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La mécanique de cœur vide por Siamy

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Notas del capitulo:

Capítulo 11:

Lady SooJung

¡No lo puedo creer!

Justo cuando pensé que al menos Kim JongIn intentaría ser mi amigo… y cuando la gente te dice eso es porque esperas que sea amable, las cosas salen al revés.

Tengo que contarte cómo estuvo mi semana. Y las semanas siguientes. Fue un infierno. Primero que nada, el asunto con SooJung  me trajo algo más que muchos problemas.

Al día siguiente de su llegada, me exigió el cambio de lugares…

—Entonces, puedes sentarte en ese sitio de allá. Y yo, en este. —no supe que decir, todos me miraban.

—Pues, tendrás que hablar con el profesor y…

—Espera… creo que no lo estás entendiendo mocoso. Lo harás porque Lady SooJung; o sea yo, te lo ordena. —fruncí el ceño.

—Lady… SooJung ¿Eh? Pues Do KyungSoo; o sea yo, te dice que si tanto quieres este lugar, puedes siempre decirle al profesor. —dije, igualando su sonrisa falsa.  Me sentía totalmente infantil discutiendo con ella.

—Hum… no nos estamos entendiendo. Pero descuida, con el tiempo entenderás de lo que te hablo. Quédate en ese lugar. Durante el receso, hablaremos. —puse los ojos en blanco. Sí claro. Esperaba el receso con ansias.

Al finalizar la clase me tomó del brazo y me arrastró a la salida. LuHan-hyung se me quedó viendo con cara de preocupación. Quise quedarme con él.

—Puedo caminar solo, gracias. —dije, cuando doblamos el pasillo hacia los jardines.

—Lo sé. Escucha, esto es… complicado para mí. Yo no suelo pedirle cosas a los demás, ya que indudablemente, todo lo que pida ha de ser cumplido. Pero no quiero problemas en esta escuela. Así que… te sentarás en mi sitio desde mañana ¿Comprendes?— dijo, mientras se acomodaba el cabello detrás de la oreja.

—Escucha, por mí, siéntate en ese sitio, pero si el profesor JungSoo nos pide explicaciones, tú las darás. —dije, un poco cansado de todo esto.

—Por supuesto, se las daré.

— ¿Entonces no es más fácil que le pidas el cambio de sitio?— ella se puso roja.

—Yo… ya lo hice, pero no quiso. —me puse de pie.

—Entonces no hay más que hablar. No podremos cambiar el lugar. —ella me sostuvo por el brazo.

—Escúchame niño. Estoy perdiendo la paciencia. Yo sé muchas cosas de ti, y no querrás que todos lo sepan ¿O sí?— me solté de un jalón.

— ¿De qué cosas hablas?— dije, frunciendo el ceño.

—Pues, por ejemplo, que eres pobre, que vienes de algún distrito en Andong y que aquí no pintas nada. —me encogí de hombros.

— ¿Qué con eso? Todos los saben ya. —entonces ella me miró desafiante.

—No lo estás comprendiendo. Quizás pienses que esto es lo único que sé de ti, pero yo soy una persona muy poderosa; y te buscaré una mancha, la más pequeña que sea, con tal de empañar esa fachada de niño aplicado…

—Espera. ¿Estás diciendo que intentarás investigar mi vida? ¿Y luego qué? ¿Se la contarás a todos? ¡Qué problema! En serio… ¿Crees que me importa lo que digan los demás?— dije, con una sonrisa.

—Podrías arrepentirte de todo esto. Lo sabes bien. ¡Ah! Y antes de que te largues, hay algo más. —dijo, conteniendo la furia.

— ¿Sí?— dije, desinteresado.

—Aléjate de él. —entonces supe de quién hablaba.

¡Perfecto comienzo! ¿No lo crees?

En realidad SooJung no me molestaba tanto. Es decir, es de esas personas que te hacen reír por su sola manera de hablar. Yo iba a esa escuela a estudiar. ¡Punto final!

