Yugi cerró la puerta tras de sí. Entró a su casa solo, no por qué Jaden no quería ir con él, si no porque ellos mismos habían decidido pasar aquella tarde con sus respectivos amigos alíen. Se recostó sobre la puerta y pensó un poco. Joey. Se mordió el labio. Se suponía que no debería de sufrir tanto. No era un amigo de la infancia, no había sido demasiado tiempo en el cual habían compartido. Pero en definitiva había sido alguien muy preciado para él. Alguien que les había acompañado a pesar de lo extraña que era su situación, alguien a quien no le importó nada de lo que los demás decían sobre ellos, lo iba a extrañar mucho. Entre cerró sus ojos y miró al suelo. Sintió entonces una leve brisa proveniente de su lado derecho. Mira hacia esa dirección y se percató de que la puerta de su patio estaba abierta.
—Yami...—murmuró y salió al patio. Miró de un lado a otro, buscándolo. No se alarmó de inmediato. Simplemente lo buscaba sin mucha prisa. Su cabeza estaba tratando de no divagar mucho en el tema de Joey y concentrarse en encontrar al alíen para decirle. Recorrió buena parte del patio tratando de buscarle. No lo había encontrado. De seguro no estaba allí y se le había quedado la puerta abierta. Se dispuso a entrar, su mente seguía tratado de evitar el tema del rubio sin mucho éxito. El había sido definitivamente, alguien muy importante para él. Y si perdida repentina había dejado un vacío. Un gran vacío.
—¿Yugi?—se volvió a la velocidad de un rayo hacia donde estaba Yami, tenía unas cuantas hojas y hormigas encima. Quizás había encontrado un hormiguero y había querido experimentar como sería de verdad, esa imagen del alíen tratando de mirar cómo sería el hormiguero por dentro se le hacía extraña, quizás cuando era un poco menos experimentado en el mundo se reiría, pero ahora solo le extrañaba. Quizás sólo se había caído o algo... No lo sabía, y tal vez nunca sabría que había pasado.
—Hola Yami...—saludó algo débil pero con una sonrisa que no parecía forzada. Sin embargo, el aludido se limpió rápidamente y se acercó a él. Era como si ya supiera que había pasado.
Cuando estuvo lo suficientemente cerco, habló.
—Yugi, ¿pasa algo malo?—preguntó con un tono notablemente preocupado.—No te ves muy bien...—No respondió. Yami de inmediato lo abrazó temiendo que algo muy malo le pasara. Yugi le rodeó por el cuello y se hundió en su pecho. Murmuró algo sobre este ininteligible. Le acariciaron la espalda, en realidad no hacía falta más palabras. El alíen sabía que no le iba a decir nada claramente en ese instante. Ya lo conocía lo suficiente como para entenderlo. Después entendería que había pasado. Por ahora, sólo quedaba el mero hecho de abrazarse y esperar que todo mejorase.
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La puerta abriéndose se escucho bastante clara. Yami, de inmediato pausó lo que estaba haciendo. Y revisó la hora. 4:15 PM. Yugi estaba aquí. Sin embargo, desde la seguridad de una columna revisó quién era. No lograba ver mucho, la persona que había llegado en cuestión estaba fuera de su rango de visión. Pero cuando volvió a estarlo el sujeto estaba demasiado cerca. Se mordió la lengua en señal de frustración. Sobre la pared recostó su espalda con algo de prisa. Unos pocos paso más y lo verían.
Y sin saberlo, el toque diminuto y casi imperceptible, lo salvó.
Un mosquito se había posado en su brazo. Claro, ¿cómo había olvidado esa pequeña forma de vida? Antes de que pudiera escapar, lo atrapó entre sus sustancias. Copió lo que tenía que copiar lo dejó libre. Una vez con su ADN la transformación comenzó. Su forma cambió a una de baba de tal forma que no pasara del ancho de su escondite. Poco a poco su masa empezaba a hacerse de menos volumen hasta quedar en menos de dos mililitros. Se movió bruscamente sin salirse de su espacio.
