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De idiotas y problemas por Ari-nee

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Notas del capitulo:

Bueno ¿Qué tal? ¿Recuerdan que les dije que si iba a haber más capítulos de estos desgraciados? ¡Pues cumplí!

Como todo lo que debía de explicar ya está en el primer one-shot, no tengo mucho que decir aquí salvo que... ¡Lo disfruten!

Este one-shot estuvo en mi cabeza desde hace un año, así es ¡Hace un año! y hoy, 2016, vengo a traérselos para que de nuevo se mueran de risa con las boberías que estos cuatro locos son capaces de crear. Así que hoy, les traigo sus problemas en un hospital.

Si alguien quiere saber como lucen estos personajes (Murasakibara Keitaro, Kise Yoshi, Aomine Hiro y Midorima Masaru) puede buscarlos es google imágenes directamente con los nombres, o ir al perfil de "MaKrInItA" para encontrar todos los dibujos hechos por mí :v

Como siempre, Kuroko no Basket no me pertenece, solo utilicé a sus personajes para que tuvieran sexo y crearan a los míos(?)

No podía decirse que este había sido uno de los mejores días que ese establecimiento había tenido, y si alguien se atrevía a decir lo contrario, era porque era ciego o porque quería engañarse a sí mismo de lo que sus ojos veían, ya que si alguien pretendía creer que era un día estupendo en aquel lugar, realmente de ser así, entonces no estarían como están ahora…

– ¡HIRO! ¡NO HUYAS COBARDE!

– ¡ADMIRO TU NIVEL DE VALENTIA!

– ¡NO ES COMO QUE TE FUERAS A MORIR!

Tres chicos se veían correr por todo el lugar detrás de otro que se encontraba más adelante, mientras avanzaban por los resbalosos pasillos que casi los hacían caer, pero ellos no podían, no caerían; no cuando se les fue asignada una misión que era tan peligrosa que incluso sus padres no pudieron hacerse cargo del problema, y ellos, como buenos descendientes, debían asumir la responsabilidad. La dichosa tarea podía parecer simple, pero la verdad es, que es justamente lo contrario.

Su misión era: Llevar a Hiro al hospital para que le hicieran estudios de sangre.

La cuestión era ¿Por qué esta era una tarea tan horriblemente difícil? Cualquier persona podía ir al hospital, llegar con el médico, decirle con respecto a la inyección, y después de que el hombre hiciera su labor, retirarse. Entonces, ¿Cuál podía ser el maldito problema? ¡Ah, claro!... Hiro le teme a las inyecciones.

Y en sí era un caso normal, ¿Cuántos niños le tienen miedo a esos malditos aparatos con punta capaces de atravesar tu carne para introducir o sacar “algo” de tu organismo? Posiblemente miles, incluso millones eran los pobres que vivían con ese trauma, pero de alguna manera, Hiro era un caso especial.

Su cerebro procesaba ese miedo de una manera horrible y el cuerpo le temblaba como si le atacaran escalofríos, empezaba a sudar de forma exagerada y a hiperventilar, su mirada se perdía y sus ojos comenzaban a aguarse, como si en algún momento el hijo del gran Aomine Daiki, conocido como Aomine Hiro, fuese a llorar.

Era una vista tan escalofriante e incómoda que ninguno de sus amigos y/o padres quería presenciar, y por más que trataran de hacer que el moreno entrase en razón y de que esto era necesario, simplemente no se podía, el chico quedaba atrapado entre sus propios pensamientos retorcidos. Y eso no era lo peor, lo peor venía cuando el joven parecía despertar de su trance y se echaba a correr, porque sí, eso era lo que hacía, huir.

Lo que nos lleva a nuestra situación de hace unos momentos….

– ¡NO DEJARE QUE ME ATRAPEN MALDITOS IDIOTAS! ¡PRIMERO MUERTO! – De repente a Keitaro, esa opción no le pareció tan mala idea.

Lo único que los tres jóvenes podían pensar en un momento así era en cómo diablos se involucraron en todo este maldito embrollo. ¿Querían a Hiro? sí, lo querían a pesar de ser un idiota, era su amigo y no lo iban a dejar solo por una estupidez como esta, pero realmente estaban pensando que era mejor procesar todo lo que les decían e ir por los posibles –y desastrosos– resultados antes de llevar la tarea a cabo. Sus mentes los llevaron a pensar las mismas palabras:

Pensar que todo estaba tan bien esta mañana”…

<><><><><><> 

Su día había sido el típico para él, era fin de semana, o sea sábado, lo que significaba que no tenía escuela. Se había levantado de cama con dificultad, para luego dirigirse a la ducha y comenzar bien su día. Llenó la tina con agua caliente y se quitó la ropa, se introdujo en la bañera hasta que el agua llegó a la altura de su barbilla y disfrutó la sensación que el líquido transparente le ofrecía.

Después de unos minutos salió del pequeño cuarto con una toalla alrededor de su cintura, se regresó a su habitación, se vistió con una simple camiseta celeste y unos jeans negros, junto con sus inseparables tenis Jordan, se colocó los piercing de sus orejas y luego el del labio; no dormía con ellos porque estos podrían lastimarlo en la noche.

Un olor que parecía irrealistas inundó sus fosas nasales. ¡Oh, como adoraba ese olor! Era como si este fuese capaz de elevarlo en el aire y llevárselo hacia la cocina, tal y como aparecían en las caricaturas, pero no había necesidad de tantas idioteces, ya que esta era la vida real y sus pies podían llevarlo perfectamente hacia el lugar de origen del aroma.

– Buenos días Mamá – Kagami se giró un poco cuando fue repentinamente rodeado por unos brazos morenos con posesividad, la inigualable voz de su hijo llegó hasta su canal auditivo y sonrió cuando este le saludó con un beso de buenos días en la mejilla.

– Buenos días Hiro – Le brindó también un pequeño beso en la mejilla y nuevamente regresó la vista hacia lo que estaba cocinando en la sartén aun con su hijo pegado a él. Hiro era un centímetro más alto que su madre, por lo que abrazarlo le era muy fácil – Creo que tu padre aún no se despier…

– ¡Maldito mocoso! ¡Aléjate de lo que es mío!

– Olvídalo.

El pelirrojo de menor altura sintió que una gota se deslizaba por su sien en cuanto notó como los brazos que anteriormente habían estado abrazándolo, desaparecían en un movimiento brusco, y fueron remplazados por unos más anchos y fuertes, e igualmente de piel morena. Sus labios se vieron invadidos por unos que lo tomaban con fiereza y tan solo se dejó hacer, ¿Qué otro caso tenía? Aomine miró a su hijo con superioridad mientras este se sobaba el lugar en donde se golpeó en el momento en el que su padre le empujó lejos de su progenitor.

– Tch, no te acapares a Mamá – Y el hijo de ambos ex basquetbolistas se fue con rumbo a la mesa para no seguir presenciando esa melosa escena, –contando también el hecho de que no quería ver a su padre regocijarse en su gloria por haber ganado la pelea– ganaste una batalla Padre, más no la guerra. Era lo que pensaba el chico.

Después del incidente de los celos, al que Kagami ya estaba más que acostumbrado, las tres personas se sentaron en la mesa para desayunar como familia, Hiro en un extremo, Daiki en el otro, y Taiga en el centro. Los morenos disfrutaba de la deliciosa comida hecha por la persona más maravillosa que en sus vidas podían desear, pero eso no quitaba que durante todo el desayuno se estuvieran lanzando miradas de desafío disimuladamente.

Lo cierto era que Padre e Hijo se llevaban bastante bien en realidad. Aomine no podía dejar de pensar que su hijo se parecía mucho a él cuando tenía esa edad, ambos compartían el gusto y afición por el basquetbol, y de vez en cuando salían a tener un one–on–one, porque su hijo era muy bueno en el deporte, y más contando el hecho de que había heredado su velocidad y también el poder de salto de Kagami. También tenían otros momentos juntos, viendo la tele o haciendo otra cosa; su relación era la normal. La guerra se desataba en cuando la persona más importante para ellos cruzaba en el camino, y su nombre era Kagami Taiga.

No era nada nuevo el nivel de celos y posesividad que poseía Aomine, el pelirrojo habría aprendido a vivir con eso desde que se volvió novio del moreno en sus años de preparatoria, cada día el peliazul salía con algo nuevo, pero todo debido a su supuesta infidelidad. ¿Qué si pasaba mucho tiempo con Kuroko? La respuesta era si: Era su amigo, sombra y compañero de clase, obviamente iba a pasar mucho tiempo con él. ¿Qué si dejaba que Kise lo toquetease? Bueno, era la naturaleza del rubio, no podía hacer nada. ¿Que por qué dejaba que Himuro le besara en la mejilla cada vez que le veía? Eran hermanos que habían adoptado esa costumbre americana, que Aomine aprenda a vivir con ello.

El problema llegó en cuanto el pequeño Hiro vino al mundo, era cierto que ambos le querían, Kagami lo había llevado en su vientre por unos largos nueve meses que para él pasaron rápido, y para Aomine, bueno, para el peliazul fue como si su novio tuviera el mismo embarazo de un elefante, o sea dos años. Para desgracia del pelirrojo, parecía ser que los celos y la posesividad eran hereditarios, y que permanecían en la familia con los genes “Aomine”. Sin embargo los celos que poseía su pequeño bebé eran adorables y estaría dispuesto a mimar a la criatura en cuanto esta quisiera, llevándose consigo la furia del mayor, el cual sabía que ese era el único rival del cual nunca podría deshacerse.

Así pasaron 15 años en los que Daiki había tenido que compartir al pelirrojo con su hijo, pero conforme más crecía el pequeño, más intensa se volvía esa lucha por ver quién sería el vencedor, teniendo como premio a Kagami. Claro que a ambos les gustaba jugar sucio, hubo una vez en la que Hiro dejó a su padre afuera del departamento y sin llave, y quedó a solas con su madre recibiendo mimos y deliciosa comida por parte de su progenitor mientras el peliazul trataba inútilmente de entrar.

Pero Aomine nunca se queda con los brazos cruzados y también le ‘devolvió’ el golpe a su hijo, dejándolo en casa de sus abuelos ‘paternos’ mientras él y Taiga se ‘divertían’ durante todo el día. A Hiro le gustaba ser consentido y mimado, pero había mucha diferencia entre los cariños que le hacia su madre, y los que le hacia su abuela; por supuesto que la quería, pero aun así siempre trataba de escapar de ella, sin duda fue una buena jugada por parte de su padre.

El ambiente se tornó incómodo y tenso, y realmente Kagami odiaba comer cuando la situación se ponía así, y esto era técnicamente cada día de su vida. El sonido del timbre del departamento sonó, y pero ninguno de los morenos se movió de su lugar; era obvio que si alguno se levantaba, el otro tomaría ventaja, y eso era algo que no iban a permitir. El pelirrojo soltó un suspiro y enseguida arrimó un poco la silla lejos de la mesa para poder levantarse e ir a atender a quien quiera que estuviera afuera.

– Buenos días Kagami-san – Una voz chillona conocida y bastante irritante llegó a los oídos de Hiro, que instintivamente dejó de matar a su padre con la mirada para dirigir la vista hacia la entrada del departamento, en donde su madre estaba de pie junto a la persona que había tocado el timbre hace unos momentos.

– Buenos días Yoshi – El pelirrojo le regaló una de sus sonrisas al rubio, y después se movió hacia un lado para dejar espacio en la puerta – Adelante, pasa. ¿Quieres desayunar?

– No gracias Kagami-san – El de cabellera dorada entró al departamento y dejó sus zapatos en la entrada – Yo ya desayuné – caminó siguiendo los pasos del pelirrojo hasta llegar a la mesa en donde su amigo se encontraba desayunando.