Pero entonces sucedieron más y más cosas…

Con JongIn dejé de hablar desde que ella llegó. Desde entonces él apenas me dirigía la mirada. Se concentraba al 100% en esa chica. Lo del cambio de sitios fue imposible. Tuve que hablar con el profesor y decirle que por favor dejara mi sitio para ella.

— ¿Por qué?— dijo él, en la sala de profesores.

—Me ha estado… molestando un poco con todo esto. Creo que las cosas estarían mejor si la dejáramos en ese lugar ¿Me entiende? A mí la verdad no me afecta cambiarme de sitio y…

—No, KyungSoo. Escucha… ella es una chica voluntariosa, pero estamos en un Instituto serio, aquí la gente no hará lo que ella quiera.— dijo, ordenando sus papeles.

—Lo entiendo, pero es que en verdad se torna una molestia tener que escucharla todo el día hablar de lo mismo.— dije, recordando que siempre que cruzaba los pasillos se refería a alguna persona con voz lo suficientemente alta para exclamar que el pueblerino de la clase era tan terco que no podía ni siquiera hacerse a un lado, donde merecía, para que ella disfrutase de lo lindo con “JongIn-oppa”

—¿A ti te molesta estar sentado al lado de JongIn?— dijo, arqueando una ceja.

—No. No me molesta. —dije, y entonces el profesor se puso de pie.

—Entonces no hay problema. Te confiaré algo, KyungSoo. Creo que de todas las personas de la clase, eres el más indicado para sentarte al lado de ese chico. ¿Por qué crees que nadie se sentaba a su lado hasta que llegaste? Porque entonces cualquier que lo hiciera ni siquiera le pondría atención a la pizarra. Y definitivamente esa niña no va a entender nada si hacemos lo que quiere. —el profesor puso una mano sobre mi hombro.

—Ella tendrá que entenderlo. Y si te sigue fastidiando con eso, entonces tendré que hablarlo con ella. —salió de la sala y entonces me quedé allí. Pensé que aquello no había servido de nada.

En los pasillos me encontré con SooJung. Otra vez…

Esta chica me perseguía.

—He hablado con el profesor hace un rato ¿Qué demonios le dijiste? Ahora se rehúsa aún más firmemente a no cederme el sitio. —puse los ojos en blanco.

—Ya charlamos hace cinco minutos. Me dijo lo mismo que tú. Fui a decirle que me cambie de sitio porque estoy… cansado. —dije, procurando no estallar allí mismo.

—Pues no lo hiciste tan bien, pueblerino. Porque ahora me dijo que sería la última vez que discutiríamos el asunto. —dijo, cruzada de brazos.

— ¿Qué quieres que haga? ¿Crees que me divierten tus insistencias? Lo siento, hice lo que pude. Ahora adiós. —dije, pasando de ella.

—Espera… hay algo más. —dijo con tono sombrío.

— ¿Y ahora qué?— dije, dándome la vuelta.

—Te lo dije, Do. Te dije que si te acercabas a él las cosas iban a salir mal. —puse los ojos en blanco.

— ¿De qué hablas?— dije, saliéndome de mis casillas.

—De JongIn. Tú… has estado manteniendo una relación con él. Son amigos. —dijo, mirándome con severidad.

—Por supuesto que no. Ni siquiera nos hablamos. —dije, ya bastante estresado.

— ¡No seas mentiroso! ¡He revisado su teléfono!— dijo, y eso me sorprendió.

—Él me habla a mí por teléfono, yo solamente contesto sus idioteces, y en el instituto, no temas, ni siquiera nos dirigimos la palabra. —ella no parecía creerme.

—Sólo lo diré una vez más, porque odio las repeticiones; ni siquiera intentes nada con Kim JongIn. Desde que lo vi, lo reclamo como mío, y cuando yo quiero algo, lo consigo a cómo de lugar. ¿Qué intentas tú, haciéndole la plática por el teléfono? ¡¿Eh?! Sólo eres un pueblerino. Y ni pienses que eres importante para él, porque no es así. —dijo, con una sonrisa triunfal.

