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Dividido por Akire-Kira

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Notas del capitulo: Hola a todos y todas.
 
No tengo perdón de Dios, lo sé.
 
Discúlpenme, pero estaba escribiendo otro trabajo."Dead Inside", ya publicado, los invito a leerlo. Está en mi perfil y completamente concluido. Es, por supuesto, sobre los personajes de la Saga Crepúsculo, de una manera que no los había interpretado antes. Espero que les guste y me puedan dejar un comentario por allá en esa historia.
 
Aquí está el siguiente capítulo.
 
Las cosas en este fanfic se ponene interesantes.

Edward toca el piano. Jacob lo escucha mientras acaricia el cabello de Paul, quien duerme con la cabeza apoyada en su regazo. Lowell está dormido desde hace una hora y descansa tranquilamente en la habitación contigua. Seth y Leah están en los alrededores de la frontera, todavía patrullando porque no confían del todo en Sam o en su promesa de no atacarlos por lo sucedido.

Jacob piensa en su hijo, su padre, hermanas… quiere que lo conozcan. Así como Paul convive con él, Jacob desea que Rebecca, Rachel y Billy disfruten de la compañía de Lowell. Sólo Billy podría saber la verdad de lo sucedido, pero estaría bien. Muy bien. Podrían decir que él y Edward decidieron encargarse de un niño, ser padres. Que quisieron adoptar. Incluso Carlisle y Esme servirían de excusa para justificar la presencia del niño; un sobrino que, lamentablemente, acabó siendo huérfano… En ciertas ocasiones considera contarles la verdad de todo. Los Quileutes y los vampiros. Ellas tendrían la protección de los lobos, y Jacob está seguro de que sus hermanas sabrían mantener el conocimiento en secreto.

Paul se remueve entre sueños y murmura nombres a la mitad de frases sin sentido. Una risa muy baja se escucha provenir de Edward. La música fluyendo de sus dedos no se detiene.

- Tiene sueños bastante curiosos – comenta Edward.

- ¿De verdad? Sólo alcanzo a captar lo tranquilo que se siente, no lo que sea que esté soñando.

- ¿Cómo es esa unión entre ustedes? – pregunta –. Paul jamás quiere decírmelo, y a ti no te lo había preguntado.

- Es complicado, Edward, y… Hay cierta posesividad y protección para con el lazo. Se siente íntimo. Algo sólo entre nosotros dos. Así como Lowell te une conmigo, el lazo es el puente entre Paul y yo – acaricia la mejilla de Paul con la palma de su mano. Inconsciente e instintivamente, Paul se inclina hacia él sin salir del sueño –. No es igual, por supuesto, pero quisiera contártelo hasta que él esté de acuerdo – mira a Edward, sus ojos carmesíes brillando con culpa –. Lo he lastimado mucho, Edward, le debo esta privacidad y mucho más.

- Espero entiendas lo que me provoca que digas eso.

- ¿Celos? – la naturaleza de Edward no podría derivar en otra cosa. Jacob habría encontrado extraño que no los sintiera –. Ese será nuestro gran problema, ¿no crees?

- Mío y de Paul. Tuyo, no lo creo.

- Te concedo eso, pero ¿hay forma de arreglarlo? ¿Qué harías para hacer emerger mis celos?

- Exactamente, mi vida. No tengo manera de hacerte pasar por lo mismo que yo estoy pasando.

Edward podría si quisiera. Y, oh, Jacob no lidiaría bien con los celos. Jamás. La idea de alguien más tocando a Edward como él lo hace… no es recomendable que se altere ahora, no con Paul y Lowell tan cerca de sus peligrosas manos. La volubilidad de los neófitos es legendaria. Lo ha controlado bastante bien, pero no confía por completo en sí mismo. Nadie debería confiar en él durante estos primeros años.

- Imaginármelo parece suficiente, al menos para mí – masculla, su mandíbula apretada y manos flojas –. Edward, cariño, nos tomará tiempo arreglar… esto.

Sin querer contestar, Edward asiente y se vuelve hacia el piano cerrando los ojos. Necesita la música para no perderse en su irracionalidad. Cuesta mucho. Salta de Moonlight Nocturne de repente, cortando la concentración de Jacob por unos segundos; a varios metros, incluso dormido, Lowell siente el cambio y despierta durante un instante. Jacob permanece callado, luchando por hundirse en sus potenciados sentidos. No es su intención ignorar el problema, pero tampoco lo es avivar las llamas.

