Paul es dulce el día de hoy. No se transforma, no sale de la casa de los Cullen y no se aleja demasiado de Jacob. No se permite a sí mismo perder más de su imprima de lo que ya ha perdido, ya no. Si se descuidara un poco, tan sólo un segundo, todo aquello que Jacob siente por él se iría directo al infierno… con ellos las cosas son inciertas.
O así es como Paul lo ve.
La verdad es que Jacob no puede dejar de amarlo y nunca podrá. Esta magia que fluye entre ellos estará presente por una eternidad —y todo lo que haya luego de eso—, es algo que no está dentro del control de ninguno y que los condena del modo más poético y trágico. Era su destino estar juntos, pero las cosas cambian. Siempre lo hacen. El tiempo es cruel y Paul no es capaz de sentir rencor contra Edward por mucho que se empeñe en ello. Lo odia, lo detesta, lo aborrece, y lo hace porque está en su naturaleza, impreso a fuerza en sus genes, pero no puede guardarle rencor por "arrebatarle" a Jacob porque no hay sentido en hacerlo. Por más que luche y se resista, por más que quiera cambiar el presente y ponerse en el lugar del vampiro, es Jacob y él mismo quienes no van a permitirlo.
Jacob es su mundo. No hay por qué negarlo. Lo ama, lo adora con cada fibra de su despreciable ser, con cada minúscula parte de su alma manchada… y Jacob jamás corresponderá de la misma manera. El amor que Jacob siente hacia él es más suave, más tranquilo y cariñoso. Más idílico que pasional. Más puro que ambicioso. El amor que Jacob siente por él es todo lo contrario a lo que Paul siente por Jacob.
Duele. Duele como nada podría, como nada podrá o como nada pudo.
Paul ama con una fuerza irrefrenable y desastrosa, con la desconsideración del amante apresurado y ansioso. Es fuego. Fuego en su punto más peligroso. La piel de Paul quema y marca, deja cicatrices y las abandona para que el tiempo las cure. En su ímpetu, Paul es rudo, bestial y poderoso. Es áspero. Es animal.
El amor de Paul es el tipo de amor para el que Jacob está hecho. El amor de Paul es el tipo de amor que se parece al amor de Edward. No obstante, mientras Paul es fuego tempestuoso y demoledor, Edward es hielo imponente y preciso. Edward es menos desorden y caos, menos rudeza y bestialidad. Edward es poderoso, pero callado, discreto, calculador. Paul se descontrola, se pierde, y no sabe cómo regresar. Edward es capaz de controlarse, pero cuando no lo hace es tan devastador como Paul.
Ellos dos son fuerzas iguales que van en sentidos opuestos. Uno va a la derecha, el otro a la izquierda. Uno se dirige al norte, el otro al sur.
Son fuerzas que no deben juntarse, pero que lo han hecho. Fuerzas sin escala de medición que podrían acabarse la una a la otra, pero que nunca podrían dejar a una viva. Con ellos, se reduce a todo o nada. A soportar el constante empuje contrario o a consumirse dentro de su propia energía.
Son fuego y hielo. Norte y sur. Derecha e izquierda. Blanco y negro.
Son, irónicamente, parte de un todo que puede distanciarse, pero no separarse.
La tercera fuerza, la fuerza que regula el choque entre el fuego y el hielo y que puede combatir a ambos, es Jacob.
Ellos tres son la unidad completa.
Ellos tres no pueden estar juntos, pero tampoco separados.