— ¡Wooooooow! Eso sí que me hace sentir mal. Debes tener mucho tiempo libre para poder pensar tantas estupideces de una sola vez ¿No? Si tanto te molesta que conteste sus estúpidos mensajes, entonces habla con él. Así de paso me ayudas a sacármelo de encima.— ella comenzó a reírse.

—Hablas como si él estuviera tras de ti todo el tiempo. Sigue soñando, pobretón. Como sea… creo que lo mío con JongIn va en desarrollo. Me atrevo a decir que ya hemos pasado de nivel, un día de estos podríamos ser algo más que amigos. Pasamos tanto tiempo juntos, salimos los fines de semana. Me ha regalado bonitas joyas. Imagina nuestra confianza, si ya hasta me deja usar su teléfono celular. —de lo último no me quedó duda alguna de que era mentira. ¿Para qué rayos quisiera JongIn que ella viera los mensajes de texto?

—Pues… qué bien. Adiós. —dije, con una sonrisa, y me escabullí por el pasillo. Llegué al comedor.

— ¿Cómo ha ido?— dijo LuHan-hyung, que bordaba una bufanda desde que le enseñé a tejer.

— ¡Ash! Todo mal. El profesor no quiso, y he tenido otra maravillosa plática con “Lady” SooJung, estoy que reviento. —dije, comiendo una manzana.

—Lo lamento tanto. ¿Pero qué te ha hecho esta vez?— le conté todo.

—Pero ya no más, hyung. Ahora mismo iré a donde JongIn y le devolveré su maldito teléfono. Ya no quiero tener que cruzar palabra con esa chica.

—Pero… ¿Cómo crees que reaccione?— dijo, intrigado.

—Eso no me interesa. Pero ya era suficientemente enfermizo tener que responder sus tonterías todos los días. —él asintió.

—Sí. Lo cierto es que ya es muy raro que quiera ser tu amigo pero en realidad solamente te hable por teléfono. Lo has soportado todo de la mejor manera, pero creo que ya es tiempo de que te pongas serio. —dijo él, y yo asentí.

—Ya regreso. Terminaré con esto de una vez. —JongIn estaba con sus amigos en la mesa. Ahorré aire en mis pulmones cuando me dirigí a él.

—Tenemos que hablar. — dije, entonces todos soltaron un silbido de suspenso.

— ¿Eh? ¿De qué?— dijo él con desprecio. SooJung se aferró con más fuerza de su brazo.

—Es privado. —todos soltaron la carcajada.

—Vaya… el pueblerino tiene asuntos privados que atender con JongIn. —dijo YiFan.

— ¿Asuntos privados, dices? Lo que tengas que decir, dímelo en frente de mis amigos. No intentes hacerte el misterioso. —dijo JongIn. Sentí que me hervía la sangre.

— ¡Perfecto! Entonces lo haré. Es respecto al móvil. —entonces noté su sorpresa y enseguida se puso de pie.

—Ok, de acuerdo. Lo hablaremos, pero no me robes tanto tiempo, Dodo. —dijo, y se encaminó a la salida. Lo seguí. Atrás, todos susurraban cosas.

Cuando salimos del comedor, me sujetó la muñeca.

— ¿Qué te sucede? Dejamos claro que en la escuela no tienes que hablarme, y vas allí hablando del móvil. —dijo, regañándome.

—El primer lugar, no uses ese tono conmigo. ¿Crees que me divierto con esto? ¡No! Escucha, esto ya trajo muchos problemas, problemas que solamente me afectan a mí. Así que toma, tu maldito iPhone. No lo quiero. Detesto que me llames sólo cuando te conviene. Detesto que SooJung  me diga que me aleje de ti cuando tú eres quien me busca por el teléfono. Ella revisó tu celular el otro día. ¿Quieres que te refiera el resto?— se quedó de una pieza. Mirándome con los ojos muy abiertos.

—Esa chica. ¿Cuándo habrá tomado mi teléfono?— dijo, de repente, molesto.

—Eso da lo mismo. El caso es que no quiero tener nada que ver contigo. No somos amigos y nunca lo seremos, aceptemos eso, yo ya lo hice, siempre lo acepté. Te lo regreso. —y le entregué el iPhone.

