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Notas del capitulo:

Ya es un poco tarde, lo sé, pero el capítulo ha necesitado más revisión de la que esperaba.

Gracias por pasarse por aquí, en verdad espero que les agrade la lectura tanto como a mí me ha gustado escribir.

Jacob ve a Sam a la distancia. Está entre los árboles que rodean la casa de los Clearwater, escondido en las sombras con su pelaje negro ayudando a camuflarlo. Sabe que es un peligro que él esté ahí, vigilando sus movimientos y buscando la razón de su visita, pero no piensa retroceder aunque esos ojos bestiales le miren de un modo francamente aterrador. De cierta manera, Jacob lo entiende, Está preocupado, tanto como él mismo, por el estado de Paul. Antes de entrar a la casa, donde Leah lo recibe, hace un gesto de reconocimiento hacia donde está Sam y dice, en un susurro que el lobo escucha sin dificultad: ¨no sabes a lo que vine, deja de hacer eso¨.

Leah le besa en la mejilla y le abraza con suavidad, diciéndole lo alegre que está de verlo tras tantos días – Jacob regresó ahí cuando le devolvió el anillo a Edward, pero ya muy tarde, Leah estaba dormida –. Él, sonriendo en automático, pregunta por Paul. Quiere mucho a Leah y sabe que ella necesita que la escuche pero, ahora mismo, una desagradable presión hace que su pecho duela y sólo Paul puede aliviarlo; es una incomodidad extraña, un llamado que suena como el aullido de lobo que alguna vez Paul le dejó escuchar, y la idea de pasar más tiempo sintiéndolo le disgusta sobremanera.

Sin retrasarlo más, Leah, en vez de contestar, permite que pase a la habitación en la que Paul reposa. Jacob camina con lentitud por el pasillo, respirando profundamente a cada paso. Tiempo atrás, hubiera tocado la puerta antes de entrar, sin embargo, Paul le repitió tantas veces que no era necesario que ahora abre la puerta sin miramientos. Esperó ver a Paul recostado, quizá dormido, así que le toma por sorpresa encontrarlo de pie, viendo el exterior a través del cristal de la ventana. Todavía porta las vendas alrededor del torso y los hombros, pero está, justamente, quitándosela.

-          Paul – habla Jacob –, necesitas tenerla puesta unos días más.

-          No, no lo necesito – dice él, desenredando la tela de su cuerpo –. No soy humano, ya casi sané. La venda sólo me estorba.

La presión en el pecho de Jacob duele más, de repente. Entonces, Paul se deshace por completo de la venda y gira para encarar a Jacob. La luz del sol que entra por la ventana hace que el cabello de Paul brille con un tono rojizo y su piel con uno ligeramente dorado.

-          Cierra la puerta, Jacob – dice Paul.

Tragando grueso, Jacob obedece empujando la puerta con su espalda. Su mente le repite lo mucho que se parece esa situación a las anteriores, lo muy inquieto que está debido a esto. El tiempo durante el que Edward se fue, cuando estuvo solo y a la deriva, Paul llegó a auxiliarlo, le sacó de su destruido mundo interior y le mostró lo buenas que eran las cosas sin importar quién faltara.

-          Me alegra que estés mejor – murmura Jacob, resistiéndose a la penosa necesidad de cruzar la habitación y dejarse envolver por el calor de Paul –. Pensé que tardaría más, pero veo que ser un licántropo tiene grandes ventajas.

-          Jacob – dice Paul, alejándose de la ventana –, estás matándome – murmura –. Lo que menos deseo es que estés aquí porque te sientes obligado. Dime qué sucede contigo y sabré lo que necesitas de mí. Sea lo que sea.

Jacob odia el significado de la frase. Edward la dijo, y aceptó que su relación se terminara sin apenas protestar en contra. Y Paul también lo aceptara…

-          Quiero saber algo – dice Jacob, avanzando hasta la cama para sentarse en la orilla; Paul lo acompaña, dejando una distancia entre sus cuerpos que se siente demasiado extensa para ambos.

-          ¿Qué quieres saber? – cuestiona Paul.

