Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Dividido por Akire-Kira

[Reviews - 39]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¿Saben? Adoro esto. En verdad.

Se ha vuelto una costumbre que Paul ronde por la casa. En su forma humana dentro de ésta y en su forma de lobo mientras anda en los alrededores. Él y Edward no son amigos, pero trabajan en una relación basada en su tregua. Gran parte del tiempo no hay inconvenientes, sin embargo, esas peleas ocasionales, verbales o físicas, son primordiales para ambos. Como si necesitaran estar en conflicto para soportarse el uno al otro, lo cual, a ojos de Jacob, es bastante confuso.

Edward continúa investigando en las leyendas de su raza, buscando algún relato que le permita comprender lo que crece dentro de Jacob. La mayoría de lo que encuentra son antiguos pasajes en los que se relatan matanzas a manos de esos hermosos, dulces, destructores niños inmortales. Carlisle haya más de lo mismo en los archivos de los Vulturi, quienes accedieron a que se llevara consigo la información cuando dejó de ser parte de ellos.

-          Odio que la casa apeste tanto – Rosalie se queja. Hace eso mucho. Tanto, que Jacob se siente cansado de escucharla.

-          Estoy en las mismas, pero no podemos hacer mucho – Paul, como siempre, aviva la llama de ferviente repudio entre ellos; Paul y Rosalie son dos polos iguales, se repelen, se evitan. No se tocan jamás.

-          Rosalie huele a lavanda para mí – Jacob dice – y Paul huele como un día lluvioso.

-          Sí, bueno, para ti. Ese es el problema. A parte de ti, nadie disfruta de un rico aromatizante de ambiente.

-          Puedo colgarte uno al cuello, chucho – se burla Rosalie –. Nos harías un favor a todos.

-          Mejor te rocío de insecticida. Es mil veces mejor que tu peste.

-          Oh, vamos. Parecen críos.

-          Tú eres el crío aquí, Jacob.

-          No lo parece.

El entretenido diálogo se extiende varios minutos. De algún modo, pasan de hablar de aromatizantes de ambiente y mata insectos a tópicos como quién es el más fuerte, el más rápido o el mejor en combate cuerpo a cuerpo; quien es Jasper, por supuesto, pero Rosalie y Paul dan argumentos para postular como los más habilidosos en el arte de la guerra. Emmett apoya a su esposa con puntos que están fuera del combate cuerpo a cuerpo al que se refieren, pero eso hace reír a Paul, Jacob y Alice, quien se unió a la conversación luego de la mención del insecticida.

-          Deberían mantener eso guardado en la alcoba, chicos – Esme reprende, más contagiada del entusiasmo colectivo que molesta por las insinuaciones.

Jasper entra a la casa con un gesto de curiosidad en su rostro. Examina las emociones que fluyen de su familia y del perro y cae en cuenta de lo calmados que están los ánimos. Es una grata sorpresa. Y es gracias al perro. De no ser por él, Jacob habría enfermado más y más y se habría consumido ante las exigencias del feto.

Tras un rato, Esme se pierde de vista para Jacob y Jasper regresa por donde vino; no lo necesitan ahora, la situación se mantiene controlada, asombrosamente. Alice y Rosalie platican de una pieza de joyería que, según sus palabras, es tan costosa como un total desperdicio. Pocas cosas las cautivan con ese excelente y refinado gusto que poseen.

-          ¿Sabes de lo que hablan? – dice Paul con fastidio, rodando los ojos por el interés del duendecillo y la rubia en la línea de ropa de no-sé-quién.

-          En lo absoluto – niega Jacob.

-          También estoy perdido en eso – admite Emmett –. Yo sólo me pongo la ropa que Rosalie me da – se alza de hombros –. Nunca cuestiono su estilo… o sus razones.

-          Entonces ¿ellas eligen la ropa de todos ustedes?

-          Sí – asiente Emmett –. Jacob cayó en la trampa hace unos meses, cuando fue de viaje a la Isla Esme con Edward. Dejó que Alice hiciera las maletas y ella reemplazo su guardarropa entero. Aterrador, ¿no?

-          Un poco… hombre, ni siquiera necesitan tanta ropa. No es como si en verdad pudieran dejarla sucia.

-          Se rompe a veces, Paul.

Jacob descubre la tensión en la voz de Edward, su preocupación. Estuvo leyendo más de esas historias. Muerde el interior de su mejilla y considera las consecuencias de preguntar acerca de los escritos con los que se topó. Edward toma asiento a su lado y pasa uno de sus brazos sobre sus hombros, juntándolos en un abrazo flojo.

-          ¿Puedo ayudarte? – Jacob recarga su peso en Edward y habla en voz baja.

-          Estoy bien. Es lo mismo… las leyendas.

-          No pienses en eso – solicita tranquilamente.

-          No lo prometo, pero intentaré – así zanjan el asunto. Lo acuerdan mutuamente y sin palabras. Edward vira el rostro al frente –. Por lo que oí, Esme volvió a pedirte que no nos contaras de tu vida sexual, Emmett.