Tomó asiento en la silla restante, frente a Kagami, y saludó un cortés “Buenos días Aomine-san” que le fue respondido, después susurró cerca de Hiro un no tan cortés “¿Qué tal idiota?” y la pateó la pierna debajo de la mesa. Después del pequeño quejido de dolor y la mirada irritada, el moreno menor se preguntó mentalmente que rayos hacia Yoshi en su departamento.

– Oe, Yoshi – Masticó un poco de la comida que tenía en la boca antes de terminar su pregunta – ¿Qué haces aquí?

– Kagami-san me dijo que… – Sus ojos celestes se toparon con la mirada de pánico que irradiaban los ojos del progenitor del moreno, rogándole con la mirada que no terminara aquella oración. Inmediatamente entendió el asunto, y su respuesta dio un giro de 180° para no dejar expuesta la verdadera razón – ¿Es que acaso uno no puede venir a saludar?

– No – Contestó secamente.

– ¡Que cruel Hiro! – Lloriqueó el menor. Aomine mostró una mirada de irritación ante lo bien que había imitado el chico a su padre. En definitiva ese mocoso era hijo de Kise.

Kagami levantó los platos de la mesa vacíos que habían dejado su familia para llevarlos al fregadero y de ahí a lavarlos; Yoshi se levantó a penas el pelirrojo de menor altura se retiró de la cocina y fue tras él diciendo un “Kagami-san déjeme ayudarle” ganándose una mirada de “¿Qué le pasa a este idiota?” de parte de los dos morenos. En cuanto Taiga se hubo asegurado de que Hiro no estuviera escuchando, fingió estar muy interesado fregando los trastes en el lavadero junto a su pequeño ayudante, mientras un tema salía a flote en el transcurso de la actividad.

– ¿Estás seguro de que quieres hacer esto? – La voz de Kagami se escuchaba como una mescla de arrepentimiento y preocupación. Realmente no quería que el rubio pensase que era su obligación el terminar algo que él debió de hacer en primer lugar – Sé que te pedí este favor, pero si no quieres no tienes porque…

– Yo fui el que aceptó a pesar de las consecuencias, usted no tiene nada de qué preocuparse – La voz de Yoshi fue confiada y también decidida, a pesar de que podía parecer alguien simple y muy asustadizo, el chico poseía una determinación digna de envidiarse – Además, aun cuento con Masaru y Keitaro para ayudarme.

– En realidad solo te pedí ese favor a ti – El pelirrojo tragó saliva ante la idea del menor de involucrar al hijo de Akashi en todo el asunto. Si algo de esto salía mal, tendría una tijeras amenazándole con cortarle el cuello – Sabes que después de su pequeña aventura en el centro comercial, no tienen mucha confianza de nuestra parte para que los 4 estén juntos demasiado tiempo en un mismo lugar que digamos – Le soltó con ironía.

Los hombros del rubio se tensaron en cuanto esas palabras llegaron a sus oídos. Recordar ese día le producía mareos, y también por el hecho de los castigos que sus padres les habían puesto. Podría decirse que él fue el menos afectado, ya que su castigo consistía únicamente en limpiar la casa por todo un mes, y como era una casa antigua y enorme, el trabajo era difícil, y le dejó con el cuerpo adolorido por semanas.

Masaru también tuvo algo de suerte, su padre le había prohibido estrictamente salir de su habitación durante toda la semana y además sin comer nada, ya que debido a que Midorima estaba trabajando de médico él tenía la certeza de que el cuerpo humano podía sobrevivir aun en esas condiciones, por suerte su madre lo salvó del problema, ya que Takao no quería que su hijo muriese de hambre, por lo que si permaneció encerrado toda la semana, pero al menos siempre tenía algo que comer.

Hiro fue uno de las que se la pasó mal, sus padres no solo lo enviaron a la casa de sus abuelos por la semana entera, el lugar en donde menos quería ir a parar el moreno, sino que también fue desconectado de la electricidad y el internet, le prohibieron ver la televisión, jugar videojuegos –la causa de los castigos– y también sin computadora portátil, solamente quedó con el móvil, pero este solo se le era dado únicamente cuando él salía a algún lado para poder contactar con sus progenitores en caso de alguna emergencia. También le fue prohibido salir a jugar básquet por las tardes hasta nuevo aviso, y finalmente su peor castigo: el peliazul le había quitado sus revistas pornográficas.

Pero en definitiva el que se la pasó peor fue Keitaro, su estricta madre había entrado en modo Yandere y casi lo apuñala con las tijeras, bueno, en sí solo fue una advertencia, ya que de ninguna manera Akashi podría hacerle daño a su propio hijo, incluso Murasakibara se encontraba molesto con el pobre chico. El caso fue que Keitaro fue alejado de las frituras, –algo con lo que no podía vivir sin ellas debido a su apetito– y su madre le otorgó el triple de tareas que normalmente realizaba. El solo hecho de pensar hacer algo tres veces era horrible, pero lo era aún más si cargaba un libro en su cabeza. “Déjalo caer, y veras que pasará”. Fueron las únicas palabras que su madre le había dicho mientras le observaba trabajar aun con la mirada psicópata y las tijeras en la mano, y eso le indicó que si el libro caía al suelo, entonces estaba muerto. ¿Acaso alguien sabe lo difícil que es montar a caballo con un libro en la cabeza?

Yoshi sacudió rápidamente su cabeza en espera de alejar esos fastidiosos recuerdos que regresaban a su mente, y se concentró el secar el pequeño vaso que el pelirrojo le ofrecía al ayudarlo a lavar. Soltó un suspiro, era verdad, ya no tenían la confianza que antes habían entablado con sus padres pero al menos aun podían contar con los demás en cuanto necesitara algo. Todos para uno y uno para todos.

– Lo sé, pero no creo poder yo solo – Se sinceró.

– Bien, si logras convencer a los otros dos entonces no hay problema – Kagami se quitó el delantal que se había puesto cuando lavaba los trastes y lo dejó colgado por ahí. Le sonrió al menor y con la mirada le dijo que ya era hora de que se retiren – Pero no le menciones nada a Hiro antes de tiempo.

– ¡Sí capitán! – Se llevó una mano a la frente en señal de saludo como los reclutas de la marina, y se puso firme, ganándose una pequeña risita de parte del mayor por su actitud tan infantil – Solo déjeme avisarle a los otros dos bobos – El de orbes celestes metió una mano en su bolsillo buscando su móvil, para así poder hablar con el pelinegro y el heterocromático.

Se alejó un poco de Taiga, y se fue aún más lejos de los morenos que habían pasado de la mesa hacia la sala, más específicamente en el sofá viendo la televisión. Como era costumbre de cada persona, comenzó a caminar por todo el pasillo mientras el celular aun marcaba los sonidos de que se estaba efectuando la llamada. Había configurado la acción para que pudieran hablar los tres cómodamente, por lo que solo esperó dos timbres más antes de escuchar la voz de su amigo pelinegro.

¡Hey, Yoshi! – La animada voz del de orbes esmeralda le hizo soltar una leve sonrisa – ¿A qué se debe tu llamada?

Justo iba a responderle, cuando otra voz se escuchó en la conversación.

¿Diga? – La voz algo sepulcral que poseía su amigo llenó una sensación de escalofríos en ambos jóvenes – Vamos Yoshi, no tengo todo tu tiempo.

– Iré directo al grano – inhaló profundo durante unos segundos, antes de soltar la ‘bomba’ – Tenemos un AH–23

La conversación telefónica quedó en silencio. Ninguno de los 3 dijo nada por un pequeño lapso de tiempo hasta que finalmente el pelinegro decidió que era hora de romper el hielo…

¿AH-23? – Preguntó para asegurarse de que no había entendido mal – ¿No me digas que a Hiro lo está atacando la señora Suzuki otra vez?

– ¿Q-Qué?... ¡NO! – Su mente rápidamente comenzó a trabajar en busca de algún fallo en lo que había dicho. Se sumió en sus recuerdos hasta que finalmente dio con la respuesta. ¡Demonios! Se había equivocado de clave – ¡Quise decir AH-26!

¡Habla claro entonces! – La voz del adolescente de orbes esmeralda se escuchó como un regaño por la vía telefónica – ¡¿Quién confunde un 3 con un 6?! – le gritó irónico.

No hace falta ser un genio para saber que se trata de un código rojo ¿Verdad? – Keitaro había ignorado la voz del pelinegro para concentrarse únicamente en la tarea. Es cierto que cuando Yoshi mencionó la primera clave había quedado confundido y estuvo a punto de preguntar cuál fue la causa de la furia de la señora hacia Hiro esta vez, pero en cuanto el rubio se explicó y les informó de la verdadera clave, no pudo más que pensar que en serio iba a ser difícil.

– Así es, ustedes saben cómo se pone Hiro con estas cosas – Masaru recuperó la compostura luego de haberla perdido cuanto le echaba a Yoshi en cara su error estúpido. Luego procesó el significado de esa clave, y solo pudo soltar un “mierda” mentalmente. El heterocromático suspiró y el de orbes celestes permaneció en silencio.

Las claves eran códigos para informar por si había algo que estaba ocurriendo alguno de ellos y necesitasen ayuda, muchas claves tenían cosas que aunque no fueran del agrado de los chicos, tenían que hacerlas, ya sea por voluntad propia o por la fuerza.

La formación de la clave se formaba por medio de las iníciales, comenzando por la primera letra del apellido y luego la inicial del nombre; después consistía un pequeño guion para separar las letras de los números; los últimos requisitos de las claves eran la formación del número que significaba el lío en que se encontraban metidos. Las respuestas varían conforme se efectúen los grupos de números.

Para no hacer las cosas más confusas, ellos únicamente utilizaban las claves del 01 al 15 con situaciones que sucedían muy a menudo o eran repetitivos las mayorías de las veces, y el resto de los números contando del 16 al 30 en ocasiones que habían ocurrido en el pasado, pero podían volver a suceder más adelante. Acostumbrarse a estos códigos fue confuso y difícil, pero conforme más situaciones que establecían relación con estos se efectuaban, más sencillo se daba la tarea de memorizarlos.

Los códigos eran los que se encargaban de informar acerca del nivel de peligrosidad de cada caso; el código verde significaba que el problema era leve y que aunque no se requería de ayuda para solucionarlo, algunas veces se hacían excepciones; el código amarillo quería decir que el lío circulaba entre peligroso y no peligroso, dando aires a conflicto un poco más difícil, pero manejable de igual forma; el código rojo era el peor, esto daba indicios de que la clave que había sido activada era una de las más horribles y casi imposibles, y de que la situación ameritaba ayuda, y mucha.

– Dime que estas bromeando Yoshi – Suplicó. Cuando todo lo que habían dicho sus dos amigos llegó al cerebro de Masaru, este no pudo más que preguntar si el rubio no le estaba jugando una cruel broma. La clave y el código eran dos combinaciones que no daban buena pinta en lo absoluto.

– Me gustaría decirles que es una broma pero no – La voz del rubio sonó en cierto tono un poco angustiosa. Incluso Keitaro se estaba preparando para el “¡Los engañe tontos!” que nunca llegó – Kagami-san me ha pedido que hagamos esto – Dudó un poco antes de seguir hablando – Ya sabemos lo que pasó la última vez que Hiro pasó por eso… hace 2 años.

Tienes razón – Fue la respuesta de ambos, mientras sus mente regresaron el desastroso día que había ocurrido hace algunos años.

.-.-.-.Flash Back.-.-.-.

Angustia, esa era la palabra que describía perfectamente lo que Hiro estaba teniendo en ese momento. Terror era lo que se podía observar en sus orbes rojizos que apenas y parecían estar quietos, mirando hacia todos lados. Y la respiración se le volvía dificultosa, en un vano intento por tratar de calmar los nervios.

