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Dividido por Akire-Kira

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Notas del capitulo:

Siento mucho no haberme dado cuenta de que no había publicado este capítulo en esta página.

Espero no se molesten. Muchas gracias por leer.

Edward detiene el andar de Jacob antes de que éste entre en la casa. Lo toma de la mano y hace que se concentre en lo que va a decirle. Sabe lo fácil que es distraerse para los suyos – hay tanto que ver, sentir, oír y oler que poco o nada es más importante que disfrutar del entorno –, más aquellos que han estado despiertos por poco tiempo.

-          Puedo escucharlo – dice Jacob con una mueca de disgusto, tratando de zafarse de su agarre para entrar y ver a Lowell –. Está ahí dentro y quiero verlo. Suéltame.

Su cambio de humor repentino reduce las posibilidades de que Edward lo deje libre, pero Jacob es terco y no se rinde hasta que Edward lo besa y susurra junto a su oído que nadie va a impedir que vea a Lowell, sólo tiene que esperar un poco más.

-          ¿Por qué tengo que esperar? – masculla –. ¿Y por qué eres un jugador tan sucio que recurres a ese método para persuadirme?

-          Hay dos personas más que quieren verte antes de que conozcas a nuestro hijo – explica Edward con sinceridad –. Y no fue un juego sucio, sólo ocupé las herramientas que tengo a mi alcance – sonríe.

Jacob rueda los ojos y aparta a Edward en un solo movimiento. Considera sus opciones y decide que es mejor aprender a guardar la calma por sí mismo. El corazón de su pequeño colibrí es tan dulce y tan apresurado que Jacob tiene problemas para permanecer de pie en su sitio, lejos de él. Mira hacia la casa con la esperanza de alcanzar a ver un poco de ese rostro que está tan borroso en sus recuerdos, pero solamente divisa la espalda de Emmett y el cabello de Jasper. De repente, está ansioso y preocupado. ¿Él en verdad está bien? ¿Cómo estuvo sintiéndose respecto a que uno de sus padres murió justo el día de su nacimiento? ¿Puede el niño recordar a Jacob con…?

Un aroma a lluvia, tierra mojada y frutos rojos entra en su nariz. Voltea la cabeza, olvidándose por completo de su preocupación para concentrarse en las dos personas que caminan hacia él. Vacilantes y nerviosas. Corazones acelerados y pieles calientes.

Apetecible.

Cierra las manos en puños y retrocede en búsqueda del aroma dulce de Edward. Es tranquilizador tenerlo cerca. Su compañero responde al llamado de auxilio poniéndole una mano firme en la espalda.

Seth tiene las manos juntas al frente y camina con lentitud. Su mirada es profunda, examinante; Jacob nota algo distinto en la brillantez de su hermano, un destello que no estaba ahí la última vez que lo vio. Seth sonríe luego de unos segundos, pero no relaja su postura. A su lado, Edward se adelanta un paso y asiente en dirección a Seth. Jacob deduce que el chico le hizo una pregunta mentalmente.

Leah luce bellísima. Su piel oscura se ve saludable. Sus ojos pardos, casi negros, están repletos de sorpresa y duda; Jacob está por tranquilizarla cuando vuelve a respirar y el aroma a humedad, tierra y frutos le cierra la garganta con un ardor despreciable. Leah sonríe con sorna al percatarse de su incomodidad y dice, voz rasposa y mirada confiada:

-          Creo que habrá sólo un problema, Jake. No somos tu almuerzo – cruza los brazos sobre el pecho. Sus ojos se suavizan y humedecen –. Estoy muy feliz de que estés bien. El doctor nos dijo que habría algo diferente en ti respecto a los otros vampiros, pero no esperaba que fuera una diferencia tan buena. No hueles como ellos.

-          No creí que fueras a verte tan… como tú – dice Seth –. Digo, no completamente, pero casi no me doy cuenta de que eres uno de ellos. Los ojos y todo eso te delatan… y tu corazón no late… bueno, me entiendes, ¿no?

-          Por supuesto – ríe Jacob de buena gana –. Y no tienes que preocuparte, Leah, lo tengo bajo control… creo.

-          Está haciéndolo de maravilla – dice Edward –. Ustedes mismos pueden darse cuenta de la diferencia entre Jacob y los neófitos de James. Como Carlisle ya les habrá dicho, no tenemos una idea clara de por qué está teniendo un dominio sobre sí mismo como este. Entre más tiempo pasa, más me convenzo de que es permanente, así que no hay de qué estar angustiados.

