Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dividido por Akire-Kira

[Reviews - 39]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Jacob y su carácter hacen acto de presencia.

La primera mirada luego de meses.

Jacob esperó ser capaz de rechazar el deseo de acercarse, que el espacio oscuro dentro de su mente no se iluminaría cuando Paul apareciera, que toda su tristeza – nunca desaparece, nunca se va, queda aplastada por otros sentimientos, pero sigue creciendo debajo – aumentara, pero sucede lo contrario.

Cada partícula de su cuerpo le pide que se acerque, le ruega que se rinda ante la biología y ponga las palmas de sus manos en ese espeso pelaje. En su mente, el oscuro espacio comienza a titilar, a producir su propia luz. Y su tristeza, la totalidad de su dolor escondido, disminuye poco a poco mientras Paul vacila en sus pasos.

El peso que se asienta en el pecho de Jacob está asfixiándolo. El manantial de emociones que intenta desbordarse de su boca le impulsa hacia adelante. Se pone de pie y camina hacia el lobo. Tan espléndido y hermoso. Jacob se siente deslumbrado, se siente febril y anhelante y estúpido. Porque es ridículo que siga amándolo con la intensidad del primer día, con la desesperación del primer beso, con la esperanza de la primera promesa. Sigue amándolo, ¿cómo es posible? ¿Cómo es que ni siquiera puede desear odiarlo?

-          ¿Por qué? – Jacob dice al fin, temblando de miedo y enojo–. ¿Por qué te fuiste? No sabes lo mucho que… sufrí. Fue un infierno. Todo en mí estaba muriendo. Yo quise morir y tú no me diste una explicación. Sentí como si estuvieras jalando del lazo, como si lo forzaras a estirarse más de lo que nunca podrá… y lo dejaste así por meses. Me dejaste hundido… me dejaste peor.

Jacob ve cómo el pelaje de Paul se eriza. La sutil alusión a la época en la que Edward se fue es un paso peligroso. Porque en aquél entonces Paul fue quien le ayudó a aceptar que Edward no estaba, que se había ido y no regresaría. Paul hizo que se levantara. Primero con ayuda, luego por sí solo. Paul fue su soporte y ahora es quien le hizo derrumbarse.

Los papeles se invirtieron. El lobo no lo soporta. Rompió su promesa. Le falló a Jacob.

Cuando Cullen se largó de Forks y logró resanar a Jacob, Paul se dijo que jamás le provocaría un daño similar. Dijo que nunca le provocaría ningún tipo de daño, pero no pudo cumplirlo.

No supo cumplirlo.

-          Paul – murmura Jacob, mucho más tranquilo. Mucho más suavizado –. ¿Estás bien? ¿Has estado bien?

El punto de inflexión llega y Paul siente que las heridas que le dejó Edward Cullen ya no arden. La aceptación de Jacob le devuelve el aliento. Es todo lo que necesita para continuar respirando.

Sus patas hacen ruidos secos cuando camina sobre el piso de madera. Se acerca a Jacob precavidamente. Inspecciona el cuerpo de su imprima y encuentra cambios; unos que no presentan problema, otros que querría tener el poder de revertir. Su cabello ha crecido, el contorno de sus ojos se oscureció, los huesos en sus muñecas y tobillos se notan más, el color de su piel está yéndose – es algo ligero, de no ser un licántropo jamás se habría percatado de ello – y en su abdomen, creciendo entre sus caderas, una curvatura indeseable se desarrolla a cada minuto.

Ahí dentro, protegido por la fuerza de un espíritu superior, la criatura que engendró con Edward Cullen permanece reposando. Dormida, inconsciente, pequeña y, aun así, malvada. Un ser peligroso y lleno de veneno. Un demonio que su propio espíritu le pide que elimine.

Las manos cálidas de Jacob se sumergen entre las hebras de su pelaje y le distraen del llamado de su instinto. Jacob le acaricia el hocico y detrás de las orejas. El roce familiar e íntimo transporta a Paul a un momento mejor. Hace casi un año, cuando Jacob y él se besaron por primera vez. Cuando el cuerpo de Jacob tembló de puro placer bajo la presión del suyo y todo lo que ambos pudieron pensar fue más.

Pero la situación en la que se encuentran actualmente hace que Paul desatienda los recuerdos y ponga atención a las pequeñas cosas que le unen a Jacob. Intenta, algo desesperado, un poco inseguro, comunicarse como antaño.

Estoy bien ahora.

-          Yo también – asiente Jacob –. No vuelvas a hacerlo. No te vayas así. Creo que acabamos de comprobar lo mucho que nos afecta estar separados.

¿Es así con él? ¿Te sientes así cuando él se aleja?

-          Sí, así me siento. Sabes lo que pasa con nosotros cada vez que nos distanciamos. Causamos problemas.

Lo sé de primera mano. Ustedes no se detienen hasta volver a estar juntos. Supongo que será de ese modo siempre. Aunque yo esté, no estás bien sin él. No lo comprendo.

-          Lo amo.

Y me amas a mí.

Jacob cierra los ojos un momento. Se odia cuando debe responder a eso. Odia que Edward le escuche a kilómetros de distancia, que sepa detectar el aumento en su ritmo cardiaco, la alteración de su respiración… Odia que Edward sufra cuando le contesta a Paul.

-          Y te amo a ti.

Dejarías de amarme si con eso lo hicieras feliz. Completamente feliz. Te sacrificarías por él. Tan solo piénsalo: morirás por él.

-          Basta.

Es verdad, mi amor. Si ese… ser no existiera, le ofrecerías tu cuello. Te mordería. Te volvería uno de ellos.

