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La mécanique de cœur vide por Siamy

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Notas del capitulo:

Capítulo 10:

Comprando amigos

— ¡Espera!— dijo él, y tomó mi mano. Habían terminado ya las clases.

— ¿Y ahora qué?— dije, entonces él me soltó la mano cuando llegaron sus amigos.

—JongIn. Toma esto. —dijo BaekHyun. Me di cuenta que JongIn guardaba una distancia prudencial entre nosotros.

— ¿Qué es?— dijo él, frunciendo el ceño.

—Una invitación. En un mes es mi fiesta de cumpleaños y todos están invitados. —en ese “todos” no estaba incluido el pueblerino. Es decir: yo.
Me quedé como tonto, ni siquiera sé qué estaba esperando.

—Está bien… gracias. —dijo él; y entonces el grupito comenzó a cuchichear.

— ¿Qué haces con el pueblerino, JongIn?— dijo BaekHyun.

—Nada… yo ni siquiera… no lo sé. Es tan fastidioso. —dijo; haciendo una mueca desagradable.

Todos comenzaron a reírse.

—No tienes que ser tan cortés con él. Ya está bien que estén juntos en el proyecto, pero no… es correcto. —dijo el chico rubio. Me miró entrecerrando los ojos. Yo solamente aparté la mirada. Estos idiotas no iban a hacerme sentir mal.

—Lo sé… pero tú entiendes, hermoso. Justo le decía que me dejara en paz. Pero veo que es testarudo.

—Lo entiendo. Pero en fin… esperamos verte más con nosotros y menos con… él. —dijo, con una nota de desprecio, Byun.

—Lo intentaré. Apenas una semana y seré todo tuyo. —dijo JongIn, besando la mejilla de Byun.

— ¡Perfecto! El día de mi fiesta te quiero solo para mí ¿Entiendes? Será el mejor regalo. —dijo, casi podía notar estrellitas en los ojos.

Yo ya me estaba yendo.

Luego, cuando el grupito se dispersó, él me alcanzó.

— ¡Ah sí! Te decía… podemos ir al campo de baseball, quiero la revancha.— dijo, como si nada hubiera pasado.
¿Cómo podía decirme todo eso con total naturalidad cuando me había humillado en frente de sus amigos? ¿Mostrar desprecio cuando él mismo me arrastró a su casa el día anterior?

—No puedo. –dije, secamente.

—No seas molesto. ¿Es por lo que dije antes? Es inevitable, lo sabes. Nosotros no deberíamos hablarnos ni nada. Porque somos diferentes.

—Entonces no lo hagas. Nadie te ha obligado a charlar conmigo. ¿O sí?— dije, tratando de moderar mi furia.

—Dodo…

—Lo siento, debo irme. —dije, perdiéndome en los pasillos del colegio. Él me siguió.

—Escucha… esto es difícil para mí.— dijo, igualando mi paso.

—Lo sé. Por eso es mejor que las cosas sigan como antes. O tus amigos no querrán estar contigo. —entonces me detuvo.

— ¿Así que es por eso? ¿Crees que ellos me dejarán por ser tu amigo?— lo miré enfadado.

—Naturalmente. Eres una persona que depende de las atenciones de los demás. Y, aparte, eres rico. No quieres que te vean con un pueblerino porque eso daría de qué hablar. Escucha… estoy molesto, sí. Pero no tanto. No somos nada especial. Y tiene tan poco que nos conocemos, que no hay pérdida. Adiós. —dije, zafándome de su agarre.

—No dependo de las atenciones ajenas. Ellos dependen de mis atenciones. Y las habladurías de los demás…

— ¿Sí?

—Bueno…

—Te importan. No tienes que fingir nada.

—Es verdad. No tengo por qué. Pero… podemos ser amigos.

— ¿Y cómo esperas que lo seamos?— dije, arqueando una ceja.

—A… escondidas. En la escuela no nos conocemos. Y cuando salgamos de clases podemos ir a algún lugar cuando tenga tiempo. —entonces miró al suelo. Este chico solamente pensaba en él. Yo me quedé atónito. Pero luego… comencé a reírme.

—Ser amigos… ¿A escondidas? ¡Diablos! ¿Pero en qué planeta vives?— dije, soltando la carcajada.