—No puedes hacer esto. No te ofendas ahora que paso más tiempo con SooJung. —abrí mucho los ojos.

— ¡Oh! Eso a mí no me interesa, pero esa chica me odia. Y no quiero que piense mal de nosotros. El teléfono lo complica todo. —me arrastró a un pasillo desierto.

— ¿Estás rompiendo conmigo?— me quedé callado. Eso sonaba más un noviazgo a punto del colapso que otra cosa.

—Si te refieres a dejar de ser “amigos” o algún otro concepto ridículo, pues sí. —dije, con una sonrisa desafiante.

—Vamos, Dodo. Te invité a salir, pero me rechazaste. Y ahora ya es tarde. SooJung quiere estar siempre pegada de mí. Y lo cierto es que no puedo negarme. ¿Sabes cuantos millones tiene en la frente? Millones de millones. Es una pieza importante. Me arrepentiré si la pierdo. Estoy a un paso de…

— ¡Qué interesante! En fin, tengo que irme. Entonces, adiós. —dije, caminando por el pasillo opuesto.

—No sabes lo que haces, te vas a arrepentir. —dijo, alcanzándome.

—Estoy seguro de que sobre esto, jamás me arrepentiré. —dije, con voz inquebrantable.



Y desde entonces mantuve nuestro contacto al mínimo. Desde que me desprendí del iPhone dormía a mis horas, me sentía feliz y fresco por las mañanas. Las miradas asesinas de SooJung me cruzaban un oído y me salían por el otro. Salía con LuHan-hyung al centro comercial y leíamos libros.

Con SeHun iba a practicar baseball tres veces por semana. De vez en cuando iba a los ensayos de la banda que había organizado con los hermanos de Tao y él mismo. Hacía labor social y charlaba con JoonMyun. ¡Todo iba de perlas!

Pero entonces… ¡Sí! Estás en lo correcto. En momentos como estos, en los que la vida va bien, tienes que temer, porque tanta buena suerte solamente es presagio de algo terrible.

Y mis peores pesadillas cobraron vida.

Un día llegaba al Colegio y no encontraba mis libros. Los encontré más tarde… en los botes de basura.

Luego hurtaban mi almuerzo, y lo encontraba en los retretes.

Me rayaban la mesa-banco y dentro del pupitre encontraba gusanos e insectos. Algunas libretas tenían amenazas de muerte y dibujos sobre mí, atravesado con una lanza, por la cabeza. ¡Ingeniosamente patético!
En el comedor, con almuerzo en mano, SooJung me puso el pie y me caí al suelo. Toda la comida quedó regada y la gente se reía a carcajadas. Luego se excusó con falso arrepentimiento y me dejó allí tirado. Todos prorrumpieron en carcajadas más sonoras. Miré a la mesa de los ricachones, yo estaba todo lleno de comida, podía sentir en arroz en mi uniforme. JongIn no fue la excepción, se rió como todos, y cuando notó mis ojos sobre él, desvió la mirada.

LuHan corrió hacia mi sitio para ayudarme a ponerme de pie, pero un chico me ayudó primero. Lo identifiqué como JongDae, de la clase 2B.


— ¿Estás bien?— dijo, preocupado.

—Sí, lo estoy, gracias. —era guapo como  JongIn y JoonMyun.


—Ten más cuidado con ella, la próxima vez. —dijo, con una sonrisa, y se alejó. De nuevo con los populares ricachones.

Todos los días era el blanco de las risas. Siempre alguien me jugaba alguna broma pesada. Una vez SooJung me arrojó tinta china por “accidente” en mi uniforme. Pasé toda la tarde tratando de eliminar la mancha.

Eso y muchas cosas más. Eran unos malditos ¿O no?

— ¿Qué harás este sábado, KyungSoo?— me dijo LuHan, cuando salimos al receso, un buen día en el que nadie me había fastidiado.

—Pues… no lo sé. No tengo planes. —dije, entonces el comenzó a jugar con sus dedos.

— ¡Oh! Pues… si quisieras, podrías venir a mí casa y veríamos películas. —dijo, emocionado. Arqueé una ceja.

