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Zombie por Touoka

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Notas del capitulo:

Antes que nada unas aclaraciones tras uno de los comentarios más largos que he recibido en mi vida... Este fanfic yo lo tengo escrito desde el año pasado y mis habilidades como escritora han aumentado desde ahí se los puedo jurar. Por uno u otro motivo dejé de publicar tanto aquí como en mundo yaoi y mis fics eran únicamente leidos y juzgados por mi mejor amiga, no tenía un público como éste para decirme si la historia estaba avanzando como debería. Sin embargo todo lo que pasa es por una razón. No puedo decir cual ya que sería un spoiler y tengo planeado seguir publicando esta historia. 

Hay cosas que cambiaría con todo lo que sé ahora y si en un futuro llego a publicar uno de mis fanfics más recientes podrían notar la diferencia. 

Yo sé que para que una historia de zombies tenga una lógica y una continuación clara es dificil y aún con todo esto puedo decir que me las arreglé para que tuviera un ritmo (aunque mis capítulos son cortos) en la historia. 

Sin más que decir los dejo con el capítulo y juro que ahora sí no tardaré en subir el próximo. 

 
 
 
Al despertar lo primero que vio fueron los restos de ceniza de la fogata de anoche y el rostro de Sebastian que ya le hacía falta una rasurada. Además notó que tenía sus piernas entrelazadas con las de él y, para su propia suerte, aún tenían cuatro prendas de ropa que los separaban de sus intimidades. 
Por alguna razón se sentía seguro, desde hace mucho tiempo que no tenía ese sentimiento. No desde que su padre partió pocos días antes de su cumpleaños justo después de darle su regalo adelantado...
Los rayos del sol no lograban colarse del todo entre las ramas de los árboles, ya no tendrían un camino tan duro en lo que restaba. 
Ver al moreno recostado en el piso durmiendo plácidamente le hizo sonreír; era por él, y aunque le costara admitirlo, la razón por la cual se sentía seguro. Como si el mundo no se estuviera acabando a su alrededor.
 
Sebastian había encendido la fogata anoche, así que a él le tocaba hacer el desayuno. Se levantó en dirección al bosque para buscar madera fresca. Habían utilizado toda la que quedaba anoche y lo que Ciel más deseaba en todo el mundo en ese preciso instante era tener un desayuno caliente. 
Contó sus pasos mientras se adentraba, el mayor le había dicho que se quedara en un radar de cincuenta pasos. Que no pasara de él, pero no le obedeció. Ya iba en los  ciento diez  cuando encontró madera seca y se dispuso a volver.
 
-Miren lo que tenemos aquí.– dijo un hombre a sus espaldas. Definitivamente no era Sebastian.– Un pequeño niño, solo.
 
Se dio la vuelta. Éste hombre no estaba sólo. Tenía a otras cuatro personas a sus espaldas, todas ellas cargaban armas de alto calibre y hablaban con un acento extraño. 
 
-¿De dónde vienes, niño?– preguntó el que parecía ser el líder.
 
Ciel se quedó callado aferrándose a la madera hasta sangrar.
 
-Al parecer los zombies le comieron la lengua.– se burló uno de los de atrás a lo que todos rieron.
 
-Es una lástima.– volvió a tomar la palabra el líder. Tenía piel morena y ojos verdes con unos dientes de tez aceituna. Se acercó a Ciel con pasos firmes y largos hasta quedar a sólo centímetros de él.– La lengua es una de las partes más deliciosas.
 
 
**
 
 
Algo no iba bien. Pudo sentir el vacío al despertar sin el menor a su lado. Lo buscó por todas partes sin éxito alguno, las provisiones estaban intactas y sus armas en su lugar. No había huido. La simple idea de ello le hacía sentirse mal, pero no aún peor que pensar que Ciel pudiera estar... 
Sin más demora se echó a correr en el bosque.
 
 
**
 
 
-¡Suéltenme!– gritaba el ojiazul intentando zafarse del agarre de sus raptores. Lo amordazaron para que no pudiera decir nada, lo único que salía de su boca eran palabras que no tenían sentido. 
 