—Es obvio que no podemos ser amigos públicamente. Nos destruirán a los dos si se enteran. —dijo, mirándome un poco molesto.

—Entonces mejor no serlo. Lo amigos a escondidas no son amigos…

—Pero los novios a escondidas siguen siendo novios.

—Eso es diferente. —dije; entonces él me miró por un momento.

—No tiene por qué serlo. Escucha, tienes que aceptar. Yo nunca… le pido a nadie que sea mi amigo. Todos esos idiotas me buscan porque tengo dinero, y yo los busco también por eso. Pero ahora… no lo sé. Es complicado. Tú no puedes darme nada a mí, porque… bueno, eres pobre.

—Gracias. —dije, frunciendo el ceño.

—El punto es… nunca antes había tenido las ganas de estar con alguien tan pobre. Y es raro para mí. Yo soy un interesado. Todos esos tipos de la escuela son solamente números en una calculadora mental. Pero me di cuenta que no puedo usar números contigo, y es difícil. —de repente lo noté nervioso.

—Quizás solamente te estás dando cuenta que hay más en el mundo que las personas con lujosos autos y mansiones enormes. Pero no te sorprendas. Hay muchas personas como yo. En todos lados. —dije, ladeando la cabeza.

—Es sólo que nunca antes había estado tan cerca de una. Y… no me malinterpretes. ¿Sabes? Lo he estado pensando. Hay una razón por la que quiero… ser tu amigo o como se llame. Y es que…

—Yo no te trato como los demás. —dije, dando en el clavo. Me miró sorprendido.

—Sí. Supongo que es eso. Tú no buscas quedar bien conmigo, y apenas te interesa mi dinero.

—No tiene por qué interesarme.

— ¿Entonces qué haces en este instituto? Si eres pobre, es obvio que buscabas buenas relaciones. —suspiré.

—Tú crees que todo en la vida es negociar y ganar dinero ¿No? Pues en mi caso es diferente. Yo quiero ser doctor. Y en este lugar pueden darme una buena beca para alguna Universidad de Medicina aquí en Seúl. Este lugar es mi escalón para cumplir mi sueño.

— ¿Por qué quieres ser doctor?— dijo, y entonces el viento movió nuestros cabellos.

—Porque… algún día, quisiera poder ayudar a los demás. Quiero ser yo… la persona que los salve. —dije, mirando al suelo.

— ¿Salvar a quienes?— dijo, acercándose más a mí.

—Pues… a los enfermos. De ese modo yo compensaré la promesa que…— me quedé callado. Aquello ya había ido muy lejos.

— ¿Promesa?— dijo él; alcé la mirada.

—Estás haciendo muchas preguntas ¿Sabes?— dije, un poco molesto.

— ¿Y qué? Los amigos se cuentan cosas. —dijo, a un palmo de distancia.

—Estás asumiendo que somos amigos. Y no es así. Además tú nunca me cuentas nada de tu vida. —se encogió de hombros.

—Eso es diferente. Tú no puedes saber mi vida. No lo tomes personal. Los del colegio tampoco deben saberlo. —fruncí el ceño.

—Eso es egoísta. Tú esperas que la gente te cuente cosas, pero tú no piensas dejar que los demás te conozcan. —dije, separándome un poco.

— ¿Estás intentando decir que quieres saber cosas de mí?— dijo sonriendo.

—N-no. Es una manera de ejemplificar que…

—Hablas demasiado. Dejémoslo así. Seremos amigos. —dijo, tomando mi mano y estrechándola como si yo ya hubiera dado la última palabra.

— ¿Qué? Pero yo no he…

—Con el tiempo verás que seré tu amigo. —dijo, sonriendo de medio lado.

—Sabes que esto es como rebajarte ¿No? Pedirle a un pueblerino que sea tu amigo. —entonces él frunció los labios.

—Por eso es un secreto. Además, ya me acostumbré a que no notes la suerte que tienes al estar cerca de mí. Eso es lo que lo hace divertido. —dijo, tocando mi nariz con su dedo.

—No entiendo lo que dices…

—No tienes que entenderlo. Ahora, como somos amigos, tienes que darme el número de tu móvil. —dijo, sacando su iPhone.

—Pero…

—Los amigos hacen eso. —contestó, severo.

