—Gracias por venir.—dijo Jaden para despedirse. Ya ni sabia que más podía hacer con Joey por ese escrito. Habían intentado de todo, hasta con traductor Google. Pero nada importaba. No podían descifrar nada.
—No hay de qué. Cuídate.—dijo en respuesta.—Y si necesitas apoyo, sabes que puedes contar conmigo o con Yugi.—Jaden asintió. Joey se despidió con un gesto y emprendió el camino a casa. Camino que muy en el fondo, no quería recorrer.
Jaden se quedo un rato mirando como el rubio desaparecía en medio de la oscuridad. Rió. Se metió de nuevo a la casa y cerró la puerta con cuidado. Se recostó sobre la misma y miró al interior de la casa. Su casa.
No pudo evitar pensar en sus padres. Como odiaba tanto los viajes tan frecuentes que hacían. Eran una tortura. Siempre estaba sólo. Incluso le costaba un recordar como eran sus rostros. Y eso él lo creía como algo crítico, ¿cómo no era capaz de recordar algo tan importante? Negó. No era su culpa, ni nunca lo sería. Se había enseñado a sí mismo a dejar de sentir culpa por algo que no podía controlar. Dolía. Nadie nunca estaba con él. Nadie lo apoyaba. Nadie se preocupaba como estaba. Y aunque todo eso estaba cambiando últimamente, todo el tiempo que estuvo solo, todo ese maldito tiempo ocultó y completamente apartado de los demás solo por ser diferente. Vaya que soportó sufrimiento. Pero todo ello estaba cambiando. Le llenaba el pecho de esperanza tener dos amigo con los que confiar en realidad.
—Jaden—eso lo sacó por completo de sus pensamientos. Lo miró.—, ¿podemos hablar?—Haou estaba algo nervioso. No se le notaba casi, pero Jaden le conocía bien, sabía cómo eran sus sentimientos. Solo asintió. Se acercó hacia el de ojos amarillos. Los dos, por instinto, se sentaron frente a frente en la mini sala del lugar. Los acolchados muebles los acogieron. Se miraban algo indecisos. Ninguno sabía qué decir o que hacer. Tenían un debate mental entre ellos mismos sobre cómo romper el silencio. Haou se mordió el interior de la mejilla. Vaya que estaba nervioso.
Sin embargo, rompió el silencio a pesar de todo.
—Jaden... Yo...—dudó. Tragó saliva.—Yo... Tengo que...—miró a los ojos de castaño, reflejaban algo de temor, quizás por el hecho de que sería directo y le diría que se iría del planeta, o tal vez algo peor. Por un momento pensó en volverlo a ver triste, en volverlo a ver frágil. No quería aquello. No quería volverlo a ver de aquella manera. Sería una tortura volver a ver a su amigo de aquella manera. No pudo resistirse. Debía de bailar al lado de la verdad.—Tengo un dilema.—se corrigió quitando su mirada del castaño humano.
—Oh...—exclamó Jaden. Frunció el ceño. Eso no se lo esperaba.—¿Sobre qué?—preguntó tratando de soñar lo más normal posible.
—Ahora que estoy recordando todo yo...—dijo de manera dificultosa.—H-He tenido cierto deseo de irme...—se mordió el la lengua. Como le dolía mentirle, pero tenía que. El castaño lo miró estupefacto. ¿Tanto lo quería como para bailar al rededor de la verdad de aquella manera? Sin embargo trató de actuar como si nada estuviera pasando.
—¿E-Eh?—exclamó.
—Jaden yo... Últimamente he estado pensando irme o quedarme aquí...—trató de explicarse.
—Buenos... Es tu decisión... Te extrañaríamos mucho, pero no puedo obligarte a estar aquí si no quieres.—respondió. Haou se sorprendió. El castaño iba a decir más, tenía que decir más. Eso no podía quedarse de una manera tan cortante. Era imposible.
—Jaden...—suspiró.—La verdad, no quiero dejarte sólo.—Admitió. El de ojos cafés lo miró.
—Tengo a mis amigos, ¿no?—recalcó.—A Joey...—hizo una pausa. Sabía que eso probablemente no sería cierto. Pero de todos modos lo soltó.—A Yami y Yugi... ¿no?
