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La mécanique de cœur vide por Siamy

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Notas del capitulo:

Capítulo 18:

Perdiendo algo

Pasaron las semanas…

El tiempo transcurría como las agujas del reloj al marcar un minuto. Ese tic tic de la manecilla moverse, tardando lo que parece una eternidad. Y cuando abrí los ojos ya era diciembre. Navidad se aproximaba. Los de la escuela organizaron una cena lujosa en un club privado. Fui invitado, como es costumbre, por todo el club de fans.
SooJung dijo que sería una buena oportunidad para que nuestros padres pudieran conversar.

—Pero mi padre se va de viaje. —le dije.

— ¿Qué? ¿En navidad? —me encogí de hombros.

—Para él eso de la navidad no tiene mucho sentido. De todos modos podemos posponer la reunión para cualquier otro día. Por ahora todo va bien, nuestros padres ya empiezan a relacionarse.

—Sería genial ¿No? Que al final nuestras familias se vieran vinculadas. No sé… quizás por algo más importante que sólo los negocios. — ¡Por favor! ¿Qué era más importante que los negocios?

— ¿No has pensado en casarte? —aquello me pilló desprevenido.

— ¿Eh? ¿Casarme? ¡Claro que no! Por Dios, tengo dieciséis. —dije, como si aquella idea fuera lo más ridículo de todo el mundo. SooJung frunció el ceño.


—Hum… pues algún día deberías plantearte la idea. — ¡ha-ha! Esto tenía que ser una broma. Está bien que la hago feliz por un poco de dinero; en realidad mucho, pero no estoy dispuesto a sacrificar mi vida atándome mediante lazos matrimoniales con alguien a quien uso por conveniencia.
Seguía el deseo ardiente. El deseo de vengarme a como diera lugar. No podía soportar la sonrisa de JoonMyun, al marcharse a la Universidad todas las mañanas. El saber que los fines de semana se la pasaba con Dodo, mientras yo, atado a SooJung, tenía que ir de aquí para allá, sin poder darme un respiro.

Era 21 de diciembre. Último día de clases antes de las vacaciones. Todos parecían felices, conversando sobre posibles vacaciones al extranjero, y muchas otras actividades.

— ¡Ya lo sabes, JongIn! Tienes que ir a la fiesta. —dijo una fangirl, cuando me entregó la tarjeta. La examiné sin mucho interés. Una fiesta no me apetecía. Pero iría gente del alta; quizás, y con suerte, concertaba una reunión con mi padre pasadas las celebraciones.

Cuando salí de clases miré hacia el estacionamiento. Hoy SooJung se iba sola porque tenía asuntos que atender con sus amigas. Así que, por primera vez en lo que parecieran siglos, podía disfrutar de un camino sin intervenciones innecesarias y en paz, a mi casa.

Luego, lo vi a él.

Dodo apenas se fijaba en mí desde hace meses. La verdad, eso me enfurecía. Quizás pienses: ¡Ya es mucho tiempo! ¡Él iba a olvidarte! Pero no me bastaban esos meses para darme cuenta de que había cosas en este universo que no podía tener…
Él había recibido la invitación para la fiesta de BaekHyun, Yixing y JongDae. Aquellos chicos comenzaban a formar parte del grupito de Dodo sin que uno se diera cuenta. Desde la cena fallida de SooJung, todos ellos dejaron de sentarse a nuestra mesa. Escuché su conversación mientras sacaba las llaves del auto.

— ¡Tienes que ir! —dijo BaekHyun, mirando con mala cara a Dodo.

—Lo siento. Pero he quedado ya con unos amigos para una fiesta ese día.

—Entonces promete que, en fin de año, vendrás a una fiesta con nosotros. —dijo Yixing; Dodo asintió.

—Claro, es una promesa. —JongDae le sonrió. Lo cierto es que desde hace algún tiempo, se le notaba cada vez más interesado en Dodo. ¡No me estoy volviendo loco! Es lo que veo.

