Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El 7 de septiembre por HokutoSexy

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

2. NO HAY MARCHA EN NUEVA YORK

 

 

 

En un momento dado
cuando tomo una decisión
soy peor que Napoleón
y aunque no me guste el avión
soy un hombre de acción
y por eso
me marcho a Nueva York
con la botella de Fundador
me marcho a Nueva York.

 

 

 

Unity estaba dentro del camerino general, con el resto de sus compañeros unos estaban ensimismados con las hojas del libreto echas rollo, al más puro estilo de los rollos del Mar Muerto, otros estaban hablando solos, caminando de aquí para allá, los tramoyeros subían y bajaban escaleras, los de audio hacían infinidad de pruebas, los de luces movían focos por doquier… el teatro por detrás era un hervidero de personas, que difícilmente el público llegaba a notar; los de las cámaras estaban haciendo los últimos enfoques…

 

El ruso estaba simplemente sentado en su silla, con los codos apoyados en el inmenso tocador atiborrado de maquillajes y artilugios varios, contemplándose a sí mismo en el espejo lleno de lucecillas decorando el marco, con sus rasgos delicados, varoniles, pero de líneas suaves, a él los años le habían hecho más atractivo pero seguía conservando las líneas suaves de un extranjero… a diferencia de los ingleses que con mucho eran de aspecto más maduro una vez que pasaban la adolescencia…

 

Y ni hablar de su hipopigmentación, que a unos de sus profesores les parecía encantador y a otros pocos, les daba por decirle que “dejara de decolorarse el cabello porque parecía neo punk”… su peculiar aspecto siempre fue su marca personal, eso y el azul tan prístino de sus ojos, a veces parecían casi grises de lo claros que eran.

 

Minutos antes había salido a echar un vistazo entre las cortinas: estaba ahí su padre, el obstáculo de su vida, acompañado de Katrina, con su eterna sonrisa que era una máscara.

 

Levantó la vista concentrándose en sí mismo… se acomodó la peluca castaña oscura de cabello corto, a la usanza romana, había sido un lío acomodar su cabello tan largo debajo de esa peluca, comprobó que la banda dorada en su frente estaba en su lugar… la ropa estaba perfecta, la toga romana impecable… su aspecto era magnífico.

 

Estaba listo para ser Brutus… el examen de graduación era la puesta en escena de Julio César de William Shakespeare… no necesitaba repetir sus líneas, tampoco requería ensayar sus movimientos… lo había hecho hasta la extenuación…

 

De todos sus compañeros, él era el que parecía más relajado… aunque no lo estaba del todo, sabía mantener la sangre fría en el escenario, se podía convertir en el personaje.

 

Dègel estaba en la tercera fila del auditorio, había llegado lo suficientemente temprano para tomar un buen lugar, a pesar de que Unity le contestaba muy esporádicamente o no lo hacía, en los últimos años poco o nada había sabido de él, pero sí supo cuándo sería su graduación, así que lo primero que hizo fue decirle a Kardia que no contara con él ese jueves por la noche, a lo que el otro le respondió en medio de una risa sorprendida que estaba bien, ni siquiera le preguntó. Confiaba en él…

 

En el recuento de los daños, de todo lo que sucedió entre unos y otros, quizás ese fue el problema… que unos confiaban de más… y otros no. Y que Kardia se había enamorado como los hombres inteligentes: como todo un estúpido. El normando reconoció al padre de Unity y a su madrastra, no cabía duda, Unity había heredado el color de piel y de ojos de su padre, y probablemente la belleza de sus rasgos era más bien herencia de su madre.

 

Bajó la vista hacia el programa impreso en papel reciclado, seguramente ocurrencia del ruso, a él le encantaba pensar en el tipo de cosas en las que los demás no pensaban… y llevarles la contraria por supuesto.

 

 

 

ஜ۩۞۩ஜ♥ஜ۩۞۩ஜ♥ஜ۩۞۩ஜ♥ஜ۩۞۩ஜ♥

 

 

 

Con Kardia pasaba algo muy curioso: ni siquiera podían esperar a llegar a la cama… empezaban con unos cuantos besos en los salones, en los ratos libres, una que otra caricia discreta… y mientras iban  avanzando por el campus del internado, parecía que más iban subiendo de tono las caricias mustias, hasta que llegaban a los dormitorios… ya fuera que terminaran en el de Kardia o en el de Dègel… pero no siempre llegaban a la cama.

