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Notas del capitulo:

Hola a todos.

Sí, sí... todo se pone en orden. De cierta manera.

Espero lo disfruten.

Es un zumbido parecido al del colibrí. Se escucha dentro de sus oídos, naciendo en el centro de sus tímpanos, y se propaga de su cabeza a sus pies. Es como un adormecimiento indoloro, casi piadoso, que lo aleja de la realidad. No es como estar perdido, sino como estar desorientado. Es extraño. No duele. No arde.

Paul no sabe si la falta de dolor es mejor o peor que la presencia de éste. No sabe si el dolor podría hacerlo sentir vivo. Está seguro de no querer este adormecimiento indoloro, porque le impide reaccionar, lo mantiene quieto, como si sus músculos y su piel hubiesen sido transformados en roca. Dura, fría, insensible roca.

Jacob. Jacob. Jacob. Jacob.

Paul parpadea. Ha estado oyendo ese nombre una y otra vez desde que el colibrí emitió un lastimero lloriqueo. Porque ese colibrí – el ser sobre el cual no sabe cómo sentirse ahora mismo – ha nacido ya. Lo vio en brazos de Edward en algún momento. Edward sonreía. Paul no entiende por qué sonreía, pero no le importa.

-          ¡Por Dios, hagan algo! – alguien chilla. El sonido de esa voz, voz femenina, es el reflejo de una desesperación insoportable.

Paul levanta la vista – ha estado mirando el suelo, ¿por qué miraba el suelo? – y ve a Leah con lágrimas en los ojos. Ella está cargando algo envuelto en una manta blanca y manchada de carmesí. Edward, de pie frente a ella, tiene en su rostro una expresión con la que Paul es incapaz de identificarse. Edward está luchando contra un dolor profundo y los amargos ataques de la culpa, del resentimiento más brutal: el que tiene contra sí mismo.

Sacude un poco la cabeza. Sabe que está viendo la realidad en un modo que no debería. Las cosas pasan lento. Transcurren de manera que no lo abrumen. A Paul le molesta, pero no puede combatir la confusión.

Mueve el rostro hacia la derecha y encuentra a Carlisle. Carlisle es un estado en el que nunca antes lo había visto. Su cabello está ligeramente desacomodado, las mangas de su camisa están enrolladas hasta sus codos, sus manos están repletas de sangre. Carlisle no para de moverse. Revisa el monitor que tiene a un lado mientras no para de suturar hemorragias que parecen imposibles de remediar.

-          Llévatelo de aquí, Leah. Y cuídalo, por favor – dice Edward.

Leah duda. Mira hacia donde está Carlisle y se decide por salir de la habitación agarrando muy bien al bulto que tiene entre brazos. Paul oye el zumbido del colibrí alejarse con ella.

-          Edward – dice Carlisle, alterado –, hazlo ya.

Sin responder, Edward pasa a un lado de Paul y se inclina sobre la camilla. Paul traga duro al dar un paso hacia el frente y ver a la persona que está ahí.

Jacob. Su Jacob. Sin pulso.

La visión de él estando ahí, laxo y poniéndose frío, crea grietas en el adormecimiento. El dolor comienza a meterse entre ellas, clavándose en tanto como puede, dañando a Paul desde puntos vitales que no pueden ser protegidos.

Partes de sí que Jacob protegía del dolor.

Pero Jacob ya no está. El lazo que los une – que los unía – punza terriblemente. Punza y sangra como el cuerpo de Jacob.

Edward toma la muñeca de Jacob y muerde. Sus colmillos traspasan la piel, la hieren, y Paul está por lanzarse sobre él para detenerlo cuando Seth y Jasper lo toman de los brazos y lo halan hacia atrás. Jasper poner una de sus manos sobre la frente de Paul y cierra los ojos. Concentra todo su poder en Paul hasta dejarlo sin fuerza. Seth carga con el peso de su hermano y empieza su recorrido hacia la salida.

El don de Jasper no es tan poderoso como para dejar inconsciente a un lobo. No a un lobo Alfa. Paul hace esfuerzos inútiles por quitarse las manos de Seth encima y por apartar por completo a Jasper – no por su olor, que es lo menos importante ahora, sino porque está interponiéndose entre él y Edward, ese maldito… –.

-          Iba a matarte – dice Paul en dirección a Edward, quien no ha separado su ponzoñosa boca de la delicada piel que Paul tanto ha atesorado –. Mi plan si él moría por tu culpa, era matarte. Pero no lo haré – Seth dice algo como “cálmate, está bien”, pero Paul lo ignora porque nada está bien –. Mereces vivir con esto. Mereces pasar una eternidad sabiendo que mataste lo que más has amado.

Y así, con eso dicho, deja que Seth lo arrastre fuera del lugar. Ya regresará después, cuando Carlisle y Edward no estén dentro y pueda despedirse tranquilamente de Jacob.

Despedirse es lo único que puede hacer ahora… pero eso no es verdad.

Está el otro responsable. El colibrí. Ese ser que es el igual de Edward. Igual de venenoso y dañino; tanto, que mató a Jacob poco a poco mientras crecía a su costa. El demonio que Sam le dijo que sería.

Seth es fuerte. Lo baja por las escaleras y lo deja caer sobre un sofá. Paul está mareado y mira con reproche a Jasper, quien no muestra ningún tipo de expresión en su rostro de mármol. Insensible como la roca. Como el cuerpo y el alma de Paul hace unos minutos.