—Entonces, felices vacaciones. —dijeron los tres, quedaron únicamente LuHan y Dodo.

—KyungSoo, entonces, el 24 a las nueve, en CHEERS. —dijo el pelicastaño, con un tono de voz misterioso.

—Sí. Te esperaré allí. Pero LuHan, dime que le has pedido permiso a tu padre. —él ladeó la cabeza.

—Será mejor que piense que voy a la fiesta de club, de todos modos él nunca va a esas cosas. Prefiere una cena en casa y se la pasará de lo lindo con el resto de la familia. —dijo, restándole importancia.

—Siempre pasa algo malo por mentir. Eso dice mi madre. Quizás las consecuencias no las notas al inicio, pero tarde que temprano todo sale a la luz. —el otro chico se puso nervioso.

—Lo sé pero… déjame rebelarme. Todo el tiempo he hecho lo que mi padre dice. Y creo que me merezco un tiempo para mí. Uno donde, al menos por una noche, sea yo haciendo lo que me gusta. —se me hizo un nudo en la garganta. En este mundo de ricos, todos estamos subordinados a un poder mucho más dominante que el del propio dinero, y esa es: los padres.

Si tus padres te dicen: tírate de un puente. Lo haces… Así de simple. No hay espacio para las consideraciones, cuando sabes que tu deber es siempre procurar lo que tus padres catalogan como correcto o apropiado. Al final somos más esclavos que los propios plebeyos.

—De acuerdo hyung. Ya no quiero sonar como un viejo. Entonces nos veremos allí ¿Sí? Te presentaré a mis amigos, verás que te caerán muy bien. —LuHan pegó un saltito de alegría.

—Sólo espero que me acepten. —dijo, con aire compungido. Dodo puso los ojos en blanco.

—JoonMyun hyung decía lo mismo siempre. Pero mis amigos son gente que ven a través del corazón de las personas buenas, y tú eres justo ese ejemplo. —LuHan se sonrojó un poco.

—Bueno, entonces, nos veremos allí. —La limosina de LuHan partió y Dodo lo despidió con la mano. Luego lo vi desaparecer a él también, andando calle arriba. No vi que nadie viniera por él, ni el molesto de su amigo ni mi hermano. Así que tomé el auto y me dirigí en su misma ruta.
Iba a tomar el metro. Entonces pensé: debo seguirlo. Fue un impulso extraño, la verdad no esperaba nada. Ni siquiera iba a decirle: ¡Hey! Te llevo a tu casa. Nada de eso podría funcionar ahora que había un mar inmenso en medio de los dos. Y sin embargo, tuve esa sensación de que, cuando no haces algo, te arrepientes.

Lo seguí a distancia prudencial y estacioné el Jaguar en una calle aparcada. Luego lo seguí, hasta que llegó a la estación. Allí, de pie, mientras esperaba a que llegara el metro, me quedé observándolo.
Es curioso. Quizás lo hubieras tomado como una imagen mundana, de aquellas que se desvanecen en la mente, que se pierden entre las memorias. Una de aquellas que, cuando te vuelves anciano, de repente llegan como un flashazo de luz, pero apenas puedes distinguir los contornos y todo lo demás. Lo que yo vi, estaba seguro que lo recordaría tan nítidamente, que el tiempo no sería un problema. Aquel cuerpo esbelto con el cabello corto y rojizo, pero que ahora era castaño. Y aquellos ojos que ahora no podía distinguir, porque estaba de espaldas. Las manos pequeñas y blancas, el único recuerdo de aquella fiesta junto a la fuente. Fue la primera vez que lo sentí tan cerca. Y la única vez que pude tocarlo de verdad. Me quedé perdido en esa vista. Entonces quise acercarme, quise dar un paso más pero no pude. Para cruzar hacia allí tenía que introducir un boleto. Un boleto que no había comprado. Enseguida la máquina me bloqueó el paso. Y le guardia se acercó.

—Tu boleto. —dijo él.

—No lo tengo. —le contesté.
Se me quedó mirando con extrañeza.