—No me pongas a prueba. No te voy a…

—Mejor otro día. Creo que es muy pronto. No vayas a emocionarte. —dijo, sonriendo con arrogancia.

— ¡No estoy emocionado!— dije, un poco enojado. Un mechón de cabello cayó en mi rostro; entonces él me lo corrió.

—Bien. Me voy. Nos vemos mañana en la escuela. Aún podemos ir al campo de baseball y…

—Ni hablar. —dije, decidido.

—Está bien, pero siendo amigos, ahora tendrás que esforzarte un poco y hacer cosas por mí aunque no quieras del todo. — dijo señalándome con un dedo.

—Dijiste que no necesitabas nada de mí. —suspiró.

—Nada material. Eso puedo dártelo yo a ti, y multiplicado por mil. Me refiero a otro tipo de cosas.

— ¿Qué cosas?— dije, un poco a la defensiva.

—Nos vemos, amigo. —dijo, y me besó la mejilla.

— ¿Qué fue eso?— dije, de repente rojo como un tomate.

— ¿Qué? Pues los amigos lo hacen ¿O no? ¿De qué te asustas? Eres raro…— y entonces me dejó como tonto. De pie en ese pasillo. Apenas pude darme cuenta que era tarde. Debía irme a casa.

Me di cuenta de muchas cosas. Él pensaba que todas las personas estarían de acuerdo con sus decisiones. Apenas hizo caso de mis réplicas. Supongo que es algo normal para alguien tan voluntarioso, pero no deja de ser molesto.

Pasaron los días. Entregamos el proyecto y ya no había por qué hablar con JongIn en clase. Apenas concluyó la práctica, los silencios se hicieron largos en su presencia.

—Entonces… se terminó. —dijo él. Lo cierto es que la semana extra fue como si el bebé robot en realidad siguiera en su casa. No lloró. Apenas le daba el biberón. Fue de lo más relajado.
Sin embargo aquello solamente lo empeoró todo. El distanciamiento solamente lo volvió aún más pesado. ¡Sí, a él! Al negro ricachón.

— ¡Hey! No tan rápido. —dijo, cuando crucé el pasillo.

— ¿Qué haces? No puedes hablarme. Todos te verán. —dije, disfrutando de su mirada nerviosa observando a todos lados.

—Ahora no hay nadie. ¿Por qué crees que te hablo?— no te voy a engañar… la verdad era que me molestaba todo esto. Los amigos de verdad no te hablan cuando el pasillo está desierto. ¡Qué va! Nosotros ni siquiera éramos amigos. Pero sabes que él es un tipo difícil ¿Verdad? Hay muchas cosas que me desagradan de todo esto, pero no puedo decírselo.

— ¿Entonces qué pasa?— dije, mientras iba a la biblioteca.

—Toma. —dijo, deslizándome una cajita de regalo cuando entramos en la biblioteca y nos sentamos lejos de las miradas curiosas.

— ¿Y esto?— dije, sosteniendo el regalo entre mis manos.

—Ábrelo. —dijo, en un susurro. Rasgué el papel. Lo que vi… me dejó atónito.

— ¡Es un teléfono celular!— dije, con los ojos bien abiertos.

— ¡Shh! Sí, lo es. El otro día no quisiste darme tu número, así que pensé que quizás no tenías móvil. —luego lo miré, un poco preocupado por todo este gesto.

—Yo… sí tengo. —dije, sacándolo del bolsillo. Él lo miró.

—Lo supuse, de todos modos. Eres un grosero por no querer pasarme tu número. Pero olvidemos eso, los amigos se perdonan todo. De todos modos se me ocurrió algo mucho mejor. Este es tu nuevo móvil. Será como un teléfono de amigos. Y en ese “amigos” no entra aquel rubio pegajoso. Solamente lo usarás para mí…

— ¿Eh? ¿Para qué voy a llamarte?— dije, sin salir de mi incredulidad. El otro susurró aún más bajo.

—Pues… tienes razón, posiblemente para nada. Pero yo estaré aburrido a veces, entonces lo tendrás listo cuando yo te llame o algo por el estilo. —este niño no tenía remedio.

—No puedo aceptarlo. —dije, pensando lo peligrosamente posesivo que era Kim JongIn.

—No seas testarudo. Esperé mucho para poder dártelo sin que te escandalizaras. Te di tiempo, pueblerino.