Kagami se encontraba de pie junto a su hijo haciéndole compañía, para ese entonces, el moreno era más pequeño que él, al igual que el resto de sus amigos. Estos acompañaron al pelirrojo hacia aquel lugar ya que no querían dejar solo al chico, y de paso consultar también. Ellos ya sabían acerca de la fobia que Hiro tenía, por lo que fueron para ver si podían ser de ayuda. Aomine no estaba con ellos, pues se encontraba trabajando.

Al ser el primer año que los chicos cruzarían en la secundaria Teikou la institución les había pedido los requisitos que decía la hoja de inscripción, ya saben, tales como nombre, fecha de nacimiento, lugar de procedencia, etc. Pero también requería de la ficha médica, y la ficha médica necesitaba el estudio de sangre de los chicos para poder llevarse a cabo.

Keitaro entró primero, con el mismo absolutismo que su madre, lo que hizo que a Kagami le bajara una gota por la nuca ante lo visto, el heterocromático regresó como si nada, indicando que era turno del siguiente, escondiendo dos paletas detrás de él, para que sus amigos no las notaran. Masaru entró después, aun con una expresión entre asustada y divertida, para que luego saliera con una paleta, que le había sido entregada por el doctor por su valentía. Yoshi entró entusiasmado, pues al ver el regalo que le habían entregado a Masaru se dijo a sí mismo que también quería una. Después de que los 3 chicos hubieran entrado y conseguido sus paletas, era finalmente el turno de Hiro.

Cuando los 4 pares de ojos comenzaron a buscar al moreno, este había desaparecido de su campo de visión; fue como si el aire se lo hubiese llevado, como si desapareciera, como si Hiro fuera el hijo de Kuroko en lugar de Yoshi. Comenzaron a buscarlo, pues no podía haberse desvanecido así como si nada, en algún lugar debía de estar. Cuando lo hallaron abrazado de un tubo de metal y pudieron separarlo, lo llevaron a rastras hacia el consultorio del doctor. En cuanto Kagami entró con su hijo le informó al hombre sobre la fobia de su hijo, y el médico sonrió diciéndole al chico que no le iba a doler, lo que causó una reacción más o menos así:

– ¡¿Y USTED QUÉ SABE?! ¡ESO ES LO QUE TODOS LOS DOCTORES DICEN! ¡DICEN QUE NO TE DOLERÁ, PERO TE DA UN DOLOR DE LA MIERDA! ¡Y SI TE DICEN QUE TE DOLERÁ, TEN POR SEGURO QUE TE MUERES! – Y se levantó como un felino asustado para utilizar la velocidad heredada de su padre y huir al baño para esconderse, poniendo el pestillo para que nadie pudiese entrar.

Kagami y el doctor solo miraron atónitos las acciones del chico, y cuando reaccionaron ante lo visto fue demasiado tarde. Por más que el pelirrojo amenazó, suplicó, rogó, o negoció con su hijo, Hiro decía que no a todo, y se negaba a abandonar el cuarto de baño. Los otros 3 chicos no estaban en el consultorio, se encontraban afuera en la sala de espera devorando sus paletas, pero después de escuchar semejante grito por parte de su compañero se hicieron una idea mental de lo que sea que estuviese pasando.

La riña duro alrededor de una hora, en la que el moreno no quiso salir ni con las palabras de su madre o el doctor. Misma hora en la que Keitaro se enteró de las noticias que ocurrieron en el 2005 gracias a las revistas, Masaru se durmió en uno de los hombros del heterocromático, y Yoshi se recostó en las piernas del somnoliento pelinegro para escuchar música y tomar selfies de los tres o solamente de sí mismo.

Finalmente todo esto dio por acabado cuando el hombre de bata le ofreció otra salida al menor. Si este sabía el tipo de sangre que tenía entonces no hacía falta que se llevara a cabo la extracción de sangre. Inmediatamente la puerta del baño se abrió, Hiro caminó hacia la mesa del doctor, tomó uno de los papeles de ahí y con ayuda del bolígrafo que se encontraba en la misma mesa escribió su tipo de sangre; luego le entregó el pedazo de papel al médico para después salir por la puerta y alejarse lo más que se pueda de ahí. Kagami se disculpó con el hombre por todo lo ocurrido y salió detrás de su hijo.

Fue cuando el moreno salió que los otros 3 por fin regresaron a la realidad, Yoshi dejó el teléfono de lado, Keitaro bajó la revista que leía y Masaru se despertó y limpió la baba que se había caído de su boca mientras dormía. Los tres pares de ojos miraron a Hiro como si estuvieran preguntándole con la mirada que era lo que había pasado. Este ni siquiera los miró, tan solo caminó a paso rápido hacia donde se encontraba la salida del hospital. Luego de eso que dejó más confundidos a los chicos apareció Taiga, quien al verse intimidado por las miradas curiosas de los chicos les contó todo.

La historia trajo miradas de compasión, de seriedad, de extrañeza, y pequeñas risas o muecas de vez en cuando. Claro que ninguno quería hacer recordar a Hiro tan horrible día para él, así que se ahorraron sus comentarios para otro día del futuro. Kagami habló al respecto con el chico, pero le prometió que no le diría nada a Aomine, –el cual también sabía acerca de la fobia– así que las cosas quedaron así. Al menos hasta el día de hoy…

.-.-.-.Fin Flash Back.-.-.-.

– Y eso que era más pequeño para ese entonces, Imagínense ahora…  – La voz de Yoshi regresó a los oídos de sus amigos para que volvieran a la realidad – Creo que Kagami-san nos ha pedido esto porque cree que no lo podrá detener el solo. Tendremos que tomar esta misión con seriedad si queremos que no se nos escape de las manos.

Entonces supongo que nos veremos en el hospital – Después de que las 3 cabecitas pudieron captar toda la información, se aseguraron de que esto se llevara a cabo de una manera inmediata – Podemos ir en donde mi padre para que sea más fácil – Masaru sabía que existían alrededor de 3 hospitales en Tokio, es decir había más, pero 3 eran lo que se encontraban cerca. Y uno de ellos era el mismo en donde su padre trabajaba y debido a que a veces iba al establecimiento de visita, conocía a mucha gente de ahí, y podrían llevar a Hiro más fácilmente, diciéndole la excusa de que iría a ver a su padre.

Será mejor que avisemos a nuestros padres de la situación, Masaru – Keitaro se encontraba en sus clases de violín cuando recibió la llamada, pero si lo que decía Yoshi era cierto, entonces debía decirle a sus padres para que entendieran esto, y le dieran permiso para irse.

Mi padre está ahí en el hospital, le pediré que tomé un número para Hiro; solo necesito decirle a mi madre – Yoshi se sintió excluido por breves segundos, pero entendió que si los otros 2 no podían salir estaría perdido – Suerte con los tuyos Keitaro, nos vemos – Y el pelinegro colgó.

No necesito suerte, yo soy

– La certeza, lo sé – Terminó la oración – Ahora ve a decirle a Akashi-san y a Murasakibara-san – Y después escuchó como el pelirrojo murmuraba algunas cosas y terminaba la llamada.

– ¿Todo bien? – Se escuchó la voz de Kagami preguntando debido a la cara que había mostrado Yoshi cuando el pelirrojo demostró su absolutismo por vía telefónica.

– Si, solo les deben de avisar a sus padres y podremos partir – Sus orbes celestes se fijaron en donde su amigo se encontraba mirando la televisión; se veía como siempre, rudo, arrogante y confiado, casi sentía lástima de que en pocas horas se vería como un gatito asustado.

<><><><><><> 

Justo en el momento en el que su dedo pulsó el botón para cortar la llamada, su madre apareció por la gran puerta de la habitación. Akashi se acercó a él con los brazos cruzando y con la mirada fija en su persona. Sintió escalofríos por todo el cuerpo y la voz pareció desaparecer de su boca. Tragó saliva audiblemente antes de hablar con el hilo de voz que tenía.

– M-Madre…

– ¿Por qué no estás practicando con el violín? – Le preguntó el pelirrojo, alzando un poco la vista para mirar a los ojos a su hijo, ya que Keitaro era más alto.

– Tuve una llamada… – Se explicó – Era Yoshi, y me dijo que tenemos un serio problema…

– ¿Y cuál es ese serio problema?

– Lo que pasa es que… – Keitaro vaciló un poco antes de hablar – Tenemos que llevar a Hiro al hospital para sus análisis de sangre – El rostro de Akashi se mostró sorprendido por la información.

– ¿Qué no Hiro le tenía fobia a las inyecciones? – Preguntó Seijuuro. Kei asintió ante la pregunta.

– Ese es el problema…

– De acuerdo – Dijo sin más su madre, accediéndole el acceso para ir en ayuda de sus amigos – Pero ten cuidado, Hiro es tan idiota como sus padres, por lo que no me sorprendería que se le ocurriera incendiar el hospital – Al chico se le resbaló una gota por la sien y su ojo derecho dio un tic.

– Sabes, si Hiro estuviera aquí probablemente hubiera dicho que es una gran idea – Comentó irónico, imaginándose al moreno prendiéndole fuego al lugar donde trabajaba el padre de Masaru.

– Ve entonces a ayudar a Hiro – Akashi ignoró el comentario de su hijo mientras hacía a la cabeza de Keitaro regresar a su verdadera tarea.

– Aun tengo que decirle a Papá…

– Yo le diré – Se apresuró en decir el más bajo – Atsushi entenderá cuando salga de mi boca; ahora vete de aquí antes de que cambie de opinión.

– Gracias, nos vemos luego – Se despidió Keitaro mientras salía por la puerta de la habitación para ir a donde se supone se encontraría con sus tres amigos.

– Aka-chin ¿Ocurre algo? – El peli morado apareció por una de las otras puertas de la habitación, de la contraria por la que había salido su hijo – Escuché la voz de Kei-chin también, por cierto ¿Dónde está él? – Murasakibara miró hacia todos lados pero no encontró al chico por ninguna parte.

– Keitaro tuvo que ir a ayudar a uno de sus amigos – Dijo el heterocromático con simpleza.

– ¿A sí? ¿Y a cuál de todos esta vez?

– A Hiro – Respondió el menor. Atsushi frunció un poco el ceño antes de tararear:

– Esto acabara mal~

<><><><><><> 

– ¡Mamá! – Llamó un pelinegro mientras deslizaba su trasero por el barandal de la escalera, para bajar más rápido – ¡¿Puedo ir al hospital donde esta Papá?!

– ¿Al hospital? – Preguntó confuso Takao. Masaru dio una respuesta afirmativa moviendo la cabeza de arriba hacia abajo – ¿No podrías esperar a que tu padre llegara?

– Es que no es a él a quien voy a ver – Explicó el de orbes esmeraldas – Él solo será una excusa para hacer que Hiro vaya al hospital.

– ¿Hiro?

– La verdadera razón de la visita.

– No me digas que otra vez regresó su gastritis…

– ¡No! – Excusó el pelinegro de menor edad a su amigo, moviendo las manos rápidamente para negar el comentario. Masaru recobró la compostura –Tenemos que llevarlo para sus análisis de sangre.

– Oh… – Fue lo único que salió de los labios de Kazunari. Hubo un silencio hasta que el mayor volvió a hablar – ¿Entonces qué esperas? Vete de una vez, y no hagas ninguna bobería en el hospital o avergonzaras a tu padre.

– Gracia Má, eres el mejor – Y después de darle un beso a Takao en la mejilla, Masaru tomó una chaqueta y salió de la casa.

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– Repíteme otra vez por qué tenemos que acompañar a Masaru al hospital – Masculló un pelirrojo de piel morena arrastrando literalmente los pies por la acera. Había estado así desde que abandonaron el departamento – Sabes que odio los hospitales.

