Aquella mañana no pensaba levantarme, pero unas manos me sujetaron y una suave mejilla se apoyó en la mía, solo doy un suspiro ya que le he dicho mil veces que no me abrace, pero esta niña parece que no entiende
- Tienes tres para soltarme
- Kurama, no seas malo, no te he abrazado así desde que era una niña
Yo solo hago un gesto de molestia, pero la verdad, yo también extrañaba esos abrazos. Solo suspiro resignado al mismo tiempo que veo su habitación la cual está muy ordenada, ¿Por qué digo esto?, antes Shizuka no era de las que dejaba su habitación impecable, se veía recogida mas no limpia al cien por ciento. Desde que ese Alexandersson llego a su vida, Shizuka es más organizada que antes, lástima que no pueda decir lo mismo que Naruto con el amargado Uchiha, ya que según Goku; el doncelito Uchiha es quien lo vigila para que el rubio tenga su habitación limpia. Aun me pregunto como un bebé tiene dominado al torpe
En fin, poco después, Shizuka se levantó de la cama para arreglarse e ir a la escuela, como siempre, tengo que cubrirme los ojos para no verla mientras se viste y desviste. Cuando termina, de nuevo la veo acomodar su pijama, ese doctor sí que la cambio.
NARRACION NORMAL
- Buenos días papá
- Buenos días hija -al verla subir las escaleras de nuevo- ¿A dónde vas?
- Olvide algo, enseguida bajo
- ¡Hazlo rápido!, no quiero que te vayas sin desayunar
- ¡Si!
Al poco rato, en la habitación de chica
- Mis fresas, dame… dame
- No hasta que me repitas las reglas
- Jum… no dejar que nadie me vea… no hacer ruido mientras tu padre este aquí, ahora sí, MIS FRESAS
Shizuka suspira y deja el tazón para luego despedirse. Kurama sonríe cuando está a punto de comer una fresa, escucha que la puerta se abre, siendo Hiruzen quien entra, quien ve con una sonrisa el ordenado cuarto de su hija. Sin embargo se le hace raro que haya un tazón con fresas, por lo que el anciano las toma para guardarlas en el refrigerador y para desgracia de Kurama, ve como una es devorada.
El pobre zorro contiene sus ganas de gritar y lanzar una bola de fuego, pero recuerda que al ser un muñeco no puede hacer nada de eso. En eso siente que es levantado por Hiruzen del suelo y acomodado en la almohada de la chica; al mismo tiempo que se había propuesto una misión de rescate.
Espero a que el hombre saliera de la habitación, esperando unos minutos y bajo de la cama, tenía que ir por sus fresas. Se detuvo en el marco de la puerta para asomarse por el mismo asegurándose de que no fuera de regreso; fue pasando por el pasillo con sigilo, cuando llegaba a una puerta abierta se detenía afinando el oído y escuchar ruido dentro de la misma, al asegurarse de todo estaba en orden continuo su recorrido, hasta que el aroma a las fresas inundo su nariz, se fue guiando por el mismo, dándose cuenta de que venía de la sala donde se encontraba Hiruzen viendo la tele con el tazón a su lado.
- Esto será más difícil de lo que pensé
Fue bajando con mucho cuidado las escaleras, pero por mantener su mirada fija en el tazón no midió un escalón y cayo rodando escaleras abajo hasta que por fortuna llego al último. Apenas toco suelo, se sentó en sus patas traseras, cubriéndose su cabeza con los de adelante puesto que había caído recargando todo su peso en su cabeza. No conto con que su caída genero ruido que llamo la atención de Hiruzen quien se puso de pie para ver de dónde provenía, alertando al zorro haciendo que el dolor paso, para continuar con su misión, se acercó al sofá que tenía a un lado una mesita y era donde estaba sus preciadas fresas, sonrió con los ojos iluminados y con algo más de prisa se puso debajo de la mesita. Y asegurándose que de no había moros en la costa, subió a me mesita cuidando de no hacer ruido. Ya frente a su tazón, no pudo evitar babear y sonreír, pero aun había un dilema, ¿Cómo se las llevaría? Después de un rato, se pone en dos patas para llevarse el tazón, el cual estaba pesado para su estatura, pero eso no lo detendría. Sin embargo, con cada paso se caía una fresa al mismo tiempo que el jugo de las mismas haciéndolo resbalar de la mesa.
En la cocina, Hiruzen escucho que algo se quebró y de inmediato se asomó a la sala para ver el tazón hecho trizas y descubrir que había pisado las frutas
- Es una lastima, pero… ¿Cómo fue que el tazón se cayó?
Hiruzen se hizo esa pregunta a sí mismo, para ir por la escoba y el recogedor, detrás del sillón, con un ligero llanto, Kurama veía a como el anciano recogía el cadáver de sus fresas las cuales terminaron en la basura. Al poco rato
- Ya volví
- Zuka, bienvenida -salió Hiruzen- hija, hay algo que quiero saber
- ¿Si?
- ¿Por qué había un tazón de fresas en tu habitación?
- ¿Eh? -nerviosa- ¿entraste a mi habitación? -al ver la mirada seria de su padre- bueno… leí que eran un buen aromatizante natural -sonriendo- y como las fresas que plante aun no florecen, pues… -acordándose de Kurama- ¿y que les hiciste?
- Paso algo raro, las traje con migo cuando escuche un ruido, al buscar que lo ocasiono y al volver el tazón estaba roto y las fresas regadas por toda la sala. Así que no tuve más opción que tirarlas
- Ya veo
Al poco rato
- Kurama ya… ¿eh?
La joven se sorprendió de ver su habitación con una atmosfera lúgubre y flamitas moradas flotando alrededor del kyubi
- Kurama -con una gotita en la frente
- Se murieron… -se lamentaba el zorro
- ¿Quiénes? -sonriendo- ah… supe lo que paso y… ¿Kurama?
Shizuka se puso nerviosa al ver la lúgubre mirada del kyubi, que parecía zombi. El zorro se puso de pie acercándose al mismo tiempo que abrió el hocico dispuesto a lanzarle una llamarada. La joven solo cerró sus ojos y al no sentir la bola de fuego solo vio una flamita salir de la boca de Kurama quien cayó de cara al suelo.
A los pocos minutos
- ¿Dónde estoy?
- Menos mal -colocándole una bolsita de hielo en la cabeza- vaya golpe que te diste
- Hum… -dándole la espalda
- ¿Sigues triste por tus fresas? -viendo al kyubi encogerse en eso se escucha un claxon- bueno te veo, tengo que salir -al no recibir respuesta- cuídate
Kurama solo escucho la puerta cerrarse y dio un suspiro hasta que un dulce aroma llego a su nariz: un tazón con fresas del doble de grandes estaban esperándolo para ser comidas al mismo tiempo que le devolvian una sonrisa al zorro