Entonces, nota a Leah fuera de la casa, arrullando al bulto de carne y lloriqueos que es el colibrí. Paul mira hacia ellos dos un largo rato. Leah todavía tiene rastros de lágrimas en sus mejillas morenas, pero ya no está llorando. Hay un sentimiento distinto a la tristeza o la preocupación en sus ojos cuando ve al colibrí. Hay felicidad.

Paul aún no lo entiende.

Más tarde, apenas unos minutos, Rosalie es quien cuida al colibrí.

Jasper, Seth y Leah se van para reemplazar a Emmett, Alice y Esme, quienes han estado durante las últimas dos horas cuidando la frontera de cualquier miembro de la manada. Paul se queda solo en la planta inferior de la casa. Oye a Rosalie murmurar apelativos cariñosos al colibrí. Carlisle y Edward continúan arriba, junto a Jacob, y Paul quiere sacarlos de ahí con el método que sea necesario.

Pero no sube para hacerlo. No lo hace porque ve su oportunidad. Sabe que Edward no tiene  cabeza para prestarle atención, no ahora. Carlisle es más de lo mismo. Están concentrados en Jacob. Rosalie está concentrada en el colibrí...

¿Quién podría detener su avance ahora que quiere  acabar con esto?

Se pone de pie. Camina por los pasillos con conocimiento – ha estado ahí, viviendo ahí, es obvio que sabe ubicarse dentro – y se detiene en el umbral de una puerta abierta. Se asoma al interior sabiendo lo que verá. Rosalie todavía le habla con dulzura al bebé, pero el pequeño no para de lloriquear. No ha dejado de hacerlo desde que lo alejaron de Jacob.

Entra a la habitación. Sus pisadas son cuidadosas, lentas. Rose le da la espalda, sentada en un sofá individual, y sostiene al colibrí frente a ella.

-          Sabes que no te dejaré hacerle daño – dice Rosalie sin mirarlo, sintiendo su aroma y su presencia como Paul previó que lo haría. Como mera medida de seguridad, Rosalie recarga al bebé contra su pecho, poniendo el cuerpecito bajo su segura cercanía –. Él no tiene la culpa de nada. Es mi sobrino y apenas es un recién nacido.

-          Jacob está muerto – el colibrí se retuerce y bufa cuando escucha el nombre de su padre.

-          Jacob lo amaba. Decidió arriesgar su vida para que él viniera al mundo. Era una posibilidad que no sobreviviera, y es lo que sucedió. Al igual que yo, sabes lo que Jacob habría hecho por su hijo. ¿Crees que te perdonaría si lo lastimaras?

Paul permanece en silencio.

-          Este bebé es lo único que te queda de Jacob – continúa Rosalie –. Es hijo de Edward, pero eso no quita que también lo sea de Jacob. Es más humano y más parecido a él de lo que esperábamos.

Rosalie se levanta de su asiento y gira para darle la cara. Paul se siente descolocado con la leve sonrisa que la mujer le muestra. Ella separa al bebé de sí. El pobre continúa quejándose.

-          Mira sus ojos – pide Rosalie.

Paul elige mirar los ojos del colibrí en lugar de los de ella y es en este instante, cuando halla los ojos cafés de Jacob en ese diminuto rostro, que la desdicha por la reciente pérdida lo alcanza. El dolor y la amargura se mezclan, se hacen homogéneos, y Paul llora porque no hay nada más que exprese correctamente su sentir.

Los ojos lacrimosos del colibrí se abren con apreciación, brillan de curiosidad y angustia, cuando Paul lo toma en brazos y lo presiona contra sí. Siente los hipidos del pequeño contra los propios, pecho a pecho, y cierra los ojos. Rosalie es amable – por primera y quizá última vez – y lo deja a solas con el niño.

El corazón del colibrí bombea tan rápido como siempre y su piel es casi tan cálida como la de un humano. Su piel es suave y está sonrosada en las mejillas y hombros. La manta ensangrentada fue cambiada por otra de color amarillo, limpia, libre del olor a muerte.

-          Tranquilo – le dice Paul –. Jacob está bien ahora – el bebé solloza y agita sus manos cerca del cuello de Paul, rozando con las tibias puntas de sus dedos lo que debe parecerle una temperatura muy elevada –. Él te amaba, siempre te lo dijo a ti y a nosotros. Ahora que te encuentras a salvo, él podrá descansar. Nunca me pidió nada, pero estaré ahí para protegerte. Siempre podrás contar conmigo.

Lejos – pero tan cerca, riesgosamente cerca –, del otro lado de la frontera custodiada por Seth, Leah y Jasper, Sam ruge y aúlla. Le habla a Paul, directa y únicamente a él con aquel irritante tono altivo y confiado.

La manada va a atacar.

Notas finales:

Oh, Dios. No sé. Esto me pareció bastante triste, pero no lo suficiente. Siento que falta algo, pero ya me daré cuenta después.

Gracias a todos por leer. Se los agradezco como no tienen idea.

Hay un pequeño aviso respecto al nombre del bebé (que es, por supuesto, un niño). Dada la poca respuesta en la encuesta online que creé, el nombre será elegido a mi criterio. Me encantaría que hubiesen respondido más personas (sólo hubo tres que lo hicieron), pero ya que no sucedió, no puedo tomar eso como un voto "unánime" de parte de ustedes. Es lamentable.

Sin más que decir, me despido por ahora.

Gracias por leer.


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