– Lo sé, pero Masaru tiene que ir a ver a su padre – Contestó el rubio con el celular en la mano. En la pantalla se podían apreciar mensajes con el contacto Masaru en ellos. Fue sorprendente que el chico no tropezara con lo entretenido que se encontraba con el aparato.

Tiene práctica pensó Hiro.

– ¿Y no puede ir a verlo solo? – Siguió preguntando.

– No – Contestó secamente el otro – Debemos ir, punto. Ninguna pregunta más – Y como por acto reflejo, Hiro cerró la boca cuando supo que Yoshi ya no contestaría nada más.

La cosa era que ambos habían salido del apartamento después de que el moreno se alistara, pues el menor le había dicho que saldrían a alguna parte, y aunque quería quedarse en casa para pelear por el amor de su madre, Kagami le dijo que salga a acompañar a Yoshi a donde sea que este estuviera yendo.

Bajaron por el ascensor después de que ambos se despidieran de los mayores, y en el momento en el que los dos estuvieron lejos del edificio, el rubio tomó su teléfono para teclear algo, y desde ese momento no lo había soltado. Hiro se preguntó si estaba echándole en cara que a él le habían quitado el suyo.

Curiosamente en el camino se encontraron con el pelinegro, el cual venía con una sonrisa de oreja a oreja. Yoshi meditó que se debía a que pensaba en cómo se vería Hiro cuando se enterase de la verdadera razón de la visita. Se acercó a él, y con un don que su madre le otorgó le hundió los dedos de una mano en el costado. Por consecuencia Masaru chilló.

– ¡Yoshi! ¡Eso dolió! – Lloriqueó el de orbes esmeraldas. Mientras el moreno veía todo sin comprender.

– Deja entonces esa sonrisa de estúpido, que me estas asustando – Contestó en defensa.

– ¿Eh? ¡Pero si es mi cara!

– Como sea.

Luego fue cuando los tres comenzaron a caminar con dirección al hospital. Curiosamente para Hiro, el pelinegro también tenía su celular en la mano, y como si fueran robots, sus dos amigos caminaban de lo más tranquilos con sus vistas pegadas a los aparatos. Ambos tecleaban y él no podía ver las conversaciones. Bufó audiblemente mientras seguía arrastrando los pies en dirección a su destino.

Mientras tanto, en los celulares de los dos chicos se encontraba una conversación entre ellos. Aunque estuvieran a menos de medio metro uno del otro, no querían arriesgarse a que Hiro descubriera su plan, por lo que prefirieron conversar sobre el tema por el celular.

Yoshi 10:13 AM

¿Qué haces aquí? Creí que te veríamos en el hospital >:c (ò_ó)

Masaru 10:13 AM

Así era, pero me atrasé un poco ;P

Yoshi 10:13 AM

No me vengas con excusas, que tu casa está a 5 cuadras de aquí.

Incluso el hospital te queda más cerca.

Masaru 10:14 AM

A ti no se te puede engañar ¿Verdad?

Bien, una chica me pidió verla por aquí ayer, debía ser cortés para rechazarla.

Tú ya sabes que las chicas me llueven a montón ;)

Yoshi 10:14 AM

Al igual que a mí, y a Hiro, y a Keitaro.

No entiendo porque decidiste verla justo ahora.

Y no es que me importe pero ¿Quién era?

Masaru 10:14 AM

¿Eh? Y dices que no te importa, a mí se me hace que si

Era Kae-chan, nada de qué preocuparse.

Yoshi 10:14 AM

¿Kaede? ¿Kaede la que se acuesta con cualquiera?

¿Esa zorra? ¿Esa Kaede?

Aléjate de ella, no es buena para ti.

O mejor le diré a ella que se aleje de ti.

Masaru 10:15 AM

Yoshi…

¿Acaso estás celoso?

Yoshi 10:15AM

¡¿WTF?!

¡¿QUÉ DIABLOS ESTÁS DICIENDO?!

Masaru 10:15 AM

Si lo estás c:

Tranquilo Yoshi-chan, sabes que soy solo tuyo :*

Yoshi 10:15 AM

Vete a la mierda.

 

Hiro no sabía exactamente qué era lo que decía cada mensaje, pues las caras de ambos chicos cambiaban cada momento. Cuando empezaron el rubio mantenía un semblante fruncido, y Masaru con una sonrisa de tranquilidad. Luego el primero puso una cara irónica y el otro una sonrisa orgullosa. Consecutivamente una mirada curiosa y otra como que estuviera conmovido. Luego asco, y la otra seriedad. Y finalmente, Yoshi quedó con la cara roja, y más enojado que cuando empezó, y el pelinegro con un rostro de burla mientras se llevaba la mano para que no se escapara su risa.

Claro, si al menos estuviera enterado de lo que estaban hablando le hubiera hallado sentido a todos los gestos.

No faltaba mucho para que los tres chicos llegasen al hospital, solamente quedaba caminar dos cuadras más, pero fue cuando una cuarta presencia apareció por ahí. Era pelirrojo y con heterocromía por lo que lo reconocieron fácilmente.

– ¡Kei-chan! – Fue el grito de ambos chicos. Hiro se tuvo que llevar las manos a las orejas para evitar que los chillidos le perforaran los tímpanos.

– Hola, vaya casualidad encontrarnos aquí – Dijo con una voz tranquila, como si no supiera que era lo que los tres estaban haciendo por ahí.

– Si, mucha casualidad… – Murmuró el moreno por lo bajo. Yoshi se dio cuenta de estaba sospechando.

– Kei-chan ¿Quieres acompañarnos al hospital? – Preguntó de la nada el pelinegro. Keitaro aceptó, como si aquello hubiese sido de improviso.

– El proyecto de mañana puede esperar – Dijo de la nada, dejando aún más confundido a Hiro, el cual era el único que no entendía nada. ¿Keitaro, el señor perfección dejando algo de último? Debe haber algo raro aquí.

Un pequeño sonido llamó la atención del pelirrojo con heterocromía, metió la mano en el bolsillo derecho y extrajo de ahí su teléfono, luego vio que tenía un mensaje, y lo abrió.

Yoshi 10:21 AM

¿Un proyecto? ¿Es enserio?

¡La cara de Hiro dice que no se creyó nada!

Keitaro 10:21 AM

Fue lo único que se me ocurrió.

Además fue una buena excusa.

Yoshi 10:21 AM

No, no lo fue.

¿Dejar un proyecto para última hora?

Eres tan perfeccionista que ni tu padre te creería esa gran mentira

Keitaro 10:21 AM

No metas a mi padre en esto.

Y lo importante es que ya tengo excusa para ir con ustedes.

Ahora no perdamos tiempo y vayámonos.

Yoshi 10:22 AM

Supongo que no hay opción.

:’v

Y así fue como los cuatro chicos se pusieron en marcha para caminar con dirección al hospital en donde el padre de Masaru trabajaba. En silencio, sin celulares en la mano, algo que Hiro agradeció mentalmente.

No pasó tanto tiempo cuando se vieron frente a la puerta de cristal transparente, la cual conducía la entrada al edificio, entraron uno detrás de otro, teniendo al moreno de penúltimo, entre Masaru y Keitaro, y así cubriéndole el paso, por si pensaba huir.

Masaru fue con la recepcionista, diciendo que debía informar que vendría a ver a su padre, mientras los otros estaban en la sala grande sentados en los sillones. El pelinegro habló con la mujer, dijo el verdadera razón del porqué de la visita, y después de que la empleada le dijese el número de consultorio y el nombre del doctor, se fue con rumbó a sus amigos, para que pudieran avanzar.

– Listo, mi padre se encuentra en el consultorio 33, en el segundo piso – Informó el de orbes esmeraldas – Pero quiere decirnos algo a los cuatro así que tendrán que acompañarme.

Y sin nada más que decir, los tres se levantaron de los sillones para caminar hacia la dirección dicha. El único que estaba nervioso ahí era Hiro, quien estaba como un niño de cinco años entrando a la casa del terror de la feria. Tomaron el ascensor para subir, y lo hicieron en silencio, luego fueron por el gran pasillo blanco, hasta llegar con la puerta que tenía el número 33 en grande. Masaru abrió, y los cuatro se metieron en el lugar.

– ¿Qué tal? Soy el doctor Yamazaki, me alegra ver que ya llegaron – Un hombre como de 30 años, cabello castaño y una barba tipo “candado” fue quien los recibió. Hiro buscó por todos lados a Midorima-san, pero no lo encontró – Un poco más y su cita se cancelaba.

– ¿Cita? – Preguntó confundido.

– Así es, veamos… – Murmuró el de bata blanca mientras buscaba algo en la libreta que portaba en la mano; dio vuelta a la segunda hoja, y sus labios se curvaron en una sonrisa – Aomine Hiro ¿verdad? Por favor tome asiento, es hora de realizar sus análisis de sangre.

El silencio después de eso fue inevitable; Yamazaki-san aún mantenía su sonrisa, esperando pacientemente a que el chico tomara asiento en la silla y poder empezar. Por otra parte, Yoshi, Keitaro, y Masaru se mantenían cubriendo la puerta de entrada, en caso de que el moreno, quisiese escapar. Por último, Hiro se quedó estático ahí parado, empezando la primera fase de la fobia.

Fase 1: El cerebro procesando el miedo de manera horrible con el cuerpo le temblando como si le atacaran escalofríos, empieza a sudar de forma exagerada y a hiperventilar.

Después de ver como tenía leves espasmos por los escalofríos y comenzaba a sudar, respirar muy rápidamente, notaron como el cuerpo del pelirrojo se preparaba para entra en la siguiente fase, Luego de que la primera estuviera ya cumplida.

Fase 2: Su mirada se pierde y los ojos comenzaban a aguarse, como si fuese a llorar.

Los orbes rojizos del moreno comenzaban a llenarse de lágrimas, sin embargo, estas no caían, tan solo permanecían ahí, intactas, siendo participes en la fobia exagerada del chico. Hasta que finalmente llegó la fase 3, y la peor de todas.

Fase 3: Despierta del trance y se prepara para huir.

Lo único que notaron, era como Hiro dejaba una cortina de humo mientras salió corriendo para salir de ahí. Se pusieron en posición en caso de que el chico quisiera traspasarlos para salir, pero cuál fue su sorpresa al encontrarse con que el moreno no iba hacia la puerta, sino hacia la ventana.

– ¡HIRO! ¡DETENTE AHORA MISMO CABEZA HUECA! – El grito alterado de Yoshi se escuchó por todo el consultorio, y enseguida dejó su posición en la puerta para evitar que su amigo se tire por la ventana. Keitaro y Masaru hicieron lo mismo cuando vieron que el mayor ya había abierto la ventana, y ahora tenía un pie fuera.

– ¡SÚELTENME DESGRACIADOS MENTIROSOS! – Gritó el moreno tratando de saltar por la ventana. Si sus cálculos no le fallaban, tal vez y caía de pie desde el segundo piso con vida; el único problema era que no podía saltar ya que sus 3 amigos le tenían sujetado de la camiseta, evitando así que cometiera una estupidez.

Uno no puede contra tres, por lo que la fuerza de los otros chicos pudo hacer que Hiro regresara hacia el piso, sano y salvo; por desgracia, hubo un claro desequilibrio que provocó que Yoshi, Keitaro y Masaru cayeran al piso, dejando un breve lapso de tiempo para que el pelirrojo, que ya se había incorporado, salieron corriendo en dirección a la puerta, la cual estaba desprotegida.

Lo único que se escuchó luego fue como la puerta del consultorio se cerraba dando un gran portazo, y fue cuando los tres chicos aun en el suelo reaccionaron. Se levantaron a velocidad luz, y corrieron en dirección a la puerta, o al menos dos de ellos, salvo por el rubio quien se quedó para explicar al médico la situación.