—Lo necesitas para cruzar. —entonces me señaló la caseta. Corrí hacia ella, sin intenciones de perder un momento más. Me atendió la cajera pero, en cuanto saqué la tarjeta, se me quedó viendo con enfado.

—Esto no es una sucursal. ¿Tendrá billetes? —negué con la cabeza.

—No, no tengo. —de nuevo lo había dicho “No. No tengo”. Sabes cuándo, en algún momento, las cosas cambian. Ese “No tengo” despertó en mí una sensación de agonía, de un miedo asfixiante. Me alejé de la caja y, decidido a contemplar a Dodo aunque fuese hasta que el tomara el metro, me di cuenta que ya estaba dentro.

Entonces, violentándose así mi corazón, brinqué la barra que me separaba y corrí hasta la orilla. Pegué las manos al vidrio de la ventanilla, golpeándola para que él me pusiera atención. Escuchaba música con unos audífonos, a la mitad del vagón. No estaba tan cerca de la ventanilla para escucharme, y no lo estaba aún más de verme. Le hablé y le grité: ¡Dodo! Pero él no me escuchaba. Su rostro, tan cerca y tan lejos de la ventanilla, no me veía. Parecía concentrado en un libro, así que sus ojos vagaban por las páginas y no reparaba en mí.

Mírame…

Eso no lo dije, lo pensé. Pero funcionó como si se lo hubiera susurrado cálidamente en el oído. Entonces el desvió la vista de las hojas, y me miró. Me miró de verdad.

Entonces quise decirle muchas cosas. Cosas sin sentido, cosas como: Faltan cuatro días para navidad, y otras como ¿Cuál es tu color favorito? ¿Qué estación del año prefieres? Cosas así. Cosas inútiles, quizás, pero cosas que quería preguntarle.

Nos seguimos mirando, entonces no se me ocurrió hacer nada más que despedirlo con la mano, mientras el metro comenzaba a andar. Él se quedó petrificado. Mirándome y pensando cosas que yo no podía escuchar en mi mente. Lo seguí despidiendo. Entonces eché a correr hacia el comienzo del túnel, y seguí moviendo mi mano, pensando en mi corazón, diciendo en mi mente: ¡Adiós, Dodo!

Con un aire de quien comienza a sentir la angustia del “No nos podremos ver”; el tren comenzó a ir más rápido, hasta que mis pies no pudieron igualar la velocidad.

Supe que su corazón también se había violentado, porque pegó las manos a la ventanilla y me seguía con la mirada. Entonces… se perdió.
Había cruzado el túnel. Y lo que ahora sentía era mi corazón desbocado, y la sensación de “No tengo” en el pecho. Pensé que todo esto era una señal. Las sensación de que las palabras corrientes que me habían dicho en estos momentos, completaban un simbolismo especial en mi vida. Había una barrera entre Dodo y yo; la interpreté como la barandilla de la estación. El guardia dijo: No puedes pasar sin boleto. Así que fui por un boleto, por una llave para cruzar. La cajera dijo: ¿No tienes billetes?

No, no tengo billetes…

¿Qué significaban los billetes? ¿Una oportunidad? No lo sabía. Pero sin billetes no puedo cruzar la barandilla. Entonces volví mis pasos para contemplarlo una vez más. Y él ya se estaba yendo. No me importó la barandilla, ni el boleto ni los billetes. La salté. Y al final… al final no pude decir nada. Sólo pude correr, tratando de alcanzarlo, tratando de detenerlo quizás. Pero ese pensamiento se esfumó en un gas transparente y asfixiante: en un adiós.

Entonces, al notar esas manos delicadas posadas en la ventanilla, buscando mi mirada de la misma manera en la que yo buscaba la suya, y esos ojos sorprendidos, mientras mis piernas me reclamaban el dolor al forzarlas a correr más deprisa, sentí que había encontrado lo que quería. Cuando él se dio cuenta de mi presencia, se lo dije; todo aquello que no pude formular en palabras, y me sentí dentro de ese tren, a su lado, sonriendo.