Lo dejaron caer en el suelo sin mucho cuidado, ya se le habían abierto varias heridas viejas y algunas nuevas comenzaban a sangrar. Tenía manos y pies atados con fuerza. No podía moverse. Se sentía inútil. No podía evitar pensar en Sebastian, ¿estaría preocupado? Por lo que podía ver, estos tipos no dudarían en comérselo aún siendo humanos, ¿le extrañaría al morir?
 
El líder se acercó a él, le quitó el sucio pañuelo de la boca y lo tomó del rostro con una sola mano y espetó:
 
-¿Qué le pasó a tu ojo? No me gustaría contraer ninguna infección al comerte. 
 
-Entonces no habrá de otra más que arriesgarte, ¿no?
 
Chasqueó la lengua y le dio un puñetazo que hizo que Ciel perdiera un poco el enfoque.
 
-Tengo demasiada hambre y no dudo que mis chicos estén peor que yo.– a través de las gafas que llevaba pudo ver un par de ojos completamente negros– Pero, al ver tu cuerpo, mi hambre puede esperar...
 
 
**
 
Ya había llegado al límite que le había establecido a Ciel. Cincuenta pasos, ¿a dónde demonios había ido? Siguió caminando hasta tropezarse con un montos de madera y plantas que él mismo había usado para hacer la fogata anoche. Se agachó para tomarlas y vio manchas de sangre en ellas. Se aferró al mango del cuchillo y comenzó a correr aún más rápido y más lejos que el límite.
 
 
**
 
Tenía a dos hombres sujetando sus piernas y a dos sujetando cada uno de sus brazos. Mientras que el líder desgarraba su camisa con fuerza, dejando su pecho al aire. Sonrió con malicia y se inclinó a lamer uno de los pezones de Ciel. 
 
-Delicioso.– murmuró. Sus compañeros reían cómplices. 
 
Los que agarraban sus piernas comenzaron a bajar sus pantalones y el líder metió una mano en los propios. Pateó en la nariz  al que tenía en su costado derecho recibiendo como castigo un golpe en el estómago que le sacó el aire por unos segundos. El hombre de las gafas tomó el lugar de su antiguo compañero y desabrochó sus pantalones. 
Comenzó a gritar pidiendo ayuda, sabiendo que la única persona que podría ayudarle en esa situación era Sebastian. Al pensar en él y en lo que pasaba justo ahora, le entraban las ganas de llorar. 
Los que sujetaban sus brazos ahora los lamían y mordían, de una forma en la que sólo que hubiera gustado que lo hiciera Sebastian. Gritó con más fuerza. Uno lo tomó de la barbilla y selló sus labios con los de él, metiendo su lengua hasta lo más profundo de su garganta, callando sus gritos. 
 
El líder empujaba sus caderas contras las de Ciel desenfrenadamente, podía sentir su erección a través de la ropa. Era asqueroso. 
 
Hasta que el cuerpo inmóvil de el líder cayó sobre él.
 
-Suéltenlo.– era Sebastian, quién sostenía su cuchillo cubierto de un líquido carmesí
 
 
Verlo desde abajo era como ver al demonio en persona, estaba enojado, enojado de verdad. La sangre de el líder ahora manchaba a Ciel, le había cortado la garganta y ahora resbalaba por la propia, estaba tibia, era desagradable. La sangre de un humano, uno para nada amable pero un humano, menos. 
Soltaron al menor y ahora rodeaban al moreno con sigiles previniendo cada ataque que pudiera hacer. 
 
-Van a arrepentirse por esto.– murmuró al ver a Ciel con la ropa hecha trapos y con varios golpes. 
 
El hombre a sus espaldas saltó sobre él y Sebastian lo tomó de la cabeza para darle vuelta y dejarlo en el piso, éste mismo soltó un grito ahogado sin tener tiempo para nada más después de que el moreno le encajara el cuchillo en su corazón. Ciel no quería ver eso, se echó para atrás temblando; tampoco creía lo débil que podía ser a comparación de Sebastian que ahora mismo era la perfecta definición de una máquina asesina. La sangre había cubierto el suelo casi por completo así como a la persona causante de ello. 
Uno de los secuaces corrió en dirección al menor y se frenó de golpe antes de llegar. Le escupió sangre fresca en la cara y después cayó al piso sin vida. Sebastian se inclinó para desencajar el cuchillo de la nuca del hombre y la limpió en el pantalón de su víctima. 
 