 

A veces llegaban a la puerta… y literal, era contra la puerta, a veces, en el mejor de los casos, llegaban a la alfombra… le gustaba esa condenada pasión del griego, muchas veces, mientras estaban extenuados, enredados entre sí, pensaba en que esa reacción era obra de la sangre caliente de Kardia Nikopolidis, era el fuego de sus raíces mediterráneas… y amaba eso, amaba su corazón amable, y su jodido complejo de héroe…

 

Con Unity, las cosas eran distintas, por sí sólo el ruso destilaba sexo, todo en él era cuestión de: ¿cuánto tiempo tardarás en caer en mis brazos?... la sensualidad, su arrebatadora personalidad… sobra decir que con él, no llegaba ni a la habitación… ¿Cuántas veces habían terminado haciéndolo en la hierba, en los campos deportivos? Ya había perdido la cuenta… en un salón vacío, contra un árbol, en el piso… cualquier lugar era bueno para entregarse sin reparos…

 

Y para después sentir la cruda moral de saber que lo que estaba haciendo… estaba muy mal… que ni Kardia ni Unity se merecían eso… pero… es que Dègel era un maldito egoísta… siempre lo fue. Al menos el ruso sabía, lo sabía perfectamente, que él estaba con Kardia oficialmente, y extraoficialmente con él.

 

Al final acabó tomando una decisión, y esa fue dejar libre al moscovita… aunque mucho le doliera, aunque sintiera que se partía en dos… ¿Cómo no lo iba a querer si con él se sentía tan vivo, tan libre? Era su mejor amigo, era… muchas cosas que por temor a seguir destrozándose o arrepentirse, no enumeraba. Kardia… ¿Cómo podría no amarlo? ¿Cómo podría no enamorarse de él y de su corazón bohemio? De sus ocurrencias que le conquistaron poco a poco, y era por ello que se moría de celos de imaginarlo con alguien más de verlo con sus amigos… sobre todo con Defteros, sus celos eran irracionales si se trataba de él. Estaba seguro de que tarde o temprano, la oveja se convertiría en lobo.

 

Sus padres lo habían enviado ahí, al internado de Oxford para que hiciera amigos… pero no amantes, y cuando ya no pudo distinguir la diferencia entre uno y otro, fue ahí donde radicó el problema.

 

Terminar la preparatoria… dejar los muros atrás y ser libres… empezar otra vida en otro lugar, la emoción de saberse dueños de sus propias decisiones y de sus propios destinos.

 

Le seguía doliendo tener que dejar a Unity atrás, porque pese a todo, también se había enamorado de él… ¿Qué iba a hacer? ¿Decirles a los dos que vivieran juntos? ¿Los tres? Bonita manera de solucionarlo… con grandes noches de placer insano entre todos…

 

Al final él y Kardia se habían mudado a Cambridge, muy cerca de la universidad, rentaron un departamento… que inauguraron follando como desquiciados, en todas partes, desde el cubo de la escalera, el elevador, el pasillo, hasta la estancia, el comedor, la cocina, el baño, el cuarto de lavado, y al final… la habitación.

 

Pasaron tal vez tres meses a partir de esa nueva vida… después de esos noventa días de silencio, un día cuando Kardia estaba de viaje ya que su padre había sido intervenido del corazón en Atenas, tomó el Audi rojo y manejó hasta Londres… hasta la London Academy of Music and Dramatic Art, movido sólo por sus buenos recuerdos y por el silencio de Unity… el ruso sabía perfectamente que no soportaba su silencio ni sus desapariciones, y aun así lo hacía, era su manera de castigarlo, o su manera de llamar la atención del francés… lo que fuera, le funcionaba bien.

 

—Maldito ruso, merde! —Pronunció estacionando el auto, audazmente se había colado en el estacionamiento de estudiantes, para ese momento ya había localizado la tira de materias de Unity, su registro escolar y su horario… todo eso a un solo clic, y sabía que al medio día ya no tenía más clases.

 

Se metamorfoseo entre los estudiantes, no tenía idea de dónde empezar a buscarlo, hasta que sin querer llegó a un piso superior, se acercó a lo que fungía como barandal y que era una placa gruesa de cristal, al recargarse y echar un vistazo, pudo ver en el piso inferior la cafetería de la escuela, que más que cafetería, parecía un restaurante mediano y elegante, lleno de piezas de arte, de afiches…

 

—Bueno, los artistas tienen un gusto especial —murmuró bajando las gafas de sol para echar un vistazo a las mesas y a los estudiantes.

 

Toda una casualidad… lo vio entrar con su peculiar andar, tan seguro de sí mismo, era de esos tipos que uno tenía que voltear a ver, y como si nada, como si no le importaran las miradas sobre su persona fue hasta la caja, pagó algo… uno de esos expresos que tanto le gustaban, algo más, lo que parecía ser una panecillo, pasó por entre las mesas, saludó a algunos, se sentó en una de las mesas desde la cual podía ver a todo el que entraba o salía, y a los contiguos.

 

—Muy propio de ti… —comentó Dègel, la mar de divertido.

 

Dejó un libro sobre la mesa, algo que leía, y si la aguda vista del francés no le fallaba, se trataba de… Shakespeare, para variar.

