“Qué, ¿no te ha gustado el que te muestre toda esta situación estresante por la que estabas a punto de pasar? No eres capaz de soportarla y lo sabes. Intenta mantener el control ahí afuera”
No, no era ese el punto. Estaba bien si quería protegerle, pero…
A veces sentía que había dejado de ser un mero protector y que realmente buscaba la forma de estar al mando más que él mismo. Y eso no estaba bien.
Desaparecer… no, no lo iba a permitir.
—Hey, Yuki, ¿por qué no vuelves a los asientos del público y compartes con tus amigos?
La voz amable de Erick dispersó por completo sus pensamientos bien ordenados. ¿Cuánto tiempo había pasado ahí en el camarín sentado, con la mirada perdida?
—No, así estoy bien, gracias…
Miró al resto. Por suerte todos estaban recogiendo sus cosas para marcharse, nadie parecía notar siquiera su presencia. Eso significaba que durante el tiempo en que Toko había tomado el control, todo había sido resuelto convenientemente. Había recibido apropiadamente las felicitaciones de las personas, no había hecho algún tipo de gesto que denotara su nerviosismo…
Perfecto. Toko podía ser un arma de doble filo, sí, pero ésta vez realmente había sido de ayuda.
Sintió un bulto en uno de sus bolsillos del pantalón. El dinero perteneciente al primer lugar.
¿Qué hacer con él? Sí, lo había obtenido y por tanto tendría una pequeña entrada para arreglar su cabello a la normalidad, pero incluso así sobraría dinero. Si William estaba ahí fuera…
Sacudió su cabeza en forma de negación. No había forma en que hiciera aquello que acababa de pensar. Pensar… consciencia.
Cerró los ojos. Adiós a cualquier tipo de consciencia, lo único que quería era dormir un poco y calmar todo aquello.
Tic-toc, tic-toc. El tiempo iba extremadamente rápido cuando el cansancio propio de cambiar entre personalidades se hacía presente. Cabeceando de sueño se le habían ido las horas como si de agua entre los dedos se tratasen.
Hubiese sido mejor que estuviese en casa, ahí nunca nadie molestaba.
Nadie.
Obligándose a levantarse (porque después de todo sí, tenía un estómago y en ese momento le estaba molestando para que consiguiera algo de comida), con la ubicación espacial-temporal completamente distorsionada (¿Qué hora era siquiera? ¿Había atardecido ya?), difícil era no entrar en pánico.
Pero lo logró. Y al cruzar el umbral del camarín hacia el escenario, sabiendo que con un silencio tan sepulcral ya nadie estaba allí, sus ojos se posaron con dificultad sobre los asientos vacíos.
Ah, de haber estado vacíos en el instante en que debía cantar, hubiese sido fácil el actuar sin la ayuda de Toko. Pero ya había sucedido y no tenía sentido el revolverse en el pasado.
Ahora estaba solo.
¿Solo?
—¿William…?
El aludido estaba sentado en uno de los asientos donde no llegaba bien la luz, con los ojos cerrados, durmiendo apaciblemente.
—¡¿William?!
Saltó del escenario sin hacerse daño en los pies y raudamente se acercó a él. Comenzó a despertar lentamente.
—Al fin saliste… te estaba esperando —una pequeña sonrisa apareció en su adormilado rostro— Este mentiroso no pudo irse sin felicitarte a solas…
Le había esperado. Cuando todo el resto se fue él le había esperado allí, de una forma hasta inocente.
Se le cruzó fugazmente aquel pensamiento que había tenido anteriormente, ese que parecía una locura, pero… dada las cosas, luego de ver tanta determinación en William…
No, no era una idea tan descabellada. Jamás podría agradecerle directamente el que le hubiese esperado para una cosa tan burda como lo era una felicitación, pero sí podía agradecerle con gestos.
Ignoró a Iro, el animal furioso que le hacía desconfiar de absolutamente todos. Ignoró a Toko, su protector un tanto sobreprotector.
Era Yuki y nada más. Que le dejasen ser él mismo por alguna vez; decidir sin presiones ni miedos.
Por favor.
—Wiriam —ignoró a su pronunciación nativa que salía a flote con los nervios y prosiguió, no sin antes aclararse un poco la garganta— ¿Quieres acompañarme a celebrar el triunfo?
Su sonrisa nuevamente le puso más nervioso. Amplia, pero no intimidante, de dientes blancos y perfectamente derechos. Y sus ojos…
—Por supuesto que quiero acompañarte —levantándose, no borró la sonrisa de su rostro ni por un momento— Yuki, felicitaciones. Cantaste precioso.
Asomando su cuerpo al pozo sin retorno, sabiendo que lo que hacía era extremadamente peligroso para su estabilidad mental, no le importó.
Porque todo lo que importaba eran esas palabras dichas por William.
Y nada más.