— ¿Tiempo? ¿Y para qué?— dije, saliéndome de mis casillas.

—De asimilar nuestra amistad. —entonces se puso muy serio. Quise ocultar mi cara tras un libro para evitar esa mirada tan intensa.

—No hemos hablado nada. Desde que terminó lo del bebé robot no hemos hablado nada de nada. ¿De qué amistad me hablas?— dije, perdiendo la cabeza.

—Ha sido complicado. He tenido asuntos que arreglar con mis amigos; me han invitado a muchos lugares y no puedo decir que no, aunque lo deteste. —fruncí los labios.

—Esto no está funcionando. Te lo agradezco mucho, pero no lo puedo aceptar. —dije, entregándole el paquete.

—Lo arreglaré ¿Sí? Me refiero al tiempo perdido. Podemos ir hoy a… ¡cenar! Sí, será a un lugar tranquilo, nadie nos verá. —ya me estaba irritando su entusiasmo y sus ganas de ocultar cosas.

—Escúchame otra vez. Esto no está funcionando. Yo no puedo ser tu amigo de este modo. No puedo aceptar regalos, ni puedo estar contigo solamente cuando estés aburrido. Así no son lo amigos. — le dije, con total seriedad. Sin apartar mi mirada de sus ojos. Quería que lo entendiera. Era muy triste tener que presenciar este tipo de cosas.

—No pienso rogarte nada, Dodo. Tómalo. —dijo, con mirada peligrosa.

—Pero…

—Solamente… hazlo. —dijo, cerrando los ojos. Por un momento pensé que iba a llorar, pero solamente me miró con ojos de súplica. ¿Qué era aquello? ¿Él rebajándose a ese nivel? ¿Estaba soñando?

—Oye… no te pongas así. —dije, y él hundió su cabeza en mi cuello. Suspirando con dificultad.

—Tan sólo… tómalo ¿Quieres? Es lo menos que puedes… hacer por mí. —eso me dejó helado.

—Yo… bueno, de acuerdo, pero no te pongas así. —entonces fue como si toda aquella melancolía suya hubiera desaparecido.

—Bien, tengo que irme. Tenlo siempre prendido. ¡Ah! Mi número ya está ingresado. Y el móvil ¿Ya lo miraste bien? Es como el mío, pero en rojo. Pensé en tu cabello. —dijo, sonriendo con falsa inocencia.

—Me… chantajeaste hace un momento. —dije; entonces él se mostró arrogante. Este chico tenía múltiple personalidad.

—No seas ridículo, Dodo. —y se puso de pie. Sin mirarme siquiera; desapareciendo entre los pasillos, sigiloso.
¿Y qué crees que hice? El teléfono era tan costoso que me incomodaba tener que usarlo aunque fuera solo para él. ¿Acaso pensaba comprarme con un iPhone?

Pasó el fin de semana. ¡Ah, sobre eso no te he contado nada! Me he encontrado con JoonMyun algunas veces por semana en el orfanato. Ha sido… genial. ¡Eh! Pero esto es un secreto ¿Lo guardarás? Se supone que soy un chico serio y responsable, y estoy tan ocupado que no tengo tiempo para fantasear ni nada.
Solamente conversamos en nuestros ratos libres. Es como un sueño. A veces quisiera que el tiempo se pasara más lento cuando voy allá. ¡Oh! ¿Crees que me gusta? No… no del todo.
Es decir, es como una ilusión cruel. Tener algo en frente de tus ojos, tan imposible de alcanzar que terminas rindiéndote. Así lo pensé. Algo imposible. Antes que algo sucediera entre nosotros, yo era el rey de Inglaterra.

—Él es… mi hermanito menor. Aunque sea un poco frío, la verdad es que no siempre fue así. —dijo, con una sonrisa. Una tarde que hablábamos de JongIn.

—Oh, entiendo. —entonces seguimos mirando a los niños jugar en el jardín. — ¿Puedo preguntarte algo?— dije, jugando con mis dedos.

—Claro. —y me sonrió.

—Pues…  ¿Por qué te gusta hacer labor social?— dije, entonces él miró al suelo.

—Pues siempre me ha interesado este tipo de cosas. No lo sé. Hace tiempo me ocurrió algo, algo muy fuerte. Desde entonces yo… he querido ayudar. Y si tengo los medios para hacerlo, entonces no hay mucho que pensar al respecto.

