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Notas del capitulo:

Me encanta este capítulo. Mi corazón llora de emoción.

En dos semanas más, Jacob empeora.

Esas patadas que esperó no sentir aparecen a los treinta días, cuando su colibrí, según las observaciones de Carlisle, tiene el tamaño de un feto de cinco o seis meses. Los golpes comienzan muy suaves, apenas los nota, pero evolucionan cada día que pasa. Se vuelven más duros y frecuentes. Duelen cada vez más y Jacob sólo ruega por que no sea demasiado para él.

Normalmente, es durante la noche que el dolor le hace aferrarse a las sábanas. Cada calambre expandiéndose dentro de sí pone sus extremidades trémulas y rígidas. Aprieta los dientes, entierra la cara en la almohada. Hace todo para no quejarse en voz alta.

-          Si te duele no debes ocultármelo – escucha Jacob. Abre los ojos y observa a Edward caminar por la habitación con lentitud –. Si te está lastimando, no me lo ocultes.

Jacob respira profundo. Sus dedos se aprietan alrededor de la sábana una vez más antes de que pueda contestar sin que su voz se quiebre.

-          Lo hace – declara –. Me lastima. Pero Edward, no… no lo culpes, ¿de acuerdo?

-          ¿Por qué no debería? Si sigue así te destrozará desde adentro – Edward da un par de pasos más y se sienta en el borde de la cama. Posa la palma de su mano sobre el dorso de la de Jacob y continúa hablando para sí mismo –. Lo hará. Carlisle y yo estamos seguros de eso, así que ¿por qué no debería culparlo? No obstante, si lo culpo a él, debería también culparme a mí. Es por mí que existe al fin y al cabo.

-          No es culpa de nadie – replica Jacob –. Ni tú ni yo sabíamos que era posible. ¿Cómo podríamos imaginar esto?

-          Nosotros no lo sabíamos, pero Paul sí. No entiendo por qué no nos lo advirtió.

-          Tampoco yo, Edward. No quiero seguir recordando el día en el que regresó porque tú… Edward, ¿por qué le pediste que me hiciera esa… propuesta?

-          Ya sabes por qué, vida mía. No hay necesidad de más explicaciones de las que tienes ahora.

Jacob gira su mano para entrelazar sus dedos con los de Edward, acariciando los pliegues de la fría y tersa piel con el interés del desconocimiento. Con los dedos de su otra mano, recorre los relieves que hay en los antebrazos de Edward. Puede imaginar la manera en la que los colmillos de Paul se clavaron en esa piel de alabastro al hacer las marcas. Jacob entrecierra los ojos, disgustado, con un sabor amargo en su boca. Paul fue una verdadera bestia. La cantidad de mordidas en Edward supera la que Jacob esperó encontrarse.

-          ¿Duelen ahora? – pregunta Jacob en murmullos, rodeando el camino de cicatrices con su dedo pulgar.

-          Para nada. Son un recordatorio solamente.

-          Él no tiene estos recordatorios.

-          Soy capaz de dárselos una vez más. Aunque se desvanezcan así de rápido.

-          No puedo evitarlo, ¿verdad?

-          No. Es algo que estará pasando.

Y Jacob está seguro de ello. Sucederá con regularidad.

Suspira.

-          Ojalá no sea muy pronto. No quiero verte con más cicatrices – repasa la cicatriz más profunda, que está cerca de la muñeca, y luego dice, sonriente –: Quédate en la habitación conmigo, Edward.

-          Ha habido mucho dentro de mi cabeza desde que regresamos de la isla… – Edward pausa unos segundos mientras rememora los buenos tiempos en el exótico lugar; la paz, la felicidad, sin peligros ni muerte asechándolos desde la oscuridad amenazante de los rincones –. Parte de mí estaba evitando cosas como esa, Jacob. Tenerte cerca nunca antes me pareció tan difícil. Eres más frágil ahora.

-          Salí ileso de situaciones más arriesgadas – defiende Jacob –. Sólo quiero que estés aquí, a mi lado.

Jacob sabe la gravedad de lo que está proponiendo, pero extraña a Edward. Desde que regresaron de la Isla Esme, Edward ha puesto una irritante barrera entre ambos. Los besos son escasos. El contacto es mínimo. No le gusta la manera en la que Edward lo trata. Tan impersonal a veces. Tan distante en otras.

-          Ven conmigo – pide de nuevo, extendiendo su mano hasta tocar la quijada de Edward con su palma abierta.