Más cuando el vagón se fundió con el negro del túnel, mi corazón volvió a decir: No tengo…

Y eso es todo…

Un algo que no tienes fundido en la oscuridad de un lugar al que no puedes entrar. Aunque no hayas pensado en una luz para iluminar el camino, y tú solamente quisieras entrar, sin miedo, sin dudar nada. Sabes que no puedes… siempre hay algo que te detiene.
Ese algo que me detuvo, en mi caso, fue el mismo guardia, que me tomó por los hombros y me arrastró a la salida.

—Te dije que sin boleto no puedes entrar. —y se perdió de nuevo en los escalones de la estación. Había mucha gente a mí alrededor.
En efecto: sin boleto no podía subir al vagón.

Sin boleto… no podía hacer nada…


-*-



Me sentí atrapado en una cortina gris. De repente, allí frente a mí, me embargó una sensación que hizo que el vello de la nuca se me erizase de una sola vez. Fue un momento electrizante. Una sensación extraña.
¿Qué hacía él allí? ¿Desde cuándo me estaba observando? ¿Por qué me despedía con la mano, con aire melancólico y corriendo hasta el comienzo del túnel mientras agitaba su mano?
Por un momento pensé que todo aquello había sido una ilusión. Allí, sentado en un vagón del tren, escuchando el barullo de la gente hablando de sus cosas, de los rieles y el zum zum del mismo tren dirigiéndose a gran velocidad, me di cuenta que algo andaba mal. Fue una sensación desconcertante. En ese instante fue como si todo se congelara. Y entonces, sentí que se me cerraba la garganta, sentí que en esos ojos negros tenía que descubrir un algo, pero no supe qué era.
Por mi mente cruzó la idea: Él en verdad te extraña…

Pero pudo ser cualquier cosa…

Hasta ese momento de mi vida, no había sido capaz de entender nada sobre Kim JongIn. No había sido capaz de comprender el alcance de su misma presencia, más que de sus palabras. Un adiós con la mano y eso ya me hacía sentir vacío.

¿Por qué? ¿Por qué fue como perderse en una bruma espesa, en una atmósfera asfixiante? De repente me sentí cercado. Vi a los pasajeros, todos parecían tranquilos, en sus mundos. Entonces supe que aquello no cuadraba. Hasta hace un momento, mientras leía, tuve un ligero presentimiento, de esos que te dicen: Mira a tu alrededor. Una energía alterna, la sensación de que sientes que alguien te está mirando.

Y luego lo vi. Antes de eso me sentía homogéneo. Compartía con todos los pasajeros el pensamiento de llegar a dónde sea que hubiera que llegar. Y punto. Pero ahora, es como si todo tuviera un sitio en esta pequeña atmósfera cargada de vidas diferentes; todas esas vidas me parecían hechas de una misma mezcla. De elementos de una misma clase, y yo no. Pero fue desconcertante darme cuenta de que, tan sólo verle de pie, tras las ventanillas del tren, dejara atrás ese halo de homogeneidad, y entonces una parte de mí, como desprendida de mi cuerpo, apenas una fina sombra, se quedara allí. Antes de entrar al túnel. Atrapada con él.

Entonces… entonces fue allí cuando sentí el vacío.

— ¿Qué significaba todo eso? ¿Y por qué me sentía tan mal?

“Devuélvemela Dodo, ¡mi felicidad! Eres una ladrón…”

¿Se habría vengado?

En ese momento donde el tiempo dejó de tener sentido ¿Se habría llevado algo de mí?

