Sam y Paul discuten con frecuencia y ferocidad.
Sam es el que provoca, quien se acerca a Paul y amenaza con herir lo que éste más quiere, y Paul, de tan frágil calma, de tan peligroso temperamento, resuelve que lo único que puede hacer para detener a Sam es dañarlo. Dañarlo tanto como Sam proclama querer dañar a Jacob y al colibrí. Y lo hace. Apenas Sam termina de decir todas aquellas cosas que planea hacer, Paul salta sobre él y lo golpea contra el suelo, lo muerde, lo araña. Recibe un contraataque igual de salvaje y doloroso, pero la ira y la adrenalina son más poderosos que cualquier nimio pensamiento de detenerse.
Luego de las peleas, que Paul gana siempre, asegurando así un día más de seguridad para Jacob, hay un momento en el que toda la energía de Paul se escapa de su cuerpo. Luchar contra Sam, un Alfa en posesión de comando completo, es algo más difícil con lo que lidiar de lo que imaginó. El poder de Sam sobre Leah y Seth es mucho más definitivo que el poder que tiene sobre Paul. Sin embargo, dado que Paul no se ha revelado ante Sam – no piensa hacerlo, no quiere el comando, no quiere ser un lobo solitario, no quiere tener que estar lejos de sus hermanos, lejos de la posibilidad de protegerlos de Sam –, la influencia de su órdenes cala un hoyo en la mente de Paul. Su voz, su autoridad, le dicen a Paul que debe apoyarlo sin condiciones, que, pese a todo, él es sólo un subordinado y que debe obedecer.
No lo escuches. Tú puedes resistirte a esto con mucha más facilidad que nosotros. No lo escuches, Paul. No lo escuches.
La voz de Leah es un arroyo de frustración y súplica. En los últimos días ella ha estado tensa, preocupada, y Paul encuentra una similitud altísima entre su ánimo y el ánimo que rodea a los Cullen. La angustia que Leah siente por Jacob conmueve a Paul y es por esto que se asegura de darle tanta información como pueda.
Yo estoy bien. Deja de surtir efecto cuando Sam se aleja.
¿Cómo van las cosas allá con los fríos? ¿Qué ha sucedido con Jacob? ¿Está bien?
Paul rasguña la tierra con las garras de sus patas delanteras. Destruye la hierba incipiente del terreno en el que está patrullando – Sam es estúpido, tan, tan estúpido, que rompería el tratado con tal de llegar a Jacob; Paul quiere estar seguro de no encontrar el rastro de su aroma en los alrededores de la propiedad Cullen – y bufa con fastidio. Leah lo oye y algo en este gesto hecho a la ligera le dice que las cosas mejoraron.
Él está bien. Ha estado bebiendo sangre, ¿puedes creerlo?
¿Sangre? ¿Por qué bebe… eso?
La criatura que tiene dentro lo necesita. Según la sanguijuela, eso hará que Jacob esté menos débil.
¿No le crees?
Le creo. Es que no me agrada verlo beber esa cosa.
A mí tampoco me gustaría.
Paul siente a Leah “desconectándose”. Ha salido de fase. Paul puede deducir que es por culpa de Sam una salida tan apresurada. Paul y Leah, por sobre todo, no quieren que Sam intercepte las conversaciones que tiene por la conexión individual.
Entre menos sepa Sam acerca de Jacob y los Cullen, menos razones tendrá para cometer una estupidez.
No obstante, Paul está preparado para cualquier estupidez que ese hombre pueda hacer.