Ciel se apoyaba en sus codos temblando y al mismo tiempo teniendo de las acciones que pudiera realizar a continuación. Éste miró a su alrededor y apretó los dientes así como al cuchillo. Odiaba tener que matar personas, hacía mucho tiempo de eso y no esperaba volver a aquella vida.
 
-¿Puedes levantarte?
 
-Eh... sí– se paró pero la pierna izquierda tenía un corte un poco profundo imposible de ocultar.
 
-No podrás caminar así.– su voz era más calculadora y también más fría. ¿Cómo no estar así después de haber asesinado a cinco hombres de la nada?
 
Lo tomó en sus brazos y regresaron al campamento.
 
 
**
 
 
Estaba delante del fuego hecho un ovillo. Se sentía sucio, no sólo por la sangre de aquel hombre que no se había podido quitar de la ropa, sino también por el contacto aún presente de todos ellos. Sus manos en su cuerpo, sus maliciosas sonrisas... 
 
Por un momento temió que Sebastian le hubiera abandonado. 
 
-Encontré un botiquín en la oficina. No es mucho pero es suficiente.– se inclinó a su lado y dobló su pantalón para ver la herida con mejor claridad. Se veía mal, estaba un poco infectada y había perdido algo de sangre. 
 
Primero la limpió con alcohol, el menor tuvo que aguantar los gritos de dolor hasta que dejó de el insoportable ardor. Después, vendó alrededor de su pierna y la dejó reposar en el suelo. 
 
-Gracias.– dijo Ciel sin ver a su compañero que ahora abría una lata de maíz. 
 
No respondió y siguió concentrado en la tarea de comer. El ojiazul intuyó que estaba molesto, y tenía sus razones, había desobedecido su orden justo cuando él mismo había decidido obedecerle en todo. 
 
-Lo lamento.
 
Sebastian tomó su tiempo antes de decir:
 
-No tienes nada qué lamentar. No sabías qué pasaría si cruzabas más allá. En Londres, por lo que veo, no había merodeadores.
 
-Sí, pero...– ahora que Ciel veía mejor gracias a la luz del fuego, pudo ver que el moreno no había salido completamente ileso de su lucha contra los merodeadores. Tenía varios moretones y manchas de sangre que traspasaban su ropa.– en realidad fue mi culpa. Sebastian, por favor, perdona...– no terminó de decir la frase cuando Sebastian se había apoyado en el suelo con una rodilla y juntó sus labios con los de él. 
 
Abrió los ojos que ahora estaban lagrimosos y lentamente los volvió a cerrar, disfrutando del tacto. Sabiendo que no había nada más que decir, sólo dejar que todo pasara. 
 
Entonces sintió el mismo contacto que con aquellos hombres cuando Sebastian intentó desabrochar sus pantalones...
 
 
 
Bastaba decir que el beso ya era bastante intenso, ahora Ciel intentaba fallidamente de quitarle la camisa a Sebastian, los dedos le temblaban y había tenido que separase de él para ver hacia su pecho y saber lo que hacía. Mientras tanto, el mayor se recargó en sus manos para tener una mejor vista de Ciel, sonrojado, temblando por sacarle la camisa y con sus labios inchados por los apasionados besos de hace un momento. 
 
Cuando por fin lo logró pudo explorar con libertad la perfecta anatomía de su compañero, su marcado abdomen, sus músculos y varias cicatrices del pasado. 
Se detuvo en una y la rozó con la punta de sus dedos. Parecía como si alguien le hubiera arrancado una pequeña parte del antebrazo de una mordida. El moreno se percató de esto y de inmediato cambió lugares con Ciel, dejándolo a él debajo. Ahora besaba su cuello y éste gemía por bajito, lo más lejos que había llegado antes había sido en segundo año de instituto con otro chico en el armario del conserje, y no había pasado de un simple faje por encima de la ropa.
Pero con Sebastian se sentía diferente... Y con aquellos hombres...
 
Se quedó inmóvil y el ojicarmesí se dio cuenta de ello. Tomó la mano del menor y se la llevó a los labios. Pasando de ahí a sus brazos, se estremeció al contacto, recordando que le había sucedido lo mismo pero en otra manera. Luego a su hombro, de ahí a todos los lugares donde los otros le habían hecho sentir sucio. 
 