 

Lo que más llamó la atención del francés fue la manera tan descarada en la que estaba observando a una chica, un par de mesas enfrente, no dejaba de verla… ni un instante, incluso parecía hacerlo tan directamente que no dejaba duda alguna de lo que quería… esa mirada le decía que: “te voy a comer entera”…

 

—Joder, ¿cuándo te volviste un depredador?

 

La chica se sonrojó, hasta que finalmente se levantó y fue a la mesa del ruso, él le dijo algo al oído y ella rio nerviosa… acto seguido él la besó en los labios… ¡Así sin más! ¡Sin otro trámite!

 

—¡Pero que frescura, Unity!

 

Ella se puso en pie poco después, muchos ojos para entonces ya les estaban mirando, era una clase de actuación en medio de la cotidianeidad de la cafetería.

 

El normando tomó el móvil y le marcó. Vio al ruso observar el teléfono, lo vio dejarlo sonar, como debatiéndose entre contestar o no.

 

—Oh, vamos… no me calientes las bolas… contesta…

 

—¿Hola?

 

—Pensé que no me ibas a contestar, en cuyo caso iba a tener que ir a lanzarte el móvil por la cabeza…

 

—¿Ah sí? ¿Qué tal estás? —Inquirió el moscovita con una sonrisa en los labios, jugueteando con las páginas de su libro.

 

—Bien, divertido… ¿La chica aceptó acostarse contigo?

 

—¿Cuál chica, Dègel? ¿De qué hablas? —Contestó frunciendo el ceño.

 

—Esa chica, a la que depredabas desde tu mesa…

 

—¿En dónde estás…? —Unity se puso de pie, observando por entre las mesas sin localizarlo, hasta que levantó la vista, al piso superior, cerca de las protecciones de cristal.

 

Ahí lo vio… y el mundo se detuvo otra vez…

 

—Baja de ahí y deja de espiarme —le ordenó el moscovita colgando el teléfono.

 

 

 

ஜ۩۞۩ஜ♥ஜ۩۞۩ஜ♥ஜ۩۞۩ஜ♥ஜ۩۞۩ஜ♥

 

 

 

De por sí la obra era una de las más enigmáticas, y bajo su pobre conocimiento de teatro basado en la apreciación sobre todo, Julio César, fue de las mejores obras de Shakespeare… el ver las conspiraciones, los juicios morales y cuán vituperada puede ser la libertad, le había hecho pasar las siguientes dos horas pegado a la butaca…

 

Aquel diálogo… aquel en donde Brutus destacaba en medio de la turba… la voz de Unity… su interpretación… era el personaje encarnado, o eso era lo que le transmitía; el silencio sepulcral del magno auditorio, totalmente lleno, era imponente, silencio que sólo se vio roto por la voz del ruso, en su perfecto inglés británico…

 

“Porque César me apreciaba, lo lloro; porque fue afortunado, lo celebro; como valiente, lo honro; pero por ambicioso, lo maté. Lágrimas hay para su afecto, gozo para su fortu­na, honra para su valor y muerte para su ambición.”

 

Era para erizarle la piel a cualquiera en ese breve momento, mientras el que fuera su amante hablaba de memoria, observó al público, todos estaban igualmente complacidos y conmovidos de escuchar al asesino de César, y casi convencerlos a ellos mismos.

 

Ni César, ni Antonio, ni nadie, se llevó la noche… nadie sólo Brutus, sólo Unity… la madera de la que estaba hecho ese hombre era especial, la capacidad que tenía para llenar el escenario era implacable.

 

El ruso salió tres veces a recibir los aplausos del público, quien de pie ovacionaba a los jóvenes actores cuyo proyecto final y examen de graduación acababan de presenciar, pero en definitiva, los ojos de todos estaban en ese joven, incluso sus compañeros aplaudían emocionados…

 

Ese sólo era el principio… lo sabía. El mismo Unity lo sabía también, lo sentía en la piel, sólo en el escenario se sentía realmente vivo… esa misma noche le contactaron para ofrecerle algunos papeles pequeños en montajes en Londres, unos los aceptó, otros no… parecía que sus planes de tomar una largas vacaciones después de la escuela se verían pospuestos unos meses…

 

Primero estuvo en algunas obras en Inglaterra, sobre todo teatro clásico, después un poco de teatro alternativo, que también le gustaba… hasta que un día tomó una llamada… que de hecho ni siquiera pensaba tomar, estaba ocupado en la cama, tuvo el presentimiento de que debía levantar el teléfono.

 

Estiró la mano y se encontró con la propuesta de tomar el papel de Macbeth, a pesar de su joven edad, su nombre ya había llegado hasta Estados Unidos, y un productor de Nueva York estaba dispuesto a arriesgarse por él… habiendo tantos actores consagrados por los cuáles podría optar…

 

Cuando colgó el teléfono, sonrió, se estiró y después… tuvo que gritar de alegría… lo que hizo que su compañero de cama acabara brincando como gato, asustado y pensando que algo estaba pasando… y sí… todo estaba pasando en ese momento…


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).