos meses, cazándolo por todo el mundo con un solo propósito: salvar a Jacob.

La mente de Paul ha perdido algo de su habitual velocidad. Se torna lenta y pesada, como si estuviera percatándose de pequeños pero importantes detalles tras mucho esfuerzo.

-          Además – continúa Edward –, como tú lo dirías, me importa una mierda que estén imprimados. No puedo hacer que eso cambie, no puedo hacer que Jacob te odie, pero sí puedo negarme a concederte la más mínima posibilidad de apartarlo de mí.

El espíritu del lobo toma la forma de un tornado. Paul lo siente palpitar a través de sus venas. Está preparándose para un ataque.

-          Aunque sus almas estén unidas y hayan nacido para el otro – escupe Edward –, no permitiré que te lo lleves. Jamás.

No tienes ningún derecho sobre él, Cullen.

-          Tienes razón, Paul – acepta Edward –. Pero tú tampoco – sonriente, avanza un paso hacia el lobo –. Si es que lo amas, puedo asegurarte que lo que sientes no es nada. En mi existencia, tras tantos años, nunca he amado tanto. Pero ¿sabes?, no se reduce al amor… el amor no es todo. Hay más que cariño en lo que compartimos. Hay más que un maldito lazo.

No lo entiendes.

-          Sí, no lo entiendo – replica –. No entiendo tu manera de amar. Pareces dominado por un capricho. Te vas y vuelves cuando te apetece. Eres infantil y estúpido en tus decisiones, Paul.

Estás dejándolo a merced de “tu semejante”. Le dejas tenerlo dentro sabiendo que puede morir. Estás equivocado en todo. Eres tú quien quiere retenerlo a su lado. Te interpusiste entre nosotros desde el principio, desde que regresó a Forks. Conocías sus orígenes y seguiste buscándolo. Estaba en contra de los tratados entre mi tribu y tu familia, pero te metiste en su camino sin considerar las consecuencias.

-          Las consideré todas – murmura Edward –, incluido el escenario en el que recibiera la herencia.

Eso no podías evitarlo.

Entonces, Edward siente que la mente de Paul se serena. Abruptamente, los pensamientos hostiles se han esfumado. No hay nada más que un recuerdo. En su memoria, Paul mira hacia una gran fogata, sus llamas amarillas, naranjas y azules agitándose por el viento, atrayentes y curiosas, pero la atención del hombre está por completo centrada en la voz de Harry Clearwater, que le explica por qué Jacob es como es, por qué nunca será uno de la manada como lo es Seth, Leah, Quil, Jared, Sam o el propio Paul. Es información vital. Edward percibe el momento exacto en el que su ira hacia el lobo se ve sobrepasada por una angustia inconmensurable. Su mente se paraliza, sus pensamientos corren alrededor de los de Paul, examinando, obteniendo y sintetizando todo.

Harry Clearwater guardó con recelo y precaución conocimientos relevantes hasta unos días antes de su muerte. Datos sobre la tribu que ni siquiera Billy Black, descendiente directo de Taka Aki, sabía. Harry depositó todo su saber en Paul, asegurándose así de proteger a los suyos cuando él no estuviera más.

-          ¿Por qué no lo dijiste? – ruge Edward, agazapándose en un movimiento absolutamente instintivo e impulsivo –. ¡Lo has sabido durante casi dos años! ¡Sabías que eso podía suceder y no dijiste nada!

No sabía que podía cumplirse siendo tú quien… siendo tú quien le acompañara. Es algo sagrado, no creí que una sanguijuela pudiera hacerlo también, mucho menos cuando él es mi imprima. Su cuerpo va a resistirse en algún momento. El ser que está ahí dentro es un demonio y el espíritu va a saberlo, se dará cuenta y se rehusará a mantenerlo consigo.

-          Él lo quiere – dice Edward, enfurecido –. Lo quiere como no tienes ninguna idea. No va a permitir que lo extraigamos y si es su propio organismo el que se resiste, ¿cómo crees que podrá soportarlo? Tal como dices, es un demonio como yo. Es idéntico a mí e intentará llevárselo. Esa criatura también opondrá resistencia a ser desechada.

Si fuera mío, si tan solo hubieras aceptado que tú y Jacob jamás debieron estar juntos, esto no pasaría. Sería normal. Sería lo correcto, pero te interpusiste hasta llegar a esto.

Edward, entonces, encuentra el punto que debe presionar.

-          Él es el centro de tu mundo, ¿no? Así lo ves. Como tu balance, tu mitad destinada, tu compañero de alma.

Siempre lo he sabido, no sabes cuánto esperé para que lo descubriera. Estaba seguro de que acabaríamos juntos llegado el momento.

-          Y aun así, sabiéndolo, sintiéndote en su interior, me eligió a mí. Te vuelve loco. No quieres aceptarlo. No quieres admitir que lo has perdido y que es así no sólo por mí, sino por tu voluntad. Lo cediste todo al irte. Aunque no quieras asimilarlo, voy a decírtelo: Jacob Black, tu imprima, el joven al que has visto crecer por diecinueve años, no volverá a quererte como lo hizo una vez.

Carlisle una vez le dijo a Edward que ocupara sus palabras con precaución, que utilizara el corrosivo poder de las letras para obtener beneficios, no para hacerse de enemigos. Edward no ha escuchado el sabio consejo y ahora tendrá que lidiar con un lobo Alfa que cayó fuera de sus límites.

Pero realmente no le importa.

Los dos necesitan liberar el odio que sienten el uno por el otro.

Notas finales:

La rivalidad, el rencor, el odio, entre Edward y Paul es algo que ya ha causado muchos problemas. Hora de calmarlo.

Gracias por leer :)


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