– Lo que pasa es que Hiro le tiene fobia a las inyecciones, lamento que viera esto, espere mientras lo capturamos que no debe andar muy lejos – Luego fue cuando Yoshi también corrió en dirección a la puerta para salir; pero antes se detuvo, y dijo algo más – Además pudo ser de ayuda, pero prefirió quedarse ahí parado como tonto – Y con una mirada sombría hacia el de bata abrió la puerta y salió.

Por fuera la instalación se encontraba hecha un caos, Hiro quien iba huyendo con una ventaja un poco larga, corría sin parar por los pasillos blancos, esquivando otros doctores y enfermeras, para no chocar; detrás venían el pelinegro y el heterocromático, corriendo a la par en busca de cerrarle el paso para que no siguiera huyendo; y de último se encontraba el de orbes celestes, tratando de alcanzar a los otros tres con su velocidad.

Lo que nos lleva al inicio de la historia…

Claro que si contamos con que Hiro había heredado la velocidad extrema de su peliazul padre entonces la tarea se volvía un poco más complicada. El moreno dio vuelta a la esquina del pasillo, casi resbalándose con el pulido piso.

– ¡HIRO! – Gritaron los tres chicos que se encontraban detrás, haciendo la misma maniobra que el moreno al llegar a la esquina del pasillo – ¡REGRESA AQUÍ!

– ¡NUNCA ME ATRAPARÁN CON VIDAAA! – Fue lo único que se escuchó, con un ligero alargamiento de la “A” en la palabra vida que fue disminuyendo de volumen, antes de que la figura del chico desapareciera en un laberinto de pasillos.

Keitaro, Yoshi y Masaru no tuvieron otra opción más que frenar. La persecución les había cansado y ahora se encontraban jadeando para recuperar el aire perdido al correr detrás del idiota de Hiro.

– Si seguimos así, no vamos a poder atraparlo nunca – Comentó el pelinegro, mientras daba grandes bocanadas de aire debido a la gran carrera – Pero ni muerto – Dijo lo último a manera de burla, haciendo referencia a lo que había dicho su amigo antes de desaparecer como cobarde.

– Deberíamos separarnos, el hospital es grande y de tres pisos, si nos dividimos será más fácil encontrarlo – Ordenó el heterocromo, pese a que había sonado como a una sugerencia, no lo fue – Yoshi, ve para el lado de maternidad y cerca del quirófano del tercer piso; Masaru, tú te encargarás del primer piso, donde están los especialistas. Yo me quedaré aquí en el segundo piso para ver si logro encontrarlo entre estos pasillos de análisis y tomografías.

– Bien, pero debemos apresurarnos.

– ¿Por qué? – Se quejó Midorima ante la prisa de su rubio amigo – ¿Qué tanto daño podría hacer Hiro en cinco minutos?

Silencio incómodo hasta qué…

– Debemos encontrarlo… rápido – Y asintieron tomando sus rumbos indicados.

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Hiro, en cuanto te encuentre te mataré, luego te reviviré y te clonaré para matarte junto a tus iguales. ¡No puedo creer que tenga que buscarte en un enorme hospital! ¡Peor aún! ¡En el hospital donde trabaja mi padre! Si él me ve corriendo buscándote como loco me va a castigar. ¡Maldito desgraciado! ¡Yo me aseguraré de que el dolor de esa aguja tan pequeña no sea nada comparado con la golpiza que te voy a dar, grandísimo idiota!

Masaru corría por todo el primer piso, buscando por todos lados algún lugar donde su moreno amigo pudiera esconderse, sin embargo, no veía nada, ¡NADA! Y eso ya lo estaba cabreando, solo esperaba que la suerte de esa gran Oha-Asa a la que tanto idolatraba su padre estuviera de su lado, ya que no quería que su progenitor lo viera y también deseaba encontrar a Hiro.

– Este imbécil va a terminar con la poca paciencia que tanto me ha costado mantener – Masculló.

Entonces lo vio, indiscutiblemente era él. Tenía ese cabello rojizo y esa piel color chocolate que tanto lo caracterizaba, y estaba… ¡¿Coqueteando con una enfermera?!

Una ira le atacó todo el cuerpo. Él, matándose por encontrarlo en este mísero hospital, sacrificando su sábado porque quería ayudarlo con ese pequeño problema que tiene, ¡Y el muy descarado estaba ligándose a una enfermera que es 5 años mayor! ¡Ese hijo de puta!

– Pero está bien buena, no lo niego – Susurró para sí mismo con respecto a la apariencia de la mujer mayor; olvidándose de su enojo al encontrarse a Hiro de lo más campante como si nunca hubiera pasado el incidente del análisis.

Pensó en llamar a Yoshi y Keitaro, pero tenía que actuar rápido si quería que Hiro no lo viera, y esperar a esos dos no era precisamente la mejor de las ideas. Así que aprovechando que el moreno estaba distraído, podría fácilmente atraparlo, pero debía ser cauteloso.

Justo en ese momento un médico pelinegro dejó en una silla cerca de él su bata blanca, y a Masaru no se le pudo ocurrir algo más que colocársela encima, ponerse el gorro y ayudarse con un cubre bocas para hacer más creíble su fachada. De alguna manera, este pudo ser una especie de deja–vú, como la vez en la que tuvo que esconderse de esos guardias en el centro comercial y casi fue violado por aquel cincuentón.

– Sin duda sería un doctor muy atractivo – Dijo alabándose a sí mismo cuando se vio en uno de los objetos metálicos que tenían cerca de donde él se encontraba – Pero a lo que iba.

Caminó hacia donde su amigo se encontraba, pero cerciorándose que este no se percatara de su presencia o de lo contrario podría volver a huir. Con pasos lentes y colándose entre más doctores y enfermeros, para hacer más creíble su cuartada. Cuando estuvo a un lado de esos dos que parecían tortolitos, fue momento de ejecutar su plan.

Lamentablemente nunca llegó a alanzarse sobre Hiro porque la voz de una mujer mayor –mucho más mayor que esa enfermera buenota– Le habló con un tono desesperado, tomando su mano para llevándoselo muy lejos de la figura de su amigo pelirrojo, evitando así que pudiera capturarlo.

– Doctor Subaru, lo necesitamos de inmediato en la sala de partos – La otra doctora –porque era claro que lo era– lo estaba confundiendo, además de que el nombre de aquel Subaru estaba a la vista en esa bata blanca. La voz de la mujer sonaba algo preocupada e impaciente, pero ¡Joder que él no era un maldito médico para que…! Esperen un segundo, ¡¿Esa loca había dicho sala de partos?!

– ¿Eh? Espere pero yo no…

– Sé que está en su descanso, pero es una urgencia – Le ignoró la doctora. Intentó zafarse de su agarre pero esta parecía decidida en no soltarlo. Se estaba asustando. Una enfermera con una mujer embarazada en camilla se acercó a ellos.

– Aquí está la mujer, ¡Su bebé ya está llegando! – Alertó apresurada. La mujer de cabellos grisáceos en la camilla estaba teniendo muy fuertes contracciones, y parecía que ya no aguantaría el dolor.

– ¡Rápido! ¡Al ascensor! – La enfermera se apresuró en ir hasta donde le indicaron con la camilla, y la otra doctora aventó a Masaru al interior de esta – ¡Suerte, doctor Subaru! – Y la desgraciada rubia mayor apretó el botón que cierra el aparato.

– ¡HIRO! – Fue lo único que pudo gritar con la voz más potente que tenía antes de que las puertas metálicas se cerraran frente a su cara.

De pronto, mientras estaban subiendo algo pasó. El ascensor se detuvo abruptamente y las luces desaparecieron, por suerte la enfermera tenía una linterna y Masaru se dio cuenta de que en su bata también había una, más aquellos aparatos que servían para los partos naturales, el fórceps y las ventosas. Ambos las prendieron y se dieron cuenta de que el ascensor parecía haberse atascado.

– ¡¿Qué está pasando?! – La voz de la pobre mujer estaba desesperada y adolorida.

– Parece que el ascensor se atoró – Explicó la enfermera. Masaru solo podía pensar que la tal Oha-Asa era una maldita que estaba dándole mala suerte en vez de buena suerte.

– ¡Ay dios! ¡Mi bebé! – Chilló ella mientras parecía comenzaba a pujar – ¡Está naciendo! – Esas simples palabras hicieron entrar en un pequeño shock al pelinegro.

– ¡Rápido doctor! – Le apresuró la mujer.

Estúpido Hiro, me las pagará por esto – Murmuró para sí – Bien, tenemos que cortarle el pantalón, date prisa – Le indicó a la enfermera mientras se ponía unos guantes de látex. Se colocaron las linternas en sus respectivas bocas para ver en la oscuridad, y los dos empezaron a cortar para por fin dejar al descubierto la salida que tendría al bebé – Ahora puja linda, que ya veo la cabeza – Y la mujer estaba haciendo lo que le pidieron, adolorida.

Masaru solo esperaba que esas clases de parto que tantas veces le hubiera explicado su padre y que antes le parecieran aburridas, ahora sirvieran de algo.

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Si Hiro había dejado de coquetear con esa hermosa enfermera castaña de grandes pechos y cuerpo de infarto, era porque había escuchado el grito de cierto pelinegro de orbes esmeralda, y eso lo había alertado de manera horrible, disculpándose con la chica para salir huyendo despavorido hacía el segundo piso.

Gracias a todos los cielos que perdió a Masaru o ya estaría de nuevo en aquella habitación donde un desgraciado sin piedad lo estaría amenazando con una aguja mientras reía diabólicamente… o así lo veía Hiro. No estaba loco, ¡Comer cáscara de sandía era completamente normal!

Corrió todo lo que pudo hasta que llegó a las escaleras que lo llevarían de nuevo al segundo piso, justo donde ese cruel médico estaba. Se quedaría ahí, sí, eso es lo que haría; sus amigos son tan idiotas que nunca se les pasaría por la cabeza que estaría en el mismo piso en donde casi muere.

Se estaba felicitando mentalmente por su idea hasta que llegó al piso. Se detuvo de manera abrupta procurando no llamar la atención. Ahí, frente a él, se encontraba la figura de Keitaro, afortunadamente estaba de espaldas a él por lo que pudo asegurar que no lo había visto. Un poco más y de seguro se hubiera estampado con él haciendo que lo atraparan y llevaran de nuevo a ese infierno en la tierra.

– ¿Dónde podrás estar Hiro? – Oyó que se preguntaba a sí mismo el heterocromático mientras miraba todo el segundo piso pero sin mirar atrás ni fijarse en él. El moreno retrocedió lentamente hasta llegar de nuevo a las escaleras y las subió a paso apresurado pero en silencio.

Tal vez estar en el tercer piso lejos de Masaru y de Keitaro era lo mejor; aun si Yoshi estuviera ahí, ya se las ingeniaría.

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Mierda, mierda, mierda. Ya he buscado tres veces por todo el tercer piso y aun no hay señales del idiota de Hiro. Enserio que puedo quererlo mucho pero hay veces en las que desearía meter mi mano en la boca, llegar hasta el fondo, agarrar mi intestino, amarrarlo a una piedra, y tirárselo en la cabeza. A ver si así reacciona ante todas las estupideces que comete.

Estar de nuevo revisando todo el maldito tercer piso para encontrar a ese escurridizo pelirrojo no era lo que Yoshi hubiera pensado estar haciendo ese sábado.  Pero todo sea por su estúpido, desagradecido, idiota y grosero amigo. Ahora que lo pensaba, enumerando todas esas definiciones y más en una lista, ese hijo de su madre no merecía ni que lo ayudara.

Pero ahí iba Yoshi con su buen corazón al rescate.