Vaya… éramos tan parecidos.

—Oh… bueno, suele pasarme lo mismo a mí. —dije, recordando a los niños de Andong.

— ¿Tú por qué lo haces?— le referí toda la historia.

—Sí. Es difícil ¿No? Me refiero a aceptar que en el mundo hay personas que no tienen todos los medios. Quisieras… resolver todos sus problemas de una sola vez, pero es complicado. Y las personas con estos problemas parecen no tener fin. Siempre hay más y más. Y es frustrante no poder hacer algo respecto a todas. Aun así, se siente bien ayudar a esas pocas personas. A mí me gustan mucho los niños. Y siento especial interés en aquellos que han quedado huérfanos. De pequeño tuve una amiga. Era mi mejor amiga. Yo no lo sabía, pero no tenía padres. Vivía con su hermano mayor, pero la bebida lo había convertido en una mala persona. La trataba muy mal. Entonces un día dejé de verla. No sé. Era como si se hubiera evaporado. Siempre nos veíamos en el parque. Entonces ella había dejado de ir. Me pregunté mucho tiempo donde estaría. Nunca hablábamos de nosotros, solamente jugábamos. Eso era todo. Nuestras familias, nuestras vidas, nunca sentimos curiosidad de saber nada más allá de nuestros propios pensamientos y jugar. Un día, cansado ya de no encontrarla, pregunté a un amigo suyo dónde podría estar. Me refirió todo. Que su hermano había perdido la casa apostando. Y que vivía en las calles ahora. Entonces la busqué desesperadamente. La encontré. La llevé a mi casa y la oculté. Mi padre es un hombre estrecho de miras, así que lo mejor era mantenerla oculta. La cuidé. Yo siempre… intenté hacerla sentir bien. Pero no funcionó. Discutimos porque ella quería irse, y yo no comprendía qué tenía de bueno vivir en las calles, cuando en mi casa jugábamos todo el día, cuando le daba lo mejor. Entonces le dije que se fuera. Enojado le reproché todo lo que había hecho por ella. Y con lágrimas en los ojos, la vi marchar. Supe que regresó con su hermano. Luego él la golpeó, y fue tan brutalmente que, cuando me enteré por la policía, ni siquiera me dejaron entrar a verla. Había muerto. Desde entonces… me sentí comprometido. Quizás si yo hubiera hecho algo antes, sino solamente me hubiera preocupado por jugar con ella, entonces, quizás eso no hubiera ocurrido. Porque lo cierto es que la quería para jugar. Yo nunca… tuve hermanos mayores. Y JongIn  llegó cuando ya tenía siete. Era demasiado pequeño para jugar conmigo. Me di cuenta de que, lo que verdaderamente quería, era utilizarla. Que fuera mi juguete. Quise comenzar otra vez y me decidí a borrar todo eso. Era un niño mimado hasta ese punto de mi vida. No conocía el valor de una vida humana hasta ese momento. Quizás ella ni siquiera era feliz conmigo, pero yo le daba todo, para que no se fuera. Era un poco enfermizo, pero era así. Me convencí de que lo mejor sería aprender a entender el corazón de las personas. Porque no había entendido a su corazón. Antes pensaba que las personas eran mías. Que ella era mía. Pero una persona no es un objeto que puedas comprar. Entonces, para redimirme, me prometí a mí mismo que, algún día, ayudaría a todos esos pequeños. De hecho, cuando los veo correr, me acuerdo de ella. Y si ella viviera en cada uno de esos niños, y notara que estoy arrepentido, entonces… no sé. Quizás me perdonaría. De todos modos; eso fue lo que pensé al inicio de hacer labor social. Ahora ya forma parte de mí. Necesito hacerlo porque mi corazón me lo pide. No puedo explicarlo de una mejor manera. Es algo que ya se ha adherido a mí ser. Lo que aprendí de ella ese día, fue que las cosas que haga debo hacerlas de corazón. No puedo esperar nada a cambio. Esperar algo a cambio es comprometer a la persona; es atarla a ti. Entonces yo daría, daría con todas mis fuerzas, y la sonrisa de alguien más sería la mejor recompensa. Mi propia paz espiritual…

Puedes imaginar mi rostro cuando terminó su historia. Sus motivos para hacer labor social, en comparación con los míos, eran mucho más importantes. Aquello me había dejado impresionado. Podía entender entonces, como alguien de su nivel social hacía estas cosas.