Sentía que algo andaba mal conmigo desde que comencé a hacerme estas preguntas subjetivas. Pero no pude olvidar nada de eso hasta llegar a casa. Entonces… supe que algo había cambiado. De repente, todo tenía un sitio, una forma, un color, un “algo”. Yo ya no tenía nada…
A mi mente, unas palabras suaves me susurraron con ligereza: No tengo.
Sobre lo que eso significaba, no tenía sentido. Me asusté. Por lo general, cuando los seres humanos piensan, son cosas concretas, ideas esclarecidas, tú le dices a tu cerebro lo que quieres pensar y te arroja la respuesta; las neuronas trabajan y ya están los datos. “No tengo” era algo que no había pensado. Como si recibiera un mensaje por radio, desde una isla muy lejos de aquí, en una onda secreta, en un momento sublime. Fue de ese modo…

Al llegar a casa fue como si esa onda de radio se dispersara. Volvía a sentirme parte de un algo cuando entré a casa, cuando subí a mi habitación y me cambié de ropa. Cuando bajé al comedor y mi madre había dejado una nota. Un “Te queremos” al final, y un “volveremos más tarde” al inicio.

Entonces fue como darle cuerda al reloj de mi vida. Había salido de la dimensión extraña donde sentía que “No tengo” era la señal de algo angustiante y peligroso.

Pensé en esto por la tarde. Revisé mis cosas. No faltaba nada. Cuando a tu cabeza vienen estas palabras en lo primero que piensas es en algo material. Estamos tan acostumbrados a pensar de esta forma que nos olvidamos de las cosas que, sin tener una forma, son importantes.
El vacío de esta clase de cosas es mucho más desesperante. Pierdes dinero. Ya. No tengo dinero. No tengo…

Es aplicable de esa manera.

Pero “No tengo” desde el interior, lo paraliza todo. ¿Qué era ese algo?
Entonces, mientras hago cosas muy normales como tomar una soda, hacer la tarea, lavar los trastos, mirar por la ventana, respirar, correr, lo que sea, me llega un mensaje de: has perdido algo. Encuéntralo; sabes que esto ya es mucho.

Siento mi corazón comprimirse, y la angustia se transforma tan rápidamente como la semilla que germina en unos cuantos días. Crece la angustia y la desesperación sin darte cuenta. Y ya se ha vuelto una hierba grande que no puedo cortar con facilidad. Ha sacado tantas raíces que no puedo desprenderla de la tierra, y comienzas a temblar…

Esa noche, me puse a llorar.

No tengo…

Era como una broma pesada. Y el: te hace falta algo, que me lo empeora todavía más, hace que piense que, de un momento a otro, eres tan feliz como desdichado. Y no entiendo el por qué. Pienso que todos lo tienen muy fácil, que ellos nunca piensan: no tengo, me hace falta algo.

Es una frase que por sí sola no tiene mucho sentido. Pero que es aterradora, cuando la presientes por primera vez.

Llorando también pensé: ¿Por qué lloro? ¿Qué me está ocurriendo? Todo está bien. Cuando llegué a casa, y sentí el aroma de la comida recién hecha en la estufa, y vi la nota de mis padres, todo eso tuvo sentido. Olvidé el “No tengo” y me sentí feliz. Todo estaba en orden. Sabía lo que ocurría.

No hice nada fuera de lo común. Seguí la rutina de los viernes. Y entonces llegó esa voz: Te falta algo.

Dejé caer el cesto de la ropa al escucharlo. Y después se repitió más y más veces, mientras hacía cualquier cosa.

¿Estaré perdiendo la cabeza? ¿Será esto una enfermedad?
Por supuesto que no. Algo así se manifestaría de otro modo. Quizás, cuando el cuerpo está tan cansado, o tan relajado, las personas piensan en cosas que nunca antes habían pensado. Es pesado, pero quizás, no sea la única persona.

Quizás todas las personas que conozco han escuchado esta voz. No es tampoco como si tuviera una capacidad extra-sensorial para poder escuchar una voz extraña. Que en realidad, es mi propia voz sin ganas, diciendo todas esas palabras que me dejan petrificado. Mi voz superflua, mecánica. “Te falta algo” como si fuera un hola o un adiós.

Probablemente sean las vacaciones. Sí… tiene sentido.