Seth se remueve en su sitio, dudándolo. Leah le da un codazo en las costillas.

-          ¿Ya puedo entrar? – cuestiona Jacob –. Los quiero, muchachos, y lo saben. Sólo… necesito ver a mi hijo. Estaré contento de hablar con ustedes después de estar con él. Estoy un tanto alterado por no tenerlo conmigo.

-          Entiendo, entiendo – Leah se encoge de hombros y deja libre el camino hacia la puerta principal. Seth, por otro lado, le da una mirada dubitativa a Edward y Jacob antes de echar a correr hacia el interior.

Edward promete en voz baja que más tarde la actitud de Seth tendrá sentido. Jacob tiene un par de ideas al respecto, pero sus especulaciones pueden esperar. Siendo suave y cuidadoso, Edward lo hace entrar en la casa. Emmett y Jasper cubren la entrada a la sala de estar. Sus miradas astutas y precavidas motivan a Jacob a permanecer controlado; ellos esperan que los ataque, esperan un arrebato de instinto y salvajismo. Jacob no se los va a dar. Con una sonrisa socarrona, Emmett aparta su cuerpo fornido de la entrada. Jasper se desliza hacia atrás, colocándose del otro lado de la habitación; el corazón acelerado de Lowell debe estar torturándolo. Jacob ubica a Paul también en la pared contraria; no necesita decirle en voz alta que mantenga un ojo sobre Jasper.

-          Oh, tranquilo, bebé – murmura Rosalie con tono acaramelado. Jacob oye un lloriqueo junto a la voz de ella. Su muerto corazón se dobla sobre sí mismo. ¿Está el niño pidiendo por él?

Rosalie está recargada en el espaldar de un sofá. Carlisle, Esme, Alice y Emmett están a su lado, protegiéndola en caso de que el control de Jacob se vaya a la basura. Seth está detrás de Rosalie, atento a todos. Sin embargo, el ardor en la garganta de éste, y todos sus instintos violentos, no son nada comparado a la sorpresa de ver a su bebé en brazos de Rosalie.

Sus turbias memorias no le hacen justicia a la belleza del recién nacido. Con su redonda carita limpia de sangre, el tierno puchero en sus labios – luce como si fuera a romper a llorar en cualquier momento – y sus ojos lacrimosos, consigue hacer que la mente de Jacob acepte la realidad. Los apasionados sentimientos en su interior se condensan en el fondo de su garganta. Siente la asfixia característica del llanto reprimido y todo lo que puede hacer para aliviarlo es suspirar. Jasper da un paso hacia el frente, previniendo al resto del derroche emocional por el que Jacob está pasando. Rosalie empuja al bebé contra su pecho, escondiéndolo entre sus brazos. El niño, frustrado y lloroso, se queja y remueve dentro del abrazo protector de ella.

Los ojos cafés de Lowell – grandes y expresivos en su inconformidad – buscan los de Jacob. Sus brazos regordetes se estiran hacia él pidiéndole, casi rogándole, que lo cargue. Con las emociones a flor de piel, y sus impulsos paternales motivándolo apremiantemente, Jacob reduce el espacio entre los dos. Emmett adopta una pose defensiva en el mismo instante que sus pies se mueven. Jacob detiene un gruñido a medio camino entre sus cuerdas vocales y sus labios – una parte instintiva se sí le dice: ¿cómo Emmett se atreve a prohibirle el paso? ¿Con qué maldito derecho evita que se reúna con su hijo? – a sabiendas de que su familia está dispuesta a luchar contra él con tal de proteger a Lowell.

El bebé lloriquea.

-          Estoy bien – dice Jacob. Rosalie no le cree, su rostro entero pintando con reticencia y mesura –. Estoy bien – repite, ahora más alto y directo hacia Rosalie –. Déjame sostenerlo – avanza unos centímetros más, sus manos alzándose para recibir al pequeño.

Rosalie vacila.

-          Rosalie – murmura Edward –. Dáselo.

Comprendiendo a medias lo que pasa a su alrededor, Lowell emite otro quejido y pone una de sus manos en la mejilla de Rosalie. Jacob no comprende por qué la expresión de la mujer cambia con tal gesto, pero lo que sea está bien para él cuando Rosalie da un último paso en su dirección y le tiende a Lowell no sin lucir resentida. Jacob no quiere acabar con la ilusión de Rosalie, en verdad que no, y espera que ella entienda.