—Um... Si—dudó. Se llevaría a uno de los dos. Pero, ¿cómo decirle algo semejante? La verdad, estaba decidido a llevarse a Yami, no iba a permitir que su hermano se quedara en este planeta. No con alguien persiguiéndole. Es peligroso. Y si perseguía a Yugi o a Yami era algo indescifrable, por no podía arriesgarse, no con Yami. No con un ser especial para el. Suspiró. Esto no era fácil, estaba deshaciendo lazos tan fuertes como los puentes de hidrógeno de ADN. Pero ya nada podía hacer, tenía que resolver el problema, de una forma u otra.
—Creo... Que para mí está bien si te vayas,—opinó después de un rato—siempre y cuando sea tu propia decisión.—agregó casi que sin mirarlo. Su mensaje era claro, solo esperaba que lo captara.
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Seguía sollozando y diciendo cosas ininteligibles. Yugi solo se esperó a cualquier cosa, a que le rechazará, a que le apoyará, a que dijera que era una completa estupidez, lo que sea. Se estaba preparando para el peor escenario posible. Siguió teniendo espasmos. Siguió llorando y no abrió los ojos. No quería ver si quiera la cara que tenía Yami después de haberle revelado aquello.
Pero todo lo que el creyó que pasaría. Todo lo que el suponía se cayó abajo apenas sintió unas manos rodearle. Y no solo eso, también sintió como se apegaban a su cuerpo y le apretaban. Estaba siendo abrazado. Por Yami. Se sorprendió mucho, pero el llanto no paró en lo absoluto. Es más, se hundió en el pecho agencia y sollozó más. ¿Qué más podía hacer? Estaba alterado, con un recuerdo que lo atormentaba, un miedo ferviente, y con una tristeza por esa pérdida desbordante. Murmuró un par de cosas sobre su pecho que ni él mismo comprendía. Se estaba desahogando de algo que llevaba años oculto, algo que nunca vio la luz, algo que lo atormento día tras día y lo único que logró fue alejarlo de los demás. Por qué si, a partir de aquel momento, Yugi se alejó de sus compañeros de clase y se volvió centrado en el colegio. Eso le causó sus gustos tan particulares y demás. Pero lo peor fue cuando logró superarlo de cierta manera y quizo volver a integrarse cuando fue terriblemente rechazado por todos. Desde ese día, el sabía que estaba sólo, y que seguiría estando sólo sin importar a donde fuera o con quién más estuviera. Su única compañía se había ido para siempre por su culpa y la vida jamás le volvería a dar otra oportunidad. O eso creía.
—Yugi...—murmuró su nombre después de un rato con una voz que denotaba compasión y tranquilidad. Aunque, esta última pareciera algo forzada, pero no lo notó. —No eres un monstruo.
Sin duda, su corazón empezó a latir fuertemente.
—P-Pero yo....—trató de decir. Sintió como Yami negó y empezaba a acariciar sus cabellos suavemente.
—Yugi... No te sientas culpable, tú nos has hecho nada que no...—dudó. ¿Cómo se supone que algo así se hacía? No importaba, ahora, tenía que hacer uso de aquella lógica que tanto odiaba para sacarlo de aquella situación.—Pidieras hacer.
—Y-Yo pude... Quedarme en casa y... Y esperar a q-que viniera el día siguiente...—lucho por decir aquello. Sus espasmos y lágrimas se lo prohibían en lo absoluto. Yami siguió acariciando su cabeza y pudo sentir cómo su corazón se aceleraba. Ahora sabía que estaba asustado, asustado de él. Esto no era nada bueno.
—Pero ella te importaba... Ese libro era suyo, ¿cierto? Solo querías dárselo...—dijo con voz calmada y tratando de ponerle toda la tranquilidad posible, de esa manera no se alteraría más y las lágrimas dejarían de salir por sus ojos. Justo como las que se estaban acumulando en sus ojos.
—P-Pero yo... Yo... —trató de contradecir. Pero no pudo.
—No es tu culpa... Jamás será tu culpa...—dijo apretándolo. Sin embargo Yugi siguió llorando. No podía soportarlo. Esos llantos perforaban sus oídos como ningún otro sonido lo había hecho en su vida, deseaba que parara. Que Yugi parara de sufrir, no podía soportar sentirlo de aquella manera. Fue inevitable cuando otros ojos soltaron lágrimas de igual manera.
Ahora los dos estaban llorando.