— ¿Qué no es el cumpleaños de Byun?— dije, entonces el hizo un mohín.

—Ya. Pero no tengo ganas de ir. —sabía que lo decía porque, aunque su relación no era mala, LuHan era de los ricachones que menos convivían con él.

—Pero sería grosero, más cuando hizo toda esa coreografía con bailarines solamente para entregarte el sobre. —dije, recordando todo el show que montó el rubio cuando invitó a LuHan. Llovían rosas por todos lados, mientras la música sonaba, los bailarines y los cantantes se movían a la par de la música, diciendo: ¡Invitado estás, a la fiesta de BaekHyun!

—Lo sé. Pero ya me inventaré algo. La verdad con esa gente no me siento bien. Aunque te rías, KyungSoo. Y si tú no vas entonces no iré. Eres mi único amigo en esta escuela y con quien puedo platicar sin ponerme nervioso. ¿Qué crees que iba a hacer en ese sitio? Sólo sentarme en una silla toda la noche, esperando nada.

Sonreí. Me sentí bien cuando LuHan dijo que era su mejor amigo. Había aprendido a quererlo tanto, y a confiar tanto en él. Fue la primera y única persona a la que le conté lo del iPhone. SeHun… estallaría. El tío se burlaría, y no quería que me armaran revuelo. Sólo él supo entenderlo todo.

Entonces Byun se acercó a nosotros.

— ¡Lulu! ¿Mañana te espero en mi casa?— dijo, componiendo una sonrisa.

—Oh… lo siento, pero tengo cosas que hacer. Mi padre… me pidió unas cosas. —dijo, pero aquella fue la peor mentira.

— ¡No me digas! Pero eso no puede ser. ¿Será posible hablar con tu padre para pedirle el permiso?— dijo, inquisitivo.

— ¿Eh? ¡No! Yo… bueno, intentaré convencerlo. —dijo, un poco nervioso. Entonces Byun me dirigió la mirada.

—Toma, Do. —dijo, tendiéndome un sobre.

—Y esto es…

—La invitación, por supuesto. Dije que invitaría a todos y estoy cumpliendo la promesa que hice a papá. Así que mañana te espero en la fiesta. —dijo, aburrido.

—Oh pues… gracias, creo. —dije, examinando el caro sobre de opalina.

— ¡Entonces Lulu! Intenta convencerlo. Recuerda que el tema es la época victoriana. Idea de Yixing, ¡y me ha encantado! Entonces irás con un antifaz, todo será fabuloso. —dijo, y se le iluminaron los ojos.

—Sí. Lo intentaré, BaekHyun. —dijo él, y el rubio se fue, satisfecho.

—Entonces vamos, KyungSoo. —dijo LuHan, con una sonrisa.

— ¿Qué? No iré. —dije, poniendo los ojos en blanco.

— ¿Qué? Pero si ya te invitó. —dijo él.

—Lo sé. Pero ambos sabemos que él no desea verme en su casa. Todo fue mera cordialidad.

—KyungSoo, si no voy… y si  BaekHyun llama a casa cuando no me vea llegar, entonces mi padre se enfadará. Porque no mantendremos las relaciones con su empresa y toda esa tontería. Sabes que a mí no me importa todo eso, pero no quiero que me regañen. —dijo, con aire de tristeza.

— ¿Entonces por qué parecías tan decidido a no ir antes? ¿Cuándo sabías que tu padre se enojaría si no ibas?— entonces se puso rojo.

—Pues… porque en serio no quiero ir, pero ahora que te ha invitado me lo hace todo más cómodo. Así que ve a esa fiesta, por favor. —de un día para otro no tenía idea de cómo me iba a vestir.

—Hyung…

—Por favor, te lo suplico. —con esa mirada de ciervo triste no pude rechazar la oferta. Acepté, con tal de que la próxima vez fuera el conmigo a una fiesta de plebeyos.

— ¡Por supuesto! ¡Me encantaría!— dijo él, emocionado.