Cargar a Lowell se siente natural. Lo acomoda entre sus brazos sin problema alguno mientras el bebé sonríe y cierra sus manos con emoción, haciendo uno que otro sonido que no se oye a queja, sino a inocente alborozo. Está lleno de energía. Su corazón se acelera y acompasa irregularmente. Jacob nota una par de dientes diminutos emergiendo de sus encías. Comienza a observarlo más de cerca, y se percata de que su aspecto no concuerda con un bebé de unos cuantos días de vida…

Lowell, agarrándose precariamente de la ropa de Jacob, se impulsa lo suficiente para poner una de sus manos en la mejilla de éste. Su piel es cálida. El correr de la sangre por sus venas se escucha fuerte y claro. Jacob contiene la respiración, y entonces, escucha unos murmullos familiares. No suenan como si realmente lo escuchara, al menos no él. No le cuesta unir los cables. Lowell está mostrándole sus propios recuerdos, que son nítidos y están llenos de sonidos. Reconoce su voz de cuando le hablaba a su vientre, sus apelativos cariñosos para con la criatura que ahora tiene contra su pecho. Tiembla cuando Lowell le enseña el recuerdo de su rostro demacrado, aquel que portaba la única vez que se habían visto hasta ahora. Edward aparece con una sonrisa, y poco después, viéndose como si estuviera sufriendo un ataque de pánico. Leah tiene lágrimas en sus mejillas. Rosalie se presenta sin ápice alguno de pena, sus labios curvados con adoración y calma. Y hay mucho más. Muchas de las cosas que se perdió estando inconsciente.

-          ¿Cómo hizo eso? – pregunta cuando los flashes dejan de surgir frente a sus ojos. Lowell ríe, saboreando cómo es estar con Jacob luego de no verlo por días.

-          De la misma manera que yo leo mentes, Alice ve el futuro o Jasper siente las emociones de otros – dice Edward. Pone una de sus manos entre las de Lowell, quien se distrae jugueteando con los dedos de su padre –. Tiene un don.

-          Uno muy interesante – agrega Carlisle –. Hace lo contrario a Edward.

-          Y escucho lo que piensa fácilmente, algo que no puedo hacer contigo. Estábamos preguntándonos a qué se debe, y Carlisle tiene varias teorías.

-          Sí, bueno…

Jacob no presta mucha atención a lo que dicen. Los conoce, y seguro esas teorías se convertirán más tarde en una lluvia de ideas. Carlisle y Edward son muy parecidos en ese aspecto. La vena científica.

-          ¿Sigue creciendo tan rápido como antes? – pregunta Jacob. Edward y Carlisle detienen su plática. Sus miradas serias y contenidas no auguran un bien en lo absoluto.

-          Según mis mediciones, ahora tiene el peso y estatura de un niño de entre dos y tres semanas de nacido – informa Carlisle –. No he podido comprobarlo, pero al parecer la rapidez va disminuyendo con el tiempo. Estableceré un promedio cuando haya cumplido una semana.

Dos semanas y media en dos días y medio.

El temor regresa.

¿Su hijo crecerá y envejecerá en unos cuantos años?

Después de tanto… ¿es así como terminará?

No. ¡No!. ¡No!

No puede perderlo tan rápido. Simplemente no puede.

Jasper está inquieto. Seth, quien hasta ahora se había mantenido al margen, se pone delante de Rosalie nada más nota los indicios de intranquilidad en Jasper. Invade el espacio de Jacob. Extiende sus brazos en un gesto claro de querer tomar al bebé. El olor de la sangre de Seth no lo altera – continúa sin respirar –; el hecho de que quiera quitarle a Lowell sí lo hace. Mucho. Sostiene a Lowell más cerca de sí y camina hacia atrás, alejándose del joven.

-          Seth, apártate – ordena Edward.

-          Yo sólo…

-          Lo sé – responde Edward, su voz neutral –. Dale espacio. No empeores las cosas – Seth no retrocede, pero tampoco hace amago de aproximarse. Edward voltea para mirarlo –. Jacob, tranquilízate.

-          Estoy bien – medio gruñe en respuesta. Quiere suspirar. No hay aire en sus pulmones que le permita hacerlo –. No vuelvas a hacer eso, Seth. ¿Qué te sucede? Puede lastimarte, o a Lowell.

-          No, Seth – advierte Edward –. Va muy bien… espera un poco más.