Estaba por bajar al segundo piso para ver si Keitaro había tenido suerte, cuando lo vio. Hiro estaba en la parte de las escaleras subiendo para escabullirse en el pasillo derecho. El muy hijo de su madre estaba corriendo mirando hacia atrás, como si quisiera cerciorarse de que nadie le seguía. Vio cómo se iba corriendo con dirección donde estaba el quirófano y como unos empleados de ahí le impedían el paso.

Era su oportunidad, atraparía a ese idiota aunque se le fuese la vida en ello, porque no defraudaría a Kagami, se lo había prometido y él trataría de cumplir esa promesa a como diese lugar, sea cual fuera el costo. Y si para eso debía inundar el hospital, lo haría. Total que nada después de eso podía ser peor.

Corrió de forma leve pero rápida y constante, hasta llegar cerca de donde Hiro y esos dos tipos se encontraban. Parecía ser que el moreno les estaba pidiendo que lo dejasen pasar para esconderse ahí. No hacía falta ser un genio para saber que de quien se quería esconder era de ellos.

– Gracias doctores, no saben cuánto lo he estado buscando – Hiro sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal cuando la voz de Yoshi se escuchó detrás de él; incluso se sintió preso del pánico cuando una mano se posaba en su hombro izquierdo y le apretaba fuerte pero sin llegar a lastimarlo.

– Este no es un parque para que estén jugando – Regañó uno de los médicos que intentaron detener a Aomine.

– Lo sabemos y lo sentimos, es solo que mi amigo tiene miedo del lugar; es todo – Explicó el rubio con una sonrisa angelical convenciendo a los dos mayores demasiado fácil. Sin embargo, Hiro sabía que detrás de esa cara de ángel, había un auténtico demonio – No volverá a pasar, lo prometemos.

Los dos hombres de bata asintieron aceptando las disculpas y se retiraron de ahí a hacer las cosas que tenían pendientes. Aquellos orbes rojos solo veían con terror a los trabajadores alejar y como se quedaba solo con ese rubio psicópata que de seguro le mutilaría después de la cita que tendría sí o sí con aquel doctor esperando impaciente con una gran aguja en su mano y mirada sombría.

– Ahora tú, idiota sin cerebro. Vendrás conmigo – Y si bien era Yoshi con quien hablaba, Hiro pudo asegurar que pareciera ser el mismo Akashi Seijuuro, la madre de Keitaro. Fue una orden, no una petición.

Y el pelirrojo suspiró resignado mientras se dejaba guiar por Yoshi con la cabeza gacha. El de orbes celestes sonrió ante su triunfo mientras caminaban hacia los elevadores. Parecía que el moreno no haría nada, o era eso hasta que:

– Si me quieres, tendrás que atraparme; rubia teñida – Y solo vio como Hiro comenzaba a correr acelerando cada vez más, alejándose de él.

De lo único que Kise fue testigo, fue de como su amigo llegaba de manera rápida un elevador que estaba cerrándose, y una vez adentro, como se burlaba por medio de sus expresiones faciales. Cuando llegó a los elevadores no pudo hacer nada salvo mirar que la pequeña pantalla marcaba que Hiro estaba en el segundo piso.

– Mierda… – Masculló – Sabía que eso fue demasiado fácil. Tenía que haberme visto venir eso – Se lamentaba mientras se frotaba las sienes. Además, el cabrón de Aomine le había dicho “rubia teñida” cuando sabía que su cabellera era completamente natural.

Ese maldito ganguro.

Escuchó el sonido de las puertas del elevador de al lado abrirse, y decidió que era mejor bajar. Lo que le sorprendió fue ver que del ascensor salía una mujer en camilla con un bulto en brazos –posiblemente un bebé– una enfermera que movía la camilla, y claro que reconocía al doctor que salía junto con esas dos.

– ¿Masaru? – Su tono de voz fue de sorpresa pura. ¡¿Pero qué carajos?!

– ¿Yoshi? – Preguntó el pelinegro mientras le miraba perplejo. El rubio no podía apartar sus orbes color cielo de los guantes que portaba Midorima, ya que estos estaban manchados de sangre.

– ¡¿Qué mierda haces vestido así?!

– Larga historia.

– Doctor Subaru, la señora quiere verle para darle las gracias por atender su parto – La enfermera llegó hasta donde estaban los dos chicos hablando. Yoshi tenía cara de no entender nada pero mientras más rápido terminase mejor. Se acercó a la camilla que ahora estaba rumbo o maternidad.

– Muchas gracias doctor, gracias a usted tengo a mi preciosa hija conmigo – Masaru observó a la niña, sus apenas mechones de cabello rubio castaño, y aunque no podía saberlo bien se veía tener unos ojos café oscuro, como su madre. Su piel blanca con pequeñas pecas en sus mejillas de un color café sutil.

– Fue un placer – Sonrió el pelinegro.

– Me gustaría que usted eligiera un nombre para ella, yo y mi esposo aun no estamos de acuerdo y quisiera que usted tuviera ese privilegio – Midorima abrió los ojos sorprendido. Kise se acercó a ver y escuchar.

– ¿Eh? – Dudó el de orbes verdosos. Miró de nuevo a la niña y solo un nombre se le cruzó por la mente – Supongo que si usted quiere, podría llamarse Himawari…

Girasol… – Susurró la mujer el significado del nombre. Miró a su hija en brazos antes de sonreír y mirar de nuevo al chico con disfraz de doctor – Me encanta – Y al ver la cara de completa alegría de la mujer, Masaru sonrió satisfecho y el corazón comenzó a rebosar de felicidad.

– Debemos llevarla a una habitación – La enfermera interrumpió el momento para llevarse la camilla con la mujer y su hija en ella.

– Adiós y gracias – Dijo la madre. Masaru solo pudo corresponderle la despedida con un gesto de mano.

– Creo que si es una larga historia, una novela diría yo – El pelinegro dio un ligero respingo, se había olvidado del rubio. Bueno, era momento de dejar de fingir; se quitó la bata y el gorro, y la dejó por ahí con todos los utensilios y el cubre bocas, y tiró los guantes a la basura. Era bueno ser Masaru de nuevo.

– Si, novela; tiene humor, drama, y tal vez romance, como el cariño entre madre e hija – Suspiró mientras se estiraba el cuerpo – ¡Oh! Y también tiene crimen, me robé la bata – Yoshi rió ante lo último.

– ¿Por qué estabas atendiendo un parto? – Preguntó ya un poco más calmado y con una sonrisa. Incluso se le olvidó Hiro.

– ¿Por qué no atender un parto? – Le dijo a manera de reproche, como si atender partos para ellos fuese cosa de todos los días. Yoshi rió ante su excusa infantil.

– Ya dime – Exigió el rubio.

– Solo descubría el milagro de la vida – Respondió el pelinegro de manera dramáticamente soñadora, para luego cambiar su semblante y contar de nuevo la verdad – Es que robé una bata para camuflarme entre los doctores pero me confundieron con un doctor de parto, luego se atoró el ascensor y tuve que efectuar el parto ahí – Dijo mientras los ojos celestes de Yoshi le miraban con asombro.

– ¿Sabías como efectuar partos? – Preguntó perplejo. Vaya que eso no se lo esperó de su amigo.

– Solo lo que mi padre me explicó; sabe mucho a pesar de ser cardiólogo, pero veo que me fue de mucha ayuda – Sonrió orgulloso, hoy se sentía realizado.

– ¿Y por qué robaste la bata en primer lugar? – Cuestionó el rubio un poco más interesado por la conversación. Esto se ponía divertidamente interesante.

– Porque estaba tratando de atrapar a Hiro… – Masaru respondió con una sonrisa hasta decir el nombre de su amigo de manera menos contenta, dándose cuenta de lo que faltaba. Ambos habían olvidado que su prioridad era el moreno. Mierda.

– Bajó por el ascensor, debe estar en el primer o segundo piso – Como si Yoshi adivinase sus pensamientos, le jaló del brazo para meterlo en el ascensor vacío y apretar los botones uno y dos. Esperando por que la máquina avanzara con el pie golpeando el piso del elevador.

Lo único en lo que ambos podían pensar, era en que Keitaro quizá hubiese tenido más suerte para encontrar a Hiro.

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Keitaro estaba ya cansado, dar tantas vueltas en el segundo piso era algo que sin duda alguna ya le estaba mareando. No solo por las vueltas en sí, sino también porque aún no encontraba a su moreno amigo y eso le estaba carcomiendo el cerebro. La fobia de Hiro había llegado muy lejos esta vez.

Solo esperaba que al pelirrojo de mayor altura no se le hubiera ocurrido tirarse del techo del hospital o quemar el lugar entero justo como le había dicho su madre. Suspiró mientras intentaba hacer a su mente estabilizarse. No, Hiro no podía haber hecho tales cosas, como máximo problema solo escaparía del lugar.

O eso quería pensar Keitaro.

Miró su reloj de muñeca, ya habían pasado 18 minutos desde que Aomine había huido, tenían un tiempo medido de 12 minutos más para encontrarlo o perdería su cita. Y si eso pasaba, él mismo se encargaría de sacarle a Hiro dos litros de sangre, y aunque después muriera, no se iba a arrepentir.

El estómago le rugió cuando cruzó de nueva cuenta por el área de cafetería del segundo piso. Parece que no solo se encontraban los de análisis y tomografías. Se moría de ganas por comer algo, pero sabía que no podía. La comida de ahí era para los pacientes en camilla, no para cualquiera; además, aun si así fuera, Keitaro no la comería. Esta era insípida y sin sabor.

¡Pero el maldito olor era delicioso!

Se sentó en una de las sillas de la cafetería, ya que algunos familiares y amigos de los pacientes también comían ahí, si, esa comida asquerosa y sin sabor a pesar de oler mejor que una bolsa de papas. Se pasó una mano por el cabello desordenándolo y dejándolo hacia atrás. Soltó un suspiró fuerte, que dejaba en claro que se estaba rindiendo.

Pero no lo haría, un Akashi nunca se rendía hasta ganar, y un Murasakibara a pesar de ser vago, daba su esfuerzo por sus metas. Y él, era uno solo de ambas sangres.

– ¿Keitaro? – La voz del padre de Masaru le atacó de sorpresa y por poco se cae de la silla. Levantó la mirada y se encontró esos ojos verdes que tanto le recordaban a su amigo, que lo miraba como si fuera una rareza que estuviera en un hospital público y no en los privados que pagaba Akashi. Y la verdad es, que lo era.

– Midorima-san, mucho gusto – Hizo un esfuerzo sobrehumano porque la voz no le saliera temblorosa ni titubeante, y al parecer lo logró. Actuó como si nada – Y dígame, ¿Cómo le va en su día?

– Bien, lo normal supongo – Respondió el mayor pero sin dejar de mirar al heterocromático con curiosidad – ¿Y qué hay de ti? No es común verte en este hospital – Keitaro tragó saliva nervioso aunque no lo demostraba.

– Si, lo que pasa es que, he venido acompañar a un amigo – Explicó aun inseguro sobre si decirle la verdad o callarla porque no era el momento.

– ¿Cuál de todos? – Vaya que Shintarou se la estaba poniendo difícil. ¿El doctor siquiera sabía lo que era la frase: Que te importa lo que hagan los demás y ocúpate de tus asuntos? Lo meditó unos dos segundos y respondió parte de la verdad.

– A Hiro.

– ¿Vienen ustedes dos solos? – Midorima estaba comenzando a sospechar y Keitaro se estaba dando cuenta de eso. Él asintió sin apartar la mirada del llavero de panda que el padre de su amigo tenía en su mano derecha. Al menos no tenía los dedos vendados como le habían dicho sus padres anteriormente, aunque si tenía guantes de látex.