-          Antes de la imprimación…

-          No hubo un antes – dice Paul, quitándole a Jacob la oportunidad de formular su pregunta –. Jacob, supe que cuánto te quería desde hace mucho... te amaba aunque pensé que no eras para mí, que mi imprimación era alguien más. Te vi al lado de Edward Cullen, te vi besarlo, te vi decirle que lo amabas, y seguí ahí porque creía que podría tener una oportunidad. La tuve cuando él se fue. Quiero que comprendas algo: actué como actué porque estaba furioso y sabes que en ese estado me cuesta mucho controlarme. Las cosas que te dije antes de que fueras a Italia con Alice, nada de eso es verdad. Lamento tanto aquello…

-          Nunca me molestó. No te perdoné nada porque no había algo que perdonar. Lo que dijiste acerca de mí y él, que sólo íbamos a hacer desastres de nosotros mismos, es verdad. Pero, Paul, no sólo existe una verdad. Él y yo pudimos ser autodestructivos, pero supimos cómo ayudarnos el uno al otro.

-          Sabías que eso no pasaría conmigo, que…

-          … estar a tu lado sería tan sencillo como respirar – completa Jacob. Decirlo tiene un sabor amargo; el peso de la afirmación le hace daño porque, sí, Paul está en lo correcto.

-          Tan sencillo como respirar – reafirma Paul, inclinándose para quedar más cerca de Jacob –. Y ahora que rompiste tu compromiso, podemos…

-          No podemos.

La ruda interrupción hace que el silencio, denso y asfixiante, los rodee.

-          Ya no estás con él – dice Paul –, ¿por qué no podemos? ¿Acaso no puedes sentir ese maldito agujero en el pecho? A mí está volviéndome loco.

-          Paul… – Jacob siente su cabeza empezar a desordenarse –, te amo. Sabes que te amo. No quiero que pienses lo contrario. Pero lo amo a él, a Edward, también.

-          La imprimación…

-          No se trata de eso, Paul – continúa Jacob, decidido a exponer su punto, convencido de que ha logrado entender por qué  ha pasado eso cuando debería sólo querer a Paul, sólo desearlo a él por sobre todos los demás –. Tú y yo nacimos para estar juntos, nuestras almas fueron moldeadas para pertenecer a la otra y negarlo no me llevaría a nada. Sé que deberíamos ser solamente tú y yo, pero no hay modo de asegurar el destino – agradece que Alice le haya explicado el modo en el que funcionan los acontecimientos posibles, los que están o no por suceder –. Quizá en otra vida, donde Edward no fuera un vampiro, los planes que había para nosotros juntos serían un hecho. Pero Edward esperó décadas, paseó por todo el mundo, buscó en todos los lugares, hasta regresar a donde estuvo en sus primeros años como vampiro… hasta regresar a donde iba a estar yo, noventa años después. Estoy aquí por ti, pero también por él. Supongo que pretendían que eligiera entre ambos… no lo haré, me rehúso. Yo los necesito a los dos, ustedes me completan. Por eso, si logramos ser amigos, si logro que los dos lados se estabilicen, estará bien.

Jacob permanece en absoluto silencio tras decir aquello. No sabe si Paul comprenderá lo injusto que ha sido el destino con ellos, la cruel posición en la que los puso sin una finalidad razonable que fuera fácil de ver.

-          No nos has considerado, Jacob – dice Paul –. Hay otras alternativas, ¿no te das cuenta? – el volumen de su voz es bajo, modulado, y tendría que sonar amable, pero no lo hace; su voz expresa una combinación de sentimientos arriesgada, desde el enojo hasta la reticencia, y de ella, a la inseguridad.

-          La que propones es una alternativa que no consideraré – responde Jacob, deduciendo a lo que se refiere.

-          Si él te ama tanto como yo te amo, sólo estás hiriéndonos – Paul cubre una de las manos de Jacob con la suya, acariciando la suave piel de la muñeca son la yema de sus dedos –. Si él te ama tanto como yo te amo, con gusto aceptará.

La presión en el pecho aumenta y Jacob se obliga a respirar con tranquilidad. El llamado del lobo es estruendoso dentro de su cabeza. Paul dirige la mano de Jacob hasta recargarla en su pecho, sobre su corazón y dice de nueva cuenta, casi ahogándose:

-          Está volviéndome loco. Ese agujero, el jodido vacío, me está acabando.

-          ¿Qué puedo hacer? – Jacob jadea, nervioso y excitado por la proximidad.

-          Olvida por un momento, Jacob. Olvida todo y permite que haga desaparecer el dolor. Te afecta igual que a mí. Déjame ayudarte.

Abrumado por el dolor en el pecho, Jacob asiente, sus ojos fijos en Paul. Cuando éste besa su mejilla y lo aferra entre sus brazos, Jacob siente que la presión se hace menos poderosa, más llevadera, y da un largo suspiro.

Enreda sus brazos en el cuello de Paul y se rinde al tirón del vínculo.

El llamado del lobo se calma.

Notas finales:

Gracias a todod de nuevo, hasta luego :)


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