El tiempo había pasado. Las cosas se habían calmado un poco. Yugi se había quedado dormido ante las caricias del alíen. Sin embargo este último se había quedado acariciando su sedoso cabello. Por un momento pensó que podría quedarse allí por toda la eternidad, y de cierto modo también lo quería, así no pensaba. Cuando estaba allí, escuchando la respiración de Yugi, acariciando su pelo, sintiendo su cabeza contra su pecho y sus brazos rodearle, podía sentir como si nada más importara en lo absoluto. Como si el mundo entero se fuera y solo quedaran ellos dos.
Sentía las lágrimas secas en sus ojos. Su brazo estaba algo dolido, se había quedado precisamente por debajo del cuerpo de Yugi. No le importaba. La verdad, en ese momento solo quería que su original estuviera bien. Con eso, tendría una total tranquilidad ante todo.
Entonces recordó.
Todo aquello que atormentaba su mente vino de golpe. Suspiró silenciosamente con el afán de no despertar a su compañero. Se iba a ir, en menos de 2 meses, y tenía que irse él. No podía quedarse, no podía permitir que Yugi fuera a su planeta, no sólo. No con todos aquellos seres sin sentimientos con los que se había acostumbrado a vivir. Su hermano. Haou en definitiva no le entendía, no en lo absoluto. Y sinceramente no lo entendía tampoco. Analizó la situación. ¿Saben qué? Él llegó a una conclusión. No quería irse. No quería dejar a Yugi. No quería dejar el planeta. No quería volver a sentirse solo. Desolado. Incomprendido. Incompleto.
Paró de acariciar sus cabellos y miró al vacío. Sonrió de una manera boba y completamente ida, como si nada más importase.
—Todo lo que me has hecho entender... Yugi...—murmuró tenuemente.—Te amo.—y con aquellas palabras salidas del corazón, se durmió.
-.-.-.-.-
Las miradas azules estaban atormentándolos.
Jaden por su parte trataba de ignorarla lo más que podía. Fingía que no existía su dueño. Tenía que concentrarse en la clase, en sus cosas, en los apuntes que tenía que llevar. No podía distraerse. Y Yusei Fudo, no haría que sus notas decayeran. Suspiró y sonrío. ¿Hace cuánto tiempo hacía todo aquello con tal de recuperar aquella pérdida amistad? No lo sabía, pero de seguro había de ser mucho tiempo. Siempre tuvo en mente el reconciliarse con él.
Negó, era una idea absurda.
—Jaden—llamó el profesor. El aludido lo miró. —Por favor pasa al tablero y me representa hidróxido de potasio en el modelo de Kimball.—dice mientras me acerca un marcador hacia el de ojos cafés. Este asistió y se dispuso a hacer dichoso ejercicio. Como detestaba la química.—Y en el siguiente ejercicio por favor... Yugi.
—¡S-Si!—la verdad, no las había notado. De ninguna manera. Estaba realmente conde tirado en lo que se le presentaba en frente, o mejor dicho, aparentaba estarlo. La charla de hace algunos días lo había liberado, y lo había hecho pensar mucho, muchísimo en Yami. Básicamente no salía de su cabeza.
Dos mirada penetrantes lo miraban seguido, él no lo sentía, no las veía, el mirar de aquellos individuos ni siquiera le afectaba. Sin embargo, de pura casualidad se volteó hacia ese mismo lado, se encontró con esos ojos. El miedo lo sintió en todo el estómago cuando se cruzó con ellos, su pulso se aceleró, muy internamente empezó a temblar. Volvió su mirada al frente, esos ojos causaron terror en sí mismo de una manera demasiado profunda e indescriptible que si alguien le preguntara, no tendría otra respuesta más acertada que el mismo silencio.
—Tienes algunos errores de motricidad fina, pero esta conceptualmente bien, ahora Yugi,—llamó el profesor. Este se puso de inmediato alerta, y respondió torpemente.—por favor, ¿nos puedes explicar en qué consistía el modelo atómico de Rutherford?
Tragó saliva.
Genial. Justo cuando se sabía perfectamente el Modelo de Kimball.
Esta clase era en definitiva la peor de todas.
-.-.-.-.-.-
—Al fin terminó,—dijo un aliviado Jaden después de la tercera clase del día.—pensé que duraría eternamente...