Pocos segundos después se dio cuenta de que era un mosquito. Al intentar volar casi se cae, pero de igual manera se realzó entre los aires. Lo veía todo de una manera algo extraña, no distinguía algunas cosas y lo veía todo repetido en sus ojos, pero de todos modos siguió adelante. Se dispuso a dirigirse hacia el segundo piso causando el menor ruido posible.
Miró a quien había entrado recientemente en la casa. Era el padre de Yugi. Otra tarde más en silencio y sin poder hablar mar que en murmuró y algunas señas.
Al menos había hecho algo nuevo.
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—Yugi,—lo llamaron de repente. Se sobresaltó un poco y miró a la persona que antes había hablado.—te preguntaba qué si quisieras ir conmigo.
—Ah...—se quedó mudo. ¿De qué estaba hablando? No lo sabía.
—No sabes de qué hablo, ¿verdad?—dijo la castaña sin la menor pista de enojo en su tono. El tricolor negó. Pensó en una excusa razonable, pero francamente no había nada más que pudiera decirle a parte de la verdad.
—Lo siento... Yo... Am...—dudó. Ni siquiera para decir la verdad podía se claro. Se mordió el labio.
—Tranquilo, entiendo que estés pensativo por lo de Joey.—entendió mientras apartaba su mirada y la dirigía a su comida. Con sus manos agarró el Sandwich a medio comer y le dio otro mordisco. Masticaba mientras su nuevo amigo se encontraba torturándose a sí mismo.
—De verdad siento que tengas que soportar mis problemas...—dijo casi en un murmuro. La otra tragó y dejó lo que quedaba de su comida sobre la bandeja.
—No importa, siento que tú tendrás que soportar los míos,—dijo sin mirarle y con un deje de tristeza en su voz.—dejar a todas tus amigas y que solo me junte contigo debe de ser agotador.
—No,—negó de inmediato—no es así. Eres... agradable cuando te conocen bien.
—Gracias.—dijo simplemente sonriéndole. De inmediato, retomó lo que había dejado en el aire.—A propósito, de lo que te estaba hablando antes, ¿crees que puedas acompañarme a la convención de hoy? Jamás he ido a una.
—Oh... Si claro.—accedió con una pequeña sonrisa en su rostro.
—Gracias,—agradeció una vez más.—es bueno que haya traído dinero extra para hoy, y eso que es viernes—dijo para sí misma más que para Yugi refiriéndose al hecho de que generalmente de coge más dinero que de costumbre un lunes. El tricolor abrió un poco los ojos. Diantres, el casi no tenía nada.
—Yo no tengo mucho.—murmuró algo tímido. Tea se volvió hacia él.
—¿En serio? ¿Quieres que te preste?—preguntó. Yugi de inmediato negó, no quería dejarle una deuda a su amiga.
—No, no, mejor pasamos por mi casa antes de ir.—dijo algo inseguro.
—Como quieras—dijo antes de volver a morder lo que sería su único almuerzo.
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—Te espero aquí.—Dijo Tea parando en frente de la casa del tricolor original. Este asintió sin decir mayor palabra y se adentró en su casa.
Trató de que no se viera mucho del interior, quizás Yami estuviera allí cerca. Cerró la puerta y revisó el sofá con la esperanza de no ver ninguna maleta allí o sus padres estarían. Todo despejado por suerte.
—¿Yami?—Llamó. Dio un par de pasos y se dirigió hacia las escaleras. No había rastro de él. Subió al segundo piso y entró a su cuarto.—¡Yami!—gritó esta vez. La incertidumbre estaba volviendo a Yugi loco en un corto lazo de tiempo. ¿Y si ya se había ido? ¿Haou lo había obligado a irse antes de lo previsto? ¡Apenas habían pasado dos semanas! No podían irse, no ahora...
—Aquí estoy—dijo una voz detrás suyo. Yugi se volvió de inmediato, allí estaba. —Hola Yugi—sonrió.
—Hola Yami.—dijo también con una pequeña sonrisa, estaba aliviado. Ya era la segunda vez en la semana que había pasado por el mismo miedo. El miedo a que Yami no estuviese esperándolo en casa.