-          Eso estuvo decidido desde hace tiempo. Es la condición de los Vulturi

Los Vulturi sirvieron para una única cosa: darle la excusa a Edward.

-          No es ninguna excusa.

Lo es. ¡Lo es, Jacob! Es su excusa, y la tuya también. Crees que sobrevivirás a ese maldito bicho, piensas que la ponzoña de ese imbécil te salvará de cualquier riesgo, ¡pero es posible que falle!

Jacob lo vio venir. El arranque de furia. La inestabilidad que caracteriza a este lobo Alfa se alza entre la predecesora calma. En un ritual que ya conoce de sobra, Jacob da cinco pasos hacia atrás, creando un espacio que le dé más oportunidad de salir ileso de un ataque.

Emily le pidió que fuera cuidadoso con Paul, con el alma del lobo que a veces lo domina, y Jacob la escucha.

-          Si es de lo que quieres convencerme, no lo lograrás. Edward te lo pidió, ¿no? Luego de que pelearan, te pidió que persuadieras.

Si lo que quieres es un hijo…

-          ¿Qué? – replica Jacob, interrumpiéndolo con brusquedad –. Si es lo que quiero, ¿tú me darás uno? Es eso, ¿verdad? Piensas que me convencerás prometiéndome“otro”. Crees que así estaré contento, que él es un objeto que puedes compensar con uno distinto.

Paul no dice nada. Ni una contradicción. Ni un argumento en su defensa.

Jacob se enfurece.

-          Maldita sea, lo crees. ¡En verdad lo crees! Paul, estás hablando de un asesinato. ¿Cómo es que quieres, simplemente, arrojarlo a un lado?

Es de esa sanguijuela. Es mi deber eliminarlo.

-          ¡No es suyo nada más! – Jacob grita. Grita con la potencia máxima de sus pulmones, con la más grave desesperación y furia que ha padecido jamás –. ¡Es mío y de él! ¡Es parte de mí, Paul!

Paul detecta el aroma de dos sanguijuelas filtrándose por su nariz. Rosalie y Alice. Ellas se acercan. Rosalie avanza rápido y se pone entre Paul y Jacob, bloqueando al lobo, supervisándolo. Alice está del lado de Jacob, tomándolo de los hombros. Ellos dos, Jacob y Alice, piensa Paul, son tan parecidos ahora. Tan pequeños y menudos. Tan frágiles en apariencia. Tan engañosos.

-          Lárgate, chucho – dice Rosalie, lanzando dagas con sus orbes dorados, preparada y dispuesta a atacar si Paul pone una sola pata fuera del sitio que ella ha delimitado.

Jódete, rubia.

El gruñido que Paul emite hace que los sentidos de Rosalie se agudicen.

-          No te hará caso – dice Jacob –. Rose, no lo ataques. Edward ya lo lastimó hace un rato… y supongo que él también lastimó a Edward.

-          Lo hizo – farfulla Rosalie –. ¿Lo ves? – se dirige a Paul –. Sólo tengo más y más razones para sacarte de aquí, ninguna para dejar que te quedes.

No me iré, Jacob. Necesito saber lo que pasará contigo.

-          Tampoco quiero que te quedes – declara Jacob, mirando seriamente a Paul –. No te quiero aquí cuando todo lo que piensas está en contra de lo que creo. Tus heridas ya han sanado – mira por un segundo hacia las motas carmesí que tiñen el pelaje de Paul – y no dejarán ninguna marca, pero Edward tendrá varias.

No vas a decirme que él te preocupa más que…

-          Me preocupa, Paul. Lo lastimas. No haces más que lastimarlo y él a ti. Es mejor que te vayas.

No vas a echarme. Vienes conmigo.

-          No lo haré – Jacob se deshace del agarre de Alice y avanza hasta quedar unos centímetros por delante de Rosalie –. Tú no puedes obligarme a nada. Eres mi imprima, pero no mi Alfa. No sigo las órdenes de nadie, lo sabes.

¿Ocuparás eso? ¿Que eres un Black?

-          No si te vas ya. No son un lobo, pero tengo más derecho que tú y que Sam a comandar la manada – Jacob sabe que todo lo que está diciendo tendrá repercusiones negativas en Sam, pero el calor que nace desde el núcleo de su enojo le impide considerar las consecuencias –. Esta es una orden: vete.

Paul no debería estar sorprendido por sentir que su instinto le pide agacharse. Es una sensación leve, un llamado en volumen bajo y un tanto distorsionado, pero existe. En lo profundo de su mente, la autoridad de Jacob le empuja a obedecer.

Vacila un minuto y sus patas le conducen a la salida en menos.

Sanguijuela, cuídalo.

-          ¿Por qué se lo pides? – inquiere Jacob, alcanzando a oír gracias al lazo –. Sabes que estaré bien aquí, ¿por qué sigues pidiéndoselo?

Nadie será tan apto como yo para cuidarte. Ni siquiera él.

Paul se va, corriendo y esquivando los anchos troncos de abetos y pinos. Oye en la lejanía cómo el zumbido ensordecedor del colibrí – prefirió ignorarlo estando con Jacob, prefirió pensar que eran sólo imaginaciones suyas – se calma con cada metro que él se aleja.

Jacob cree tener todo bajo control, pero Paul presiente que las cosas se desmoronarán tarde o temprano.

Si quieres proteger a tu colibrí, Paul decide que esta una buena forma de llamarle a “eso”, necesitas tener a Sam bajo tu dominio. Necesitas poder cambiar en un lobo. Pero no me escucharás en lo absoluto, ¿verdad?

Notas finales:

Los que están del lado de Edward ahora mismo deben estar: sí, ahí tienes, Paul.

Gracias por leer :)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).