—Solo es un profesor de reemplazo,—dijo Yugi en respuesta. —no durará demasiado tiempo aquí.
—Para ti es fácil decirlo,—objetó—a el profesor le gusta cómo trabajas—aclaró haciendo algo parecido a un puchero. El tricolor negó un poco. Su amigo a veces exageraba un poco, eso le hizo recordar a cierto personaje de ojos miel con ideas de vez en cuando algo extravagantes.
—Oye... ¿Sabes algo de Joey? No lo he visto en todo el día.—preguntó. El castaño arrugó un poco la cara pero después negó.—Es raro que lo venga...
Justo antes de que Jaden pudiese si quiera responder, una voz le llamó.
—Yugi,—se escuchó una voz calmada. Los dos presentes se voltearon a ver, era nada más ni menos que la profesora de biología.—¿Te importaría si abuso un poco de tu amabilidad?—dijo con voz calmada y confiada. Conocía al tricolor desde hacía ya un buen tiempo, no había problema alguno con hablar así con el de ojos amista. Este último soltó una risita.
—No, no lo hay—dijo sonriente.
—Bien, porque necesito que me ayudes a guardar algo en la bodega, por favor.—respondió amablemente.
—Claro,—accedió el tricolor para luego volverse hacia cierto castaño que miraba a la situación como lo más normal del mundo. —nos vemos en clase entonces. Perdona por dejarte así.—dijo sonriendo algo penoso por dejar a su amigo de aquella manera.
—No te preocupes,—dijo el de ojos chocolate al ver la cara algo penosa del tricolor.—creo que están haciendo un festival de cómics en la biblioteca. Iré a ver.
—¡Nos vemos!—exclamó Yugi.
La maestra se despidió con señas de Jaden. Los dos avanzaron hacia el área de los laboratorios pasando antes por unas carpetas y cuadernos de la sala de profesores. Se dirigieron a la bodega, donde se solían guardar algunas pertenencias de los profesores, Yugi primero dejó las cosas en una mesa esperando a que su acompañante abriera la bodega. La abrió, y tricolor cogió de nueva cuenta las carpetas cuando de repente alguien aparece.
—Profesora, tenemos una reunión urgente, le pido por favor que venga conmigo.—dijo otro profesor de una manera algo preocupada. Él de los ojos amista dejó las cosas sobre la mesa más cercana a él.
—Oh... Está bien, iré de inmediato, pero deme un momento por favor.—accedió. Se volvió hacia la mirada amista que les estaba observando. Este sonrío y asintió con la cabeza dando a entender que él terminaría de guardar las cosas.—Yugi, por favor procuradora que no se cierre la puerta de la bodega mientras estás adentro, no se pude abrir desde allí.
—Si señora.—respondió de una manera algo tierna el tricolor.
—Gracias por hacerme este favor, volveré pronto—dijo a manera de despedida y se fue.
Yugi solo la miró un poco cuando se alejaba de su vista. Ella, a pesar de su trabajo era bastante dulce y cariñosa con él, le agrada mucho. A veces no lo hacía sentir tan solo, pero, ella era alguien bastante ocupada, ni siquiera se atrevía a contar sobre sus problemas, sabía perfectamente que sería una carga muy pesada para ella. No quería que alguien tan amable tuviera que lidiar psicológicamente con sus problemas. Sacudió su cabeza. No era el momento para pensar en ello. Se puso de inmediato a realizar su tarea. Agarró primero parte de los que los cuadernos y los entró, no sin antes haberse asegurado de que la puerta no se cerrará, puso una pequeña resistencia que había por ahí. Los dejó adentro de un armario. Se aseguró de que quedarán bien acomodos y se volvió por los otros.
Y entonces, se encontró con cierta castaña con un par de carpetas atravesando la puerta.
A decir se asustó mucho, no creyó encontrar a alguien allí.
—¡Wa!—exclamó haciendo un movimiento brusco hacia atrás denotando sorpresa.
Sin embargo, este grito también la asustó a ella. Fue una reacción en cadena. Ella se distrajo. Ella dejó mirar por dónde iba. Ella tropezó con la resistencia de la puerta. Ella casi se cae. La resistencia se corrió lejos de la puerta.
Y la puerta se cerró.