—Lo siento. Te he entristecido. —dijo, sonriendo a forma de disculpa.

—No, no es eso. Es tan sólo que… es muy lindo todo eso. —miramos las nubes cruzar el cielo.

—Tu historia también lo es. En especial la parte en la que deseabas adoptar a los niños. No piensas como un chico de tu edad. —es que soy pueblerino, iba a contestar. Pero creo que esa palabra ya la tengo adherida a la frente de tantas veces que la escucho decir de boca de JongIn.

Luego platicamos sobre él.

—Sé que puede ser un pesado a veces. Pero… no podrías entenderlo. Ha pasado cosas difíciles. Yo soy una dificultad para él en muchas ocasiones, y su problema es que no puede expresar sus sentimientos tan fácilmente. ¡Vamos! que JongIn es como una roca. No importa cuántas veces la estrelles contra el suelo… nunca puedes partirla y ver el interior. —lo miré de reojo.

—Lo sé, me he dado cuenta de eso…

—Aunque es sorprendente que charle contigo. Él no suele… ser así. —dijo, sonriendo.

—Todo fue por el proyecto. —quise excusarme, él asintió.

—Ya… jamás me dijo que lo cuidaba contigo. O bueno… no le he hablado de ti, así que quizás por eso no ha surgido la conversación. —me puse rojo. Yo esperaba que todo esto siguiera siendo un secreto. Por lo poco que sabía, JongIn no era precisamente cordial con su hermano.

—He de irme. —le dije, cuando el reloj dio las siete.

— ¡Oh! De acuerdo. Te llevo a casa, si quieres. —aquello era lo más repentino del mundo.

— ¿Eh? Oh no, no te preocupes. Tú tendrás que…

—No. Terminé mi turno hace una hora. —entonces me sorprendí.

— ¿Una hora? Pero si estuvimos charlando y…

— ¡Ah! eso… bueno, no te lo dije, pero es que me gusta charlar contigo. —fue como si encendieran la mecha del cohete que me llevaba a la luna, y me sentí estallar en miles de luces multicolores con una sonrisa en el interior.

—Oh… bueno…

Al final ¿Te hubieras rehusando a eso?

¡No!

Conversamos un poco en el camino. Fue todo tan divertido. Hubiera deseado vivir a 1,000 km de distancia.

—Entonces, adiós. —le dije, cuando bajé del auto. Él me despidió. No me besaría la frente como lo hubiera hecho JongIn. ¿Aquello era bueno? ¿O era malo?

Me tumbé en la cama al llegar. Ah… ¡pero qué bonito día!

Y el resto es pasado. Ahora comienza una nueva semana en el colegio. Rayos, JongIn me ha mandado mensajes al dichoso teléfono y si contestaba unos diez minutos tarde ya era sacrilegio. Demonios… ¿Acaso no puedo hacerme un sándwich y dejar el móvil arriba?



—Ayer… no contestaste el último mensaje. —me dijo, en tono acusador.

—Pues disculpa, pero eran las 2 am y tenía que dormir. Lo apagué. —dije, en un susurro durante la clase de Historia.

— ¡Pero era importante!

—Lo revisé por la mañana. ¿Tan importante era saber que la tarea de química era para el martes? Eso ya lo sabía. —no pude evitar sonar grosero, pero el tema del teléfono me sacaba canas verdes.

—Al menos quiero ser buen amigo y…

— ¡Hey! Allá atrás. Guarden silencio. —entonces me hundí en mi silla cuando todos nos miraron. Luego cada quien andaba en lo suyo.

— ¿Lo ves? Ahora todos sospecharán de…

—Cierra la boca, JongIn. Quieres ser cuidadoso y eres el primero en hablarme. En la escuela no somos amigos. —entonces apartó la mirada.

—Que molesto. —puse los ojos en blanco.

—Y entonces, durante la Segunda Guerra Mundial…
Las palabras del profesor fueron acalladas cuando se abrió la puerta del aula. Sin avisar, entraron lo que parecía ser dos guardias con trompetas y vestidos al estilo del siglo XIX.

— ¿Pero qué pasa?— dijo el profesor JungSoo.