Dios sabe que Edward no goza de un carácter apacible.

Luego de Nocturne, Edward toca Jacob's Lullaby. Las primeras notas suenan a disculpa. Jacob sonríe en medio de su estudio de los matices y formas de la habitación, esas extrañas sombras y colores que puede ver en las esquinas de las cosas, encendidas bajo luces deslumbrantes que antes no podrían haberlo cautivado como ahora.

La canción es larga. Se extiende más de treinta minutos, sube y baja, se acelera y ralentiza. Es preciosa. Jacob se pregunta qué es lo que siente Paul al escucharla, el cómo afecta a su percepción de Edward y, más que todo, a la percepción del amor que hay entre ellos, algo que le sabe a insulto gracias a las antiguas leyendas en las que tanto cree.

Entre nota y nota, sin aviso alguno, Jacob siente algo. Una desconocida y cosquilleante presión contra un costado de su cuerpo. Es desconcertante. Está convencido de que nada lo ha tocado, pero siente que una… ¿presencia?... se aprieta cada vez más en su costado como si buscara ver algo dentro de él. Entrar en él.

Con una mano metida entre el cabello de Paul, se fuerza a permanecer inmóvil. No quiere hacerle daño por si otra cosa sucede. Entrecerrando los ojos, busca dar con la respuesta que busca. ¿Qué es eso? Imposible que lo esté imaginando, su cabeza no da para tanto realismo incluso con sus extraordinarias capacidades. Se trata de algo externo. Una fuerza fuera de lo común. Incorpórea pero poderosa, lo suficiente para hacerse notar sin contar con un cuerpo físico.

Súbitamente, aquella fuerza trata con más ahínco ver lo que desea y la presión en sus costillas y cabeza es demasiada para permanecer inexpresivo. Sacude la cabeza, esperando inútilmente que la presión se desvanezca,deseándolo con todo su ser. Sólo que se vaya, que se vaya, que se vaya rápido y no regrese. Es casi grosero en cómo intenta adentrarse en él, examinarlo por dentro. Qué desagradable…

¡Basta!

La música del piano se detiene con el sonido de un par de teclas presionadas en el orden erróneo. El chirrido se cuela en la cabeza de Jacob justo en el momento que la presión se va. Abre bien los ojos sintiendo la mirada de Edward sobre él y, en cuanto voltea, la expresión en los ojos del otro es de sobresalto y duda.

- ¿Tú lo hiciste? – le pregunta Edward.

Sí. Lo hice. Lo hice. Lo hice. ¿Cómo lo hice?

No hay manera de esté equivocándose. Lo sintió. Se vio rechazando lo que sea que fuese aquella presión, arrojándola bastante lejos, casi desmoronándola. Fue agresivo. Sus manos están abiertas, tensas sobre la cabeza de Paul, quien ha despertado y mantiene su par de atentos ojos en él, dudando de lo seguro que son los muslos que ocupa de almohada, alerta a cualquier cambio negativo que pueda presentar.

- Lo siento – articula, su voz desastrosamente atropellada entre sílaba y sílaba. Está casi petrificado en su lugar. ¿Qué fue eso? ¿Qué demonios fue eso? No entiende mucho, sólo sabe que tenía que ver con Edward –. Lo siento. ¿Te lastimé? No sé lo que hice. No… lo siento. Lo siento. ¿Qué hice?

- Tranquilo – Paul se incorpora en un segundo, todo su cansancio enterrado bajo un montón de consternación –. Jacob… tranquilo. Está bien. No lo heriste – de eso no tiene la seguridad. Cerciorarse le tomaría una sola mirada hacia sus espaldas, pero no piensa quitar los ojos de Jacob, quien está tan confundido y asustado que tiembla.

- Me encuentro perfectamente – Paul, por instinto, se aleja en cuanto la frialdad de Edward aparece junto a su hombro –. No hay de qué preocuparse.

- ¿Estás… estás seguro? No sé qué fue lo que hice, pero sí que no se trata de algo suave. Lo sentiste, ¿no? – es sencillo percatarse de la verdad –. Te dolió. Sé que te dolió. No te atrevas a mentirme, Edward.