– Si, Kagami-san le pidió si podía venir para pedir una cita para él. No sé qué le pasa, pero él no pudo venir hasta aquí por otros asuntos que está atiendo. Por eso yo vine con Hiro, para que no esté solo porque tiene miedo a los hospitales – Bueno, su mentira no había salido tan mal, era creíble para cualquiera, menos para Shintarou.

– Que extraño, por lo general Kagami me llama cuando requiere pedir una cita para él. Sabe que trabajo aquí y se aprovecha de eso, es raro que ahora haya mandado a su hijo – Murasakibara comenzó a sudar frío – Ahora que lo recuerdo, Kagami me pidió una cita para Hiro ¿Estás seguro de que no vienen por eso? –  Preguntó el médico mirándolo a los ojos y él negó rápidamente ¿Qué se supone que debía contestar ahora? Estaban a punto de descubrir que estaban los cuatro y que habían perdido a Hiro

Mierda, mierda, mierda ¡MIERDAAA!

– Ah sí, bueno, yo… – Y cómo salido de la nada, llegó su salvación.

Un enfermero llamó a Midorima y le dijo algo sobre que era urgente. El peliverde asintió mientras le decía un hablaremos luego a Keitaro y se iba detrás del enfermero hasta desaparecer por el elevador que se cerró rápidamente. Estaba a punto de soltar un suspiro de alivio cuando notó como en el ascensor situado a la derecha del que tomó el padre de Masaru, se abría y de él salía aquel chico moreno de cabello rojo y cejas partidas.

– ¡HIRO! – Y comenzó a correr en su dirección, y ante su grito, el moreno lo vio y corrió también, alejándose de él. Menos mal los elevadores estaban ocupados, y limpiaban las escaleras, por lo que Aomine tenía que quedarse en el segundo piso. Quisiera o no.

Hiro tenía mucha velocidad, y no era justo que aparte de eso también desapareciera dando zancadas hasta perderse entre la multitud de doctores. Se detuvo, no tenía caso seguirle, no le permitirían bajar por las escaleras y si quería huir tendría que regresar al área de ascensores. Él se quedaría ahí por si intentaba regresar.

Y de esa manera el sonido de uno de los ascensores abrirse le distrajo, volteando la cabeza encontrándose con sus dos amigos restantes. Estos le miraron de la misma forma en lo que él los miraba a ellos. Todo era mirada y mirada, hasta que Masaru decidió romper con eso y preguntó:

– ¿Has tenido mejor suerte con Hiro? – El heterocromático asintió.

– Pero no tanta, me he encontrado con tu padre – Masaru y Yoshi no parecieron tan sorprendidos como se esperó.

– Nosotros también, aunque él no nos vio – Explicó el rubio que hasta el momento no había dicho nada – Solo le vimos la espalda cuando subimos al ascensor y él estaba saliendo – Keitaro suspiró aliviado.

– Bueno, tengo noticias; Hiro está aquí en el segundo piso – El rostro de sus dos amigos reflejaba el alivio, alivio por ya no tener que poner de cabeza al hospital por aquel idiota –  Además, están limpiando las escaleras y por lo mismo Hiro no podrá pasar por ahí. Su única salida son los ascensores, pero mientras estemos aquí, él no se acercará.

– Pero tampoco podemos quedarnos aquí, su cita terminará en 9 minutos – Keitaro lo pensó bien. Masaru tenía razón, tenían que encontrar a Hiro, y tenían que hacerlo ya.

– Tengo una idea – Las tres palabras más temidas por la sociedad salieron de la boca de aquella persona a la que el mundo tenía miedo. No por su maldad, sino por el desastre que eso después ocasionaría– Acérquense para que se los diga – Y juntaron sus cabezas para oírse mejor y que nadie más los escuche.

La sonrisa de Yoshi no fue nada tranquilizante después de que pronunciara su plan.

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Hiro había terminado dentro de una habitación cualquiera. Había una mesa, un televisor, una camilla y las cortinas, además de instrumentos raros que servirían para que algún enfermero la ocupara o quién sabe. No había nadie, y eso le hizo soltar un suspiro de alivio, había ya corrido mucho, y por poco y Yoshi le atrapaba. Al menos escapó de ese rubio.

Sin embargo, en el segundo piso estaba Keitaro, y si lo encontraba no sería tan fácil librarse de él como lo fue con Yoshi. Además, estaban limpiando las escaleras ya que cuando él quiso bajar, los encargados de la limpieza le zarandearon y regañaron y casi le pegan con los trapeadores. No podía volver por los ascensores ya que seguramente el heterocromático estaría ahí, por lo que se ocultaría en aquella habitación hasta que terminara su hora de la cita.

– Ya casi… solo 5 minutos más – Dijo mirando el reloj de la pared. Según lo que estaba enterado, solamente tenían 30 minutos como máximo en cada cita. Ya habían pasado 25, unos minutos más y estaría a salvo de todas esas agujas espantosas.

Miró a su alrededor y no encontró nada interesante, se sentó en la camilla mientras esperaba impaciente a que esos míseros minutos acabaran. ¿Qué podía hacer? Nada, y eso era algo que le estaba cabreando. Escuchó pasos afuera de la puerta que él había cerrado, por lo que se apresuró en ir con rapidez al armario cerca de ahí para guardarse, o de lo contrario lo verían y sacarían.

Eran tacones, estaba seguro, como no cerró la puerta de ese pequeño armario pudo ver claramente como aparecía una enfermera, ¡Y o dios, que enfermera! Estaba de espaldas mientras parecía acomodar la camilla, Hiro no pudo evitar deleitarse con esa visión de la minifalda y medias hasta la mitad del muslo. Su cabello negro y corto, pero le quedaba bien.

Tenía buen trasero, no lo negaba. Si tan solo pudiera saber su delantera…

Se vio a sí mismo saliendo del armario, abriendo lentamente la puerta. Esta se abría hacia delante de manera que no entrara en el pequeño lugar e interfiriera con este o tirara al suelo lo de adentro. Sus pasos eran constantes pero sin ruido, acercándose hacia la persona que parecía no haber notado su presencia.

Su cuerpo actuaba contra su voluntad, y aunque su cerebro le dijese que parara y regresara a esconderse sus pies seguían avanzando acercándose más a la sexy enfermera que seguía revisando la camilla asegurándose tal vez que nada faltara. ¿Qué haría una vez frente a ella? No lo sabía y por el momento no quería saberlo.

Pero cuando su mano estaba a escasos centímetros de tocar el hombro de la chica se escuchó un ruido de metal golpear con algo. Entonces Hiro supo que ese algo que había sido golpeado era su cabeza, mientras el dolor punzante le hacía caer desplomado por el suelo.

Keitaro pudo respirar cuando su rubio amigo se agachó hasta el cuerpo inconsciente del moreno y con el pulgar en alto le indicó que todavía seguía vivo y sin ninguna herida. Menos mal, lo que menos quería era matarlo e ir a la cárcel.

Yoshi se aseguró que el golpe en su cabeza no hubiera tenido consecuencias graves, como que saliera sangre o que hubiera dañado al cerebro o algo. Nada, su amigo parecía dormir cómodamente y lo único que le saldría en la cabeza era un chicón por el golpe de la bandeja de metal.

– Admito que al principio pensé que Hiro no iba a caer, pero debo dejar de subestimarlo – Expresó Murasakibara, mientras dejaba la bandeja en la camilla. Masaru se acercó a ellos con una mirada entre divertida y molesta.

– Soy una chica hermosa, era obvio que Hiro caería ante mis encantos – Se halagó el pelinegro hacia sí mismo, sonriendo con suficiencia mientras se miraba desde arriba a sus dos amigos. Keitaro solo se preguntó cómo le hacía para no caer de semejantes tacones.

– Masaru, tú… – Alzó la vista Kise pero de inmediato volvió a bajarla – Deberías… argh, no puedo – Titubeó el de orbes celestes, haciendo la misma acción y volviendo a bajar la vista incómodo y también con el ceño fruncido – Ponte tus pantalones ¿Quieres? Es incómodo hablar contigo cuando solo tienes falda y medias – Le indicó mientras no apartaba la vista del rostro durmiente de Hiro.

– Te aclaro que tú fuiste quien ideó el plan, ahora no me vengas con eso – Se quejó el de ojos esmeralda mientras Keitaro le pasaba su ropa – Además, les recuerdo que no iba a ser yo quien la usara, pero porque solo porque alguien se hizo el difícil tuve que hacerlo – Dijo mirando acusadoramente al chico de ojos diferentes.

– No iba a ponerme de travesti, y según por lo que nos contaste antes, tú ya te habían disfrazado de mujer aquella vez en el centro comercial – A Midorima  se le colorearon las mejillas.

– Pero no tenía que ponerme medias ni falda, solo usé una peluca y un gran abrigo. ¡Esto fue muy diferente! ¡¿Sabes cuantos doctores se me quedaron viendo pervertidamente?! ¡Fue peor que con el policía cincuentón! – Gritó enojado mientras Keitaro rodaba los ojos. Yoshi carraspeó llamando la atención del par.

– Masaru, vístete por favor; después llevaremos a Hiro hacía la sala, solo quedan 3 minutos – Masaru obedeció y comenzó a cambiarse rápidamente. El rubio se incorporó y se giró hacía su otro amigo – Creo que es mejor si él va inconsciente, si lo lleváramos despierto sería fatal – Dijo haciendo referencia al pelirrojo que aún estaba en el suelo.

– Estoy de acuerdo, al menos la habitación está en este piso – Aceptó el heterocromático.

– Bien, entonces será mejor apresurarnos porque ya solo nos quedan 2 minutos – Dijo Masaru mientras terminaba de acomodarse la camiseta ya vestido correctamente, y la ropa de enfermera estaba sobre la camilla – Aun no puedo creer que te dejaran ver las cámaras de seguridad del segundo piso – Habló dirigiéndose hacia Yoshi – Pero si no fuera por eso, de seguro Hiro todavía estaría perdido. 

– Tengo mis trucos – Dijo de manera orgullosa – Ahora tienen que cargar a Hiro, yo llevaré la bandeja de comida por si acaso – Rápidamente la tomó entre sus brazos para salir por la puerta. Keitaro y Yoshi solo pudieron suspirar al ver como el rubio se salía con la suya. Se agacharon hasta tomar a Aomine bien sujeto, para después levantarlo aun inconsciente.

Cuando llegaron frente al consultorio del doctor Yamazaki, tocaron la puerta. Este les abrió y al ver el rostro de Yoshi y la bandeja en sus manos se tensó, pero se hizo a un lado y les dejó pasar. Keitaro le pasó todo el cuerpo del moreno al pelinegro, para que este pudiera acomodarlo en la camilla de manera que quedara sentado. El médico tomó rápidamente sus herramientas que ya tenía a mano.

Le pasó un algodón mojado previamente en alcohol y rápidamente insertó la aguja en el brazo derecho de Hiro, este frunció levemente el ceño pero aún seguía dormido. Extrajo unos cuantos mililitros de la sangre y después sacó de aguja y la pasó de nueva cuenta el algodón, y movió el brazo del chico para que aun dormido apretara el algodón entre la mitad de sus brazos.

– Eso es todo chicos, su madre solo me dijo que la extrajera, pero que él vendría por los resultados después. Pueden irse – Informó el doctor mientras ayudaba a Masaru y Yoshi para que cargaran al moreno. Kei le había arrebatado la bandeja a su rubio amigo y con su mirada le dijo que él la cargaría por lo que Kise tuvo que ocuparse de Hiro.

– Nos vemos – Se despidieron los tres chicos conscientes mientras Aomine seguía durmiendo preocupando a sus amigos de que hubiera entrado en coma o algo así.