—Con ustedes… lady SooJung. —de nuevo las trompetas y en el aula entró una chica muy linda. Pelirroja. Entró moviéndose con parsimonia y mirándonos a todos con una sonrisa.

— ¡Hola! Amigos míos. Yo… soy Krystal, su señoría, su excelencia, princesa o como prefieran. Soy la alumna nueva de este instituto. Soy la heredera multimillonaria de la empresa Royal Dutch Shell en Holanda. Espero poder pasármela bien en este lugar. —todos nos quedamos en un silencio sepulcral.

—Bien… adelante. No la esperábamos hasta mañana. —dijo el profesor JungSoo, un tanto atontado de la llegada de esta chica. Llevaba en la cabeza lo que parecía ser una corona. Los diamantes y todo eso debió ser real. Era incluso más elegante de miras que BaekHyun.

— ¡Oh! Lo sé… pero he querido dar una sorpresa. Seguro que todos me esperaban mañana. —la gente se miraba preguntándose si ya la esperaban. Evidentemente… no.

—Tome asiento y… será mejor que esos hombres salgan. —dijo el profesor JungSoo, un tanto contrariado.

—Está bien. Retírense. —dijo, con un ademán de la mano.

—Bien, como ya lo saben ella es la estudiante de nuevo ingreso. SooJung.

— ¡Eh! Es LADY SooJung…— dijo ella, puntualizando.

—Sí, claro. —el profesor JungSoo toco su sien y suspiro.

—Ahora… ¡Oh! Tendré que sentarme en algún sitio.

—Señorita, está entorpeciendo la clase. Allí hay un sitio vacío. —dijo el profesor, un tanto irritado.

—Oh, lo sé. Pero no me gusta… veamos, me sentaré junto a…— dijo, paseándose por las filas, examinando los rostros de los chicos y las chicas. BaekHyun la miraba receloso.

¡Y yo que creía que el que tenía el poder en esta escuela era él! Claro aparte de ese chico de último año; HeeChul o algo así. Como sea, supongo que se disputarán el trono algún día de estos.

—Veamos, tú no, tú no… ¡Ah! ¡¿Pero qué veo?! ¡Sí! Me sentaré allí. —dijo, señalando mi lugar. Me exalté. Pero luego… caí en la cuenta. La persona a quién estaba mirando era a JongIn. El otro apenas arqueó una ceja.

—Quiero ese sitio, profesor. Junto a… umh, no sé quién eres. —dijo, señalando a JongIn.

—Kim JongIn. —dijo él. Examinando cuidadosamente los aspectos de la chica. Supuse que él sería algo así como un perro rastreador de dinero. Seguro que ahora se formulaba las cifras en la cabeza.

— ¡Aww! Ya veo. Entonces junto a ti, JongIn-oppa. —todos se quedaron boquiabiertos.

—Le he dicho que se siente en este lugar señorita. No sé de qué clase de colegio venga, pero aquí, esperamos que los alumnos acaten las reglas de profesorado. Son las normas. —dijo, haciendo un esfuerzo por no perder la paciencia.

—Uhm… pero yo quiero…

—Es una orden. —dijo entonces, autoritario.

—Está bien. Me sentaré allí. Más tarde discutiremos mis reglas. —el profesor parecía atónito. Todos guardamos un silencio lleno de intriga. Aquella chica era el nivel máximo de ricachones o algo así, para tomar tan a la ligera a alguien como el señor JungSoo.
SooJung  era el nuevo tema de conversación en el colegio. La corona imponía, pero lo que más ponía nervioso, eran sus astutos ojos negros.

Al terminar la clase, crucé la puerta del aula. SooJung  se acercó a la silla de JongIn.

— ¿Podrías mostrarme la escuela?— dijo con aire infantil.

—Por supuesto, Lady SooJung. Yo… seré su guía. —dijo. Mientras besaba su mano. La chica se quedó pasmada por unos segundos y luego sus mejillas se colorearon.

—Entonces… vamos ya. —dijo, colgándose de su brazo.

—Nos vemos, Dodo. —dijo JongIn, guiñándome un ojo al pasar. Los vi perderse entre la multitud de alumnos. La escolta de SooJung  los seguía por detrás.

Creo que me equivoqué.


JongIn seguía siendo el mismo… 


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