- Fue un dolor pasajero, instantáneo. Ya no me molesta – la respuesta suena convincente, pero Jacob no deja de temblar y mirarse las manos como si en ellas estuvieran escritas las explicaciones que quiere –. Necesito que salgas de la casa, cariño. Debes calmarte. Nuestro hijo está demasiado cerca.

Un solo pensamiento de Lowell hace que salga.

No se perdonaría si le hiciera lo mismo que a Edward.

Antes de percatarse de hacia dónde lo llevan sus pies, Jacob está al pie de la Montaña Este del Monte Olímpico. Aún ve la expresión de Edward. El dolor que sintió por culpa suya. Vuelve a mirarse las manos y piensa en que no hace más que herirlo. Una y otra y otra y otra vez. Es un ciclo terrible y es toda su culpa.

¿Qué demonios fue lo que hizo?

Hay algo muy mal en él. Las premisas que obtuvo a lo largo de su vida son bastante obvias ahora que las mira en retrospectiva. Su familia pertenece a un linaje repleto de magia antigua y secretos impresionantes. A los dieciocho años, ayudado de aquel espíritu que vivía dentro de él, pudo concebir al lado de un hombre. Un vampiro.

Lo que sea que esté mal con él, con su cuerpo y su mente, es algo que quizá no pueda soportar. No se cree lo suficientemente fuerte para lidiar con más problemas, y menos con unos que implican y arriesgan la seguridad de Edward, Paul y Lowell. Unos que existen porque él existe.

Mirándose las manos una vez más, se apresura a la cima de la montaña y ahí, rodeado de aire fresco y templado, Jacob consigue calmarse. Incluso logra reírse de cuánto le afecta todo lo que sucede, cuán difícil le resulta hacer funcionar su relación con Edward y Paul.

Y en cuanto su meditación alcanza el punto de sólo percibir los estímulos del entorno, Jacob siente algo. No es nuevo, se da cuenta, sino que apenas lo ha notado.

Es una pared que se extiende de manera protectora, casi consciente, alrededor de todo su cuerpo. Una lámina inmaterial interponiéndose entre él y el exterior.

No comprende lo que es.

Cuando Edward y Paul aparecen frente a él en la cima de la montaña, ambos luciendo preocupados —incluso Paul, aunque entró en fase y su expresión es más difícil de leer en esa forma—, Jacob intenta dar una explicación coherente al respecto.

Por supuesto, falla en todos sus intentos.

- ¿En verdad estás bien? – pregunta a Edward con un suspiro, rindiéndose en buscar las palabras correctas para darse a entender.

- No lo dudes – responde él, sonriente ahora que el momento de angustia no pesa tanto. Su expresión, de repente, cambia. Los ojos se le oscurecen del modo más sutil mientras Paul regresa a su forma humana y dice, casi oyéndose enojado –: Sinceramente, ¿por qué no primero vas a la casa, buscas un par de malditos pantalones y regresas aquí para hacer lo que quieras?

- Oh, cállate – masculla Paul pasándolo de largo y postrándose justo frente a Jacob. Edward mira hacia cualquier dirección menos hacia ellos.

La primera reacción de Jacob es quitarse la chaqueta para enredarla en la cintura de Paul, quien le guiña un ojo, pero no se resiste a ser cubierto; incluso agarra él mismo la chaqueta para que no se caiga de su lugar.

- ¿Y tú? – cuestiona tocándole a Jacob la barbilla –. ¿Todo bien? ¿Esa "pared", sea lo que sea, te molesta?

- No. No me molesta.

- Buscaremos sobre ello, para saber lo que es – interviene Edward –. Ahora quisiera que regresáramos. Lowell se quedó allá casi llorando por la manera en que te fuiste y me encantaría que tú, Paul, regresaras a ser un lobo y no un hombre desnudo.

La expresión en el rostro de Edward lo vale todo.

Riéndose en voz baja, Jacob se encuentra absolutamente libre de preocupaciones.

Dura sólo un par de minutos, pero es capaz de olvidar el crecimiento acelerado de su hijo y los inconvenientes de esta relación de tres.

Notas finales:

Gracias a todos por leer.

Como dije, el atraso en esta historia se debió a que estaba concentrado escribiendo otra. Se llama "Dead Inside", está ya publicada y concluida, tiene una lista de canciones en youtube (cuyo link pueden encontrar en mi perfil) y es acerca de los personajes de la Saga Crepúsculo, como la gran mayoría de las cosas que escribo.

Hasta luego :)


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