-          Deberían estar acostumbrados. Nos han oído.

-          Sácame de la pluralización – Paul pide.

-          Y a mí – secunda Jacob –. No tengo el fino oído de ustedes, estoy a salvo.

Paul y Edward congenian estupendamente cuando Emmett los acompaña y aporta risas y creatividad en las bromas. Jacob los escucha sin mediar palabra. Va quedándose dormido conforme los vampiros y el lobo terminan de deshacerse de la renuencia y la precaución.

Está a poco de caer en un profundo sueño.

-          ¿Qué has dicho?

Es Edward quien habla. Jacob no oye las réplicas de Emmett o las de Paul.

-          Amor, ¿has dicho algo?

-          ¿Qué?... No – abre los ojos y se endereza –. ¿Me oíste decir algo?

Edward pasa de estar sentado a hincarse en el suelo. Su cabeza está a la altura del estómago de Jacob.

-          Di más. Cualquier cosa.

-          ¿Cómo qué? No te entiendo.

Los ojos color topacio de Edward se ensanchan de admiración. Contempla el vientre redondeado de Jacob, sus manos suben con vida propia y lo ausculta.

-          Edward, no actúes como un loco – Emmett yace en la misma posición que adoptó al inicio del encuentro con el lobo. Teme algo malo, pero no se mueve de su lugar –. Dinos qué pasa o tendré que golpearte para que salgas de ese raro estado catatónico, si acaso puedes estar en uno.

-          Le gustan las voces – el quedo murmullo sale de los labios de Edward con vacilación, como si le asustara el solo razonar lo que dice.

-          ¿Le gustan? ¿A qui…? Oh, maldita sea – Paul no cabe en su propia estupefacción porque, ¿cómo carajo eso tiene sentido?

-          ¡Lo escuchas! – Jacob jadea.

-          Son pensamientos discontinuos, hay un montón de palabras sueltas y… – concentrado, capta más venir de esa mente en desarrollo. Frágil como el pétalo de una flor, veloz como los aleteos de un joven colibrí, competente como la más vasta experiencia.

-          ¿Qué oyes? ¿Hay algo mal? ¿Qué sucede? – Jacob apresura sus conclusiones, se angustia.

A la criatura no le agrada cuando suena de ese modo. Le disgusta encontrar la nota de infelicidad en el tono de Jacob.

Triste. Jacob es importante. Risas, está bien. No gritar. Estirándome. Lo siento. Lo siento.

-          No pares de hablar. Tranquilízate. No le gusta escucharte alterado.

Él. Edward es frío. Sus manos. Es grande, muy grande. Lo está buscando. Está lejos, ¿por qué está lejos?

-          Lo siento, cariño. Lo siento – Jacob coloca sus brazos alrededor de su vientre, lo acuna y susurra a media voz –. Estoy bien. No te preocupes, estoy muy bien.

Bien. Risas, está bien. Está aquí. Estoy aquí. Estamos bien.

-          Explícate, Edward – Paul, callado, pasmado, no había interferido. Es un golpe imprevisto y duro como acero, cuesta recibirlo –. ¿Cómo es que está pensando?

-          Se desarrolla a una velocidad alucinante. Ha crecido en unas semanas lo que un feto humano crecería en seis o siete meses. Esperar algo similar de su mente es una conclusión lógica.

-          ¿Así como así?

-          Así como así.

-          Maldita locura.

Chucho. Él ruge tanto. Caliente, demasiado. Es gigante.

-          Sabe quiénes somos. Nuestros nombres. Reconoce y asocia las voces a los nombres. Posiblemente estuvo a la escucha y apenas adquiere el sentido de lo que pasa fuera de donde se encuentra. Él… te quiere, Jacob. Lamenta que te duela cuando se mueve, no cuenta con mucho espacio.

-          También te quiero. No sabes cuánto, mi pequeño. No te culpes por hacer que duela, sé que no es tu propósito. Sanaré. Estaré bien cuando estés conmigo. Siempre estaré bien. Falta poco. Resiste un poco más.

¿Bien? Edward. Edward. ¿Bien?

-          Sí, está bien – sonríe –. Ha mejorado en los últimos días. Él es fuerte. Jacob es muy fuerte.

Sí. Sí. Es cálido. Es suave. Jacob.

Edward dedica las horas siguientes a oírlo. Aprecia su voz, le dice a Jacob todo lo que el bebé trata de expresar con sus oraciones rotas, lo que lucha por transmitir en esos roces a través de la capa de piel que lo aleja del mundo exterior. Y oyéndolo es como Edward acepta que Jacob ha tenido la razón todo el tiempo, que no es el demonio sediento que los Vulturi prohibieron crear siglos en el pasado.

Oyéndolo es como Edward aprende a comprenderlo. A amarlo.

Notas finales:

Ya está. Es todo por hoy. Quisiera poder seguir escribiendo, pero tengo una tesis por hacer.

Gracias por leer :)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).