Jacob siente a Paul dirigiéndose hacia él. No se arriesga a aspirar una bocanada de su olor a bergamota teniendo a Lowell en brazos. Paul pone una mano en su hombro. Es cálida y grande; el contacto funciona como un sedativo. Jacob se arrima unos pasos hacia Paul. Asustado de lo que es capaz de hacer, y más cuando Seth no se aparta, deja al bebé en brazos de su lobo, quien lo acoge con sencillez y sin mostrarse descontento.

La expresión severa que Paul le dedica a Seth es suficiente para esclarecer el mundo de Jacob.

-          Imprimaste – jadea.

La diferencia de edades es más grande que con Susan y Quil.

-          Yo… no fue intencional. Ya sabes… ya sabes cómo funciona, Jake. No puedo hacer nada en contra. No estés enojado conmigo, por favor – Seth está nervioso. Más de lo que Jacob nunca lo había visto –. Me preocupa su seguridad. ¡Discúlpame! No quería molestarte, yo…

La imprimación no es un fenómeno extraño para él. A su lado se encuentra la persona con la que su destino lo ligó; el latir de ese corazón, la calidez de esa mano… Jacob sabe lo que se siente estar lejos de tu imprimado. Es un dolor muy grave. Físico, emocional y mental. Su relación con Paul es distinta a la que Seth tiene con Lowell – dios, el pensamiento lo incomoda –. Los sentimientos de Seth deben parecerse más a los de Quil por Susan. El ferviente deseo por verlo feliz, la candidez intrínseca de una relación de amigos, su devoción de hermano… algo muy dulce.

No termina de convencerlo.

-          No estoy enojado contigo, Seth – dice Jacob –. Estoy… impresionado. Ha sido demasiado para un día. Definitivamente. No quiero pensar en lo que esto implica y… mierda, denme un descanso, ¿quieren?

Edward ríe para sus adentros.

-          Esa imprimación es una de las razones por las que Sam no lastimó a Lowell – comenta Paul –. Ley más grande y todo eso.

-          No le importó esa ley cuando fuimos nosotros – replica Jacob. Le molesta recordar la reacción de Sam ante la concepción de su hijo.

-          Porque nosotrosno somos de su total agrado – puntualiza Paul.

Jacob se toma su tiempo para pensarlo.

-          Tengo que hablar con él. Mira… sé que no concordamos con sus ideas, pero tampoco sabemos cómo ha estado pasándola. Abandonaste la manada, Paul, y yo le di la espalda el día que partí con Edward a la isla Esme. Seth y Leah están aquí ahora. La manada quedó incompleta, inestable, y ni yo ni tú estamos seguros de qué tan malo es eso.

-          Es un imbécil – escupe Paul. Desde afuera, Jacob escucha a Leah estar de acuerdo.

-          No digo que no lo es, Paul. Nosotros tampoco somos los mejores, ¿sabes? Yo no me convertí en lobo y el liderazgo pasó a tus manos. Tú declinaste el puesto. Después el concejo decidió que Leah y Seth eran demasiado jóvenes para el cargo y Sam fue la última opción. Sabemos el modo en que eso le afectó… estuvo enojado e irritable por semanas. Soportó algo con lo que no tenía que lidiar y sabiendo que no era el que querían para hacer el trabajo.

-          Vino la competitividad y nuestra amistad se fue al demonio – recuerda Paul.

-          Ustedes solían llevarse bien.

Lowell frunce sus cejas. Recarga su mano en la cara de Paul y pide regresar con Jacob. Paul le sonríe al bebé.

-          ¿Qué es lo que quiere? – pregunta Rosalie.

-          A Jacob – Paul tiene el placer de burlarse del hastío de la mujer.

-          Claro, a Jacob. ¿A quién más? – bufa Rosalie cruzándose de brazos.

Las siguientes horas transcurren veloces para Jacob. Alimenta a Lowell y deja que el pequeño haga una recapitulación detallada de los últimos días para él. El don de Lowell es muy útil para comunicarse. A Jacob le intriga saber si su hijo siquiera va a interesarse en hablar algún día con lo innecesario que resulta ser para él.

Cuando su pequeño se queda dormido Jacob vela por su sueño.

El miedo que siente ante la perspectiva de perderlo pronto no tiene límites.

Notas finales:

Una vez más, lamento mi error al no haber publicado este capítulo.

No afecta mucho, pues es parte de los capítulos.

Gracias por leer.

Hasta luego :)


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