Me decidí a clasificar a los ricos de la escuela en una pizarra mental. Estaba dividida en tres columnas. La primera, era la lista de los ricos cabeza hueca. En primer lugar… bueno, era difícil. Estaba entre el negro ricachón y SooJung. Después venían Byun y Wu YiFan, quien siempre parecía molesto de que LuHan estuviera conmigo. Y ni siquiera evitaba los comentarios mordaces a mis espaldas.

La segunda columna era de los ricos indiferentes. Aquellos que en toda su riqueza, apenas te notan y no quieren nada contigo. En ella estaban, Yixing,  Song Kyu, Kwang Hee, ChanYeol y JongDae, aunque quizás este no tanto, me ayudó cuando me caí pero… ¡Arg! ¡Qué va! Debe ser igual a los demás...

Y la tercera columna era para los ricos corazón de oro. En primer lugar… bueno, es una pizarra mental, entonces LuHan-hyung no se ofenderá, pero estaba JoonMyun. Sí… en letras grandes y en negrita; después estaba LuHan. Y después… bueno, cambiemos de tema. Sabes que no hay ningún otro nombre en esa columna.

Al salir de clases me dirigí a mi casillero. Alguien lo había rayado con aerosol y en letras grandes decía: Aquí se encuentran los libros del pueblerino ojos de marciano, altamente tóxico.

Le di un golpe al maldito casillero. Todos se rieron de mí. Había un dibujo de un alien con una enorme cabezota y unos enormes ojos. ¡Ah sí! El alien… era yo.

Saqué mis libros mientras todos me decían cosas tipo “Es su vivo retrato” “Vuelve a tu choza, campesino” o cosas por el estilo. Decidí ignorar olímpicamente a esos idiotas, con tan pocas cosas en su vacía cabeza que tenían que molestarme para sentirse vivos.

Había ido en bicicleta esa mañana. Cuando fui al estacionamiento la encontré toda destruida, las llantas ponchadas y doblada por el manubrio. Quise exclamar una palabrota a los cuatro vientos.

Estos estúpidos…

Entonces encontré una nota, decía así: Si no quieres problemas, regresa a tu villa, pueblerino. Y para que aprendas que este no es tu sitio, te dejo un recuerdito.

Sobre quién había escrito eso, no me cabía dudas. La duquesa del horror ya me había dejado bien claro que era peligrosa.

Tomé la bicicleta destartalada y me fui a casa. Sonaba como una lata, y el chirrido era infernal. Aquello era tan injusto. La había comprado con mis ahorros para no molestar más a SeHun, y ahora me hacen esto.
No pude evitar sentir la frustración. Al final  JongIn tenía razón, en esa escuela me querían destruir, sin más. Pero no me dejaría vencer por una bola de idiotas.
Era pesado cargar con esa cosa cuesta arriba, pero entonces alguien apareció.

Kim JongIn en su Hummer último modelo.

— ¿Qué haces con esa lata?— dijo, asomando la cabeza. Lo ignoré.

—Me voy a casa. —dije, sin más, reanudando mi camino.

— ¡Hey! No podrás llegar arrastrando esa cosa. —se detuvo.

— ¿Qué demonios quieres? No estoy de humor ¿Si?— se quedó en silencio, pero abrió la puerta tras estacionarse. Luego abrió la espaciosa cajuela y tomó la bicicleta sin pedirme permiso.

— ¿Qué haces?— dije, molesto.

—Te ayudo. Vamos, tenemos cosas que hacer. —dijo, cerrando la cajuela y tomando mi mano para que subiera al auto.

— ¡No! No lo harás. —dije, soltándome enseguida.

—Escuché que te invitó Byun a su fiesta. Entonces necesitarás un traje apropiado. —dijo, de lo más jovial.

—Ni siquiera iré. —dije, perdiendo la paciencia.

—Se lo habrás prometido a LuHan porque seguro no quiere ir solo, y se meterá en problemas si no va. —aquello me dejó desconcertado.

—Pues… tú qué sabes. —me crucé de brazos.

—Estoy tratando de ser gentil, al menos deja que te lleva a casa, o llegarás al anochecer si te vas tú solo. —tuve que acceder. No me apetecía llegar sudoroso a casa arrastrando una bicicleta dañada.