Jacob no lo siente moverse. En un instante, ya no tiene el cuerpo de Edward bajo sus manos, sino recostado junto a él. Edward, apoyado sobre su costado izquierdo, lo mira a los ojos, concentrado en algo que Jacob no puede ver.

-          ¿Cuánto tiempo más podrás soportarlo? – inquiere Edward, susurrante.

-          Hasta el final – resuelve Jacob –. Voy a lograrlo.

-          Hay cosas que ni siquiera la ponzoña logra.

-          No moriré, Edward. Ustedes lo consiguieron, yo también lo haré.

Ninguno habla durante un rato.

Jacob está desesperado por encontrar una manera de explicarle a Edward lo mucho que está enamorado de su colibrí, de este ser que no es nada más que un inocente al que se le adjudican serios crímenes. Porque él – Jacob no lo entiende, pero siempre ha sido un “él” en su cabeza, desde el segundo en el que comprendió que existía – no es un bicho malvado como lo cree Paul, o un demonio asesino como lo cree Edward.

Es un bebé. Su bebé.

Nadie está feliz con su desición suicida. Carlisle prevé lo peor por el deterioro de su salud. Alice lo ve cada vez más borroso e inexacto en sus visiones. No hay más que pronósticos desalentadores y alternativas que Jacob desecha sin, por lo menos, considerarlas.

-          Tú crees que será como los niños inmortales de hace siglos – dice Jacob –. Pero no fue creado de la misma manera. Los niños que tanto temen ustedes fueron convertidos a una edad muy joven, pero este niño no será así.

-          ¿Cómo puedes estar tan seguro? No tiene lógica.

-          Lo sé. No es un monstruo.

Edward no quiere alargar más la plática. El tema lo saca de control. Está molesto con el mundo entero y lo está aún más consigo mismo. Jasper odia tener que mantenerlo a raya todo el día, así que le ahorrará la cansada molestia a su hermano. Le ahorrará el innecesario mal humor a Jacob.

Esta noche Edward es dulce con Jacob. Lo acaricia con la dulzura de los primeros encuentros íntimos de hace casi tres años. Repasa su morena, pálida piel con el dorso de su mano, redescubre las planicies y las colinas de su cuerpo y acepta con entusiasmo el toque de Jacob, que es suave como una pluma, ligero como el viento.

Edward duda cuando su mano se desliza por las costillas de Jacob y siente el bulto que sobresale de su abdomen. Una vez puso su mano sobre esa porción de carne emergente, pero no lo ha hecho desde que incrementó su tamaño. Es atemorizante la idea de tocarlo y comprobar por él mismo que la criatura se mueve y patea y daña a la única persona que lo ama verdaderamente.

-          Pon tu mano encima – incita Jacob –. Está moviéndose.

Medio segundo de consideración. Entonces, Edward coloca su mano sobre el bulto, presionando apenas bastante como para que Jacob lo perciba con claridad. La criatura no sólo se mueve un poco, sino que parece estar estirando sus cortos miembros dentro de Jacob. Lo hace con una fuerza mínima. Edward lo nota en su palma como el golpecito desganado de un niño humano.

-          Es muy grande – señala Edward. Se da cuenta que nunca antes habían hablado de “su semejante” con tanta soltura y normalidad.

-          Sí. Creo que está dormido ya. Dejó de patear hace un buen rato y… oh – exclama sorprendido. Lanza una mirada curiosa a su estómago y se limita a declarar–: No había hecho… eso.

-          ¿Qué hace?

A modo de respuesta, Jacob dirige a Edward para que toque la parte inferior de su hinchado vientre, cerca de su ombligo. Edward aguarda, intrigado, y se pregunta si lo que sea que esté haciendo es algo malo. Malo para el debilitado organismo de Jacob. En medio de sus cuestiones no pronunciadas, la nueva presión le distrae. Edward puede percibir las puntas de unos dedos diminutos que se aplastan contra la piel de Jacob.

-          Es su mano – dice Edward.

-          Es como… si buscara tocarte. Parece que se despertó.

El ceño de Edward se frunce. La manita que se empuja contra la suya es insistente, decidida, y la criatura no para de moverse hasta que Edward recarga ambas manos. Jacob siente a su colibrí agitándose con emoción, como si estuviera extasiado con la presencia de Edward.

-          Te busca – Jacob luce asombrado.

Edward no tiene qué decir a eso.

Notas finales:

Ese colibrí está ganándose mi corazón. ¿Ustedes qué creen que es: un niño o una niña?

Gracias por leer :)


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