Keitaro regresó la bandeja de comida al pasar por la cafetería para ir al ascensor. Tuvieron una increíble suerte al no toparse con el padre de Masaru de nuevo, hasta que llegaron al primer piso y salieron de manera rápida por las puertas, o lo más rápido que pudieron teniendo un cuerpo que parecía cadáver con ellos.

– ¿Y ahora qué? – Preguntó el de orbes esmeraldas.

– Debo regresar a casa, o mi madre se enojará. Dejé mis clases de violín a medio acabar por esto – Yoshi y Masaru se miraron entre ellos y asintieron. Intercambiaron miradas con Keitaro y le hicieron saber que podía irse – Hasta luego – Se despidió el pelirrojo de piel blanca mientras se alejaba en dirección hacia su mansión.

– Ahora que me acuerdo… tengo que pasear a Nigou – Habló la voz de Yoshi mientras miraba a Masaru de nueva cuenta hacia los ojos – No te importará si solo tú llevas a Hiro, ¿Verdad? – Los orbes esmeraldas de Midorima le fulminaban con la mirada pero no parecía negarse.

Finalmente el pelinegro asintió y el rubio le ayudó de manera que el cuerpo del moreno estuviera en la espalda de Masaru, mientras este pasaba sus manos por debajo de las rodillas para que así pudiera sostenerle. Yoshi le pasó los brazos de Hiro en el cuello, y aunque pesaba, él podía cargarlo hasta su casa, la cual no estaba tan lejos, o no tanto.

– Entonces nos vemos después – Dijo el de orbes celestes mientras se despedía y él le correspondía el gesto. Tomó a Aomine con más firmeza para comenzar a caminar.

Pensó varias veces sobre si era mejor llamar a un taxi o seguir, pero finalmente se decidió por seguir caminando con él. Al ser aun de día, un poco más de las 11 para ser exactos, no había peligro en que alguien lo asaltara a plena luz del día, claro que se ganó las miradas de extrañeza de algunas personas que transitaban por ahí pero Masaru las ignoró olímpicamente.

Pudo respirar de alivio cuando divisó el edificio donde se encontraba el departamento de su moreno amigo. Entró recibiendo una mirada de estupefacción del portero, pero él solo le saludó con Hiro sobre sí, y este les miró de forma reprobatoria mientras negaba lentamente y volvía su vista a la revista que leía. Oh sí, aquel hombre de más de 60 años ya conocía muy bien la cara de Masaru.

Se apresuró en ir hasta el elevador, y se adentró en él presionando el botón del piso de su amigo. Esperó pacientemente hasta que finalmente el ascensor se detuvo y de nueva cuenta se abrieron las puertas, caminó hasta llegar a la puerta del departamento de Hiro y tocó el timbre dos veces, mientras que daba pisadas rápidas al suelo en señal de espera. Finalmente fue Kagami quien le abrió.

– ¿Masaru? – Preguntó el pelirrojo de mayor edad confundido, él recordaba habérselo dejado a Yoshi – ¿Por qué tienes a mi hijo sobre tu espalda? – Cuestionó mientras se hacía a un lado y los dejaba pasar. El pelinegro ya sabía en donde estaba la habitación de Hiro por lo que no fue problema hablar mientras se dirigía hacia ahí.

– Cuando Hiro llegó al hospital y le dijimos de su cita, empezó con su problema sobre ver alguna jeringa – Kagami le miró preocupado y el peliazul padre del chico, que estaba en el sofá, también le miró curioso – Pero fue fuerte – Mintió el de orbes esmeraldas – Le dijimos que pensara y que lo hiciera por usted, y solo por usted se dejó extraer la sangre – Dijo mirando firmemente a los ojos rojos de Taiga – Pero se desmayó al ver la aguja.

Masaru sabía entre la rivalidad que existía entre Hiro y su padre, siempre se peleaban por la atención de Kagami y esta vez, el pelinegro le iba a ayudar. Él no sabía sobre ese sentimiento porque su padre Midorima era tan tsundere que rara vez demostraba afecto, pero según su madre, demostraba el afecto a su modo.

Total, mejor para él; si su padre no acaparaba a Takao, eso le dejaba a su madre para él solito.

– Ese es mi bebé – Dijo con orgullo el pelirrojo mayor mientras abría la puerta de su habitación y Masaru ingresaba con Hiro en su espalda. Daiki también se había levantado hasta quedar a un lado de la puerta de la habitación, pero sin entrar. Masaru lo dejó suavemente en la cama y Kagami lo acomodó, con cuidado le quitó los piercing y los puso en la mesita de a lado – Descansa mi niño – Taiga apartó unos mechones de cabello del chico y le dio un beso en la frente. Masaru escuchó feliz el gruñido de molestia del peliazul.

Hiro le debía una, y una muy grande.

– Bien, yo me voy yendo – Dijo el de orbes esmeraldas mientras salía de la habitación pasando de largo al padre moreno de su amigo.

Era aun de mañana por lo que seguramente Hiro despertaría en una media hora o quizá en unos minutos. Se despidió de ambos mayores mientras que al cerrar la puerta de la entrada, escuchaba los gritos del Aomine mayor exigiéndole a Kagami que le diera besos por su trabajo porque también lo hacía por él. Como era obvio, el pelirrojo se negó gritándole avergonzado cosas que Masaru no escuchó bien.

Regresó a su casa de lo más tranquilo, y como siempre, su madre de cabellos negros le recibió con muchos besos en el rostro y le preguntó sobre su día. Masaru le dijo todo a detalle, salvo por lo de ponerse la ropa de enfermera. Takao era su madre y alguien de confianza, por lo que no fue problema para el chico expresarse libremente mientras escuchaba las risitas de su madre.

Pero a Kazunari había algo que le preocupaba, y no precisamente era la aventura que su hijo había tenido en el hospital ni que casi se topara con su padre. Era algo más.

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– No puedo creer que me golpearan con una bandeja – Exclamó Hiro mientras se sobaba el chichón que le había salido a causa del golpe, con una hamburguesa teriyaki en la otra mano.

– Era necesario o nunca dejarías que te extrajeran la sangre – Se excusó Keitaro comiendo una bolsa de papas chips sin querer invitar a sus amigos.

– Tuvimos que correr los tres pisos y casi nos descubre el padre de Masaru, obvio te golpearíamos con la bandeja para que te detuvieras – Apoyó el rubio mientras bebía una malteada de vainilla.

– Además, yo fui quien tuvo que cargarte hasta tu casa, y de paso mentir para que ganaras la pelea de hoy contra tu padre – Informó con molestia el pelinegro mientras se metía una papa frita a la boca. Hiro le miró con reproche.

– Bien, te la debo – Sonrió el moreno al recordar como Kagami lo mimaba y Aomine moría de celos y envidia ante la mentira de Masaru sobre hacerse el fuerte por él. Frunció el ceño al recordar otra cosa – A propósito, ¿Quién era la enfermera? – Los tres chicos se tensaron.

– Ah bueno, no sabemos, tuvimos suerte, creo – Habló Yoshi ya que el heterocromático estaba con la boca llena y el de mirada verdosa parecía haber sido desconectado de este mundo. Enseguida volvió a sorber malteada de la pajilla.

Hiro les miró sospechosamente sin creerles del todo esa excusa, pero de inmediato la mordida que le dio a su hamburguesa y el exquisito saber le hizo olvidarse del asunto. Ese mismo día, después de las 2 de la tarde, al no saber cómo fue exactamente lo que pasó en el hospital, el moreno citó a sus amigos para que se vieran con él en un Magi Burger cerca de los edificios departamentales del pelirrojo chico.

Al llegar solo tuvo que esperar unos cuantos minutos hasta que Yoshi y Masaru aparecieron juntos al haberse encontrado en el camino. Después apareció Keitaro con la bolsa de papas ya a la mano, por lo que no fue necesario que el de ojos dorado y púrpura pidiera algo. Hiro se pidió 6 hamburguesas, 3 de Teriyaki y 3 Cheese Burger; Yoshi solo pidió una malteada de vainilla y Masaru una orden normal de papas a la francesa.

Estos le contaron casi todo, pero exceptuando algunas cosas como cuando el pelinegro tuvo que vestirse de enfermera. No era necesario que Aomine supiera eso. Incluso les contaron sobre el parto que atendió Midorima y del cual ni siquiera Murasakibara estaba enterado. Kise relató lo demás hasta la parte donde lo dejaba con el pelinegro y este contó el resto.

– Bien, pero lo bueno es que esta pesadilla por fin terminó – Suspiró Yoshi en un alivio mientras los demás asentían y terminaban sus comidas. Hiro tardó unos cuantos minutos más hasta que se terminó todo. No tenía tanta hambre pues había comido en su departamento.

Salieron del local de comida para por fin irse a sus casas hasta que el celular de Keitaro sonó. El pelirrojo de menor altura tomó el teléfono con su mano derecha y de inmediato lo colocó en su oído. El contacto que le llamaba era nada más y nada menos que Takao, la madre de Masaru.

– ¿Diga Takao-san? – Al escuchar el nombre de Kazunari, el pelinegro se acercó y se concentró el oír lo que su madre tenía que decir y por qué había llamado a Keitaro, incluso Yoshi y Hiro hicieron silencio por lo chismoso que se escuchaba la plática.

Verás Kei-chan, lo que pasa es que necesito que lleves a Masaru-chan al dentista hoy a las cuatro para su revisión de seis meses; tú sabes que él le tiene miedo al pequeño taladro y a la pinza, además de que teme que le pongan brackets – Takao carraspeó un poco antes de seguir hablando – ¿Crees que podrías hacerte cargo?

– Claro que sí Takao-san – Entonces escuchó un adiós de parte de Kazunari y como le colgaba. Keitaro guardo su teléfono en su bolsa mientras esperaba que al volver la mirada hacia sus amigos todo estuviera bien. Como se imaginó, no fue así – ¿Dónde está Masaru? – Preguntó al no ver al chico por ningún lado.

– ¡HASTA LA VISTA IMBÉCILES! – Oh sí, el grito apenas audible del pelinegro se escuchó notando como el portador de la voz se alejaba cada vez más de ellos. Si tan solo el estúpido de Masaru no hubiera escuchado la conversación, pero ya era muy tarde para quejarse.

– Aquí vamos otra vez – Habló con irritación en su voz el rubio, mientras comenzaba a correr llevándose al moreno consigo para que también corriera para perseguir al pelinegro. Keitaro solo suspiró y movió la cabeza negativamente pero con una gran sonrisa en el rostro ante la visión de Masaru siendo correteado por Yoshi y Hiro.

No le fallaré a Takao-san. Si pude con Hiro, creo que sí podré con el tarado de Masaru.

– Sí… otra vez – Y comenzó a correr para alcanzarlos.

Notas finales:

¡CHA CHAN! Eso es todo mis queridos y divertidisimos lectores, como pueden ver hubo mucho AoKaga o qué sé yo ewe

Creo que ya le veo fetiche a que el pobre de Masaru este andando con ropa de mujer, no me culpan si algún día anda con bragas y sostén(?)

Pues, ¿Qué decir? ¿Quieren más continuaciones? Ya saben que tiene que mandarme un review diciendome sobre qué, he leido de muchas de ustedes y sus ideas son tan tentadoras que las tengo escrito, y como aunque están con sus votaciones, su autora ha tenido un flechazo por Masaru por lo que ahora está siempre con él, ¿Que no notaron el MasaYoshi, o el HiroSaru?

Ya verán que si hago historias yaoi de estos cuatro serán aparte y de preferencia multishipper, para que no haya peleas(?)

Pobre de Keitaro, ahora él es el encargado de Masaru quien le tiene miedo al dentista; parece que la tarea de llevar a los amigos a un doctor nunca acaba u.u pero ya es menos :'D(?)

Hasta pronto y espero recibir sus zhukulemthos reviews :3 Besos y abrazos!!!


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