Vacaciones después de todo lo que me ha ocurrido en la escuela. Cuando estás tan acostumbrado a seguir un horario, a ver los mismos rostros todos los días, a descansar y hacer tarea los fines de semana, y de repente te encuentras con que, por un periodo de tiempo, todo lo que hagas será completamente espontáneo, sin planificaciones, te sientes perdido. Aunque lo cierto es que se puede llevar una vida espontánea, muchos viven la emoción del momento, la vida como viene, o cosas así; sólo que yo nunca lo he intentado.

¡Es eso! Estoy desubicado, solamente…

Mañana todo volverá a tener sentido, KyungSoo. No es que nunca hayas tenido vacaciones. Siempre has tenido. Piensas todo esto porque no tendrás nada que hacer durante semanas. Ya encontrarás la forma de encontrarle sentido a las cosas. Mañana tu cabeza dejará de ser una madeja de nudos.

Pero ese rostro… agitando la mano.

“No tengo…” Fue como si él me lo hubiera susurrado, pero utilizando mi propia voz, en mi cabeza.

¡Qué tontería!

Mañana todo tendrá sentido de nuevo. Y si no… si no olvido esta sensación, le preguntaré a SeHun. Le diré: ¿Crees que es raro escuchar una voz en tu cabeza que te repite “No tengo” muchas veces? ¿Y otra que dice: perdiste algo? Sé que suena aterrador pero… lo he escuchado.
Entonces me sonreiría. Porque todo lo extraño con él se vuelve un tema común. Podría hablarle de fantasmas, de voces, de cualquier cosa, y entonces no se sorprendería. Lo hablaríamos tan tranquilos como si discutiéramos el clima, la escuela, cualquier cosa.

Él me contestaría cualquier cosa como: ¡A mí también me pasa! Es normal; y entonces mi corazón descansaría. Pasarían muchas cosas y me concentraría en tantas más y entonces dejaría de escuchar la voz. Sólo van unas horas desde que escucho la voz. Seré hombre desesperado. Por la mañana todo se arreglará…

Agitando su mano en la distancia. Corriendo, persiguiendo el tren… Mis manos sobre el cristal, tratando de empujarlo, para poder sacar mi cabeza. Y el túnel, la boca de oscuridad que me absorbía rápidamente. Donde ya no pude verlo.

“No tengo”

“Perdiste algo: Búscalo…”

Qué sentimiento tan deprimente…

Qué sensación tan horrorosa…

Cierra tus ojos KyungSoo, y ya no tengas miedo. “No tengo, has perdido algo, búscalo” intenta que sean palabras que se fragmenten y que se pierdan con el sueño…

Ya no pienses más en esto, que te causa dolor. No sabes por qué, pero lo sientes. Últimamente repites mucho el “No sé por qué” aprende a encontrarle una razón a lo que piensas y a lo que sientes. Esa es la respuesta. No has perdido nada. Todo esto es una mala pasada de tu cabeza loca. Es un algo para confundirte. A partir de mañana, cuando veas la luz del sol filtrarse por la ventana, ni siquiera recordarás la angustia de este día.

Sonreirás y dirás: ¡Hoy es otro día!

Aunque ahora te sientas confundido, asustado, con más ganas de llorar por algo que desconoces, mañana dirás: son las hormonas, estoy cambiando. Y eso es todo…

Pero cambiar no es transformarse por completo. Sigues siendo la misma persona, sigue siendo el mismo molde. Serás viejo y seguirás siendo el KyungSoo de diecisiete años. El mismo molde, pero la mezcla en diferentes proporciones y densidades. Será así…

Así, me abandono al sueño, pero sigo pensando, antes de caer en la inconsciencia, que he perdido algo…

Notas finales:

Para las que preguntaron sobre el otro fic, pues aún está en pie, lo que sucede es que no lo tengo publicado en este lugar, además cambié los personajes; más que todo por las personalidades, o sea que ya no es KaiSoo. Si quieren leerlo aun así me dicen, y yo les paso en link.

Y bueno, el capítulo está dedicado a OhBany espero que le guste.

Ojalá que el capítulo sea del agrado de todas, las quiero.


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