— ¿Por qué traes la bicicleta así?— dijo, interesado.

— ¿Hace falta que lo mencione?— se quedó callado.

Luego, un poco nervioso, me miró, cuando el semáforo marcó alto total.

— ¿No piensas hacer nada?— dijo, y entonces yo lo miré, incrédulo.

— ¿Y qué esperas que haga? Esto sigue y sigue, no podré cambiarlo al menos hasta la graduación, cuando no tenga que ver sus malditos rostros una vez más. —dije, dejando que la furia me dominara.

—O sea que planeas dejar que te humillen todo el tiempo. —dijo, entrecerrando los ojos.

—No les daré el gusto de verme partir sólo por sus acosos. Seguiré hasta el final, con una sonrisa irónica cuando me den mi diploma, y les demostraré que pude con todos ellos a la vez. Alguien me enseñó algún día que nunca debo retractarme de mis palabras, y eso estoy haciendo. —dije, apretando con firmeza mi mochila.

—Hmm. Pero estas son sólo tonterías… sabes que ella no parará. —dijo, entonces miré por la ventanilla.

—Que se muera de ansiedad por verme correr del colegio, nunca pasará. —dije, entonces él miró la bicicleta.

—La vi esta mañana… era nueva ¿No?— dijo, y me devolvió una mirada compasiva.

—No me tengas lástima. Lo era, pero ya no importa. —dije, notando que me sentía vacío.

—Lo lamento. ¿Tiene compostura?— dijo, y yo apreté los labios. No iba a llorar ahora.

—No, está toda destruida. —dije, con total seriedad.

—Llegamos. Te ayudo a bajarla. —dijo, cuando se detuvo en frente de mi casa. El tío no estaba en la farmacia.

—Gracias. —dije, cuando bajó la bicicleta y la coloqué en el jardín delantero.

—No importa, entonces… ¿No quieres ir a ver trajes y eso? Hay una tienda de disfraces en el centro comercial y…

—No, gracias. Yo sólo… quiero descansar un rato.— dije, mirando el suelo.

—Entonces, creo que… está bien. —dijo; al notar mi voz apagada.
Ya me disponía a entrar a casa y derrumbarme en la cama cuando me detuvo el brazo.

—Dodo… me sabe mal todo esto que te ocurre.

— ¿En serio? No parece. —dije, con una sonrisa forzada.

—No, en verdad lo paso mal. Desde que me devolviste el celular no hemos hablado nada y…

—Es mejor así. Al fin duermo a mis horas. —dije. Sé que aquello era una grosería, pero estaba irritado.

—Pues si tanto te molestaba pudiste habérmelo dado antes. ¡Pero no! En cambio seguías respondiendo mis mensajes aunque fuera tan tarde.
¡Entonces dímelo Dodo! ¿Por qué demonios contestabas mis mensajes estúpidos? ¡¿Por qué?! —dijo, gritando y perdiendo el control.

—Porque… los amigos hacen eso. —dije, me di la vuelta. Entonces me tomó por un hombro y me dio la vuelta con brusquedad.

—Entonces… ¿Sí querías ser mi amigo? Aunque dijeras que yo era un molesto… ¿En serio querías ser mi amigo?— aparté mi mirada de la suya.

—Fue estúpido. Creo que al final quería compensar tu regalo siendo un “amigo” o lo que sea que fuera, porque solamente me hablabas cuando estabas aburrido.

—Te llamaba todos los días. ¿No lo entiendes? Yo no podría estar aburrido todos los días, tenía cosas importantes que hacer pero…

— ¿Pero qué?— dije, y entonces él bajó la mirada.

—Pero no podía… evitar las ganas. —me quedé estático.

— ¡Oh! Pues… la verdad no puedo pensar en nada para decir, me duele la cabeza. Gracias por traerme. Adiós. —y me encaminé al recibidor. Él se quedó en ese mismo lugar.

— ¿Nos veremos en la fiesta de BaekHyun?— dijo, desde lejos.

—Espero que no. —y cerré la puerta tras de mí… 


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