-Ciel...– susurró contra su piel desnuda. El aliento cálido de él también provocaba ligeros espasmos que no podía controlar.– Ciel... Ciel... Yo– sintió entonces algo húmedo. Lágrimas.– lo siento. Si tan sólo hubiera llegado antes ellos no hubieran...
 
-Tranquilo.– dijo en seguida. Sentándose a un lado de él, sonriendo con pocas ganas para intentar animarlo.
 
-Ciel,– dijo casi susurrando.– todo lo que queda de mí te pertenece. Así que por favor tómalo.– agarró al menor de la barbilla y sus ojos brillaron con más fuerza a la luz del fuego.
 
-Todo lo que soy y lo que seré es para ti...– se volvió a recostar en el suelo atrayendo al mayor consigo.– Entonces, tómame...– susurró a su oído. 
 
En ese momento supo que Ciel deseaba justo lo que él quería y que no lo detendría. 
Coló sus manos por la camisa de su chico y tomó sus pezones entre sus dedos. 
Mordió sus labios, aún sentía un poco de vergüenza, era su primera vez. 
 
-Sebas...
 
Éste, sabiendo lo que iba a decir, dijo:
 
-Tú tranquilo y deja que me encargue de todo.– bajó su cabeza hasta quedar en medio de sus piernas y desabrochó sus pantalones para bajarlos junto con su ropa interior sin dañar el corte que aún se recuperaba en su pierna.
 
Vio el miembro del menor que ya estaba despierto después de las caricias que le había proporcionado. Al principio tomó el glande entre sus labios y Ciel gimió. Se tuvo que levantar en sus codos para tener una buena vista de lo que Sebastian hacía.
 
Siguió con lamer los extremos de su erección y recoger las gotas de pre-seminal con la punta de su lengua. 
 
-Mmm... Ya casi. Pero aún falta lo mejor, no dejaré que te vengas sin mí.– Ciel se quejó cuando el moreno abandonó la tarea de consentirlo y ahora veía cómo lamía sus dedos sin saber por qué, hasta que uno de ellos se abrió paso dentro de él. 
 
Gimió de dolor, era incómodo. Bastante de hecho, pero era necesario. Si no podía acostumbrase a eso no tenía ni idea de cómo lo haría con el miembro de Sebastian. Sus pantalones se habían perdido en algún lugar. Entonces otro dedo entró en él. El dolor comenzaba a cesar y ahora sentía un gran placer que jamás había sentido antes, esos dedos se movían el movimientos circulares y alcanzaban su próstata con facilidad. 
 
No tuvo tiempo de chistar cuando Sebastian intercambió sus dedos por su miembro. Abrió lo más que pudo sus piernas, el mayor posó sus brazos a ambos extremos de la cabeza de Ciel y se inclinó para darle otro beso aún más intenso. Después de un par de minutos, movió sus caderas contra las del menor y éste soltó un largo gemido dándole permiso para moverse con mayor velocidad.
 
Se había olvidado de los posibles zombies que podrían haber a su alrededor. Porque no dejaba de gritar el nombre de su amado. 
 
-¡Seba..! ¡Más...rápido!
 
Enredó sus brazos al cuello del moreno y apretó sus caderas contra las de éste. Seguramente no podría caminar en la mañana. Pero valía la pena. Las estocadas fueron de lentas a sin piedad alguna. Tocando ese punto en su interior que lo hacía gritar de placer.
 
Sebastian avisó al oído de Ciel que estaba a punto de correrse y aumentó aún más la velocidad. Ésta vez, el menor fue quién se levantó para besarle, dejándose llevar por primera vez por los espasmos de su orgasmo. Sintiendo el semen caliente de él dentro de suyo.
 
Y en ese momento, en ese lugar, se había olvidado de todas sus preocupaciones. No tenía prisa por llegar al refugio si es que podía disfrutar de más noches con la compañía de Sebastian que ahora yacía a su lado. Mirándolo desde arriba como la vez que lo salvó. Pero ahora, lo miraba con amor. 
 
-Gracias por devolverle a mi vida un sentido.– le dijo bajando para volverlo a besar.
 
 

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